CAPÍTULO I
25 de septiembre de 2025, 17:25
Entre la realeza es bien sabido sobre los protocolos y las reglas con las que se deben de cumplir al ser parte de ella, las limitaciones de las ideas propias y libertades se reduce estrictamente a todo aquello que unos cuantos necesiten o creen más adecuado a tu persona, sobre todo si eres la princesa de un clan tan próspero y distinguido como el Hyūga.
Al ser una mujer en dichos tiempos tu voz se reduce a un simple acompañamiento dentro de los temas de hombres, incluso si tu posición es de aquella heredera que tomara el puesto de unos de los emperadores más temidos y conocidos de la historia dentro de la tierra del fuego.
Parece casi inherente el hecho de que el destino de Hinata Hyūga estaba escrito en hilos de oro desde una edad muy temprana, su tarea era fácil, tendría que crecer, desarrollar su cuerpo y alma para casarse con el siguiente prodigio Hyūga de su generación o de unos años mas grande, no importaba en realidad mientras cumpliera con las expectativas del clan y sobre todo mientras fuese Hyūga.
—Es una mañana espectacular ¿No lo crees, hermana? — decía la pequeña Hanabi mientras acompañaba a Hinata—. Estos paseos matutinos son tan bellos.
—No corras Hanabi, una dama nunca corre— dijo Hinata mientras su hermoso kimono lila destacaba entre la pradera verde de la residencia Hyūga—. Si nuestro padre te viese se molestaría.
—Como no correr con este hermoso dí…— fue interrumpida al chocar con un hombre conocido—. Lo siento Neji-sama.
—Hanabi-sama… Hinata-sama— dijo Neji dando su tan bien entrenada reverencia ante las princesas Hyūga—. No es propio de una dama ese caminar tan apresurado Hanabi-sama.
—Lo siento Neji-sama, yo no le vi— Hanabi bajo la mirada dando una pequeña reverencia—. De haberlo visto habría cuidado más mis modales, se lo aseguro.
Neji Hyūga, el prodigio de la nueva generación, incluso más de lo que alguna vez fuese Hiashi Hyūga, un hombre alto y bien parecido, su cabello castaño llegaba hasta la espalda, su piel pálida como grano de arroz recién cosechado, que se mezclaba de forma adecuada a su mirada arrogante y de alcurnia, después de todo partencia a la nobleza Hyūga.
Él seria designado como el siguiente heredero en caso de que el emperador no tuviese decencia, pero con la llegada de Hinata y Hanabi, ahora su papel ha cambiado al de compañero de vida de alguna de las princesas.
—Hinata-sama, me alegra verla, ¿Qué tal el día? Espero estas sean las condiciones ambientales para nuestra boda.
—Buen día Neji-sama, es muy pronto para hablar de eso, nunca me ha gustado apremiar al futuro, eso sería en exceso arrogante.
—Siendo usted la princesa del clan tan distinguido como el nuestro, es de naturaleza mi angustia y búsqueda ansiosa de aquel día en donde seamos uno y honremos nuestro apellido, nuestro linaje— dijo Neji viendo directamente a Hinata.
—Neji-sama, sus modales ¿Dónde quedaron? Suele ser un hombre en exceso estoico ante los sentimientos, rara vez se le ve siendo preso de sus pasiones— insinúo Hinata ante la persistencia de Neji.
—Ya veo, parece que gusta más mi forma callada y estoica mi lady, disculpe que mis emociones se hallan mezclado con mis modales y aún peor, que los haya manchado tanto.
—No se disculpe de nada que de nada he de perdonarle, es de humano el sentir y en un día como hoy tan fresco y lleno de vida se entiende el sobresalto— dijo Hinata dándole una reverencia a Neji.
—En ese caso no seré de más molestia, con su permiso princesas mías— dijo Neji mientras le regresaba la reverencia a Hinata y le regalaba una a Hanabi.
Comenzó su caminata cotidiana lejos de la presencia de Hinata y Hanabi, mientras más se alejaba y menos perceptible era su silueta, las hermanas contsuraron con sus platicas con la seguridad de no volver a ser interrumpidas.
—No puedes ocultar ni un poco el disgusto ante su unión hermana mayor— dijo Hanabi mientras le daba un golpe a Hinata en la cintura—. Cada que ese hombre se acerca, intentas de todo para alejarte de él.
—Nuestras diferencias son tantas y nuestras similitudes tan pocas que pienso que más allá del mismo apellido, no hay nada que compartamos y eso me asusta— dijo Hinata mientras acomodaba su cabello—. No es el tipo de hombre que quiero a mi lado, pero es mi responsabilidad.
—No es feo, digo… hay más feos en el clan, como Shiko.
—Él era agradable, pero su altura era similar a la tuya y ya tenía sus diecisiete años, no tengo nada contra el físico ¿Sabes? Pero… bueno… no era agraciado, además cada que hablaba me daban ganas de dormir— dijo Hinata completamente sonrojada.
—Incluso a tus dieciséis eres muy exigente Hinata, alguien con tu edad ya habría tomado cualquier oportunidad de casarse.
—No le veo lo malo a gobernar completamente sola, sería más feliz así que al lado de un hombre que no me quiera, que no me haga sentir suya, que no vea en su mirada el fuego del amor.
—Ser una reina quedada, eso si macharía nuestro honor y nuestro apellido de formas nunca vistas hermana mía— dijo Hanabi viendo a Hinata con admiración y preocupación por sus comentarios.
Hinata era una joven bella y dulce, su manera tan firme combinada con la tranquilidad que expresaba al hablar, eran motivo de deseo entre los hombres del clan, era de un cabello muy extraño, algo parecido al mar de noche, los ojos lilas y una piel tan blanca como la nieve, una mezcla entre hermosura y tenacidad.
No quería mucho, la mayoría pensaría que es natural al tenerlo todo, pero ella buscaba algo más, algo que la hiciese sentir completa, vivía de sueños y fantasías, de libros y novelas que le daban la ilusión que algún día un hombre en brillante armadura lucharía por ella contra las ataduras de su apellido y linaje, un hombre que la hiciese sentir segura y amada en sus brazos y que en sus besos encontrara el refugio a la pasión de dos corazones latiendo como uno solo.