~X~
La noche había sido larga y confusa. Seguirle la pista a Amber había sido todo un dolor de cabeza, pero no podía culparla. Era claramente un alma que buscaba libertad y aventuras. El problema es que las aventuras rara vez terminaban como en los cuentos de hadas. Los seguidores de la "Reina" la habían encontrado. La fea quemadura en su rostro era solo el comienzo, su respiración era inconsistente, su pulso lento y débil. Tener los poderes de la naturaleza sonaba como una bendición, pero para ella, había sido toda una maldición que solo le puso un blanco en la espalda. Debía llevarla a Beacon. Ozpin, después de su llamada, había enviado un bullhead a una zona de aterrizaje segura. No quería ser emboscado por los seguidores de la 'Reina' o algún Grimm. Hablando de preocupaciones, me encontré con un joven mientras buscaba a Amber. Vestía un atuendo de cuero teñido de negro, ocultaba su rostro bajo una capucha de tela de color gris oscuro y una máscara negra que le cubría la boca y parte de la nariz. Lo único llamativo en su rostro eran dos cicatrices: una línea que ascendía en el medio de su ceja izquierda, y otra fina que cruzaba el puente de su nariz de izquierda a derecha. Parecía un joven tumultuoso. Me recordaba a mí mismo hace algunos años. El chico me daba mala espina, pero después de informar a Ozpin sobre él, cómo había salvado a Amber, además de mencionar su extraño idioma, Ozpin me solicitó que los trajera a Beacon junto con Amber. Estuvimos caminando unos minutos hasta llegar a la zona de aterrizaje, donde el Bullhead ya nos esperaba. Me subí rápidamente, depositando a Amber en un asiento a mi lado. El chico dudó por un momento antes de subirse, ocupando el asiento delantero frente a mí. Colocó su espadón a su lado derecho, lo que me permitió observarlo mejor. El arma no se parecía a nada que hubiera visto antes; su ancha hoja emanaba un aura imponente. Sin embargo, hubo dos cosas que me desconcertaron: no había nada parecido a un mecanismo que le permitiera usar dust. ¿De dónde provenía esa ráfaga sin un mecanismo acompañante? Pero lo que más me intrigaba era que la hoja parecía brillar a la luz de la luna. ¿Quién era este chico? ¿Y de dónde había sacado esa espada? El chico tuvo un pequeño sobresalto cuando la nave comenzó a elevarse, agarrándose fuertemente de su asiento. Después de un rato, pareció calmarse, pero su expresión de sorpresa no abandonó su mirada. Esta se intensificó cuando su mirada se encontró con la luna destrozada. ¿Sería esta la primera vez que la veía desde tan alto? No importa, me acomodé en mi asiento. Quería relajarme un poco después de pasar días buscando a Amber, pero tenía que mantener un ojo abierto vigilando al chico. Es un verdadero misterio. Solo quiero evitar más sorpresas. El vuelo fue corto, y si el chico estaba nervioso por el viaje, no lo demostró. Tan pronto como llegamos a Beacon, una pequeña cuadrilla médica ya nos esperaba. Colocaron a Amber en una camilla y se la llevaron, dejándome con mi segundo problema por resolver. Observé cómo el chico miraba la academia con curiosidad, centrados en la alta torre donde se alberga Ozpin. Moví la mano para llamar su atención y le hice señas para que me siguiera. Fue fácil llegar a la oficina del director sin encontrar los pasillos llenos de estudiantes. Definitivamente, el mejor momento para visitar a Ozpin era durante las vacaciones de los alumnos, pero esta no era una visita social. Entramos en el ascensor que lleva a su oficina. Tan pronto como se abrió la puerta, vi a Ozpin de pie a un lado de la oficina, mirando el horizonte por la ventana. —Oz —dije para llamar su atención. Él se volvió hacia nosotros, sosteniendo una taza de café. —Qrow, me alegra ver que pudiste salir de esa situación sin ningún rasguño. —Díselo a Amber. —respondí con desdén —Hubiera sido peor si no hubieran llegado —exclamó tratando de reconfortarme—. Ahora, si pudieras presentarme... a su... salvador. —El tono estoico de Oz se apagó mientras su atención se centraba en el muchacho. El inmutable director ahora mostraba una expresión de desconcierto en su rostro. El chico miraba a Oz con el ceño fruncido y dijo algo que no llegué a entender, pero pareció que Oz sí lo comprendió, ya que dejó caer su taza al suelo en ese momento. —¿Lo conoces? —pregunté cuando Oz recuperó la compostura. Ozpin me miró con seriedad antes de dirigirse a mí. —Qrow, ¿podrías darme un momento a solas con nuestro invitado? —¿Estás seguro, Ozpin? —cuestioné con precaución—. Apareció en medio del bosque, y lleva la cara tapada, no parece la persona más confiable del mundo. —Qrow, necesito solo un momento a solas con este joven, te informare tan pronto como termine de hablar con él, solo confía en mi ¿quieres? Mi instinto no me daba razones para confiar en el chico, pero la reacción de Oz significaba algo, ¿lo conocía? ¿le debía algo? ¿era un tema personal? —Como quieras Oz, te daré un momento a solas con nuestro invitado— dije con un tono sarcástico, aunque en el fondo estaba preocupado por Oz. Ozpin asintió con agradecimiento, apreciando mi cooperación, o al menos eso esperaba. Mientras salía de la oficina, no podía evitar preguntarme quien era, cuáles eran sus intenciones y cómo podría complicar aún más nuestras ya complicadas vidas, Agh. Necesito un trago.~X~
Mientras observaba cómo el hombre que encontré en el bosque se alejaba, me fijé en el otro que estaba frente a mí. Su cabello gris contrastaba con su rostro sin arrugas; parecía joven, aunque la mirada en sus ojos no lo era, no pude evitar fijarme en su bastón, me llamo la atención el mecanismo que tenía justo encima de la empuñadura. —¿Quién eres? — pregunte, cruzando los brazos —Mi nombre es Ozpin —respondió lentamente—. Disculpa, ha pasado mucho tiempo desde que hablé esta lengua— dijo ganando un poco más de fluidez. —¿Dónde estoy? — Inquirí, sintiendo una mezcla de confusión y curiosidad. —Estas en la academia Beacon—¿Academia Beacon? de la única academia de la que había escuchado era la de Vinheim. Esto se estaba volviendo más extraño. Me siento fuera de lugar —Ahora si me permites preguntar, ¿cuál es tu nombre? —Nimrod— respondí de manera simple. Ozpin asintió, observándome con detenimiento. Había algo en su mirada que sugería que sabía más de lo que dejaba ver. —Bien, Nimrod... ¿cómo es que hablas en la lengua ya extinta de los dioses?