Capítulo 1
11 de septiembre de 2025, 16:31
Año 285 D.C.
Salón del Trono.
Oberyn Martell se consideraba a sí mismo como un hombre inteligente. Cuando recibió la misiva que exigía la presencia de testigos aprobados por el Príncipe Doran, o en todo caso, el mismo Príncipe Doran, para resolver el debate del matrimonio anulado de su hermana Elia, Oberyn se ofreció rápidamente como voluntario.
Había viajado a King´s Landing con una guardia completa y varios mensajeros de confianza de Dorne.
Tenían una flota lista para cualquier resultado posible.
Porque la ofensa cometida era del más alto grado.
Habían anulado el matrimonio de Elia con el Príncipe Heredero Rhaegar. Y al hacerlo habían bardastizado a los dos hijos del matrimonio.
Doran y Oberyn habían estado furiosos, pero con la guerra asolando todo, habían podido hacer poco más que negarse a apoyar el trono a ganar esas mismas guerras.
Y luego, para empeorarlo todo, llego la noticia de que el Príncipe se había casado con Lyanna Stark apenas un mes después de la nulidad de su matrimonio con Elia.
Las batallas siguientes a la noticia había devastado el reino.
Cuando Oberyn se enteró del nacimiento de un niño dentro del matrimonio falso de Rhaegar y la chica lobo, había estado listo para envenenar a todos.
Su hermano lo había detenido debido a que aun tenían como rehenes a su hermana y sus sobrinos.
La supuesta razón para la anulación era infidelidad, traición e intento de usurpación del trono.
Alegaban que los hijos de Elia no eran de Rhaegar.
Con la captura del rebelde Robert Baratheon, la guerra finalmente había terminado y ahora se convocaba a todos los Lores y Guardianes a ser testigos de la verdad.
Todos habían acudido al llamado.
Ninguno más ofendido y furioso que Oberyn.
Hasta que noto al Guardian del norte. Lord Stark.
Un padre furioso que alegaba que su hija había sido secuestrada y violada por el Príncipe y venía a exigir su liberación.
Toda la segunda guerra había sucedido precisamente por eso.
Oberyn no pudo evitar tener lastima de la niña, si era verdad que había sido secuestrada.
Apenas tenía dieciséis años y ya era madre de un niño de un año.
Un hombre inteligente, un hombre noble.
Ambos quedaron atónitos ante lo que presenciaban en la sala del trono.
El Rey Loco Aerys no se encontraba por ningún lado.
En su lugar, estaba sentado el Príncipe Rhaegar con Lyanna Stark en su regazo.
Un bebe jugaba con un muñeco de trapo a sus pies.
Un bebe de brillantes ojos lilas y cabello negro azabache.
Igual al de la madre, con los ojos del padre.
Lo que nadie esperaba era al dragón dormido en un gran cojín en el piso al lado del bebe.
Era del tamaño de un perro grande, su cuerpo fibroso y sus alas dobladas, su larga cola rodeando al bebe, de un brillante color negro con rojo en sus escamas relucientes.
Cuando logro colocarse más cerca del trono, noto otra presencia, algo oscuro y peludo, completamente negro, acostado detrás del trono y casi completamente oculto. No pudo distinguir que era.
Pero apenas y podía quitar sus ojos del dragón.
De repente un fuerte jadeo lo saco de su ensimismamiento. Volteo a su izquierda y cerca de las columnas estaba Elia con sus dos hijos.
Rhaenys con sus ojos lila y vibrante cabello castaño y Aegon con el cabello rubio y los ojos castaños.
Uno tenía los ojos del padre y el otro el cabello.
Si tan solo
… pensó Oberyn, si tan solo uno tuviera ambos, habría sido imposible la anulación.
Elia lo miraba con ojos tristes. Grandes ojos llenos de tristeza y furia.
Se veía aún más delgada, sus huesos de la clavícula sobresalían y sus muñecas parecía de papel, sus mejillas demacradas y sombras oscuras rodeaban sus ojos, su vestido en el clásico estilo dorniense acentuaba su delgadez, y el color naranja, en vez de resaltar su color de piel, parecía hacerlo aún más opaco.
Nada como Lyanna Stark, noto Oberyn molesto, la niña parecía en su mejor momento, su cabello brillaba con rizos oscuros, una trenza con el típico estilo norteño decoraba la parte superior de su cabeza, una tiara con zafiros y un lobo huargo y un dragón estaba colocada cuidadosamente en la trenza, un elegante pero sencillo vestido color gris con detalles azules remarcaba su figura, era delgada pero con un cuerpo que rellenaba el vestido en los lugares adecuados de la mejor manera, sus ojos grises brillaban de felicidad y sus labios rosados parecía hacer puchero aunque parecía alegre.
Cuando Lord Stark llego al frente Lyanna volteo a ver a Rhaegar y le dio un beso en la mejilla antes de levantarse y correr a su padre.
“¡Papa!”
Ambos se abrazaron con fuerza.
“¡Lyanna!”
Oberyn volteo a ver a su hermana y noto de inmediato a los guardias que la rodeaban, impidiéndole acercarse a él.
Era obvio que su hermana era una rehén y Lyanna Stark no.
Escucho las puertas cerrarse y se giró para observar el salón abarrotado.
“Lyanna.” La voz profunda de Rhaegar sonó apenas por encima del murmullo y los susurros, pero ella lo escucho claramente, soltando a su padre y dándole un beso en la mejilla antes de bailar alegremente hacia el Príncipe, su padre hizo un ademan de alcanzarla, pero una mirada fría del príncipe hizo que retrocediera.
Esquivo ágilmente la cola del dragón y brinco a los brazos de Rhaegar antes de darle un beso rápido en los labios.
Se giro cuando él bebe balbuceo felizmente y acaricio su cabeza con amor.
Oberyn sintió su estómago revolverse ante la muestra descarada.
Noto el brazo posesivo que rodeaba la cintura de la niña con furia.
El jadeo ahogado del hombre a su lado hizo que apretara los puños, ya no tenía simpatía por el hombre, era claro que su hija estaba ahí voluntariamente.
Y su propia hermana lo miraba con anhelo, incapaz de correr a sus brazos debido a los guardias que se lo impedían. Su sobrina lo miraba con lágrimas en los ojos. El pequeño Aegon, con sus dos onomásticos cumplidos, parecía simplemente desconcertado.
“Han sido todos llamados aquí, para ser testigos de la verdad.” Hablo el Septon Supremo con su voz nasal sonando presumida.
Los murmullos se callaron, todos mirando atentos al dragón en el piso.
