ID de la obra: 1068

Entre flores Inmortales

Mezcla
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 60 páginas, 19.267 palabras, 2 capítulos
Descripción:
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Capítulo 1 /Sus ojos eran hermosos

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Si le preguntaban por el color de los ojos de su madre, no sabría que responder, si eran negros o azules, pero podía recordar el color de sus sombras pintadas de rosa pesado o pálidos como el durazno, eran delgados y de ellos siempre vio una. . herida en alguna parte de ellos, atestiguando una sonrisa divertida con una ola gris que escapaba de su boca llena de dulzura. Era un ángel de colores oscuros qué sabía como dar un beso en la frente. Era su último recuerdo antes de que la luz blanca de una lámpara sobre sus ojos lo hiciera decir su nombre por última vez. -Oye, niño ¿Puedes escucharme?- interroga una doctora, tras iluminar sus ojos con esa luz. -Niño ¿Me puedes decir tu nombre?- le pregunta ya menos tranquila ante su última respuesta. El niño presionó los labios en una línea al sobarse los ojos con fuerza, chasqueando la boca cuando refrescaba su mirada aun llena de chispas de luz. -Me llamo Theodore Grambell… si, así me llamo. – intenta sonreír como recuerda era esa sonrisa tan bonita. La respuesta es una boca torcida y un bufido de la doctora que toma su tabla de notas mirándole con reproche he insatisfacción. -Pudiste ser una cosa grande, niño. – murmura tras marcar su nombre de azul y coloca la gran equis sobre los cuadros a rellenar. Seguidamente ignoro el cuatro entre los sellos preparados para marcar un gran 3 con tinta roja. Theodore observa cada movimiento con gran curiosidad, incluso cuando la doctora le miró a los ojos bajando tan solo un poco sus gafas de pasta negra. -Bienvenido a tu nuevo hogar de paso, Sr. Grambell. - El juego de las esponjas le gustó mucho. Es donde podía correr, gatear y saltar sin que lo detuvieran. Era mucho más libre en estos túneles ignorados por los adultos y fuera del alcance de los cuidadores, llevando sobre los hombros una manta cálida, puede sentirse mejor y fingir qué no lo esperaba ese hombre fuera de los juegos. La diversión rompe su encanto abstracto cuando sus pies se traban uno con otro al caer del juego al suelo, rebotando en el colchón cómo lo hicieron un par de niños más a unos pasos. Gira boca arriba sin soltar la cobija de sus brazos. Al haber mirado arriba notó los ojos de una niña de cabello revuelto y rubio, mirándolo como si fuera un bicho feo. -Sería mejor que dejes eso en tu cama.- le apunta y claro que procedió a intentar arrebatar se la de las manos.-Te lastimaras si llevas eso contigo , mocoso.- -No. – de inmediata rueda y corre. Podría ser más valiente y afrontarla, claro que no, huyo con la cobija en sus brazos, empujando a más de uno de los niños que se le atravesaban. La carrera no lo lleva lejos por los túneles de colchón y las manos grandes que lo atrapan por una de las rendijas superiores. -Te dijimos qué “No más cobijita” dame eso, Theo. – lo regaña y no tarda en forzar con él. Un niño debería poder hacer un berrinche pero lo que puede mostrar como negativa es el simple acto de volverse una bola temblorosa y mantener su tesoro bien oculto en el interior pues en el juego de mantenerla sobre sus hombros perdería por la innegable fuerza superior del cuidador. Tal vez el forcejeo se volvió demasiado ruidoso incluso para ser hecho por un niño raro como él, haciendo que una trabajadora tirará del cuidador que sostenía a Theo. -Ya es hora del almuerzo , déjalo ir por hoy.-mira al niño.-Ya vámonos.-le insiste sin parecer interesada en su batalla. -Bueno…- suspira tirando una vez más de la cobija , creyendo que la distracción del niño le seria de ventaja pero claro , y otra vez claro que no fue así , el niño seguía aferrado a su berrinche como lo haría un cocodrilo.-Mañana esta cosa la deja en tu cama o la voy a quemar , ¡¿Entiendes?!- Incluso si no tenia ni contemplado el obedecer, aun asiente y sonríe. Parece que no es lo que quería ese cuidador, dejándolo ir con un aspecto frustrado. Bien lo notó, ese desagrado era obvio, corrió de inmediato a cualquier lugar menos este. Dejando atrás a los adultos ya la Playhouse. El jardín afuera resplandece de verde y luz activa lo sacude al haber salido de la oscuridad. Algunos niños estaban de camino a clases de la mano con esa …“Maestra” -Vamos niños, ¿Alguno puede decirle a nuestro amigo Huggy Wuggy cuántas letras tiene su nombre?- les pidieron aquella voz dulce para referirse a ese gran gigante azul que mueve su cuerpo de lado a otro en un ritmo lento. A veces parecía estar siguiendo las melodías lejanas de la fábrica. -¡Tienes tres!- -No , maestra póngale cero , son doce.- pelea un niño sacudiendo la falda de la maestra. -Son diez.- interrumpe Theo al tener la respuesta en su boca. La maestra al fin gira y esa sonrisa enorme que llevaba plantada en su cara de plástico crece. -¡¡Es correcto, gracias por decirnos a todos, eres un niño muy listo!!- celebra y sacude sus manos emocionada.-Seguro que Huggy Wuggy aprecia tu respuesta, ¿Verdad, Huggy?- Theo tuvo su respuesta con la forma de un abrazo por parte de esta criatura azul. Era suavecito y caliente como una persona, y es entonces cuando el abrazo lo recibió con una bienvenida. La maestra de plástico observa el abrazo y lleva a la niña más cercana a sus brazos para llenar el vacío que parecía sentir, al menos la niña recibió el cambio de altura con una sonrisa. -¿Por qué no nos acompañas? Íbamos de camino a la clase de mi hermana, a ella le encanta la pintura.- No le gustaba la escuela pero escuchar la pintura le hizo seguirlos con tal de encontrarse con su maestra preferida. Aquella maestra recorre el salón con una caja de colores en sus manos, apuntando al techo con algún discurso improvisado. -El color de tus ojos puede ser diferente con la luz, a eso llamamos ¡Teoría del color! No intento explicarla, solo úsenla a su favor en sus dibujos.-mira por encima de la cabeza de un niño.-Los pollitos tienen muchas plumas muy finas, intenta darle más color con el otro amarillo y se vera muy real.- -Maestra ¿Usted ha visto a un pollito de verdad?- La maestra se gira sonriendo, sabe que no es su cara normal por las esquinas de sus ojos achinadas. -Nunca, así que tu pollito será el primero que conozca.