ID de la obra: 840

Las Ciruelas de Bucky

Femslash
G
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 6 páginas, 2.276 palabras, 1 capítulo
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 1

Ajustes de texto
La ciudad de Lagos vivía aquella mañana con su habitual bullicio. Los vendedores ambulantes ofrecían frutas frescas, telas coloridas y especias que llenaban el aire de aromas intensos. El sol, que apenas se asomaba sobre el horizonte, iluminaba las calles abarrotadas, donde la gente caminaba con prisa, esquivando los autos y motocicletas que zigzagueaban en el caos controlado típico del lugar. Wanda Maximoff y Steve Rogers observaban desde una terraza alta, atentos a cada movimiento en la plaza principal. Su misión era clara: interceptar a Brock Rumlow, mejor conocido como Crossbones, antes de que ejecutara su plan. Ambos conversaban en voz baja, revisando sus equipos. Wanda, con expresión seria, ajustaba sus guantes mientras Steve le recordaba los protocolos. En las calles, Sam Wilson, equipado con sus alas de Falcón, caminaba disfrazado entre la multitud, comunicándose a través del auricular. Su tono era ligero, intentando calmar la tensión.   - ¿Alguna señal de nuestro amigo? — preguntó, vigilando cada esquina. - No, pero no debe estar lejos. Recuerda que el objetivo es evitar víctimas civiles. — dijo Steve negando con la cabeza mientras escaneaba el perímetro con sus binoculares. - Steve, siento algo... algo extraño, —dijo, enfocando su mirada hacia el mercado al haber percibió un cambio en la energía del lugar. - Entendido. Sam, dirígete hacia el lado oeste. Esto está por comenzar, —ordenó Steve, colocándose el escudo en el brazo.   Al otro lado de la plaza, Rumlow se movía con sigilo. Vestía un chaleco antibalas y una gorra que ocultaba parcialmente su rostro, pero la cicatriz en su mandíbula lo delataba. Su equipo también estaba preparado: explosivos pequeños pero letales que planeaban detonar en el mercado abarrotado. vestía de forma que pasaba desapercibido, aunque su postura rígida y su mirada calculadora delataban que no estaba allí por casualidad. Llevaba una chaqueta negra ajustada, con cremalleras discretas que ocultaban compartimentos internos. Bajo la chaqueta, un chaleco antibalas asomaba apenas por el cuello, mostrando su preparación para un posible enfrentamiento. Sus pantalones eran de un tono oscuro, resistentes y funcionales, perfectos para moverse con agilidad.   En las botas, negras y gastadas, escondía un pequeño cuchillo en un compartimento lateral. Sus manos estaban cubiertas por guantes de cuero sin dedos, que ofrecían suficiente protección sin limitar la movilidad. Sobre su rostro, llevaba una barba incipiente y una gorra oscura con el ala inclinada hacia abajo, proyectando sombras que disimulaban la cicatriz prominente en su mandíbula, una marca de sus encuentros pasados con los Vengadores. Aunque intentaba mantener un perfil bajo, su actitud alerta y la bolsa negra cruzada sobre su pecho, que contenía los explosivos   Oculto entre las sombras de un edificio semiderruido cercano al mercado, el Guardián Rojo, aunque lejos de su juventud gloriosa, conservaba una presencia imponente mientras vigilaba la operación desde un punto elevado. Su corpulencia hacía difícil que pasara desapercibido, pero se había envuelto en un abrigo largo de color gris oscuro, desgastado por el tiempo, que lo ayudaba a mezclarse con el entorno. Apoyado en una pared, observaba con una mezcla de paciencia y desdén. A través de unos binoculares viejos, seguía los movimientos de los civiles, los Avengers y, sobre todo, de