“Nuestro Príncipe ha sido bendecido y los dioses mismos han sido los que otorgaron su favor.” Termino el Septon con su voz pomposa.
“Como todos saben, mi padre ha sufrido terriblemente desde el Desafío del Valle Oscuro. Fue durante el torneo en Harrenhal que pedí a los dioses por consejo sobre como continuar, no podría por buena conciencia, no hacer nada mientras mi padre quemaba inocentes, pero no estaba dispuesto a traicionar a mi Rey y mi padre.” Comenzó el Príncipe Rhaegar. Como cuando cantaba, todos escuchaban atentamente. “Fue una sorpresa entonces encontrar a Lady Lyanna…”
Murmullos descontentos estallaron por todas partes, interrumpiendo al Príncipe.
Este miro furioso antes de hablar con fuerza, callando a todos rápidamente. “Mi esposa, en aquel entonces aun, Lady Lyanna. Nos conocimos frente a un Árbol de Arciano. Ninguno esperaba encontrar a nadie ahí, pero las consecuencias de esa reunión inesperada se comenzaron a sentir por todos rápidamente. Como sabrán, Lady Lyanna estaba comprometida con Lord Baratheon, y yo estaba casado con Elia Martell.” La distinción del rango de una y la desgracia de la otra eran claras en la voz del Príncipe e hicieron que la sangre de Oberyn ardiera.
Ni siquiera dignaba a decir su verdadero título, Princesa Elia Martell, una princesa de nacimiento, pero que ni siquiera la mencionara como una dama…
El dragón se movió repentinamente, lanzando una bocanada de humo sobre el rostro del bebe, que rio encantado antes de volver a dejar caer su cuerpo relajadamente.
Todos los presentes se congelaron.
Rhaegar continuo como si nada. “Una de las razones de mi conflicto para actuar contra mi padre era que Elia estaba embarazada en ese momento, la cuestión era, que Elia y yo no habíamos compartido lecho desde que nos enteramos de su embarazo de Rhaenys.”
“¿Qué?” La pregunta de Oberyn sobresalto al hombre a su lado. Pero era claro lo que el Príncipe indicaba. “¿Cómo te atreves a sugerir que mi hermana te fue infiel?”
La mirada fría del Príncipe se quedó fija en él y Oberyn sintió un escalofrió.
“No estoy sugiriendo nada Oberyn Martell, estoy diciendo una simple verdad. Después de la noticia del embarazo de Elia con Rhaenys, ella estaba delicada, no compartimos lecho matrimonial, cuando nació, el maestre fue claro, un posible segundo embarazo la mataría y entonces me negué a acostarme con ella. Mi padre al enterarse de la frágil disposición de Elia hablo con el Septon Supremo sobre una anulación, para que yo pudiera casarme con una mujer que pudiera cumplir con su deber.” La voz sin emociones de Rhaegar resonaba en el techo abovedado. “Yo mismo estaba de acuerdo con buscar una anulación en ese momento, porque yo necesito tener un heredero varón. Por supuesto, en cuanto Elia se enteró, intento atraerme de nuevo a su cama, pero honestamente, acostarme con ella las primeras veces fue un sacrificio y después de Rhaenys no estaba dispuesto a arriesgar a su madre.”
El insulto hizo que Elia jadeara y brillantes lagrimas corrieran por sus mejillas.
Oberyn sintió el nudo en su estómago apretarse más.
“Por supuesto, la noticia de un segundo embarazo me sorprendió, especialmente porque no había posibilidades de que el niño fuera mío. Pero mi padre decidió esperar a que naciera para poder tomar una decisión. Cuando el niño nació con cabello platinado muchos creyeron que era mío y complico seguir con la anulación. Pero por supuesto, después de conocer a Lyanna no estaba dispuesto a seguir casado con Elia, ni siquiera por el bien de Rhaenys.”
Entonces Elia estallo. “¡Por supuesto que este bebe es tuyo, jamás te deshonraría siendo infiel, y jamás intentaría usurpar el trono con un heredero falso!”
“Controle a la perra dorniense Ser Lewis, o lo hare yo.” Llego el murmullo descontento de Lyanna. Oberyn sintió sus mejillas ponerse rojas de furia.
“Shh, shh, mi amor.” Rhaegar consoló a la mujer en su regazo. “Y es por eso que los he llamado a todos de testigos.”
Rhaegar abrió sus brazos, Lyanna en perfecto equilibrio en sus piernas incluso sin el soporte de su brazo en su espalda.
“Sean testigos de la bendición que me dieron, mi princesa Lyanna me dio un hijo varón fuerte y el día de su nacimiento también broto del cascaron el primer dragón en años. El huevo que ella eligió para colocar en la cuna de nuestro hijo se rompió en el momento exacto en el que Jaehaerys dio su primer grito.” Gritos de sorpresa resonaron con su declaración. “Un dragón para mi primogénito. Dime Oberyn, como la princesa Lyanna podría ser un error cuando nuestra unión trajo de vuelta a los dragones a este mundo, como esperas que siga casado con tu hermana cuando ella me ha deshonrado de tal manera.”
Oberyn sintió un nudo en su garganta.
“Pero si quieren más pruebas, se las daré, es por eso que estamos aquí hoy, después de todo, para que no queden dudas de quien es mi esposa y quien es mi verdadero y único heredero.”
Hizo una seña y dos hombres entraron con tapetes extraños y lo que parecían cunas de madera, ambas fueron colocadas a los pies de las escaleras que conducían al trono.
Lyanna se levantó con gracia y levanto a su hijo, dándole un beso mientras bajaba las escaleras y colocaba al bebe en la cuna derecha.
Jugueteo con el mientras lo acostaba y le daba su muñeco de trapo para que siguiera jugando.
“Trae a Aegon, Elia.” Ordeno el Príncipe.
Elia negó con la cabeza y uno de los guardias se lo arrebato de los brazos antes de llevarlo rápidamente a la segunda cuna. Una criada tomo a la dulce Rhaenys y se la llevo, nadie protesto, no querían que fuera testigo de lo que fuera a suceder.
“Esta es tu única oportunidad de decir la verdad, dime el nombre del padre del niño Elia y todo terminara aquí.”
“¡Tú eres su padre Rhaegar!” sollozo.
Oberyn miro confundido las cunas donde ambos bebes estaban recostados. Lyanna había dado dos pasos hacia atrás y tras ver que su bebe estaba tranquilo, subió las escaleras y se colocó en el lado derecho del Trono, señalando claramente su posición.
Debajo de ambas cunas había paja seca.
