ID de la obra: 1001

La Luz En Lo Salvaje

Gen
G
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planificada Mini, escritos 34 páginas, 20.053 palabras, 4 capítulos
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Capítulo 4 - Un mundo cambiante

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Capítulo 4: Un mundo cambiante La pequeña abrió sus ojos lentamente y fue recibida por la agradable luz matinal. Bostezó despacito, se talló los ojos suavemente con las patas y luego se estiró tanto como pudo. Bostezó otra vez y volvió a acurrucarse, mirando fijamente la brillante luz azul ante ella. Suavemente, vio otras dos luces azules asomarse, interponiéndose entre el sol y ella. Era la robot, cuyo cuerpo aún estaba cálido y cuyo rostro estaba cerca de la cachorra. -Hola, soy la Unidad de Exploración y Vigilancia, número 32. -Dijo, como si hiciera falta presentarse nuevamente sólo por ser otro día- ¿Tu periodo de suspensión fue satisfactorio? -preguntó a la lobita, que se limitó a mirarla sin responder. No con palabras, al menos; al distinguirla a través de su mirada borrosa por el sueño y la luz, se aproximó a la máquina y suavemente olfateó su hocico. Era un gesto de curiosidad, pero también de una naciente confianza -la pequeña buscaba estímulos que asociar a aquella cosa gris que se movía raro y hablaba aún más, pero que la había hecho sentir segura. Era una cachorra, pero también era perceptiva. -Mi misión actual es escoltarte a salvo hasta un adulto responsable. -Informó a la pequeña, que la miró curiosa y meneando con cuidado su cola. Sin estar segura de por qué, añadió: -¿Estás de acuerdo con ello? La pequeña nuevamente no respondió, pero esbozó una dulce sonrisa. Al menos por el momento, eso era suficiente. EV-32 buscó entre sus códigos, comandos y protocolos, y pronto su cuerpo había recobrado su temperatura habitual. Se sintió agradecida de haber descubierto dicha función, pues había resultado para que la cachorra tuviera un sueño reparador; después del día que había tenido algo tan simple, inconscientemente, se había convertido en una prioridad para la máquina. -Debemos continuar nuestro trayecto. Podría haber una distancia extensa que cubrir antes del anochecer. -Comentó a la lobita, contemplando por un momento los peligros a los que estuvo expuesta la noche anterior. Ninguno visible ni detectable, claro, pero la máquina empezaba a dimensionar el lugar en el que estaba… y la clase de animales que lo habitaban. Dentro de lo que cabía, se estaba volviendo imperativo no exponer a la lobita a otra noche en campo abierto. La cachorra meneó la cola y dio un saltito. Luego ladró suavemente, y miró a la robot con atención. -Muy bien. -Contestó, como si hubiera entendido que la pequeña concordaba, y sin más demora, reanudaron la marcha. Había transcurrido cerca de media hora cuando un nuevo torrente de información llegó a su mente: aún necesitaba definir a dónde ir, porque ya era un hecho que no podía llevar a la loba cerca de los humanos, pero tampoco tenía claridad sobre dónde hallaría a un adulto responsable. Una manada de lobos sería lo más lógico, pero ciertamente había visto lobos entre el grupo en aquel claro el día anterior… y si esa actitud violenta resultara una ocurrencia usual, ¿sería realmente seguro dejar a la cría al cuidado de esa clase de animal? No tuvo mucho tiempo de detenerse a pensar en ello, pues un ligero llanto de la pequeña llamó su atención. Volteó la mirada hacia ella, y la vio olfateando el césped a su alrededor. La lobita daba vueltas en círculos con la naricita pegada al suelo, como si siguiera un rastro. La máquina la observó pacientemente, sin comprender. De pronto, la pequeña abrió la boca y dio un mordisquito al césped, arrancando un poco y algunas hojas también. Con un gesto que sólo con el tiempo EV-32 entendería como desagrado, las tragó amargamente. Hizo una mueca, y entonces la máquina oyó otro sonido… provenía de la cachorra, pero no era como los que había oído hasta entonces: tampoco pareció producirlo con la boca, como sus ladridos y aullidos. Esto confundió en gran medida a la máquina, que observó con atención -y entonces comprendió que el sonido, de algún modo, parecía provenir de dentrode la cría. La lobita la miró con una expresión indescifrable para la robot, y entonces sí emitió con la boca un sonido: un llanto suave que indicaba algún tipo de malestar o incomodidad. EV-32 no supo cómo reaccionar, pero se acercó un poco más. La pequeña dio otro llanto más corto, se sentó, y se llevó ambas patas sobre el estómago. Luego se incorporó, y suavemente pasó por debajo de la robot, que intentaba seguirla con la mirada. Los ojos brillantes y curiosos pero hambrientos de la pequeña buscaban en ese cuerpo extraño algo que no hallaría. Intentaba olfatear buscando un olor distintivo, aquel que su madre tenía, y que la cachorra inmediatamente asociaba con alimento. Pero la robot no era su madre, no era orgánica, y ciertamente no tenía cómo alimentarla. Así que la pequeña siguió olfateando, cada vez más confundida por esa falta de aroma, y luego lloró un poco más. -¿Te sientes mal? -preguntó la máquina, y con cuidado se apartó lo suficiente para poder ver bien a la pequeña. La lobita la miró, para luego olfatear el césped otra vez. EV-32 la observó un momento más, y poco a poco empezó a razonar la situación: si bien era una máquina sin un real entendimiento sobre muchísimas cosas, su cerebro robótico estaba diseñado para reconocer patrones fácilmente, y así es como empezó a pensar que la cachorra había hecho ese gesto antes, cuando accidentalmente aplastó aquella fruta la noche anterior. El dulzor de la fruta aplastada guio a la cachorra, que pronto empezó a comer los restos de la misma entre el césped. -Tienes hambre, ¿verdad? -preguntó para confirmar su teoría. Tal como la