Capítulo 1
                                                    14 de septiembre de 2025, 0:01
                                            
                  
Capítulo 1
El único ojo rojo visible de Sengo brillaba con diversión mientras observaba a las imponentes figuras que se alzaban en el cielo frente a él. Cada uno de ellos era una leyenda viviente, pero para Sengo, no eran más que entretenimiento. Vestida con un elegante traje de mayordomo, Scáthach, la letal sirviente personal de la [Reina Halloween], lo miraba con la fría serenidad de una maestra guerrera. A su alrededor, listos para el combate, estaban Sun Wukong, el travieso Rey Mono, Thor, el poderoso dios del trueno, Heracles, el semidiós imbatible, y Karna, el héroe radiante con la gracia del sol. Cada uno empuñaba sus armas, preparándose para la batalla que determinaría la muerte del [Señor Demonio] Rey Oni Sengo.
Sengo esbozó una sonrisa cruel mientras su voz resonaba como un trueno.
"Sus armas no me afectarán en lo más mínimo, gracias a la [Autoridad del Sol de Leo], que le arrebaté a Heracles hace cien años." Su tono, lleno de burla, hizo eco en el campo de batalla mientras lanzaba una mirada desafiante al héroe griego, que apretaba los puños con furia contenida.
Con una risa gutural, el demonio dio un paso hacia adelante, extendiendo sus brazos como si invitara a sus oponentes a atacar.
"Para hacerlo más interesante..." susurró, sus ojos resplandeciendo con un destello salvaje. "Dejaré que sus armas toquen mi cuerpo. No esquivaré ni uno solo de sus golpes. Vamos, denme lo mejor que tienen."
La provocación llenó el aire, cargada con el peso de su arrogancia inhumana. Sengo no temía el dolor ni la muerte; solo buscaba el éxtasis del combate, desafiando a esos héroes con la certeza de que, pase lo que pase, la lucha sería gloriosa.
Thor fue el primero en lanzarse al ataque, blandiendo su imponente martillo Mjolnir con una fuerza que podría destrozar montañas. Sin vacilar, lo lanzó directo al pecho de Sengo. Como había prometido, el Oni no hizo el menor intento por esquivar. El impacto fue brutal; el martillo chocó contra su torso con un estruendo ensordecedor, y un rayo descomunal lo envolvió al instante, iluminando el campo de batalla con un destello cegador.
Pero cuando el resplandor se desvaneció, Sengo aún seguía en pie, su rostro esbozando una sonrisa salvaje, aunque su piel quemada por el rayo dejaba rastros de humo a su alrededor. El ataque de Thor, a pesar de su increíble poder, había fallado en causar el daño mortal que pretendía.
Heracles no perdió tiempo. En un parpadeo, se lanzó hacia Sengo con una furia incontrolable. Usando toda su fuerza sobrehumana, envió una tormenta de golpes precisos y devastadores, apuntando a los puntos vitales del Oni. Los puños de Heracles se movían como relámpagos, impactando con la fuerza de mil hombres, pero Sengo apenas se inmutaba, absorbiendo cada golpe como si fueran meras caricias. Cada impacto resonaba con un sonido hueco, y el suelo bajo ellos temblaba, pero los ataques aún no eran suficientes para derribarlo.
Mientras tanto, Scáthach, la reina guerrera de los espectros; preparaba su temible lanza, la Gaé Bolg. Con una concentración mortal, cargó la lanza con una cantidad abrumadora de energía espiritual. En un abrir y cerrar de ojos, la lanzó con precisión milimétrica hacia Sengo, quien todavía se encontraba inmerso en el ataque de Heracles.
Sabiendo lo que estaba por suceder, Thor y Heracles saltaron hacia atrás, alejándose justo antes de que la lanza alcanzara su objetivo. Al chocar, una explosión descomunal sacudió la tierra, haciendo añicos todo lo que la rodeaba. Una columna de luz roja se elevó al cielo, y el suelo se fragmentó en pedazos, desintegrándose bajo la energía destructiva.
El polvo y los escombros llenaron el aire, ocultando por un instante la figura de Sengo. Pero aquellos héroes no bajaron la guardia; sabían que una simple explosión no sería suficiente para detener a ese monstruo.
Sun Wukong, que había mantenido una distancia prudente, observaba con frialdad. Su mirada, normalmente astuta y traviesa, estaba llena de una ira contenida, una furia silenciosa que ardía en su pecho. Sengo había matado a sus hermanos jurados, y esa acción no podía ser perdonado.
