Capítulo 1
16 de agosto de 2025, 2:52
Vemos unas maletas y ropa siendo arrojadas afuera de la casa. A su vez se oían unos gritos de furia pura.
Bandit era una figura respetada. Su rostro curtido por el sol y su mirada seria le otorgaban un aire de tradición y conservadurismo. Pero, como en todas las historias, incluso los personajes más rústicos esconden secretos.
"¡No quiero que vuelvas! ¡Vete con esa perra!" gritaba Bandit. "A partir de ahora dejaste de ser mi hija", dijo mientras empujaba a Bingo.
Chilli y Bluey solo miraron a Bandit sin intervenir. No lo iban a hacer. Bluey tenía una cara de decepción hacia Bingo. Chilli la miraba con lástima. Las lágrimas derramadas por ambas lastimaron a Bingo en el corazón.
Bingo fue agarrada del cuello con fuerza y arrestada afuera de la casa.
¿¡Y qué había pasado!?
Un día normal mientras Bandit regaba las flores del jardín trasero, escuchó risas provenientes de la casa vecina. Bingo estaba en el patio con Lila. Bandit frunció el ceño. ¿Desde cuándo Bingo y Lila hablaban tanto? Se preguntó mientras fue a ver a su hija.
En la cocina, Bingo estaba cocinando con Lila un pastel para Bluey. Ella pronto se iría de la casa para ir a la universidad, y Bingo se iba a despedir con el mejor pastel que había preparado en su vida.
"¿Crees que a Bluey le guste?" preguntó Bingo, sosteniendo una cucharada de masa.
Lila sonrió, su cabello blanco cayendo sobre los ojos. "Estoy segura de que le encantará. Es el mejor pastel que has preparado en tu vida."
Bingo asintió, recordando todas las veces que había horneado junto a Bluey. Los dos compartían risas, secretos y momentos inolvidables. Pero ahora, Bluey estaba a punto de comenzar una nueva etapa, y Bingo quería que su partida fuera dulce.
El pastel estaba listo para hornearse. Bingo lo colocó en el horno y ajustó la temperatura. Lila se acercó y la abrazó por la espalda.
"Bluey va a extrañarte mucho", dijo Lila. "Pero esto es un hermoso gesto de despedida."
Mientras se horneaba la tarta, Bingo y Lila compartieron un momento juntas. “¿Cuándo le vas a decir a tus padres de lo nuestro?” preguntó Lila, rompiendo el silencio. Bingo se tensó. La relación con Lila era su secreto más profundo, algo que había mantenido oculto incluso de su familia. Pero ahora, con Bluey a punto de partir, no podía seguir escondiéndolo.
Bingo miró a Lila, sus ojos buscando respuestas. “No lo sé”, admitió. “Tengo miedo de cómo reaccionarán. Mi padre ya está furioso por lo de Bluey y… esto sería demasiado.”
Lila asintió comprensivamente. “Entiendo. Pero no podemos seguir escondiéndonos. Somos felices juntas, y merecemos vivirlo plenamente.”
Bingo se mordió el labio inferior. “Lo sé. Pero no quiero perder a mi familia.”
“Quizás no los pierdas”, dijo Lila. “Tal vez solo necesiten tiempo para aceptarlo. Y si no lo hacen, al menos tendremos el una a la otra.”
El timbre del horno sonó, interrumpiendo su conversación. Bingo sacó el pastel con cuidado y lo colocó sobre la encimera. "Mi padre prometió que siempre me amaría, aunque dudo que me perdone esto". Bingo sostenía el cuchillo, listo para cortar una porción perfecta del pastel de despedida. Lila lo observaba con ternura, sus ojos castaños reflejando la incertidumbre que ambas compartían.
“¿Crees que a Bluey le gustará?” Bingo repitió su pregunta, aunque esta vez no se refería al pastel. Lila entendió. Hablaban de ellas, de su relación secreta que florecía como las flores en el jardín trasero.
"No tengo la menor duda de que a Bluey le va a seguir amando. Ella es tu hermana", respondió Lila.
Bingo asintió, sintiendo el nudo en su garganta. “Pero mi padre…” susurró. “No sé si alguna vez lo entenderá.”
“Quizás no ahora”, dijo Lila. “Pero el amor no se puede ocultar para siempre. Tarde o temprano, tendremos que enfrentarlo.”
Ambas sabían cómo podría terminar esa discusión. Aunque Bingo estaba con una cara de miedo y tristeza, Lila no dudó en animarla. Se acercó rápidamente para darle un beso corto. Eso era para impedir que su padre las viera.
Bandit, después de preguntarse qué estaba haciendo su hija, miró a la ventana. La respuesta llegó como un golpe de viento frío. A través de la ventana entreabierta, Bandit vio a su hija besándose con Lila.
Bingo es lesbiana.
"¿Qué significa esto?" exigió, señalando la ventana. "¿Desde cuándo estás en una relación con Lila?"
Bingo se puso rígida, y Lila bajó la mirada. "Bandit, no es lo que parece..." No terminó de hablar por la bofetada que había recibido.
Lo que la lastimó no fue el golpe en sí. Fue la primera vez que su padre le había pegado. Aún peor, era la primera vez que miraba a su padre enojado. Bandit estaba a punto de darle otro golpe, sin embargo Lila se puso de frente. "¡No le pegues!"
"¡Cállate, maldita perra, vas a arruinar la vida de Bingo!"
"Papá, yo..."
