ID de la obra: 1068

Entre flores Inmortales

Mezcla
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 60 páginas, 19.267 palabras, 2 capítulos
Descripción:
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Capítulo 2 /La búsqueda del desastre

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Había jugado como pocas veces en mucho tiempo, corriendo y empujando, siendo perseguido y cuando escucho su propia voz riéndose estruendosa supo que era feliz, llegando a caer con los brazos extendidos antes de aterrizar en el suelo. Podía reírse desde el suelo sin pensar en nada más que las piernas de las que tiró y logró atrapar al niño de cabello castaño. Había pasado tanto tiempo sin desear atrapar a alguien de carne y hueso en sus manos. Soñando con una presencia qué lo haga sentirse tan acompañado y feliz. Descubriendo que no era un niño extraño solo había olvidado como hacer amigos. Olvidando incluso cuando el tiempo fuera de su ala se terminó y el cansancio lo hizo seguir a Kissy Missy directo a la cama de su habitación compartida. Despidiéndose con un abrazo de ese niño caliente y sudado, olía mal pero le gustaba eso: Era real. Es un pesado suspiro lo que le saca de su sueño, forzado a procesar lo que hay a su alrededor con el corazón en la boca. Su compañero de cuarto arregla su propia cama con cabeza baja, la razón resalta con al menos 1'80 de cretino, para su infortunio, resaltando como un peligro para ambos niños. -Te debes preparar. – lo recuerda revisando la habitación con una mirada crítica. – Debes venir conmigo, Theo. – le dice este cuidador tan pesado. Theo mueve la cabeza antes de poder pensar en si era correcto revelarse. -¿A donde? – cuestiona tomando su cobija entre los brazos. -Es día de visita, debes presentarte con tus posibles padres. – carga de ironía su declaración. Se sabía que este niño era retorcido y no trataba bien a ningún adulto, desperdiciando estúpidamente todas y cada una de las oportunidades que tuvo para dejar este agujero. Por su parte la cara de su pequeño compañero de cuarto se ilumina con tan solo pensar en ir de visita a la zona de juegos. Irían arriba. Los viajes a la superficie siempre eran muy inquietos, debían ir juntos con la mano de un compañero sujeta a sí, siendo su compañero quien se aferra a su mano con ansiosas sonrisas titubeantes, avanzando tras el paso del cuidador y esos trabajadores de uniforme azul. . Su compañero no hace ninguna queja y lo sigue aún vibrando emocionado. -Hoy si subes. – -¡A Theodore le sudan las manos!- lo delata su compañero sin soltarlo. La maquinista comienza a reír y Theodore hace un sonido hondo en sí boca cerrada tímidamente en respuesta al divertido saludo, de todos a él, sonriéndole desde su posición con esfuerzo al confundirse por su propia reacción instintiva. Retirándose, haciendo oídos sordos al cuidador, a una esquina del vagón. No le gustaba subir, su amigo no podía moverse tan libremente en la zona superior por algo que llamo “Gerbos” o experimentos, pero al menos ese cuidador no estaría molestándolo. Puede ver el tren que los espera, entre los niños y el adulto de pase, ver a Kissy Missi temblando en el vagón abierto junto a un Huggy encorvado, meciéndose con el avance del tren. Después de varios minutos el tren se detiene con un bamboleo. Es cuando Theo debía prepararse para el ruidoso estallido qué los sacude al abrirse las puertas del tren. -¡¡Hola niños!! ¡¡¿Aun recuerdan a Mami?!! – Su cabeza se siente pesada solo con escuchar a esa muñeca aterradora asomándose tan alegremente al tren, abriendo los brazos retorcidos para dar un abrazo a los niños qué salieron a saludarla. -¡Mami! -chilla un niño pequeño aferrado a la mano de la muñeca, como si esta fuera su mamá real. -Vamos, bebé ¡Ya estás con Mamí!- Los lleva consigo en un ramo de risas, conduciéndoles alegremente a los juegos de la estación. -¡Mami los extrañó mucho, mucho, mucho! – canta moviéndose con sus extremidades retorcidas. - ¡Incluso a los malhumorados, Mommy los extraño, mis pequeños erizos!- saluda a los niños mayores que son su introvertido grupo de figuras pequeñas y silenciosas. Aunque claro que hoy ningún niño podría refugiarse en la Play House, debían lucirse con los adultos visitantes y conseguir un hogar. Los pequeños pueden ignorar todo y correr felizmente a jugar con Bonzo, divertirse es fácil cuando no se piensa demasiado. Hoy Theo se vería arrastrado a los juegos de Mamí y la mano de su compañero fanático de Bunzo. Las pruebas con las maquinas fueron mucho más exigentes de lo normal. Viéndose el niño atrapado por la fatiga tras dos horas de correr con sus ojos vendados, su pecho conectado a una multitud de cables y sensores en las vendas que le cubren los ojos. Avanzando a nada en alguna base móvil que cada segundo iba más rápido y sus pasos se inclinan poniendo las manos un segundo en el suelo cada vez que la rampa casi lo hace caer. Un aspecto de análisis de frío cruza los rostros de cada empleado de supervisar el avance del niño en la máquina. Observando algunos directamente al menor y otros se mantienen estáticos frente a la pantalla con las mediciones de cada signo cambiante. -Los parámetros superan la media. – avisa un científico leyendo las fluctuaciones cerebrales. La doctora en jefe dejo su lugar frente a la pantalla, sacando del interior de su bata una pelota plástica de color rojo. Camino unos metros lejos de la caminadora. -1b3…- avisa un segundo antes de lanzar la pelota. Una espectacular atrapada no se puede presenciar, esa pelota a golpeada directamente el rostro del niño cegado siendo lo importante de esa prueba el equilibrio que mantiene tras el golpe y su respuesta. -¡Es un caballo! – grita sin dejar de correr. Dirigen su atención a la pantalla tras el niño, donde piezas de ajedrez son movidas y sus ubicaciones se miden por sonidos de cada fila. No