Capítulo 3 - Media luz
18 de septiembre de 2025, 11:07
Capítulo 3: Media luz
El ocaso había teñido de naranja el cielo y el par continuaba avanzando a través del prado. El estruendo y el derrumbe iban quedando atrás, pues desde allí ni siquiera se lograba divisar ya la cantera ni sus alrededores.
Mientras la temperatura empezaba a descender y la luz se extinguía, una máquina observaba a lo lejos, intentando definir el siguiente paso. Una joven cría de lobo reposaba aún sobre su lomo frío y duro, acurrucada sobre sí misma, sollozando suavemente por momentos. Hasta entonces, el paso tranquilo, firme y estable de la máquina había resultado suficiente para que la pequeña durmiera, pero ahora estaba despierta, con la mirada perdida en el horizonte.
Era muy pequeña, pero en sus ojos cualquiera habría notado que entendía lo suficiente. Su mirada no tenía la luz que siempre la caracterizó; su colita estaba enrollada junto al resto de su cuerpo, inmóvil. Por momentos, lágrimas empapaban sus ojos y sus mejillas. De cierto modo, sí entendía, al menos lo suficiente. La robot lo sabía, y eso la acomplejaba: no estaba diseñada para la interacción social, no estaba diseñada para cuidar a un cachorro, y no estaba programada para ayudar a alguien a procesar el duelo. Repentinamente debía lidiar con todo junto y el sueño de la cachorra había ayudado -le había ganado algo de tiempo para ordenar sus ideas. Sin embargo, su mente seguía siendo un caos, y aquello que despertó, fuere lo que fuere, no era lo suficientemente potente para que ella ignorara por completo los códigos y protocolos con que fue diseñada. Así, una insistente, fría y mecánica voz dictaminaba que la cachorra no era ni podía ser una prioridad; tenía que buscar a los humanos para conseguir su asignación y ponerse a trabajar. Todo el resto eran distracciones.
Una vez más, batalló para ignorar aquella voz, sorprendiéndola el hecho de que, en esta ocasión, le resultó más fácil y rápido. Ahora mismo, la cachorra la necesitaba y ya no dormía. Le pareció absolutamente coherente hablarle, pero no hallaba las palabras. Sería una operación unilateral de todos modos -aún con su limitado entendimiento del mundo a su alrededor, le parecía absurdo esperar que la cachorra dijera algo. De manera que tras pensar un momento, finalmente dijo:
-Hola, soy la unidad de Exploración y Vigilancia número 32. ¿Te sientes bien?
Era la clase de pregunta que no tendría sentido formular en un momento así, pero la máquina, por supuesto, no lo sabía.
-Estuviste en suspensión durante un lapso de tiempo considerable. ¿Puedes ejecutar un análisis de daños? -preguntó, y los ojos ámbar de la pequeña se fijaron en los suyos. No tenía idea de lo que decía.
-Si te parece oportuno, puedo realizar un examen de salud básico. -agregó, y la cachorra siguió mirándola, confundida.
Era absolutamente comprensible que la cachorra estuviera sorprendida por aquella máquina. Se veía algo así como un lobo, pero evidentemente no era uno. Tenía una abertura metálica que asemejaba una boca, pero no se abría cuando hablaba. Tenía dos luces azules que conformaban sus ojos, pero no tenía pupilas. Era cuadrúpeda, pero no tenía piel ni pelo. Una luz azul en su pecho, en forma de triángulo invertido, brillaba con fuerza y eso había resultado útil en la oscuridad del túnel, ¿pero afuera? Ella resaltaba, en un muy mal sentido. No tenía un instinto de supervivencia (¿tendría algún otro siquiera?), pero como toda máquina diseñada con un mínimo de autonomía, sabía que debía tender a su propia preservación. Y es que tras ver la cacería, que a cada momento le parecía más lógico que había tenido que ver con el derrumbe y la cachorra, sabía que no podía mantenerse a plena vista. Con humanos habría sido lo ideal por supuesto, pero ahora que estaba consciente de que animales peligrosos rondaban el área, definitivamente debía mantenerse fuera de vista. No sólo por ella, sino también, y especialmente, por la pequeña.
-¿Te sientes bien? -preguntó a la lobita, que sólo respondió ladeando la cabeza. -Está oscureciendo y no tengo registro de zonas seguras en las cercanías. Sugiero que nos detengamos por hoy. -la pequeña la miró, y ladeó la cabeza hacia el lado opuesto. La robot la observó… y luego, sin razón aparente, ladeó la cabeza también.