“Si insistes, debes saber que no soy mi padre, Elia, no quemo a niños inocentes vivos, pero dado que te niegas a decir la verdad, me pones en una posición difícil, porque no voy a permitir que críes a este niño creyéndose heredero al trono cuando es mi hijo con Lyanna el único y verdadero heredero, no voy a arriesgar a Jaehaerys a que un día tu bastardo intente arrebatarle el trono. Pero hay una manera muy simple de saber si dices la verdad y ese niño es mío como lo es Jaehaerys.”
Elia veía con desesperación la cuna donde estaba su hijo mientras dos guardias impedían su paso.
Oberyn intento comprender las palabras del príncipe. Lyanna Stark observaba tranquila desde el lado derecho del Príncipe.
“El nombre del padre. Elia.”
“Rhaegar Targaryen.” Sollozo, Oberyn sintió sus manos picar por tomar en sus brazos a su hermana y consolarla.
De repente varios guardias tomaron posición frente a ellos, sin interceder en la vista, pero claramente preparándose para algo.
“Dado que sigues con tu mentira… veamos cuanto aguanta.” Rhaegar levanto su mano derecha y Lyanna la tomo, él aprovecho el momento para darle un beso en el dorso de la mano y seguir. “Shrykos.” Entono, el dragón abrió los ojos y se levantó, completamente alerta y como si no estuviera durmiendo un instante antes. Todos dieron un paso atrás ante la sorpresa de ver al dragón moverse. “Dracarys.”
Oberyn sintió el peligro de aquella palabra y miro horrorizado como el dragón bajaba los escalones y lanzaba su llama a la paja bajo las cunas. El fuego comenzó a arder de inmediato. Elia grito con fuerza, luchando contra el guardia que la retenía.
El llanto de un bebe resonó de inmediato, las llamas comenzaron a elevarse y cubrir ambas cunas. Oberyn corrió hacia adelante, desesperado por sacar a su sobrino de la cuna en llamas. Pero los guardias lo estaban esperando y tres se unieron rápidamente para luchar contra él.
“¿Sostienes que es mío el niño?” pregunto de nuevo Rhaegar.
Lyanna seguía parada a su lado, aunque inquieta, no estaba alterada como Elia que luchaba contra el guardia en un intento de llegar a su hijo.
Los gritos de un bebe aumentaron, gritos de dolor claramente. Oberyn lucho mas fuerte contra los guardias, sus dagas saliendo de su ropa en un intento de superarlos para llegar al bebe.
Cuando un grito particularmente fuerte resonó, Elia pareció romperse y gritar. “¡LANNISTER!”
Rhaegar asintió y con una seña permitió que Elia y Oberyn corrieran a sacar al bebe de la cuna.
Ambos se abalanzaron casi al mismo tiempo, sacando a Aegon de la cuna en llamas, sin importarles sus propias heridas, la ropa del bebe seguía en llamas y entre ambos lucharon por quitárselas al mismo tiempo.
“¡Estas tan loco como tu padre!” Oberyn grito, sintiendo sus manos arder. Finalmente lograron quitar la última prenda en llamas y observaron al bebe, terribles quemaduras cubrían su cuerpo y el niño seguía llorando desconsolado.
“Ah, pero te equivocas, Oberyn, le di a tu hermana varias oportunidades de decir la verdad.” Y entonces se levantó con calma, soltando la mano de Lyanna y dio un paso adelante, antes de arrepentirse y girarse, apretando a la mujer contra él y darle un beso feroz y posesivo frente a toda la corte.
Ahora todos los ojos estaban en la cuna que seguía ardiendo ferozmente mientras los dos locos se besaban como si su bebe no estuviera en llamas. Oberyn se preguntó si el niño había muerto rápidamente y por eso no salía ningún sonido de la cuna.
Elia estaba sentada en el piso, intentando calmar a su hijo a pesar de las dolorosas quemaduras que tenía.
Oberyn también tenía quemaduras, sus manos ardían y noto que su túnica tenía algunos agujeros donde las llamas lo habían rozado.
La ropa descartada de su sobrino aun ardía en el piso a unos pasos de ellos.
Finalmente, el Príncipe se separó de Lyanna y se giró lentamente, bajando los escalones con calma.
Oberyn noto que Lord Stark estaba siendo retenido por varios guardias, al igual que varios lores y guardias en la sala. Aun medio aturdido, noto el caos en la sala del trono.
El dragón rondaba en las escaleras, subiendo y bajando inquieto.
Rhaegar se acercó a la segunda cuna, donde el otro bebe residía.
“Ah, mi dulce niño, estas feliz, ¿no es así? Te diviertes, pequeño dragón.” Murmuro con voz divertida mientras se metía entre las llamas y levantaba al niño.
Al igual que con Aegon, sus ropas estaban en llamas, pero ninguno de los Targaryen parecía molesto por el fuego.
Él bebe seguía sosteniendo su muñeco de trapo, a pesar de que estaba en llamas.
Los lores comenzaron a caer de rodillas, demasiado sorprendidos.
Oberyn miro sorprendido al bebe en los brazos del Príncipe. A pesar de las llamas de los rodeaban y consumían sus ropas, ninguno estaba herido en absoluto, él bebe le sonreía a su padre y parecía divertido con las llamas que lamian su cuerpo.
“Papa, papa, papa.” Balbuceo el niño en brazos del Príncipe. Todos miraban atónitos.
“Jae, mi dulce niño.” Rhaegar beso en la frente al niño que seguía balbuceando tranquilamente.
Oberyn se giró a ver a Aegon, quien tenía terribles quemaduras por todas partes. Un maestre se había acercado y le había dado leche de amapola para dormirlo y comenzar a tratarlo.
“Son testigos, todos los presentes, de quien es mi hijo, un verdadero dragón, sangre de dragón y de lobo corriendo por sus venas. Y es tan fuerte como yo e incluso más, dado que ha venido al mundo y ha regresado con él el tiempo de los dragones. El príncipe que fue prometido.” Alabo Rhaegar, cargando al niño con orgullo.
Ignorando su capa en llamas, sin sentir sus brazos rodeados de fuego y sin un solo cabello despeinado, Rhaegar parecía un guerrero de cuentos, las llamas crepitaban a su alrededor, el niño en sus brazos parecía su viva imagen a pesar del pelo oscuro, un dragón rondando a su alrededor, ansioso por tener al niño de nuevo bajo su protección.
Subió los escalones de regreso al trono y se sentó, él bebe permanecía en sus brazos, la ropa consumiéndose por las llamas lentamente.
Él bebe noto a su madre y estiro los brazos hacia ella, ansioso. “Mamá, mamá.” Balbuceo estirándose.
