ID de la obra: 634

Sin título

Gen
G
Finalizada
0
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3 páginas, 1.622 palabras, 1 capítulo
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Mi hogar

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MI HOGAR

Katsuki se sentía realmente cansado aquel día en particular. Haber tenido que incrementar sus horas de trabajo había sido inevitable, pero no por eso menos agotador. No lo malentiendan, amaba su trabajo. Desde cachorro había descubierto que deseaba convertirse en un doctor reconocido y lo había logrado con creces. Dentro del ámbito laboral se encontraba realmente satisfecho consigo mismo, pero sobre todo orgulloso. No cualquiera conseguía convertirse en un doctor general que contaba con tres especialidades y todo a la edad de treinta años. Todo el día se encontraba ocupado, ya sea atendiendo a algún paciente o dentro de la sala de operaciones. Salvar vidas se había convertido en su mayor afición. Era un alfa hecho y derecho que solo vivía por el gusto de su profesión. No importaba cuántos omegas lo rodearan, nunca se vio interesado en ninguno. Al menos hasta que conoció a Izuku Midoriya. Izuku era un pequeño omega, cinco años menor que él, maestro de preescolar, que había ingresado a la sala de emergencia una noche en donde había confundido la mantequilla de maní, con mermelada de zarzamoras. ¡¿Quién confundía la mantequilla de maní con la mermelada de zarzamoras en primer lugar?! Obviamente, Izuku era alérgico al maní. La historia se cuenta por sí sola, pero a partir de ese momento fue como si el destino, universo o como le quieran llamar, se pusiera de acuerdo con alguna deidad superior para que sus caminos siempre se cruzaran: comenzó a encontrarse a Izuku en algunas ocasiones en la tienda de convivencia que se encontraba camino a su departamento, luego se lo encontró en el jardín de niños donde estudiaba su ahijado, sí, Izuku era su maestro. Finalmente, el colmo de los colmos fue descubrir que Izuku vivía en el complejo departamental que se ubicaba justo enfrente del suyo, solamente tenía que cruzar la calle para poder visitarlo. Un día, harto de tantas coincidencias y de ya no soportar a su alfa diciéndole que deseaba verlo, se atrevió a invitarlo a salir a pesar de que siempre había sostenido que nunca se vería involucrado en ese tipo de cosas con un omega, simplemente no tenía tiempo para perderlo en esas cosas. Mejor se hubiera quedado callado. Luego de esa salida a la que no llamó “cita”, porque no era una cita, ¡claro que no! Continuaron saliendo por algunos meses. A veces Izuku pasaba al hospital a la hora en la que Katsuki salía y caminaban juntos hasta el departamento del peliverde, Katsuki lo acompañaba hasta que el omega cruzaba la puerta de su departamento y luego él se iba al suyo. En otras ocasiones era el mismo Katsuki el que pasaba por Izuku a la escuela donde trabajaba cuando tenía algún día libre, comían juntos en algún pequeño restaurante de la zona y hablaban de todo y nada al mismo tiempo. Katsuki siempre fue una persona a la que no le gustaba socializar demasiado, pero con Izuku descubrió que esa regla no aplicaba. Le encantaba conversar con el peliverde, incluso se mostraba tan interesado en querer saber de él, que se sorprendía así mismo haciendo preguntas para evitar que la conversación muriera. La risa del peliverde se convirtió en uno de los sonidos que más disfrutaba en todo el mundo. Y sí, muy en contra de su propio orgullo, tuvo que admitir para sí mismo que se había enamorado irremediablemente de aquel omega atolondrado. Sin embargo, nunca se atrevió a dar un paso más allá, demasiado temeroso de perder lo que habían construido hasta el momento. Fue el mismo Izuku, quien harto de la situación, un día se armó de valor y mientras paseaban por el parque, tomó la mano del alfa para jalarlo y hacer que bajara su rostro un poco para así poder estirarse y plantarle un beso que dejó a ambos sorprendidos y eufóricos por partes iguales. “Kacchan tonto, tardabas demasiado”, habían sido las palabras que había usado Izuku como defensa cuando un sonrojado Katsuki se había quedado sin palabras ante tal muestra de valor. Se hicieron pareja en ese preciso momento, cualquier omega que podía soportar su mal carácter y que fuera capaz de dar el primer paso, definitivamente debía convertirse en su omega. Así que Katsuki no había perdido el tiempo en esta ocasión, tres meses después de aquel primer beso, el alfa ya no tenía dudas de querer pasar el resto de su vida con ese pequeño omega y le propuso matrimonio en una noche con la luna llena y las estrellas como únicos testigos. Esa noche lo había invitado a la cabaña familiar de los Bakugo que se encontraba en las montañas, ver las estrellas era todo un espectáculo nocturno que quería compartir con Izuku. Se lo propuso esa noche mientras una lluvia de estrellas los saludaba. Izuku le dijo que sí, en medio de un mar de lágrimas. Katsuki le juró que desde ese día lo haría irremediablemente feliz.

