Drabbles Mystrade

—Agarrar la mano a la pareja es una técnica promovida por las mentes débiles para tratar de liberar las endorfinas y la serotonina en los cerebros ajenos y ganarse el afecto que esto conlleva —proclamó solemnemente Mycroft Holmes.  —Por una de esas pocas ocasiones que se dan, estoy de acuerdo contigo, hermano —le sonrió Sherlock, cruzando una pierna sobre la otra. Los hermanos Holmes se encontraban sentados en sillones separados y colocados frente a frente en la sala de estar de Baker Street. Entre ellos, una mesita baja sostenía las dos tazas de porcelana vacías que delataban que habían estado tomando el té mientras dialogaban sobre diferentes cuestiones.  —¡Mycroft!  Aquel grito sonó urgente y apresurado, acompañando unas fuertes pisadas que subían las escaleras. De pronto, el inspector Lestrade irrumpió en la sala con la cara enrojecida y jadeando sin control por el esfuerzo hecho al correr. Sus ojos rápidamente se fijaron en el mayor de los Holmes. —¡Mi amor, necesito tu ayuda, emergencia! —le gritó, tomándole de la mano que descansaba en el reposabrazos del sillón, levantándole de un tirón y sin darle tiempo a responder. Lo último que pudo ver Sherlock, fue el rostro lleno de brillo y preocupación de su hermano mientras desaparecía con paso rápido junto al que era su pareja, tomados de la mano. El detective sonrió condescendiente. —¿Con qué “técnica de las mentes débiles”?  La voz de John sonó desde la cocina. Había permanecido ahí sentado, escribiendo en su blog mientras los dos hombres charlaban. —No está bien escuchar conversaciones ajenas, doctor —le regañó con tono burlón Sherlock, mientras observaba a su pareja acercarse con paso lento. —Tampoco es correcto mentir, señor Holmes —dijo John, tomándole la mano para darle un suave beso en los nudillos. El rostro del detective enrojeció al instante, lleno de vergüenza—. Toma, tu dosis de endorfinas y serotonina de hoy. Acto seguido, se alejó de él, dejándole con la cara ardiendo.