-•Fin de la Historia Principal•-
“Misión Cumplida”
11 de septiembre de 2025, 21:42
—Todo va bien. Seguimos el curso correctamente.
—Muy bien.
Faber advirtió que Alec observaba a Aloise que se encontraba en la proa disfrutando de la vista.
Había notado que la distancia entre ellos había aumentado, lo cual para él era ridículo.
—¿Aún no has podido hablar con ella?
Negó.
Alec disimulaba bastante bien pero era notable si prestabas atención que se encontraba muy ansioso. Faber sentía mucho por él pues sus nervios se notaban en cómo jugaba con sus manos, el movimiento de su pierna y sus constantes ganas de pasarse la mano por el cabello.
—¿Cuánto ha pasado de que no se hablan?
—Un mes y algo creo ya. Contando desde la isla.
Demonios, era serio.
—¿Intentaste acercarte—
—Sí. Me pidió que me retire. Por favor. Varias veces.
—Amigo, ¿cómo llegaron a esto?
Alec no dijo nada. Sus padres le habían dicho que intentara ayudar a que funcione las cosas entre ellos. Después de lo que había pasado frente al barco cuando les presentó a Ellie pudo notar que Ace no tenía mucha idea de cómo tratar a Aloise, no pareciera que tuviera mucha experiencia en relaciones con una chica.
—Pero si subió al barco y no decidió quedarse es un punto a tu favor. Considéralo. Dale tiempo, quizás lo necesita.
—No debo darle más tiempo. Darle más tiempo es lo peligroso.
—¿Qué podría hacer?
Ace lo ignoró.
—¿Y qué piensas hacer?
No volvió a responderle, continuó con la mirada fija en la mujer que amaba.
—¿Vas a obligarla a que te hable?
—¿Puedo hacer eso?
—Depende. Puede salir bien como puede salir mal.
—Va a odiarme más si la fuerzo.
—¿Entonces qué piensas hacer?
Alec se cruzó de brazos y se irguió. Sus ojos se achinaron y se podía notar que su mente iba maquinando algo.
—Voy a acorralarla.
Faber lo contempló en silencio un buen rato.
¿Qué eso no era lo mismo que forzar?
.
.
.
La siesta había sido magnífica. El suave balanceo del barco hacía que me dieran ganas de dormirme todo el rato. Había pedido a Ellie que durmiera conmigo en la habitación, así en la otra estaría Ace con Faber. Suspiré al enderezarme en la cama. Será mejor ver en qué puedo ayudar.
Estiro las sábanas y acomodo la almohada cuando escucho golpecitos en la puerta.
—Adelante. —digo y escucho una sirena de alerta en mi cabeza. No será...
Volteo a ver y efectivamente, es Ace. Cierro los ojos con fuerza al volver mi atención a mi cama.
—¿Necesitas algo?
—Ya es hora de que hablemos. No puedes seguir aplazándolo más Aloise.
—Ace, por favor—
—Por favor Aloise. ¿Por cuánto tiempo más piensas dejarme en suspenso?
Su tono suave no estaba ayudando. —No quiero tener esta conversación.
—Sé que no, aún así debemos tenerla.
Tomé la manta y empecé a doblarla para distraer mis pensamientos. Mi corazón latía desenfrenadamente.
Escuché que se acercaba y me alejé de él pegándome a la pared.
Me tomó de la muñeca —¿Por qué estás temblando? —Traté de soltarme de él pero no me dejó. Su rostro se arruga de dolor. — ¿Me tienes miedo?
—No, no es eso Ace.
—¿Entonces qué es? — me tomó de la mano. — ¿Por qué estás tan asustada?
Solté su mano pero él mantenía el agarre, no lo dejaba caer. Miré nuestras manos y admiré el esfuerzo que hacía él para sujetarlo.
—¿Es por lo que conversaste con la señora Delia?
Ahora sí sentí quemarme y con fuerza retiré la mano. Dijera lo que dijera iba a ser como si arrancarse mi corazón e incrustarse agujas frente a mí. Asentí.
No dijo nada mientras me observaba. No podía mirarlo a los ojos. Pasaron unos segundos cuando después se inclinó y posó su frente en mi hombro, pensando. No sentí incomodidad por ello.
—¿Quieres terminar conmigo?
Hubiera preferido que me gritara. Hubiera preferido que me zarandeara y me mintiera con que cambiaría, que me exprese sus sentimientos y me obligue a corresponderlos. Se levantó para ver mi rostro.
—¿Y? ¿Quieres terminar? Si dices que sí, prometo dejarte en paz. No voy a molestarte más. Me apartaré y mantendré mi distancia — abrí la boca pero no sabía qué responder. —pero no volveré a ser tu amigo.
Ace acababa de lanzarme al mar consciente de que soy una usuaria de la fruta del diablo. Porque me estaba ahogando cada vez más.