- Los niños parecen estar más animados por la maestra. Notándose demasiado cuando ocurre una abrupta interrupción, causada por una niña que había entrado corriendo frente a todos y sin mirarlos se llevó un montón de tizas de la pizarra entre sus brazos. -No deberías robar. – le dice un niño pequeño. La niña les sonríe y muestra la lengua antes de correr afuera, dejando que vean la cola de colores que se había amarrado en el pantalón. Incluso Theo no esperaba ver tal cosa. Nadie aquí pasaba de los cinco años o de un metro de altura, dejando qué sus hombros y cabeza resaltara como guisantes en puré, una combinación extraña pero común de comer desde hace mucho tiempo. -No te preocupes si no puedes hacer su picó, tus dedos aún no se forman, tranquila. – El ave en su hoja deja de llamar su atención por el murmullo quejoso de una niña, rasguñando sus colores sobre la hoja. -No me gusta… no me gusta como se ve , no… - se queja nerviosa. -Pe… pero ya te dije que es normal que no puedas hacerlo… ¿Porqué no me escuchas?- mira a la hoja que se rompe en manos de la niña. – No me gusta que hagas tanto ruido…- suelta un extraño gritito, riendo entre dientes de forma ansiosa. - ¿Por qué no haces otra cosa?- pregunta temblando en su lugar. -Porqué no quiero.- se queja la niña en un sollozo. – Quiero hacer un pollito, no otra cosa…- La maestra parece sentirse sobrepasada solo con el quejido de la niña, cayéndose de sus manos la caja de colores, distraída por el predicamento sorpresa se agacha a recoger sus colores. Theo se asoma inclinando el cuerpo a un costado, viendo a la maestra no juntar los lápices sino sobarlos contra el suelo como si fueran las piedras en la arena, rompiendo alguno bajo sus palmas. Esa sonrisa tan enorme parece ser cada vez más una mueca dolorosa. Un impulso aparte lo hace levantarse he ir a un lado de la niña. -¿Quisiera que le ayudaran , maestra?- le pregunta levantando con un brazo al niño más cercano , este capta y deja de solo mirar para levantar los colores y la caja apurado.-Dejas que te ayude , ¿Quieres que sea amarillo o azul ?- le pregunta a la niña tomando su mano por el dorso. -¿Hay pollitos azules?- pregunta la niña mirándole de lado. -Si tu quieres los habrán , ¿No?- responde sonriendo.- Yo hice el mío negro.- -¿Y porque negro?- -Porque me gusta mucho.- La maestra se queda de pie en el centro de la habitación, llevando esa caja en sus manos y esa sonrisa brillante se siente pesada al ojo. La clase de arte no es demasiado larga pero al salir muchos de los niños parecen cansados, chocando entre si en la fila que la maestra guía a la siguiente habitación, la sala de sueño con las camas contadas y una Miss Deligt los recibe en la puerta . Esta es mucho más animosa, aplaudiendo aunque despierte a los niños. -Hola mis niños, vamos a descansar ¿Quién ganará la cama con la cobija más cálida?- los anima tomando la mano del niño más cercano para llevarlo adentro junto con la fila. Theo se queda en la espalda de la maestra, mirando como los llevan a dormir como si fuera el inicio de un divertido deporte. Su maestra decide retirarse tras mover la mano en despedida, dejándolo avanzar para cubrirlo de las cámaras. -¡Hermana , aun falta el pequeño!- la llamo la misma Miss Deligt. -Él es mayor, tomará su siesta con los otros niños de su edad.- -Debe tomar su siesta, incluso trae su cobija.- -…pero esta conmigo.- insiste la maestra moviendo las manos en su cintura. Theo suspiro. La expresión de ambas no cambia, no puede, pero esa forma lenta de respirar parece perder el ritmo. La complicación de un protocolo común parece dejar en un problema a la Miss Delight, mirando a los lados en lo que parece un acto ansioso. -Creo que el director podrá decirnos a donde debe ir el niño.- le dice a su maestra. -No, estamos bien.- interrumpe Theo, alejándose rápido. La maestra lo sigue, mirando a su hermana con la misma mortificación.  -¿Son divertidos los nuevos juegos?- -Son iguales, solo trajeron un flotador de pato.- murmura aplastando los restos de lápiz sobre la hoja, logrando un fondo parecido al cielo gris que recordaba. -Debí hacer que dibujaran patos.- -¿Ya no te duele la boca?- -Ya no la siento, creo que me acostumbre.-  No había mucho de que hablar con su maestra pero si había forma de estar alejado de los adultos cuando se quedaba en el salón de arte, pintando lo que sea mientras la maestra hacia alguna figuritas de arcilla colorida en una esquina. Estaba divirtiéndose a su manera con los lápices, formando a ese perro que le gustaba imaginar…o recordar. -Me gusta mucho.- Mira a la maestra que lo observa con esos ojos vivos, inclinando enorme el rostro a un lado. -Gracias.- sonríe por reflejo.-Tu cabello es bonito.- vuelve a su hoja. Aquel perro de color negro y café apenas se parece a sus recuerdos, solo le hacia falta una cadena y un collar de picos. Su mesa se inclina bajo el peso extra, haciendo sujetar sus colores con los brazos extendidos. -Era mejor antes… era negro…como te gusta.- le dice de frente la maestra, y esos ojos azules se fijan en su rostro pálido. Siente un extraño escalofrío bajando por sus hombros cuando la maestra recarga esa frente en su rostro. -Te quiero, bebé.- murmura ella extendiendo sus manos hacia su cuerpo, abriendo la boca muy lentamente. Llevando a la maestra rubia a sentirse fácilmente extasiada, tirando de la camisa del niño, alegre por la piel rosa que se descubre por el hombro que a desvestido de forma superficial con su hazaña. Por primera vez sus sentimientos se alinean con su rostro, produciendo un hilo de saliva igual a las lágrimas que deseaba ser capaz de expulsar hace tanto. El niño en su poder no parece capaz de hablar, aunque sea muy bajito lo intenta. -¿Qué está pasando? …- pregunta sin lograr moverse , sorprendido por las sensaciones que hacen erizarse su vello. Preguntándose si ese sentimiento era miedo o emoción, era extraña y no lo dejaba moverse. Algo estaba pasando y no lo comprendía. Lo que sea que fuera a ocurrir no lo hizo, sacudidos por un sonido sorpresivo por parte de los muros. La maestra se aparta, mirando al techo con los ojos bien abiertos, y se revisa curiosamente alrededor. -¿Qué fue eso?- murmura nerviosa, recordando al niño pero al mirar en su dirección solo encuentra el cuervo en la hoja de papel y la puerta abierta que aún se mueve. El sol aún brilla, o eso se supone que signifiquen los focos encendidos. Su camisa ya se quedó estirada, cayendo por un lado de sus hombros. -¡Theo, vuelve a tu grupo!