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–¡Ya estoy en casa! –dijo Tomoyo entrando a su apartamento. –Shaoran, ¿has vuelto ya? Pero Shaoran no contestaba. Sabía que estaba en casa porque su bufanda y su abrigo estaban en el sofá. Entonces decidió mirar en la habitación. –¡Voy a entrar! –Tomoyo se encontró a Shaoran sentado a oscuras en el borde de la cama con la cabeza gacha y la mirada perdida en la carta que recibió de Sakura. Entraba poca luz y sólo se veían sombras. Entonces Tomoyo encendió la luz y vio la mala cara que tenía el castaño. –¿Qué haces aquí a oscuras? Shaoran miró a Tomoyo como si fuera un perrito apaleado. –¿A dónde ha ido Sakura? –preguntó Shaoran mirando a Tomoyo. –Te dije que fue a Los Ángeles por trabajo. –dijo Tomoyo. –Deja de fingir. –dijo él. –El padre de Sakura ha llamado por teléfono. Dice que Sakura ha muerto. No es cierto, ¿verdad? Tomoyo se quedó de piedra. No sabía cómo explicarle las cosas a Shaoran sin romperle el corazón, aunque sabía que ya estaba deshecho. Había intentado ocultarle la noticia lo máximo posible por no hacerlo sufrir, aunque sabía que tarde o temprano se lo tenía que decir. Lo que no se imaginaba era que fuera a enterarse por el contestador automático. –¡Tomoyo! –insistió Shaoran ante el silencio de la morena. –Ocurrió el mes pasado. –confesó Tomoyo. –¡No puede ser! –habló Shaoran más alto levantándose de la cama, cayendo la carta de Sakura al suelo. –¡Ella no puede morir! –Sakura estaba enferma. –dijo Tomoyo. –Tenía una enfermedad rara no muy conocida. La heredó de su madre. Ha tenido esa enfermedad desde que nació. Cuando Sakura madurara, la enfermedad maduraría con ella. Por eso vivía su vida con cuidado de no crecer. Pero entonces, te conoció y se enamoró. Ella quería que la amaras pero… –¿Murió porque se enamoró? –completó Shaoran preguntando. –En cierta manera. –dijo Tomoyo. –Entonces, ¿murió por mí? –preguntó Shaoran con impotencia. –¡No! –dijo Tomoyo intentando evitar que su amigo se mortificara. –Sakura eligió. A pesar de la enfermedad, ella quería enamorarse, convertirse en una adulta y vivir su vida. Me dijo que te ocultara lo de su enfermedad porque dentro de ti, ella todavía no está muerta. Me dijo que aunque fuera mentira, quería seguir viviendo dentro de ti. Hay decenas de cartas de Sakura. Ella pensaba enviártelas. Las escribía desde su cama. Parecía pasarlo bien con ellas. Parecía…divertirse mucho con ellas. –explicaba Tomoyo con los ojos llorosos, hasta que una lágrima corrió por su cara.00000000
Shaoran no paró de dar vueltas en la cama durante aquella noche. Se le hacía difícil de creer que Sakura ya no estuviera. Al día siguiente, Shaoran fue hacia el lugar que le indicó Tomoyo. Ella lo esperaría fuera. Era algo que debía hacer sólo. Además, ella ya había visto la exposición porque fue ella la que se encargó de que estuviera todo tal y como Sakura quería. En la puerta de la galería había un árbol de Navidad y un cartel que anunciaba la exposición de Sakura. Se quitó el gorro para entrar. Ya dentro, había otro árbol de Navidad y una mujer de cabellos rubios se acercó a él. –Hola. Pase, por favor. –dijo ella en inglés. –Gracias. –dijo él. Shaoran se quitó la bufanda. Era un lugar más cálido que la calle. Seguía consternado por la muerte de Sakura. Después de pasar la entrada, llegó a una de las salas, donde había fotos de diferentes tamaños. Había sobretodo caras sonrientes de gente de diferentes razas y culturas, de niños subiendo a los árboles, de dos doctoras de un hospital o una foto en blanco y negro de un anciano fumando un cigarro. Todas las fotos parecían tener una luz, encuadre y composición perfectos. Al final cumplió con lo que dijo, que algún día llenaría una habitación con sus fotos. Pero lo superó con creces, no sólo llenó una habitación, sino una galería entera. Aunque siempre pensó que tenía un gran talento para la fotografía desde que le enseñó a hacer fotos y a revelarlas, ¿quién le iba a decir que la alumna iba a superar al maestro? En otra pared, encontró