ID de la obra: 839

Seducción Oscura

Slash
G
En progreso
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 104 páginas, 48.059 palabras, 15 capítulos
Descripción:
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Las Cadenas del Lobo

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Abrió lentamente los ojos. Se encontraba acurrucado en un rincón de algo con paredes metálicas. Al principio, todo era confuso; los barrotes de metal frío lo rodeaban, reflejando la luz tenue del lugar. Su respiración era entrecortada mientras intentaba orientarse, sin entender qué había pasado. Al moverse, sus manos y rodillas temblaban ligeramente, acostumbrándose al suelo duro y extraño bajo ellas. Miraba a su alrededor con un miedo creciente, buscando algún rastro conocido, pero solo había silencio y soledad. Olfateó el aire, esperando captar algún aroma familiar, pero solo percibía un olor metálico y desconocido.   Intentó aullar, un sonido débil y quebrado que apenas llenó el espacio. Después, se echó nuevamente, con el cuerpo encogido, mientras un sentimiento de pérdida y confusión lo envolvía. Permaneció quieto por un momento, observando con ojos llenos de temor y curiosidad aquel entorno extraño. Los sonidos lejanos de pasos resonaban de vez en cuando, haciendo que sus orejas se alzaran con rapidez, aunque luego volvían a caer al no encontrar nada familiar. Poco a poco, el hambre empezó a reclamarle. Se levantó con dificultad, sus rodillas y brazos aun tambaleándose, y se acercó al borde de la jaula, donde olfateó entre los barrotes. Allí, una pequeña bandeja contenía algo que parecía comida, pero no olía como lo que estaba acostumbrado. Dudó, dando un paso hacia atrás, pero el vacío en su estómago lo hizo regresar. Dio un mordisco pequeño, inseguro, y frunció la boca. Era insípido y extraño, pero lo suficiente para calmar su necesidad.   A medida que avanzaban los minutos, el cachorro comenzó a explorar el reducido espacio. Sus pasos eran cortos, y de vez en cuando giraba la cabeza, como esperando encontrar algo más allá de los barrotes, o algo más. También le dolía el lomo. Rasguñó el suelo, buscando tierra o hierba, pero solo encontró un material áspero y frío que no reconocía. Su cola se mantenía baja, reflejando su estado de ánimo. Finalmente, el cansancio volvió a dominarlo. Se echó cerca de una esquina, tratando de hacerse pequeño, mientras sus ojos observaban cada sombra y cada movimiento a su alrededor. Aunque el sueño lo vencía, el miedo permanecía, y sus pequeños suspiros llenaban el aire, como si aún esperara que todo aquello fuera solo un mal sueño.   Despertó cuando escucho voces y pasos acercándose. Intento hacerse una especie de bolita en su rincón, pero la puerta se abrió y vio a cuatro hombres acercándose mientras conversaban. Uno de ellos, un hombre de mediana edad, con una figura robusta y una elegancia salvaje que parecía innata. Su cabello, que alguna vez fue completamente oscuro, ahora mostraba mechones plateados que le daban un aire aún más intimidante, como si el tiempo hubiera sido incapaz de domarlo del todo. Sus ojos, de un gris acerado, eran fríos y calculadores. Había escuchado su voz, pero no sabía dónde. Su voz le daba miedo, pero a la vez le infundía obediencia. Uno de sus acompañantes era delgado y pálida, con cabello negro y lacio que enmarcaba un rostro anguloso de expresión severa. Sus ojos oscuros y penetrantes parecían escudriñar el alma de quienes lo miraban. El otro era alto y esbelto, con una piel pálida cabello largo y rubio, casi plateado. Sus ojos eran grises y fríos. Ambos tenían movimientos precisos y elegantes, cargados de una seguridad que rozaba la arrogancia. El ultimo se sentía como el más peligroso. Era alto y delgado. Su piel, pálida como el mármol, contrastaba con su cabello oscuro y perfectamente peinado, que enmarcaba un rostro anguloso de una belleza fría y calculada. Sus ojos, de un intenso tono oscuro, parecían perforar la mente de quienes se atrevían a sostenerle la mirada. Cada uno de sus movimientos era deliberado Su expresión, casi siempre serena parecía una figura salida de un retrato antiguo, imponente y enigmático, con un magnetismo peligroso que lo volvía imposible de ignorar.   