- No se detuvo a mirar ni siquiera cual de los cuidadores lo había llamado, viéndose correr con toda la intención de entrar a la Play House fuera del alcance de adultos torpes que no pueden usar los túneles sin chocar sus caras con el relleno. O eso debería poder hacer. Es un niño lo que lo alcanza. Ese primer encuentro fue insignificante, tan solo una fracción de segundo para ver unas pecas dispersas bajo los grandes ojos parecidos a pedazos de un cuadro de nueces, tan cafés que parecían rallar el más puro oro. El sentimiento al reconocerse atrapado por esa mirada triunfante lo hace detenerse y solo puede empujarlo para quitarlo de enfrente. Ese sonríe más que antes al tomar su mano y unir sus dedos en un nudo qué lo hace niño temblar con cada nervio del cuerpo sacudido por lo frías que tenia las manos ese niño. -¿Te gustaría bailar? – Se atreve a interrogar a ese niño desconocido. Escucha esa voz infantil y su cabeza se llena de tantas voces que le reclaman una reacción. Bueno. Rodó de la mano con este niño que lo sacude y hace girar a su ritmo, igual que un vals descoordinado. Logra soltarse solo porque no dudo en patearlo y correr una vez lo hizo caer al suelo. Fuera de escena el cuidador del bloque 2 observaba la afrenta de ambos niños. -¿Por qué mandas a otro niño?- le pregunta el cuidador de Theo a algún otro empleado. -Confió en que lo traerá.- se jacta la niñera del bloque 4 al apuntarse al rostro con el pulgar. – Es cosa de gente que si hace su trabajo. - -Pamplinas , ¡Missi , agarra al niño alto!- le grita a la criatura rosa en la puerta de dulce hogar. No escucha más al lograr esquivar a Kissy y sus manos de algodón que apenas parecen con intención de tomarlo y lo deja ir con una sonrisa. Entonces ese mocoso que viene tras él parece agarrar fuerzas para gritar. -¡Hola, Kissy! – aprovecha ese niño para dar un salto y chocar sus manos sin dejar de seguirlo. La gigante rosa apenas se endereza para despedirse de los dos. -Niño , ¡Te están llamando!- le grita apunto de agarrarlo. Sobrecogido por las emociones y la vergüenza de haber dejado juguetear hace un segundo, estalla Theo girándose y propinándole un puñetazo directo al rostro, volviendo a su carrera al dejarlo en el suelo y sangrando para el horror de los cuidadores cercanos.  -¡Hasta aquí, mocoso mimado, ven ahora o tendrá consecuencias tu grosería!- En ninguna forma pensó en dar vuelta, incluso pensó que estaba siendo injusto todo esto. Solo quería estar solo, no con esta gente ni con tantos niños, ruido o gritos. Detestaba los gritos. Entro al juego sin mirar atrás, nada de nada paso por su mente mientras gateaba por los túneles hasta una intersección que sabia era casi imposible que un adulto entrara, rodeándose con la cobija hasta la cabeza para dejarse caer de costado en el mullido espacio que lo Me sentiría seguro. El calor en su ovillo de cobijas era cómodo. Solo quedarse ahí y cerrar los ojos con las manos cubriendo sus oídos con fuerza. -¿Te gusta este lugar? A mi también pero, ¿Sabes qué? No te había visto antes, ¿De que bloque eres?- Su cuerpo se aprieta contra la pared, murmurando alguna queja de parte de sus muy lacerados nervios. En su ovillo ignora a ese niño que se acerca por la esponja. Incluso cuando esa voz se escucha justo sobre su oído.  -Te amo.- Sin entrar pánico su cabeza se asoma para mirar ese niño con sospecha de retraso mental o alguna enfermedad grave respecto a su sentido común poco desarrollado. La sonrisa que recibe es… brillante. -Te hice salir.- se ríe recargándose al otro lado del túnel.-Te hice salir de tu cueva , Theodore.- se jacta de verle fuera de su escindite con esa descarada sonrisa. -Cállate. -mira al suelo pues lo aturde tanta luz. – Te hice sangrar, así que gano yo. – encoge las piernas aún más al notar que este niño estuvo apunto de tocar sus pies. La mirada de este sube a su rostro y esa sonrisa no se va. -Si te parece que eso es ganar, esta bien para mí. – lleva sus manos a su cabeza, imitando su posición bajo la sabana. - ¿Porqué tu cobija?- le interroga. - ¿Qué te importa?- responde gruñendo bajo su famosa cobija. El castaño se acerca mostrando un peluche en su mano, no parecía ser de los mismos que había en la casa, era viejo y parecía sucio, un engendro parecido a un duende de greñas erizas de color morado. -Mi mamá me lo dio, lo oculto aquí. – mostró como en su cabello enredado ese juguete horrendo se ocultaba fácilmente con enredar lo en su nuca. -Creí que esa cosa era importante, pero veo que es de las mismas de dulce hogar ¿Por qué lo llevas entonces?- -…huele bien. – susurra bajando la mirada. -¿Enserio? ¿A que huele?- pregunta acercándose. El no parece tan malo y esa sangre en su rostro lo hace sentirse culpable, viéndose acorralado por sus dudas le termina permitiendo que se acerque a oler una esquina de la cobija.  -¿Huh… ¡¡Puahj!!- se giro después de dar una sola olisqueada y perder color con cara de asco, tosiendo hasta sacudirse y doblar la espalda. – Que rico huele… - le dice a fuerzas con un pulgar arriba y una sonrisa temblorosa que parece llevar consigo mucho sufrimiento. – Exquisito hermano. – termina regresando a su lugar con tal aspecto que pareciera haber ganado unos años de vida y perdido gran parte de su peso corporal. -Eres un mentiroso. – gruñe volviendo a hacerse una bola con solo los ojos asomados por una rendija. -No es cierto, no soy un mal mentiroso. – reclama en voz baja por la sacudida anterior. -¿Porqué te gusta ese olor?- -Es como el de mi mamá.- mira al final del túnel ya un niño rubio que los mira asustado antes de retroceder al ver su ceño fruncido. -Que bueno… lo de exquisito lo digo con respeto.– aclaración desviando la mirada. -¿Te puedes burlar ahora?- le acusa desconfiado. El niño se ve indiferente, reacio a poner algo de atención al afilado chico de ojos azules. -Yo extraño mucho a mi mamá… quiero volver con ella. – dice esto acercándose al mayor, sin sentir las alertas que le deben avisar de la atención en el mayor.-Quiero ir a casa.- le comparte llevando los brazos alrededor de los hombros de Theo, dejando su mentón sobre el cabello revuelto.- Solo necesitas descansar, se que podrás volver a jugar después.- abandona la posición para mirarlo de frente y se da el lujo de sonreír con una risita divertida al ver esa expresión arisca y mofletes inflados por la rabia infantil que comparten. Aventurándose a un cariño que recuerda era buena para curar la tristeza y enojo: Mordió el cachete carmín con sus labios presionando la piel con felicidad en su mirada. Para el mayor es la calidez del contacto la que lo hace sonrojar de golpe, guardando en sus puños fuertemente apretados aquellas sensaciones tan confusas. Una corriente eléctrica en sus palmas, subiendo por sus brazos hasta llegar a su estomago, era un enredo el que se enciende como la pólvora y hace colorear su cara, cuello y orejas. En vez de huir o apartarlo se a quedado impávido, observando al niño hasta que lo deja ir, dejando su mejilla roja y un hilo de saliva entre sus rostros. -Eres un perro. - suspira sin aliento Theodore, sacudido y perdido en el vuelco qué hizo que todo su cuerpo y mente fueran reseteados al ser sorprendido.  