Atrapados
12 de septiembre de 2025, 20:35
Narrar Edward
Cuando desperté, busqué a Oswald por toda la casa y no lo encontré. Pregunté a los empleados y me dijeron que había salido de casa temprano para ir a hablar con Isabella. Me quedé impactado, cuando me lo propuso la noche pasada no creí que lo fuera a hacer enserio, pensaba que simplemente lo decía para calmarme. ¿Por qué estaría dispuesto a hacer eso por mi? Es decir, es mi mejor amigo pero era tan extraño…
Oswald había encargado a los empleados preparar un delicioso desayuno con café, huevos fritos, bacon, tortitas y zumo, que yo devoré pues estaba muerto de hambre. Cuando terminé de desayunar decidí llamarlo para ver cómo había ido todo, no me contestó. Volví a llamarlo y tampoco lo cogió. Estaba empezando a preocuparme cuando recibí un mensaje suyo:
“Quedamos a las cuatro en el puerto, nave A6”
Era muy extraño que me citara así, pero, bueno, tampoco es que Oswald hubiera sido muy normal alguna vez. Miré mi reloj: las tres. Me había levantado muy tarde y entre el tiempo dedicado en desayunar y a llamar a mi amigo el tiempo había pasado rápido.
Me vestí con un traje verde, una corbata a juego y me coloqué mi sombrero negro. Salí de la mansión y me dirigí al puerto.
Justo a las cuatro me encontraba frente a la nave A6. Al no ver a nadie alrededor decidí llamar a la puerta metálica, que resonó fuertemente. Pocos segundos después la puerta se abrió ligeramente pero no vi a nadie tras ella, entré en la nave, estaba oscuro y no había nadie dentro.
De pronto, sentí un fuerte golpe en la cabeza, quedé inconsciente.
...
Cuando desperté estaba sentado en una silla con las manos atadas a la espalda. Una luz blanca me cegaba, quemando mis córneas y obligándome a cerrar los ojos.
Cuando me fui acostumbrando a la luz, miré a mi alrededor: a mi derecha, Oswald se hallaba atado igual que yo y a mi izquierda, Jervis Tetch (le conocía por ver su foto en los periódicos el día que murió su hermana) y a su izquierda, un joven, al que no reconocí, también atados. Tenían la cabeza agachada así que supuse que estaban dormidos.
Traté de liberarme de mis ataduras mientras llamaba al resto.
—
¡Hey! ¡Despertad! ¿¡Qué está pasando aquí!?
Miraba a mi alrededor desesperado, quería que ellos despertaran...NECESITABA que ellos despertaran. Me sentía solo y abandonado.
Oí unos pasos frente a mi, unos tacones se acercaban. Un cuerpo femenino tapó la luz que me impedía ver con claridad a la persona que se acercaba, reconocí la figura de Isabella.
—
Vaya, vaya, por fin has decidido despertar, Edward
—
sonreía, pero en su mirada solo había odio y desprecio-. Sabía que tu cara de confusión sería magnífica, pero verlo en la realidad es mucho mejor de lo que imaginé. Siempre tan empeñado en saberlo todo…
—
¿Qué demonios es esto? ¿Qué está pasando? ¿Qué haces tú aquí?
—
No, Edward. No debemos ser maleducados, dejemos que el resto también se una a nosotros.
Se acercó a Oswald y le dio una fuerte bofetada.
—
Hey, ¿¡PERO QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO!?
—
grité, mirando la mejilla totalmente roja de mi amigo y su mirada desorientada.
—
¿Qu-...Qué ha pasado?
—
enfocó la mirada y por fin se hizo consciente de la presencia de Isabella
—
. ¿Isabel?
—
trató de moverse y al encontrarse con sus manos inmovilizadas y, ya más espabilado ,comenzó a revolverse, la miró con odio
—.
¿Qué es lo que haces?
La cara de Isabella tomó un tono rojizo, ardía de rabia. Agarró de la solapas de su traje a Oswald y gritó:
—
¡QUÉ ME LLAMO ISABELLA!
