ID de la obra: 1021

Batman año 0

Gen
NC-17
En progreso
1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 12 páginas, 5.143 palabras, 4 capítulos
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Batman año 0 #1

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Era una tarde gris en la ciudad de Gotham, con nubes densas que presagiaban lluvia. Entre la multitud que acudía al cine se encontraba la familia Wayne: Thomas, su esposa Martha y el pequeño Bruce, acompañado de su amigo Thomas Elliot. Tras la función de La máscara del Zorro, los Wayne se despidieron de los Elliot, que se dirigieron a un vehículo cercano. —Tened una buena noche. — dijo Thomas con cortesía, antes de guiar a los suyos hacia un callejón lateral. — Venid, Alfred nos espera en la calle trasera, le dije que nos esperara ahí para no molestar tanto al tránsito. — El pasaje era angosto, apenas iluminado por la luz que escapaba de las ventanas superiores y el eco de los pasos resonaba entre las paredes. —Démonos prisa — murmuró Martha, inquieta por la penumbra. De pronto, de entre las sombras emergió un hombre. Vestía una gabardina gris y una boina del mismo tono que ocultaban su rostro. Con voz ronca ordenó —¡Alto ahí! — Un destello metálico acompañó sus palabras: una pistola en su mano temblorosa. —Tranquilo — respondió Thomas, interponiéndose entre su familia y el agresor. — No hay necesidad de violencia. ¿Qué quiere? — El hombre nervioso por los ruidos procedentes de la calle principal estaba temeroso de que, si se tardaba demasiado, se alertaran de la situación. Thomas, se sacó la cartera y se la lanzó en el suelo cerca de él, pero el hombre, al no ver que le estaba lanzando, disparó. Fue un disparo preciso, justo en el corazón, matándolo en el acto y cayendo a plomo en el suelo. Martha lanzó un grito desgarrador y se arrodilló junto al cuerpo de su esposo. — Por favor, no nos haga daño, no haga daño a mi hijo. — La súplica en su voz atrajo la atención de los transeúntes cercanos. — ¡Cállate perra! — bramó el hombre asustado, intentándola ahogar con su mano libre, pero vio que la gente se empezó a acercar. — ¡Maldita sea! — Apuntó con el arma a la cabeza de Martha y realizó un segundo disparo directo en medio de la frente, cayendo el cuerpo de lado y antes de que cayese, le cogió el collar, arrancándoselo por la fuerza de inercia del peso, rompiéndose y esparciéndo por el suelo las múltiples perlas de este. Agarró la cartera y algunas de las perlas y escapó por el otro lado del callejón, dejando a un pequeño Bruce Wayne arrodillado, mudo, sin ninguna expresión en su rostro entre los cadáveres de sus padres. Alfred, quien al ver la hora que era, encendió el motor del lujoso vehículo, esperando la llegada de la familia Wayne por la que trabajaba como mayordomo. De repente, escuchó un disparo acompañado de un grito, seguido de un segundo disparo, por lo que, alterado, salió del vehículo, vio salir corriendo de forma misteriosa del callejón un hombre extraño, incrédulo por la situación, se dirigió al callejón para ver que había ocurrido, pero al llegar, solo vio una escena desgarradora, que lo atormentaría por el resto de su vida, Bruce Wayne, su querido señorito Bruce, con una mirada sin objetivo, anonadado, rodeado por los cuerpos de sus padres en medio de un charco de sangre, y una pequeña multitud al otro lado de la calle observando el escenario. A los pocos minutos decenas de policías llegaron, cerrando el paso a los transeúntes curiosos, a Bruce se lo llevaron a una de las ambulancias aparcadas, para que lo examinaran, mientras que retiraban en otra los cuerpos sin vida de sus padres, Bruce estaba cubierto por una delgada manta, intentándolo calentar ya que por la noche, bajaba la temperatura, pero no pareció perceptible, al menos en ese momento, junto a él, se encontraba su mayordomo Alfred, sin saber cómo confortarlo tras este terrible suceso, y también se encontraba un joven policía que intentaba tomarle declaración. — Siento lo sucedido chico, pero sería de gran ayuda para la investigación que me respondieras a unas pocas preguntas. — intentaba decirle el policía, con el máximo tacto posible, pero Bruce no respondía. — Lo siento caballero. — respondió Alfred al ver que la conversación no conducía a ningún lado. — Deberíamos irnos a casa, no creo que el señorito Wayne, se encuentre en la mejor condición para responder a sus preguntas ahora mismo. — El policía tras echar otra ojeada al niño respondió. — De acuerdo, llámeme cuando vea que este de mejor ánimo, es importante su declaración para poder seguir con la investigación, aquí tiene mi tarjeta, llámeme personalmente a mí, si no contesto, llame al departamento