El niño lo limpia con su manga, tornando se sus ojos de un color más oscuro ante sus pensamientos de un solo lapso.  -Ya no estas enojado.- exclama victorioso al ver ese rostro hecho una buena muestra de cerezas.-Estas rojo como una fruta, ¿Puedo comerte? -  La respuesta es muy lenta, tardó tanto como ese corazón infantil en acomodarse de nuevo y volver al tema principal en huida de las sensaciones atrapadas por primera vez en su corazón. -¿La extrañas?- pregunta bajando el rostro, notando que las luces se han apagado, estaba oscuro y sabia que algo estaba mal con el niño que ahora se a quedado a su lado con una linterna que saco de su bolsillo mucho más rápido de lo que pudo verlo.-Te da miedo la oscuridad.- susurra reconociendo esa ambigüedad que no comprendía de algunos niños. -Mucho…- responde el niño ocultando el brillo de la linterna en su mano , temiendo que la luz delatara su escondite con los cuidadores.-Siempre …desde que llegue aquí... quiero volver con mi mamá.- admite observando al túnel. -Sé como salir de aquí , es por eso que hago lo que me dijo para hacerlo.- parece convencido de ello. Theo de inmediato se alerta, volteando de golpe para arrinconarlo con su peso. -¡Él! ¿A ti que te dijo?- le cuestiona mostrando su ira con un bufido. El niño parece sorprendido pero decide muy pronto responder a su mal humor con una sonrisa aún más extraña, siempre parecía estar esperando su respuesta o solo le parecía tonta su pregunta.  -Debo ser obediente y hacer que me adopten, solo así podrás salir de aquí para verla de nuevo.- suspira como si fuera una carrera la que le esperaba.- ¿Qué te dijo a ti?- le pregunta tomando sus mejillas con ambas manos . Theo observa, analiza lo que escuchó y vuelve a su lugar con la cobija sobre sus hombros. Habia creído que su padre hablaba con este niño, sintiéndose de golpe abandonado, y asustado por ser reemplazado, y casi delata el secreto de los dos. Era el modo de este niño el mismo al que había renunciado después de que uno de esos visitantes lo mirara de esa forma desagradable. Habia sido una sonrisa suya la que alejo al visitante, viéndose solo tan pronto como esa pareja abandonaba la habitación a la que lo llevaron para hablar los tres. Un recuerdo confuso y doloroso que lo hace gruñir frustrado al ser difícil el entender el error en sus acciones ni en como se acerco ese día. De pronto todo a su alrededor era más difícil y apenas podía saber si era su culpa o solo era algo que no comprendía. Debe dar una mirada al niño ya la galleta de avena que saco de su bolsillo en servilleta, notando esa sonrisa tan bonita de dientes chuecos y colmillos torcidos, piel caliente como si pasara horas bajo el sol y esos grandes ojos oscuros. Era como un ave. Entonces era cierto que las personas son como animales y este mocoso era uno de los bonitos, incluso queriéndolo alimentar con la mitad de la galleta que casi es solo migaja en su mano. Esperaba que lo siguiente fuera igual pero al tener la razón, también se equivoco.  -Toma, te doy la mitad.- le ofrece con esa sonrisa que parece no perder. La sorpresa por recibir la mitad grande y completa lo hace temblar. Y aunque su mano se estira y la galleta rota cae en su palma, un estremecimiento corrompe sus muros, llevándola a sus labios el dulce bajo la mirada del niño. ¿Hace cuanto no era procurado por alguien?  Él siempre estaba ahí pero no haría esto.  No puede.  Tampoco él debería pensar en eso, no, no debería pensar de esta forma.  Seguramente a este tonto los adultos lo querían mucho, solo por eso le daría algo bueno a él sin ser amigos.  Entonces ese niño continúa.  -No creo que nos adopten…o tal vez a ti si.- farfulla una vez trago las migajas. No ve al niño comer y sospecha que las migajas en su pantalón es lo que debía ser la otra mitad y su suposición es real ahora. El calor en su frentebaha a sus mejillas y sabe que debería alejarse.  -Eres alto y fuerte, seguro que en unos días te vas a casa.- le recuerda tocado su nariz magullada, la sangre al fin se seca pero la presión hace que vuelva a caer.-Hay personas que solo quieren a un miembro de las grandes ligas entre su familia. -  Theodore mueve las manos para negar tanto como para cubrirse medio rostro.  Sin notarlo la mirada del niño castaño se a fijado en los cortes de su hombro descubierto. Eso es suficiente para que esa sonrisa decaiga y sus cejas bajen un poco.  -No ha sido así en meses.- él siguió con su queja, dejando salir esa mala sensación de su interior.-No le agradó a la gente.- Esa declaración tan abatida o enojada hizo al niño tomar una actitud menos infantil, resintiendo su rostro ese cambio. Ahora mismo dejo de ser tanto un niño igual a su nuevo amigo amante de las sábanas, sino recuperando su actitud habitual.  -¿Se pueden llamar gente? A mi me gustas, creo que deben arreglarse los ojos porque te vez como un hombre muy agradable, Pedro.- -Me llamo Theodore.- lo corrige frunciendo el ceño. Al menos hasta sentir como el niño le soba sin cuidado su entrecejo.  -Lo siento, es que si te amargas te pareces al abuelo de las maquinas.- presiono suave para hacer saltar esa arruga.  -¡No es cierto!- exclama empujándolo con el pie descalzo. El niño cae y ríe atrapando su pierna con los brazos. Debe luchar para librarse del agarre del niño, aferrándose a la pared para patearlo pero solo logra caer de espaldas por el tirón. Pronto el esfuerzo es suficiente para hacerlo reír frustrado por el cansancio. El niño aprovecha la posición para subir sobre su cuerpo, atrapando sus manos por encima de su cabeza, aunque sigue riendo al igual que el más alto.  -¿Te sientes bien allí? – pregunta sin pelear por control, era fácil quitarlo de encima y puede pensar así por ahora. -Si me gusta. – le confiesa el niño dejando de lado esa sonrisa, es eso suficiente para mostrarle al menor la forma en que su rostro cambia y ese brillo de antes se vuelve profundo, solamente un vistazo en toda la amalgama de pequeños cambios. – Creo que me das miedo. – confiesa observándolo con ese mismo sentimiento opaco. Theodore vio de frente el cambio y pudo comprobar que no era como ver a un adulto cambiar de rostro y apuntó de golpearlo furioso, ni un niño que decide hacer un berrinche. Este cambio fue como cubrir la luz del sol entre sus dedos para verlo sin quemarse.  