—
¡QUE NO ME IMPORTA, MALDITA LOCA!
—
respondió él, también rojo de ira.
Isabella iba a propinarle una nueva bofetada cuando una fuerte risa tras ella la detuvo.
—
JAJAJAJAJA. Vamos, vamos, cálmate. Tenemos más invitados a los que atender y con los que divertirnos.
—
¿¡JEROME!?- preguntamos, al unísono Oswald y yo.
Efectivamente, era Jerome. El pelirrojo se acercaba a nosotros en un paseo que se podría comparar perfectamente con el que un director de circo haría: Con los brazos completamente extendidos hacia los lados y un paso lento y ceremonioso, con la barbilla orientada hacia el cielo.
—
Sí, amiguitos, YO. JAJAJA
—
se señaló a sí mismo y realizó una pequeña reverencia
—
, ¿no es divertido? JAJAJA. Anda
—
continuó, ahora dirigiéndose a Isabella
—
, despierta a los otros, yo comprobaré que no hay nadie fuera ni en los alrededores que nos pueda interrumpir durante nuestros juegos
—
mientras decía esto, desplegó con habilidad una navaja cuyo filo brilló con intensidad bajo la luz del foco.
Acto seguido se dio la vuelta, envuelto en carcajadas y, esgrimiendo aún el arma en su mano, salió del edificio, dejándonos solos con la mujer. Ella se acercó primero a Jervis y lo zarandeó hasta que comenzó a despertar.
Sin dedicarle más tiempo lo abofeteó para despertarlo por completo y se dirigió rápidamente al joven de al lado e hizo lo mismo.
Jervis sacudió su cabeza tratando de despejarse. Al notar sus ataduras trató de liberarse, pero, haciéndose consciente de la imposibilidad de su empresa, finalmente optó por estudiar el terreno. Miró a su alrededor y vio a Isabella agitando violentamente al muchacho. Abrió mucho los ojos y muy enfadado, gritó:
—
¿PERO QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO? ¡IDIOTA! ¡NO TE ATREVAS A TOCARLE!
—
Isabella ignoró sus gritos y golpeó la cara del chico. Cuando Jervis vio eso, no pudo evitar que las lágrimas asomaran en sus ojos y se agitó con más fuerza en la silla, consiguiendo que las cuerdas que rozaban con sus muñecas abrieran heridas
—.
¡TE VOY A MATAR! ¡MALDITA SEA!
Antes de que pudiera continuar con sus amenazas, Isabella se acercó rápidamente a él y le lanzó un puñetazo directo a la cara.
—
¡YA BASTA! ¡NO QUIERO OÍR TUS TONTERÍAS!
Mientras todo esto pasaba yo había estado revisando mis cuerdas con la poca movilidad que tenía y finalmente había encontrado un punto débil. Esperaba poder desatarme antes de que Jerome volviera ya que la lucha contra los dos sería muy complicada, y liberar a mis compañeros antes de que me detuvieran lo sería aún más. Traté de llamar la atención de la mujer, en parte para salvar a Jervis (a pesar de no conocerle mucho le tenía cierto aprecio por lo que había escuchado de él) y por otro lado, para satisfacer mi propia curiosidad.
—
¿Por qué haces esto? Yo te amaba…
—
murmuré, lo suficientemente alto como para que me escuchara.
Dejó de prestar atención al Sombrerero, me miró y se colocó frente a mí.
—
Pero yo a ti no, maldito perdedor
—
destacó mucho estas palabras, consciente de la herida que provocaba en mi orgullo
—
. Yo nunca te amé
—
afirmó
—.
¿Qué por qué hago esto? Simple
—
se agachó para poner sus ojos a la altura de los míos
—
. Por el poder. Verás, cuando escapé del infierno que era Indian Hill estaba completamente sola. Había sido diseñada para desestabilizar a Oswald, hacer que renunciara, que se suicidara, o conseguir que lo mataras…, lo que sucediera antes. Pero nunca pasó, destruyeron todo el complejo de Indian Hill...
—
¿Indian Hill?