"Ese maldito monstruo..." murmuró ella, apretando los puños alrededor de su bastón, el Ruyi Jingu Bang, que podía cambiar de tamaño a su voluntad.
Él Rey Mono, como muchos la llamaban, era conocida por su espíritu juguetón y despreocupado, pero esta vez su rostro mostraba una seriedad que no era habitual en ella. Sun Wukong no solo estaba en esa batalla para derrotar a un enemigo formidable; estaba allí para vengar la muerte de sus compañeros, para limpiar el honor de aquellos que Sengo había masacrado.
El polvo empezó a asentarse, revelando la figura de Sengo. Herido, pero todavía de pie, su cuerpo quemado y cubierto de cicatrices por los ataques combinados. Sin embargo, una risa ronca escapaba de sus labios.
"¿Es todo lo que tienen? Pensé que los héroes legendarios serían más... entretenidos."
Las palabras de Sengo solo encendieron aún más la furia en Sun Wukong. Los recuerdos de sus hermanos caídos llenaban su mente, y con un grito de rabia, finalmente se lanzó al ataque. Su Ruyi Jingu Bang creció en tamaño mientras corría hacia Sengo, cada paso resonando con una fuerza descomunal.
"¡Esto es por mis hermanos!" gritó, su voz cargada de odio y dolor.
El bastón, ahora gigantesco, descendió con una fuerza imparable, apuntando directamente a la cabeza de Sengo. No era solo un golpe destinado a derrotarlo, sino una descarga de la venganza del Rey Mono. Sun Wukong, movida por la pérdida y el deseo de venganza, descargaba todo su poder en ese ataque, decidido a aplastar a la criatura que tanto daño le había causado.
Sengo no necesitó decir palabra alguna. Con una sonrisa apenas perceptible en sus labios y una mirada llena de una feroz diversión, pensó para sí mismo: "Es mi turno."
En un parpadeo, se movió. Su velocidad era abrumadora, casi imposible de seguir incluso para los ojos entrenados de los héroes. Antes de que Sun Wukong pudiera reaccionar, sintió el agarre implacable de Sengo en su cuello. El sonido de la tierra rompiéndose resonó mientras Sengo la aplastaba contra el suelo con una facilidad aterradora. El impacto fue tan violento que la tierra misma se partió, creando grietas que se extendieron a su alrededor.
Los otros héroes miraban atónitos cómo Sun Wukong, una guerrera legendaria, yacía con su rostro enterrado en la tierra bajo la mano de Sengo.
Sin perder tiempo, y con una precisión despiadada, Sengo levantó su codo derecho y lo hundió directamente en el estómago de Sun Wukong con una fuerza descomunal. El impacto fue tan brutal que se escuchó un crujido desgarrador, probablemente de las costillas fracturadas por el golpe. El cuerpo de Sun Wukong tembló violentamente bajo el peso del ataque, su respiración se volvió jadeante y dolorosa.
Aun así, Sengo permanecía inmóvil, su mirada cargada de una extraña mezcla de calma y sadismo, disfrutando del daño que causaba.
Mientras Sun Wukong jadeaba por el dolor, intentando recuperar el aliento, Sengo se inclinó ligeramente hacia ella, su tono burlón y frío:
"No dejes que tu deseo de venganza te consuma. El odio nubla tu juicio y te impide pensar con claridad... ¿Realmente crees que así lograrás matarme?"
Sus palabras eran calmadas, pero cargadas de una crueldad punzante. Mientras hablaba, Sengo levantó su pierna con deliberada lentitud, como si disfrutara del momento, y la dejó caer con fuerza descomunal sobre la espalda de Sun Wukong. El impacto fue devastador, un crujido resonó en el aire mientras el cuerpo de la guerrera era empujado más profundamente en la tierra, como si estuviera siendo devorada por el suelo mismo.
La tierra se partió aún más, creando un cráter alrededor de Sun Wukong, que apenas podía moverse bajo la presión. El golpe la había hundido varios metros bajo tierra, mientras Sengo observaba con su único ojo rojo brillando, saboreando su ventaja.
En un parpadeo, Thor rompió sus límites. Con toda su fuerza sobrehumana canalizada, balanceó su martillo Mjolnir con una velocidad y potencia descomunales. El martillo, cargado con el poder del rayo, impactó directamente en el rostro de Sengo, descargando una explosión de energía eléctrica que sacudió el campo de batalla.