La cachorra levantó sus orejitas. La robot movió las suyas, imitándola. La pequeña la miró con más atención, y entonces se acercó un poco. Curiosa, empezó a olfatear a la máquina, quien no pudo imitar eso, pero sí correspondió acercando su hocico metálico al de la lobita.
-Debo llevarte fuera de vista. -dijo finalmente, antes de que la pequeña apoyara con cuidado su pata sobre la punta su hocico, donde debería estar su nariz. La robot no comprendió el gesto, pero no apartó la cabeza.
Los ojitos de la pequeña estaban fijos en esas luces azules, como si poco a poco intentara descifrar a la máquina frente a ella. No la entendía, pero sabía que por alguna razón, la máquina estaba ocupándose de mantenerla a salvo -la había sacado del túnel, y le había permitido estar cerca mientras avanzaban. No es como si alguna de las dos hubiera tenido opción, pero la compañía era valorable y, en el caso de la cachorra, tranquilizadora. A diferencia de la robot, ella sí tenía instintos, pero aún estaban desarrollándose… de modo que lo que podía procesar eran cosas relativamente simples: aquello no había sido agresivo ni ruidoso con ella, no la había perseguido y no la había apartado. Era suficiente para que no lo considerara peligroso, y en ese momento, era lo que más necesitaba: sentirse segura. Porque por desgracia, sentirse querida era algo que no tendría.
A medida que avanzaban la pequeña se mantenía mayoritariamente en silencio, aunque por momentos levantaba las orejas, presa de la inagotable curiosidad infantil, buscando ese sonido que a ratos percibía mejor. No era particularmente desagradable, pero sí empezaba a ponerla un poco inquieta. EV-32 no se percató de ello, pues tenía la cabeza llena de ideas, protocolos, alertas y un sinfín de información que intentaba clasificar y organizar. Llegó a moverse por un tramo considerable sin dedicarse a pensar, observando su entorno más bien, en busca de cualquier señal de peligro. Procuraba analizar lo que veía y oía sin dar pie a que ese súbito torrente de datos la abrumara, lo que se convertía en un forzoso ejercicio de distraerse a sí misma cada vez que se quedaba mirando algo más de la cuenta. Se dijo a sí misma que realmente necesitaría aprender a enfocarse, o bien, a tratar de entender la confusa manera en que su mente funcionaba. Era frustrante, porque era una máquina y estaba consciente de eso, así que, ¿cómo podía costarle tanto ver las cosas como una máquina? La contradicción era algo que ocupaba constantemente sus pensamientos (¿su programación, su código?), pero no lo más importante en ellos: ahora lo más importante era la pequeña. Y de pronto, la sintió moverse más de la cuenta -se había agazapado sobre su lomo, y con algo de torpeza natural en su edad, había intentado bajar de un salto.
Las luces que conformaban los ojos de la robot se ampliaron un poco y, con un movimiento repentino, más ágil de lo que habría esperado, levantó la pata para improvisar un escalón para la lobita. Pero la pequeña no se esperaba eso y la robot no era particularmente buena prediciendo a una cachorra enérgica, por lo que tropezó con la dura pata de la máquina, dio un giro sobre sí misma y fue a parar al suelo.
La máquina se volvió con un salto, inundada por otra de esas sensaciones que poco a poco iba asimilando. Inclinó la cabeza, mirando a la lobita que estaba al revés: tenía la cabeza torcida contra el suelo y las patas traseras en el aire. Al verla así e inmóvil, por un momento sintió algo recorrer cada uno de sus sistemas, algo muy desagradable.
Y entonces la cachorra se largó a reír.
La robot dio un paso atrás, confundida. La lobita se dejó caer por completo, giró en el césped y se incorporó, sacudiéndose. Meneaba la colita con cuidado, mientras la robot se quedó estática, mirándola. Su cabeza estaba hecha un caos, pues aún estaba procesando la imagen de la pequeña en esa posición innatural, ocasionada por la propia máquina, cuando aquel sonido la invadió entera. Hasta entonces no había oído algo así, algo tan indescriptible, pero tan… agradable a la vez. Sin tener una auténtica idea de cómo, algo en su mente reprodujo el sonido otra vez. Y otra.
No era sorprendente que hubiera un montón de cosas que la robot no conociera. Después de todo no había que olvidar que ella llevaba menos de un día estando “despierta” y prácticamente a cada paso había algo nuevo que descubrir y analizar. Pero esto era diferente -esto, le había gustado oírlo.
