ID de la obra: 87

Sin esperar nada

Gen
Traducción
PG-13
Finalizada
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Autor original:
Historia original:
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
2 páginas, 1 capítulo
Descripción:
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Sin esperar nada

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Cuando pasó el primer impulso y Anora se dio cuenta de lo que había hecho, se arregló rápidamente la ropa, se deslizó desde el regazo de Ígor y salió del coche. Él la dejó ir sin intentar detenerla. «No mirar atrás», repetía Anora para sí misma mientras subía los escalones de la casa. No dejarse engañar otra vez. No permitirse creer que Ígor era distinto a los hombres del club de striptease. Quizás solo porque no podía permitirse ese tipo de entretenimiento. La casa la recibió con silencio y vacío: su hermana y el marido, claro, estaban en el trabajo. Mejor así. Anora no tenía fuerzas para darles explicaciones. En toda la semana anterior no habían oído ni una palabra de ella: su vida entera, su propia existencia, habían había estado dedicada por completo a Iván. Se estremeció solo de pensarlo. Tenía el alma revuelta, y su cuerpo aún recordaba las caricias de Igor: suaves, sin insistencia. Tras esas memorias llegaron otras sobre Iván, los hombres del club, aquellos que la habían tocado.Una hilera de manos pasaba ante la visión mental de Anora, y se dio cuenta de que ni siquiera podía recordarlas todas. De repente, se sintió asqueada de sí misma.. Quería lavar las huellas fantasma de esas caricias, olvidar todo lo que había pasado. ¿Cómo iba a volver al club ahora? Dudaba que alguien allí se alegrara de verla. El sonido del agua en la ducha la calmaba. Anora cerró los ojos cansados y respiró hondo. Después de haber llorado en el coche, se sentía vacía. Se abrazó a sí misma y echó la cabeza hacia atrás, dejando que el agua corriera por su rostro. Nada importaba… Solo quería tirarse en la cama y dormir durante días. Y no pensaba en lo que vendría después, porque le resultaba difícil creer que realmente existiera ese «después». Tal vez después su hermana entraría en la habitación con una pregunta en los labios, y ni su sueño la detendría. Tal vez tendrían que hablar. Pero por ahora, Anora solo caminaba hacia la cama con piernas de trapo y una punzada desagradable en el vientre. Pensar en un posible embarazo la hacía querer reír de forma histérica: con Iván dejaron de cuidarse muy pronto. Y luego, aquella interrupción apresurada en el coche con Ígor… ¡Dios! ¡Ígor! ¿Por qué no podía simplemente dejarlo ir, sin intentar atarlo a ella a través del sexo? Pero si lo hacía, tal vez él se habría quedado, y… ¿Y qué, Anora? ¿Y entonces qué? Negó con desesperación, frotando la cara contra la almohada, intentando expulsar esos pensamientos. Pero no lo logró, y sintió otra oleada de lágrimas subirle a los ojos… «No voy a llorar por Ígor, ¡no voy a hacerlo! Es raro, ¡tiene ojos de violador! Y además, ese coche de la abuela… ¿Por qué fue tan bueno conmigo?» Ya está. Lo pensaste. Las lágrimas brotaron sin control y Anora se acurrucó en la cama en posición fetal, con las rodillas pegadas al pecho. Las sábanas sin lavar olían a humedad, pero no le importaba. «¡Ni siquiera me conocía!» No hacía preguntas. No gritaba. No amenazaba ni sacaba su pasado a relucir. Solo estaba ahí. Le pasaba su bufanda, la cubría con su sudadera en el avión. Y de repente, Anora deseó con desesperación que él estuviera allí, justo en ese momento. Que simplemente la abrazara, la apretara contra su pecho, compartiendo su calor. Escuchar los latidos de su corazón. Y todo estaría bien. «¡Quería besarme! ¿Por qué?» Fuera de lugar, volvió a aparecer Iván en su mente, y su rostro se torció al recordar sus besos. Con Ígor habría sido distinto… Su protector silencioso… Todo se había enredado tanto… Anora se frotó la cara con las manos, esparciendo las lágrimas y sintiendo el sabor salado en los labios. ¿Cuánto llanto le quedaba aún dentro? Solo intentaba ser ella misma, recuperarse a sí misma, por eso se sentó en el regazo de Igor. Pero algo en ella parecía haberse roto. Tal vez hacía tiempo. Tal vez desde el principio. Le daba una vergüenza terrible que Igor la hubiera visto así. Debería haberle agradecido por cuidarla, no cargarle aún más. ¿A quién le gustaría quedarse en un coche con los pantalones bajados y una chica llorando sobre sus rodillas? Ni siquiera había sido capaz de manejar eso. «No lo voy a volver a ver…» …Y Anora no se dio cuenta de cuándo se quedó dormida. *** …Cuando despertó, la penumbra ya se espesaba tras la ventana. Desde la cocina llegaba el aroma de algo rico. Anora miró por encima del hombro y notó que sus maletas estaban en la habitación. Claro, las había dejado en la entrada. Le dio un poco de vergüenza. Su hermana estaba en casa. Anora se estremeció al pensar en la conversación que le esperaba. No tenía sentido aplazar lo inevitable, así que se levantó de la cama y, tal como estaba —con solo una camiseta puesta—, salió de la habitación. Pero cuán grande fue su sorpresa al ver que, en lugar de su hermana, el que estaba junto a la cocina era Ígor. —¿Qué estás haciendo? —preguntó con cautela, apoyándose en el marco de la puerta. —No cerraste la puerta —dijo Ígor al volverse y mirarla directo a los ojos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Anora, y algo le dolió dulcemente en el pecho. Antes de que pudiera asimilarlo, Igor ya se había girado de nuevo y revolvía algo en la sartén. La chica se dejó caer despacio en la silla. —¿Por qué estás aquí? Igor tapó la sartén y se dio la vuelta, apoyando las manos en la encimera detrás de él. Se encogió de hombros. —Fui a comprar comida. Pensé que querrías comer algo. Anora sintió cómo se le cerraba el pecho. La generosidad de Ígor le desestabilizaba el suelo bajo los pies; se sentía completamente perdida. Sin saber qué más decir, se quedó observando en silencio cómo el hombre terminaba de preparar la comida. En poco tiempo, un plato aterrizó frente a ella en la mesa. —Prueba. Su estómago gruñó, delatándola por completo. Igor se sentó frente a ella con su propio plato, enrollando los espaguetis con el tenedor. La luz cálida y artificial suavizaba sus rasgos; incluso su mirada parecía más blanda, más atenta, y en la comisura de los labios se dibujaba una leve sonrisa. Anora se descubrió mirándolo fijamente y eso la incomodó. Prefirió concentrarse en los espaguetis, fingiendo que todo estaba bien. Ya no le quedaban fuerzas para tener miedo —llegó la resignación: si Igor quería compartir con ella un momento más, podía aceptarlo.
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