ID de la obra: 833

Liberarme para amarte (Nygmobblepot/Hattercrow)

Slash
NC-21
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
83 páginas, 22.139 palabras, 21 capítulos
Descripción:
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Siempre te he amado

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Narra narrador  Después de encargarse de Jerome, Oswald y Edward se separaron de Jervis y Jonathan y se dirigieron en limusina hasta la mansión. Se mantuvieron todo el camino en silencio. Edward trataba de recordar detalles de los sucedido antes de quedarse inconsciente y Oswald respetaba su silencio, refugiándose en uno propio que usaba para seguir calmándose de todo el cúmulo de dolor, ira y odio que había experimentado en las últimas horas. Por fin, llegaron a la mansión y entraron. — Creo que a ambos nos vendría bien descansar un poco, ¿verdad? — dijo Oswald, rompiendo el silencio, mientras avanzaba por el pasillo hasta las escaleras. Al no recibir respuesta se giró para ver a Edward, que se había detenido a un par de metros de él y miraba al suelo con un semblante serio. — ¿Edward? — llamó —. ¿Estás bien?, ¿Qué es lo que te ocurre? Edward levantó la cabeza y lo observó seriamente por un par de segundos antes de responder: — ¿Sabes, Oswald? Puede que no recuerde mucho — comenzó a avanzar hacia el Pingüino que lo esperaba al pie de la escalera — , pero hay algo que recuerdo a la perfección — al fin le dio alcance, y una vez junto a él, le rodeo con su brazo izquierdo por la cintura y añadió-. Tus labios junto a los míos y todo lo que sentí en ese momento. Inmediatamente después puso su mano libre en su nuca, acercó sus caras y con suavidad rozó sus labios hasta que el deseo pudo más y los unió por completo. Pasados unos segundos Oswald se recuperó de su sorpresa y acompañó a Edward en aquella danza de labios que ambos tanto habían deseado. Podían notar las sonrisas que adornaban sus rostros y que acompañaban aquel hermoso beso. Se separaron brevemente y admiraron la luz que emanaba de los ojos del otro. — Te amo, Oswald — dijo Edward —. Siempre te he amado. — Yo también te amo, Edward — consiguió responder Oswald mientras notaba como la felicidad empujaba lágrimas hasta sus ojos. Unieron nuevamente sus labios, notando como las lágrimas humedecían sus mejillas y resbalaban hasta sus labios. Continuaron así durante unos minutos hasta que, en un movimiento casi inconsciente, comenzaron a subir las escaleras. Una vez arriba, entraron en la habitación de Oswald. El calor que desprendían se hacía cada vez más insoportable, pero se negaban a separarse, embriagados en la dulzura de sus labios. Edward lo empujó sobre la cama, dejando al Pingüino tumbado boca arriba y aprovechando la posición para situarse encima y entre sus piernas. Rápidamente volvió a conectar sus labios, pero esta vez el movimiento era más ansioso y salvaje. El deseo brillaba en los ojos de ambos. Golpeaban sus bocas, con ansia, buscando juntarse más, porque nunca parecía suficiente. Sus lenguas se unieron a aquel baile de pasión, descoordinadas y confusas, pero hambrientas del sabor de la otra. El aroma de sus perfumes los rodeaba, creando un deliciosa burbuja en la que decidieron encerrarse.  