Simultáneamente, Heracles, con su pierna derecha preparada, se lanzó desde atrás. Su objetivo era claro: golpear la parte trasera de la cabeza de Sengo con toda su fuerza sobrehumana. Ambos héroes, uno atacando por el frente y el otro por detrás, buscaban destruir la cabeza de Sengo de un solo golpe combinado.
Sin embargo, el impacto que habría sido letal para cualquier otro ser fue prácticamente inútil contra Sengo. La [Autoridad del Sol de Leo], que había robado de Heracles siglos atrás, protegía su cuerpo de los efectos devastadores de estos ataques físicos. La piel de Sengo no cedió; sus huesos no se rompieron. Ambos ataques, aunque brutales, no lograron el objetivo de desmembrar o destruir su cuerpo.
Karna, quien había observado pacientemente el caos, sabía que estos ataques no serían suficientes para derrotar a Sengo. En su mano, sostenía su arma más poderosa, la lanza Vasavi Shakti, cargada con la energía de la [Cosmología del Zoroastrismo], el único poder capaz de debilitar a Sengo, pero, no lastimando de gravedad.
Thor y Heracles habían sido los señuelos perfectos. Mientras Sengo se regodeaba en su propia arrogancia, confiado en que su Autoridad lo protegía de cualquier daño, Karna concentraba todo su poder en la lanza. El momento había llegado, y con una mirada fría y calculada, lanzó la Vasavi Shakti con una precisión inhumana, dirigida directamente al corazón de Sengo.
Cuando Sengo finalmente percibió el ataque de Karna, ya era demasiado tarde. La lanza atravesó el aire como una estrella fugaz, desbordante de energía cósmica. Antes de que Sengo pudiera reaccionar, la lanza impactó su cuerpo, donde la [Cosmología del Zoroastrismo] cumplió su función hiriendo internamente y liberando una energía espiritual devastadora que hizo temblar el suelo a su alrededor. El grito de dolor de Sengo resonó, marcando la primera vez en esta pelea que el Rey Oni sentía el verdadero dolor.
Pero incluso en su estado herido, Sengo no se rindió. Con su cuerpo ardiendo y sus heridas abiertas, se volvió hacia Heracles, el más cercano de sus oponentes. Con una furia desatada, tomó la cabeza del héroe griego con una sola mano y, en un movimiento brutal, le propinó un rodillazo que hizo crujir los huesos de Heracles, dejándolo inconsciente al instante. La fuerza sobrehumana de Sengo superaba todo límite, su ira solo alimentaba su poder.
Thor, viendo a Heracles caer, intentó intervenir nuevamente, pero Sengo, aún tambaleante, lanzó una ráfaga de ataques con artes marciales que había perfeccionado desde su juventud bajo la tutela de Yoshi. Cada golpe fue preciso y mortal, rompiendo la defensa de Thor y dejándolo gravemente herido.
En ese momento, Scáthach, que había estado esperando su oportunidad, se unió a la batalla. Experta en artes marciales y con la mortífera lanza Gaé Bolg en mano, se lanzó hacia Sengo. Ambos guerreros chocaron en un intercambio brutal de golpes cuerpo a cuerpo, cada uno de ellos buscando la debilidad del otro. La lanza de Scáthach, maldita y temible, logró penetrar la defensa de Sengo, provocando heridas profundas y abriendo nuevas cicatrices en su cuerpo.
A pesar de todo, Sengo se mantenía firme, negándose a ceder. Sus enemigos, aunque poderosos, aún no habían logrado derrotarlo por completo. Pero con cada segundo que pasaba, la energía de la [Cosmología del Zoroastrismo] seguía erosionando su resistencia, acercándolo cada vez más a su límite.
En un instante, una segunda copia de la lanza de Karna impactó en la espalda de Sengo. Estaba tan concentrado en su combate cuerpo a cuerpo con Scáthach que no anticipó el ataque. La lanza, imbuida con la [Cosmología del Zoroastrismo], atravesó su defensa, penetrando profundamente en su espalda y dañando gravemente su brazo derecho. La energía cósmica se extendió rápidamente, entumeciendo sus músculos y dejándolo incapaz de mover el brazo.