Le había gustado.
Esa palabra resonó a través de sus sistemas, sus códigos, sus protocolos. Las máquinas obedecen su programación. Los animales sólo seguían sus instintos.
Pero había visto animales hablando, organizándose de maneras que no deberían ser posibles en la naturaleza.
Y ahora estaba ella, una robot, una máquina, una unidad de exploración y vigilancia diseñada nada más que para eso, decidiendo que un estímulo sonoro externo le gustaba.
Estaba confundida desde el momento en que despertó, pero el mundo a su alrededor parecía arreglárselas para que dicha confusión creciera a cada instante. Se detuvo a pensar en el hecho de que cada vez que conseguía definir algo, otra cosa nueva aparecía. Quizás de eso se trataba aprender, pero, ¿ella estaba hecha para eso, entonces? ¿Se suponía que aprendiera? ¿O acaso ella era también una anomalía, como lo que había visto hacer a animales salvajes?
Sea como fuere, enfocó su vista otra vez, y ahí estaba ella. La cachorra la miraba, con una dulce curiosidad.
-Lamento haberte tirado. -dijo con sinceridad- No fue mi intención.
La pequeña no respondió, pero se acercó un poco más y nuevamente olfateó el rostro de la robot. Siendo tan pequeña, reconocía las cosas más por su aroma que por su imagen, por lo que la unidad EV era un misterio para ella: era más o menos parecida a los animales que había visto, sí, pero no tenía olor. No había un aroma que asociar a esa cosa gris, pero lejos de preocupar a la cachorrita, parecía fomentar su curiosidad. Y al menos de momento, estaba conforme con eso.
La cachorra se estiró un poco, dio un ligero bostezo y luego se pusieron en marcha. EV-32 observaba a la pequeña con atención, pendiente de que no se alejara pues aunque era pequeña, no sabía qué tan rápida ni qué tan ágil podía ser. Se le ocurrió de pronto que, si algo llegara a asustarla, no tendría certeza sobre si podría darle alcance. La idea era alarmante, y especialmente dado que la luz que bañaba el valle había ido desapareciendo con rapidez -pronto estarían a oscuras, porque el cielo empezaba a cubrirse. La máquina alzó la mirada, buscando algún indicio de mal tiempo, pero al menos en eso la fortuna parecía estar de su lado: sólo eran nubes.
Por su parte y movida por una aparentemente infinita curiosidad, la lobita seguía buscando el origen de aquel sonido tan llamativo. Olfateaba el suelo y miraba alrededor, por momentos encontrando una ramita o una hoja con la que jugar por un rato, antes de recordar el sonido y avocarse a buscarlo otra vez. La robot no se detenía ni bajaba el ritmo de su caminar, pero sí estaba constantemente buscando a la cachorra, preocupada de pisarla o patearla por accidente. No era lo único de lo que debía estar pendiente, pues sabía que aún estaban peligrosamente a la vista. A lo lejos, una arboleda parecía un lugar más seguro donde detenerse, de modo que dirigió la marcha hacia allá seguida de la pequeña. Ambas estaban por cubrir los últimos metros cuando la pequeña de súbito se paró frente a la robot, mirándola atentamente.
-¿Qué sucede? -preguntó EV-32, que giró la cabeza creyendo que la pequeña había visto algo tras ella. Observó con atención, pero no vio nada. Ya era más difícil distinguir las cosas ante la oscuridad de la noche entrante. La robot se tranquilizó al no detectar movimientos, pero cuando giró la cabeza otra vez, el gesto de la cachorra la tomó por sorpresa.
La lobita estaba casi pegada a ella, pues se había parado sobre las patas traseras, olfateando curiosa aquella luz azul en su pecho. La robot la miró hacia abajo, sin saber cómo reaccionar. La pequeña olfateó un poco más, palpó con una patita suave aquella luz… y luego apoyó su cabecita contra ella. EV-32 no supo qué hacer o qué decir, pero fue incapaz de apartarla. Lentamente, la cachorra se acomodó… y apoyó su oreja contra aquel triángulo en el pecho de la máquina. Lo había encontrado: el sonido venía de ahí, de dentro de la robot. Era un zumbido suave y constante, extraño… pero confortante.