Lyanna sonrío con ternura, pero no hizo ningún intento de levantar al bebe de los brazos de su padre y permaneció firmemente ligeramente alejada del trono.
“No, no, Jae, mamá no te puede cargar ahora, la lastimaras.” Rhaegar le murmuro, su voz claramente audible ante el silencio de todos los presentes aun en shock. Cuando él bebe empezó a inquietarse porque su madre no lo cargaba, Rhaegar se puso firme. “No, no, Jae, tu madre no comparte nuestra sangre de dragón, ella es una loba, mi niño, loba.” El niño balbuceo la palabra junto con su padre. “Y la quemaras si te carga, estas demasiado caliente para ella.”
El niño seguía inquieto a pesar de todo y su padre decidió quitar los restos de sus prendas en llamas.
Un sirviente se acercó con un ropón y un pantalón diminuto y se los entregó al Príncipe, inclinándose profundamente y dando un largo rodeo para esquivar al dragón que estaba a los pies del trono, mirando finamente a todos los que se acercaban al trono.
“Desearía poder ayudarle a vestirlo, Su Gracia.” Se inclino el sirviente mientras se alejaba, mirando el piso e intentando ignorar al dragón.
“No, Mirra, no deseo que te lastimes tu tampoco, soy perfectamente capaz de ponerle su ropa a mi hijo dada la situación.” Frente a todos, Rhaegar le puso su ropa al bebe antes de dejarlo de nuevo en el piso, el dragón y el niño de nuevo envueltos en el otro y felices de ignorar todo a su alrededor.
La sirvienta se acercó de nuevo, sosteniendo otro muñeco de trapo y se lo dio al bebe, dado que el otro había quedado carbonizado.
El niño lo tomo con alegría y continúo jugando con el dragón.
Oberyn se levantó para ver la sala, agradecido por el maestre que atendía a su sobrino dormido y a su hermana.
Sus propias heridas aun sin tratar lo hicieron apretar los dientes de dolor.
La mayoría de los presentes estaban arrodillados, algunas damas se habían desmayado y noto incluso a un guardia real rezando.
“Dime, Elia Martell, que Lannister engendro a tu hijo.”
Elia miro con furia a Rhaegar, pero dijo el nombre, temiendo un castigo aún mayor si se seguía negando. “Tygett.”
“Hay demasiados Lannister.” Murmuro el Príncipe. “Arthur, asegura a Tygett Lannister. Es hora de que Elia se case.”
Oberyn sintió de nuevo la indignación llenarlo. “¿Cómo te atreves?”
“
Me atrevo
. Dices. Me atrevo. Si deseas, puedo castigarla adecuadamente, el castigo por traición e intento de usurpación es la muerte, puedo condenarla por sus crímenes y te podrás llevar al niño como uno de tus queridos bastardos. Pero por respeto a Rhaenys, mi hija, permitiré que su madre infiel se case con el padre de su hijo, dejare que se lo lleve lejos de la corte y que lo crie ella misma, siempre y cuando se asegure de que el niño sea criado adecuadamente, ya sabes, fiel a la corona que los está perdonando tan misericordiosamente.” Sus palabras, a pesar de ser tan terriblemente crueles, parecían misericordiosas ante la idea de tales crímenes.
“¿Y Rhaenys?” pregunto Elia.
“Te refieres a mi hija. Lady Rhaenys será criada por mí, por supuesto, lamentablemente no podrá seguir siendo una princesa, es lo único que lamento, tener una hija bastarda me parece un crimen, pero Lyanna ha accedido a ayudarme a criarla y será tratada con amor y respeto, cuando crezca, le permitiré y ayudare a encontrar un buen matrimonio para ella y claro, siempre será bienvenida en la corte.”
“¿Y no me permitirás verla?”
“¿Para qué? ¿Para qué le metas ideas en la cabeza? Que crea que algún día podría ser reina, ella, gracias a ti, es una bastarda.”
“¡Eres un maldito!”
El dragón dejo su juego con el niño ante el grito de Elia y salto rápidamente, elevándose un par de metros y rugiendo ferozmente a los Martell, Elia retrocedió aterrorizada y se puso frente a su hijo y el maestre, Oberyn saco una de sus dagas y se colocó frente a su hermana. El dragón se elevaba sobre ellos, rugiendo furioso.
“Shrykos, likyri.” Ante lo que claramente fue una orden del Príncipe, el dragón regreso a los pies del trono, pero aún permanecía con los ojos fijos en los Martell.
Ojos demasiado inteligentes, los del dragón.
“Estoy siendo indulgente Elia, permitiré que te cases con el padre de tu hijo y que ambos lleven su nombre, pero si sigues así, entonces dejare de serlo. Has cometido demasiados errores, pero eres la madre de mi hija y eso solo te protegerá hasta cierto punto.”
Las puertas se abrieron ante una orden silenciosa.
“Vayan, mis lores, cuenten lo que han visto hoy.” Ante lo que era una clara despedida, varios se levantaron y comenzaron a salir, pero una pregunta del idiota de Mace Tyrell hizo que todos se quedaran en la corte.
“¿Y el Rey?”
“Mi padre esta indispuesto, mis lores, pero está bien y a salvo, me temo que, desde el nacimiento de mi hijo y el regreso de los dragones, ha estado intentando hacer que eclosione su huevo. Ha llevado sus esfuerzos a Summerhall y Dragonstone. Mi madre, la Reina Rhaella ha dado a luz a una niña llamada Daenerys y reside en Dragonstone desde antes del nacimiento de mi hermana. Sigo en espera de que mi señor padre regrese, mientras tanto, como su heredero, seguiré con mis funciones en su ausencia.”
Nadie parecía querer seguir en el salón del trono y rápidamente comenzó a vaciarse.
La noticia de un dragón vivo se extendería rápidamente por todo el reino.
Oberyn tendría que informarle de esto a su hermano. Tanto los Martell como la familia real permanecieron ahí, hasta que todos se retiraron.
“Debes saber Oberyn, que tu hermana ha sido grosera e insufrible durante años, pero ha sido una madre amorosa para mi hija. Los arreglos para su matrimonio serán discutidos en cuanto Tygett venga.”
Oberyn asintió, y juntos, su hermana, Aegon en sus brazos y el maestre, salieron. Oberyn permitió que su hermana lo guiara a sus aposentos.
“Rhaegar me movió de habitación en cuanto consiguió la anulación, fui enviada lo más lejos posible, aparentemente la puta Loba es celosa y posesiva y no quería que yo estuviera cerca.”