seguían reglas ni códigos, solo eran piezas moviéndose por el tablero digital y la pregunta ni siquiera tuvo mayor margen que el movimiento efectuado hacia horas sin cambios. La prueba de sonido resulta exitosa al igual que la resistencia física y la memoria de largo plazo. Todo excepto el reflejo defensivo había mejorado tras la implementación del prototipo. Suspira satisfecha por el avance que puede presentar junto con su equipo. -Podemos terminar por hoy. – le avisa a sus compañeros. – Detén la máquina. – El niño dejó sus manos en el suelo una vez la máquina se detiene de golpe y sus rodillas impactaron en esta. Respirando a fuerzas el sudor que cae de su cuello y rostro a la superficie plástica. El doctor que se acercó a retirarle los cables olía a la tinta que manchaba sus mangas. En un segundo coló la mano en el bolsillo de la bata arrebatando una tarjeta qué después comprobará su utilidad, por esta vez el aplastamiento lo más posible en su puño antes de esconderla bajo su brazo. Levantarse sería difícil con lo que acababa de sustraer pero para su suerte ese mismo encargado no se atreve a mirarle directamente, puede que sea por su ojo aún volviendo un manchón de sangre hasta los párpados, o tal vez sea solo que huele mal tras correr tanto tiempo. Le devolvieron la camisa vieja que usaba. Vestirse ocultando algo fue difícil y divertido en muchas formas. Sintió algo de presión cuando la doctora se acercó apartando al otro encargado y esa tarjeta se sintió enserio una molestia. -Te digo niño…- dice con un rostro serio. El niño aspira nervioso. -¿Si? – pregunta sintiendo el impulso de tocarla. Ella detuvo su mano justo cuando estaba a punto de tomar su rostro. -¿Sabes lo especial que eres? – pregunta con ese mismo aspecto relajado. – Estas haciendo que mi trabajo sea una maravilla. – El niño sonríe mirando su brazo atrapado. -No me siento así. – murmullo. – Estoy pensando en vacaciones, tal vez a un bosque.- su sonrisa toma forma haciendo que el rostro infantil que tenia se volviera más tonto en un solo movimiento. La doctora deja ir su brazo, girándose, para alcanzar el parche. En esa corta fracción se pierde el gesto contenido del niño, ese que mostraría el dolor resultante de haber sido presionado con demasiada fuerza su brazo. -Aquí todos estamos deseando ir a ese bosque. – le coloca ese parche con esas manos engañosamente gentiles, ajena a la forma en que este tiene que contener el desagrado a su toque. Después de sacarlo de la habitación caminó detrás de un guardia, observando la paleta de colores en sus manos, en ello sus ojos se desvían a las caderas de los guardias. Había notado que los guardias movían las piernas de forma dependiente de la cadera pero, vaya que le es interesante, también se delataban girando el cuerpo justo cuando pasan por una gran y gigantesca puerta. Tras tantos viajes donde solo lo dejan mirar al piso, descubrió qué hay algo a lo que los adultos temen más que a Huggy Wuggy o Mommy. Se detiene haciendo que lo miren algo molestos. -¿Me pueden dar uno de esos jugos? – pide apuntando a una máquina expendedora. -claro que no- -Por favor, Pedro. –pidió juntando las manos. –Te paga la doctora Laura. – El guardia abrió la boca y lo apuntó con la mano. -¿Y éste mocoso como sabe tu puto nom- Intento interrogar a su compañero pero este ya estaba dirigiéndose a la máquina expendedora. El niño sigue al mayor ocultando el susto por el arranque de la guardia tras una aparente ingenuidad. Cualquier cosa que lo mantenga a salvo. -¡Oye! – reclamar. -Si quieres quéjate con los de arriba. – gruñó metiendo una tarjeta en la máquina. El niño corrió a ver como la utilizaba. -¡¿Me puedes dar también para mis amigos?! Somos siete. – lo pide temblando algo nervioso por lo que haría. El guardia asiente suspirando. -Ya esta, solo marca las que quieres. – Mira los cuadros. Sus ojos pueden ver el vapor qué la mano caliente del guardia dejo al marcar descubriendo el código de su tarjeta al irse el calor una por una. Toca las figuras y carga las botellas en sus brazos, la tarjeta qué robó la siente clavarse en su costado. -Gracias. – se dirige directamente al guardia, observando esos ojos atreves del plástico oscuro. -Te recordaré, Pedro. – estiró el brazo para estrechar su mano como si este fuera un trato comercial. Su actuación desagrada al segundo guardia, lo suficiente para que se volteé y el secuaz le corresponde el gesto. En ello dejo en la mano del niño un rollo cubierto por cinta canela. -Me llamo Ryan. – le corrige el hombre desviando la mirada, instándole a caminar esta vez con un empujón. Al volver a Dulce Hogar las botellas le pesaban pero lo ignoraba corriendo a su bloque. -¡DogDay! – Es primero que nadie esa niña de aspecto severo la que lo recibe en las escaleras. -Quisquilloso. – saluda sonriendo al entregarle la botella de refresco. La niña revisa la botella, decidiéndose a beberla en un segundo. -Detesto la cola.- debe quejarse tras probarla. -Es de vainilla. – La niña lo sigue mirando su botella. -Pues entonces me gusta. - farfulla tras superar la vergüenza. El giro niño sobando su cabello un par de veces. -Vamos con los otros. – sigue el camino. Sus amigos, los tres en la habitación, se vieron aliviados de verlo devuelta y más al reconocer lo que traía consigo. Las botellas las entrego guardándose el ánimo para después, preguntando a Bubba. -¿El bloque dos sigue en la superficie? – -No han vuelto. – niega concentrado en la botella de refresco. – DogDay, ¿Cómo crees que sean las pruebas en la superficie? – se pregunta mirando a la botella. -No creo que sean dolorosas. – es lo único en lo que puede pensar como una diferencia entre la superficie y las pruebas del interior. Sobre todo porque Theodore Grambell no tenía heridas como ellos. Espero a que todos estuvieran en sus lugares y distraídos por la bebida para acercarse al