robot había mucho que la cachorrita no sabía, pero sí reconocía ciertas palabras y esa sin duda era una de ellas. Así que en respuesta, ladró suavemente y meneó la colita con más entusiasmo. De modo que la robot se había topado de frente con un nuevo desafío: escoltar a la cachorra implicaba también alimentarla. Algo tan lógico había escapado a sus planes, evidencia aún mayor de que en realidad no estaba preparada para cumplir orgánicamente su misión. Tendría que improvisar, aprender en el camino. Sumado a ello, estaba por descubrir algo nuevo y muy interesante. -Eres una cría de lobo. -dijo en voz alta, y la pequeña, sentada, ladeó la cabeza y la miró con confusión. EV-32 continuó hilando la frase a medida que la información iba llegando a ella, desde lo profundo de su extraña mente robótica. -¿Qué come una cría de lobo? -añadió, y tras apenas unos segundos, la respuesta llegó a ella, en forma de su propia voz: -Un lobo es un depredador canino de gran tamaño, que se encuentra en diversas regiones a lo largo del mundo. Los lobos son animales sociables e inteligentes, que se organizan en grupos grandes comúnmente liderados por un alfa. -Y luego llegó a lo que le interesaba: -Siendo carnívoros que suelen cazar en manada, la dieta de los lobos consiste principalmente en otros animales medianos, como cabras, cerdos, venados, y otros más pequeños, como serpientes, aves o conejos. -parecía haber más, pero la robot interrumpió el relato. -Un depredador. -Comentó en voz alta, recordando que aquella definición ya la había oído cuando divisó al grupo de animales salvajes atravesando el claro, antes de la cantera. Bajó la mirada y observó a la pequeña, que nuevamente ladeó la cabeza, con inocencia. La había visto comer una fruta, pero si era un animal carnívoro, ello no bastaría. Así que la robot empezó a contemplar sus opciones, y pronto se dio cuenta de que tendría que cazar para la pequeña. Algo pareció remecerla ante la idea, porque no le resultó agradable en absoluto… y sin embargo, algo en ella dictaminó que era lo imperativo. Lo natural. Ahí estaba esa palabra, “natural”, resonando como un eco a lo largo de todo su ser, de toda su mente artificial, y no era agradable. Pero tenía una misión que cumplir, de modo que empezó a observar con mayor detenimiento el terreno a su alrededor. Lo que sea que fuere aquella voz en su cabeza, era muy eficiente una vez que sus objetivos se alineaban. Agazapado tras un montón de tierra removida hace mucho, y lo suficientemente cerca para oír la conversación-monólogo, otro animal sonreía de oreja a oreja, cada vez más interesado en el curioso par. -Debo hallar alimento para ti. -dijo EV-32, y luego puntualizó: -Hallaré el alimento apropiado para ti.

***

Aún era temprano y el día estaba muy agradable, así que se estiró con gusto y disfrutó la luz del sol sobre su rostro desde su madriguera. Dio un largo bostezo mostrando los grandes dientes y luego se rascó los bigotes con un aire somnoliento y apacible. No había una sola idea detrás de esos ojos marrones, tal como le gustaba, y tras un momento de decisión en que se obligó a comenzar el día, se aventuró afuera. El pelaje plateado del conejo estaba ligeramente cubierto de tierra, pero era visible y brillante. Sus orejas largas y caídas evidenciaban su relajo matutino, y gustoso, se estiró un poco más, cerrando los ojos con una sonrisa plácida. A lo largo del prado el terreno desnivelado formaba laderas y montículos que se habían convertido en el hogar ideal para varias criaturas, incluyendo a varias familias de conejos. Precisamente reposaba sobre lo alto de un montículo de tierra cuando la luz del sol desapareció de pronto, y entonces abrió los ojos. Tres brillantes luces azules estaban justo sobre él. Una silueta borrosa y enorme se erguía justo encima del conejo, de un color gris oscuro que además reflejaba parcialmente la luz. El conejo miró aquella… cosa, con una mezcla de sorpresa y asombro. Hasta entonces no se había topado con nada parecido, de modo que su mente estaba en blanco mientras la silueta caía sobre él. El mundo pareció detenerse para el animal, cuya boca estaba abierta y los ojos fijos en aquella misteriosa figura. Repentinamente sintió algo frío y duro rodeándolo a la altura del cuello. Entonces vino la presión: unos dedos metálicos se habían cerrado alrededor de sí, y con un movimiento firme, sintió su cuerpo despegarse del suelo. Suspendido en el aire, llevó rápidamente sus patas sobre aquellos dedos fríos y firmes, pataleando con firmeza. -Hola, soy la Unidad de Exploración y Vigilancia, Número 32. Gracias por tu cooperación. -dijo aquella cosa, con una voz extraña e innatural que infundió pánico en el pobre animal. La situación se había vuelto desesperada en un instante, pero entonces se volvió una pesadilla: debajo de él, una segunda criatura había aparecido: nada menos que una cría de lobo, de pelaje castaño y blanco. Era pequeña, pero una loba al final. Y hablando de final… -Aquí tienes, puedes comértelo. -dijo EV-32 a la cachorra, que miró confundida al conejo. Ladeó su cabeza sin comprender, pero meneó la colita al ver a la criatura sacudirse y patalear, como si estuviera jugando. -Adelante, abre la boca. -indicó la robot, sin tener una idea concreta de qué estaba haciendo ninguno de los tres. La robot aflojó un poco la firmeza de su agarre, y eso bastó para que el conejo se soltara… al menos lo suficiente para que la robot lo sostuviera en mitad de la caída, esta vez del pellejo. El conejo quedó colgando de la pata de la máquina, que lo observó sin reacción alguna. -¡Ayuda! -chilló de pronto, pataleando. Sin comprender qué sucedía, la pequeña se puso a reír, y se puso a imitar al conejo, moviéndolo con sus patas para hacerlo girar de un lado a otro. -¡Suéltame, monstruo! ¡¡¡AYUD-- -se golpeó de lleno contra el