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En clase el profesor hablaba de un atentado terrorista cuando Shaoran irrumpió en clase. Iba tan sumido en sus pensamientos que ni se dio cuenta que había interrumpido la lección. Cuando se percató, se disculpó con un gesto con la cabeza. El profesor, señaló con cara de pocos amigos que se sentara, provocando la risa de sus amigos, aunque intentando amortiguarla para no llevarse una reprimenda del profesor. Para sorpresa de sus amigos, Shaoran fue a sentarse solo, donde volvió a ensimismarse pensando en el beso con Sakura. Después de clase, Shaoran fue a comprar las cosas para la cena. Estaba muy ilusionado por celebrar el hecho de que Sakura ya tenía foto para el concurso. Cuando llegó a casa, dejó las bolsas de la compra y su mochila, pero cuando iba a meter una botella en el frigorífico vio una nota que decía: Adiós. Gracias por todo. Era una nota de despedida. Se le heló la sangre y se dirigió al puf donde dormía Sakura y vio que sus cosas no estaban. Shaoran cogió su bicicleta y empezó a pedalear como si no hubiera un mañana para buscarla. Se fue directamente al área de administración de la universidad. –Sé que estudias aquí pero no podemos decirte su dirección. –dijo el empleado una vez que Shaoran le preguntó por Sakura. –No hace falta que me la diga. Simplemente compruebe si está en su casa. –dijo él con desesperación. –¿No era Kinomoto el apellido de la chica de esta tarde? –preguntó otro empleado que pasaba por allí al notar el nerviosismo del castaño. –Sí. –dijo el hombre que atendía a Shaoran. –¿Qué pasa? –preguntó el castaño. –Esa chica vino a darse de baja esta tarde. –dijo el empleado. –¿Qué? –preguntó Shaoran sin creer lo que escuchaba. –Sí, ha pedido la baja voluntaria. –aclaró el hombre. –Intenté explicarle que era un desperdicio al tener la graduación tan cerca. Después de intentar conseguir información en la universidad, consiguió que le dijeran la dirección de Sakura. Más que conseguirlo, los empleados vieron a Shaoran tan desesperado que se apiadaron de él y le dieron la dirección de la casa de Sakura antes de que le diera algo. Volvió a coger la bicicleta y se fue directo allí. Tocó el timbre y no esperó ni a que abrieran. –¡Siento venir tan tarde! ¡Me llamo Shaoran Li! ¡¿Ha vuelto Sakura a casa?! –gritó Shaoran. Pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Nadie abrió la puerta. Sin saber ya qué hacer y casi sin fuerzas, se fue al bosque. Encima, empezó a caer una tromba de agua. Shaoran caminó empapado por el bosque. Era el último sitio al que se le ocurrió ir, el lugar donde se besaron. Aquel fue su primer beso y creyó que sería el inicio de todo. Se lamentó de no haber dado el primer paso antes. Los días que había pasado con Sakura le transmitían paz y tranquilidad. Nunca imaginó que esos días llegarían a su fin. Al volver a casa, Shaoran estaba empapado. Sin fuerzas y abatido, se acostó en la cama sin ni siquiera cambiarse la ropa mojada. Afuera, la tromba se convirtió en una tormenta. Shaoran comenzó a respirar con dificultad. –Sakura. –fue el último pensamiento antes de caer inconsciente. Pasaron un par de días y Shaoran no había salido de casa para nada. No se sentía nada bien. Cuando tuvo algo más de fuerza se cambió de ropa e intentó comer algo, aunque tenía el estómago cerrado. La casa parecía una pocilga, pero él seguía enfermo. Tenía frío pero al mismo tiempo sudores fríos le recorrían todo el cuerpo. Tenía una fiebre muy alta. Al no dar señales de vida, sus amigos se preocuparon y fueron a su casa. Al darse cuenta del estado lamentable en el que se encontraba el castaño, Eriol lo cargó a su espalda, lo cubrieron con una sábana y se marcharon corriendo. –¿Cuánto falta para que lleguemos al hospital? –preguntó Rika. –Hay un hospital al otro lado del puente. –dijo Yamazaki. –¿Estás bien? –preguntó Chiharu a Eriol. –Este idiota es ridículamente liviano. –dijo Eriol. –Bajadme. –dijo Shaoran débilmente. –¡Vaya, has recuperado el conocimiento! –dijo Eriol. –Bájame. –insistió Shaoran. –¡No puedo, ya casi estamos! –dijo Eriol. –Estamos demasiado cerca. Si te acercas, mi olor…–dijo Shaoran delirando. Aún enfermo sus delirios sacaban a relucir sus complejos. –¿Tu olor? –preguntó Eriol sin comprender. –Apesto a medicina. –dijo él débilmente. –¿De qué está hablando? –preguntó Chiharu a Tomoyo mientras corrían por detrás. –Es la fiebre la que habla. –dijo Yamazaki. –Apesto a medicina. –insistió Shaoran. –¡Eso no es cierto! –intentó tranquilizarle Eriol. –¡Siempre has olido a champú, como una chica! –dijo Eriol cada vez más cansado de llevar a Shaoran mientras corría. –¡Venga, ya casi estamos! –dijo Yamazaki, recolocándole la manta que estaba a punto de caerse.00000000
