ID de la obra: 1025

Demasiado Jóvenes Para Entender

Mezcla
R
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4
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planificada Maxi, escritos 78 páginas, 26.501 palabras, 9 capítulos
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01: ¡Hasta Tarde!

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      La luz del atardecer bañaba la azotea de la escuela en tonos anaranjados y violetas. Las sombras se alargaban a medida que el Sol se aprontaba para dormir, y el barullo habitual de los pasillos ahora era reemplazado por un silencio casi desconocido.       Xiang y Quohno se asomaban al borde del edificio, las barandillas de hierro todavía ardían como toboganes de metal, observando cómo la ciudad se encendía lentamente.       Sus risas resonaban en el aire fresco de la noche mientras compartían historias y sueños que quizás eran insignificantes, pero divertidos, ajenos al paso del tiempo. La escuela estaba a punto de cerrar sus puertas, pero ellos no tenían prisa por irse. En especial Xiang, quien hablaba y hablaba como una cotorra. Una cotorra con lentes.       Cuando las estrellas dejaron de ser tímidas, los ojos de Quohno comenzaron a brillar igual que ellas, admirando como las estrellas modelaban. De reojo, logró ver como Xiang revisaba la hora en su teléfono plegable, y como lo guardaba lentamente, como un perro atrapado mordiendo zapatos.       —Xiang... ¿qué hora es? —Quohno preguntó, su ceño marcándose criticonamente, como si estuviera reprochando a Xiang. A lo que Xiang simplemente se encogió de hombros, sin querer darle importancia mientras buscaba formas en las estrellas.              —¡Mirá! Esas parecen... ¡estrellas! ¿O no? —dijo Xiang, con esperanzas de que Quohno olvidara revisar la hora, señalando estrellas al azar con su dedo índice.       —¡No te aproveches de que no tengo carga en el celu! —Quohno alzó la voz, sonando como una ardilla. Lo que logró sacarle una risilla a Xiang. —Apuesto a que es más de las seis —Siguió, esta vez bajando su tono a uno más cauteloso, cruzándose de brazos.       —A ver… no es nuestra culpa que la escuela cierre a las seis —Xiang dijo, su voz arrastrada y su nuca roja de rascarse, mientras parecía estar enamorado del suelo de tanto que lo veía.       —Siempre nos metes en unos quilombos que...— Quohno resopló, pero por más que quería, no lograba sentirse enojado con su amigo.       —Entonces aburrido no soy, eso está asegurado —Xiang respondió, para luego agacharse a agarrar su bolso escolar, aunque tenía más envolturas y comida que útiles escolares o libros. —Si tenés tanto apuro, hay que justamente apurarnos —dijo Xiang, soltando una pequeña risa burlona, señalando con los ojos el portón de la escuela ya cerrado.       En ese momento, la mirada de Quohno se dirigió abiertamente al portón, temblando como una hojita suelta en el viento primaveral de septiembre.       —¡¿Y si nos metemos en problemas de verdad esta vez?! —dijo Quohno, su voz aguda y temblorosa, entrando en pánico con manos sudorosas. —No quiero que mis papás me castiguen de nuevo.       Xiang sacudió la cabeza mientras contenía la risa, dándole palmadas quizás muy fuertes en la espalda.       —Relajate, imagina que estamos en una prisión de alta seguridad con cámaras hasta en los baños, y que tenemos que escapar —Xiang sonrió soñador, aunque su idea no ayudaba con el nerviosismo y preocupación de Quohno.       —Bue, no me sorprendería que estés en una prisión de alta seguridad —Quohno murmuró, rodando sus ojos mientras acomodaba su bolso en su hombro. Xiang largó una carcajada, pequeñas lágrimas saliendo de sus ojos.       —No, ¡a mí tampoco! —concordó Xiang, y sin darle explicaciones a su amigo, se sacó los zapatos, guardándolos en su bolso escolar.       —¿Qué… hacés? —Quohno preguntó confundido, para después hacer una mueca, apretando los labios. —Xiang, ya te dije que no uses las mismas medias por más de un día… —suspiró, su mano agitando el aire, y sus coloridas pulseras resonando como cascabeles.       —¡Shh! Tenemos que ser silenciosos si no queremos ser atrapados —Xiang susurró mientras seguía agachado, desatando los cordones de Quohno.       —¡Xiang! —Quohno chilló sorprendido, pero no hizo realmente esfuerzo para alejar sus zapatos de Xiang. Es más, levantó los pies para que su amigo pudiera sacarle los zapatos.       —Listo, ahora sí —Xiang sonrió, casi orgulloso de su plan mientras guardaba los zapatos en el bolso de Quohno.       Al cerrar el cierre del bolso, Xiang se levantó un poco encorvado, susheando a su amigo, baba escapándose de su boca mientras Quohno se asqueaba en silencio. Xiang miró a los lados, y señaló a Quohno para que lo siguiera. Quohno, con un nuevo aire de seguridad, asintió, y ambos se miraron con complicidad.       Luego, comenzaron a bajar las escaleras con cautela, sus pasos resonando suavemente en el vacío edificio. Cada piso que descendían, el eco de sus risas se desvanecía, reemplazado por el sonido de sus respiraciones contenidas.       Al llegar al primer piso, Xiang se detuvo de repente, levantando una mano para indicar a Quohno que se detuviera. Desde el fondo del interminable pasillo, se oían pasos agudos y puntiagudos como agujas, aparentemente tacones. Una miembro del consejo estudiantil estaba haciendo su rutina antes de irse a casa, ¿esos tipos siquiera tienen vida fuera de la escuela?       —¡Dale, acá! —susurró Xiang, señalando un baño de chicos al final del pasillo. Ambos se deslizaron dentro, cerrando la puerta con cuidado.       El corazón de Quohno latía con fuerza mientras escuchaban los pasos acercarse. Podía sentir la adrenalina cosquilleando su piel, y también los olores concentrados dentro del baño, haciendo que abanicara su cara con la mano.       —¿Creés que nos descubran? —murmuró Quohno, su voz apenas audible, más silenciosa que el silencio mismo.       —No si te quedás quietito y en silencio —respondió Xiang, tratando de mantener la calma de su amigo.       Los pasos se detuvieron justo frente a la puerta garabateada. El miembro del consejo estudiantil parecía dudar, como si hubiera escuchado algo detrás de ella. Xiang y Quohno contuvieron la respiración como si estuvieran bajo el agua, esperando que el tiburón pasara.       Después de lo que pareció una eternidad, los afilados pasos reanudaron su marcha, alejándose lentamente. Xiang soltó un suspiro de alivio y abrió la puerta del baño con cautela.       —Vamos, antes de que vuelva el monstruo —dijo Xiang, tomando la mano de Quohno y guiándolo hacia las puertas principales del edificio, pegados a la pared como moscas.       Luego de unos pasos más, se toparon con las puertas abiertas de par en par. Seguramente alguien habría salido por ahí recientemente. Pero había un pequeñísimo problema, que el portón medía 3 metros de altura.       —¡Ja! Ni sueñes que voy a trepar eso —Quohno soltó una risa nerviosa, temblando de pies a cabeza mientras Xiang ya estaba aferrado a unas barras del portón.       —Andá, ¡yo subo primero así te podés agarrar de mi mano! —ofreció Xiang, escalando las barras como un mono. Si es que había alguna diferencia entre él y un mono.       Quohno tragó saliva y se mordió los labios ansiosamente, considerando si era mejor tener unos rasguños a que no tener permiso de salir de casa por el resto de la semana. La hoja temblorosa estaba a punto de hablar, pero una voz amenazante penetró el aire.       —¡CHE! —el guardia gritó, apuntando su cegante linterna hacia Xiang y Quohno. —¿Qué creen que hacen acá a estas horas? ¡Xiang, te podés lastimar allá arriba! —alertó, colocando una mano por encima del tímido Sol, centrado en Xiang.       Xiang podría haber cruzado al otro lado y haber dejado a Quohno allí, pero él sabía que estar solo no era algo bonito.       Así que bajó con cuidado por el portón, y caminó hasta estar al lado de su amigo, quien parecía estar congelado en el lugar, jugando a las estatuas. Mientras el guardia Kaem intentaba hablarle.       —Se nos pasó la hora —Xiang dijo de brazos cruzados.       —Eso se lo creería a alguien de primer grado —el guardia Kaem dijo a regañadientes, apuntando a la cara de Xiang con la molesta luz. —Ya tienen dieciséis años, ¡podrían haberse lastimado trepando el portón!       —Ta, ta, entendemos, ¿o no, Quo? —Xiang trató de convencer al guardia Kaem, buscando apoyo de Quohno.       —¿Eh? Sí, sí —su amigo respondió, limpiando el sudor de su frente. El guardia los miró con ojos cansados e irritados, para al final hablar.       —Le mandaremos un reporte a sus padres —el guardia informó, para luego caminar hacia el portón, insertando una llave en su cerradura.              El guardia empujó la puerta con fuerza y suspiró, esperando a que los chicos se fueran. El dúo rápidamente atravesó el gran portón, y Xiang insultó al guardia, tan silencioso como el aire. Quohno y Xiang caminaron por las veredas, ya no tan ocupadas como en otras horas. Pequeñas piedras de cemento pegándose a sus medias, pues habían olvidado ponerse los zapatos de nuevo. De fondo se escuchaba el portón oxidado cerrándose, el murmullo de adentro de las tiendas, la charla de personas invadiendo la mente de Xiang mientras trataba de sacar un perdón de su boca.       Xiang intentaba buscar las palabras para disculparse, pero no le salía ni un simple perdón. Hasta que finalmente decidió hablar, mordiéndose las uñas, su esmalte azul descascarado.       —¿Qué tan malos podrían ser tus padres? —dijo Xiang, como si no conociera a los padres de Quohno desde el día que nació.       —Injustamente malos. Sobre todo mi padre —Quohno respondió con sus hombros encogidos, y sus rechonchas manos aferrándose al tirante de su bolso como si fuera cuestión de vida o muerte.       —¿Creés que te castiguen con el celu? —Xiang preguntó preocupado, caminando más cerca de Quohno, inclinándose a un lado como perchero casi por caerse.       —Ni idea, por lo general me castigan sin dejarme salir. —Quohno dijo, rodando los ojos.       —Al menos podremos hacer videollamada o algo, ¡como siempre! —dijo Xiang, intentando animar a Quohno.       —¿Y tener que soportarte más horas? Genial —Quohno respondió, una sonrisilla escapándose sin querer.       —¿Entonces planeas hacer videollamada hasta las cuatro de la mañana? ¿Por horas? —Xiang preguntó curioso y alegre, levantando las cejas.       —¡Como siempre! —Quohno dijo y se rió risueño, sus hombros ya no estaban encogidos, pero caminaba torpemente, intentando seguirle los pasos a Xiang, quien no sabía caminar en línea recta.       De camino a la casa de Quohno, la gente los miraba confundida. ¿Qué hacían dos estudiantes sin zapatos caminando por la calle casi a la hora de la cena? Uno olía a sudor cubierto de colonia y el otro… Bueno, casi paranoico.       Quohno sentía que estaba recibiendo todo tipo de comentarios sobre su peso con solo unas miradas, mientras que Xiang pensaba que tenía a todas las chicas babeando por su pelo aceitoso y su cara grasosa con ojeras.       