***

Ya habían pasado dos años desde aquel primer día. Y Katsuki era el alfa más feliz sobre la faz de la tierra, incluso sus compañeros de trabajo estaban demasiado contentos con su cambio de humor, ¡malditos traidores! Pero, lo que más le gustaba, luego de una larga jornada de trabajo, era volver a su casa (sí, casa, había comprado junto con Izuku una pequeña casa para iniciar con su pequeña familia) y ser recibido por el aroma característico de las fresas correspondientes a las feromonas de su pareja. Y últimamente esa fragancia se había vuelto más adictiva al estar mezclada con el aroma a canela de sus propias feromonas y el agradable aroma dulzón de la leche, prueba inequívoca de la gestión de su primer cachorro. Una sonrisa tranquila se apoderó de las facciones del rubio al reconocer la silueta de su esposo, parado en el ventanal que daba acceso al jardín. Diciembre se había teñido de blanco demasiado pronto, afuera hacía frío, pero eso no podía evitar que su esposo quisiera disfrutar de la vista. A Izuku le encantaba el jardín de la casa, había prestado especial cuidado en su mantenimiento e incluso había cultivado varios tipos de flores que cuidaba con esmero. En primavera era bastante común encontrarlo sentado sobre una manta mientras leía un libro bajo la sombra del manzano que habían trasplantado. Pero cuando comenzó la primera nevada, Katsuki le recomendó no salir mucho debido a su condición. Izuku se veía realmente hermoso con su prominente barriga de ocho meses y Katsuki no podía estar más enamorado de su omega. Con cuidado se acercó a su pareja, intentando no perturbar su paz. Le abrazó con calma desde la espalda, apoyando su mentón sobre el hombro ajeno mientras sus manos acariciaban el abultado vientre que poseía Izuku. Se había enterado del embarazo del omega, el día de su cumpleaños, Izuku había preparado una gran sorpresa y aunque en un principio su cerebro no procesó con rapidez porque su esposo le regalaba unos zapatitos tan pequeños, había terminado por abrazarlo con fuerza, demasiado feliz como para no demostrarlo de otra manera. — Estoy en casa, Deku. Izuku le respondió con una risa ligera mientras se recargaba contra el pecho del alfa, colocando sus manos sobre las del rubio que se mantenían sobre su barriga. — Bienvenido, Kacchan. El rubio le besó la mejilla con ternura, sonriendo con calma. — ¿Cómo se portó nuestro pequeño travieso? — Ha estado demasiado inquieto. — Un tierno puchero se apoderó de las facciones del peliverde y justo en ese momento, como si lo hubieran invocado, una pequeña patada pudo sentirse sobre la superficie de la barriga. — ¿Ves? El rubio sonrió, no con altanería, como casi siempre pasaba, sino más bien con una sonrisa llena de ternura y afecto que solo podía manifestar ante su omega y su futuro cachorro. El alfa rodeó el cuerpo del peliverde para poder quedar de frente a él y arrodillarse. Luego, apoyó su oído sobre la prominente barriga de su esposo y lo abrazó. — Es que mi cachorrito me extrañó, ¿verdad? Izuku rio con suavidad ante los gestos de su pareja y acarició con ternura su cabello. — ¿En serio? — Pregunta con una tierna sonrisa para después soltar un pequeño quejido ante una nueva patada de su pequeño. — Claro que sí… — El rubio sonrió amplio, plantando un beso sobre la zona donde se sintió la patada y luego la acaricia con ternura. — Pero papi ya está aquí y ahora este pequeño tiene que portarse bien para que no incomodes a mami, ¿está bien? — Siempre te hace caso. — Murmura el peliverde con un tierno puchero, pero agradecido de que el bebé al fin decidiera calmarse. El rubio rio al ponerse de pie, luego abrazó a su esposo y le dio un tierno beso en sus labios. — Claro que sí, será un cachorro muy obediente. ¿Tú te sientes bien? El peliverde asintió al tomar de la mano a su esposo. — Sí, ven… ponte cómodo mientras sirvo la cena. Como toda respuesta, Katsuki besó con ternura la frente del peliverde para atender su petición. En el pasado su vida era monótona y centrada solamente en el trabajo, ni siquiera se molestaba en salir con sus amigos o colegas. Sí, su vida profesional estaba completa, pero siempre había ignorado ese vacío en su pecho que le indicaba que algo le hacía falta. Conocer a Izuku le regresó la alegría a su vida, se convirtió en su faro que lo guía hasta convertirse en una mejor persona. Izuku le había devuelto esa calidez que no sabía que le hacía falta y que lo hacía sentirse finalmente en su hogar. Y ahora que al fin estaban esperando a su primer cachorro, no podía evitar sentirse más pleno y dichoso. Su vida ahora sí era perfecta y haría cualquier cosa por protegerla.
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