Ven aquí preciosa – dijo el más alto tomándolo en brazos y sacándolo de su jaula. Su olor era conocido. Su amo. Es increíble lo lejos que has llegado con el Imperius – dijo el rubio – si tan solo Remus hubiese sobrevivido Sin mi cachorra, nada de esto fuese posible – dijo su amo dejándolo en el piso – ven bonita – lo llamo desde una sesta a los pies de la cama – ven Bill, esta es la tuya – inseguro el pelirrojo se acercó a olfatear el lugar – es tu cama – sin embargo, después de oler se acostó – entiende las palabras humanas. Se puede decir casi todas, después de todo, alguna vez fue humano. Y todo gracias a ti, Severus ¡eres el verdadero mago! – dijo Fenrir mirando a Bill explorar todo a su alrededor Ahora que ya es segura – dijo un rubio más joven desde la entrada – ¿Cuándo empezaremos a ver los frutos? Draco – dijo Fenrir girándose para ver al joven rubio que acababa de llegar, copia fiel de su padre – la distribución empezara en unas semanas en Europa, y supongo que hasta fin de año estaremos a nivel mundial. ¡Salud por eso! – dijo el recién llegado bebiendo de su copa Tengo una curiosidad – dijo Lucius – ¿para qué son estos especies de tornillos en su cabeza? Para sus orejas – dijo Fenrir tomando una caja y al abrirla saco algo parecido a las orejas de un lobo cobrizo – solo hay que atornillarlas. Lo mismo para la cola. Así queda completamente libre para ser usado – dijo enseñándole el trasero del chico – a estas alturas ya no necesita de los arneses para ser sometido, porque las drogas ya han hecho su trabajo desterrando cualquier recuerdo consciente de humanidad ¿y cómo cambiaria de personalidad? – pregunto Lucius Por hipnosis – dijo Fenrir – el Imperius altera su cerebro y las grabaciones que se colocan vuelve la personalidad deseada la dominante. Para volver a la predominante, por así llamarlo, solo basta levantar el uso de las drogas Fascinante – dijo Tom Riddle – ¡yo apostaré por esto! – dijo haciendo sonreír a Fenrir mientras los demás se miraban entre si asintiendo   La Turbie se alzaba majestuosa sobre las colinas que dominaban Mónaco, bañada por una luz dorada que acentuaba la piedra envejecida de sus casas. Las estrechas calles empedradas serpenteaban entre edificios de fachadas antiguas, donde el tiempo parecía haberse detenido. Los vecinos, envueltos en el silencio apacible del lugar, solían congregarse en pequeñas plazas sombreadas por olivos centenarios, intercambiando historias bajo el suave murmullo de las fuentes.   En el centro del pueblo, el Tropaeum Alpium se erguía como un testigo inmutable de siglos de historia. Este monumento romano, con sus columnas desgastadas por el viento y la lluvia, reflejaba la gloria de un pasado remoto que nunca se había desvanecido del todo. Desde allí, la vista se desplegaba hacia el mar Mediterráneo, donde las olas resplandecían como si estuvieran hechas de plata bajo la luz del atardecer. Por las noches, cuando el sol desaparecía detrás de las montañas, La Turbie adquiría un aire casi etéreo. Las farolas de hierro forjado iluminaban tenuemente las calles, proyectando sombras alargadas que bailaban al ritmo del viento. En los restaurantes escondidos entre las callejuelas, se servían platos exquisitos, mientras el aroma de hierbas provenzales flotaba en el aire, recordando a todos que, aunque el tiempo avanzara, el encanto de La Turbie permanecía intacto.   La villa de Fenrir en La Turbie se alzaba imponente, como reflejo de poder y elegancia que dominaba las colinas, y quizás el suyo propio. Construida en piedra caliza blanca, su fachada combinaba el estilo clásico con un toque contemporáneo, fusionando grandes ventanales de cristal oscuro con detalles arquitectónicos tradicionales, como arcos y columnas. Desde la distancia, parecía una fortaleza moderna, perfectamente camuflada en el entorno natural del lugar. El acceso principal se encontraba tras un largo camino privado flanqueado por cipreses perfectamente alineados. Las puertas de hierro forjado, decoradas con intrincados detalles en forma de lobos, se abrían hacia un patio central con una fuente de mármol negro, cuya agua fluía con un sonido hipnótico. Alrededor, jardines impecablemente cuidados exhibían rosales, setos geométricos y esculturas clásicas, todo cuidadosamente diseñado para transmitir una sensación de control absoluto.   