—¿Por qué tienes que ser tan drástico?
—No voy a soportarlo. No pienso volver a como éramos antes. Me rehuso. Es todo contigo o nada.
—No puedes hacerme esto Ace.
—¿Y tú qué me estás haciendo?
No apartamos la mirada y tragué.
—Yo... no te puedo prometer que no moriré alguna vez. — lo empujé por el pecho horrorizada. —Se lo prometí a Luffy Aloise y no lo cumplí. No voy a mentirte a ti también.
—¡No hables Ace! ¡No digas nada más!
—Tampoco puedo asegurarte que no me pondré en peligro. — No quería oír nada más. Quiero salir de aquí. No hay ningún punto en hacer esto. Estoy exigiéndole algo que no puede darme. ¿Que sea inmortal? Estoy siendo absurda. ¡Claro que en algún momento debe morir! — ¡Espera! ¡No te vayas! ¡Déjame terminar!
Me sujeta del brazo y entro en pánico. Lo miro a los ojos mientras percibo mi alrededor antes de saltar y por el brillo que veo sé que me ha pillado.
Salto.
No sola.
Estamos en la proa en la misma posición, observándonos mientras todo lo demás es gris. Ace mueve ligeramente la cabeza después del primer segundo y veo que busca de dónde proviene el sonido mientras yo me quedo atónita por lo que ha pasado. Finalmente me presta atención y cuando terminan los segundos, todo empieza a transcurrir con normalidad.
—¿Has logrado llevarme contigo? — dice sonriendo.
—¿Huh?
—¡Aloise! ¡Lo lograste! — dice. Me abraza por las piernas y me levanta hasta arriba dejándome sobresaltada. — ¡Ahora podemos saltar juntos! Oh, lo siento. — me baja y me toma de las mejillas , luego de los brazos. — ¿Te sientes bien? ¿No estás mareada?
No, me sentía bien. Sólo el tirón en el estómago. Me estaba dando hambre.
El tema es que Ace olvidó por completo nuestra conversación.
—¡Faber! ¡Ven un momento!
—¿Eh? ¿Dónde estás?
—¡En la proa!
—¿Qué estás haciendo?
—Veremos si puedes saltar con más de una persona.
—Ace, tú de verdad eres—
Faber aparece subiendo los escalones y se petrifica al vernos juntos. Veo que considera regresar pero al ser evidente que ya lo vimos se decide por venir.
—¿Qué está pasando?
—Toma a Aloise del brazo.
—¿Qué?
—Hazlo, no vas a explotar.
—¿Cómo explotaría? ¿Por qué me dices eso?
—Sólo hazlo.
Faber no muy convencido gira hacia mí. —Disculpa Aloise.
Negué exasperada. Ace me tomó de la mano y me miró expectante como si hubiera encendido su cohete y esperase a que volase. Suspiré.
Volví a sentir el barco y salté a la cubierta.
Esta vez fue Faber quien me acompañó. Reaccionó de la misma manera que Ace pero, al soltarme antes, él se volvió gris.
Terminando la cuenta el tiempo se reanudó.
—¿Q-Qué acaba de pasar?
—¿Aloise? — escucho a Ace llamarme.
—¡Aquí estamos! — responde Faber en vez de mi.
Ace salta desde arriba y cae a nuestro lado. —¿Podrá ser porque se sujetó primero a ti?
—No lo sé, no quiero confirmarlo ahora.
—¿Qué acaba de pasar?
—Aloise puede teletransportarse.
—¿En serio? ¿Así que eso fue?
—¡Sí! Es genial, ¿verdad?
—Me sorprendió.
Solté exageradamente el aire de mis pulmones llamando la atención. Faber pasa su mirada de mí a Ace.
—Bueno, será mejor que me vaya. Sigan con lo suyo. —huye.
Planeo seguirlo pero como lo esperaba, Ace se interpone en mi camino. —Aún no terminamos de hablar. — y sin ninguna advertencia me levanta de la cubierta como princesa.
—¡¿Ace?! — grito y me tapo la boca.
Ellie aparece de la cocina y nos mira curiosa mientras ingresamos a la habitación de Ace y Faber. Ignoró olímpicamente mi pedido de auxilio.
Me deja con cuidado en su cama. —Casi logras que nos descubran. —dice divertido.
—¿Y de quién crees que es la culpa? —Me sonríe. —¿Te estás burlando de mi Ace?
—Sólo me alegra que podamos hablar así.
Me deja sin palabras. Toma mi mano y la besa antes de ir en busca de su mochila. Veo que está buscando algo. Saca su sombrero, navaja, cinto y sus accesorios que lo hacen él dejándome boquiabierta. Se quita la camisa y eso hace que me espabile.
—¿Qué estás haciendo?
Completamente vestido y equipado me sonríe.
—¿Recuerdas cuando me conociste?