A cada segundo el calor aumentaba, y la ropa cada vez se hacía más incómoda y apretada. Entre jadeos ambos se quitaron las chaquetas, dejando puestas su camisas y corbatas. Edward agarró el nudo de la corbata del Pingüino y tiró de él, obligándole a separarse un poco del colchón para poder llegar de nuevo hasta sus labios. Por su parte, Oswald se atrevió a introducir sus manos por dentro de la camisa de Edward y se entregó a la tarea de recorrer cada zona del marcado abdomen de su amante, mientras luchaba con la sensación de ahogo placentero que le provocaba el tirón en su corbata. De imprevisto, Edward lo soltó, haciéndole caer sobre la cama y colocó su mano sobre el cuello del Pingüino, no para ahorcarle, si no como un gesto de dominación. Siguiendo el movimiento, se inclinó hasta su cuello y comenzó a besarlo. Los besos de Edward le arrancaban hermosos gemidos que golpeaban los oídos de su amante, motivándole para que iniciara una serie de embestidas que golpeaban la aún vestida entrada del más pequeño. Oswald jadeaba sin control y no pudo evitar besar con ansia cada trozo de piel que la revuelta camisa de Edward dejaba al descubierto . Edward se separó por unos segundos para desabrochar su cinturón y bajar la cremallera de su pantalón, liberando de la presión de los mismos su creciente erección (aunque aún la mantenía aprisionada por su ropa interior), y continuó con aquel placentero roce que ya había iniciado contra las carnosas nalgas de Oswald.  Oswald ya no podía esperar más…ya no quería esperar más. Comenzó a desabotonar la camisa de Edward y con cada botón que soltaba plantaba un húmedo beso sobre el nuevo tramo de piel descubierto y se apresuraba para seguir descubriendo centímetro a centímetro el ardiente cuerpo de su amante. Al soltar el último de los botones, deslizó la camisa por los fuertes hombros de Edward, mientras notaba como la erección de éste seguía creciendo, excitado por sus gemidos y movimientos. Edward se desprendió de su camisa y, junto con sus pantalones, la arrojó al suelo. Rápidamente, agarró por el pelo de la nuca de Oswald y tiró con fuerza, pero sin hacerle daño, dejando el largo cuello a su total disposición. Luego, se inclinó sobre su cuerpo, dejando su boca junto a la oreja de su amante. — Ahora me toca a mí — le susurró, expulsando aire caliente que se estampaba contra el cuello del más pequeño, erizándole la piel. Aquel gesto de dominación por parte de Edward le había resultado mucho más placentero de lo que estaba dispuesto a reconocer. Cumpliendo con lo que había anunciado, y sin soltar su nuca, Edward comenzó a desabrochar la camisa del Pingüino. Aquella camisa acompañó a la otra en el suelo, permitiendo a los dos amantes conectar el calor de sus cuerpos con mayor intensidad. Edward besaba de forma salvaje el cuerpo de Oswald, arrancando más gemidos y jadeos que lo calentaban cada vez más. — Ed…, Ed… — gimió entre susurros Oswald en la oreja de Nygma. Edward se detuvo. — Di-...ah…dime, Oswald — contestó, sin dejar de jadear — . ¿Estás bien? Oswald no pudo evitar sonreír al contemplar su cara de preocupación. — Me encanta que me lo preguntes… — dijo, agrandado su sonrisa, y se lamió los labios con sensualidad — , así puedo decirte lo mucho que me está gustando y que, precisamente por eso… — hizo una pausa para mirar con lujuria a Edward–, quiero que me la metas. Edward le devolvió la sonrisa, aliviado, pero inmediatamente después, recuperó la mirada salvaje y pervertida, y se lanzó contra el cuello de Cobblepot, obligando a éste a llevar la cabeza hacia atrás. — ¿Así que quieres que te la meta, eh? — Oswald asintió como pudo- Esa no es la forma de pedirlo Os…, debes ser más educado — y añadió, aumentando un poco la presión —. Súplica que te la meta. — Ah, por favor, por favor Ed, métela en mi — suplicó el Pingüino. — Eso ya me gusta más — sonrió Edward complacido, y añadió — . Quédate quieto. Oswald obedeció y no hizo un solo movimiento por detener a Edward cuando este comenzó a bajar por sus caderas, besándolas