Prólogo
14 de septiembre de 2025, 18:39
Lo primero que se me viene a la mente al abrir los ojos es el pensamiento de que me he quedado ciega. El techo de la Torre de Astronomía parece una gran lona negra flotante desde aquí, el suelo. Me siento, colocando una mano sobre mi frente, sintiendo de inmediato su calor. Mi cabeza duele horrores, como si alguien hubiera prendido fuego mi cerebro con el hechizo « incendio ». Por el momento, no recuerdo por qué estoy aquí. Tengo el vago recuerdo de que era de día cuando vine, y ya es de noche. No me acuerdo qué sucedió previo a mi desmayo —no tengo la certeza de que me desmayé—, ni tampoco se me ocurre una idea coherente para explicar por qué estuve inconsciente varias horas.
Una vez que mis ojos se acostumbran a la oscuridad, me percato de que no me encuentro en ella, sino en una suave penumbra. La débil y pálida luz de la luna, que parecía estar lejos, entraba con miedo por los espacios abiertos de las paredes de la torre.
La puerta de la Torre de Astronomía se abre, dejando que la luz de las antorchas, colocadas en hilera a lo largo de ambas paredes que abrazan las escaleras, entre para hacerme compañía y ahuyentar la eterna lobreguez que trae consigo la noche.
—Por fin despertaste. —George entra por la puerta y se me acerca. Me ofrece su mano para que me levante.
Él es George, George Weasley, uno de los hermanos mayores del novio de mi hermana, Hermione. Me gusta desde que tengo once años. Nunca le he confesado mis sentimientos porque siempre me trata como una hermana pequeña, como si fuera otra Ginny.
Yo la agarro con timidez. Estando ya sobre mis pies, levanto mi cabeza para ver su rostro, iluminado por el suspiro de la luz anaranjada que emana de las antorchas. Sus ojos miran con un ligero desasosiego a los míos.
—¿Cómo… cómo supiste que estaba aquí?
—Todos estábamos aquí…
—¿Qué quieres decir con eso?
—¿No te acuerdas?
—No me acuerdo de nada, sólo sé que aún había sol cuando vine, pero no recuerdo por qué siquiera vine y en qué momento quedé inconsciente.
—Vimos un pájaro, Fred dijo que si alguno lográbamos atraparlo antes que él, iba a beber una poción que cambia su voz por un día a la de un sapo. Entonces Harry, Ron, Fred, Ginny, tu hermana, tú y yo fuimos tras ella. Cuando estuviste a punto de agarrarlo, el pájaro se volvió una luz cegante y nos desmayamos.
—Era una urraca, sí, ahora me acuerdo —digo aliviada—. Me desperté demasiado desorientada, como si hubiera estado dormida por años.
—Bueno, tú te tomaste tu tiempo para despertar. Dice Fred que fue porque estabas más cerca a la… urraca, ¿urraca, verdad?
Yo asiento con la cabeza. —Así que tan sólo fue una broma pesada de Fred, después de todo.
—Que le salió mal.
George me sonríe. Bajo la mirada por la timidez y es entonces cuando me doy cuenta de que aún sigo sosteniendo su mano. Rápidamente la suelto y río por lo bajo, puesto que los nervios me traicionan.
—Es una lástima —dice George.
Siento mis mejillas prenderse ante tal comentario.
—¿Disculpa? —Vuelvo a mirarlo.
—Es una lástima que no lo atrapáramos antes de que se convirtiera en luz.
Coloco mi cabello detrás de mi oreja, un poco avergonzada por ilusionarme. —Escuchar a Fred croar un día entero habría aliviado un poco la atmósfera en Hogwarts —juego con las puntas de mi cabello—, debido a que… Bueno, ya sabes, debido a que una estudiante asesinó a otro participante en el Torneo de los Tres Magos.
—Dicen que logró escapar hoy, a través del bosque prohibido.
—¿Puedes creer que todos estos años su cama estuvo a centímetros de la mía? Me genera
náuseas pensar que dormí unos tres años al lado de una psicópata.
—No se puede esperar menos de un Malfoy, Lana.
—Tú sabes que no me gustan los prejuicios, pero he de admitir que tienes razón. Están
obsesionados con ganar, sin importar qué.
—Oí que la encerrarán en Azkaban cuando la encuentren, por su actitud sospechosa.
—Ojalá que permanezca allí de por vida, solo así podremos asegurarnos de que ya no lastimará a nadie más.
—¿Qué tal si bajamos? —dice George, poniendo ambas manos sobre mis hombros—. Le he dicho a Fred que te guardara el último trozo pollo frito, así que es probable que en este momento esté teniendo un duelo con Ron por él.
Rio negando con la cabeza al imaginar aquella escena absurda.
—¡Entonces bajemos, antes de que Fred se tiente y decida comérselo él! —digo alegre, corriendo hacia la puerta.
La cena de hoy estuvo exquisita, aún puedo sentir el sabor de la tarta de cerasús que comí como postre. Estando en el dormitorio, en mi cama, busco exhaustivamente mi diario. Puedo jurar que los había dejado debajo de mi almohada, pero no está allí. Ya me he fijado. Abro mi baúl, nada. Debajo de la cama, nada. No hay razón para que no esté entre mis cosas, jamás ha visitado otro lugar en Hogwarts que no fuera este dormitorio.
¿Y si alguna de las chicas lo agarró? ¡Querría que me enterrasen viva! No podría con la vergüenza, he escrito muchas cosas sobre George allí. Si él llegara a enterarse... Peor aún, si Ginny llegara a enterarse… No, ¡lo peor sería que Fred llegara a enterarse! No me dejaría en paz hasta… No me dejaría en paz.
Me siento al lado de mi cama y me cubro el rostro con las manos, deseando que me trague la tierra. De pronto, se me enciende el foco.
— Accio mi diario —susurro.
Espero varios segundos y vuelvo a hacer lo mismo.
No pasa nada. Eso significa que está fuera de Hogwarts, o que alguien lo encontró y le colocó un hechizo anti-invocación. Ojalá fuera la primera opción, pero debido a la improbabilidad… Solo me pregunto quién podría tenerlo y por qué lo tiene. También me pregunto si se estará riendo de mí ahora, o si tiene planeado contarle a George lo que yo siento por él.
Pero antes de volver a desear que me trague un agujero, me distraigo al ver un pedazo de papel roto en frente mío, cerca de la cama de la asesina de Krum. Me inclino y lo agarro.
«El diablo no se viste de santo, sino de diablo» dice el papel.
No me preocupa en lo absoluto lo que dice la hoja, es la letra de una canción de Weird Sisters. Pero la hoja… estoy segura de que pertenece a mi diario.