suelo al caer, pues tan pronto como le dijo a EV-32 que lo soltara, ella obedeció. El conejo se incorporó, pero el pánico se había convertido en furia. La máquina lo miró hacia abajo, analizando una y otra vez en su mente lo que acababa de suceder. Casi como si se tratara de un descubrimiento casual, repentinamente entendió que el fenómeno que presenció en aquel claro era algo real: los animales hablaban. Pensaban. Y gritaban, fuerte. -¡¿Qué te pasa, eh?! -la increpó el conejo, tomándola por sorpresa. -¿Estás loco o qué? ¡¿Qué eres?! ¡LARGO DE AQUÍ! -rugió el conejo, sacudiendo las patas en el aire y sin darle tiempo de explicar. A su lado, la cachorra lo imitaba, meneando las patas y balbuceando. Cuando el conejo se percató de ello, le gritó algo ininteligible a la lobita, que se rio, imitó el sonido del conejo y luego, tal como hizo un momento atrás, le dio un ligero golpe con la pata. Fue lo suficiente para hacerlo rodar. -Lo siento, no fue mi intención— -EV-32 no pudo terminar. -¡Quítate de encima, pulgosa! -le gritó el conejo a la cachorra, que balbuceó algo parecido y luego lo hizo rodar otra vez- ¡Ayuda! -chilló nuevamente, mientras la robot observaba todo, contrariada. Necesitaba detener a la pequeña y calmar al conejo, pero ninguno de los dos estaba cooperando. La manera en que su mente funcionaba seguía jugándole malas pasadas: información incompleta había causado que ignorase por completo la posibilidad (remota, ilógica supuestamente) de que las presas tuvieran algún nivel genuino de consciencia. Pero lo tenían y lo estaba comprobando personalmente, pues el conejo maldecía y pataleaba mientras la cachorra saltaba de un lado a otro con entusiasmo. -No tenemos intenciones violentas –empezó a decir la robot, pero el escándalo se hacía mayor a cada instante. Se dispuso a avanzar hacia la cachorra para apartarla del conejo y poder disculparse apropiadamente, cuando una bola de pelo blanco apareció entre sus patas. Y otra. Y una más. Sorprendida, se obligó a detenerse en seco antes de pisar a alguien por accidente, pues de pronto se vio rodeada de ellos. Ojos grandes, curiosos, temerosos y enojados observaban al extraño par desde todas direcciones. -¿Q-Qué es esa cosa? -preguntó nerviosamente una coneja. -¡No sé, no te acerques! -advirtió otro al instante. -¡Es un lobo con armadura! ¡Les dije que se estaban organizando! -agregó una tercera voz, aguda y temerosa. -¡Vienen a comernos a todos! -No soy un lobo, y no soy peligrosa. -la máquina intentó explicarse, pero al oír su voz sólo se sumaron más gritos. ¡Ping!, desde algún lado, un conejo le lanzó una piedrecilla que rebotó contra su cuerpo metálico, sin provocar el mínimo daño. Sobrevinieron más gritos. No paraban de aparecer. El escándalo atraía la atención de más y más conejos que se iban sumando al grupo. Algunos más osados empezaron a ubicarse entre la robot y la pequeña loba, que lejos de asustarse, agitaba rápidamente la cola, con una mirada de enloquecida alegría. EV-32 comprendió que, a sus ojos, estaba rodeada de cosas con las que jugar, pues el primer conejo seguía rodando de un lado a otro ante los juguetones embates de la pequeña. Sin embargo, lo que para ella era un simple juego, se había convertido en una amenaza a ojos de los recién llegados. Y la idea de que los conejos aprovecharan sus números para hacerle algo a la pequeña puso en alerta profunda a la robot. -Por favor, esto ha sido un malentendido –intentó explicar una vez más, sin éxito. La situación se había salido de control: murmullos habían pasado a ser comentarios en voz alta, gritos, preguntas y amenazas. Los que mantenían su distancia prudentemente ya se veían confiados al ser una abrumadora mayoría, de modo que empezaban a cerrar el improvisado círculo alrededor de ambas. -¡Agárrenlos! -gritó aquel primer conejo, agitado, antes de rodar por el suelo de nuevo. Esta vez otros se interpusieron en su camino para frenar el inofensivo golpe, a medida que empezaban a encerrar a la cachorra también. Sin una idea clara, EV-32 sólo pudo procesar que la pequeña estaba o estaría en peligro, y por tanto, no había razones para quedarse. Había fracasado en su misión de conseguirle alimento, pero de ninguna manera estaba dispuesta a fracasar en mantenerla a salvo. Así que tensó su cuerpo, lista para cargarla y salir corriendo de allí si hacía falta, cuando repentinamente algo salió desde detrás de la improvisada horda de conejos. Un borroso manchón naranjo voló por los aires por un fugaz instante, y luego cayó justo entre la robot y la cachorra, con un movimiento sumamente hábil. El pelaje mayoritariamente naranjo relució, y una cola larga, peluda y grande golpeó el suelo con gracia al aterrizar, contrastando aquella punta de pulcro pelaje blanco contra el césped. La inesperada entrada había traído consigo en silencio de los conejos, que al menos temporalmente centraron toda su atención en el recién llegado. -Pero miren nada más -dijo con un tono confiado un flamante zorro adulto- Resulta que al fin hallaron a alguien a quien intimidar, ¿eh? -¡Piérdete, zorro! -rugió enardecido el conejo original, que se apartó rápidamente de la lobita. -¡Esa… esa… cosa, intentó matarme! -¿Esta cosa intentó matarte? -respondió, apartándose suavemente para dejarla a la vista de todos, y luego apuntarla con la cabeza- Porque yo la veo intentando hablar, ¿no? Oye, cosa, ¿tú hablas? -preguntó con una naturalidad tal que, por un instante, la robot se quedó en blanco. -Tranquila, no muerdo. -agregó con una sonrisa confiada. -Sí, puedo hablar. -respondió finalmente, y un gritito ahogado recorrió al grupo. Aparentemente, parte del tumulto ni siquiera se había percatado de que la robot parecía razonar, o comunicarse- No era mi intención lastimar a nadie. -agregó, y esta vez varios conejos mantuvieron su distancia. Otros se