Una semana después, Shaoran seguía ingresado en el hospital. Estaba mucho mejor. La fiebre por fin había desaparecido y tenía mejor cara. Esa tarde por fin le darían el alta. Se encontraba sentado en la cama rodeado de sus amigos y le acababan de llevar un zumo de naranja. –¡Oye, oye! ¿Qué estás haciendo? Tendremos que hacer un brindis, ¿no? –dijo Yamazaki interrumpiendo el sorbo que estaba dando Shaoran a su zumo. –Vale. –accedió Shaoran. –Sí, brindemos porque este idiota se ha salvado de una muerte segura. –dijo Yamazaki. –¡Salud! –dijeron todos brindando. –Silencio, por favor. –dijo una enfermera sin ni siquiera mirarlos. –La verdad es que ha sido un alivio. Los médicos dijeron que era serio. –dijo Eriol. –Siento haberos causado problemas. Gracias. –dijo Shaoran. –Me debes gratitud el resto de tu vida. –dijo Eriol. –Vamos a ponerte al día con todo lo que ha pasado mientras has estado aquí. –dijo Tomoyo. –Para empezar, todos hemos encontrado trabajo antes de graduarnos. –¡¿De verdad?! –exclamó Shaoran con sorpresa. –Yamazaki trabajará para las Naciones Unidas y Rika para el Ministerio de Asuntos Exteriores. –empezó a explicar Tomoyo. –Eriol trabajará para una empresa de distribución de películas y Chiharu para una compañía de seguros. –¡Felicidades! –dijo Shaoran. –Sois geniales. Entonces, ¿os vais todos al extranjero cuando os graduéis? –¡Por supuesto! –exclamó Eriol. –¿Para qué te crees que estamos en el departamento de inglés? –Una cosa más. –empezó a decir Tomoyo tímidamente. Aquel tema era más delicado. –En cuanto a Sakura, la hemos buscado, pero no hay ni rastro de ella. –Entiendo. –dijo Shaoran, al que se le borró la sonrisa de la cara. –Lo siento. –dijo Tomoyo. –No es tu culpa. –dijo Shaoran. –Lo que sí que ha sido una sorpresa es que los más inocentes en asuntos sentimentales estaban viviendo juntos en secreto. Hay que ver de lo que te enteras cuando alguien delira. –añadió Eriol intentando destensar el ambiente. –¿Viviendo juntos? –preguntó Shaoran. –¿Acaso no vivíais juntos? –preguntó Eriol. –Sí. –reconoció Shaoran con la boca pequeña y bajo la atenta mirada de Tomoyo. –¿Qué hay de malo en eso? Así es como funciona el amor. –comentó Yamazaki. –Cuanto más lo ocultas, más emocionante se vuelve. ¿Verdad? –¿Lo ocultasteis por la emoción? –preguntó Eriol. A Shaoran aquel tema le hacía sentirse cada vez más incómodo pero los demás se echaron a reír. –¡Silencio, por favor! –les riñó la enfermera, echándoles una mirada asesina esta vez y haciendo que callaran de golpe. Por fin llegó la hora en la que daban el alta a Shaoran. Sus amigos esperaban en los jardines del hospital y se sentaron en unos bancos. Mientras ellos esperaban, Tomoyo acompañaba a Shaoran. –Así que habéis estado viviendo juntos. –comentó Tomoyo. Ya habían llegado al jardín pero se pararon antes de unirse a los demás. –Lo siento. –se disculpó Shaoran. –Por alguna razón siento como si todavía no hubiera superado lo tuyo. –dijo Tomoyo. –¿Qué? –preguntó Shaoran, que no entendía qué quería decir Tomoyo. Aunque a Tomoyo le gustaba Shaoran, jamás se lo dijo abiertamente porque era consciente que aunque ni el castaño se diera cuenta, sabía en lo más hondo de su ser que el chico tenía algo especial con Sakura. –Bueno, jamás te hablé de mis sentimientos, así que no pasa nada. –dijo Tomoyo, que le seguía haciendo gracia lo inocente que podía llegar a ser Shaoran, pero era una de las cosas que más le gustaban de él. –Tengo la intención de esperar a Sakura en casa. No sé cuánto tiempo esperaré, pero… –Muy bien. Está superado. –dijo Tomoyo para sí misma. Lo que dijo confirmaba sus sospechas. Siempre supo que aunque ni él lo supiera, había algo especial entre él y Sakura. –Shaoran, ¿puedo preguntarte una cosa? –Claro. –La primera vez que hablé contigo, yo te gustaba, ¿verdad? –preguntó Tomoyo, refiriéndose al día en el que le ofreció irse con ella y sus amigos en la cafetería. –¿Cómo lo sabes? –preguntó Shaoran. –Tal y como pensaba. –dijo Tomoyo de manera enigmática. Aquel mismo día, al salir del hospital, se despidió de todos. Cada uno se marchó al lugar al que pertenecían. Por su parte, Shaoran se quedó con la sensación de que fue el único que se quedó atrás. Continuará…