Rumlow. De vez en cuando, ajustaba los guantes gruesos que cubrían sus manos, como si prepararse para un enfrentamiento fuese un ritual necesario. Su traje clásico rojo y blanco, aunque oculto debajo de varias capas, le recordaba quién era y cuál era su lugar en el tablero. Una barba espesa y desaliñada cubría su mandíbula cuadrada, y en su rostro se dibujaba una expresión entre el aburrimiento y el orgullo. De vez en cuando murmuraba para sí mismo, en ruso, comentarios sarcásticos sobre los "héroes americanos". Pero sus ojos, atentos como los de un depredador, no perdían detalle.   - ¿Qué están esperando? Siempre tanta ceremonia...   Su confianza en sus propias habilidades no había disminuido con los años. Aunque ya no era el mismo hombre que llevaba la carga de ser el símbolo soviético, su determinación seguía intacta. Mientras Rumlow avanzaba entre la multitud, el Guardián Rojo apretaba los puños, listo para intervenir si la situación lo requería.   Bucky caminaba por las calles de Lagos con una calma que hacía mucho tiempo no experimentaba. Se detuvo frente a un puesto de frutas, atraído por el color profundo de los ciruelos que descansaban en cestas de mimbre. Su mirada, relajada y curiosa, recorría el puesto mientras escuchaba el murmullo del vendedor explicándole en alemán cuán dulces estaban ese día. Bucky entendía algunas palabras, por lo que asentía con una sonrisa leve, agradeciendo el momento de tranquilidad. “Ya casi escucho como se acaba mi paz” pensó Tomó un ciruelo entre sus dedos, examinándolo con detenimiento. La fruta era pequeña, pero perfecta, con la piel lisa y brillante que reflejaba la luz del mediodía. Su expresión se suavizó al recordar un día de verano en Brooklyn, antes de la guerra, cuando la vida era más sencilla.   - Me llevaré un kilo — dijo finalmente, señalando las ciruelas. Su voz era baja pero firme, y el vendedor, encantado, le envolvió la compra en una bolsa de papel marrón. - Son nueve dólares — dijo el hombre entregándole su bolsa - ¿Nueve dólares? — dijo Bucky sorprendido — ¿acaso son de oro? ¡Esto es un robo! - Son ciruelas rumanas, señor — dijo el ventero — las mejores del mundo - Acepto que las rumanas son buenas — dijo Bucky — pero son mucho mejor las de mi jardín. ¡Y el kilo no cuesta nueve dólares! - ¡Entonces vaya a su jardín a comer ciruelas y deje estas en paz! — dijo el ventero alejándolas de las manos del americano - ¡Pero que...! ¡mi casa está... un poco lejos! ¡Al otro lado del mundo! — dijo Bucky intentando alcanzarlas - Solo páguelas — dijo una mujer a su lado con algo de fastidio - ¡No me voy a dejar estafar! — dijo Bucky intentando alcanzarlas - Son nueve dólares — dijo el hombre — se acepta QR — y señalo el pequeño letrero - ¡Pero yo no acepto que me roben! — decía el americano — quiero ciruelas ahora, y a precio razonable - ¡Es un precio razonable! — dijo el ventero esquivando las manos de Bucky - ¡Deme mis ciruelas! — decía Bucky intentando alcanzarlas con más ahínco - Señor... — dijo una mujer - Hmm... tal vez tenga razón. Pero, si compro dos kilos, podría hacerme un descuento, ¿no? Quizás, no sé... ¿un 20% menos? — dijo Bucky llevándose una ciruela a la nariz, oliéndola exageradamente para seguirle el juego al vendedor. - Primero pague. Y si lleva dos kilos serian dieciocho dólares — dijo el ventero quitándole la fruta esquivando las manos de Bucky - Señor... — repitió la mujer a su lado - ¡Esto es un robo...! — decía Bucky - ¡Al suelo ahora! — grito la mujer a su lado mientras se lanzaba sobre él momentos antes que explote una bomba en la sede de la ONU   Bucky sintió