oído de Hoppy. -¿Tienes aun el cuchillo? – pregunta en voz baja. La niña asiente antes de ir bajo su cama a revolver las cintas en las que ocultaba sus pertenencias pegadas a lo alto con cinta canela. Pocos lo vieron salir y mucho menos le descubrieron ocultando la tarjeta bajo el césped fuera de la Play House. Lo que si era visible era como se detuvo a descansar cerca de la entrada al teleférico, observando por horas ese cable. Su cuerpo paso bastante tiempo temblando tras el descanso sin incluir el mal estado de su cabeza, su visión debilitada por la fatiga de ver con un solo lado. En algún momento una visita se detuvo cerca del teleférico pero no parecía estar por subir, observaba al lugar y saludaba a las criaturas tanto como a los trabajadores. El niño da una mirada al objeto rodeado de cinta. Un dibujo de gato negro era lo único que le parecía interesante. Sus ojos viajan a la figura de ese visitante, desde sus pantalones de lona a los anillos y después a sus zapatos. El gato venía en un broche sujeto al bolsillo del saco. Se dirige hacia este empujándolo al correr y saludando con una sonrisa, dejando a los pies del visitante ese rollo de cinta. Tras unas horas de escuela, había abandonado los juegos de sus amigos solo para volver a esperar. El tiempo es relativo conforme sigue una línea de pensamientos o se vacía su mente. Lo que seria mejor era dejar de pensar pero no podía hacer eso. Él no era de ese tipo, para sus mini desgracias, era un chico de acciones y pensamientos con demasiadas cuerdas. Eso le dijo aquella persona hace tiempo. Su atención se desvía del suelo al cable del transportador. A veces quería subir he irse. Lo deseaba tanto pero más deseaba poder usar esa máquina para sacar a sus amigos. Y ahora también a ese niño tan alto también quisiera llevar consigo a un lugar mejor. -Ajá. – exclama sin saber si estaba frustrado, avergonzado y talvez puede que bastante contento solo con pensar en ese nuevo amigo y su hedionda cobija. Desvía sus pensamientos para sonreír al cielo falso, quien sabía porqué pero sintió que podía empezar a reír pero también quería correr, un enredo cómodo de anhelos egoístas. Sumándose las fantasías del río de piedras y peces de colores opacos por encima de su cabeza. Y el bosque lejano al que deseaba volver llega a su presente con la ilusión de ese teleférico que siempre se sacudía por el peso de los usuarios, y era una ilusión repetitiva la que lo hacia imaginar que colgaría a millas de kilómetros por encima del cielo, viéndose como las semillas de olmo arrastradas sin culpas por el mar de nubes. Y es en sus fantasías que la realidad le reclama y siendo atrevidos de sus ojos curiosos que se iluminan al ver el rostro melancólico de ese niño alto asomado de forma tan triste por la ventana cerrada, que vuelve a estar en esta cueva de acero sin nubes. . o un sol. Era extraño pero, tan solo ese pero, en serio que le tenía miedo a Theodore. Incluso podía sentir que su corazón se ponía como loco. Una llave al encierro dentro de la jaula. Era un niño tan raro y con una sonrisa aún más retorcida, diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado antes, una dichaa droga en manos del destino vestido de sombras. Vamos, aquí viene otra vez, ese salto que da su corazón cuando se ve observado por ese niño. -¡Teodoro! – saluda levantando los brazos. Ese rostro pálido se contrae sorprendido, apretando la cobija sobre sus hombros sin lograr retener el sonrojo qué lo recorre hasta el cuello. Tener buena vista da esa culposa ventaja, poder ver detalles que deben diferenciar de la ilusión que se lo traga o la realidad llena de dientes que comerá su carne sin culpa. Puede comprobar que el mismo hace a Theodore encogerse y parecer una de esas palomillas aterradas del mundo. -¿Entonces es un nuevo amigo? – Gira para ver a la niña de aspecto descuidado observar al teleférico junto suyo. -Es un amigo, sí. – le sonríe tomando su mano.-¿No recuerdas que jugamos con él hace unos días? – -¿Días? Lo conocemos hace meses, Doggy. – le corrige riéndose. - Esos doctores nos están dejando sin cerebro. – suspira sacudiendo el cabello. -¿En serio? – mira a la parada del teleférico ya los niños bajar junto a los cuidadores. – Kickin y Crafty subieron hoy. –suspiro. - ¿Y tu porqué no subiste? – -Bubba se sintió solo y Picky no dejó que Bobby lo acompañara. –suspiro. – Al menos puedo beber refresco frío, a esos dos les tocará una normal. - Dog inclina la cabeza a un lado, mala idea por cierto, el ojo pareció recordar que fue atravesado y al fin lo hizo sentir dolor. Una lástima después de haber descansado tanto antes. Si era curioso como las pruebas para Theodore y los niños del bloque 2 no eran tan invasivas pero duraban mucho más, ¿Entonces qué les hacían allá arriba? -Oye…- El dolor no lo distrajo de esa voz temblorosa que sonaba como un susurro triste, sonriendo con los brazos extendidos para dar un abrazo al cuerpo delgado del niño. En busca del consuelo se hunde su rostro en el pecho del niño, olfateando por reflejo su aroma. -¿Qué me haces? – Interrogó el más alto levantando los brazos. Pudo seguir distraído por el castaño pero la niña le tiró del brazo para llamar su atención. -¿Cuál era tu nombre? – le pregunta la niña. - ¡Yo soy Hoppy Rayuela! – se presenta orgullosa. - ¡¡Soy un conejo, ¿Sabias?! – presume lo último dando un salto. -Que bueno. – dice por reflejo.-Soy Theo... Theodore Grambell. - -Theodore… que largo. – -Tu nombre sí es largo.- se defiende de inmediato.-Oye…- lo llama apartando la cara del niño de su pecho.-Ten.- le entrega un papel muy bien doblado. -Me hiciste un dibujo…¡Gracias , Theo!