Moviendo suavemente la nariz, la cachorrita se quedó ahí por un rato. No entendía a aquella cosa gris y extraña, pero aquel sonido…
EV-32 notó los ojos de la pequeña cubrirse de lágrimas. Lo que no tenía forma de saber era que cuando la cachorra lloraba, a través de su vista nublada su figura difusa casi se veía como un lobo. Y así, inconscientemente, la pequeña halló consuelo cuando más lo necesitaba. Además, estaba aquel sonido.
-Tranquila. -fue lo único que la máquina pudo decir. Torpemente acarició su cabeza y su lomo.
Mirándola fijamente, la cachorra volvió al suelo, meneando un poco la cola: estaba conforme con su descubrimiento.
Cuando se disponía a buscar un lugar cubierto en el que detenerse para que la pequeña descansara, súbitamente la robot dio un paso, y entonces sintió algo reventar bajo su pata. Rápidamente retrocedió, casi tumbando a la cachorra, levantando su pata para examinarla. Trozos de algo pegajoso y jugoso estaban adheridos al metal frío, deslizándose lentamente entre sus dedos. Un sonido tras de ambas la puso nuevamente en alerta, obligándola a girarse con rapidez. Su rígida cola metálica rozó la cabeza de la cachorra, que sólo la esquivó casualmente porque se había agachado para olfatear aquello que la máquina aplastó.
-Esta criatura está temporalmente bajo mi protección. -dijo la robot con una inesperada firmeza. No había pretendido sonar así. -Es mi deber cuidarla de cualquier peligro. Temporalmente. -recalcó, como si tuviera que convencerse a sí misma. No hubo respuesta.
La máquina se mantuvo firme, analizando y escaneando cuanto había en su campo visual. Aún no tenía control ni conocimiento de sus capacidades -no sabía qué tanto estaba operativo tampoco, de modo que prefirió valerse de su vista y su oído.
Nada.
EV-32 esperó un momento, y luego otro más. Estuvo rígida y atenta por casi un minuto antes de decidir que no había peligro.
-Estás a salvo. -comentó a la cachorra, confundida al ver que lamía algo entre el césped. Pequeños restos de cáscara eran todo lo que quedaba, pues mientras la robot buscaba una amenaza detrás de ellas, la cachorra se había dedicado a comer cuanto encontró de aquella fruta. La máquina observó un momento, intentando ordenar sus ideas. Aún había demasiado que no entendía, de modo que no se le ocurrió que la pequeña podría haber ingerido algo peligroso. Miró su pata, y luego la frotó suavemente contra el césped para limpiarse. -Este parece un buen lugar. -agregó, como si pretendiera que la cachorra entendiera. Esta la miró con una sonrisa, aún meneando la cola suavemente. -Es razonable que descanses. -Dijo cuidando su voz, como si le preocupara que sonara como una orden.
La pequeña respondió con un ladrido. Era enérgica y curiosa, pero también era una cachorra. Y como todo cachorro, sus energías eran un misterio. Hasta hace apenas un momento parecía que querría jugar y corretear toda la noche… pero tan pronto como tuvo un bocado, sus ojos empezaban a entrecerrarse. Una pesada somnolencia había caído sobre ella, pero era comprensible que así fuese -había sido un día realmente intenso y pesado para la cachorra, en más de un sentido.
Intentando definir el mejor plan de acción, la robot la miró… y entonces decidió sentarse. Como si fuera una invitación, la cachorra se acercó, y se ubicó justo debajo de la máquina. El instinto estaba haciendo su trabajo: allí, se sentía segura.
Ya se estaba haciendo costumbre que EV-32 tuviera mucho en la cabeza. Estaba vigilando atentamente los alrededores, sentada, cuando repentinamente se le ocurrió que en medio de la oscuridad, su luz delataría su posición en un instante… y fue por ello que decidió inclinarse un poco más, buscando estar lo más cerca del suelo. Su luz aún era visible, pero al menos había conseguido cubrir parte de ella. Se quedó muy quieta, sin pensar en descanso -no lo necesitaba y eso era una ventaja, pues la cachorra se había quedado profundamente dormida, acurrucada sobre sí misma. La robot montaría guardia toda la noche si era necesario.