Pero los constantes chistes estúpidos y sin sentido de Xiang hicieron que Quohno se olvidara de las personas que lo rodeaban, especialmente porque cada vez que Xiang se reía, Quohno también se reía; aunque la broma fuera sobre Justin Bieber¹.       Cuanto más caminaban, más estrellas parecían aparecer, brillando en la oscuridad como luciérnagas. Pero los altos edificios cubrían ligeramente el gran cielo, los brillantes letreros de las tiendas se encendían poco a poco, nublando la vista de Xiang y Quohno.       Xiang desplegó su teléfono y abrió una notificación de Confetch.com, ese sitio al que Quohno generalmente evitaba entrar. La nueva publicación hizo que Xiang soltara una breve risa.       —¿Qué es? Dejame ver, —preguntó Quohno con curiosidad.       —Nada, no te gusta esto —respondió Xiang y se encogió de hombros, con los ojos pegados a cada pixel de la pantalla.       —¡Al menos decime qué es! —exigió, sacudiendo el brazo de su amigo.       —No, no, te quejarás de mí —dijo Xiang entre risas.       A medida que avanzaba el video, Xiang alejaba el teléfono de Quohno, hasta que su rostro se torció y guardó el teléfono, dejando a Quohno intrigado.       —Debería de haberme quedado con la intriga —dijo, entre dientes.       —¿Por qué? —preguntó Quohno de nuevo.       —Nada —Xiang se encogió de hombros, su cara todavía tormentosa.       Después de la pequeña charla, permanecieron en silencio. El estómago de Quohno se revolvía de intriga y emoción, y su mente se preguntaba qué podría haber visto Xiang en el video como para guardar silencio. La curiosidad lo mataba y se convertía en morbosidad. Quohno sabía que Xiang a menudo veía videos de peleas escolares, pero después de verlos siempre hablaba de eso, no solo se quedaba en silencio. ¿Qué tan malo podría ser?       Poco a poco, la curiosidad comenzó a desaparecer a medida que el sol se dormía por completo. Más bien comenzó a transformarse en hambre, la cena probablemente estaba lista para servirse, al menos en la casa de Quohno.       Quohno se paró junto a la puerta principal del alto edificio, cubriéndose de la tímida lluvia con el elegante porche. Mientras que Xiang directamente sacó la lengua para probar las pocas gotas de lluvia.       —¡Te vas a resfriar! ¡Basta! —Quohno advirtió con lástima y verdadera preocupación.       —¡Yo decido cuándo resfriarme! —balbuceó Xiang, sus palabras interrumpidas por el agua estancándose en su garganta. Tratando de hablar y beber lluvia al mismo tiempo.       —¡Andá a casa, boludo! No quiero ir a la escuela sin ti —la voz de Quohno se elevó con incredulidad, y volvió a bajar. Le costaba mantener el tono, pues sentía como si algo le apretara por dentro.       —¡Está bien, está bien, nos vemos! —gritó Xiang demasiado fuerte mientras saludaba a su amigo. Xiang vio cómo Quohno le devolvía el saludo con la mano y no se fue hasta que Quohno entrase en el edificio.       Pero Quohno no entró hasta que Xiang se fuera. Se miraron el uno al otro durante un buen rato, esperando a que el otro se fuera. Después de un momento, la lluvia empeoró y se volvió más violenta.       —¡Entrá, pelotudo! —gritó Xiang, poniéndose el bolso del colegio por encima de la cabeza a modo de paraguas.       —¡Pensé que te ibas a ir antes de que entrara! —respondió Quohno.       —¡Entrá ya! ¡Ah, y decile a tu madre que no me enojo si hace unas galletas de más! Entonces, Xiang se dio la vuelta y se fue corriendo a su casa lo más rápido que pudo, sin resbalarse en los charcos de agua. Mientras Quohno seguía riéndose, hasta que sintió que le dolía el estómago. Era hora de que ambos comieran algo.       