"¡No quiero excusas!" gritó Bandit. "Esto no puede ser. No permitiré que mi casa sea un nido de inmoralidad. ¡Fuera!"
Bingo tragó saliva. "Papá, Lila y yo nos amamos. No podemos negarlo".
"¡No quiero que vuelvas! ¡Vete con esa perra!" Gritaba Bandit. "A partir de ahora dejaste de ser mi hija", dijo mientras empujaba a Bingo. No la quería ver. No la quería escuchar. La quería fuera de su casa.
Bingo rápidamente miró a su alrededor. Fue entonces cuando llegaron Bluey y Chilli, confundidas por los gritos de Bandit. "¿Por qué le gritas a Bingo, papá?" preguntó Bluey poniéndose entre su padre y su hermana.
"¿Qué estás haciendo, Bandit?" preguntó también Chilli, espantada. Rápidamente intentó...
"¡Tu hija es una puta!"
"¡No le digas así!" respondió a la defensiva Chilli. "Nunca le habías dicho así a una de tus hijas. ¿Qué hizo?"
"¡Se besó con Lila!" exclamó Bandit.
Chilli y Bingo quedaron en shock.
"Mamá, te lo puedo explicar" Dijo Bingo mientras trató de agarrar a su madre y jalarla para darle un abrazo. Sin embargo ella retrocedió.
"Mamá"
Chilli únicamente retrocedió más. No decía ninguna palabra, pero la mirada que le hacía le decía todo. Sin duda estaba decepcionada de ella. Bingo lo sabía. "Bluey, tú me entiendes. Tú lo sabías desde el principio".
Bluey quería hacer algo. Tenía que ayudar a su hermana. Aunque no sabía cómo. Los gritos y la presencia de su padre se lo impedían.
Con el corazón latiendo a mil y las maletas apresuradamente empacadas en el maletero, Bingo cerró la puerta de su pasado con un suspiro tembloroso. Lila, con una mirada que mezclaba preocupación y determinación, arrancó el auto y se alejaron de la casa que ya no era un hogar para Bingo.
El camino a la casa de Lila estaba envuelto en un silencio que solo era interrumpido por el suave murmullo del motor y los pensamientos que giraban como un torbellino en la mente de Bingo. “¿Qué va a pasar ahora?”, se preguntaba. Pero al mirar a Lila, quien le ofreció una sonrisa reconfortante, sintió un atisbo de esperanza.
Al llegar, la casa de Lila se reveló como un refugio seguro, un lugar donde el amor no tenía condiciones ni juicios. Las paredes estaban adornadas con fotos de momentos felices y el aire llevaba un aroma dulce que recordaba a Bingo a los días sin preocupaciones.
Lila tomó la mano de Bingo y la guió adentro. “Aquí estás segura. Aquí puedes ser tú misma”, dijo con una voz suave que llevaba la promesa de un nuevo comienzo.
Bingo, con lágrimas en los ojos, no por tristeza sino por gratitud, al fin iba a poder ser ella misma. Aunque le seguía doliendo la manera tan culera que la trataron, sabías que su familia es tarde o temprano lo iba a aceptar.
Esa noche, mientras Lila preparaba algo de comer, Bingo exploraba su cuarto temporal. En la pared del pasillo, un tapiz tejido con hilos de colores vivos capturó su atención.
Lila sonrió con calidez, sus ojos brillando con el reflejo de las velas que parpadeaban. “¿Sabes? Me encanta escucharte hablar de tus problemas familiares,” dijo, su voz tan suave como la manta que las envolvía.
Bingo rió suavemente, un sonido que parecía danzar con las sombras de la habitación. “Y a mí me encanta compartirlos contigo. Ahorita eres la única que me puede escuchar.” respondió. Hubo una pausa, un momento suspendido en el tiempo. “¿Crees que algún día me van a perdonar?”
La mirada de Lila se suavizó aún más al contemplar a Bingo. “Mientras sigamos juntas, todo es posible,” afirmó con ternura.
Las velas continuaron su lento baile, la luz disminuyendo poco a poco, como si se resistieran a despedirse del día.
De repente, Lila se levantó, su silueta delineada por la luz tenue. Extendió su mano hacia Bingo. “Ven, tengo una idea.”
Bingo la miró, curiosidad pintada en su rostro. “¿Qué es?”
Con una sonrisa traviesa, Lila respondió: “Bailemos.”
El tocadiscos comenzó a girar, una melodía suave llenando el espacio entre ellas. Bingo tomó la mano extendida de Lila. “No hay nadie que prefiera más como pareja de baile,” dijo, y ambas se levantaron.
Envueltas en la manta, comenzaron a bailar lentamente, moviéndose al ritmo de la música. Era un baile de promesas y posibilidades, un baile de corazones entrelazados.
“No importa lo que pase, siempre tendremos este momento,” susurró Lila, su aliento cálido en el oído de Bingo.
Y con una voz suave, llena de certeza y cariño, Bingo respondió: “Y siempre tendré a la mejor compañera.”
Perdidas en la música, bailaron en la seguridad de sus brazos, el mundo exterior desvaneciéndose hasta que solo quedaron ellas dos, su amor, y la canción que era solo suya.
“Es nuestro futuro”, dijo Lila con una sonrisa. “Un lugar donde crecemos juntas, sin miedo y sin esconder quiénes somos.”
Bingo se acercó y abrazó a Lila, sintiendo una oleada de emoción. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que, mientras estuvieran juntas, podrían enfrentar cualquier desafío. Y mientras se daban un beso, sabían que esto iba a mejorar.