El dolor era insoportable, pero Sengo se mantuvo firme, forzado ahora a defenderse solo con su brazo izquierdo. Scáthach, aprovechando su ventaja, intensificó sus ataques con precisión letal, cada golpe de su lanza Gaé Bolg buscando abrir nuevas heridas. A pesar de estar herido, Sengo seguía resistiendo, esquivando y bloqueando los ataques como podía, su cuerpo entero luchando por no ceder.
La tensión entre los dos combatientes era palpable. El ritmo de la pelea había cambiado, y aunque Sengo estaba gravemente herido, su voluntad de seguir luchando no había flaqueado. Scáthach, con su mirada fría y calculadora, no mostraba piedad mientras continuaba atacando, sabiendo que tenía que aprovechar esta oportunidad mientras Karna le proporcionaba apoyo.
Pero Sengo, aún herido y limitado, no había sido completamente derrotado.
Sun Wukong apareció de repente, lanzándose al combate junto a Scáthach. Los ataques comenzaron a llegar desde dos frentes: Scáthach atacaba con su lanza Gaé Bolg por delante, mientras Sun Wukong, recuperada del golpe anterior, se movía ágilmente, lanzando rápidos y certeros golpes con su bastón Ruyi Jingu Bang desde atrás.
Sengo, a pesar de estar herido, no retrocedió. Sus instintos de batalla, afilados por siglos de peleas, se elevaron a un nuevo nivel. Moviéndose con precisión milimétrica, bloqueaba los ataques de Scáthach con su brazo izquierdo mientras esquivaba los ataques de Sun Wukong por la espalda. Cada movimiento era feroz, como si se alimentara de la misma violencia del campo de batalla.
A medida que la pelea se intensificaba, Sengo comenzó a ganar terreno. Sus reflejos se agudizaban con cada golpe que recibía, aprovechando cada resquicio en los patrones de ataque de sus oponentes. El sonido de las armas chocando resonaba en el aire, y por un momento, parecía que Sengo podría superar incluso a dos oponentes a la vez.
Sin embargo, en ese instante, Karna, que había estado observando cuidadosamente, comenzó a preparar su movimiento final. El guerrero legendario, con su fría determinación, conjuró cincuenta copias de su lanza Vasavi Shakti, cada una cargada con la destructiva [Cosmología del Zoroastrismo]. Su objetivo era claro: matar a Sengo de una vez por todas.
Sengo, atrapado en el frenesí de la batalla contra Scáthach y Sun Wukong, no percibió el peligro inminente. Karna, con una precisión letal, lanzó todas las lanzas en un ataque devastador. En el último segundo, Scáthach y Sun Wukong saltaron fuera del alcance, escapando del torrente de lanzas que caían desde el cielo.
Sengo, sin esa oportunidad, fue alcanzado por la totalidad del ataque. Las lanzas impactaron sobre su cuerpo con una explosión de energía, y la tierra misma tembló bajo el poder de Karna. Aunque herido y debilitado, Sengo se mantuvo de pie, aun aferrándose a su instinto de supervivencia. Pero la gravedad de sus heridas era evidente, y las fuerzas combinadas de sus enemigos lo habían llevado al límite.
Mientras el polvo se asentaba tras la devastadora lluvia de lanzas, los héroes observaron con cautela el lugar donde Sengo debería haber sido aniquilado. Sin embargo, lo que vieron les dejó perplejos. A pesar de la inmensa fuerza del ataque combinado, Sengo seguía de pie, herido, pero aún intacto. Ninguna de las lanzas de Karna había perforado su cuerpo. El poder de la [Autoridad del Sol de Leo], un [Gift] que Sengo había robado de Heracles, demostraba ser tan formidable como temían.
Scáthach, con una expresión de incredulidad, mantuvo su mirada fija en Sengo. "¿Cómo es posible? Este hombre... Su resistencia es monstruosa."
Sun Wukong, aun respirando con dificultad por el esfuerzo de la batalla, apretó su bastón con furia. "Ese [Gift]... la [Autoridad del Sol de Leo]. Ahora entiendo por qué tantos héroes y [Señores Demonios] lo codician. Es la clave para su supervivencia."
Thor, con el martillo aún en mano, observaba con un ceño fruncido. "Incluso después de todo eso... sigue en pie. Ni las fuerzas combinadas de todos nosotros fueron suficientes para derribarlo."
