[Conociendo las Reglas del Juego] ☆.╴ 1
12 de septiembre de 2025, 16:56
"El Camino hacia el Ascenso de la Oscuridad", una novela que ni siquiera está publicada. El único rastro que existe en internet es su prólogo... o casi.
[El protagonista ¡quiere venganza! Después de que su maestro, alguien a quien admiraba profundamente, asesinara a su mejor amiga, el rencor creció sin reparo.
Desde entonces, su única ambición ha sido ser reconocido...]
¿Nada más? Nada más.
El manuscrito lleva dos años sin actualizarse. Cinco personas —o quizás cinco clics accidentales— han cruzado con el prólogo. Los únicos comentarios son puro spam. El autor, por su parte, no da señales de vida.
No del todo.
Las personas necesitan un espacio, un respiro. A veces, eso significa tumbarse en la cama y dejar que el mundo siga girando sin ellas. Alexander, amigo cercano del autor, aprendió esto de la forma más brutal.
El teléfono de Alexander vibró en su bolsillo.
[NOTIFICACIÓN NUEVA: MENSAJE DE LUCAS]
"¿Ale, si decido eliminar este personaje... estaría bien?"
[NOTIFICACIÓN NUEVA: MENSAJE DE LUCAS]
"Ale, revísalo, ¡por favor!"
Al principio, Alexander no le daba demasiada importancia. Solo escuchaba las ideas de Lucas, proyectos a medio camino que nunca parecían llegar a ningún lado. Creía firmemente que, tarde o temprano, abandonaría la novela.
Lamentablemente.
Luego empezaron los mensajes. Párrafos largos, desordenados, sin coherencia alguna. Alexander los leía, pero nunca los entendía.
Con el tiempo, llegó a una conclusión: o leer no era lo suyo, o estaba al borde de la locura intentando descifrar la trama de esa maldita novela.
Y hablando de la novela... quizás sea momento de intentar explicar su trama. O al menos, lo poco que ha logrado entender entre tantas versiones.
Si alguien va a sufrir por entender esto, que al menos valga la pena...
El protagonista, Itzé. Su sola existencia fue motivo de menosprecio.
La noche en que nació, un fenómeno celestial único: seis estrellas alineadas, iluminaron el cielo. Lo que para el mundo fue un espectáculo magnífico, para quienes rodeaban a Itze fue un mal augurio.
Su madre murió al dar a luz, y su padre, un bandido, desapareció tan rápido como llegó.
Huérfano desde el principio. Sus tíos lo criaron con crueldad, recordándole constantemente lo indeseado que era. Su tío, un hombre áspero y cruel, y su tía, fría y distante.
Lo obligaron a recolectar desperdicios para alimentar a los cerdos. Con una regla clara: si no llenaba cinco cubos, no había comida para él.
Los cerdos tenían más derechos a vivir que él mismo.
Una vez, cayó en el pozo mientras sacaba agua, y en lugar de ayudarlo, lo dejaron salvarse solo para golpearlo por haber "ensuciado el agua".
En otra ocasión. El hambre lo llevó a intentar comer un pedazo de pan sobrante. Su tío lo descubrió y, en lugar de reprenderlo, lo obligó a tragarse la comida de los cerdos.
A partir de entonces, su cuerpo comenzó a fallar. Los dolores musculares lo inmovilizaban por las noches; la fiebre lo hacía delirar. Dolor abdominal, náuseas y vómitos lo acompañaban a diario, pero eso no importaba.
¡Lo más importante!
No podía faltar esa figura casi milagrosa que le daba un respiro de esperanza: su amor de infancia. ¡Por supuesto que tenía que haber una niña pura y bondadosa que lo protegía mientras el resto del mundo lo pisoteaba!
Aunque, claro, eso no significaba que Itze pudiera protegerse de sus tíos.
Esta parte de la trama, por cierto, todavía está en desarrollo. Único seguro es que al final sus tíos encuentran su merecido: mueren de forma misteriosa.
¡Y ahora pasamos a lo más emocionante!
Años después, los guardias del reino Espyraeth reclutaron a Itze, pero su salud lo condenó a un puesto de sirviente
El hechicero imperial Albright lo notó. Y así, de sirviente, pasó a ser el protegido de uno de los hechiceros más poderosos del reino.
A medida que pasaba más tiempo con Albright, Itze conoció a más y más personas influyentes. Entre ellos, el príncipe de Espyraeth y Oreliah, la hija del ministro de guerra y Subteniente del ejército.
Itze la vio una vez, y sin siquiera conocerla, supo que ella era digna.