quedaron, presas de la curiosidad. Algunos más estaban atónitos, intentando descifrar qué estaban viendo y oyendo. -Sólo intento alimentar a esta cría de lobo. -¡Pues no puedes! ¡No con conejos, no con nosotros! -protestó aquel conejo gris, uniéndosele varias voces de protesta. -¡¿Qué te pasa, estás loca, c-cosa?! ¡Iba a comerme, lo juro! -dijo a sus compañeros, que intercambiaban miradas de furia. Muchos estaban confundidos, pero también molestos, y pronto la robot conocería el motivo. -Ya cálmate, es obvio que no sabe lo que hace. Ninguna de las dos. -el conejo lo miraba con furia, pero el zorro no cambió su expresión. -Por lo demás, sales de la madriguera, te topas con algo enorme que no tienes idea de qué es, y… ¿sólo te le quedas viendo? -levantó una ceja- Instintos de supervivencia de una lechuga, lo juro… -¡Me da igual! ¡Trató de hacer que la loba me comiera! -¿Esta loba? -el zorro avanzó un poco, y como antes, se ubicó para que la cachorra quedara plenamente visible para todos. Miró a la pequeña que agitaba la colita, aún intentando mover al conejo con una pata. Cuando este se apartó, ella levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los del zorro. -Si hubiera querido comerte, te habría devorado de un mordisco. Pequeña y todo. -explicó el zorro, mientras el conejo lo asesinaba con la mirada. -Así que, ¿por qué no nos calmamos todos y empezamos a— -¡No tienes derecho, estás en *nuestras* tierras, zorro! ¡Así que lárgate! -espetó secamente, y la robot, que observaba todo con tanta paciencia como podía, sintió sus señales de alerta encenderse otra vez. Gritar parecía ser la manera por defecto de comunicarse de aquella criatura, pero ahora, alguna parte de ella llegó a reconocer la agresión en su tono. El zorro sonrió confiado, y lejos de mostrarse preocupado, miró de cerca al conejo. Su sonrisa enseñó unos grandes y filosos colmillos. -¿O qué, dientón? ¿Vas a indigestarme? -preguntó desafiante. Desde la primera vez que abrió la boca, el conejo vaciló y sus palabras se enredaron. -N-No puedes… sabes que está prohibido— -¿Quién me detendría? -rio suavemente, negando con la cabeza- ¿Tus amigos? ¿Tú? Por favor, estabas peleando con una cachorra, y no diría que estabas ganando. El grupo que los rodeaba se veía inquieto. Los conejos eran más, pero ellos eran dos depredadores y una cosa grande que aún nadie entendía. -La cosa aquí se equivocó, eso es todo. Así que esto es lo que va a pasar: ustedes pueden volver a sus vidas tranquilas bajo tierra, y yo me ocuparé de llevar a este par bien lejos. Vaya trato, ¿eh? Hasta debería cobrarles por –puso su pata entre la lobita y un conejo, obligándola a mantener la distancia- por quitarles una molestia de –eres testaruda, ¿verdad? -dijo a la pequeña, que insistía en jugar brusco con los conejos -En fin, no soy la clase que hace favores, así que me llevaré a estas dos. Y por esta vez, eso será todo. Vamos cosa, andando. -dio un silbido, y sin darles tiempo de protestar, avanzó. Algunos conejos se apartaron rápidamente, pues era claro que el zorro no haría un gran esfuerzo en evitarlos. -Por lo demás, es una confusión entendible… digo, son conejos, ya estarán acostumbrados a que los vean como el almuerzo, ¿no? -su sonrisa burlona molestó en sobremanera a varios de ellos, pero no lo suficiente para que hicieran algo irresponsable. El zorro era irritante y burlesco, pero al menos de momento, nada había pasado a algo mayor. -Lamento mucho esta confusión. -repitió la máquina, que avanzó más torpemente, teniendo cuidado de no pisar a alguno de ellos. Su instinto de supervivencia, si se le podía llamar así, dictaminó al instante que al menos en esa situación, debía obedecer sin mayores miramientos, aún si aquel zorro era un desconocido. -Desconocía que eran seres pensantes. -eso último hirió profundamente el de por sí aplastado orgullo del primer conejo, que sólo dio un bufido y volteó la mirada. -Ven, debemos retirarnos. -Sólo… lárguense de nuestras tierras. -contestó cortante el conejo. Y luego rodó por el suelo una última vez cuando la lobita lo pateó, justo antes de irse. El gesto era juguetón, pero considerando todo, varios lo consideraron un insulto. Aún con todo, y pese a que lo comentaron entre sí, ninguno de los conejos los siguió -los pocos que lo consideraron rápidamente desistieron al ver que el zorro había vuelto la mirada. -No es que fueras muy buena en ello, pero oficialmente abandonaste el bajo perfil. Felicidades, dentro de nada serás toda una celebridad. -comentó el zorro a la máquina, que se apresuró para caminar a su lado una vez que la cachorra se puso en marcha también. -¿A qué te refieres? -Verás, los conejos son famosos por dos cosas: uno) solían ser la cena de todo el mundo, y dos) son muy, muy chismosos. -explicó mientras avanzaba a paso despreocupado- Comentarán con todos los que vieron y oyeron hoy, así que… no te sugiero que te quedes a turistear. La robot asintió, y tras una breve pausa, contestó: -Gracias por ayudarnos. No era mi intención ocasionar un conflicto. -Tranquila, los conejos son conocidos también por eso. Irónicamente, se han vuelto muy territoriales con el tiempo. Algo paranoicos también… -sonrió, y luego contempló un momento a la pequeña, que caminaba cerca de la máquina- En fin, … no pienso llamarte “cosa” por cierto, sólo trataba de relajar un poco el ambiente… y parafraseando al almuerzo con delirios de grandeza, ¿qué… bueno, qué eres exactamente? -alzó una ceja, mirando con interés al par. -Eres mecánica, eso es evidente, pero nunca antes vi una máquina con tu forma… o una que hablara, ya que estamos. -Soy una unidad de Exploración y Vigilancia. -respondió la robot, con simpleza. -Desconozco más detalles, pero sé que fui programada para eso. -Por humanos, de seguro. -comentó el zorro, mientras empezaban a descender por una ladera. La