El interior de la villa era una mezcla de lujo discreto y funcionalidad. El vestíbulo de entrada, con su suelo de mármol gris oscuro, estaba iluminado por un candelabro de cristal que colgaba desde un techo abovedado. A la derecha, una sala de estar amplia ofrecía vistas panorámicas del Mediterráneo a través de ventanales que iban del suelo al techo. Los muebles eran de cuero negro y madera oscura, reflejando sobriedad y elegancia, mientras que las paredes estaban decoradas con obras de arte contemporáneo de tonos apagados.   En el ala este de la villa, un estudio privado servía como centro de operaciones para sus negocios. Equipado con tecnología de última generación, el espacio contrastaba con la biblioteca adyacente, donde estanterías de madera antigua albergaban libros encuadernados en cuero y ediciones raras. Más allá, un salón formal se preparaba para recibir a sus invitados, con una larga mesa de ébano y sillas tapizadas en terciopelo gris. La habitación principal, situada en el último piso, ofrecía privacidad total. Decorada con una paleta de colores oscuros y cálidos, tenía una cama con dosel en madera tallada, un vestidor amplio y un baño privado con una bañera de piedra que parecía esculpida directamente en la roca. Desde el balcón privado, podía observar las luces titilantes de Mónaco en la distancia, un recordatorio constante de su dominio. En el nivel inferior, una terraza conectaba con una piscina infinita que parecía fundirse con el horizonte del Mediterráneo. Este espacio, rodeado de muros altos cubiertos de vegetación, era ideal para reuniones discretas o simplemente para disfrutar de la calma aparente que ofrecía La Turbie, mientras en el trasfondo se orquestaban los secretos de su poder.   Esa noche la villa cobró vida con un aire sofisticado y calculadamente opulento al caer la noche. A las ocho en punto, la entrada principal se iluminó con una cálida luz dorada que destacaba los detalles de las puertas de hierro forjado. Invitados cuidadosamente seleccionados llegaron en autos de lujo, siendo recibidos por empleados impecablemente vestidos, quienes los guiaban hacia el patio central, donde la fuente de mármol negro relucía bajo los destellos de luces estratégicamente colocadas. Al entrar en la villa, los invitados eran recibidos en el vestíbulo, donde una suave melodía de piano llenaba el ambiente. Los suelos de mármol reflejaban la luz de las velas que adornaban las mesas de entrada, y el aire estaba impregnado con un delicado aroma a jazmín. Desde el vestíbulo, los asistentes eran conducidos a la sala de estar, transformada en un espacio elegante y funcional para la velada. Sofás de cuero negro y mesas de madera oscura se habían dispuesto en círculos, creando rincones íntimos donde las conversaciones murmuraban entre copas de vino tinto y champán.   La terraza exterior era el epicentro de la fiesta. Bajo un cielo estrellado, la piscina infinita reflejaba las luces de las antorchas que rodeaban el espacio. Allí se había dispuesto una barra de cócteles donde mixólogos servían bebidas personalizadas. Las mesas altas estaban decoradas con arreglos florales minimalistas, y los camareros pasaban discretamente entre los grupos ofreciendo bandejas con canapés de alta cocina. En el comedor formal, una larga mesa de ébano se había preparado para la cena principal, aunque muchos preferían quedarse en los espacios más relajados. La música había evolucionado a un suave jazz en vivo, interpretado por una pequeña banda situada en un rincón del salón principal. Las conversaciones se mezclaban con el tintineo de las copas y el eco de las risas contenidas.   