Karna, quien había lanzado el ataque decisivo, cerró los ojos un momento. "La [Autoridad del Sol de Leo] no solo le otorga una defensa casi impenetrable, sino que lo vuelve inmortal en un sentido. Aunque lo ataquemos con todo lo que tenemos, mientras ese [Gift] siga con él, seguirá regresando."
Mientras reflexionaban sobre la situación, algo extraño comenzó a manifestarse. Un vórtice de oscuridad, profundo y ominoso apareció cerca de Sengo. Los héroes lo reconocieron al instante. Era el temido [End Emptiness], una entidad de destrucción absoluta en Little Garden, capaz de absorber todo lo que tocaba.
Los ojos de Sun Wukong se abrieron con sorpresa. "¿El [End Emptiness]? ¿Cómo...?"
Thor observaba el vórtice con incredulidad. "¡No puede ser! ¿Por qué está aquí ahora? ¡Este es un poder que ni siquiera nosotros podemos controlar!"
Antes de que pudieran reaccionar, el [End Emptiness] comenzó a succionar a Sengo hacia sus profundidades. El Oni, aún en pie, parecía debilitado, sin capacidad para resistir. En un último esfuerzo por mantenerse consciente, su cuerpo fue absorbido por completo en la oscuridad, desapareciendo de Little Garden.
Los héroes intercambiaron miradas, sorprendidos y desconcertados. Scáthach fue la primera en romper el silencio. "No sabemos a dónde lo ha enviado... pero una cosa es segura. Sengo ya no está aquí."
Con la desaparición del Rey Oni, el campo de batalla quedó en silencio, mientras cada uno de ellos contemplaba el misterio detrás de su inesperada derrota.
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Sengo, adolorido y aturdido, comenzó a recuperar la conciencia. El leve resplandor de unas piedras espirituales iluminaba suavemente el interior de la cueva en la que se encontraba. Las paredes rocosas parecían vibrar con una energía desconocida para él, pero lo que más le desconcertaba era el lugar en sí. ¿Cómo había llegado allí? Todavía sentía el eco de la batalla que libró contra los héroes en Little Garden, y un recuerdo más reciente se le vino a la mente: había sido tragado por el [End Emptiness], como también por la chica que vio desnuda en el manantial.
Con un suspiro, se apoyó en una de las rocas cercanas, intentando contener el dolor que recorría su cuerpo. "Me ha salvado...", pensó, refiriéndose a la entidad oscura que lo había sacado de la muerte inminente. Sengo también miró su torso y brazos vendados, recordando que fue la chica quien debió encargarse de ello.
Decidió explorar su entorno. Aunque su cuerpo aún estaba debilitado no se permitía quedarse quieto por mucho tiempo. Caminando hacia la salida de la cueva, notó que, fuera de ella, el paisaje era tranquilo, con un cielo claro y montañas en la distancia. Sin embargo, lo que capturó su atención fue la figura de la chica, probablemente de unos trece o catorce años, entrenando con una espada.
La chica estaba concentrada, moviéndose con una habilidad sorprendente para alguien de su edad. La espada que empuñaba llamaba la atención de Sengo. Era una espada larga de una mano, con un bisel de color rojo que parecía emanar un brillo siniestro. La hoja, completamente negra, le daba un aspecto casi demoníaco, como si ocultara un poder oscuro en su interior.
Sengo, observando desde la distancia, frunció el ceño. "Esa espada..." pensó, intrigado. No conocía su nombre ni su origen, pero era evidente que no era un arma común. Había algo en ella que lo inquietaba, una sensación que no lograba identificar. La joven, por su parte, parecía manejarla con una destreza que excedía con creces lo que cabría esperar de alguien tan joven.
El Oni permaneció en silencio, contemplando la escena y tratando de comprender dónde había terminado. Sus pensamientos se entremezclaban entre la gratitud por seguir vivo y la inquietud por la espada que veía ante él.
Mientras la observaba, comenzó a notar el entorno con mayor detalle. Las llamas espirituales que antes había percibido en la cueva también emanaban una energía similar a la de la espada de la joven. Era como si todo a su alrededor estuviera conectado por un hilo invisible de poder espiritual, una fuerza que Sengo no podía ignorar.
Decidió acercarse un poco más, aunque aún en silencio, para no interrumpir el entrenamiento de la joven. Quería ver más de cerca ese extraño poder, y quizás, obtener algunas respuestas.