—
preguntó Oswald incrédulo
—.
¿Eres uno de los monstruos del Hugo Strange?
Isabella le lanzó una mirada cargada de odio, a la vez que respondía:
—Sí, Oswald. Lo soy
—
volvió a mirarme
—.
Como iba diciendo....cuando escapé de Indian Hill, me encontré libre, pero también pérdida. No había conocido, o al menos no recordaba haberlo hecho, nada del mundo exterior. Había sido diseñada para desestabilizar a Oswald, hacer que renunciara, que se suicidara, o conseguir que lo mataras…, lo que sucediera antes. Pero nunca pasó. Un día, Jerome me encontró y me propuso un plan con el que conseguiría poder: Obligando al alcalde
—
giró la cabeza para observar por unos segundos a Oswald que, sorprendido, no apartaba la mirada
—
, a firmar un traspaso de poderes en el que pusiera a Jerome como su sucesor. Para ello, necesitaba acercarme de una forma sutil y poco sospechosa a él..., y ahí es donde entras tú
—
dijo, apuntándome con el dedo índice-, tú y tu extraña obsesión por tu exnovia muerta. Obviamente, al ser su colaboradora yo me llevaría parte del salario del alcalde y tendría poder…Y por si te estás preguntando qué pintan ellos en toda esta historia
—
señaló a Jervis y al joven
—
, simplemente este zoquete
—
apuntó a Jervis
—,
enfadó al jefe. Le expulsó de casa al parecer.
Ya casi tenía las cuerdas desatadas pero, antes, quería aclarar una última cosa.
—
Espera, espera, ¿dijiste que fuiste diseñada para desestabilizar a Oswald? ¿En qué podría afectar a Oswald que tu aparecieras en mi vida?
—
Ay, Edward. No puedes estar tan ciego
—
dijo, con aire aburrido, rodando los ojos
—
. Todos en esta estúpida ciudad saben que el alcalde Oswald Cobblepot, tu mejor amigo…
—
desaté el último nudo y dejé caer la cuerda al suelo
—
, está completamente enamorado de ti.
Dude solo un segundo ante la declaración, pero sabía que no podía perder el tiempo. Me abalancé sobre ella con un ardor intenso abrasando mi pecho y la tiré al suelo. Me senté a horcajadas sobre su cuerpo, puse mis manos alrededor de su cuello y comencé a apretar. No me importaba si partía su tráquea, solo quería que ella muriera.
—
¡BASTA! ¡CÁLLATE DE UNA MALDITA VEZ! ¡ERES UNA MALDITA PERRA! ¡IDIOTA! ¡YO TE QUERÍA!
Con el poco aire que quedaba en sus pulmones consiguió articular unas palabras:
—
Tú... Tú aún me…, me amas…, Ed…, Edward…, Nygma, no puedes…, no puedes matarme
—
sonrió, convencida de sus propias palabras.
Me incliné un poco hasta llegar al lado de su oreja, sin soltar su cuello, y susurré:
—
No, Isabella, ya no. Me he liberado de tu engaño
—
me alejé de su oído y comencé a reír histéricamente. Poder confesarle eso mientras ella moría era magnífico. La adrenalina me inundó y comencé a gritar
—
. ¿¡ENTIENDES!? ¡YA NO TE AMO, ISABELLA! ¡YA NO ERES NADA PARA MÍ!
Pude apreciar como el color de sus ojos se apagaba, y como su pulso se extinguía bajo mis dedos. Estaba muerta. Solté su cuello, inhalé profundamente y posteriormente expulsé el aire de mis pulmones. Ya más calmado, me levanté. Mi cuerpo era un remolino de emociones, pero no había tiempo y debía ayudar al resto.
Me di la vuelta y dirigiéndome a Oswald desate los nudos que lo aprisionaban. Al terminar hice lo mismo con Jervis.
Cuando le tocaba el turno al muchacho una fuerte risa se escuchó en la entrada del almacén. Jerome había vuelto.
Rápidamente Jervis se levantó y corrió hacia él. Yo, mientras, desaté al muchacho.