ID de la obra: 784

La botella equivocada

Het
NC-21
Finalizada
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
5 páginas, 2.517 palabras, 1 capítulo
Descripción:
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La botella equivocada

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Lluvia torrencial caía sobre el techo del corredor de piedra, el sonido del agua tapa el ruido de los tacones sobre la roca, pero no había ninguna duda de que era la única en ese lugar, sus mariposas se lo confirmaban. Roxana caminaba con su cesta-regalo colgando del brazo izquierdo, mientras llevaba una bandeja de comida con una botella de agua. El agua normalmente la llevaba en un vaso, pero extrañamente hoy se lo prepararon en una botella más adecuada para un brebaje. Llegó a la puerta de madera y abrió el cerrojo. Cualquier otro día no visitaría a Cassis tan tarde, pero supuestamente acababa de llegar de su castigo en la sala de alucinaciones después de su “intento de escape”, prefería mantenerlo bien alimentado y a estas horas se aseguraría de que nadie la viera, por lo que podía tardar lo que necesitara. Tocó a la puerta y esperó unos segundos antes de entrar. Cassis parecía haber estado durmiendo, pero cuando ella entró la recibió sentado en la cama con el cabello plateado algo revuelto. -¿Cómo estás?- Preguntó mientras dejaba la cesta y la bandeja en la pequeña mesa. -Bien- Cassis tuvo buen cuidado de no mirarla a los ojos. No estaba muy segura de lo que había visto en la sala de alucinaciones, pero podía adivinar que tenía algo que ver con ella. -¿Eso es otro regalo?- Sus ojos dorados se clavaron en la cesta. Como la última vez, fue capaz de reconocer las flores venenosas; cada vez se inclinaba más por la teoría de alguna habilidad que le permitiera reconocer el veneno en vez de que reconociera las flores. Roxana revisó su cesta en busca de alguna flor especialmente nociva que pudiera herir a Cassis, pero topó con una botella; la botella contenía un líquido dorado y no llevaba ninguna etiqueta. La dejó en la mesita y continuó rebuscando entre las flores. Si era veneno, la habilidad de Cassis evitaría que lo tomara, si no existía dicha habilidad, los venenos concentrados siempre tenían un olor fuerte y dudaba de que fuera a tomar algo así. Su prisionero se acercó a la mesa y tomó su comida. En vez de volver a su cama para comer sentado, se quedó de pie a su lado. No dejó que la sorpresa se filtrara en su rostro, parece que se sentían más cómodos el uno con el otro de lo que pensaba. Terminó de buscar en la cesta, no había nada que pusiera la vida de Cassis en peligro de forma inmediata; pero bien podría usar las flores para sus propios venenos. Entonces, empezó a escuchar un jadeo a su lado. Se giró y vio al chico ligeramente apoyado en la mesa, con la cabeza un poco baja pero no lo suficiente para ocultar su sonrojo; definitivamente estaba jadeando. -¿Cassis?; ¿te encuentras bien?- Le preguntó tocando su frente, ardía como si tuviera fiebre. Cassis se acercó a su toque por unos segundos antes de apartarse con una mirada algo asustada y algo tambaleante. Frunciendo un poco el ceño, lo tomó de la muñeca y tiró de él hasta la cama, donde lo obligó a sentarse. Estaba empezando a sudar y tenía el rostro totalmente rojo, su ropa se había desplazado ligeramente por el brusco movimiento y su hombro derecho dejaba ver los restos de marcas que le había dejado días atrás. -¿Qué estás…?- La voz le salió en un jadeo ronco, evitaba su mirada. -Apenas te mantienes de pie, tienes que sentarte- Le respondió ella, mientras revisaba en su cabeza el momento en el que todo salió mal. No había dejado ningún momento para que nadie de su familia envenenara la comida de Cassis y estaba segura de que nadie en esa casa se acercaría voluntariamente a la sala de alucinaciones, ni siquiera por la oportunidad de tocar al príncipe azul. Por casualidad, su vista aterrizó en la mesita donde dejó su canasta. Ahí estaba la cena a medio comer, la cesta y… la botella de líquido sospechoso casi vacía. ¿Por qué demonios se lo había bebido?, ¿pensó que era algún tipo de medicina que ella le había traído?. Miró al chico (No tan pequeño, era mayor por un año) retorcido en su cama. En algún momento se había acercado lo bastante para que su cabeza estuviera casi en su regazo, sudaba copiosamente y la piel en su cuello estaba enrojecida. Su cuerpo se había encogido de manera que acurrucaba en forma de pelota, y entonces vio algo que le llamó la atención. No era nada, podría pasar por una arruga extraña en los pantalones, pero ella siempre fue muy observadora y ese bulto entre su ropa parecía como sí… De repente todas las piezas encajaron. La cesta fue enviada por María y hacer algo así era muy propio de ella, además que todos habían visto las marcas que Roxana dejó a propósito en el cuello de Cassis. Se