- le sacudió emocionado por su regalo. El niño asiente escondiéndose como podía en la cobija. Su pequeña reunión es interrumpida por el grito de un coordinador, estos resaltan por usar uniformes verdes, levantando las manos para hacerse notar. -¡¡Que todos los niños salgan, hoy las visitas llegarán hasta aquí!! – Theodore apenas había logrado regresar con el grupo ajeno y ahora debía volver a estar rodeado, su cabeza ya pesada se inclina hacia abajo en derrota. Sorprendiéndose por el rostro que encuentra tan cerca de su propia cara. DogDay no se quedó en eso, tomando control desde su baja estatura se aferra a la cintura de su amigo para dar un salto y morder rápidamente su mejilla. El movimiento es invasivo y sorpresivo, Theodore lo sujeto por los hombros para ubicarlo a él ya sí mismo. -Debo traer a todos.- le avisa al apartarse y llevarse consigo. - ¡Vamos, Hoppy! – le anima. La niña responde con una carcajada animada por la carrera. -¿Qué… - suspira Theo en manos del niño.-Tu también… - mira a la niña que también le toma la mano y lo lleva en la carrera. En Dulce Hogar habían varias alas para diferentes grupos de niños, incluso los bebés tenían su propia ala. Hoy por esta visita externa al fin todas las puertas se abren sin división de grupos, liberando el paso para todos los niños que pudieran caminar por si mismos. Theo comprueba que estos niños tan raros eran del ala del último piso y la que salía cuando encerraban al segundo grupo después de el suyo, por eso necesitó utilizar dos turnos para encontrarlos. Definitivamente algo era diferente en ellos. Era la ropa bonita y su aspecto descuidado, o más bien que parecían ser ignorados por los cuidadores. Cuando el niño fortachón necesitó ayuda para abotonarse la camisa, fue el castaño del parche quién lo ayudo mientras que las coletas de la niña del desayuno son hechas por un rubio qué canta mientras las ata. -¿Quieres que te ayude? – pregunta a la niña de la tiza que parece estar esperando la ayuda del castaño. Esta le da una mirada incrédula y niega moviendo la cabeza. -No sabes.- lo acusa dándole la espalda , dando por hecho que este niño grande no sabe hacer sus coletas rizadas. Esa negación es suficiente para hacerle retroceder. Una niña más pequeña observa al grupo desde su cama, peinándose el corto y rizado cabello con un moño en su cabeza, sacudiendo su vestido de encaje, muy diferente al overol de la niña que se llama a sí mismo conejo, revisa su aspecto varias veces antes de levantarse de la cama y agachada luchar con el botón de sus zapatos. -¿Te puedo ayudar? – pregunta en un tono más bajo que antes. La niña lo mira nerviosa, con una mirada comprueba que el castaño estaba con la niña de la cola de listones. -Si… - le responde tímida. Algo aliviado se agacha frente a la niña para abotonar su zapato. -Quiero una mamá para que me ayude con mi cabello. – Fue de la nada y tan inesperado escucharla, Theo tuvo que morder su lengua para dejar de lado ese nudo que aprieta su garganta. Rearmo el moño en el vestido para dejarlo derecho, al igual que el de su cabello lo justo para dejar el moño a un lado y visible. -Pareces un regalo así. – intenta animarla. Su recompensa es una sonrisa tímida. Detestaba a los visitantes. Detestaba que los miraran y apuntaran como si fueran parte de un zoológico, los odiaba por ser la razón de ser separado de su mamá. Los aborrecía porque simplemente saldrían por la puerta hablando de todos como si hubieran salido de una experiencia safari. Lo enervaba que su cuerpo se quedará congelado cuando sintió que lo miraban, y que cuando lo notarán pusieran cara de confusión, era imposible que no supieran que estaba aterrado. Su cuerpo estaba tan lleno de rabia que como la tierra al sol se volvería barro de alfarería y no podría moverse bajo las quemantes miradas de los adultos. Incluso cuando la pelota con la que jugaban había estado yendo de sus manos a las del niño castaño. El descubrirse observado fue suficiente para que su cuerpo se relajara y quedara con las manos a los costados de su cuerpo. Siendo consciente de como la pelota cayó a su lado pero él solo la vio caer en el césped sintético. El niño está sorprendido, observándolo como si estuviera perdido, tan confundido como para perder su sonrisa. -Tu solo te quedaste ahí… - le dice aturdido. Theodore deseo cubrirse el rostro y huir a la oscuridad de la PlayHouse, pero se quedó ahí mirando al niño frente a él. Intentando salir de esta jaula, su cuerpo paralizado qué comienza a sentirse debilitado, pero solo puede equilibrarse haciendo vagar su mirada por el suelo mientras sus ojos se llenan de lágrimas de puro coraje con resentimiento. Ni sus manos pueden moverse y sabe que pueden verlo, todos pueden verlo. El refugio llegó con la oscuridad de su cobija estirada por encima de su cabeza. -Está bien, mira. – le consuela suavemente la voz del niño.-Te cuidare, no te preocupes por nada. – procede a atreverse a cargarlo por las piernas y espalda. Es ciertamente cómico ver a un niño de nueve años llevar en brazos un niño claramente más alto sin problemas que vayan más allá de no poder ver el camino. Dejando a Theo en la primera banca que encontró. -Podemos colorear algo,espera y traeré todo .- le asegura antes de correr directo a la escuela. Theo observa su partida con pesar, llevando la cobija sobre su cabeza para cubrirse mientras lo esperaba. Estaba curioso por el parche de su amigo pero este no le dijo nada sobre este, era extraño que a nadie en su grupo parece raro verle herido. ¿Les parecía normal estar lastimados? La sospecha sobre ese objeto en la cara del castaño era grande, al igual que la incertidumbre que le ocasionaba la espera por la reacción que tendría por su nota. La cobija y las sombras en su interior son el mejor refugio para no pensar en ello. -¿Estás jugando a las escondidas?- Mira hacia arriba, encontrando el cabello rizo y rojo que brilla por encima de su cabeza, siendo parte del hermoso cabello de una mujer curiosa. -Mi nombre es Sandra y el es mi esposo David ¿Y tu nombre cual es?