El hechicero imperial Albright le dio a Itze medicamentos para controlar sus dolores. Al principio funcionaban, pero con el tiempo los síntomas regresaron, obligándolo a depender de dosis cada vez más fuertes.
Un tiempo después, Albright ordenó a Itze infiltrarse en Kalthaukor, específicamente a la región de Kinthakor, como espía. Kalthaukor era enemigo de Espyraeth
Al llegar a Kinthakor, Itze conoció a Anahi, una joven que rápidamente le tomó cariño. Su misión era encontrar a uno de los sabios de Kinthakor, quien parecía estar vinculado con los demonios.
Por supuesto, Itze viajó por varios lugares, en su mayoría realizando tareas típicas de protagonista.
En una ocasión, todos los aprendices de las cuatro regiones fueron enviados a la región Unthikor, había una puerta vinculada a un lugar donde las constelaciones crearon un espacio extraño y lleno de criaturas ajenas al mundo conocido. En ese sitio, Itze conoció a un joven prodigio, considerado el mejor de las cuatro regiones de Kalthaukor.
Poco después, Itze logró encontrarse con el sabio que debía espiar. Sin embargo, Espyraeth invadió Kalthaukor.
En medio del caos, el maestro de Itze mató a Anahi.
¿De verdad no podía tener una historia un poco más original?
la vida le dio un paquete de sufrimiento con todo incluido: madre muerta, padre ausente y unos tíos tan crueles que harían que cualquier villano de película infantil pareciera un abuelo cariñoso
¿Quién podría ser más adecuado para esta misión que alguien que apenas puede caminar con normalidad? Enfrenta demonios, traiciones y una inminente invasión, porque, al fin y al cabo, ¡una historia de fantasía no sería lo mismo si todo fuera sencillo!
¡Es un cliché en su máxima expresión!
Itze castigó a cada uno de sus traidores con ira, sin piedad ni remordimientos. La confianza era un lujo que ya no se permitía; con una simple irritación, sus enemigos caían a sus pies. Aquellas mujeres que él miraba, sin importar su origen o estatus, caían rendidas ante él, convirtiéndose en sus concubinas. Incluso un demonio y una santa se unieron a su harem, porque, ¿por qué no? El poder lo volvía imparable.
Al final, no había nadie que pudiera detenerlo. Regresó para vengarse de su maestro, y con un solo movimiento, lo destruyó, reclamando su puesto como señor de la tierra y el cielo.
Alexander no quería criticar, pero... ¿qué mierda era eso? No era muy fan de leer, y si acaso lograba entender los documentos de sus clases, era un milagro. Su capacidad de retención era un desastre. Apenas recuerda si desayunó pan o arroz el día anterior. Como para pretender todo eso.
La primera vez, puso toda su energía—un 99% de su limitada capacidad mental—en tratar de entenderlo. Y el problema no era solo lo ilegible del contenido, sino que el caos venía con antecedentes: era un resumen de dos años de documentos en PDF enviados, retocados, ignorados, y reciclados, mezclados con los textos sin sentido que Lucas mandaba en sus momentos de "creatividad".
En el mejor de los casos, todo ese resumen representaba un 25% de todos los pdf, o tal vez menos.
La verdad, no importaba. Alexander tampoco estaba en posición de criticar demasiado... bueno, quizás un poco. Después de todo, él mismo carecía de la creatividad para armar algo así...
Pero...
Ah, no importa.
Mientras tanto, él tenía cosas más importantes de qué preocuparse. Se preparaba para un examen de ingreso, y su rutina diaria estaba llena de repasos, nervios y horas escuchando podcasts sobre temas que probablemente olvidaría al día siguiente.
Ya era tarde, camino hacia su casa, con los audífonos puestos escuchando música.
El sol comenzó a descender, tiñendo las calles de un tono cálido
En medio de una canción, el celular vibró en su bolsillo.
[NOTIFICACIÓN NUEVA: MENSAJE DE LUCAS]
Alexander suspiró, deteniéndose. Sacó su celular, desbloqueó la pantalla con un movimiento automático y entró al chat de Lucas.
[ HistoriaFinalv6parte12.PDF]
Sin pensarlo demasiado, abrió el archivo y comenzó a caminar. Abrió la aplicación para escuchar el texto
—¡CUIDADO!
El sonido lo hizo girar instintivamente. Una pelota rebotó hacia él, pero no tuvo tiempo de reaccionar.
En un parpadeo, todo se volvió blanco.
Extrañamente, el suelo duro se volvió un poco suave.
Mmh.