Acercándose lo suficiente, miró como la chica detuvo su entrenamiento para luego mirarlo a él.
"Me sorprende que hayas despertado." dijo, sus ojos reflejando asombro al ver a Sengo. Desde su perspectiva, lo vio envuelto en vendajes que cubrían su torso y brazos, recordándole que había tratado sus heridas y limpiado la sangre que manaba de ellas. En su mente, Sengo había estado al borde de la muerte. La sorprendía verlo caminar y despertar tan solo dos días después. "Solo fueron dos días que estuviste en reposo cuando trate tus heridas."
"Gracias." Sengo se acomodó sentándose en el suelo e inclinando su espalda en una roca para descansar mejor. "Lamento la molestia que tuviste que pasar por ayudarme con mis heridas."
Ella movió su cabeza. "Descuida. Estabas gravemente herido, hasta pensé que ibas a morir una vez viendo las heridas en tu cuerpo. Era un milagro viéndote respirar sin dificultad."
La espada negra desapareció de la mano de la chica. Sengo llevo sus dedos a la barbilla sorprendiéndose de ese hecho.
Ella vio la evidente sorpresa de Sengo.
"Es mi espíritu contratado se puede decir."
"¿Tú espíritu contratado?"
Es algo que no entendía Sengo.
Esto confundió a la chica.
"¿Sabes que es una usuaria elemental?"
"Si hablas de usar magia, si lo conozco."
Un pequeño fuego apareció en las palmas de Sengo.
Ahora la sorprendida era la chica.
"Un hombre no puede tener magia espiritual, y tampoco hacer un contrato espiritual con un espíritu."
Recordó la leyenda del Rey Demonio Sulaiman, pero negó ese hecho. Después de todo tenía el Anillo de Sulaiman en su posesión y donde se encontraba anteriormente sellada su mejor amiga, Restia Ashdoll.
Así que no era posible que ese chico tuviera un espíritu contratado, pero, al pensarlo mejor, no había forma de que hubiera sobrevivido sin alguna otra fuerza sobrenatural.
"Así que los hombres no pueden usar magia," murmuró Sengo. "De dónde vengo, es algo natural. Incluso los humanos más débiles pueden activar magia, aunque sea débil en ellos. Pero tu reacción me cuenta otra historia."
"Solo las mujeres puras tienen el privilegio de hacer un contrato con un «Espíritu», y somos conocidas como «Elementalistas». Por eso me sorprende ver a un hombre usando magia."
"Así que esa es la razón." dijo Sengo, mirando al cielo. "Ahora entiendo perfectamente tu sorpresa y cómo funciona este mundo."
(¿Qué debo hacer ahora?) pensó Sengo. (Mi energía espiritual está fallando. Las lanzas que impactaron en mi cuerpo están obstruyendo su recuperación... puede que me quede en este lugar por cinco años...).
Sengo se rascó la parte trasera de la cabeza. "Esto es una molestia." murmuró.
"Una pregunta."
Sengo miró a la chica y le indicó que continuara.
"No pude quitarte el parche del ojo izquierdo. Era como si estuviera pegado a tu piel. Intenté ver si tenías alguna herida, pero no tuve suerte."
"No hay forma de que permita que me quiten el parche. En ese ojo hay un extraño agujero negro que se comporta de forma extraña."
"¿De extraña forma?" Aunque todo lo que dijo la sorprendía inimaginablemente, su curiosidad era más fuerte.
"Por alguna razón, le gusta absorber todo lo que tenga que ver con la oscuridad."
Ella abrió los ojos, sorprendida.
"Entonces, ese ojo es peligroso para mi espada de oscuridad."
"Sí, es mejor que nunca me quites el parche. Podría causar algo inimaginable."
Ella comprendió lo crucial que era ese parche en su ojo izquierdo. Bajo ninguna circunstancia debía ser liberado.
"Ah todo esto, ¿Quién eres?"
Sengo quedó en blanco. Era la primera vez que alguien le hacía esa pregunta en mucho tiempo. Fragmentos de su pasado comenzaron a invadir su mente, recuerdos de una vida que había dejado atrás. Ya no era Senji Muramasa. Ahora era el [Señor Demonio] Rey Oni Sengo. Antes fue simplemente Sengo, pero tras asesinar a su propio padre, corrompido por la locura de Angra Mainyu, obtuvo el título de "Rey Oni" en su nombre y luego llego lo del [Señor Demonio], así que actualmente era aclamado como el [Señor Demonio] Rey Oni Sengo.