- le pregunta al presentarse junto a su pareja. El rostro de Theo se colorea lentamente de rosa por el color de esos labios oscuros a la sombra, recordando ese mismo último vistazo a su madre. De lejos la carrera del niño castaño se detiene con los brazos llenos de colores y hojas limpias, observando a Theodore conversar con la pareja de visitantes en el banco donde lo dejo descansando. El dolor en su ojo le recuerda el parche en su rostro, el cansancio y cuanto es que le cuesta respirar después de su ida al médico. Aspirando una bocanada profunda de aire antes de girarse con todo esto en sus brazos, exhalando hasta perder algo de su color. Un tirón a su pantaloneta lo hace girarse para ver los ojos alegres de Crafty. -¡DogDay ,¿Me das eso?!- pide apuntando los colores y papeles. -¡¡Claro , ve y has que te acompañen más niños!! ¡¡Hay que hacer que se vayan a casa hoy mismo!!- la anima abrazando sus hombros para elevarla sin importarle en ningún momento si los materiales rodaban por el suelo.-Iremos a casa , Crafty.- -¡Ya se, bájame! ¡Vamos, Dog! – le reclama pataleando como pollito en fuga. Al soltarla debió ser una carrera para ayudarla a recoger todo y llevar con los niños que coloreaban en el suelo con algunos adultos visitantes. Es su aspecto lo que les incomoda, lo noto cuando una mujer no soportó mirarle al rostro y su actitud se desanimo, debe retirarse ahora y volver a buscar como ayudar a los demás. Habían algunos niños jugando en la plaza con Kickin y Hoppy frente a algunos adultos que parecen disfrutar de ver a los niños jugar y correr, eso estaba cubierto. Habían más niños en Dulce Hogar mostrando sus juguetes y dulces preferidos a las parejas, siendo Bobby quien resaltaba por hablar emocionada con una pareja joven mientras Picky mostraba dibujos de dulces y paisajes que soñaba.  Siendo Bubba el último y estar en la escuela donde algunos adultos parecian interesados ​​por los niños más inteligentes. Todo parecía estar cayendo en su lugar… todo menos él. Después de recorrer el lugar y comprobar que cada uno estaba haciendo lo posible, se encontró solo bajo la lámpara de un dinosaurio, observando también a sus amigos jugar con atención. -Estoy bien.- murmura apretando entre sus dedos la bola de papel que llevaba rato en sus manos hasta arrugarse, su memoria le hizo recordar al niño alto con sorpresa.-Theodore…- suspira abriendo el dibujo. Aquella hoja fue arrebatada de sus manos, dejándole gran parte del papel en las mismas y claro que se puso furioso como para levantarse gritando. -¡¡¿Por qué haces eso?!!- reclama apretando la camisa de quien lo arrebato , sorprendiéndose al verle. -¡¿Por qué no volviste?! ¡¿Por qué me dejaste solo?!- le riñe enojado.-¡Eres un camarón , un camarón!- grita sacudiendo los hombros por la fuerza de su voz. Dog no sabia a que se refería con camarón pero seguro era un insulto, llenándose de lágrimas sus ojos intenta atrapar al niño por las manos. -Estabas hablando con adultos.- como podía intenta hablarle de sus razones. - ¡No me importa la gente! ¡Yo ya tengo mamá y papá, no los necesito! !¿Porque debo fingir que no tengo a donde regresar?!-sacudió los puños con la rabia que un niño podía contener.-¡No eres mi amigo , me dejaste!- no duda en correr directamente a la PlayHouse , buscando esconderse de todo lo que estaba pasando. El niño no fue lento en seguirlo hasta la PlayHouse, cruzando entre algunos visitantes que caen o exclaman al verse tirados por los dos niños que parecen metidos en una persecución común. - ¡Deja de seguirme!- le advierte Theodore pero suficiente el quedarse quieto un segundo para casi ser atrapado por el niño , reaccionando como una vez lo hizo antes , encestando un puñetazo en la mejilla del niño , excepto que esta vez una patada le hizo caer por el túnel y perder parte del aire en sus pulmones. El castaño le había respondido por primera vez, viendo por una fracción de segundo lo arrepentido que estaba. Rodar por un túnel a gusto es mucho más divertido que de espaldas y sin control, cayendo directo sobre otro niño que grita y llora, Theo le metió en la boca uno de los dulces que Mommy les daba en sus visitas, antes de correr a otro . túnel. Un segundo después el castaño aterriza con las cuatro extremidades. -Trae cobija.- le dicta al niño que llora con el dulce en la boca pero en silencio. Apuntando al lado contrario al que se fue Theo. Pudo haber ido por ahí si no fuera por el chillido de otro niño. Da una mirada al traidor y va tras el rastro de Theo. Dentro del laberinto la cobija de Theo ya forma un capullo a su alrededor como una oruga apretujada en la esquina más oscura de los túneles. El recuerdo de verso interrogado por la pareja y la mueca de la mujer cuando le pregunto por su labial, sintiéndose estúpido cuando se fueron sin decirle nada. Mas el castaño que no volvió no importando cuanto le espero para encontrarlo sentado en la plaza. Sus lamentos se detuvieron al ser aplastado por este niño tan molesto que lo aprieta con un abrazo completo. -Eres mi amigo, decidí que somos amigos, no puedes dejar de ser mi amigo.- le sentencia mordiendo su mejilla. La cara de Theodore se vuelve granate mientras forcejea. -Mentiroso ,eres un mentiroso…- murmura ya siendo su voz un hilo quebradizo.-Eres un camarón.- le acusa nuevamente. El niño le suelta, limpiando la sangre con el dorso del brazo. - ¡No podía ir ahí , mira!- arranca de su cara el parche.-No les gusta como me veo , Theodore.- Su amigo retrocede al instante, enmudecido por la cantidad de sangre en la esclerótica, era casi monstruoso ver ese ojo carmín observarle con lágrimas espesas colgando de las esquinas. Talvez la situación era demasiado incluso para el castaño, dejando caer las lágrimas por su rostro y la sangre recién limpiada se extiende por la ropa en finas gotas. -No les gusta tenerme cerca ahora , y yo creí que si les caías bien te podrían llevar a casa…y algún día volverías por mi.