una colección de fotos en la que se mostraban diferentes personas dándose muestras de cariño, como el amor fraternal, el de una pareja de ancianos, el de padres e hijas, madres e hijos o enamorados a punto de besarse. Recordó entonces que dijo que aunque los paisajes estaban bien, prefería fotografiar personas. Después de ver esa pared, siguió andando, y la foto que vio allí le dejó sin palabras. Se acercó un poco más. Era una foto que ocupaba prácticamente toda la pared. En ella aparecía el autorretrato de una casi irreconocible Sakura algo más desarrollada, de perfil, mirada seria a la cámara, con un vestido negro, el pelo más largo, con la boca un poco entreabierta, sin sus gafas, dejando ver sus ojos verdes y en la mano derecha sujetaba el disparador remoto. Al final tenía razón. Se convirtió en una mujer maravillosa. Mientras veía la foto, empezó a recordar cada palabra de la carta que recibió. Querido Shaoran, ¿Cómo estás? Han pasado dos años. ¿Te sorprende recibir esta carta? Antes de nada, quería pedirte disculpas por haber desaparecido sin haberte dado las gracias por todo lo que hiciste por mí. El día que nos besamos, de repente me sentí avergonzada. No por el beso, sino por el hecho de que no paraba de hablar y no maduraba nada. Por eso me embarqué en esta aventura. La llamé “Viaje a la Independencia”. Tan sólo dependiendo de la cámara que me enseñaste a utilizar. Me vine a Nueva York yo sola. Estuvo bien encontrar el coraje para venir, pero no tenía destino. Deambulé durante días, hasta que me contrataron en la agencia para la que trabajo ahora. Es bastante famosa aquí. Estudio MG, una agencia de un fotógrafo independiente. ¿Y sabes qué? Trabajé como asistente suyo mientras pensaba en mis propias fotos y ofrecía galletitas donut a los modelos. Les encantaban. Al final, una cosa llevó a la otra y se van a exponer mis fotos en una exposición. Estoy deseando ver mi exposición. Mi primera exposición. Y verme a mí. Ver cuánto he crecido en estos dos años. Estoy segura de que te sorprenderás cuando me veas porque como ya te dije otras veces, me he convertido en una mujer maravillosa. Estoy segura de que te arrepentirás por no haberte acostado conmigo cuando te lo dije. Pero lo cierto es que, cosas como esas no son importantes. Ahora mismo sólo quiero verte. Quiero verte y, si es posible, me gustaría que me felicitaras con esa cálida voz tuya, como cuando nos conocimos. Recuerdo cuando me dijiste que no podía cruzar por donde estaba, que debería ir a cruce del semáforo. Me enamoré de ti en ese mismo instante. En esa misma sala, Shaoran se dirigió hacia unas fotos que llamaron su atención. Todas eran de él. Estaban en la misma sala que la foto grande de Sakura. La mayoría de ellas se las había sacado sin que él se diera cuenta. Había una foto de él concentrado en clase, de él durmiendo, cepillándose los dientes o de él en el bosque preparado con su cámara, revelando fotos y otros robados en los que siempre salía con cara reflexiva o sumido en sus pensamientos. Muchas de las fotos eran del bosque. Supo elegir bien cuáles sacar en color. Sakura había dedicado dos paredes enteras sólo para poner fotos suyas. A Shaoran se le empezaron a escapar las lágrimas por la cara. No pudo evitar llorar. Al girar la cara, también en la misma sala, vio la que quizás, era la foto más especial de los dos. Era una sola foto para una gran pared. Allí estaba la de “El beso de los enamorados”. De fondo estaba la frondosidad del bosque, parte del lago, un árbol y ellos dos besándose. Empecé a amarte más que a nada en este mundo. En la pared había una inscripción en inglés, también traducida al japonés que decía: “Fue el único beso de mi vida, del único amor que he conocido”. Recuerdo cuando te pregunté si ha había habido un poquito de amor en aquel beso. “Lo había”. Pensó Shaoran. Ni siquiera estaba cerca de un poquito. Ella fue su todo. Ahora comprendía las palabras que le dijo después de ese beso en el bosque. Lo contenta que estaba por haber nacido. En aquel momento