La canina biónica estaba tan quieta que, de no ser por la tenue luz que brillaba contra el césped, podría haber pasado por una piedra para el ojo no observador. El llanto de la cachorra la sacó de la vorágine de sus ideas, pero cuando miró hacia abajo, se encontró con que la pequeña lloraba con los ojos cerrados. Era más que eso, sin embargo; sollozaba, pero no abría sus ojos… y la robot no sabía suficiente del mundo para comprender que la cachorrita estaba teniendo una pesadilla. Lo que sí pudo entender fue que la pequeña estaba sumamente inquieta, por lo que, como antes, deslizó lentamente su pata por la cabeza y el lomo de la cachorrita. Antes había resultado, pero ahora haría falta más que eso… con un estremecimiento, la lobita abrió los ojos y dio un salto, sacudiendo la cabeza como si intentara físicamente borrar de su cabeza lo que sea que estuviese viendo. Pero cuando lo hizo, sólo vio oscuridad. Dio un sollozo profundamente dolido y asustado, volviendo la cabeza… y ahí estaba la luz. Tres luces más bien -dos ojos y una más.
La cachorrita se talló los ojos con las patas y, como antes, intentó acercarse más.
EV-32 dudó. Si se movía, si se levantaba aunque fuera un poco, la luz delataría su posición a cualquier animal salvaje… pero la pequeña estaba asustada, y buscaba esa luz con desesperación. La decisión fue rápida.
Apoyándose con cuidado, la robot se acomodó para dejar aquella luz más visible. La cachorrita lo agradeció, pues se acurrucó de inmediato contra su pecho, buscando aquel sonido, aquel zumbido… aquella única luz.
La imagen del túnel, de las rocas desprendiéndose, el recuerdo de la tierra asfixiándola… todo empezó a quedar atrás poco a poco. Pero no era suficiente: la robot intentaba ser gentil, pero lo cierto era que su cuerpo era duro, frío y antinatural. Así que razonablemente, su mente se puso a trabajar, buscando ser menos una máquina, y más… lo que fuera que la cachorra necesitaba que fuera. Una curiosa habilidad llegó a su mente, y no dudó en intentar activarla.
Mientras la cachorra mantenía su cabecita apoyada contra el pecho de la robot, dejando que ese agradable zumbido la fuera relajando, una muy agradable calidez la hizo deslizarse lentamente en un sueño más confortante y agradable.
EV-32 sintió los primeros indicios de la alegría cuando notó que su idea había funcionado: su cuerpo mecánico tenía una función integrada para aumentar su propia temperatura. No tenía idea de cuál era el uso práctico, pero algo en su mente sólo repetía una palabra: nieve. No entendió, pero tampoco hizo falta: la cachorrita necesitó algo de ella, y la robot cumplió.
Observó el rostro de la cachorra con atención mientras dormía. Había aún tanto que ninguna de las dos sabía, tanto que ninguna de las dos podía entender… y sin embargo, algo en esa pequeña y frágil criatura parecía ayudar a la robot a aprender más rápido.
Lentamente alzó la cabeza, y mantuvo esa calidez para ella. Aún estaba alerta, y lo estaría por horas. La voz en su cabeza, aquella que le ordenaba qué hacer, había estado en silencio por un buen rato… pero cuando la oyó de nuevo, el tono había cambiado… se había tornado en algo con que la robot, por una vez, estaba de acuerdo.
-Misión actual: escoltar a la pequeña con un adulto responsable. Protegerla a toda costa. -dijo suavemente para no despertarla… y luego hizo algo que ningún protocolo le enseñó: con muchísimo cuidado… con algo parecido a la ternura, rodeó ligeramente a la lobita, y la acurrucó para que descansara.
Todo aquello lo observó alguien más, aquel animal que había estado siguiéndola. El pastizal, la cantera, ahora casi lo había descubierto en la arboleda. Era cauto, pero también era un especialista en aprovechar las oportunidades, y lo que estaba viendo lo llenaba de expectación.
Oculto tras unos troncos talados y que empezaban a pudrirse, se frotó las patas, haciendo un descomunal esfuerzo para no reír ante la infinidad de escenarios que empezaba a contemplar. Sí, tenía que hacerlo, tenía que presentarse ante las dos. Pero tenía que ser una entrada memorable; tenía que parecer útil y confiable… por la mañana, tendría la oportunidad perfecta.
Notas:
Hey, ¿qué tal? Gracias por tomarte el tiempo de leer esta pequeña historia que estoy escribiendo. Aprecio mucho el apoyo y el feedback, así que si estás disfrutando lo que lees, te comento que el capítulo 4, "Un mundo cambiante" ya está en redacción y debería subirlo pronto.
De nuevo, muchas gracias por tu tiempo y tu atención. Y si eres de Chile, ¡muy felices fiestas patrias, tiki tiki ti!