pequeña se agazapó y fue bajando cerca de la robot, que se ubicó entre la pequeña y la parte más escarpada, protegiéndola de una eventual caída. Y el zorro lo notó, con un creciente interés. Por un momento volteó la cabeza, asegurándose de que no estaban siendo seguidos. Así era, pues aunque había algunos conejos que los observaban, mantenían suficiente distancia para no oírlos y pronto estarían fuera de vista también. El zorro dirigió otra vez la mirada al curioso par. -Así que exploras y vigilas… ¿vigilas a la lobita? -Temporalmente. -dijo ella y la pequeña dio un suave ladridito de alegría. -En mi funcionamiento rutinario, se me asignaría un perímetro, y mi labor sería la de resguardarlo. -Resguardar un perímetro. Entonces… ¿estabas hecha para… dar vueltas? ¿Andar en círculos? ¿Qué había dentro de ese perímetro? -Lo desconozco. -contestó ella, sincera. -Pero sé que esa era mi misión original. -Ajá. Pero ahora tienes otra, ¿no? Y es una bastante demandante, diría yo. -empezó a hacerle gestos con sus patas a la pequeña, que rápidamente adoptó una posición de juego, agitando su colita rápidamente. La robot observó eso con atención. -Por cierto, ¿dónde están mis modales? -se rio suavemente, moviendo su pata en círculos provocando que la pequeña siguiera sus dedos con la mirada, animada- Mi nombre es Roy, y estás encantada de conocerme. -se presentó con una sonrisa confiada. -¿Lo estoy? -preguntó la robot, no en un tono descortés sino genuinamente confundido. -Así es. De hecho, podrías decir que es todo un placer para las dos. -¿Lo es? -preguntó de nuevo la máquina, que intentó procesar esa extraña forma de presentarse. -Yo soy la unidad de Exploración y Vigilancia, número 32. Esta es una cría de lobo. -dijo mirando a la cachorrita, que revoloteaba alrededor de ambos. -Vaya, eres observadora. -comentó con sarcasmo. -Gracias. -dijo ella, sin entenderlo. -Momento -dijo de pronto, adelantándose un poco para ubicarse frente a ambas a medida que iban llegando a una planicie. -Dijiste 32, ¿verdad?... ¿Qué es eso, tu… tu modelo? ¿Tu versión, tal vez? -Lo desconozco. Pero creo que es el número de mi unidad. -contestó ella, intentando razonarlo. -Tu unidad… si fuera eso, implicaría que hay otros… 31 como tú? -hizo lo que pudo por ocultar una gran y astuta sonrisa. -No estoy segura. No tengo registro de otros. -contestó ella, y luego agregó: -Pero parece lógico. -Ajá… supongo que no recuerdas de dónde viniste, ¿no? -preguntó él, sus ojos brillando ante la idea. -No. Pretendía avocarme a ello una vez que complete mi misión actual. -con delicadeza, posó su pata sobre la cabeza de la pequeña, que detuvo su enérgica marcha al sentirlo. -Debo escoltar a esta cría con un adulto responsable. -se quedó en silencio, como si procesara un momento, y luego giró la cabeza, posando su mirada en el zorro. -¿Eres un adulto responsable? -¿Qué? ¡No! -contestó de inmediato el zorro, divertido y confundido en igual medida. -No puedes sólo ofrecérsela a cualquier extraño, podría terminar con un animal peligroso, o peor… podría abandonarla. La robot se quedó tiesa instantáneamente. Una vez más, aquella voz había tomado el control; la había forzado a intentar cumplir la misión de inmediato, sin consideraciones. La sensación volvió a incomodarla, y algo parecido a la culpa la invadió. -Tienes razón, Roy. Debo seguir buscando. -concedió sin vacilar, mirando a la pequeña. Por un momento, su acompañante se preguntó cómo luciría el rostro de aquella máquina, si tuviera expresiones. -No tengo suficiente información para cumplir con esta misión de manera eficiente. -Oh, si tan sólo tuvieras a un experto por aquí… -empezó el zorro, con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Conoces a uno? -preguntó la robot, y él se quedó sin habla por un momento. Al principio pensó que estaba jugando con él, aplicando sarcasmo… pero luego comprendió que la robot genuinamente poseía un nivel de inocencia inesperado. -Algo así. Pero antes de ir al punto, déjame decirte algo: te dije mi nombre porque quiero que confíes en mí. Después de todo, las ayudé ahí atrás, ¿no? -la robot asintió. -Bien, eso significa que estás en deuda conmigo. ¿Comprendes eso? ¿Estar en deuda? EV-32 lo consideró. Luego lo miró, buscando confirmación. -Para saldar una deuda, debo ejecutar una prestación favorable a ti. ¿Esto es correcto? -No lo habría dicho con términos tan… técnicos, pero sí, básicamente. -se sentó, frotando sus patas mientras imaginaba las posibilidades. -Y ya que estás en deuda conmigo, tienes que hacer algo por mí. Un favor. La máquina lo consideró, miró a la pequeña, que olfateaba nuevamente el césped a su alrededor, y luego asintió. -Entiendo. ¿Qué favor requieres que cumpla? -Ah-ah, aún no. -indicó el zorro con un dedo, sonriente. -Ya te contaré sobre eso. Pero ya que está zanjado, volvamos a lo principal: nombres. Yo soy Roy, ¿y tú eres…? -Soy la unidad de— -No, no. -la interrumpió rápidamente, y luego se explicó. -Eso no es un nombre, es una… una descripción. Estás diciendo lo que haces, no quién eres. Entiendes que hay una diferencia, ¿no? Por ejemplo: yo no ando por ahí diciendo que soy un zorro hábil, astuto e imposiblemente apuesto, aunque sea una descripción precisa. -la apuntó con un dedo- Explorar y vigilar un… perímetro para andar en círculos, eso no es un nombre, es una labor que cumples. Cumplías. -se corrigió de inmediato. -Lo que estoy preguntando es… cuál es tu nombre. Quiero saber cómo te defines a ti misma. La robot lo escuchó con atención, luego se quedó pensando. Curiosamente, nunca se había detenido a razonar sobre ello: se había presentado varias veces -la mayoría con la pequeña- pero sólo había estado explicando su función. Y su número, claro. -No creo poseer un nombre. -concluyó. -¿Es imperativo tener un nombre? -¡Claro que sí! -golpeó el suelo