Era un eclipse.  Uno que ocurrió en la oscuridad y solo para él.  Era un palpitar extraño en su corazón el que le hacía sentirse tembloroso, mirando a este niño mayor con un estremecimiento recorriendo su espina dorsal, una sensación capaz de ser compatible con el recuerdo de la serpiente de goma que encontró una vez en sus botas. Theo esperaba eso pero no que el niño pareciera estar de todo menos asustado, él debería ser quién tenga miedo pues el niño reafirmo su miedo apretando sus muñecas con esa cara tan sería. -No parece. – Acusa moviendo las piernas y esto solo le hace sentir aún más arrinconado.  No podía. No podía salir de su agarre. -Oye… - murmura fijándose en ese rostro serio.-¿Qué me miras? - pregunta lista para... Lo que sea.  Aquel niño observa las cortadas, extrañas heridas qué lo hacen dudar si preguntar a Theodore era correcto o si solo le asustaría mucho más descubrir que él vio sus heridas.  La situación para Theo solo se resume en qué no puede saber lo que el niño esta sintiendo para querer arrunconarlo ni que esta pensando, solo sabe que no era algo que entendiera. Incluso si el silencio le hace recordar su lucha al patalear una vez más, logrando la misma nada. No lo parecía pero este niño era fuerte, aterrador como él no lo entendía. Resiente el toque y debe sonreír por reflejo, logrando el interés del menor en su rostro y no en su cuello. Vio como esas mejillas se pusieron rojas de golpe y aun no lo soltaba por alguna razón.  Es un silbato el que hace que esa cara en blanco se recomienda con una sacudida de cabeza y su liberación inmediata. Contrario a su anterior deseo de huida, se queda cerca del menor para no perderse el cambio en su actitud. Frotándose los oídos con fuerza y ​​​​su color decayendo como la cera, parecía bastante cansado de golpe. -Creo que debo volver ahora. – avisa dejando de sobar su cabeza. - No te preocupes, no les diré donde estas pero no te confies.- le recomienda despidiéndose con un ademán rápido.-Adiós, Theodore, eres increíble.- Eso último pudo ser su propia mente después de verlo desaparecer como había llegado arrastrándose, o de verdad era la despedida del niño, dejándose responder con ansiosa presión. -Tu también…- No era un pavo ni planeaba serlo alguna vez pero ahora mismo pensó en uno que se queda solo en el horno después de que le hagan de todo para no saberse si será de utilidad o será tirado entero a la basura. Algo que no termina de entender porqué le vino a la cabeza al verso solo, nada más lo pensó y dio por hecho que eso se sentía ser un pavo. Puede verlo de un salto por la rendija más cercana, parecía llevar consigo la misma vida del pequeño espacio, y con su partida puede disfrutar de la oscuridad y la soledad… al menos por los primeros tres minutos. Escucha el sonido forzado de los zapatos de vestir sobre la esponja qué se acerca y debe moverse antes de que lo encuentren. Logró pasar esa noche en Play House, descansar al fin, pegado a una esquina con la figura de pato cubriéndole de algún justiciero. El horario hace que las tuberías aún se mantengan ruidosas, rodeadas por los murmullos de distintos tubos ocultos tras las paredes y las olas de la piscina qué se sacude por la máquina que la limpia con un zumbido. La rejilla deja llegar una cálida ventisca, puede recargarse en esta para sentirse mejor. Sin verlo un cuarteto de metales sale por las rendijas, atrapando la sabana en sus puntas y descubriendo al niño. - Estuviste jugando . – declara con voz masculina y sería. La somnolencia le abandona, apresurando se a rodear esas garras con sus brazos, con la cobija entre los dos evitando el filo, sobando su frente en lo que serían los nudillos de la gran garra. -Hola. – saluda sumiéndose en el calor. Las garras se mueven estrechando su cuerpo con cuidado, igual a las orugas dentro de un capullo, era cómodo. - Te veo cansado, Theodore.- dice moviendo apenas la garra lo suficiente para ser una caricia. -Estoy cansado.- responde aferrándose más fuerte. - ¿Puedo ir contigo hoy? – pide en voz baja. -No, deberás esperar. – -Bien, papá. – farfulla con resentimiento. Las caricias continúan pero el tono y la voz masculina cambiaron a una niña quejosa. -No soy tu padre . – le reclama con un berrinche. -Lo eres. – corregir. -No, te lo dije, soy tu amigo .- rehúsa y aclara adoptando una voz juvenil y masculina.-¿A sido divertido tu día? – Theo mueve la cabeza negando. -Me persiguieron todo el tiempo, y la maestra otra vez esta rara… no creo que pueda ayudarnos. – -Tienes razón… ¿Ya no te agradas ? – -Me agrada, es divertida. – -¿Y qué tal ese niño? – -¿Te agrada a ti, papá? No debería, es un mocoso estúpido.-  No cree que sea estúpido pero no quería que papá lo reemplazará.  -Hacer amigos es el camino correcto , Theodore, ese niño solo me agradará mientras a ti te agrade pero sino, que mocoso tan despeinado. – Debe reírse aún con el rostro en la cobija. -¡Pásate un peine! , ¿No pensaste eso ?- continúa con ese mismo tono de reproche y esa voz de hombre con tonos chillones. Theo comienza a reír alegremente. -¿Quieres que hablemos de tu camino a mi ? – -Si… hem… izquierda, izquierda y abajo, derecha- -Dos abajo, Theodore. – le corrige sacudiendo las garras.-Vamos, es como comer una tostada. – le recuerda ese ejemplo con una voz femenina. -Si… - asiente y ríe tocando el metal descubierto que alcanza. – Izquierda, izquierda, abajo dos veces, derecha y abajo- -Es arriba, niño, pareciera que nunca has comido tostada . – parece bromear cuando usa la voz de niña quejosa.-Recuerda que debes hacerlo en el turno de los niños que no sean de tu grupo, solo así no verán que faltas. - Theo se queda lo que descansaba de la noche durmiendo en manos de quién consideraba su padre. Fue un buen descanso. En algún momento se da cuenta de que tiene hambre, debe dejar esa esquina para ir a comer, la cobija la lleva consigo pues su amigo ya no estaba cuando las luces fueron encendidas. Algún niñero le saluda por su camino, respondiendo con una mirada aturdida aun en su ensoñación. Puede que logrará ir al comedor por sí mismo pero el ir a la mesa y comer fue una acción inconsciente. Volviendo al mundo de golpe al golpear el vaso de Huggy qué contenía la bebida, el líquido cae por la mesa con bastante violencia, esparciéndose por la ropa de algunos niños que lloran o ríen, o al menos reían. -¡Sabía que no podías quedarte sin molestar a nadie! ¡¡Nisquiera deberías estar aquí!!