levantó de la cama, ignorando el gemido que Cassis dejó escapar, y se dirigió a la mesa; olió lo poco que quedaba del líquido y, efectivamente, era afrodisíaco. Regresó con él pensando cómo manejar esto, podía tratar de darle algún calmante o dejarlo inconsciente para ahorrarle el mal rato, dejarlo solo no era una opción ya que la tía María nunca hacía nada a medias y siendo tan potente, la droga nublaría su cerebro en poco rato más; también podía tratar de calmarle la excitación, pero no sabía cómo se lo tomaría. Volvió a sentarse al lado de Cassis, sus ojos dorados la miraban entrecerrados. Jadeaba más que antes y ahora, medio incorporado, su erección se hacía más que obvia. La miraba buscando una explicación. Pensó que lo mejor era ir directo al grano- Lo que te has tomado era uno de los regalos de mi tía María, era un afrodisíaco- Los ojos de Cassis se abrieron ampliamente y su sonrojo empeoró. Bajó la cabeza y la escondió entre sus piernas, como tratando de olvidarse de la situación; lástima que no iba a funcionar. -Es bastante potente, de aquí a unos minutos tendrás la cabeza totalmente nublada así que tenemos que decidir qué hacer ahora. ¿Cómo te encuentras?- Cassis no se movió, se quedó totalmente quieto por unos momentos, cuando pensó que no le iba a contestar, levantó los ojos. -Me siento algo mareado, con la cabeza nublada y embotada. Apenas puedo pensar en nada que no sea…- No acabó la frase, pero tampoco lo necesitaba. El efecto era más rápido de lo que había predicho, no tenía tiempo de ir a buscar medicamento, solo queda poder noquearlo y que no estuviera muy enfadado… Sintió algo que la tocaba en el muslo. La cabeza plateada de Cassis se frotaba contra su pierna, tenía los ojos cerrados y parecía inconsciente de lo que hacía; cuando la miró, el destello dorado la cautivó por un momento. -Ayúdame…, Roxana…- Susurró, tan flojo que si no estuvieran tan en silencio no lo habría oído. Bueno, eso arreglaba el problema de qué hacer con él. Ella no se engañaba, sabía que Cassis era muy bonito y ella no era impasible a eso, tal vez cualquier otra hubiera aceptado al momento, pero no estaba haciendo esto para sí misma y tenía que estar segura de que él no se arrepentiría de esto, que a ella también le gustara era solo un beneficio extra (y maldita sea si esto no la hizo sentir tan jodidamente parecida a su padre con su madre). La molestaba, pero era el mejor curso de acción y tendría que recordarlo. Le acarició un poco la cabeza y lo hizo mirarla- ¿Estás seguro?, después no podrás pensar claramente, asegúrate de que no te arrepentirás- Frotó su mejilla contra el dorso de su mano- No lo haré. Por favor- Eso era toda la confirmación que necesitaba. Acunó su rostro con las manos y lo besó. Él inmediatamente le correspondió y, a pesar de cómo se encontraba, fue suave con ella. Tan caballeroso. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Cassis no mentía cuando dijo que se sentía mareado, casi nunca realmente mentía, pero en cuanto Roxana lo besó, sus sentidos se agudizaron. Se sintió como la primera vez que le dio medicamento después de su horrenda tortura, él había estado vagando por el desierto, sediento, y ella era su agua. Nunca había sido muy bueno para controlarse, su mejor método para contenerse fue una total restricción, pero ahora no podía hacer otra cosa que pedir más. Lentamente, se fue colocando encima de Roxana, recostándola en el viejo camastro, sin soltar el beso en ningún momento. Sintió las manos de ella que dejaban su rostro y se colocaban alrededor su cuello, acercándolo más. Con cuidado, apoyó los antebrazos a los lados de ella para evitar echarle el peso y acercó la cadera a la suya los más que pudo. El mínimo roce con su entrepierna lo hizo soltar un suspiro tembloroso. Cassis no había tenido ninguna experiencia antes. Como heredero Pedelian siempre estaba bajo escrutinio de con quien se relacionaba y con quien no se trataba, por lo que conocer a una chica sin implicaciones políticas estaba fuera de cuestión, además de que siempre lo había educado para contenerse y no dejarse llevar por su corazón, por lo que mantener las distancias fue su mejor estrategia, los caballeros con los que entrenaban nunca dejaban de burlarse de su inexperiencia. Con todo esto, estaba un poco asustado de decepcionar a Roxana; aunque ella se había ofrecido a esto no quería que fuera un mal recuerdo para ninguno (Además, tenía la sensación de que, si no fuera ella, no habría pedido ayuda). Sus pensamientos se volvieron un flujo incoherente cuando ella metió las manos por dentro de su camisa y acarició su pecho. Sus manos parecían dejar un rastro de fuego por allá donde pasaba y en poco tiempo le había quitado la ropa. Roxana le dio una mirada apreciativa antes de volver a besarlo y, no por primera vez, quiso desesperadamente no lucir tan mal. Ella se