Marta y Fina

Ingrid guardaba en Madrid,un secreto muy íntimo,su corazón sí escondía un secreto muy  profundo,había estado más o menos tiempo con una novia, había hecho el amor de manera dulce o intensa,dominando o dejándose dominar, muchas chicas,todas preciosas, que dejaba abandonadas en el camino como flores marchitas cuando le apetecía. Su alma solo se había encendido,en un lejano quince de agosto,en las fiestas de Denia,estaba en un ribazo contemplando los fuegos artificiales de las fiestas patronales,en ese momento estaba sola,entre una turista francesa de pelo garçon morena que ya se había ido,y la hija de un pescador local,pelirroja como una puesta de sol, y que tras pasar varias noches con ella entendió su sexualidad. Una chica se sentó a su lado,olía romero,no dijo una palabra,Ingrid,por primera vez en su vida se sintió incómoda,una gran carcasa dorada explotó,iluminando la cara de la desconocida,y el alma de Ingrid se rompió como una figurita de porcelana. Su misma tez morena,sus mismos rasgos,los cabellos rubios,una camiseta blanca de algodón,unos vaqueros recortados y unas playeras azules. La carcasa se extinguió,Ingrid iba a hablar con la desconocida,pero no sabía, que decir,era tan parecida a ella. La otra chica habló,tenía una voz suave. -¿Tú eres Ingrid?,verdad -¿Me conoces?,preguntó Ingrid un poco asustada -¡Claro que te conozco!Viajo mucho,y he conocido a muchas chicas con el corazón hecho añicos por ti. -Yo soy así,se encogió de hombros Ingrid,un espíritu libre. -Si se quedan colgadas de mi es su problema. -Por cierto¿Cómo te llamas? Pero la desconocida había desaparecido. Miro alrededor,pero solo se veían luciérnagas verdes y naranjas,lo permitido,y lo prohibido. Como en un espejo,físicamente igual que yo,pero con esos malditos complejos morales que tanto odio. Se levantó,una cadena metálica se le había quedado enganchada en la mano,sacó una linternita de la bandolera,era una medallita con cadena,por un lado una virgen en una cueva,y por el otro una leyenda Colegio de las Irlandesas Madrid. Sentía un dolor en el pecho,aquella chica le había dicho la verdad,rompiéndole el alma en mil pedazos,que su inútil y amoral corazón no sabría recomponer. En uno de esos pedazos como una lejana y parpadeante estrella,se ocultaba la llama de amor puro que la desconocida había prendido en Ingrid. Tengo que volver a verla. La medalla me ayudará a seguir su rastro. Pero,aunque la encuentre. ¿Cómo podré pasar al otro lado del espejo? Ingrid por primera vez en su vida,lloró,las lágrimas eran saladas,como el mar en que nadaba,como las que había provocado en tantas chicas con su indiferencia y no dulces como los higos y las uvas que robaba y vendía. Su vida acababa de cambiar...