- La pérdida de memoria no era nuevo ni el reaccionar cuando ya se había movido por el lugar o pasado bastante tiempo en movimiento pero el despertar con un vaso de leche derramado en su mesa… no, ya había pasado antes y era una molestia. -Ya cállate. – debese cubrir los oídos con los puños para sellarse fuera de los gritos de este cuidador, no comprendía porque siempre estaba cerca de él, lo odiaba, era tan ruidoso y desagradable. Cierra los ojos para no verlo. Siente como se queja mientras limpia la mesa con algún paño, era demasiado violento. Tardo varios minutos en descubrirse los oídos y mirar su espacio vacío, sin el plato o vaso sin comida solo la mesa limpia y algunos niños que lo miran curiosos o confundidos. Este ambiente se sentía extraño. Como estar  donde no debería.  -Ese hombre te odia.- dice una niña a su lado. – Te hice un dibujo. – extiende un pan tostado y puede verse qué su pintura estaba hecha con jalea, crema y restos de yema, formando un paisaje deforme al amanecer. -Esta bonito, ¿Verdad?- sonríe y se nota que estaba orgullosa de su trabajo. -Si. - sonríe tomando el pan de sus manos. La niña sigue sonriendo hasta que lo ve comérselo de dos mordidas. -¡No te lo comas, era para que lo guardaras!- le reclama sacudiendo los brazos.-¡Si pinto la pared ¿Te la comerías?! - -Si lo haces tú, quizás sí. – le toca el cabello, esas coletas en su cabello bien peinado se veían muy bonitas. -¡Ajá!- exclama airada, y ofendida se retira tornándose de color rojo su cara. Algo parecía familiar en la niña, algo era conocido en ella… o más bien nada lo era. A esta niña no la conocía. A ninguno en realidad. Estos niños eran muy callados. Les mira comer por un rato, curioso por la forma recatada en la que se comportan.  Parecían ser muchos niños muy distintos a su grupo habitual. Un grupo aparte del suyo.  Seguramente de esto hablaba su papá, ¿Sería el momento justo para ir por él? Debía pensarlo bien pero ya estaba de camino a la Play House, con la cobija en su hombro. Debe detenerse al ser obstaculizado su camino por un niño de cabello rubio. -Oye, el alto, ¿Quieres jugar?- pregunta este niño y ya le a pateado la pelota a los pies. Theo detiene el balón con el talón y lo patea de vuelta.  En casa no podía salir a jugar, además de que en este lugar no había muchos niños interesados ​​en patear la pelota y correr tras ella sin terminar abrazándola como mamás gallinas a sus huevos.  El niñorepite el movimiento con más firmeza y Theo igual, llevándolo lentamente a sumirse en el juego y la persecución qué se divide sin darse cuenta. El juego sigue creciendo y pronto, muy pronto, se siente agitado para correr con los niños y de los niños que intentan conseguir la pelota. Escuchando su corazón golpeó sus tímpanos con un zumbido agradable, recibió un par de empujones y también los dio riéndose por la caída de algunos muy temblorosos como para resistir. No sabia cuando pero termino jugando con todos hasta que más de unos se vio reducido a un montículo jadeante en el césped sintético. Ese niño lo ve aún en la plaza jugando con otra niña que lo empuja y corre burlándose entre gritos alegres. -Me gustan tus ojos, son muy raros.- Justo cuando había decidido descansar en el césped se ve abordado por algo medio raro.  Mira a su lado a otro niño, tan alto como él mismo pero esos cabellos revueltos lo hacen ver más alto. No era la primera vez que veía un cabello así pero tan cerca lo hizo sentirse distraído por la curiosa textura que se notaba de cerca como enredaderas. -Niño, yo soy normal. – responde tocando su rostro.-Tu eres el raro, eres gordo. – Tras un sonrojo y sonrisa nerviosa el niño respondió.  -Estoy fuerte, no gordo. – se defiende destapando un estómago plano pero algo en este niño, al igual que en el rubio y la niña de la mañana le despiertan sospechas.-Soy más fuerte que tu. – le asegura. – Solo nota que tus ojos tienen una tonalidad violácea, y eso es estadísticamente especial, incluso podrías ser un porcentaje albino y en África se los comen. – Su cabeza se inclina recargandola en su mano, preguntándose si tenía sentido dentro de la cabeza de ese niño relacionándolo con el canibalismo. -Estás listo pero no nací en África. – -Ya lo se… debes ser de origen europeo, ¿No es así?- -De…creo…- cierra los ojos pensando. – No lo recuerdo, posiblemente tengas razón.- debe rendirse y ve como su poco interés en discutir hace que este niño se emocione y sonría inflándose como globo lleno de ego. -Lo sabía. – exclama dando una vuelta como si su desvario fuera tan digno de celebración como un partido de rugby ganado. -¿Te cargo?- le ofrece una sonrisa con los brazos extendidos. -No podrías. – le avisa aferrándose al pasto de poliéster. El niño responde acercándose de improviso para elevarlo entre sus brazos. -¡¡Qué si puedo, si puedo!! ¡Ves!- parece celebrar mientras da una vuelta temblorosa. -Bajame, ahora bájame… - logra quejarse por el abrazo que es bastante fuerte, debe agarrarse de los hombros del niño al sentir el vértigo del descontrol. -Debes bajarlo, si el no quiere subir no puedes cargarlo. – El mayor lo suelto pareciendo preocupado por meterse en problemas con lo que sonaba como otro niño más, Theo aún no logró controlar su equilibrio al ser soltado tan de golpe, cayendo sin control de espaldas al suelo. -¡Te tengo!- exclama el niño que conoció en los túneles, aunque “Tenerlo” era caer junto a él y con su peso encima. Ambos exclamaron por la caída y el dolor compartido. -Lo siento, chicos, perdón. – el mayor se disculpa de inmediato y su rostro palidece. Theo está bien y la risa que comenzó de parte del menor parece confirmar su propio bienestar. -Eres pesado, amigo. – le dice cerrando los brazos entorno a su cintura en vez de dejarlo ponerse de pie. -Lo siento, Dog. – vuelve a disculparse con él aquel niño fortachón. -Yo estoy bien. – responde hundiendo el rostro en el costado de Theo. - ¿Estás bien, Theodore?- le pregunta en esa posición. -Estoy bien.- dice mirando al menor en su cintura. -Lo siento, olvide pedirte permiso. – -No importa.- sonríe al niño. La calma regresa a ese rostro y asiente frotando sus manos sobre su estómago. -¡DogDay!- exclamó una niña que viene a ellos. -Estoy bien. – le dice a la niña al fin soltando a Theo.-Nos caímos, Bobby, no es nada malo. – la tranquiliza moviendo las manos. Aquella niña solo tomo la señal como el momento de tomarse el gusto de abrazar al niño por los hombros y quedarse ahí en silencio. -Crafty esta haciendo un juego de raya más grande en el patio, ¿Por qué no vamos? – los invita con la niña en su cuello.