- confiesa con vergüenza su pequeño plan egoísta.-Siempre esperamos que los niños que se van algún día vuelvan por nosotros …pero no lo hacen , no vuelven nunca y yo quiero ir a casa.-baja la mirada al suelo acolchado.-Creí que tu si volverías …pero ya tienes mamá , y yo …yo … no se que hacer ,Theo… no se porque no me quieren, no lo se.- su voz se arrastra con las lagrimas que ahogan sus sollozos. -Creí…que estabas dejándome.- confiesa Theodore con la voz quebrada.-No… no quiero irme con nadie , quiero ir con mi mamá… y yo te esperaba a ti. - -Lo siento, lo siento mucho…- balbucea cubriéndose el rostro con las manos. Solo la franqueza de un niño lo haría decir lo que pensaba. -Oye…tu mamá esta muerta, ¿Por eso buscas a otra mamá?- pregunta mirando al niño llorar con el ceño fruncido, apretando los puños con fuerza. El niño asiente sin descubrirse el rostro, confesando sus pecados con el corazón en manos. -Ella ya no despertó , y me trajeron aquí hace mucho…estoy enfermo ,no veo ni escucho , no puedo hacer nada y por eso me están arreglando. Seré bueno cuando terminen conmigo y podre ir a casa.- -¿Ellos te hicieron eso en el ojo?- le pregunta tomando en sus manos el rostro del castaño.- ¿Por eso no sabes tu nombre?- un sentimiento muy distinto a la rabia llena su cuerpo, cálido como el resplandor del sol al acércate a su amigo. -Sé mi nombre…- descubrió su rostro , viendo de frente al niño.-Soy DogDay , soy el líder de las criaturas sonrientes.- murmura sorbiendo por la nariz.-¿Seguirías siendo mi amigo? – pregunta cerrando por un momento los ojos. El calor de Theo es suficiente para que sus lágrimas se detengan, dejando que las manos de Theo carguen con su rostro y sus mejillas se hinchen al dejarse caer. Mirando al fin el rostro de Theodore directamente, pareciendo un cachorro callejero buscando el contacto humano. -¿Te duele?- pregunta Theodore en voz baja.-¿Te duele mucho?- repite mirando su ojo hecho sangre. -Si.- asiente cerrando los ojos al ser soplados delicadamente por Theo , el frio relaja sus nervios ardientes y puede suspirar dejando caer sus hombros por fin. El dolor no se detiene pero puede dejarse ir, distraerse por el sonido de las prendas de ambos al rosarse contra la superficie del túnel, la respiración suave del menor y su voz hecha de seda. Recuerdos de un lugar seguro en los brazos de su madre vienen con el calor del niño más alto. Viene de esos delgados y frágiles brazos sobre su cuerpo. -¿Quieres un beso?- pregunta Theodore en voz baja. Dog asiente emocionado, después de todo Mommy a sido la única en mucho tiempo que le a dado besos a los niños de la guardería, ya nadie le desagradan los besos. Entonces cierra los ojos y espera de buena gana sus besos. Son dolorosos los mas cercanos a la zona amoratada pero las cosquillas ganan al dolor, disfrutando con una sonrisa el tacto lento por su rostro. Lentamente van a su frente, quedándose en esa parte por un segundo más, bajando por sus mejillas hasta su barbilla. Las cosquillas esta vez lo hacen abrir los ojos y ver a Theodore con los propios fuertemente cerrados y hecho un desastre de aspecto vergonzoso, antojándole una mordida a esas mejillas abre la boca con objetivo directo, un mal movimiento para ser Theo quien levanta el rostro y la mordida va a su labio inferior. Como en sus mejillas no es doloroso pero la sensación en ambos es suficiente para hacerlos retroceder sorprendidos. -Lo siento. – murmura Theo bajando la cabeza, para él era obvio que este mordelón iba a intentarlo de nuevo… ¿Debió preverlo?  Es el castaño el que hace lo más raro posible al buscarle el rostro con insistencia, otra vez, repitiendo el acto con curiosidad que poco, muy poco a poco es de parte de los dos. Descubriendo que solo poner sus labios juntos era bastante agradable para ambos. La oscuridad se lleva el aliento que escapa de sus labios al separarse y mirarse uno al otro en calma, un sentimiento de sosiego adueñándose de sus cuerpos agotados por algo que no comprendían aún. Las risas lejanas de algunas niñas los hace desviar la mirada tornándose rojos en menos de un segundo. -Tengo hambre. – interrumpe a Theodore después de un minuto de embarazoso silencio. El castaño asiente poniéndose el parche a fuerzas. -Yo te ayudo. – lo detiene Theo haciendo girar para tener al alcance su nuca, atar el parche es difícil al haber roto la cuerda y necesitó una tira de la cobija para atarlo. Dog no esperaba que arrancar una tira de tela le fuera tan sencillo a Theo, fue curioso verlo despedazar con dientes un pedazo de algo que parecía apreciar con mucho sentimiento. Envidio esa ligereza y deseo sentirse tan libre como Theodore. Dejar el túnel gateando es divertido cuando se empujan uno al otro, rodando por una empinada qué los lleva a la zona de salida. Relajados esta vez al darse cuenta de la agradable libertad de ignorar a los visitantes para quedarse juntos sin seguir las instrucciones de ningún cuidador. El castaño en el camino le tomo la mano a Theo, andando juntos de camino a la cafetería con el ruido de los niños y visitantes alrededor. Siendo algo que apenas nota Theo, la ausencia de Kissy al igual que Huggy, dado que deberían estar por el lugar jugando con los niños. -Me gustó besarnos. – dice de sorpresa el castaño. – Te sabía la boca a melón. – Theo soba su mano libre por la pernera del pantalón, para quitarse el sudor que su compañero había mencionado en el teleférico, antes de ofrecerle unos de los tantos dulces. -Mami nos dio bastantes cuando subimos. – ofrece con una sonrisa. -Gracias. – los lleva a su boca para sacarlos del envoltorio con los dientes, todo con tal de no soltar la mano de Theodore, logrando llevarse unos a la boca.