con su cola, y su entusiasmo contagió a la lobita, que se incorporó rápidamente meneando la suya. -Si no tienes un nombre, te costará muchísimo hallar una identidad. Y sin una identidad, nada tendría sentido. -la robot lo oía, y aunque no entendía por completo a qué se refería, asintió. -Muchos animales no escogen su nombre, sólo… lo tienen. Creo que en tu caso tienes suerte: puedes elegir uno que te guste. -bajó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de la cachorrita, llenos de vida. -Quién sabe, quizás elijas uno para ella después. -¿Para la cachorra? -la miró, y sin vacilar, comentó: -Tu nombre es Cría de Lobo. ¿Esto es apropiado? Tanto el zorro como la pequeña se miraron entre sí, casi como si compartieran un fugaz momento de completo entendimiento. -De nuevo, eso es una descripción, no un nombre. No puedes sólo llamarla “Cría de Lobo”, o “Pequeña” o “Lobita”. Tiene que ser algo que les guste a ambas. Algo con significado, ojalá. -puntualizó, y sintió curiosidad por lo rápido que se estaba involucrando: era algo absolutamente inusual en él. -Pero no es necesario que sea ya. Digo, si vas a entregarla a un adulto, tal vez sea lo mejor que ese adulto lo decida. -dijo con decisión, pues por un momento pareció olvidar por qué estaba ahí. Después de todo, el zorro había estado siguiéndolas. Había observado pacientemente, y hasta ahora, la recompensa parecía prometedora. Sólo debía conseguir que la robot se deshiciera de la pequeña, y entonces sería toda suya. Hasta entonces, había comprobado que podía manipularla, y su mente saltaba de una idea a la siguiente sin parar, elaborando planes que ejecutar una vez que sólo estuvieran los dos. Aún había tanto que aprender y comprobar, pero su primer movimiento estaba resultando a la perfección. -¿Un nombre debe tener significado? -preguntó repentinamente la máquina, sacando al zorro de sus cavilaciones. -¿Qué clase de significado? -Pues… cualquiera, realmente. Puede ser uno que eligieron tus padres, o uno que te guste… uno que te traiga recuerdos importantes, no sé. Esa clase de cosas. -No tengo padres. -señaló la robot. -Hasta ahora, tampoco tengo memorias. Sólo recuerdo con claridad lo acontecido desde ayer por la mañana. ¿Debo elegir un nombre en función a eso? -No necesariamente; sólo… puede ser uno que te guste. Que sientas que te define. -intentó explicar él, del modo más simple que pudo. EV-32 se mantuvo en silencio, acariciando sutilmente la cabecita de la cachorra. El zorro notó con curiosidad que pese a su enérgico actuar, la pequeña se detenía para sentir ese tacto. -Explorar y vigilar un perímetro no es mi misión actual. Escoltarla a ella lo es. -dijo pensativa. -Temporalmente, optaré por un nombre que no se refiera a mi misión previa. Así que mi nombre será… -lo consideró un momento, y luego lo decidió: -32. -…¿Y ya? -preguntó él, alzando una ceja. -¿No prefieres algo más… significativo? -Si hay otras unidades como yo diseñadas para cumplir la misma misión, entonces no sería algo distintivo. -explicó, como si siguiera una ruta lógica. -Pero debería ser la única número 32. Por ende, 32 es un nombre distintivo para mí. Él sonrió un poco. -No me parece un gran nombre sinceramente, pero supongo que tiene sentido. Digo, si te gusta, bien por ti. Luego está ella… -la pequeña sonrió, alternando la mirada entre ambos. -Aunque… considerando todo, tal vez sí sea mejor esperar un poco más. -si la robot había elegido algo tan básico como 32, no quería escuchar qué se le ocurría para la pequeña. La cachorrita agitó su cola y suavemente frotó la cabeza contra los dedos metálicos de 32. Pero luego aquel sonido regresó, y ella hizo un ligero gesto de desagrado al arrugar la nariz. -No pude conseguir su alimento. -recordó la robot, con un tono algo apesadumbrado. -Ahora sé que no puedo alimentarla con conejos. Debo actualizar mi base de datos. -comentó pensativa. -Eh… sí, sobre eso… -el zorro buscó la manera de decir lo que necesitaba de un modo que ella comprendiera. Entrecerró los ojos e hizo un gesto circular con un dedo- Verás, no son sólo los conejos… tampoco podrías darle serpientes o aves, no podrías alimentarla con otros animales en general… -En ese caso, la información de que dispongo está incompleta. -admitió ella ante esa revelación, algo contrariada ante la idea de conseguir otra clase de alimento. -Pensé que los lobos eran animales cazadores. -guardó silencio, razonando, y luego continuó: -¿No son los zorros animales cazadores también? -Ese es el punto, ¿sabes? Así es como solía ser. Lobos, zorros, coyotes, ¡todos! -alzó las patas en el aire para acentuar el punto- Todos los depredadores éramos eso: depredadores, cazadores. Nos alimentábamos de otros y así sobrevivíamos. Pero las cosas cambiaron… -hizo una pausa, que adrede hizo parecer dramática. Después de todo, le convenía que la robot lo creyera todo, no sólo lo que le dijera, sino también cómo. -Hace años, algo… nos cambió. A todos. En cada aspecto. -¿A los depredadores? -preguntó la máquina, interesada. El tono que usaba el zorro estaba cumpliendo su propósito, pues incluso la cachorrita prestaba atención. -A todos. -dijo él, marcando bien sus palabras. -No fue sólo la comida; eso vino por añadidura… lo que cambió, lo que se transformó fue nuestra mente… -señaló su sien con un dedo, sincero. -Nuestra forma de ver las cosas… verás, antes del fenómeno, éramos simples animales. Algunos más listos que otros, algunos más hábiles, pero sólo eso: animales que se movían y existían, vivían y morían por instinto. Los depredadores cazaban, las presas se ocultaban o huían y todo eso. Pero todo cambió un día… -se acercó a ambas, casi como si les contara un secreto- Fue un fenómeno, y lo llamaron “El Despertar”… un nombre apropiado, porque fue como si repentinamente… hubiéramos adquirido una auténtica