Ren quedó perpleja, sintiendo que su simple pregunta había desatado algo profundo en el interior del chico.
"Pues soy muchas cosas. Supongo que en este mundo sería considerado un «Rey Demonio». He matado a incontables personas, tanto inocentes como malvadas. De cualquier forma, me consideran un «Monstruo» de dónde vengo."
Aunque el miedo la invadía, Ren no permitió que sus emociones se reflejaran en su rostro ni en su postura.
"Me llamo Sengo... O puedes llamarme Senji Muramasa, como prefieras. Ya te dije quién soy, sin ocultar mi pasado." Sengo miro a la chica. "¿Cómo te llamas?"
Ren no podía huir. Aunque Sengo estuviera herido, sentía que escapar no era una opción; algo en él le decía que no lo lograría. Matarlo tampoco lo era, aunque por alguna razón, sentía como si una cuchilla invisible rozara su cuello, aunque no había nada allí.
"Ren Ashbell... y no creo que sea un placer conocerte, Senji Muramasa."
"No, no lo es. No después de escuchar mi pasado. Dudo que alguien en su sano juicio quisiera conocer a un psicópata como yo, y mucho menos convertirse en su amigo."
Ren asintió, manteniendo la calma.
"Por cierto, ¿dónde estamos? Es algo que también me gustaría saber."
"Este lugar es «Astral Zero». Se llega a través de una «Puerta Astral». Hay muchas por diferentes lugares, así que es fácil acceder a este mundo."
"Interesante. ¿Algo más que deba saber sobre este lugar?"
"En Astral Zero, los humanos con cuerpos físicos y poderes divinos son tratados igual que los espíritus. Esto significa que los cuerpos físicos sufren daños mínimos al recibir ataques, aunque el dolor se siente de forma normal. Sin embargo, en lugar de dañar el cuerpo, los ataques afectan la mente. Los daños graves pueden causar pérdida de memoria, destrucción mental e incluso el riesgo de no recuperar la conciencia. Es un lugar ideal para prácticas de combate, duelos y enfrentamientos oficiales."
"Así que... dolor mental…" murmuró Sengo, ocultando una pequeña piedra en su mano. De repente, la lanzó hacia la cabeza de Ren, quien recibió el impacto de lleno.
"¡Eso dolió!" protestó ella, frotándose la cabeza por el golpe. "¡¿De verdad me usaste como experimento para ver si no te estaba mintiendo?!"
"Sí, pero viendo que tienes razón, no hay necesidad de hacer otro experimento."
"¡Tú maldito estúpido!"
Ren se quejó, su cabello negro y largo erizándose como la de un gato furioso mientras miraba a Sengo con enojo.
"También mencionaste combates y enfrentamientos oficiales. ¿De qué enfrentamientos hablas?"
"¡Grrr!" Ren gruñía, pero finalmente respondió a la pregunta de Sengo. "Se trata del «Blade Dance», un ritual ofrecido a los «Cinco Grandes Señores Elementales» que se lleva a cabo en el reino espiritual, «Astral Zero». Los elementalistas de todo el continente se reúnen para participar en una especie de danza de espadas. Aunque ahora es un gran festival de combate entre compañeros elementalistas, pero también tiene un objetivo adicional: el ganador obtendrá un «deseo» que los «Cinco Grandes Señores Elementales» cumplirán. Cualquier deseo será concedido, incluso la vida eterna es posible."
Una larga sonrisa apareció en Sengo.
"Eso suena divertido. Y es una lástima, seguro que es para mujeres."
"Si, después de todo los hombres no pueden hacer un contrato espiritual con un «Espíritu»."
Sengo se llevó los dedos a la barbilla, pensativo.
"Bien, iré contigo. Viéndote entrenar, también participaras en este Blade Dance, así que te acompañare para ver como espectador los combates."
"No es necesario-"
"Ya dije que voy contigo, no voy a cambiar mis palabras."
"Pero-"
"Vamos, tenemos que llegar al lugar donde se celebrará el Blade Dance."
Sengo agarro a Ren llevándola fácilmente con su brazo derecho mientras seguía caminando derecho.
"Bien…" Ren se rindió, dejando que Sengo la acompañara, aunque sintiera que estaba obligada a tenerlo como su compañero de viaje.
                
                
                    