Capítulo 1
3 de septiembre de 2025, 15:09
Notas:
Día 1: ALFA NO CONVENCIONAL
Katsuki vio esa mañana cómo Izuku recogía toda la ropa que tenían y se encerraba en la habitación dejando por todos lados una estela de espeso aroma. No tardó ni un segundo en retirarse del departamento, dejando solo a su compañero para que terminara de preparar todo. Lo primero que hizo fue comunicarse con la agencia en la que trabajaban para solicitar sus días libres por celo, éstos no eran difíciles que se los otorgaran pero aún así deseaba que no pasara nada que los obligara a tener que cortar el celo. Apartó ese pensamiento de su mente y fue a comprar agua y comida preparada para varios días. Él también haría su parte.
Izuku repartió toda la ropa, la usada por un lado, la limpia por el otro. La suya y la de Katsuki. Desplegó las que tenían el aroma más penetrante en el centro, y fue levantando las paredes del nido desde ahí. Su mamá le había enseñado a armar nidos acogedores desde que era muy pequeño y nunca dejó de hacerlos, ni siquiera cuando su segundo género se reveló.
Él no solo sabía armar esos lindos nidos que hacían que Katsuki sintiera que descansaba sobre una nube, sino que también había aprendido a hacer bien muchas tareas domésticas. Y, además, como un bonus extra, tenía una enorme afinidad con los niños, cosa que era muy rara que sucediera de una forma tan natural con los de su género. La falta total de su padre alfa desde su niñez fue la razón por la que Izuku tuviera todas esas costumbres contrarias a su casta, al ser criado solo por una madre omega, que apenas tenía idea de cómo instruir a su cachorro de cómo ser un alfa.
A Izuku se lo solía confundir como un Omega por el suave aroma que desprendía, pero él se había acostumbrado a mantener su verdadero aroma controlado, lo había empezado a hacer para no alterar a su madre pero con el paso del tiempo lo hacía de manera natural y sin esfuerzo. Había un profundo aroma a madera por debajo del olor a flor de limón que todos podían percibir. Eso siempre fue una ventaja para él por su trabajo de héroe, pero no era una ventaja de la que se apoyara frecuentemente, ya con sus propias habilidades podía encargarse sin tener que recurrir a una táctica tan baja como usar su aroma contra los villanos. De todas formas, nadie nunca dijo que nunca lo hubiera hecho, hay veces en que los instintos son más fuertes.
Antes de regresar al departamento, Katsuki hizo una última parada en la farmacia para comprar todo lo necesario para afrontar lo que se avecinaba: supresores de emergencia, no fuera a ser que las cosas no salieran como pretendía; lubricante e inductores de celo, porque a pesar de las circunstancias, tanto Izuku como él eran alfas y eran pareja.
Si bien su relación no era de color de rosa, porque era dificultoso y cansador tener una relación socialmente mal vista siendo ellos dos de los héroes más importantes y reconocidos del país, era idílica. Y Katsuki agradecía que así fuera; que, aún después de tantos malentendidos y maltratos, Izuku le permitiera quedarse a su lado era más de lo que nunca pudo pedir. Todo lo demás, era secundario. No dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre ellos, ni siquiera su propio instinto.
Todavía recuerda con remordimiento cómo lo trataba cuando estaban en la secundaria Arudera. Katsuki siempre supo que Izuku era un alfa y hacía todo lo posible para que lo demostrara delante de todo el mundo. Que ese chico tranquilo que todos creían que era un Omega no lo era, pero nada resultó. En ese momento Katsuki era el único de su clase que sabía del segundo género de Izuku, pero nadie lo creía, ni siquiera con pruebas reales. No había forma de que un Alfa se comportara como él, así que todos estaban convencidos de que su información estaba mal, y eso solo hacía que Katsuki se ensañara más con Izuku aunque no tuvo el resultado esperado.
Ni en Arudera ni en la UA Katsuki logró doblegarlo, el Alfa de Izuku parecía imperturbable, incapaz de salir y mostrar su verdadera naturaleza… pero la verdad, aunque solapada por lo que siempre mostraba, era otra.
Katsuki estaba parado afuera del departamento, atento, tratando de ver lo que sucedía del otro lado de la gruesa puerta. No podía escuchar nada desde donde estaba, pero ese silencio solo le hacía saber que la hora del juego ya estaba por comenzar, o que, tal vez, ya lo había hecho.
Abrió la puerta con cautela, siendo recibido por un espeso aroma a madera recién talada. El alfa rubio aspiró profundamente, impregnándose con el olor de su compañero, esperando que esta vez solo eso fuese necesario para inducir su propio celo. Pero no lo fue. Katsuki no era un Omega y por eso nunca podría reaccionar al celo de Izuku como realmente quisiera, por eso es que debía recurrir a los inductores. Tomó uno antes de empezar a soltar sus propias feromonas, también amaderada con una ligera nota de musgo, para dar la señal de que estaba listo para empezar.