-Vamos, Theo, a jugar. – Su mirada va de este niño a cada uno y esa ansiedad en su interior vuelve al sentirse observado hasta por el rubio y la niña que venia con él. -Esta bien. – asiente siguiéndolos a la plaza donde los esperaban una niña con un grupo mayor.                                                                                                                      ●┬├┴├ᕕ⋋⋌ᕗ┬├┴├● Las cortinas de velcro son bajadas para verse en el frente el lema “PLAY TIME co.” frente a la mesa de los trabajadores y sus rostros cansados. Al menos doce personas tomaron asiento alrededor de una pila de documentos recién imprimidos en blanco y negro. -Creo que el jefe no vendrá. – Algunos empleados dan una mirada al trabajador de bata blanca. -¿Porqué dices eso?- pregunta una mujer de uniforme azul. -Los días anteriores a estado ausentándose.- se queja desde su asiento un trajeado de mal rostro. -Me interesa poco. – gruñe un ingeniero, quien resalta al igual que la mujer por su uniforme azul. -A alguien le hace falta otra degradación de rango. – -Mi rango no es inferior al tuyo, imbécil.- -No debes expresarte así en este lugar. – -Me tiene harto, este gusano calvo se comporta así con nosotros y los niños, solo porque tu mujer- -No metas a mi esposa en esto, fracasado sin visión. – -¡¡Fracasado!!- grita levantándose de la mesa.-¡Mejor que ser un enfermo como tu y Laura!- -Siéntate, Henry. – lo interrumpe un asistente que apenas va entrando. Cada empleado vuelve a su lugar con algunos bufidos y un farfullo de resentimiento. El secretario no soporta más de esta silenciosa tensión, interrumpiéndolo con una sonrisa incomoda. -Le encantan estas reuniones, no va a faltar solo por ser su cumpleaños. – les mira a cada uno esperando que sigan el hilo, sudando visiblemente por la respuesta tardía del grupo. – Colegas.– siente la necesidad de hundirse en su asiento y morir pero solo puede sonreír locamente al ser respondido por el ingeniero de mal genio. Aunque resulta ser una queja. -Espero que no tarde tanto esta vez, quiero ir a casa- -¡¿De que hablas?! Si esta es tu casa.- La puerta a sido abierta por un asistente de aspecto frío pero quien a respondido al ingeniero a sido un hombre de aspecto afable, brillando ese cabello cano por las luces amarillas de la oficina, pareciendo su traje de aspecto fiestero estar en la entrada de una fiesta de cóctel. -Estoy seguro de que afuera no hay nada mejor que las deliciosas bebidas que nuestro, bien aventurado sea él, compañero Henry diseño, han sido un éxito en ventas ¡Estás tan ansioso por presumir a tu familia! ¿No es así?-no solo le halaga y va hacia él, sino que con certera firmeza le atrapan por los hombros, viendo su sonrisa oscurecida por la posición de la lámpara sobre la mesa. La figura del hombre podría ser comparada a un buitre afianzándose a las ramas de un árbol agonizante, exhalando una bocanada que se presenta como la muerte sobre los moribundos. -Si, estoy ansioso,. – responde después de aspirar una gran bocanada de aire.-¿Qué les parece si terminamos esta reunión para que me pueda ir a presumir a un bar donde pueda morir de intoxicación etílica entre dos practicantes de fisicoculturismo?- murmura su queja sabiendo de la fobia del calvo y puede dejar la satisfacción en su interior al ser palmeados repetidamente sus hombros y escuchar a su desquiciado jefe descojonarse divertido por la miseria en el rostro de mas de uno de sus empleados. -Ay, no, ya me hiciste el día.- se dirige a su asiento a la cabeza de la mesa.-Fisicoculturistas…- mira al ingeniero como si fuera no solo un empleado escuálido sino también uno de sus mono de trucos en pausa, todo con una sonrisa en los labios. El hombre de traje y rostro amargo interrumpe su diversión con un informe que se reproduce en el proyector. -El espécimen 188 a superado la barrera lingüística, tras un interrogatorio se descubrió que el entendimiento de más de un idioma- El ingeniero observa a la criatura retorcerse en la mesa de operaciones, vagando su mirada entre las personas en la sala. La reunión continúa con las muestras de diferentes experimentos. Incluidos los elementos en procesos iniciales. -DogDay en sala, ¿Has vuelto a necesitar tus lentes, pequeño?- -¿No eliminaron el audio de este vhs?- interroga al jefe en la cabeza de la mesa, mantiene la mandíbula sobre el dorso de sus manos.-Ya conocen las reglas, señorita.- le recalca ala doctora. Por supuesto la trabajadora de uniforme azul se defendió antes de que la doctora hiciera algo más que mirarla con rabioso reproche. -Temo que en producción haya habido un error, pero no te preocupes, inmediatamente después de la reunión los audios serán eliminados. Delo por hecho, señor.- -Elemento base del prototipo 1-0-0-6 es diluido directamente a los nervios oculares en preparación de los implantes, probando base compuestas de exposición potencial.- La atención de las personas se desvió a las imágenes partidas en dos, a la escena completa y el acercamiento expandido al ojo de pupila dilatada. La aguja metálica entró en la imagen desde un costado de acercamiento, atravesando la retina directamente a la profundidad que se tiñe de rojo diluyéndose dentro del globo el color rojo amoratado del líquido con una ola de color carmín dentro de la esclerótica, perdiéndose en el torrente sanguínea del interior del ojo del niño. -Te pondremos esto por unas horas. – el aviso muestra un parche. – ¡Te veras como un pirata temible! – bromea con un tono demasiado falso de alegría al colocarle el parche sobre el ojo. Observe los signos, procediendo a desechar la jeringa en el cubo de muestras se aparte de su paciente a una distancia de precaución marcada por un color amarillo alrededor de la silla. Esperando algún efecto negativo secreto para el niño en el asiento. Mas los signos aceleran su ritmo calmado por unos segundos, resaltando al ver como el menor pierde la conciencia y su cuerpo cayera lánguido. -Imagino que nuestra querida compañera no termina con la vida de nuestro futuro guardián , ¿No , Laura?