En todo momento, Fenrir se movía entre los asistentes como un maestro de ceremonias, impecablemente vestido con un traje negro, irradiando carisma y autoridad. A su lado, orgulloso, Bill permanecía caminaba altivo luciendo el tatuaje de una mordedura sobre su clavícula, llamando y recibiendo gustoso las atenciones de los invitados. Llevaba puestas su cola y orejas a fuego Habían pasado dos años desde que había llegado a esa casa por primera vez, aunque a esas alturas él ya ni era consciente de ello. Aunque no era el único A medida que avanzaba la noche, los grupos comenzaban a dispersarse por la villa. Algunos se retiraban a la biblioteca para discusiones más privadas, mientras otros permanecían en la terraza, disfrutando del aire fresco y la vista de las luces de Mónaco en la distancia. La fiesta continuaba con un equilibrio perfecto entre el lujo, la exclusividad y un tenue aire de misterio que solo Fenrir podía imprimir en cada detalle. A lo largo de la noche saludo a Tom Riddle que iba acompañado de su “esclavo personal” Albus, Alto y delgado, con una larga barba plateada que caía hasta su pecho y ojos azules. Solo llevaba taparrabo y estaba descalzo. Grueso grilletes unía su cuello, manos y pies. Aunque permanecía erguido, no se le permitía levantar el rostro. Riddle conversaba amenamente con Lucius Malfoy, quien abrazaba a su “muñequita” Neville. Malfoy amaba vestirlo de niña de la corte de Luis XV   A medida que la fiesta alcanzaba su punto álgido, el murmullo de las conversaciones y el tintineo de las copas llenaban el aire de la villa. Fenrir, siempre atento a sus propios planes, se inclinó hacia su mascota, que permanecía a su lado obedientemente, y con un leve gesto de la mano le indicó que lo siguiera, después de lamerle la cara un par de veces. Bill, con la mirada baja pero alerta, obedeció de inmediato, dejando atrás la vibrante escena de la fiesta. Se dirigieron por uno de los largos pasillos de la villa, iluminado tenuemente por apliques de bronce que proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra pulida. Fenrir caminaba con paso firme, su figura proyectando autoridad y dominio, mientras Bill, aún con su collar y una correa lo seguía en silencio.   El despacho se encontraba en un ala más privada de la villa, lejos del bullicio. Era un espacio imponente, con paredes revestidas de madera oscura y una gran chimenea que ardía suavemente, llenando la habitación con un calor reconfortante. Frente al escritorio de madera de nogal, una silla de cuero aguardaba a Fenrir, mientras al otro lado del despacho estaba Fleur, elegantemente sentada en un sofá de terciopelo gris, con una expresión serena pero cargada de expectación. Fenrir entró primero, su presencia llenando la habitación al instante. Se acercó al escritorio, dejando que Bill se acostara a su lado, sin dirigirle una palabra, pero dejando claro su control absoluto sobre la situación. Fleur levantó la vista, esbozando una sonrisa ligera, como si estuviera esperando este momento.   ¿Cómo estas Bill? – pregunto Fleur con un tono pausado pero burlesco – ¿o debo decir… cachorrita? – y sonrió con malicia mientras Bill la miraba con desconfianza – si no supiera el efecto del Imperius, creería que me reconoce Disculpa que te haya desviado de la fiesta – dijo Fenrir – pero eres mi mejor reclutadora, así que solo a ti puedo pedirte esto ¿Qué paso? – dijo la mujer recibiendo un sobre que se le ofrecía Es Viktor Krum – dijo Fenrir – fue mi mejor recluta masculino hasta hace un mes Es guapo ¿Qué hizo? – dijo Fleur con autentica curiosidad Se fugo con Cedric Diggory, el futuro juguete de Igor Karkarov. ¿El jefe de la mafia rusa? – pregunto la francesa sorprendida No solo eso – dijo Fenrir – Karkarov es uno de mis socios más importantes y mi lazo entre Europa y Asia. No me conviene tenerlo molesto. ¡Necesito que se lo devuelva ya! No se le va a pasar la rabieta mientras Diggory no este jugando a la casita con él en el Kremlin ¿me