Alexander se acomodó volteándose a un lado. Al hundir su mejilla en la almohada, aspiró un olor a tierra húmeda...
Suspiro, ¿Acaso era importante? Los exámenes finales lo habían dejado hecho mierda, cualquier momento de descanso era bienvenido.
Seguro está en el hospital después del pelotazo. Una excusa válida para no hacer nada por primera vez en meses.
Cómodo... por fin puede dormir.
—¡Luyach! ¡Aliet se movió!
La voz le perforó los oídos. Alexander frunció el ceño, decidido a seguir dormido.
Por favor, enfermera, cinco minutos más.
—Te dije que lo dejes en paz —respondió una voz grave—. Estás castigada. ¿Qué haces aquí?
Groooowwwl.
Un gruñido resonó en la habitación. Como un motor de camión viejo arrancando.
¿Qué...?
Alexander pestañeó, aturdido. El sonido se repitió, más potente... Desde su estómago.
¡Aah!
¡SAH! Qué vergüenza.
Se encogió contra el colchón. Si existía un dios de la vergüenza, ahora era buen momento para que se lo llevara.
—¿Eso fue su estómago? —La primera voz soltó una risa cristalina, divertida pero sin malicia.
Genial. Hasta las enfermeras se burlaban de él.
Alexander se quejó bajito y se hace bolita. Busco algo para taparse, una manta.
¿Dónde están las mantas? ¡¿Qué clase de hospital era este?!
Trató de girar hacia la derecha, buscando una posición más cómoda.
Un dolor lo atravesó como si alguien le hubiera metido un cuchillo a su costilla derecha. Su espalda se arqueó, un gemido se le escapó entre los dientes.
¡CARAJO!
Una figura borrosa se inclinó sobre él. Sus labios se movían con urgencia, pero las palabras llegaban distorsionadas, ahogadas por un pitido agudo que le perforaba los tímpanos.
El pitido se desvaneció gradualmente. Cuando el dolor se volvió tolerable, sus dedos exploraron instintivamente su torso. Vendas gruesas rodeaban sus costillas.
¿Un golpe en la cabeza termina con las costillas vendadas?
¿Qué clase de hospital lo habían traído?!
Sus ojos se abrieron por reflejo y una pared de luz blanca le quemó las retinas. Los cerró de inmediato, viendo manchas rojas pulsando detrás de los párpados.
Lo intentó de nuevo, esta vez preparado. Entrecerró los ojos lentamente, dejando que la imagen se formara poco a poco.
Lo que vio no tenía sentido.
Justo encima de él, una ventana rectangular enmarcaba un pedazo de cielo de un azul tan profundo e irreal, que parecía photoshopeado o como esos fondos predeterminados de Windows
Las hojas de algún árbol danzaban en los bordes, mecidas por una brisa que olía a hierba mojada y tierra fresca. Nada que recordara al asfalto y smog de la ciudad.
Una hoja se desprendió y cayó directo a su frente. Antes de que pudiera quitársela, unos dedos delgados la recogieron con un movimiento fluido.
Giró la cabeza y su confusión se multiplicó por diez.
No estaba en un hospital. Las paredes eran troncos gruesos mal ensamblados, formando una especie de cabaña rústica. La luz dorada se colaba por las ranuras, dibujando líneas de polvo flotante en el aire.
Qué carajos...
Sus últimos recuerdos eran fragmentos dispersos: el camino a casa, los audífonos puestos, el celular vibrando con otro mensaje de Lucas, la pelota que apareció de la nada.
No había sentido.
Entonces los vio.
A su derecha, una joven estaba sentada al borde de la cama. Su postura era relajada, y llevaba puesta una prenda magenta que parecía tejida a mano, con pequeños detalles bordados que atrapaban la luz de manera sutil.
Detrás de ella, había un chico más o menos de su edad, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos con la misma vestimenta, pero tenía un porte más serio
Las ropas que vestían no eran modernas. Parecían sacadas de una feria medieval o de esas películas de fantasía que nunca le gustaron.
Okay, definitivamente le drogaron. Esto es una alucinación.
Alexander intentó sentarse para procesar mejor esta locura, pero el dolor volvió a explotar en su costado. Sus ojos se llenaron de lágrimas involuntarias.
—¡Ah...!
La chica se inclinó hacia él, pero una sombra la apartó bruscamente.
El muchacho apareció a su lado, se agachó y le sostuvo la espalda con firmeza. Su presencia era fría, pero su toque transmitía un calor extraño que le subió por la piel.
—No te esfuerces —su voz grave, directa.