En su camino, pasando por al lado de infinitos carteles brillantes, a Xiang ni siquiera le importó ponerse los zapatos de nuevo, cuando recordó que estaba en medias, ya había entrado en el edificio, no estaba lejos del de Quohno por suerte.       El suelo de madera se sentía más resbaladizo que nunca, pero la reacción de sus vecinos no cambió en absoluto; Xiang siempre había sido un punto negro en un lienzo liso. Pronto, las puertas metálicas del ascensor se abrieron y prácticamente Xiang se arrastró hacia él, cansado de tanto correr y de la lluvia. Sintió que su uniforme estaba empapado, ¡y su cabello un poco más domado de lo habitual!       En el momento en que las puertas se cerraron, el olor a lluvia llenó el pequeño espacio, sus vecinos apenas le prestaron atención a Xiang, solo se presionaron contra las esquinas, mientras que el cabello de Xiang goteaba un charco entero en el piso con cada piso que ascendía el ascensor.       —¡Hola, hola! —saludó a una señora cansada de la oficina, y también a un hombre de aspecto rudo que probablemente sabía disparar. Xiang no esperaba realmente que sus vecinos respondieran. —A veces me pregunto a quién comería primero si nos quedamos atrapados dentro del ascensor y nadie viene a rescatarnos —hizo una pausa, sus ojos se movieron rápidamente de uno a otro. —¡Juego en ambos equipos, así que no soy exigente! —sonrió ampliamente, fuera de lugar.       La señora cansada y el hombre gruñón lo miraron fijamente durante un largo momento, queriendo llamar a seguridad. Xiang se balanceaba de un lado a otro, tarareando una vieja introducción de una serie. "La-la, do-de-di-la" una y otra vez.       Hasta que el ascensor finalmente se detuvo en su piso, Xiang finalmente salió, jugando con las llaves en sus manos.       El entusiasmo de Xiang se desvaneció cuando se paró frente a la puerta de su apartamento, tratando de ser lo más silencioso posible con las llaves que parecían bailar en sus manos.       La atmósfera se volvió pesada, algo descansando sobre los hombros de Xiang, apretando su cuello y aplastando su pecho, haciéndole cosquillas en la columna con malicia. No estaba seguro de si las gotas que corrían por su rostro eran lluvia o sudor.       Respiró profundamente y temblando, para abrir lentamente la puerta, entrar paso a paso y cerrarla detrás de él.       Mientras intentaba secar su ropa con algunas sábanas arrugadas dentro del tacho de entrada, notó que las luces estaban encendidas, lo cual no era bueno; su madre estaba en casa.              Su perfume estaba pegado a las paredes, alcohol y tabaco, barato y fino. Sofocando a Xiang, no importaba si era algo cotidiano, de alguna manera todavía era capaz de hacer que su corazón sintiera una sensación extraña y nada agradable.       Mientras daba los primeros pasos por el corto pasillo, apenas escuchó a su madre respirar. Caminó hacia la sala de estar, abierta y fría, moderna. Solo para verla acostada en el piso de mármol, ni siquiera en el sofá.       Xiang agarró una manta y cubrió a su madre con ella, también le tomó el pulso por si acaso, como siempre. Pensó “al menos no está muerta”, con ese tipo de alivio que no termina de aliviar.       Antes de levantarse de nuevo, le acarició el cabello negro con cuidado. Lacio. Bien lacio; queriendo ver su rostro pálido al menos una vez ese día.       Suspiró profundamente y estiró los brazos como si acabara de terminar una maratón emocional, entrando rápidamente en la cocina desordenada y encendiendo las luces frías. Frías como todo.       Olió algo extrañamente repugnante que cortaba el aire de sus pulmones, casi como el baño de los chicos. Venía del fregadero, así que se acercó. "Eugh..." casi vomitó, como su madre por todo el fregadero. Luego, se encogió de hombros y rió brevemente.       