Pestañeo recordando el episodio que lo vi aparecer. Ace—
—Aquí. Cuando llegaste aquí. — me aclara.
—Sí. Apareciste por un lado de la cubierta furioso por el escándalo que se había formado.
—Dijiste que eras la hija de Shanks. Pensé que eras una idiota demente. ¿Clamar que eras la hija de un enemigo? ¿Quién en su sano juicio haría eso?
—¿Y cómo sabes que no me iban a tener tan sólo prisionera? Puede que también me ayudara a ser mejor tratada.
—Podría ser.
—¿Y qué tiene que ver todo eso ahora?
Su sonrisa cayó. —¿Ves algo diferente en mí de aquella vez?
Lo observé detenidamente y, realmente no había muchos cambios más que cortes viejos o heridas ya sanadas. La que más resaltaba era...
—Tus tatuajes ya no están.
—Sí. ¿Qué otra cosa más?
—La herida de tu pecho. — me abracé incómoda confesando lo que él quería. — La cicatriz que te dejó Akainu por atravesarte el torso.
Caminó hacia mí y tomó mi muñeca obligándome a poner la palma sobre ella. Aún estaba blanda y se habían formado montículos de piel que cubrían toda esa zona. Quise retirar la mano pero el la mantuvo presionada.
—Tú quizás podrás odiarme, irte, dejarme atrás y algún día borrarme de ti pero yo jamás, nunca podré hacer eso. Esta marca en mi pecho es la prueba de que te pertenezco Aloise. Cada respiro, cada latido — deslizó mi mano a su pecho izquierdo. Las lágrimas habían empezado a deslizarse sobre mis mejillas.— todo te pertenece a ti. Si algún día yo muero, no tendrás nada de mi que llevarte contigo y podrás continuar con tu vida pero, si tu mueres, estas marcas y cada órgano de mi cuerpo me recordará a ti por el resto de mis días y no habrá nadie en este mundo que pueda sustituirte. Dime Aloise, ¿quién las tiene peor para perder si todo esto termina mal?
—¿Sabes lo que hice para que tú puedas estar aquí frente a mí diciéndome todo esto? Te moriste frente a mí. En mis manos. Me bañé en tu sangre Ace tratando de revivirte, de escuchar un mísero latido tuyo. No me hagas vivir eso de vuelta. No me hagas despedirme de ti.
—Haré todo lo que esté en mi poder para que eso no suceda —me suelta y sus manos sostienen mi rostro para que lo mire a los ojos. — pero no sé qué nos depara el futuro. No sé qué nos tocará vivir y no pienso jurártelo. No busco ser el Rey de los Piratas Aloise, sólo busco ser libre y tú me has dado eso.
—Por mi culpa tienes que vivir escondido.
—No. Gracias a ti navegaré por mi cuenta y como quiero. Ya no busco fama, ya no busco tesoros... ya no busco el One Piece. Para mí tú eres el One Piece. Me diste vida Aloise y con ella libertad.
¿De verdad estaba diciendo eso?
—Sólo quiero navegar contigo y disfrutar de nuestro tiempo. Mi objetivo siempre fue el mar y ser libres y ya lo tengo. No tengo nada más que pedir. Hiciste que me diera cuenta de eso en estos días. Sólo te quiero a ti y el mar y eso es todo. No necesito pedir nada más.
—Ace—
—¿Puedes arriesgarte a amarme Aloise?
La inesperada pregunta me sacudió por completo.
—¿Y? ¿Puedes hacerlo?
Se arrodilló frente a mi tomando mi mano y se la puso en la frente.
—Yo me arriesgo a amarte todos los días de mi vida. Todo de mí te pertenece desde Marineford hasta el día de hoy y hasta el fin de mis tiempos. Yo me entrego a ti Aloise, en cuerpo y alma y que sólo la muerte logre separarme de ti pero mientras nos aceche u observe en las sombras, cuidaré de ti con todo lo que soy y todo lo que tengo. Te amo Aloise, — sus manos que me sujetaban con fuerza temblaban. — haría lo que sea por ti. Lo que me pidas haré todo lo que esté en mi alcance para dártelo. Quédate conmigo y ámame Aloise. Por favor, quédate conmigo y ámame.
Apreté su mano un buen rato escuchándolo llorar. ¿Cómo este caballero podría ser un pirata?
Me agaché y lo abracé, desbordándose mi miedo y el amor que le tenía, siendo retenidos por él y filtrados por él. Sentía más amor que miedo, sentía más paz que desesperación y, reconociendo la verdad, jamás podría arrepentirme por este dulce dolor.
—Te amo Ace. Te amo demasiado.
Sus besos me presionan la sien mientras me pone de pie. Me besa la mejilla y luego los labios haciendo que lo abrace con más fuerza. Suspiro profundamente cuando me limpia el rostro y me llena de besos.
—¿Entonces sí te casarías conmigo?