El alfa rubio se movió por la cocina, esparciendo su aroma y mezclandolo con el de Izuku, dando una clara señal de sus intenciones. Paseó lentamente por la sala, marcando el territorio mientras esperaba que la droga hiciera efecto sobre su celo. Respiró profundamente, volviendo a llenarse del fuerte aroma de Izuku y, aunque no estaba listo, decidió entrar al juego que su alfa había preparado.
Se sacó la ropa y comenzó a expulsar feromonas para marcar el territorio como suyo. Su aroma, que hacía un momento se mezclaba perfectamente con el de Izuku, se volvió más invasivo y penetrante. Ya no era una invitación, sino un duelo. Una forma de demostrar quién de los dos era el superior. El que ganara tendría el derecho a reclamar lo que quisiera, así funcionaban las peleas territoriales entre alfas, pero ellos la usarían de una forma más práctica.
Izuku fue llamado a pelear por las feromonas que expulsaba Katsuki. El aroma en la habitación se volvió espeso, irrespirable, cualquiera otro se hubiera desmayado, pero a ellos solo les despertaba un profundo instinto territorial. Pero aunque no tuvieran nada por lo que pelear realmente, lo harían de igual forma porque el instinto era más fuerte de lo que realmente querían reconocer.
Izuku llegó ante Katsuki que se encontraba en la sala esperándolo. Los imponentes cuerpos desnudos de los alfa ocupaban demasiado espacio. Los marcados músculos se tensaban ante cualquier mínimo movimiento que el otro hiciera. Los colmillos crecieron, esa fue la señal de que estaban listos para el encuentro.
Una respiración. Silencio. Otra respiración. Entonces, Katsuki se movió. Con la velocidad de un rayo y el peso de una montaña, atacó. Izuku recibió un golpe que apenas lo movió y respondió empujando a su oponente con su propio cuerpo. Ambos quedaron trenzados con sus poderosos agarres. Cuerpos chocando. Sudor resbalando por esculpidos músculos. Respiraciones mezclándose en la cercanía de sus rostros.
Ambos, fuerzas imparables. Ambos, muros impenetrables.
Ninguno dejaba de avanzar hacia el contrario. Ninguno cedía un milímetro al otro. Estaban en un punto neutro, forzando al límite sus corazones.
Katsuki podía sentir como su sangre recorría ferozmente cada rincón de su cuerpo. Sus oídos rugían con cada latido de su corazón. Entonces, lo sintió, el calor característico del celo. Su cuerpo comenzó a ceder ante la colosal fuerza con la que lo estaba empujando Izuku, así que comenzó a soltar feromonas para avisarle que ya estaba listo.
El alfa de cabello verdoso olió el aroma a petricor que emitía su compañero, un aroma extraño para alguien como Katsuki totalmente opuesto a lo que cualquiera pensaría, un aroma que solo Izuku conocía. Una profunda inspiración bastó para que la pelea parara, los gruñidos se fueron apagando hasta volverse ronroneos afectuosos.
Katsuki se aferró al cuello de Izuku, desesperado por impregnarse más de su aroma. Sus sentidos estaban a flor de piel, sus celos inducidos eran complicados. No llegaban con fuerza, pero si tardaba apenas un poco más de lo indicado en excitarse el efecto de la droga se terminaba rápido.
Izuku lo sabía, así que se acercó al cuello del alfa para ayudarlo. Lamió lentamente sobre sus glándulas, acariciando con delicadeza su espalda, justo donde sabía que era el lugar favorito del rubio. El cosquilleo de la caricia hizo que Katsuki soltara un suave suspiro que acarició la oreja de Izuku.
El constante roce entre sus cuerpos había despertado por completo el miembro de Katsuki, que buscaba más contacto de parte del otro alfa, que respondía gustoso las necesidades de su amante. Acariciando suavemente las sensibles partes interiores de sus piernas, pero deteniéndose antes de alcanzar la zona que más deseaba ser tocada. Un deliciosa tortura que hacía que él otro solo se excitara aún más. Con torpeza, recorrieron el camino hacia la habitación, dándose caricias llenas de intención y besos profundos cargados de deseo.
La espalda de Katsuki chocó con la puerta de la habitación. Estaba cerrada. Intentó abrirla, pero Izuku no lo dejó. Con un rápido movimiento lo apartó de ahí y cubrió el espacio con todo su cuerpo. El rubio dejó escapar un gemido que sonó más un berrinche que a un pedido. Él quería entrar a la habitación, deseaba estar en el nido que el alfa se había preocupado en construir para ellos. Ya estaba dispuesto a protestar cuando Izuku lo tomó de la cara y le dio un beso antes de llevarlo al interior.
