Drabbles Mystrade

—¡Te queda horrible! —exclamó Mycroft, observando horrorizado el reflejo de su pareja. —Se agradece la sinceridad —se rio Greg, recolocando la corbata que tanto desagrado había causado a su pareja. —Lo siento —se disculpó Holmes, suavizando el tono. Había sido descortés por su parte expresar de esa forma su rechazo hacia aquella prenda—. Pero es verdad —añadió, levantando los hombros. —¿Y qué propones? Mycroft me escuchó. Aquellas palabras eran justo lo que quería oír. Corrió hacia el armario y extrajo de los cajones una corbata de color azul marino. Volvió hacia el inspector y la tendió con orgullo sobre sus palmas extendidas. Greg la supervisa con detenimiento. El dibujo de un majestuoso pez dorado adornaba la tela y formaba un efecto que permitía imaginar al animal nadando entre las profundidades del mar. El corazón de Lestrade se encogió de ternura al ver ante sí la primera corbata que le había regalado su pareja, precisamente para su primer aniversario. —Es perfecto Mycroft —dijo, acariciando el suave tejido con cariño. —Te ayudaré a ponértela. Mycroft colocó la tela detrás del cuello de Lestrade y comenzó a anudarla con habilidad y precisión. —Estás hermoso, pececillo dorado —aseguró, detallando la posición de la corbata. Lestrade se inclinó hacia adelante para plantar un suave beso en la punta de la nariz de su pareja, que se sonrojó inmediatamente. —Tú lo estás.