consciencia, ¿entiendes? -miró a ambas, y aún sin expresiones en su rostro, pudo adivinar la enorme confusión que se generaba en la mente de la robot. -Fue muy confuso, y por supuesto, entender el mundo con esta nueva mirada, estas nuevas capacidades, fue algo gradual. No sólo estábamos pensando; estábamos conscientes de que podíamos pensar. Así es como nos dimos cuenta de que podíamos razonar como ellos… los humanos. Y es por eso que puedes entenderme. -sonrió astuto, levantando la cabeza la máquina, pues el zorro había respondido a una interrogante que, considerando todo lo acontecido, había quedado temporal y razonablemente de lado, pero no por ello había sido olvidada. -Así que por eso pueden hablar. Así es como entiendo a los animales. -pensó ella en voz alta. -Entonces, ¿los animales hablan el idioma que usaban los humanos? -Es un poco más difícil de explicar que eso, y créeme, tienes un montón por aprender. Sólo estoy haciéndote un favor dándote la versión resumida, y hey, con ese, ya van dos. -nada podía quitarle la sonrisa del rostro al zorro, que se había puesto en marcha. Ahora rondaba alrededor del par, mirándolas en todo momento mientras explicaba -Pero sí, básicamente desde entonces entendemos el idioma de los humanos. Podemos pensar como ellos, actuar como ellos… y eso derivó en la situación que viviste con el dientón allá atrás: con el tiempo, los animales empezaron a rechazar cada vez más el consumo de carne, porque lo que antes era algo natural e inevitable, ahora es… pues, más parecido al asesinato. Y ya sabes, eso no es aceptable. De modo que los animales rápidamente salieron del menú. -Pero, ¿cómo es posible? -inquirió 32, cuya mente la bombardeaba con preguntas a cada explicación del zorro. -¿Cómo sobreviven los depredadores sin un alimento apropiado? -Ya iba a eso. ¿Recuerdas cuando te dije que todo había cambiado con el despertar? No exageraba: lo que nos dio esta capacidad más avanzada de razonamiento, también cambió otras cosas. Nos cambió por dentro. -él apuntó a su estómago, pero luego subió su pata por su pecho. -No nos percatamos de inmediato, pero con el pasar de los días se fue haciendo cada vez más evidente. Habíamos cambiado internamente, pues los depredadores empezaron a perder el apetito por la carne. Podrías pensar que sólo era algo relacionado con nuestra nueva capacidad de razonar, pero no: las horas sin carne pasaron a ser días que se convirtieron en semanas, y aún así no había hambre o debilidad. No había agotamiento ni fatiga, aún si no probábamos carne en mucho tiempo. Algunos se negaban a aceptarlo, pero poco a poco nos dimos cuenta de que… ya no la necesitábamos. Podíamos sobrevivir sin recurrir a la carne, a la caza. EV-32 escuchaba todo, sin interrumpir. Estaba sumamente confundida, y sinceramente, parte de ella también se sentía incrédula. Aquel zorro las había ayudado, era cierto, pero lo que decía sonaba tan descabellado que ella no sabía qué pensar, principalmente porque él sonaba absolutamente convencido de lo que decía. -Y eso no es todo. -dijo él, como si le divirtiera confundirla más con cada cosa que agregaba a su relato. -Nadie podía asegurarlo al principio, pero con el pasar del tiempo, se fue haciendo evidente que también nos estábamos volviendo más longevos. Así es, animales que no debían vivir más de un par de años no estaban muriendo. Estaban envejeciendo más lentamente, bastante más. -se detuvo, estirándose un poco. -Así que en resumen: los animales podemos pensar y hablar, no necesitamos carne para vivir, y tenemos vidas más largas que antes del despertar. Qué loco, ¿no? -rio suavemente, como si lo que decía fuese algo sumamente casual. -Es… mucho que procesar. -dijo 32, ligeramente apesadumbrada. Había posado su pata con tanta delicadeza como podía alrededor del costado de la cachorra, y ambas reposaban juntas. -Gracias por explicarme todo esto. -Es un favor, nada más. Sólo recuerda que los favores hay que devolverlos, ¿eh? -respondió sin dudar. -Seguro que quieres entender un poco mejor todo este asunto, pero sugiero que lo hagamos en camino. Ella estaba por asentir, pero se detuvo. -¿En camino? -Dijiste que necesitabas escoltarla con un adulto responsable. Y siento decirlo, pero no es la mejor idea buscarlo aquí. Los conejos son lo menos peligroso en la naturaleza, y ahora mismo, estamos en plena entrada del territorio salvaje. -señaló con una pata a lo lejos, hacia una espesa arboleda que cubría la vista. Aún era pleno día, y sin embargo el denso follaje mantenía en una inquietante oscuridad el sendero. -Si te hubieras adentrado más, estarías en problemas. Problemas de verdad, no discusiones con el almuerzo. -sonrió un poco más, y luego agregó -Ya sabes que la carne es inviable, pero eso no significa que ella vaya a comerse cualquier cosa. Entenderás que un cambio tan fuerte en la cadena alimenticia trae bastantes ajustes -hizo un gesto con sus dedos, entrelazándolos y girando sus patas, casi como si imitara el movimiento de un engranaje. Resultó, pues la robot observó el gesto y asintió. -De modo que frutas, verduras y demás tampoco son tan fáciles de encontrar… por supuesto, aún puedes hallar comida en árboles, arbustos y matorrales, pero generalmente son cosas que otros dejaron. Así que no puedes tenerla aquí porque no es seguro, pero también porque te costaría más hallar comida. Además, hay otro detalle… -llevó su pata a la cabeza de la lobita, despeinándola. Ella se puso a reír suavemente, y la máquina agradeció el gesto. -Es demasiado pequeña. Va a necesitar leche si quieres que crezca sana. -¿Dónde puedo hallar leche para ella? -preguntó enseguida, interesada. -¿Puedo intercambiar favores por leche? -Ah, ya estás entendiendo la idea. -contestó él con una sonrisa juguetona. -Ya te contaré más sobre eso, pero sí, dentro de lo que cabe, el trueque es algo