Xiang abrió el grifo y esperó a que el agua limpiara el desastre; aunque fuera un poco, ayudaría. Se quedó mirando el desorden alrededor de las encimeras; apenas había espacio para preparar una comida en condiciones, con restos de no-sé-qué, y no le importaba limpiar; sabía que a su madre no le importaba.       Así que, mientras esperaba a que el agua hiciera su trabajo, revisó los armarios, buscando una sola lata o sopa que no estuviera ya abierta y vacía.       Finalmente, luego de revolver en lo que parecía ser un mar de metal y aluminio, encontró un par de tazas de fideos instantáneos en el armario de arriba, donde su madre no podía alcanzar sin una pequeña escalera, que probablemente estaba perdida en algún lugar del apartamento.       Manoteó su favorito, una taza de fideos de sabores; sabían a pollo o a queso cheddar, quién sabe qué químicos tendrían.       No cerró el grifo, usó un poco de agua para llenar una jarra eléctrica y prenderla. Y vertió el agua dentro del vaso de fideos baratos. Xiang nunca fue de los que les gustara cocinar u hornear, pero deseaba que Quohno estuviera allí para cocinar con él, incluso si la comida se quemaba o el horno explotaba.       Xiang no se molestó en limpiar el resto del vómito grumoso en el fregadero, simplemente dejó que el agua hiciera su magia. Luego, tomó el vaso de fideos, y se encerró en su habitación oscura. Se sentó con las piernas cruzadas como indio en la silla frente a su escritorio, alrededor de figurines de acción, cajas de cartas, y pósters de películas de ciencia ficción.       Las persianas y las ventanas seguían cerradas desde la mañana, pero tampoco le importaba. "¿Hay algo que mirar?", pensó. Lo único que podía mirar eran edificios, grises y más grises, grafitis cubiertos con pintura aún más gris, la lluvia cayendo por las ventanas, las nubes grises y pesadas.       Decidió encender el ordenador y ponerse los auriculares, lo más caro de su habitación, unos Ultrasone Edition 9, para jugar a juegos de disparos clásicos y, obviamente, cotillear aquí y allá en videollamadas pixeladas.       La pantalla brillante lo cegó por un momento, como siempre, mientras sonaba la dulce musiquita de su Windows XP. Lo primero que pensó fue en mandarle un mensaje a Quohno, pero quizá todavía estaba cenando, y sabía que Quohno siempre cenaba con su familia.       Quohno, a solo unas cuadras de distancia, intentaba que su padre dejara de ver el partido de fútbol ¡la mesa ya estaba servida!       —¡Papá! ¡Dejá de ver fútbol, ​​puedes hacerlo después de cenar! —exigió Quohno, tirando de la camiseta de su padre con el puño, intentando llamar su atención.       —¡Gera! —llamó la madre de Quohno, pero aún le quedaba algo de paciencia en la dulce voz.       Su marido no le prestó atención; en cambio, apoyó la cerveza sobre la mesa de café, con lo que sonó como si un gigante pisara la tierra. —¡NO, NO, NO! ¿QUÉ HACÉS? —gritó Gera con incredulidad, viendo cómo su jugador favorito acababa de pasarle el balón al rival. Lanzó las manos al aire, golpeando sin querer la mano de Quohno.       Después de unos segundos, la hermana mayor de Quohno, Nanami, acudió al rescate, junto con su madre, Hanko.       —¡Dale, papá, mamá hizo puré con brócoli y camarones, tu favorito! —dijo la atlética, sacudiendo suavemente el hombro de su padre.       Dicho esto, Gera miró por encima del hombro y le devolvió la sonrisa a Nanami, mientras       Quohno aún tenía el dorso de la palma rojo como una amapola.       Su padre finalmente decidió levantarse del sofá, y la familia lo siguió al comedor.       