Lo llevo por numerosos pasillos hasta lo que parecía una habitación de sirvientes, pequeña y apenas con lo necesario. Oberyn ignoro todo hasta que el maestre anuncio que iba por más cataplasmas para curarlos y salió.
“¿Elia, que estabas pensando?” pregunto Oberyn molesto por toda la situación, pero si había algo claro, era que su hermana había traicionado al príncipe y su matrimonio anulado, aunque una afrenta a Dorne, tenía fundamento.
Elia lo miro con furia en sus ojos. “Estaba pensando que no iba a permitir que me descartara tan fácilmente, se negó a acostarse conmigo, Oberyn, tras nuestra primera noche, se negó y se negó, fue solo cuando su padre lo obligo que acudió a mí, una vez a la semana, como un maldito reloj, se presentaba en mis aposentos después de la cena y me tomaba, terminaba conmigo y salía como si hubiera quemado su polla. Todos mis intentos de acercarme fallaron, él seguía hablando de una estúpida profecía y como yo me interponía en su camino. En cuanto se confirmó mi embarazo de Rhaenys, dejo de venir a mí.”
“¿Tenia alguna puta?”
“No, creo que eso es lo peor, mande a varias serpientes a conocer nuevos jardines, pero todos los siseos regresaron con noticias del príncipe leyendo, cantando, tocando su arpa, entrenando. Cuando me entere de lo que el Rey estaba haciendo, supe que tenía que hacer algo. Pero se negó, se negó a tocarme, oh, era amoroso con Rhaenys, pero parecía odiarme desde el inicio.”
“Y decidiste acostarte con un Lannister.”
“Necesitaba a alguien que pudiera parecer un Targaryen, Oberyn, honestamente, pensé que tal vez el Príncipe prefería la compañía de los hombres, Jon Connington particularmente, está muy enamorado del Príncipe, pero no logre obtener nada. Cuando apareció Lyanna, yo estaba en mi octavo mes, él la cortejo frente a todos en el torneo, daban largas caminatas y todos actuaban como si yo no existiera, él único que presentaba reclamos era Baratheon y eso porque Lyanna era su prometida, los Stark intentaron alejarla de Rhaegar y empujarla a su prometido, pero entonces se escaparon juntos, justo después de que la coronara Reina del Amor y la Belleza. Me quede ahí como una maldita idiota. Se fue y ni siquiera me dejo un guardia.”
Oberyn comenzó a entender el caos que había surgido en los últimos años.
“Cuando logré regresar a la Fortaleza Roja, di a luz apenas unos días después, y por supuesto, él apareció con Lyanna y alegaba haberse casado con ella. El Septon intento intervenir, pero lo sobornaron. La anulación apareció con la fecha de nacimiento de mi hijo y su certificado de matrimonio de dos días después.”
“Todo legal y a tiempo, por supuesto.”
“Obviamente. Siempre estuvo seguro de que Aegon no era suyo.”
“Bueno, maldita sea Elia, el hombre tenía razón y mira lo que hizo para probarlo. Ahora tu hijo quedará marcado para siempre, no habrá forma de ocultar tantas quemaduras, y de paso tú y yo también. Tu hijo casi muere debido a tu necesidad de colocarlo en el trono, debiste pedir mi ayuda…”
“¡¿Y cómo me podrías haber ayudado?! ¿Te meterías en la cama conmigo y Rhaegar para obligarlo a darme otro hijo?”
“Bueno, lo hubiera hecho si tenía que hacerlo, con tal de que nada de esto hubiera pasado.”
“Incluso si lo hubieras hecho, no creo que nada impediría que estuviera con la chica Stark, están enamorados más allá de lo posible. Desde el momento en el que poso sus ojos en ella se perdió.”
“Todos hemos escuchado esa historia Elia. Doran esta furioso. Ha llamado a los abanderados, pero un pajarito le advirtió a tiempo de que los rumores podrían ser verdad, que tu hijo no era hijo del príncipe, decidió enviarme para evaluar la situación, pero está esperando junto con nuestros abanderados, listos para ir a batalla.”
“¿Y? ¿Qué le dirás? ¿Pelearan por mí?” Elia sonaba ansiosa por recuperar su lugar, volver a tener a Rhaegar y que su hijo fuera el príncipe.
“¡Estas loca! Tiene un dragón Elia, su reclamo acaba de volverse innegable y no nos podemos arriesgar a su ira, no ahora que tiene un dragón…”
“¡Pero es un bebe!”
“¡Y ya escupe fuego y vuela! Será protegido hasta que crezca, no lo arriesgaran, y nadie dudara ahora en ponerse a su lado, nadie querrá estar del otro lado de la guerra, no cuando hay un dragón involucrado, y esa bestia maldita crecerá, recemos porque sea pequeño, pero si nos equivocamos y es la reencarnación de Balerion, estamos todos muertos.”
“¿Y dejaras que esa maldita puta me robe mi lugar como si nada?”
“¡Tu solita se lo entregaste en bandeja de plata!”
“Hice todo lo que pude, lo ame, lo adore, fui la esposa perfecta…”
“¡Hasta que tuviste al hijo de otro hombre!”
“De todos, pensé que tu aceptarías mi situación mejor que nadie. Tú, hermano. He aceptado a todas tus hijas como si fueran legitimas…”
“Pero ninguna de mis hijas heredara nada, Elia, soy el quinto hijo, Doran es el príncipe y ya tiene a su heredero, tú en cambio, tú eras el maldito destino de nuestra casa, finalmente el pacto Martell se cumpliría, habría uno de nuestra sangre en el trono. Pero arruinaste todo cuando intentaste pasar al hijo de otro hombre como el del príncipe.”
“¿Qué ha sido de mi hermano? Llamado la víbora roja, el impetuoso…”
“Paso que fui iluminado Elia. Mi tiempo en las Ciudades Libres no fue solo burdeles. Escuché rumores de una profecía, por supuesto que tuve que investigar. Ciudades enteras se están armando para la eventualidad, lo llaman la Gran Guerra, la Guerra Verdadera. Tuve que investigar… encontré una sacerdotisa roja que me dijo la profecía, Elia, lo que vi… lo que viene… necesitaremos a ese maldito dragón vivo, pero de nuestro lado.”
“No te tome por un tonto y un supersticioso hermano.”
“No te atrevas Elia… la única razón por la que regrese, fue por ti, tenía que advertirte de los rumores, de lo que venía, tenía esperanzas de que me escucharas y pudieras influir al príncipe y tal vez él podría llegar al Rey, ahora tendré que ir a ver al maldito que tiene un dragón, al hombre que humillo a mi hermana y rogarle que me escuche, porque a pesar de todo… no deseo la muerte de nuestra familia.”