-Este es de galleta. – sonríe victorioso. -No hay de galleta. – -Si hay, saben una galleta amarilla. – -No creo que exista un caramelo de galleta amarilla. – -Si, me lo estoy comiendo. – le recuerda mostrando el dulce en su lengua. Se arrepiente cuando Theo se lo robó de la boca con un movimiento de manos rápido para llevar a su propia boca sin piedad alguna y con una sonrisa se burlo de su cara.-¡oye!- exclama sacudiendo sus manos unidas. -Es vainilla, sin sabor galleta amarilla. – -Estás un poco loco, vaya. – se queja sacando otro dulce de su bolsillo. – Me los das apenas y lo robas, vaya amigo. – suspira como un anciano lo haría y abre el siguiente dulce. -¿Ese a que sabe?- pregunta curiosa. -No te diré. – le gruñe entre dientes sin abrir la boca demás, recordando la hora se giro sin soltarlo, gritando a la plaza ya los niños en ella. -¡¡Chicos, vamos a comer!!- les recuerda haciendo eco con su mano. Theodore se erizo con el tremendo bramido del castaño. Pronto una ola de niños se dirigió a la cafetería entre gritos y empujones apenas controlados por los cuidadores que no lograban seguir el ritmo. En el camino DogDay se detuvo halando la mano de Theo. -Oye, Theodore. – lo llama y encamina a un lado contrario a Dulce Hogar. -¿Qué quieres hacer? – le pregunta mirando su cabello revuelto. Por esta vez el niño se ve bastante orgulloso al llevarlo frente a una máquina expendedora. -Si quieres un jugo de las maquinas puedes usar un número. – le apunta al control y rápido toco cada número para sonreír al ver que si funcionó. – Elije, vamos. – lo insta con los puños apretados y una sonrisa enorme. Theodore miro al control qué brillaba ya su mirada alegre y ansiosa. -¿Enserio? – cuestionó nervioso. -Elige, vamos. – anima mirando alrededor. Theo dio un paso adelante viendo a las opciones con duda. Dulces, pastelitos y refrescos. Las opciones eran demasiadas y su cabeza se sentía bloqueada. Toco tres opciones esperando ver que sería lo que ha elegido. Observando ambos como sale rodando una botella de refresco amarillo, un pastelitos de chocolate y unas galletas con bombones. DogDay levanto las cosas y las coloco en sus brazos con una sonrisa más tranquila. -¿Te aprendiste el número? – le pregunta mirando sus ojos violetas. El niño avanzando bajando la mirada, encontrando ese último vistazo a la almendra en su iris. -No. – -Son 1 – 3 – 12 – 27… repítelo. - -Uno…- Las visitas terminaron una hora después, despidiéndose algunos niños en la puerta del teleférico. Siendo su amigo castaño uno de ellos por alguna orden qué le dieron los cuidadores. -¿Eres un perro?- murmura para sí mismo, viéndolo levantar un cartel coloreado por los niños del lugar, parecía que el niño que estaba llorando en los túneles no era ese que ahora salta y da vueltas como un juguete de cuerda. No parecía un niño que necesitara ser arreglado, no cuando incluso era mejor que él mismo para convivir con adultos y otros niños… ¿Le estaban haciendo daño apropósito? Necesitaba hablar con su papá. -¡Niños de grupo 2, a dormir!- Su mirada va del cuidador al castaño, era triste pero no tenía tiempo, suspiro regresando a la guardería sin poder despedirse. La noche para su sección es presente al entrar al ala propia. Su compañero entró ya bañado y cambiado para tirarse a dormir como un pescado muerto. Con el tiempo se a acostumbrado a dormir por horas o no dormir, siendo esta vez su decisión el no dormir. Espero sentado en su cama por bastante tiempo, tiempo en el que se acabaron las galletas de vainilla y la soda, antes de escuchar el segundo canto del gallo avisando de las puertas abiertas en otra ala de Dulce Hogar. Tomo su cobija y corrió fuera de su cuarto esquivando a los cuidadores qué conversan en los pasillos. Entrando al aire acondicionado y saliendo por otro cuarto. En este movimiento se detuvo pensando, recordando que no había visto a su amigo ni a sus compañeros antes de esa escapada en la Play House, entonces el ala de ellos debía estar mejor asegurada y con un aire acondicionado separado del resto… así que su papá. . seguro no sabía de ellos antes de que lo escuchara con él en los túneles. Entonces alguien sabía que debía tener conocimiento de que su papá podía moverse por el lugar, ¿Por qué separar a los niños de él? -Hay algo raro en el aire acondicionado. – Sus pensamientos cambian de dirección en el momento que escucha a un cuidador golpea la puerta donde se detuvo a pensar, paralizados por el miedo al reconocer la voz de ese cuidador. El peso del agua helada le hace perder el color de su rostro y solo desear volver al túnel junto a su amigo. Este hombre lo golpearía lo volvería a hacer, y nadie lo ayudaría otra vez. -Te tengo. – Su cobija lo cubre al ser atrapado por la garra, llevado de un tirón por el pequeño espacio, girando y cayendo, subiendo y aterrizando en el suelo metálico con fuerza. -Papá… - exhala al verso a salvo, reconociendo el metal que lo cubre completamente. -Que no soy tu papá …- le corrige la voz masculina. A sido su papá quien lo a sacado de ahí, otra vez lo salvo cuando más lo necesitaba. Sus ojos comienzan a lagrimear al procesar la presencia de su salvador, aferrándose a la gigantesca garra con fuerza, ignorando qué el rose abre rasguños pequeños en su piel, solloza agotado en el frío que siente como un hogar. La repuesta al llanto del menor, es un murmullo suave, algún tarareo que es provocado por cada una de las voces en un delicado poema monosilábico. -No te duermas , debes mantenerte despierto, Theodore. – le insta con la voz femenina mas madura.-Vamos, Theodore . – es su voz la última en hablarle, aquella poderosa voz capaz de hacerlo sintiéndose protegida. Sus rodillas estaban débiles por haber sido jaloneado de un lado a otro pero pudo mantenerse de pie gracias a recargarse en la garra. -Hay demasiada electricidad pero solo necesitamos que vayas a las oficinas, hay un joven tonto que nunca nos delatara y te dará algo muy importante, por favor ve con él.