Al acercarse Quohno para sentarse junto a él, confundió izquierda con derecha y simplemente se sentó a su derecha. Parecía insignificante, pero Quohno había cometido un error.       —¿Qué te creés que estás haciendo? ¿Ahora tengo dos nenas? —espetó su padre mientras se sentaba en el extremo de la mesa; la copa de vino Riesling Trocken que sostenía casi se rompía al apretarla.       —¿Qué querés decir? — respondió Quohno, sus dedos bailando entre ellos sin coreografía, mientras su hermana y su madre lo miraban confundidas.       —Las damas van a la derecha de los hombres, tu madre va donde estás sentado y Nanami a su lado —Gera gruñó, agitando la mano en el aire, casi golpeando a Quohno de nuevo. —¿Vivís en Noruega o qué? ¿Ahora sos un puto travesti? —espetó —Lo que me faltaba.       —No, no lo soy —murmuró Quohno, asustado. —Solo confundí la derecha y la izquierda… —confesó.       —¡Ah! ¿Qué sos retrasado entonces? Pues es masomenos lo mismo —Gera le desestimó con un movimiento de la mano, marcada por años de trabajo duro.       —Cariño, andá a tu silla, por favor… —dijo su madre, casi suplicando.       Quohno suspiró y se levantó con pesadez, esta vez caminando hacia la silla junto a la izquierda de su padre. Mientras los cuatro se acomodaban en la mesa, hubo un breve silencio, tenso por el miedo.       Hasta que la familia cerró los ojos y se aferró a sus collares, rezando y agradeciendo en silencio por la comida.       Se oyeron palabras susurradas, ahogadas por la lluvia afuera. Y con un “Me llevaré este collar a la tumba”. Terminaron la oración y soltaron el cordón dorado de sus cuellos, tomando los cubiertos fríos en sus manos. Lo único en común que Quohno tenía con su padre era probablemente su religión.       —¿Te quedaste hasta tarde en la escuela porque creías que llegaría tarde a casa y no me daría cuenta? —preguntó Gera, con la boca llena de pan. De alguna manera, era capaz de ser mucho más asqueroso que Xiang.       —¿Qué? No, solo me distraje y no miré la hora.       —¿Te distrajiste? Sabés que no me gusta que intentes engañarme —dijo, tragando con vino el último trozo de pan del plato —Sé que no estabas solo.       —¿Por qué empezaste a odiar a Xiang de la nada? Es mi amigo desde el jardín de niños. —Quohno entrecerró los ojos, pasándose una servilleta por la boca.       —Apenas vemos a su madre.       —¡Está ocupada! Es madre soltera —explicó Quohno, mientras su padre seguía quejándose.       —Eso también es un problema. Además, Xiang es… especial, digamos —puso los ojos en blanco, jugando con la comida como un niño.       —Solo decí que es raro, no está mal ser raro.       —¡Él es más que raro! —exclamó. —Se pinta las uñas… ¡Una vez se pintó mechones! Cotorrea con todos como esta vieja chismosa de arriba… —listó, contando con los dedos, su cara y manos progresivamente rojos. —Vos… ¡Vos sabés a lo que me refiero! Me preocupa que sea tu amigo.       Quohno parpadeaba, miraba a su padre, analizando su cara, que parecía una granada, intentando buscar alguna señal más clara de lo que se refería. Pensando, inclinó su cabeza, y su padre interrumpió sus ideas.       —¡Que le juega a su propio equipo, Quohno! —masculló sonrojado.       —¿A qué te..? —Quohno paró, sus palabras cortadas al hacer click. —Xiang no es gay, ¡Papá! —defendió, más defensivo y tenso de lo que planeaba.       Su padre guardó silencio un momento, frunciendo ligeramente el ceño mientras su esposa le servía otra copa de vino. Luego, se giró para mirar a Hanko. Arrastró una mano por su cara, casi como intentando borrar el color.       —Te lo dije, comprarle esa ropa, esos muebles y esos peluches fue un grave error —le susurró a su mujer al oído.       —Pero a Quohno le gusta —susurró ella.       —Salí de viaje de negocios y lo que veo es que la habitación de Quohno parece una marcha LGBT —susurró rápidamente. —Ni siquiera el cuarto de Nanami parece mierda de unicornio.       —¡Estoy literalmente a tu lado, te oigo decir lo feo que es mi cuarto! —soltó Quohno, antes de cubrirse la boca con apuro, poniendo el filtro muy tarde.       —¡Bueno, al menos te queda a juego! —refunfuñó Gera.       Esas palabras casi hicieron llorar a Quohno, pero contuvo las lágrimas y se levantó bruscamente de su asiento, la silla chillando contra el piso.       Caminó directo a su habitación.       —¡No salgas el resto de la semana! ¡Ni siquiera a nuestro restaurante! —oyó gritar Quohno a su padre mientras cerraba la puerta.       Quohno se desplomó sobre los peluches con la cama y encendió su hermosa HP Pavilion de color verde manzanita, pegatinas y dibujos en la tapa, tanto de Xiang como de él y su hermana, y... nadie más.       Agradeció no poder ir al restaurante familiar; odiaba el olor a pescado, y el restaurante era un restaurante costero, lleno de mariscos.       Antes de ponerse los auriculares, les puso una pegatina de estrella; originalmente eran blancos, pero ahora estaban cubiertos de stickers.       Tras unos minutos, el portátil finalmente prendió, y se dio cuenta de que tenía un montón de notificaciones de Xiang; todos los mensajes decían "chat, chat, chat" un millón de veces, provenientes de Facebook, incluso en los mensajes de Roblox. El juego era relativamente nuevo, lo había jugado con Xiang desde hace dos años, cuando se había lanzado para el público en 2006. Por supuesto, el de lentes había tenido la idea de jugarlo.       En cuanto entró al navegador, puso el código que tenía anotado para entrar a Confetch.com, en cuanto cargó el sitio, luego de una eternidad, recibió una videollamada de Xiang, que obviamente aceptó luego de inconscientemente acomodarse frente a la webcam, peinando su cerquillo marrón.       —¡Eu! —dijo Xiang, con un tono un poco alto, el vídeo se entrecortaba y el micrófono se saturaba.       —¿En serio tenemos hacer videollamadas en Confetch? Esta página ocupa servidores viejísimos —dijo Quohno entre risas, que desde el otro lado de la pantalla también estaban saturadas y fallaron por unos instantes.       "Sí” respondió con una sonrisa que Quohno no pudo ver.       —¿Por qué nunca encendés las luces? No te veo, al menos pon las luces led —preguntó Quohno, entrecerrando los ojos mientras acercaba su cara a la pantalla.       Entonces, Xiang compartió la pantalla. Un fondo negro, una línea blanca que zigzagueaba a través de un laberinto azul. La musiquita repetitiva y sintética llenó los auriculares de Quohno mientras apoyaba el mentón en una mano, casi aburrido.       —Más cerca… más cerca… —murmuró Xiang, mientras el puntito avanzaba.       Y de repente, sin aviso, la imagen cambió: una cara demacrada, ojos desencajados y la boca abierta en un grito congelado, lo invadió en primer plano. Un chillido agudo le perforó los oídos. Quohno gritó, se echó para atrás con tal fuerza que la laptop casi se le cayó de las rodillas.       Del otro lado, carcajadas ahogadas inundaban los altavoces.       —¡Saltaste como si te hubieran pegado un tiro! —chillaba Xiang entre ataques de risa.       —¡No se hace eso, estúpido! —respondió Quohno, la mano en el pecho, tratando de que el corazón se bajara del techo.       Xiang simplemente rió, y su risa provocó que el audio fallara y se retrasara de nuevo.

***

(¹)Justin Bieber debutó en 2009 con “One Time”, pero decidí alterar un poquito la línea del tiempo y hacer que debutó en 2008 (Xiang y Quohno nacieron en el 91).
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