ID de la obra: 830

Corazones en tu piel (One-shot)

Slash
PG-13
Finalizada
2
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
3 páginas, 970 palabras, 1 capítulo
Descripción:
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Corazones en tu piel

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La noche estaba despejada y tranquila. En el cielo, las estrellas brillaban con una intensa pero hermosa luz, y la enorme luna llena se desplegaba elegante sobre el manto nocturno. La ciudad de Gotham dormitaba bajo la luz de las farolas y la casual sirena de alguna ambulancia o coche de policía que se dirigía hacia algún punto en la lejanía para socorrer a algún ciudadano. Lejos de todo aquello, la mansión Cobblepot se erigía majestuosa sobre unas elevadas colinas de hierba fresca, que cada mañana ofrecían resplandores cristalinos por el rocío. La luz lunar se filtraba por los enormes ventanales, iluminando tenuemente los interiores. Tras uno de ellos, en la segunda planta, la luz encontró la figura de dos cuerpos masculinos. Oswald y Edward se encontraban protegidos por las gruesas sábanas de la cama de matrimonio que ambos compartían. Edward rodeaba con sus brazos el pequeño cuerpo de Oswald, como si temiera que se fuera a romper por el contacto del viento o la luz. Por su parte, Oswald disfrutaba de su pequeño “nido” creado con el calor de los brazos de su pareja. Ambos dormían plácidamente. De pronto, Oswald notó frío en los hombros y el cuerpo de Edward alejándose del suyo. Despertó súbitamente y se giró lentamente para encontrarse a Edward dándole la espalda, aún dormido, muy cerca ya del borde de la cama. Una ligera pena lo invadió por verse privado de aquel cuerpo, pero, vio en aquella situación una nueva oportunidad. Se giró por completo y recorrió la fuerte espalda con cálidos y breves besos. Le encantaba poder besar cada centímetro de su piel. Por supuesto, adoraba sus labios, era uno de sus sabores favoritos…, pero conforme habían avanzado en su relación, había aprendido que el cuerpo de su pareja no solo le provocaba un deseo incontrolable, sino también una admiración y ternura desbordantes. Y eso, le hacía querer cargar de suaves caricias y besos su figura, disfrutando aquel dulce y reconfortante contacto. Desde que había visto aquellos ojos, observándole con ternura, admiración y amor, desde que lo besó por primera vez en los labios, desde la primera noche que pasaron juntos…, desde que lo amaba, se había jurado así mismo que lo protegería. Y si existían aquellos famosos monstruos, le protegería de ellos también.  Ahora era Oswald quien rodeaba los hombros del otro. Se apretó contra la espalda de Edward, pegando su mejilla contra esta, buscando poder darle algo más de calor. —Te amo —había susurrado, en un incontrolable instinto por decir lo que el corazón quería gritar. Edward no pudo responder, perdido en aquel abismo llamado sueño, pero a Oswald no le hacía falta escucharlo, solo necesitaba decirlo para evitar que su corazón saliera de su pecho y que la garganta lo estrangulara con el nudo de amor que se le había formado. Levantó su mano derecha. Su dedo índice estirado se posó sobre la espalda ajena y, siguiendo los dictados del escandaloso corazón, dibujó lentamente, sobre la pecosa y suave piel, un corazón. Le gustaba la sensación. Soñaba con la idea de que aquella piel absorbiera todo el amor que se escondía tras el trazo y llegara hasta el corazón de Edward para que lo reconfortara y lo protegiera de las pesadillas y el dolor del mundo. Cuando se disponía a posar de nuevo su dedo, Edward se giró lentamente para colocarse de cara frente a él. Oswald se movió rápidamente hacia atrás para evitar entorpecer el giro y molestar a su pareja o despertarla, pero cuando observó sus ojos pudo comprobar que estos se encontraban abiertos, mirándole con ternura y acompañados por una suave sonrisa. —Yo también te amo —dijo, con la voz pastosa y ronca. Las mejillas de Oswald se tiñeron con un rojo tan intenso como el fuego, fruto de la más profunda vergüenza al ver expuesta su romántica ocurrencia. —Creía que estabas dormido. —Creías bien —contestó el otro, frotando uno de sus ojos con el puño, sonriendo levemente. —Siento haberte despertado —respondió triste y cabizbajo Oswald. Edward le acarició la mejilla con la punta de la nariz. —No hay nada por lo que disculparse, pingüinito —le dijo, para luego plantar un suave beso en sus labios antes de añadir—. Me has hecho feliz…, como siempre lo haces. Ambos se quedaron callados por algunos segundos. —¿Te he dicho alguna vez —dijo Edward, rompiendo el silencio— que tienes los ojos más hermosos que jamás haya visto? El rubor se intensificó en el rostro de El Pingüino. —Wow…—continuó Edward—, en verdad sé con seguridad que, de encontrarte en la próxima vida, podría reconocer ese brillo tan bonito que tienen —dijo, asomando un brazo por debajo de las sábanas para poder acariciar la ardiente mejilla. —Te encanta sonrojarme, ¿Eh? —dijo con dificultad Oswald, al tiempo que esbozaba una media sonrisa. —Me declaro culpable de reconocer la belleza que posees en cada una de tus formas —replicó a su vez Edward. —Eres muy malo —le respondió tímido su pareja. —Así te gusto —se defendió con ternura el otro. —Así me encantas —le corrigió Oswald. Ambos sonrieron. —Ven —le invitó Edward, extendiendo sus brazos y levantando la sábana que lo cubría, ofreciendo su torso desnudo como hogar para su pequeña ave. Oswald recibió el ofrecimiento con gran rapidez y se giró, dando la espalda a su pareja para luego acurrucarse junto a él, recibiendo con agrado la presión que los fuertes brazos de su novio ejercieron sobre él, haciéndole sentir protegido y amado. —Lo que más odio de dormir —le susurró Edward al oído—, es que mi mejor sueño está cuando abro los ojos. Ninguno dijo nada más. Ambos se mantuvieron en silencio, tratando permanecer en aquel sueño real el máximo tiempo posible. Y, tras aquellos breves instantes, ambos se reunieron en aquel pequeño espacio en el universo que únicamente les pertenecía a ellos.
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