de policía y ahí concertaran una cita. — tras decir esto, le entregó una tarjeta con sus datos personales. — De acuerdo agente… James Gordon – respondió Alfred tras revisar la tarjeta. Tras esto, Alfred y el agente Gordon, acompañaron a Bruce hasta su vehículo y se despidieron. El viaje de vuelta a la mansión Wayne, fue muy silencioso, Alfred lo iba observando por el retrovisor, pero lo único que veía era la misma cara inexpresiva. Entraron por las amplias puertas principales, Bruce entro y al ver un enorme retrato de su familia, colgado de una de las paredes, se dirigió hacia él. Alfred al verlo, se le acerco manteniéndose a cierta distancia. — Lo siento mucho, señorito Bruce, realmente lo siento mucho. — dijo con tristeza, que se sentía más en sus palabras que en su rostro. Bruce giro su mirada hacia Alfred, quien percibió levemente una nueva emoción, terror, y sabía lo que tenía que hacer. Rápidamente se acercó a él y le dio un fuerte abrazo, no el típico abrazo que solía darle para reconfortarlo en momentos de tristeza, sino un abrazo como el que le da un padre a un hijo. Tras eso, Bruce empezó a llorar en su hombro. — Llore señorito Bruce, tanto como necesite para aliviar su alma. — le dijo mientras seguía abrazándole. A los pocos minutos, Bruce se dirigió a su habitación para poder dormir, al sentarse en su cama, echo un vistazo a una foto que tenía sobre la mesa de noche junto a la cama y dijo sin parpadear. — Juro, por las almas de mis padres, que dedicaré mi vida a librar la guerra contra el crimen. — Pasaron los días y el día del funeral llegó, acudieron grandes empresarios de la ciudad, la mayoría desconocidos para él, junto a la multitud, se encontró con su amigo Thomas Elliot, acompañado de sus padres. — Siento lo ocurrido, amigo. — dijo, con una mirada triste. — Pero no olvides que siempre estaré ahí, por eso siempre seremos amigos. — dijo sosteniendo la mano. Bruce, apreciando las palabras de su amigo, se la estrechó de vuelta. Durante la ceremonia, otra niña de aproximadamente su edad, quizás un poco más joven, se encontraba junto a él, se trataba de su prima Kate Kane, apenas se habían visto unas pocas veces, pero pudo reconocerla ya que era la única otra menor aparte de su amigo Thomas y él, pero en ningún momento se le acercó para saludar, aunque tampoco le dio mucha importancia. Tras regresar a la mansión, Bruce tomó una decisión, la cual definiría el camino que iba a recorrer con gran determinación. Pasaron los días y Bruce no recibió nuevas noticias sobre el caso de sus padres por parte de la policía y decidió llamar al agente Gordon, citándole para que fuese a la mansión. A los pocos minutos, se encontraban sentados en el lujoso salón. — Así que… ¿Cómo va el caso? — preguntó Bruce, tomando de una taza de té. — Verás hijo… a los pocos días de empezar la investigación fui apartado del caso por mis superiores. — respondió Gordon con resignación. — ¿¡Cómo!? — respondió Bruce, incrédulo por las palabras de Gordon. — ¿Y quién es el responsable del caso actualmente? — preguntó. — Lo desconozco, han pasado el caso a estancias superiores y todo se mantiene con secretismo, ni siquiera se nos ha comunicado a los agentes implicados en el caso, simplemente nos han apartado. — respondió Gordon. — Así funciona el mundo chico, a veces no podemos hacer lo que queremos. — — váyase. — dijo Bruce con frialdad, con su mirada fija en su taza de té. — Tranquilízate, aunque me hayan apartado del caso, seguiré investigando, te prometí que… — intentaba decir Gordon, cuando Bruce lo interrumpió. — ¡Dije que se mache! — dijo Bruce elevando su voz. James, finalmente desistió y abandonó la mansión, dejando a Bruce solo junto a su mayordomo Alfred. — Alfred… alguien tiene que pagar lo que pasó. — dijo Bruce mirando al frente en voz baja. — Lo que pasó, señorito Bruce, fue un acto de cobardía, no debe cargar con esa sombra. — respondió Alfred sereno. — Ya lo he decidido, ya sé lo que debo hacer y si no me ayudas, lo haré solo. — dijo Bruce, observándolo. Alfred miró el rostro del niño, el cual reflejaba una gran determinación en sus palabras. — No le daré la espalda señorito Bruce, por eso está la familia, pero para eso, es necesario que sea su mejor Yo. — dijo retirándose de la sala con las tazas de té. Pasaron los años, y Bruce siguió su camino, junto a su mayordomo Alfred, quien ahora era su nueva familia, adquiriendo gran conocimiento en múltiples disciplinas, tanto académicas como en artes marciales, viajando por alrededor del mundo, con múltiples profesores y maestros, hasta finalmente forjar un espíritu y un cuerpo preparado para su destino.
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