“Suenas como Rhaegar con su estúpida profecía, uso eso como una de sus excusas para meterse en las faldas de esa puta.”
De repente Oberyn se quedó congelado.
“¿Qué profecía Elia?”
“¡Estoy harta de sus estúpidas profecías!”
“¡Dímela!” sorprendida de ver a su hermano tan alterado, llegando a gritarle por algo que los haría reír de niños, Elia asintió.
“No lo sé, Oberyn, no tengo ni una maldita idea, se negó a hablarme de ella, decía que yo era el sol, que no era el hielo, que su matrimonio conmigo era un error y que era mi culpa, que la profecía no se cumpliría y estaríamos todos condenados.”
“Hielo y fuego.”
Confundida, Elia asintió y se dejó caer agotada en una de las sillas.
“Entonces él ya debe saber algo.”
“No lo sé.”
“No lo entiendes Elia, vi tu muerte, vi la muerte de tus hijos, la mía y la de mis hijas, maldita sea, vi la muerte de todo el maldito reino en el hielo, y aquellos que sobrevivieron al hielo… vi sus muertes en el fuego.”
Atónita y confundida, Elia solo sacudió la cabeza, incapaz de creer las palabras de su hermano.
“No fueron muertes pacificas, hermana.” Algo en sus ojos debió convencerla de creerle, por lo que simplemente se hundieron en un silencio agotado.
…
Rickard Stark era considerado un hombre honorable.
Y había creído que habría criado a sus hijos a ser honorables.
Pero ver a su hija actuar como una puta lo hizo dudar de todo lo que sabia.
Había creído que había sido secuestrada, su hijo Brandon había marchado al sur a intentar recuperarla, asegurando que el príncipe la había violado y maltratado, cuando se enteró de la muerte de su heredero, quemado vivo por el Rey Loco, había luchado junto con sus abanderados, su yerno y su hijo Eddard en un intento por salvar a su hija.
Todo para que fuera una mentira.
Tras ver el horrible espectáculo de la quema del hijo de Elia Martell, Rickard se quedó a un lado, completamente sorprendido y en shock de que su hija permitiría algo así.
“Te vez decepcionado, padre.” La dulce voz de su hija resonó en el salón del trono vacío.
Rhaegar permanecía sentado en el trono, las piernas abiertas y la ropa chamuscada.
Su nieto jugaba en el piso con la cola del dragón y el muñeco de trapo.
“Nunca pensé que permitirías la quema de un niño vivo. Lyanna.”
Sus ojos grises estaban llenos de furia.
“No, normalmente no lo permitirá. Excepto que su madre intento asesinarme en dos ocasiones, intento asesinar a mi hijo en tres y logro envenenarme y matar al bebe en mi vientre hace solo dos lunas.” Dijo con voz helada.
Rickard sintió que se atragantaba con su propia saliva, sorprendido y horrorizado. “¿Qué?”
“Lo que escuchas, Lord Stark, Elia no es una mujer inocente, lamentable que su bastardo pague por sus crímenes, pero necesario.” La voz de Rhaegar era profunda y con un tono tan triste que Rickard recordó que era conocido como el Príncipe Melancólico.
“Yo... yo no tenía ni idea.”
Lyanna bufo con fuerza. “Por supuesto que no, me has negado tu presencia toda mi vida, me regalaste como si fuera un caballo y la única vez que te pedí ayuda, me ignoraste y por tu culpa mataron a Brandon.” Su voz tenía un tono rencoroso, pero Rickard detecto tristeza.
“¿Qué? De que hablas Lyanna…” confundido por sus acusaciones.
“Que te suplique que me liberaras del compromiso con Baratheon, te suplique que me dejaras ir, te suplique que aceptaras mi matrimonio con Rhaegar, te quería ahí conmigo más que nada, ese día, que te mande cientos de cartas suplicándote que pararas la guerra, que escucharas a tu hija. Que te espere durante tres días enteros en Harrenhal para intentar explicarte que Rhaegar no me había secuestrado ni violado, que la estúpida guerra era por nada…”
“Lyanna, no recibí ninguna carta tuya.”
“Claro que lo hiciste, pero las ignoraste, como siempre, Eddard me respondió una de ellas, lamentablemente era una de las cartas que hablaban de mi compromiso con Robert y como no lo deseaba, él insistió en que Robert cambiaria por mí y prometió que cuando me recuperaran, él mismo me entregaría a su amigo.”
“No entiendo.”
“¿Que no entiendes padre? Te sorprende que tu hija sepa escribir, que tu hija hablara, siempre me has ignorado, demasiado parecida a mi madre, demasiado salvaje, demasiada sangre de lobo en mí, cada que te decía que no deseaba casarme con Robert me decías que él me domaría, que me calmara, que finalmente tendría un hombre que pudiera controlarme, envié cartas explicándolo todo, a ti, a Brandon, cuando él llego aquí me suplico que entrara en razón, que me fuera con él y me casara con Robert. Cuando me negué y él intento llevarme por la fuerza, él Rey lo declaro traidor, yo estaba embarazada, apenas tres lunas, aseguro que intentaba llevarse al heredero de su hijo, entonces te suplique por tu venida a la capital para asegurar tu lealtad, en cambio, te levantaste en armas y el Rey quemo a mi hermano frente a mi para castigarte a ti.”
“¡El Rey está loco!”
“Puede que mi padre este loco, Lord Stark, pero usted sigue sin escuchar a su hija. No la valora, no la ama, no la ve.” Rickard finalmente se permitió escuchar los desvaríos de su salvaje hija ante el tono helado del Príncipe, sorprendido por ser reprendido de no escuchar a una mujer.
Era verdad que cuando había pedido que cancelaran el compromiso, Rickard la había descartado, confiado en que finalmente cumpliría su deber para con su casa y su padre y aceptaría el compromiso con gracia cuando llegara el momento, consciente de que su hija era bastante salvaje y él no había sido tan firme, permitiendo que montara a libertad con tal de mantenerla lejos de su vista.
Demasiado parecida a su madre, ver a Lyanna era un recordatorio constante de lo que había perdido.
Saber que su matrimonio con Robert traería prosperidad a la casa Stark, había aceptado la palabra de su hijo Eddard en que era honorable y amaba a su hija lo suficiente. Cuando llegaron cartas de Harrenhal y su hija pedía permiso para ir al sur, él los había negado, sabiendo que interrumpirían sus planes con Robert y Brandon. Le había respondido una carta a su hijo Brandon e indicando que controlara a Lyanna, y honestamente… había ignorado el resto de las cartas de su hija, convencido de que eran más suplicas de finalizar el compromiso.