- La doctora ni lo empresarial ni afirmo, manteniéndose firme en su lugar. El médico de bata blanca se mueve por una habitación bien iluminada, cubierta de color blanco y una sola luz verduzca era la fuente de iluminación del lugar sin cambiar de actitud a respuesta del estado del niño. Su calma parece ser recompensada por la reacción del niño, que desde su lugar da una mirada en lo posible al centro, procediendo a observar al techo con el ceño fruncido incluso con ese aspecto frustrado . -Hace calor… - murmura a fuerzas por el metal que aprieta su rostro. Al estar su cabeza está atrapada en metal, literalmente atrapada, sin poder moverse ni dar una mirada a los flancos de su visión. Solo una luz amarilla llama su atención en un tablero en blanco, parpadeando sorpresivamente mente con el único ojo descubierto. La prueba continuó con el último paso. -¿Puedes escuchar? – le hace una pregunta a esa doctora. El niño cerró los ojos y aún no escuchaba. No había nada que escuchar pero al ser desconocido para DogDay este hecho era ventajoso para los médicos. -No, no hay nada. – negó después de frustrarse por la falta de la señal que se suponía debía oír. -Hay un conteo, DogDay. – le recuerda con certeza. – Veo que tendremos que arreglar tus oídos también. – El niño mira a la doctora de soslayo al seguir impedido su movimiento. -¿Cómo me llamo? – le pregunta desviando si atención a las hojas.-¿Podría, por favor, recordármelo? – pide en un susurro. La doctora no tarda en responder. -Te llamas DogDay, ¿No lo recuerdas? – El niño observa de nuevo al techo. -Mi amigo preguntó mi nombre… y me da vergüenza decirle que soy un desafortunado. – Una voz responde desde algún parlante oculto. -DogDay, no eres desafortunado, eres el día más feliz de todos los niños. ¿No es el nombre de un líder el que trae felicidad? – le recuerda con amistosa algarabía. -… ¿No puedo recordar mi nombre… - trata de continuar con su pedido pero su energía ya fue drenada. La doctora tomo el seguro de la maquina en su rostro, presionando el botón qué lo liberaría. -No, Este es tu nombre, ¿Por qué lo olvidas? ¿No lo aman todos tus amigos? – le repite lo que ya le era un manta. El niño se ve libre del metal con un sonido metálico, librándose de su restricción s bajo de la mesa. -Gracias. – exclama en voz alta para dirigirse a la voz ya la doctora. Esta mujer asiente sin mirarlo. El niño toma un dulce del mueble metálico junto a la mesa, despidiéndose con las manos al abrirse la puerta por la cuidadora que lo regresaría a Dulce Hogar. Las puertas se cierran con un golpe sordo, suficiente para que la doctora termine desplomándose con los apuntes en su regazo. Sus manos temblaban como si fuera a morir de hipotermia en cualquier momento, llevándose parte de su cordura la tinta del bolígrafo roto en sus manos. -Estoy cansada. – declara cerrando los ojos fuertes, su rostro pálido se vuelve de color rojo al juntarse lágrimas en las esquinas. Antes de darse cuenta la puerta ya se había abierto a la entrada de un hombre mayor, vigilandola como a un perro callejero. -Ignoremos el ataque nervioso de nuestra Laura, sabemos que con su biología es normal tener algunos problemas para concentrarse, ¿Entonces, querida?- le pregunta la misma mujer. La respuesta de aquella rubia es el fruncir la boca por un milisegundo antes de mostrar el siguiente vhs. -¿Cuánto cree que tarde el espécimen en adaptarse al compuesto? – interroga fríamente al científico en la mesa. Expuso sus anotaciones con el ceño fruncido. -La adaptación es viable, a más tardar, dentro de noventa días, podría tomar la delantera por unos meses a su grupo completo, es perfecto dentro de los parámetros del objetivo base.- -Es agradable recibir buenas noticias tras otra, ¿No te lo parece? -Señor, respecto al proyecto de las nuevas criaturas… - -Quiero ocho. – -Si señor, lo sabemos… pero después de todos los exámenes físicos psicológicos… la segunda niña CatNap fue desechada como prospecto. – -¿Qué ? ¿Porque?- ​​exclama mirando los documentos.-Sería perfecto hacerla ahora, el programa no se a estrenado y tenemos tiempo para grabar su voz. -  -La niña mostró no soportar el insomnio ni las cargas de gas fueron bien recibidas por sus órganos. – -¿No podríamos remplazar sus órganos? Es pequeña, sus células podrían adaptarse con implantes. – -No, señor… – la mujer de bata mostró sus propios apuntes. – La niña comete actos violentos, solo en esta tarde atacó a Miss Deligth en la hora de sueño.- apunta a la pantalla.-La separamos de los otros materiales de estudio cuando mordió a CraftyCorn. -  El video empieza con la fila de niños que sigue de la mano a la maestra de arte. -La niña desarrollo ansiedad al sueño y- El jefe interrumpió. -¿Qué hace ese niño con los pequeños?¿De que sección es?- les pregunta observando a la pantalla y al niño que se retira junto a una maestra. Un empleado de uniforme blanco responde desde su asiento, una de las sillas más apartadas de la mesa principal, parecía tranquilo al menos en la superficie. -Es Theodore Grambell, uno de los niños del grupo inglés del bloque 2 y tiene siete años.- -No parece un niño de siete años.- le dice irónico el científico con las lentes en un pañuelo. -Así son los niños.- le responde con una sonrisa nerviosa. -¿Y porque uno de los mayores está con los pequeños? ¿No podremos iluminarnos, supervisor Sinclair? ¿Nos podría aclarar sobre el escape de su niño? – le interroga directamente el jefe y pareciera que podría dejar de lado el acosar con su mirada al ingeniero para pasar al joven nervioso. -No se, señor, llevo unos días encargado de la pequeña Poppy, no he podido verificar a los niños pero mis empleados seguro debían tener alguna percance para perder al niño, de antemano, lo siento mucho señor.-  -Señor, un niño fuera de su cuarto es importante pero el hecho de que nuestra niña Catnap no es viable debe ser la prioridad a discutir.- -No habrán cambios ,¡SI ESTA ES TU ACTITUD Y NO TE SIENTES CAPAZ PARA AFRONTAR TU TRABAJO , DEBO DECIRTE QUE LA EMPRESA NO TE RETENDRA Y PUEDES IRTE POR LA PUERTA CUANDO MAS TE PLAZCA , MUJER! – La mesa y cada empleado quedaron en silencio. Bajando la mirada cada uno a la mesa. Un hombre temperamental como su jefe era una carga de salud tan grande como el dolor de rodillas que mañana podría ser una infección terminal o ser un simple raspón, es peligroso ponerse en su mirada. El ingeniero da una mirada a la doctora, analizando sus expresiones como otro enemigo. Es confirmado su análisis al ver esos ojos cargarse de resentimiento ciego tras ser humillada. -No, señor, el procedimiento puede realizarse mañana mismo.- Con el asentimiento de los presentes son dejados de lado los gritos de la maestra Delight y su ojo atravesado por un lapicero en manos de una niña. Solo el evento fue observado por el ingeniero y su malestar visible. Era preocupante como lograban qué la piedad fuera resentida y atacada. Pensar en el daño que le hacían a los niños como tal, era castigado.
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