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En el cementerio, Sora, vestida de negro riguroso, se acercaba a la tumba de Yamato Ishida con un ramo de flores. Iba muy despacio porque a su lado, iba caminando torpemente una niña que todavía no había cumplido un año. La niña llevaba un vestido azul marino, que le quedaba muy bien por tener el cabello rubio de su padre y unos profundos ojos azules, también, como los de su padre. Sora se paró donde su ex novio y padre de su hija estaba enterrado. Ya había pasado un año desde que ocurrió todo y no había día en el que no se acordara de él. De hecho, su pequeña se lo recordaba cada día. Era la primera vez que llevaba a su hija con ella a ese lugar, aunque todavía era muy pequeña para comprender nada. Cerca de allí, Takeru Takaishi se paró al ver a una mujer visitando la tumba de su héroe. Para él, Yamato había sido como un hermano mayor en los momentos más difíciles. Aquella mujer debía ser la chica de la que le habló Yamato. Para Takeru fue muy duro enterarse de la muerte de su “hermano mayor”. Desde entonces, se prometió a sí mismo visitarlo de vez en cuando para que no le faltaran flores, y evidentemente, no podía faltar en la efeméride de su muerte. Después de presentar sus respetos, Sora cogió a Sochiko de la mano para marcharse a casa.***
–¡Ya estamos en casa! –dijo Sora con la niña en brazos. –¡Hola! –saludó Taichi al verlas entrar. –¡Mimí! –dijo Sora. –¡Ahhhhh! –gritó Mimí de alegría y levantándose para abrazar a Sora. –Habéis venido temprano. –dijo Sora. –No has cambiado nada. –¡Hola Sochiko! –dijo Mimí acariciando la cabeza de la niña mientras ella ponía cara de extrañeza. –¡Cuánto tiempo!¡Has crecido un montón! –Dile “soy Sochiko”. –le dijo Sora, pero la niña no dijo nada ya que aún era muy pequeña. –¿Dónde está Koushiro? –Se ha ido a la peluquería. Acabamos de llegar y ese imbécil ya se ha ido. –se quejó Mimí.***
Koushiro llegó a la peluquería en la que trabajó Sora, donde lo recibió la que fue su jefa. Cuando Koushiro le dijo lo que quería, ordenaron a Maki Himekawa a cortarle el pelo. –Disculpe, ¿puedo preguntarle qué le ha pasado a su ojo? –preguntó Koushiro viendo a través del espejo que la persona que le cortaba el pelo llevaba un moratón disimulado lo máximo posible con maquillaje. A pesar del maquillaje, se apreciaba algo morado si se estaba lo suficientemente cerca. –Ha sido... mi novio. –admitió Maki con algo de duda. –Eso pensaba. –dijo Koushiro dejando sorprendida a Maki. –¿Y por qué se lo ha hecho? –Por algo trivial. La cena me salió algo más salada de la cuenta. –explicó Maki. –Eso es horrible. ¿Y no has pensado en romper con él? –preguntó Koushiro. –No es algo que me preocupe. –dijo ella. –¡Pues debería! –al decirlo algo más alto de la cuenta, los clientes y empleados que habían alrededor los miraron. Después, todos volvieron a sus asuntos. –No soy esa clase de persona. –dijo Maki. –Sólo debo complacerlo. –¿Eso crees? –Hubo una chica que trabajó aquí a la que su novio venía a recogerla cada día. Todos los días la esperaba abajo. Al contrario que a mí, ese hombre la trataba como si tuviera un tesoro. Eso me producía celos y por eso no me porté demasiado bien con ella. –dijo Maki. Koushiro intuyó que la persona de la que hablaba era Sora. Aunque era evidente que no conocía la verdad. –Maki, no le cuentes esas cosas a los clientes. –le llamó su jefa la atención al pasar por allí. –Céntrate en tu trabajo.***
Después de llegar del cementerio Sora se cambió a una ropa más cómoda. También cambió a la niña y se fue a la cocina a darle de comer. Mimí se sentó con ella. –¿Está rico? –preguntó Mimí a Sochiko. El teléfono de la casa comenzó a sonar. –Ya voy yo. –dijo Taichi. –¿Diga? –¿Taichi? –era Hikari, llamando a su hermano desde un parque, donde jugaba su hijo. –Hikari. –¿Cómo te va? –preguntó Hikari. –Ahora tengo una familia. –contestó él. –Vivo con personas a las que quiero y que me quieren. Vivo en un mundo que tú no conoces. Soy libre. Por eso, aunque jamás pensé que podría, ahora siento que puedo perdonarte. Espero que también seas feliz. Adiós. Hikari, con el teléfono todavía en la oreja, comenzó a llorar. Por fin le perdonó por todo lo que le hizo pasar de niño, aunque jamás se volvieran a ver. Por su parte, Taichi, sintió que se había reconciliado con su pasado. Tras colgar, volvió a la cocina, donde la pequeña Shochiko ofrecía con sus manitas trocitos de pera a Mimí, para que los cogiera con la boca. –Me está haciendo comer mucho. –dijo Mimí al entrar Taichi. Éste le hizo una carantoña a la niña. –¡Qué rico! Más tarde, cuando todos estaban en casa, realizaron una de sus típicas cenas de celebración. Aquella noche celebrarían la llegada de Mimí y Koushiro mientras se mofaban del nuevo peinado de Koushiro. Yoko. Familia, amigos, marido, mujer, amantes. Parece que seamos alguna de esas cosas, aunque en realidad no somos nada de eso. Atesoramos esta felicidad tan frágil y viviremos plenamente. Taichi. A partir de ahora, seremos amigos para siempre. Si es posible, no nos separaremos nunca. Sora. Y aunque pasara algo y tuviéramos que separarnos, algún día volveríamos a reunirnos y reiríamos juntos. Todos Mis queridos amigos. Vosotros sois mis viejos amigos. Taichi propuso un brindis. –¡Por el futuro! –dijo Taichi. –¡Kanpai! –dijeron todos uniendo todas sus tazas. Esas tazas, que todas iguales, pero cada con un color que representaba a cada uno de los miembros, eran el símbolo de su amistad.Fin.