mientras desabrochaba su cinturón y le despojaba de su pantalón. — Avísame si te hago daño — pidió Edward, una vez que se disponía a liberar la pierna herida de Oswald de su prisión de tela. Oswald asintió y con gran habilidad Edward le desprendió a su vez de la ropa para luego hacer lo mismo con la propia, quedando al fin ambos desnudos. Nygma se bajó de la cama e indicó con un gesto a su amante que se colocara en el borde de la misma. — En cuatro — ordenó Oswald estaba cada vez más excitado y no dudó en seguir aquellas instrucciones. Apoyó el peso de su cuerpo sobre las palmas de sus manos y sus rodillas, exponiendo su trasero ante Edward que lo observaba admirado y deseoso. Sin perder más tiempo, se lanzó entre aquellas nalgas lamiendo cada rincón de la palpitante entrada y sujetando con fuerza por los muslos a Oswald para evitar que, debido a los incontrolables y fuertes espasmos de placer que estaba experimentando, huyera. Cobblepot trataba de mantener el equilibrio sobre sus brazos, pero las lamidas de Edward eran cada vez más certeras. — No te haces una idea de como estoy odiando no poder ver la cara que estás poniendo en este instante. Aquel comentario de Nygma fue suficiente para que finalmente el Pingüino perdiera las fuerzas y se derrumbara sobre el colchón. — Vaya, Os…, parece que estás completamente destrozado — se burló sin malicia Edward, mientras contemplaba el cuerpo aún tiritante de su amante que esperaba, con la cabeza y torso pegados sobre las sábanas y las caderas en alto, la culminación de lo que llevaba tanto deseando — . No nos demoramos más entonces, ¿te parece? — S-...si, si, p-..por favor — respondió el otro, titubeante. — ¿Tienes algo que pueda usar como lubricante? — preguntó Nygma. Sin decir una sola palabra, Oswald señaló el escritorio que se encontraba frente a la ventana, que poseía tres cajones. Edward los abrió uno a uno y en el tercero encontró un bote de lubricante sabor melocotón. — Parece que el señor alcalde también sabe divertirse estando solo — dijo, al darse cuenta de que el bote estaba casi lleno. — A veces estabas demasiado cerca… — se explicó entre susurros Oswald. — Y hoy me tendrás aún más cerca — respondió Nygma, acercándose de nuevo a la cama mientras se untaba unas pocas gotas sobre su dedo índice —. Pero aún te haré esperar un poco para probarme - dijo, apoyando su cuerpo en la espalda de Oswald y acariciando sus nalgas con el dedo lubricado- ¿Preparado? Oswald agarró con fuerza las sábanas que se encontraban bajo él. — Por favor…,si. Inmediatamente después, Edward hizo resbalar su dedo dentro de Cobblepot. — Más, más, MÁS — suplicó. — ¿Ya? — preguntó sorprendido Ed —. No se puede negar que tenías ganas de esto — añadió, con una gran sonrisa mientras introducía otro dedo más previamente lubricado. — LLevo…, ah…, demasiado tiempo esperándolo — gimió Oswald. — Haré que merezca la pena la espera… — aseguró sonriente Nygma —. ¿Preparado  para uno más? Oswald asintió frenéticamente. Edward roció un poco más del lubricante directamente sobre la entrada palpitante para favorecer la succión. Introdujo con mayor profundidad los tres dedos y aceleró la velocidad, aumentando la fricción.  — Ahhh…, p-por favor…, por favor…, n-no pares… — suplicó Cobblepot —. T-te necesito…ah…te necesito dentro, Ed. Edward ralentizó el ritmo hasta detenerse por completo. Deslizó sus dedos fuera de Oswald y éste desplomó su cadera por el agotamiento. — No, no, Oswald — susurró Nygma, mientras le tiraba de las caderas hacia arriba — . Vas a tener que mantener un poco la postura para mí si quieres que llegue bien profundo. Al oír esto, Oswald se apresuró a elevar mínimamente la pelvis. — Así me gusta — sonrió Edward. Abrió aquellas nalgas para admirar la entrada que esperaba, anhelante y húmeda, ser rellenada. Sin perder más tiempo, Ed embadurnó su ya completa erección hasta la base con una generosa cantidad de lubricante y la dirigió hacia la arrugada apertura. — Voy a entrar — anunció — . Avísame con lo que sea, ¿okey? — S-si… Nygma empujó su pelvis hacia delante, introduciendo lentamente el glande dentro. Inmediatamente después los cuerpos de ambos amantes fueron recorridos por escalofríos placenteros que los hizo temblar. Conforme el pene de Edward avanzaba por la húmeda cavidad de Oswald, las descargas eran más frecuentes e intensas. — Ah…, esto es increíble — consiguió decir Nygma, mientras introducía con cuidado el último tramo de erección. — Y qué…, ah…, lo digas…, ah… — respondió a su vez su tembloroso amante. — Voy a empezar a moverme, ¿vale? Ante la respuesta afirmativa de Oswald, Edward comenzó a realizar suaves y lentas embestidas. Para El Pingüino el tacto de la pelvis de Ed chocando contra sus nalgas con cada embestida, le excitaba demasiado, pues, junto con ella podía notar la larga erección dentro de él. Pasados algunos minutos, Edward aumentó la velocidad, Agarró con fuerza las nalgas de Oswald, usándolas como apoyo para ganar impulso y embestir con mayor fuerza y profundidad. — Ahhh…, esto es demasiado bueno…, ah — gemía. —¡ AH! — gritó a su vez Oswald, al notar como su próstata había sido rozada por el glande de Nygma — . ¡AHÍ EDWARD, JUSTO AHÍ! — gritó. — ¿Con que quieres ahí? — sonrió éste —. Bien, pues ahí te voy a dar. Prepárate. Acto seguido, agarró con más fuerza las caderas de Cobblepot, y comenzó a golpear con fuerza y velocidad la próstata. — Voy ha…, ha hacer que te corras — afirmó, sin detenerse —. Y quiero que…, ah…, quiero que cuando lo hagas…, ah…, grites mi nombre. — No creo que eso…, ¡ah!…, está muy lejos…, ahg — consiguió responder ya casi sin fuerzas Oswald, viendo el inminente orgasmo acercarse increíblemente rápido. — Entonces empieza a gritar, Os. Que el mundo entero…, ahhh…, sepa quien te folla. — E-Edward — susurró El Pingüino, con la mente ya nublada por el deseo. Edward se detuvo repentinamente. Agarró por el cuello a su amante, obligándole a alzar la vista. — He dicho que lo grites Ozzie. Si no lo haces, entenderé que no te gusta tanto y no te follaré más — advirtió — . Así que ahora bien…, ¿te gusta que te folle? — preguntó, antes de lanzar una certera y salvaje embestida que impactó directamente sobre la próstata de Oswald. Cobblepot tembló ante la descarga de placer que le invadió. — ¡AH! — gritó desesperado —. ¡SÍ, SÍ! ¡EDWARD, SÍ! ¡ME ENCANTA COMO ME FOLLAS! ¡POR FAVOR, NO PARES! — Así me gusta — afirmó Nygma, y reanudó el ritmo antes interrumpido. Ambos se encontraban sumidos en un inmenso placer y al borde del orgasmo. — ¡ED!, ¡NO PARES ED, ME VOY A CORRER! — gritó el Pingüino. — Hazlo pequeño…, ah…, yo te sigo…, ¡AH! — respondió su amante. Por fin, ambos se corrieron simultáneamente, lanzando poderosos gritos y gemidos mientras el esperma de ambos se esparcía por todas partes, manchando las sábanas. Edwrad salió con cuidado del agujero relleno por su semen de su amante y se desplomó sobre él. — Eso ha sido increíble, Oswald — le susurró al oído —. Te amo. — Y-yo también — respondió con dificultad Oswald. Tras estas tiernas palabras y con el calor de sus cuerpos entrando en contacto con la piel del otro, ambos cayeron rendidos ante el cansancio y durmieron durante toda la noche plácidamente abrazados.
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