llevó las manos al pecho y empezó a desabrochar los botones; al ser de noche llevaba un vestido rojo sencillo con un escote algo bajo del que ahora era dolorosamente consciente. Entonces, Roxana lo apartó. No estaba avergonzado de admitir que soltó un gemido lastimero cuando lo hizo, estaba seguro de que se había arrepentido; pero ella solo soltó las mangas de su vestido y dejó sus pechos al aire sin restricciones. Sintió que se le escapa el aire de los pulmones. Ella estaba ligeramente roja en las mejillas, el cabello rubio algo revuelto se veía absolutamente brillante para él, sus ojos carmesíes lo miraban con algún tipo de emoción que nunca había visto en ella; sus pechos eran blancos como la nieve más pura y los delicados capullos que los coronaban lo provocaba a lanzar todo su raciocinio al viento. Roxana le sonrió espléndidamente. Su corazón latió más rápido y la sangre llegó a su parte baja con fuerza. -Ven aquí- Le dijo ella. Gateó para estar encima de él, se colocó a horcajadas sobre sus caderas y apenas ahogó un gemido al sentir la presión. Se acercó a su rostro y continuó besándolo con los pechos presionados contra él; ella bajó su mano por su costado hasta encontrar la cintura de sus pantalones y empezó a tirar. En este punto, Cassis no podía pensar en nada más que en ella, estaba intoxicado en Roxana y felizmente morir en ella, por lo que la ayudó con gusto a deshacerse de la molesta ropa mientras se permitía pasar las manos por la piel expuesta de su cintura. Ella se separó un momento para quitar se la ropa interior, y cuando volvió a sentarse el tacto de ella al tocar su pene sin restricciones lo hizo gemir. Estaba empapada y sus jugos se derramaban por su miembro enrojecido, por lo que pensó felizmente que ella no estaba disgustada con él. -¿Estás listo?- Preguntó con voz dulce y venenosa a la vez. Roxana no esperó su respuesta para levantar la cintura y alinear su entrada con él y empezar a bajar. Soltó un largo gruñido gutural que era más propio de un animal y casi tapaba por completo el dulce gemido femenino de ella; una vez completamente enfundada, comenzó a mover la cadera de arriba abajo creando una deliciosa fricción, Cassis sentía que el calor de ella se lo iba a tragar por completo. Pero no era suficiente, él movió las caderas tratando de aumentar la velocidad, algo que sin duda ella notó. -¿Quieres correr más?, que impaciente- Dijo entre suspiros, pero agarró la cadena atada a su cuello y tiró para obligarlo a levantarse y ponerse encima. Aumentó el ritmo de embestidas, mientras que ella no soltó la cadena y colocó su rostro en el hueco de su cuello. Sus labios se movieron por toda la extensión de su cuello, el aliento caliente le quemaba cada vez que ella suspiraba; de repente lo mordió, sangre empezó a correr por su piel. Cassis no pudo contenerse de soltar un grito, sabiendo perfectamente que no era de dolor. Ella soltó una angelical risa, que definitivamente no combinaba con su boca roja de la sangre (no que pudiera verlo, pero se lo imaginaba perfectamente) y lamió su cuello llevándose su sangre mientras gemía suavemente. Después, dio otro mordisco más suave entre su hombro y su cuello. Sin darse cuenta, su cuerpo empezó a ir más rápido y temblaba encima de ella; un jadeo sin aliento se le escapó cuando sintió que llegaba a su límite. Roxana jadeó más fuerte que antes y dejó escapar pequeños gemidos, por lo supuso que ella no estaba muy lejos del final. De repente, ella tiró de su cadena y lo acercó para besarlo, se quedó sin aliento mientras llegaba a su clímax. Pero no se detuvo, siguió moviéndose hasta que Roxana, que temblaba debajo de él, dejó ir un largo gemido al alcanzar su propio pico de placer. Se derrumbó sobre ella, teniendo todo el cuidado posible de no aplastarla. Dejó descansar su cabeza en el hueco de su hombro mientras ella daba suaves besos en la extensión de su cuello. Sus ojos empezaron a cerrarse y deseó egoístamente que Roxana se quedara el resto de la noche. Ella puso la mano en la parte superior de su cabeza y comenzó a acariciarle el pelo suavemente. Con esfuerzo, movió ligeramente la cabeza para mirarla, Roxana lo miraba suavemente con una dulce sonrisa goteante de sangre; en ese momento no supo si quería que lo besara suavemente o que lo devoraran entero, ¿sería ella tan gentil de darle las dos cosas?. Ella bajo la mano por el lateral de su rostro hasta sujetar suavemente su mentón. Roxana le dio un dulce beso en los labios. -Como efecto secundario estarás bastante cansado, duerme ahora- Lo dejó recostado suavemente en la cama, desnudo, mientras ella se levantaba y acomodaba su ropa. Recogió la cesta y la bandeja de la mesa y se encaminó hacia la puerta. Cassis sentía su cabeza más y más pesada y, al final, no tuvo el coraje de suplicar que se quedara.
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