equivoco? – pregunto Fleur Me encantaría decir que si – respondió Fenrir – pero… sé que acaba de terminar un reclutamiento y seguro querrás unas vacaciones, pero… Angelina fueron mis vacaciones – dijo Fleur – solo debí decir “Estoy confundida. No sé porque Bill me hizo esto” – dijo mientras fingía llorar – y ya estaba en mi cama, muy complaciente – Fenrir no pudo lanzar una carcajada ¡Eres insuperable! – dijo el hombre mientras Bill se levantó y apoyo su cabeza en las piernas sus muslos en busca de una caricia – por eso te necesito a ti Se ha adaptado bien a los cambios – dijo Fleur con una sonrisa mirando lo sumiso que Bill se cómo cerraba los ojos y sonreía disfrutando los cambios – ¿aún recuerda como hablar? No lo necesita. Su lengua tiene ya el uso justo y suficiente – dijo Fenrir mientras Bill intentaba llegar a su entrepierna a través de la ropa del millonario ¡Ya lo veo! – dijo Fleur lanzando una carcajada – no te preocupes por Diggory. Yo me encargare Hoy mismo te hare el desembolso – dijo Fenrir Gracias, pero… sobre eso te quería hablar – dijo ella ¿pasa algo? – dijo Fenrir sintiendo el cambio en el ambiente Esta vez no quiero efectivo – dijo Fleur deslizando sobre el escritorio un papel hacia él – este es mi precio por Bill, Angelina y Diggory. Veamos – dijo Fenrir tomando el papel y leyéndolo – ¿estas loca? ¡Hermione Greanger es la actual primer ministro británica! ¡Su popularidad es…! Pero yo no seré egoísta – dijo Fleur – y te daré videos exclusivos. No me interesa tenerla en mi casa. Solo es un juguete. ¡Un juguete que a ti te conviene que yo tenga! Consígueme a Diggory – dijo Fenrir mirándola fijamente mientras se acariciaba la barbilla – ¡…y tendrás tu paga! Siempre es un placer hacer negocios contigo – dijo ella dirigiéndose a la puerta – y Bill, ¡te ves hermosa en tu estado natural! – añadió antes de salir mientras lanzaba una carcajada ¿Qué te parece Caperucita? – dijo Fenrir – acabamos de entrar a las grandes ligas ¿Celebramos?   Se acomodo en su sillón. su figura imponente en el mueble de cuero negro con respaldo alto que parecía un trono. Abrió el cierre de su pantalón, y sin necesidad de palabras o movimientos, Bill supo lo que debía hacer. Con gula tomo entre sus labios aquel pedazo de carne que su amo le ofrecía. Se concentro en lamer y chupar mientras su cola, colocada sobre una terminación nerviosa se movía en todas direcciones, como muestra inequívoca de alegría   La luz tenue de la habitación creaba un contraste dramático con el resplandor frío y constante de la pared frente a él, donde una matriz de pequeños monitores cubría casi toda la superficie. Cada pantalla mostraba diferentes imágenes: algunas en blanco y negro, otras a color, pero todas proyectaban un mundo bajo su vigilancia, cada una con un pequeño nombre, entre las que estaban al medio se leía “Cho Chang” y en la pantalla se veía a la diseñadora de interiores especializada en espacios minimalistas y exclusivos, Astoria Greengrass, quien trabajaba sobre el cuerpo desnudo de una chica acostada sobre un mesón. En el extremo superior estaba el nombre Arthur Weasley y se veía claramente al diseñador de moda Blaise Zabini jugando al lobo y Caperucita Roja con el padre de Will, quien vestía solamente una capa con capucha. No muy lejos de esa pantalla se veía al magnate farmacéutico Severus Snape, vestido de policía castigando al “peligroso a de Icriminal” Sirius Black   Con una mano descansando sobre la cabeza de Bill y la otra sosteniendo un vaso de whisky añejo, Fenrir observaba los monitores con una calma calculadora, mientras empujaba las caderas hacia adelante. Su mirada se movía de una pantalla a otra, captando detalles que para otros pasarían desapercibidos justo antes que su mundo estallara en mil sensaciones. Se recostó ligeramente en su silla, tomó un sorbo del whisky y dejó escapar un murmullo apenas audible, como si hablara consigo mismo, satisfecho con el control absoluto que esa pared de monitores le otorgaba sobre su mundo.
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