No debía permitir que su hija siguiera escapando de su único y verdadero deber hacia su casa y su padre: una alianza matrimonial que traería prosperidad al Norte.
Y ahora… su hijo estaba muerto, su hija era princesa y tenía un nieto.
Y había un dragón.
La primera vez que vio al dragón, sintió que le iba a dar un infarto.
De repente recordó la escena que estuvo a punto de matarlo: su nieto en llamas.
“¿Cómo pudiste permitir que pusiera en peligro así a tu hijo, Lyanna?”
Ella levanto una ceja de esa manera suya, entre altiva y divertida.
“Mi hijo nunca estuvo en peligro, padre. Jae está muy familiarizado con el fuego.” Su voz no dejaba lugar a dudas.
Rickard se preguntó como habían descubierto aquello.
Observo el rostro complacido del Príncipe Heredero. El hombre miraba a Lyanna con fascinación, como si fuera la mujer más hermosa del reino. Rickard consideraba a su hija hermosa, era conocida como la rosa del invierno, pero no solo por su belleza, las rosas invernales eran conocidas por sobrevivir el peor clima posible, eran duras y resistentes, y todos en el Norte que conocían a Lyanna sabían lo desafiante y dura que era su hija.
El reino entero la conocía por su salvajismo, una mujer que peleaba, que tomaba espada, arco y lanza mejor que la mayoría de los hombres, una mujer a la que llamaban mitad caballo, tan buena era cabalgando que todos en el Norte la tomaban como la referencia a una buena jinete. Era indomable. Y muchos habían considerado a su padre, el mismo Rickard, débil por no poder controlar a su hija.
Pero la verdad es que Rickard había ignorado a su hija, si, era hermosa, si, era buena con espada y arco, pero también cumplía con sus deberes maravillosamente, era la mejor anfitriona del Norte, se encargaba de su casa en lugar de su madre muerta de manera magistral, cosía y sabia bailar, jamás se había tenido que preocupar por ella, por lo tanto, se había permitido ignorarla. Sabía que su hija podía solucionar los pequeños detalles, por lo que ignoraba sus notas, dejaba sus cartas al final y se aseguraba de prestar atención a lo importante: su hijo Brandon, su heredero.
Fue solo cuando anuncio los esponsales de sus hijos que Lyanna comenzó a fallar en sus deberes. Dejo de manejar la casa de su padre y paso más tiempo cabalgando y cazando que trabajando en su ajuar. Rickard la había deja correr, pensando que debía dejarla disfrutar el Norte antes de aceptar su destino.
Había ignorado sus suplicas como lloriqueos de una niña tonta. Su hijo le había asegurado que Robert era un pretendiente más que aceptable para su hija y los beneficios de la unión eran muchos.
Pero su hija nunca lo había desafiado de aquella manera, como él nunca le había negado el entrenamiento frente a otros, nadie sabía que él no estaba de acuerdo con sus cuestionables hábitos, pero había traído paz a su casa, y Lyanna conocía bien su deber.
Cuando llego la noticia de su desaparición, honestamente había creído las palabras de su hijo y su yerno, su hija había sido secuestrada.
Tras todo el desastre que había sido Harrenhal, la preparación frenética con el anuncio de que la primavera era falsa y el invierno regresaría con fuerza y el tener que arreglar los esponsales de Barbrey Dustin debido a que su hijo la había comprometido…
Había estado feliz de enviar a su hija que últimamente era solo una molestia con Brandon a que trajera a su futura esposa a su nuevo hogar.
Excepto que los cuervos habían llegado sobre una emboscada en el camino. Brandon nunca había llegado a recoger a su novia y Eddard se había encontrado con él a mitad de camino junto con Robert Baratheon.
Tras escuchar sobre la muerte de su hijo, Rickard había tenido que asegurar la unión con Las Tierras de los Ríos y había casado a Eddard con Catelyn a pesar de las protestas de la chica.
“¿Te has casado frente a un árbol de Arciano?” pregunto, pensando en el matrimonio de Eddard con Catelyn, había sido en un septo para molestia de los norteños y felicidad de los sureños, le había indicado a su hijo que en cuanto llegara a Winterfell, debía realizar una ceremonia frente al Árbol de Arciano y jurar frente a los Antiguos Dioses.
“Lo he hecho, frente a un árbol, con testigos y con la bendición de los dioses Antiguos. También me he casado en un Septo y como mi esposo es Valyrio, me he casado bajo la tradición Valyria también, he intercambiado capa, he sido atada con un lazo y he sangrado. He jurado frente a todos los dioses, antiguos y nuevos que me he entregado libremente a Rhaegar Targaryen tanto como él lo ha hecho conmigo. No encontraras forma de anular mi matrimonio, como tampoco lo hará el Rey o cualquiera, a diferencia de Elia Martell yo acepte completamente al hombre al que me desposaba, me asegure de aceptar con él sus tradiciones y costumbres y él ha aceptado las mías.” Lyanna sonaba contenta, recuerdos bailando en sus ojos mientras volvía a subir los escalones, ignorando al dragón que jugaba en el piso con él bebe y saltando a los brazos de su esposo.
En una demostración de afecto descarada, volvió a besarlo y dejo que él la manoseara libremente, ambos ignorando a su padre.
Rickard sintió el nudo en su estómago retorcerse.
Se separaron cuando un grito del bebe fue particularmente fuerte, el dragón se retorcía con él bebe aferrado a su cuello y ambos revoloteaban.
Tras una risa divertida, el Príncipe se levantó, dejando a Lyanna sentada en el trono de Hierro, y cargo a su hijo, alejándolo del dragón que molesto, voló hasta una columna y se aferró a ella, gruñendo a los hombres mientras lanzaba una llama con poca intensidad.
“Shrykos.” Dijo el príncipe, luego hablo con una voz profunda en palabras que Rickard no entendió, tanto a su hijo como al dragón. Se dio cuenta de que hablaba en valyrio. Lyanna tampoco parecía entenderlo, pero estaba observando al dragón con diversión en vez de preocupación.
“Te acomodaran en una habitación, si deseas cenar con nosotros, un sirviente puede guiarte. Eres libre de irte, padre, pero me gustaría que te quedaras hasta el juicio y el Gran Consejo. Con la guerra ganada por mi esposo y un dragón en juego, creemos que es un buen momento para discutir lo que pasara con el Rey.”
Rickard asintió y fue guiado por un sirviente lejos del salón del Trono. En un último vistazo, noto a su hija levantarse y acercarse a su hijo y su esposo, una sonrisa adornando los rostros de toda la familia.