Katsuki miró el nido que estaba armado sobre la cama y una enorme emoción lo embargó. Estaba hecho con tanto detalle y cariño que sintió ganas de entrar apenas lo vio. Los aromas de sus prendas se mezclaban con armonía y la forma en la que las prendas se fundían entre sí formaban paredes que parecían que podrían sostenerlos a los dos. Buscó la mirada de Izuku, pidiendo permiso, y cuando ingresó lo hizo con mucho cuidado, no quería echar a perder nada de lo que su pareja había construido con tanto empeño para él.
Dentro, Katsuki se sintió protegido, el aroma de ambos lo hacía sentir bienvenido, aceptado. Sintió que ahí dentro podía ser él mismo sin ningún tipo de consecuencia ni acusación. El nido de Izuku era el lugar más seguro del mundo. Y cuando, finalmente, después de sentir la seguridad que le brindaba su alfa, dejó que Izuku entrara con él.
Las suaves sábanas se revolvían con los movimientos que hacían, las manos juguetonas se colaban y surcaban todos los rincones posibles de cada cuerpo. A pesar de las marcas que adornaban sus brazos, cada toque era tan suave y delicado como el pétalo de una rosa. Los gemidos inundaban la habitación así como los fluidos manchaban las prendas que los protegían del exterior. La fricción entre sus cuerpos despertaba los instintos más primitivos de los alfas, los miembros erectos, duros como monolitos de piedra chorreaban con la urgencia de ser atendidos.
Manos hábiles se aferraban a los deseosos trozos de carne, subiendo y bajando con manía hasta hacer que la semilla que contenían se esparciera en todas direcciones. Bocas ávidas de ser llenadas se aferraban a los miembros hasta hacerlos despertar de su flacidez, preparándolos para más rondas de placer. Cuando el alfa de Katsuki se sintió listo, convencido por el cuidado con el que lo trataba su compañero alfa y rodeado por la seguridad que le brindaba el nido, se alineó con Izuku dándole permiso para que lo penetrara.
Con sumo cuidado, para no lastimarlo, el alfa de pecas introdujo su miembro lentamente a pesar de lo ansioso que estaba por tomar por completo al otro alfa. Pero no dejó que ese instinto tan básico se apoderara de él y siguió hundiéndose lentamente de Katsuki, dándole tiempo al voluminoso cuerpo que tenía retorciendose bajo suyo a que se acostumbre otra vez a su invasiva presencia. A pesar del dolor que le causaba la primer penetración, el rubio se adaptaba rápido y más pronto que tarde el placer lo invadió. Al él encantaba ver como el verdadero alfa de Izuku salía a la superficie cuando compartían el celo. Un buen alfa, digno.
Ese alfa solo se mostraba ante él, nadie conocía cómo era el verdadero alfa de Izuku salvo por Katsuki, cuyo alfa tenía el privilegio de experimentarlo en todo su esplendor solo en la privacidad de la habitación. Y así como Katsuki conocía el alfa de Izuku; Izuku conocía el alfa de Katsuki. Los verdaderos instintos de sus alfas solo los conocían ellos, era un secreto de pareja.
Los movimientos lentos pero rítmicos eran acompañados por besos, caricias y pequeñas mordidas que Izuku dejaba sobre la amplia espalda de Katsuki para ayudarlo a relajarse. Así podía tomarlo con toda su extensión. Los movimientos lentos y acompasados se volvieron cada vez más rápidos y desprolijos. Los gemidos de placer, de dolor, de satisfacción llenaban los silencios de la habitación mientras ambos se acercaban cada vez más al orgasmo.
Una última estocada errática y ambos llegaron al cielo al mismo tiempo. La mezcla de su aromas, la mezcla de las prendas en el nido, la mezcla de sus cuerpos anudados sobre las sábanas manchadas era todo lo que ellos realmente eran. Dos fuerzas implacables que mostraban su más profundo ser cuando compartían la intimidad que solo el celo podía proporcionar, que, completamente exhaustas, se encontraban unidas dentro de un nido construido con cariño, que les brindaba protección a sus cuerpos desnudos y libertad a sus instintos.
Notas:
Tardé como mil años en terminar este fic... El NSFW no es lo mío. No porque no me salga, sino porque tardo como un montón.
Espero les haya gustado. Son bienvenidos a dejar sus impresiones de este escrito, realmente me ayudarían a mucho para pulir la forma en la que escribo.
Muchas gracias por leer!!! Los quiero!!!!