como su cabeza azotaba en la loza mientras la mujer que lo acompañaba caía sobre él. Rodo a un lado asegurándose que ella estuviera bien, y de un salto se puso de pie   - ¿estas bien? — le pregunto Bucky y ella asintió — ¿Y usted? — le preguntó al ventero que asintió. Escaneo el lugar con la mirada y vio a un hombre correr sospechosamente en la multitud — guarde mis ciruelas, volveré en un rato por ellas. Llevare kilo y medio — y corrió tras el hombre   Las calles de Laos eran un caos. Si bien la bomba habia estallado, no habia causado daños mayores, gracias a la intervención del Guardián Rojo. Los puestos de comida al aire libre desprendían aromas intensos de especias y carne a la parrilla, mientras motocicletas y bicicletas zigzagueaban entre los peatones. Era un caos vibrante, un laberinto donde alguien como Rumlow podía perderse fácilmente, pero no contaba con la tenacidad de sus perseguidores. Bucky Barnes, aunque igual de decidido, enfrentaba un obstáculo inusual: su ropa. Lejos del caos que alguna vez lo había definido, ahora vestía un traje formal de tres piezas, con una chaqueta negra ajustada, una camisa blanca y una corbata que ahora se veía torcida por el ajetreo. Sus zapatos de cuero, impecables al inicio del día, ahora acumulaban polvo y algunas manchas de lodo, resbalando peligrosamente en el pavimento húmedo.   - ¡Amo Wakanda y ser su príncipe consorte, pero odio su maldito protocolo de vestimenta en el exterior! — grito Bucky   Corría con esfuerzo, esquivando carretillas y saltando sobre cajas apiladas, aunque el calor y la falta de movilidad en su ropa comenzaban a pasarse factura. Cada movimiento brusco hacía que la chaqueta se tensara, dificultando que levantara el brazo metálico con libertad. Su cabello, suelto y desordenado, caía sobre su rostro, pero no podía darse el lujo de detenerse a apartarlo. A su lado, Nakia se movía con la gracia de una guerrera experimentada. Llevaba un traje táctico que mezclaba el diseño elegante de Wakanda con la funcionalidad de su misión. Su cabello recogido en trenzas y la ligereza de su atuendo le daban una ventaja evidente sobre Bucky, quien jadeaba más de lo habitual, peleando con los límites de su vestimenta.   - Por aquí, está girando hacia el mercado central, — dijo Nakia, apenas sin aliento, señalando una calle lateral mientras miraba de reojo a su compañero.   Rumlow, con su chaqueta de cuero negra y su rostro cubierto parcialmente por una bufanda oscura, empujaba a los civiles en su desesperación por escapar. A pesar de su ventaja inicial, empezaba a perder terreno, aunque no podía evitar notar la curiosa figura de Bucky, que lo seguía persiguiendo con un aire de incomodidad. Bucky intentaba mantener la velocidad, pero tropezó momentáneamente al resbalar con una cáscara de fruta, maldiciendo entre dientes.   - ¿Quién persigue a un criminal vestido así? Esto es ridículo, — gruñó para sí mismo mientras se recuperaba rápidamente — ¡Exigiré un cambio en los protocolos reales!   Mientras Nakia tomaba un atajo por las callejuelas, Bucky continuaba la persecución directa, usando su brazo metálico para apartar un carrito lleno de cestas de mimbre. La chaqueta se enganchó momentáneamente en un borde, y Bucky tuvo que dar un tirón fuerte, desgarrando ligeramente la tela en el proceso.   - Perfecto. Este traje ya no tiene salvación —murmuró, frustrado — ¡Madre me va matar!   En un momento crucial, Rumlow tropezó al intentar saltar un carrito de frutas, derramando mangos y bananas por el suelo. Nakia apareció de repente frente a él, deslizando uno de sus anillos hacia su garganta en un movimiento de advertencia.   - ¡No te muevas! — dijo con voz firme, sin dejar espacio para negociaciones. Antes de que pudiera reaccionar, Bucky llegó por detrás, sujetándolo con su brazo metálico y empujándolo contra la pared. - ¿En serio pensaste que podías escapar de nosotros? —preguntó con un tono frío, aunque en su mirada brillaba una chispa de satisfacción por haberlo alcanzado — Después de esto, alguien me debe un traje nuevo. - ¿Bucky? — preguntó el Guardián Rojo mientras Nakia enmanillaba a Rumlow - ¿Tío? — dijo Yelena sorprendida — creí que… - ¡Yelena! ¡Mi sobrina favorita! — dijo Bucky sonriendo - Creí que yo era tu sobrina favorita — dijo Natasha detrás de ellos - ¡Nat! — dijo Bucky girándose para ver a la pelirroja — mi… otra… ¿sobrina favorita? — y ambas chicas alzaron las cejas - Hola papá — dijo Natasha, pero el hombre solo la miro - ¡James! — dijo T’Challa mientras las Doras Milajes le iban abriendo paso — ¿qué paso? — abrazándolo sorpresivamente mientras las doras tomaban a Rumblow en custodia - Me quisieron asaltar, mi señor — se quejó Bucky - ¿qué cosa? — dijo T’Challa sorprendido - Hablando de eso, ahora vengo. No voy a permitir que me roben descaradamente — y corrió hacia el otro lado del mercado - ¡James! — dijo el príncipe sorprendido y miro a Nakia que exhalo - Va a regatear ciruelas — dijo la chica   Cuando llegaron al puesto de frutas, Nakia no pudo evitar respirar hondo. Debía armarse de paciencia para ser la guardia del prometido de su príncipe, el Lobo Blanco. El vendedor, un hombre mayor con bigote y gorra plana, resoplaba.   - Son frescas, amigo, directamente del huerto esta mañana. No encontrarás mejores en todo Lagos — dijo con orgullo, cruzando los brazos. - No lo dudo, pero... - Es en agradecimiento — decía el hombre negándose a recibir el dinero que Bucky le ofrecía - No soy un mendigo que vive de la caridad — decía Bucky intentando entregar el dinero en las manos del hombre — solo quiero pagar el precio justo. ¡Y dieciocho dólares no es un precio justo! Te doy diez dólares por los dos kilos - Estas son mejores que las de su jardín — dijo el hombre empujando la bolsa hacia Bucky, pero negándose a recibir el dinero — y son un regalo - Si no toma los diez dólares, no las llevare — dijo Bucky forcejeando - Si lo hará — dijo el ventero - No me puede obligar — dijo Bucky - ¿Quiere ver que sí? — desafío el ventero y ambos se miraron fijamente - Ya basta — dijo T’Challa - ¡Pero mi señor! — protesto Bucky - No vamos a ser descortés, y ofender al señor — dijo el príncipe, haciendo sonreír al hombre victorioso, lo que molesto más al ex soldado haciéndolo gruñir bajo y entrecerrar los ojos — pero dos kilos de ciruelas no son suficientes. Necesitamos al menos... tres kilos más. ¡Y por esas si pagaremos un precio justo!   Bucky recibió su bolsa de papel con los ciruelos, asintiendo agradecido al vendedor antes de continuar su camino por el mercado. Quizás no era el mejor regateador del mundo, pero había logrado pagar por sus ciruelas y, por un momento, disfrutaba de la normalidad que tanto había anhelado disfutando de su compra del brazo de su esposo, mientras saludaba a Steve y a los vengadores, quienes se llevarían a Rumlow a los Estados Unidos evitando un conflicto mayor. Por su parte, ellos llegarían a Wakanda nuevamente en unas horas, y disfrutaría unos días de la compañía de sus viejos amigos, Alexei Shostakov el Red Guardián, Yelena, Natasha y pasarían a recoger a Melina Vostokof, esposa de Alexei, madre adoptiva de las chicas y amiga de Bucky.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)