bastante confiable todavía. Dicho eso, puedes ir olvidándote de encontrar a alguien dispuesto a eso aquí. Y menos contigo. -tomó aire, y explicó brevemente antes de la inevitable pregunta. -En estos lugares, las cosas hechas por humanos no son muy bien vistas que digamos… ropa, herramientas… ahora, imagina por un segundo que eres un animal salvaje. No sé, una ardilla. Tú, ardilla salvaje que vive en el bosque, de pronto te topas con una cosa que no es de carne, no tiene pelo, no mueve los ojos cuando mira ni la boca cuando habla. -señaló con sus patas cada parte que mencionaba. -Su cuerpo es demasiado duro, su porte demasiado raro, y sus movimientos demasiado innaturales. Habría miedo, y el miedo es algo muy, muy peligroso. Así que, en resumen: tú no perteneces aquí. Y si quieres tener alguna oportunidad de cuidar a esta cachorra y cumplir tu misión, más te vale empezar con el pie correcto. Es por todo esto, que tú, robot extraña, y tú, loba miniatura, irán a la ciudad. Y yo voy a llevarlas allá. -terminó con decisión, estirándose un poco. -Vengan, no hay tiempo que perder. -¿Vas a llevarnos a la ciudad? -la robot y la cachorra intercambiaron miradas, pero antes de seguirlo, la robot sólo dio un paso, bastante firme. El zorro levantó las orejas, curioso por el gesto. -¿Entonces los humanos sí la cuidarían? -Oh… no iremos con los humanos… -contestó él, y dio un pesado suspiro. -La ciudad es más segura para las dos, ¿okey? En marcha, tengo cosas que hacer después. -comentó él, con un tono que la robot no había oído en él antes. -Me preocupa que los humanos no la acepten. Aunque sea pequeña, es una depredadora, un animal cazador. ¿Y si la encierran? -su tono era de genuina preocupación. -¿Es realmente seguro escoltarla hasta allí? El zorro se quedó en silencio, y eso encendió alguna alarma en ella. Sólo era una pausa, pero era algo inusual en aquel animal tan parlanchín. Su silencio no se debía a alguna razón sencilla: hasta entonces, todo iba viento en popa para él. Le contaría con más detalle todo, la convencería de dejar a la cachorra en algún lugar seguro con alguien que la cuidara, y luego se dedicaría de lleno a aprender sobre ella. Sobre las cosas que podía hacer, sobre el lugar del que vino… ¿unos treinta robots que le hicieran caso? Eso le vendría perfecto. Necesitaba experimentar con ella: necesitaba saber qué tanto podía controlarla, y qué tanto podía hacer por él. Había muchísimo trabajo por delante, pero tendría que jugar sus cartas con maestría. Después de todo, otros seguían buscándolo, y estaba a contrarreloj. Lo que hiciera, tendría que hacerlo rápido y sin fallar. Rayos, ¿qué hacer? ¿Debía decírselo? Si se lo decía, ¿cómo?... Tal vez podría mentirle. ¡Sí, eso era! ¡Sólo tenía que engañarla y ya, sería fácil!... …¿Y si no? ¿Y si ella lo descubría? No, era un hecho que lo descubriría. El problema era cuándo: ¿qué tanto alcanzaría a hacer antes de que supiera la verdad por otro animal, por otro medio? Internamente, suspiró, pensativo. Su mente iba a mil por hora. ¿Qué hago? ¿Se lo digo? ¿Cómo?... -Bien, escucha -empezó. -No estoy muy seguro de cómo decirte esto, pero… Ya lo tengo. Un suspiro de alivio. Dos pares de ojos, azules y ámbar, estaban fijos en él. Uno atento, el otro inocente, confundido. Es una robot. Tú eres una robot, una máquina. De modo que cuando te libres de la pequeña, los buscarías a ellos. Ah, la magia de la programación… ¿qué harás entonces, cuando ella ya no esté? Podrías quedarte conmigo. Sería muy ventajoso para ti, te lo aseguro. Digo, si vienes conmigo, los dos vamos a aprender muchísimo. Pero aún más importante: contarás con alguien que sepa cuál es tu lugar en este mundo, alguien que te ayudará a mantenerte a salvo. ¿Qué dices? ¿Que quieres saber de dónde viniste? ¡Gran idea! ¡Vamos a buscar ese lugar! Su monólogo mental duró menos de un segundo. Tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para no sonreír. De hecho, su expresión era dramática, la expresión de alguien que no quiere comunicar una noticia terrible. Había decidido decirle la verdad -era lo más práctico, porque así se ganaría su confianza. Y si confiaba en él, sería más fácil manipularla. -Ellos, los humanos, pues… ya no… están. -sentenció, optando por usar el tono más creíble que tenía. La robot se mantuvo en silencio. De alguna manera, todo el bosque, la explanada, todo el mundo pareció detenerse. -¿A qué te refieres? -dijo al fin, con un tono nuevo. Era más que confusión. -¿Se mudaron a otra ciudad? -No, lo que estoy diciendo es que los humanos… no la ciudad, los humanos… la… humanidad ya no está. Se ha ido. -hizo un gesto con la pata, como si algo se esfumara. La cachorra no lo entendió. La robot no quiso hacerlo. -¿Se… ha ido? ¿A dónde? -Ya no están, 32. -dijo él, y tomó aire antes de seguir. -Los humanos ya no existen. Ni aquí, ni en la ciudad, ni en la ciudad vecina, o la que encuentres más allá. La humanidad ha desaparecido. El tono que usó el zorro cumplió la misión a la perfección, porque la robot dimensionó esas palabras una y otra vez, y algo en ella la hizo comprender que no mentía. EV-32 se quedó en silencio y el viento dejó de correr. La cachorrita miraba confundida a ambos. Con cuidado lamió la fría pata de la robot. Ella respondió posando su pata débilmente sobre su cabeza y luego la acarició un momento, sin decir nada. La pequeña pareció percibir algo, frotando con delicadeza su cabecita contra los dedos de la robot, como si buscara hacerla reaccionar. La máquina bajó un momento la cabeza para verla de cerca. Vio en el reflejo de sus ojos su propio rostro, y mientras admiraba esa imagen, mientras se veía a sí misma, empezó a buscar en su cabeza aquella voz que la guiaba, que incluso le ordenaba cómo proceder. Pero por esta vez, hubo silencio.
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