Alexander asintió débilmente, sin fuerzas para protestar.
Era imposible. Un pelotazo no podía causar esto.
A menos que de verdad lo drogaran, Pero, ¿quién secuestraría a un estudiante quebrado? ¿Un vendedor de órganos? Todavía quería conservar sus órganos ¡Por favor tengan piedad!
— ¿Aviso a Sonjok, Luyach?.
¿ Luyach?...
Ese nombre por alguna razón sentía que lo conocía...
Mentalmente, se golpeaba contra una pared.
Alexander levantó la mirada hacia los dos jóvenes que seguían conversando entre ellos. Primero miró a la chica, luego al chico, y nuevamente a la chica.
Los dos conversaban entre ellos en voz baja, lanzándole miradas ocasionales. Sus gestos eran cuidadosos, como si temieran asustarlo.
—¿Anahí?
La palabra escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla. Alexander se llevó una mano a la boca, horrorizado.
Esa voz... no suena completamente como la suya.
¿De dónde había salido ese nombre? ¿Qué... qué acabo de decir?
Los tres se quedaron mirándose en silencio.
La joven parpadeó, sorprendida, antes de que una sonrisa suave curvara sus labios. Se inclinó ligeramente hacia él.
— Aliet...
Aliet.
¿Quién era Aliet? ¿Él?
El mundo se distorsionó. Las paredes ondularon, los sonidos se alargaron.
[¡SISTEMA DE TRANSMIGRACIÓN ACTIVADO!]
Letras azules flotaron ante sus ojos, acompañadas por una voz mecánica:
[Bienvenido al mundo de "El Camino hacia el Ascenso de la Oscuridad". Usted ha sido seleccionado para el rol: Aliet Xylaraen, Quinto Protegido del— ]
¡¿QUÉ MIERDA?!
[¡Sorpresa! El archivo de personaje presenta corrupción. Implementando restricciones temporales... ]
¿Había transmigrado?
¿En serio? ¿Como en esas historias de internet que Lucas siempre le mandaba? No. Eso era imposible. Puras fantasías para gente sin vida social.
Pero...
"El Camino hacia el Ascenso de la Oscuridad"
¡Era la novela de Lucas!
¡Está dentro de los borradores que le enviaba por WhatsApp!
Espera, espera... Esto no tenía sentido. Ese nombre, Aliet, no le resultaba familiar.
No recuerda haberlo leido en los borradores de Lucas. ¿Acaso había algo en las nuevas u otras versiones que él desconocía?
Lo que sí reconocía eran los otros nombres. Anahí y Luyach formaban parte de la historia original. Según recordaba, tenían una relación casi familiar que se había roto por alguna pelea.
Era el catalizador que conectaba a Anahí con Itze, el protagonista de la novela, quien debía llegar a la región de...
¡NO RECUERDA!
¡AAAH!
[Estimado anfitrión. Usted ha sido seleccionado como:
FUNCIÓN ASIGNADA: "Revisor"
De esta narrativa en desarrollo. Su función será evaluar y elegir entre las opciones de desarrollo que el autor original ha creado.
Para facilitar su trabajo, tiene acceso limitado a los borradores originales. Pero tendrá que completar misiones para desbloquearlo - sí, incluso esas que fingió leer y respondió con un "👍"]
¿?... Disculpa.
[Para garantizar el cumplimiento de su función, se le asignarán tareas específicas que deberá completar. En caso de incumplimiento, recibirá sanciones proporcionales. Se le recomienda encarecidamente asumir su papel con seriedad.]
[¿Está listo para comenzar? ¡Perfecto! Porque no hay otra opción disponible.]
... ¡Vete a la mierda!
Se incorporó de golpe, pero sus piernas no respondieron. El dolor en las costillas se disparó como electricidad, y se desplomó de rodillas contra el suelo de madera.
Otra vez ese dolor...
—¡Aliet! —Los dos jóvenes se movieron al instante.
Alexander miró sus propias manos temblorosas contra el suelo. ¿Por qué se veían tan pequeñas? Espera... ¿Por qué todo parecía grande?
¿Qué está pasando?
[Error de compatibilidad crítico detectado.]
[Inyectando parámetros de estabilización...]
[Sujeto presenta resistencia excesiva. Aplicando protocolos de emergencia...]
Una niebla pesada comenzó a invadir su mente. Sus párpados se volvían cada vez más pesados.
No...
[Induciendo estado de reposo forzado...]
—No...
La oscuridad lo envolvió antes de que pudiera terminar la frase.
[Descanse, Aliet.]