pensó que exageraba, pero ahora que sabía la enfermedad que tenia Sakura, todas las cosas que le decía cobraban sentido, aunque en aquel entonces, aparentemente no lo tuviera. Los recuerdos empezaron a agolparse en su cabeza. Por ejemplo, la noche que cocinó cuando se instaló en su casa. –¿Qué pasa? –Nada. Es sólo que nunca te había visto comer otra cosa que no fueran galletitas donut. –explicó él. –Como otras cosas. –dijo ella. O el día en la que él le acompañó a la estación después de enseñarle a revelar fotos. –De ahora en adelante creceré y me convertiré en alguien increíblemente guapa y querida por todo el mundo. –dijo Sakura. –Me convertiré en una mujer adulta, llevaré un vestido muy revelador y posaré delante de ti. Cuando me quite las gafas será cuando te quedes realmente pasmado. Y vaya si se quedó. También recordó que de alguna manera, bueno, más bien, a su manera, Sakura le habló de la enfermedad que tenía, aunque en ese momento hablara de su madre y su hermano, que acababa de fallecer. También fue la noche en la que estaba haciendo la cena cuando se instaló en su casa. –Las personas con esa enfermedad mueren cuando se enamoran. También se acordó la noche que hablaron sobre su regalo de cumpleaños, que fue cuando le pidió el beso que luego inmortalizaría en la foto. –Si me besaras, podría morir de felicidad. Después de eso, se acordó de todos los momentos vividos en el bosque, como cuando no paraban de intentar fotografiar el pajarito. Cualquiera que viera esa foto sólo pensaría que era una bonita foto de una pareja besándose, pero para él, esa foto llevaba implícitos todos los momentos vividos con Sakura. Cuando Shaoran salió de la exposición, Tomoyo le esperaba una esquina de la calle. Esta vez sí llevaba un gorro marrón y una bufanda blanca. En cambio, Shaoran no se puso el gorro. –¿Has terminado ya? –preguntó ella al verlo venir. –Sí, ya he visto suficiente. –dijo Shaoran. –Volveré en algún vuelo que salga por la tarde. –Shaoran, ¿recuerdas lo que te dije hace tiempo? –preguntó Tomoyo. –Te dije que tú tienes la felicidad de otra persona en tus manos. Sakura realmente recibió esa felicidad. A pesar de la tristeza, Shaoran se alegró de que Tomoyo le dijera eso. Era como quitarse un peso de encima. –¿Puedes enviarme el resto de cartas? –le pidió Shaoran. –Por supuesto. –accedió Tomoyo. –Estaré esperándolas. –dijo Shaoran. Sin más, ambos empezaron a caminar hacia el apartamento de Tomoyo. Debía recoger el resto de sus cosas para volver a Japón. Sakura solía “mentir” a menudo. Pero Shaoran quería esas cartas. Quería que Sakura lo “engañara” con sus mentiras durante más tiempo.00000000
Un par de semanas después de su viaje, Shaoran salía de su casa para trabajar cuando la moto del cartero pasó por su lado. Entonces, volvió al ver que se había parado al lado de su casa. –¡Disculpe, soy Li! –le dijo al cartero para que le diera sus cartas directamente a él. –Ahí tienes. –dijo el cartero dándole tres cartas. Puso su moto en marcha y se fue. Shaoran buscó y dos eran facturas. Pero había una postal de una universidad de Illinois. ¿Cómo estás, Shaoran? Ahora mismo estoy en una ciudad llamada Galesburg, en Illinois. Es una ciudad maravillosa rodeada de vegetación. Pero cuando continúo con mi viaje fotográfico así, cada día es tan divertido que es difícil de creer que haya un final para todo. Pero siempre es lo mismo. Las despedidas llegan antes de que nos demos cuenta de nuestros sentimientos. Aún así, todos me dicen con una sonrisa “adiós, nos volveremos a ver”, o “adiós, nos veremos en otro lugar”. Así que yo también te lo diré a ti. Adiós, nos veremos en otro lugar. Mientras Shaoran leía la postal caminando hacia su trabajo, un pájaro como el que persiguieron aquel día en el bosque, con unos bonitos ojos verdes se posó en el poste del buzón mientras silbaba.Fin.
[1]En el budismo se cree que el alma de una persona se reencarna en el día 49 tras la muerte. Entonces, se celebra un funeral para que el fallecido tenga un viaje seguro hacia su próxima vida.