A pesar de todo, no pudo evitar sentir alivio al ver a su hija viva y feliz.
...
Años después, muchos llamarían a aquel día como el día del juicio.
Los dioses juzgaron a los Targaryen y los consideraron dignos.
El matrimonio de Lyanna Stark con Rhaegar Targaryen fue la voluntad de los dioses y todos aquellos que se enfrentaron a ambos, sufrieron terribles perdidas.
Elia Martell salió bajo el estandarte del león con la cabeza oculta por una capa de luto.
Nadie olvidaría jamás lo que presenciaron, ver a los Targaryen recuperar el poder de su casa y volver a alzarse de las cenizas.
Las cosas cambiaron rápidamente después de ese día.
La princesa Elia no se había hecho querer por el pueblo, era ignorada por la mayoría y considerada una desgracia por aquellos que la conocieron personalmente.
La princesa de las palabras vacías, decían cuando hablaban de su breve matrimonio con el Príncipe Regente.
Dado que cuando llego, hablaba sobre los cambios que haría, las personas a las que ayudaría y como todo mejoraría con los Martell en el poder ahora. Excepto que nunca hizo nada. Muchos decían que era por miedo al Rey, pero Lyanna Stark se había parado frente al Rey sin miedo y en un solo día había hecho más que Elia en todo su matrimonio con el Príncipe.
La época del renacimiento.
El renacimiento de los dragones, el renacimiento de los huargos…
La casa Targaryen resurgió y lo hizo con fuerza.
Tras la celebración del Gran Consejo en el que se nombró al Príncipe Heredero, Príncipe Regente y se confino al Rey Loco a su hogar ancestral, el Príncipe comenzó múltiples proyectos.
Planes y planes, acumulados durante años, comenzaron a ser ejecutados.
Las carreteras fueron mejoradas, se creó un sistema para limpiar la ciudad y mantenerla limpia. La princesa Lyanna se dedicó a los orfanatos y a cuidar a las viudas, dio a luz a otro niño… y a otro, y otro…
Rescato a su buena madre, la Reina Rhaella y cuando dio a luz a una niña sana y la Reina murió cuando esta tenía un año, se hizo cargo de la niña llamada Daenerys y del otro hermano de su esposo, Viserys, los crio entre su prole y siguió dándole herederos a su esposo.
En diez años le dio a su esposo seis hijos, Jaehaerys, Baelor, Daemon, las gemelas Rhaenyra y Alysanne y finalmente la pequeña Kyra, la consentida de su padre.
Muchos decían que, por cada varón, le daba una hija para que sus hijos tuvieran a sus esposas según la tradición familiar.
Fue un chisme constante la forma en la que los niños Targaryen fueron educados, una educación completamente inusual para la época, niñas entrenando al lado de sus hermanos en espada y arco, lanza y equitación, y niños aprendiendo junto a sus hermanas costura básica, cocina y manejo del personal.
Lyanna llamaba a las clases inusuales, supervivencia básica. Ningún hijo suyo se congelaría por una ropa rasgada en el invierno y ninguna hija suya quedaría a merced de nadie si estuviera en peligro.
Fue sorprendente para todos que todos sus hijos actuaran de manera magistral en la corte, sus hijas eran educadas, damas adecuadas en los salones y bailes, sus hijos eran los caballeros sureños de canciones y cuentos, valientes ante el peligro, caballerosos ante las damas y educados entre sus pares.
Lyanna misma fue una sorpresa para todos, considerada una salvaje y una luchadora, nadie esperaba que ella sobresaliera como un icono de la moda, que bailara con su esposo con elegancia o que se convirtiera en la voz de los pobres y desfavorecidos.
Y cuando su esposo iba a la batalla, Lyanna estaba a su lado, la princesa guerrera.
Nadie pudo dudar nunca, no después de verlos, de que el Príncipe Regente amaba a su Princesa.
Ni siquiera su padre.
Cuando Renly Baratheon intento una rebelión en un intento loco de vengar a su hermano Robert, fue vencido por la pareja de manera brutal y las tierras Baratheon fueron a su tercer hijo, el príncipe Daemon quien no tendría tierras de otra manera. Stannis fue asesinado en la rebelión dentro de su propia fortaleza, atrapado en la batalla que no deseaba atestiguar.
Daemon que se casó con su hermana Rhaenyra cuando ella apenas tenía quince años tras ser atrapados juntos. Ambos estaban demasiado complacidos cuando su bebe llego apenas ocho lunas después de la boda.
Harrenhal fue restaurado y entregado a Baelor y su esposa Kyra.
El Príncipe Heredero, Jaehaerys sorprendentemente eligió casarse con su tía, la princesa Daenerys cuando sus padres le pidieron que eligiera a su futura esposa.
Viserys acepto felizmente a su sobrina Alysanne como su esposa, contento de poder seguir la tradición familiar y tomar a alguien de sangre Valyria para procrear.
Summerhall fue restaurado a su antigua gloria justo a tiempo para la muerte del Rey Loco, que decidió que la única manera de eclosionar su huevo era unirse a él en el fuego junto con la mitad de los sirvientes de la casa.
El huevo no eclosiono, pero meses después fueron descubiertos tres huevos en las ciudades libres.
Los tres huevos eclosionaron al año de la muerte del Rey Loco.
Los tres encontraron jinetes de inmediato.
Shrykos, a pesar de haber nacido junto con Jae, se encontró más vinculado con Rhaegar, quien lo alimento y cuido toda su vida, y al primero que le permitió montar fue al hombre de cabellos plateados.
Con más dragones en el mundo, el vínculo entre Rhaegar y Shrykos pareció crecer y finalmente se convirtieron en uno.
Shrykos veía a Jae como a un bebe propio y generalmente… lo trataba como tal.
Cuando los tres dragones bebes llegaron al mundo, en una ironía que divertía a todos, Jae se vinculó con un dragón de escamas blancas como la nieve, y Daenerys al dragón de escamas negras como el dragonglass, irónico que sus contrapartes se parecieran a los dragones de sus esposos.
El tercer dragón, de escamas verdes, se terminó uniendo a la pequeña Kyra la más joven del clan.
Muchos creían que Shrykos crecería tanto como Balerion, el terror negro, debido a que ya era tan grande como un barco y dragón seguía creciendo de manera constante.
Pero cuando llego la Gran Guerra, fueron los Dornieses los primeros en asegurar apoyo al Norte cuando fue solicitado.
Las profecías aprendidas, las visiones y los misterios siguieron causando insomnio a Oberyn durante toda su vida hasta que finalmente llego el Invierno.
Que hizo de su vida derrotar a la oscuridad.