- le da una instrucción bastante directa con esa voz severa. -Si te atrapan no podrás volver a hablar contigo, así que por favor ve con cuidado. – le repite el pedido apuntando con uno de los dedos metálicos a la parte superior del lugar. Al seguir su dirección es cuando Theodore comprobó qué no estaba en la guardería ni en ningún lugar que conociera. -¿Dónde estamos?- pregunta mirando asustado a cada oscura sombra del lugar. - ¿Qué es esto?- su cobija es un refugio inútil mientras más mira lo que parecen dientes de bestias sobre su cabeza. -Esta es la cueva donde la guardería es ocultada al mundo exterior, Theo, no tengas miedo… se que eres bueno en la oscuridad, ¿Recuerdas cuando nos conocimos ?- esa garra toca la mejilla del niño con tanto cuidado que no llega a hacer ni un rasguño sobre su piel. – Eres increíble , lo sé desde que me saludaste en vez de correr. – esa voz tan áspera era como solo el papá que siempre soñó debía ser, tan valiente y bueno como un ángel.- Eres el niño más PERFECTO para el trabajo . -  Ve a la garra iniciar el plan al revisar el lodo entre las piedras antes de irse por uno de los conductos de aire. El silencio parece ser la pistola de inicio, debe asentir serió como señal de su seguridad, llevando la cobija enrollada sobre sus hombros, subiendo las plataformas de metal, observando a la garra cubrir con un insecto las cámaras de seguridad a su paso. Las puertas estaban rotas cuando llegaba, abiertas por las rendijas como si un cuchillo las hubiera atravesado al centro, solo debía empujar para entrar. Una vez dentro se detiene al ver a tantas personas dentro de distintas habitaciones, gritando y discutiendo, todos eran adultos. Su cabeza se siente ligera pero el sonido de la garra lo hace seguir, apretando la cobija en sus hombros como si quisiera desaparecer en el interior. Avanza tras el rasguño qué apenas es audible, todo por este pasillo de alfombra fea y beich. Entrando a una habitación pequeña con una computadora y sillas apiñadas en el interior. No solo eso se apretujaba en ese lugar, sino también un joven de aspecto cansado que duerme en una silla, cubriéndose la cabeza con los papeles revueltos. -Despierta. – es la voz femenina la que ordena con un quejido enojado. La respuesta no llega, el joven estaba aún dormido. Theodore observa al joven, desviando su atención a la placa de su bata tirada en una esquina. -Henry… - lo nombra picando la mejilla pálida con un lapicero. Solo el rose hizo despertar al joven, sacudiéndose como si una araña lo hubiera mordido. Theo utiliza ese salto para dar una mirada a los planos en el escritorio. -Esta haciendo manos… - analiza sorprendido por el montón de números alrededor de una mano coloreada de rojo. - ¿Por qué manos?- pregunta mirando al joven. Era un adulto qué no parecía uno, solo parecía un chico alto que se había perdido, era raro verle entre tantos adultos viejos y gordos. El mencionado le observa. Entonces comprendió que… eran parecidos. Los dos desconfiaban, los dos estaban perdidos, estaban intentando escapar y no confiaban en nadie. Estaban haciendo lo posible sin saber como, solo intentando, solo fracasando una y otra vez. Más aún… parecía estar tan asustado y triste como él. Su mirada se mueve de ese rostro agotado sobre el escritorio. ¿Alguna vez se vería como él al crecer? El joven revisa el cajón del escritorio, sacando una lata de dulces metálicos azul, torciéndola para despegar la tapa y del interior se asomo un papel blanco, lo estira hacia Theo con el ceño fruncido. Mirándose directamente uno al otro sin tambalear se al ser aceptado el papel. -Gracias. – dice Theo abrazando el papel a su pecho. El joven desvío la mirada de su rostro al escritorio, volviendo a lo que parece ser su trabajo. -¿Me puedes dar los dulces?- pide mirando los caramelos en el interior. El joven rápidamente vierte el interior en un sobre de papel y se lo entrega tirando la lata al interior de su cajón. Es claro el mensaje tras la brusquedad con la que lo hizo : ¡Lárgate! Su duda no puede durar por mucho, parece que la garra ya tenía una forma de sacarlo. Apagando las luces. La oscuridad era su compañera y el era bueno en ella, lo dijo nada más lo trajo consigo. -Ve derecho , yo te ayudaré.- asegura la voz femenina. Theo escucha y cree en él, saliendo de la oficina para ver el lugar volverse un caos, con el doble botón apretujado en su pecho. Esta vez salir de las oficinas conlleva el correr a oscuras entre adultos que gritan asustados mientras corren de una habitación a otra. El joven se incluye al desorden apuntando al techo con una linterna que llama la atención de los adultos más cercanos. Theo huye entre todos sin mirar atrás en ningún momento. La garra lo recibió nada más salió del lugar tomándole con la cobija para llevar devuelta por el mismo aire acondicionado, de vuelta a dulce hogar. Lo habían logrado. La risa en su pecho no se queda ahí, carcajeando junto a la garra qué suelta risas revueltas y pregrabadas qué no podrían opacar las risas de la voz severa que resuena junto a la alegría del niño en su poder. Solo un poco más… solo un poco más para huir.                                                                                                                    ●┬├┴├ᕕ⋋⋌ᕗ┬├┴├● Las luces parpadean por alguna razón desconocida, parecen ser los fusibles colapsando. -Este lugar no está preparado para el consumo eléctrico, vamos a volar en mil pedazos si no actualizan los circuitos. – Las quejas son de un par de científicos, almorzando fuera de la sala blanca visible por la ventana de una vista, siendo donde uno de los gigantes se encuentra desparramado en una mesa a control de las correas en sus extremidades. -Solo mira esta comida, ¿Podría haber un sándwich más frío en el polo sur?- se burla sacudiendo el almuerzo y el interior se cae sobre la mesa. -Si, podría estar más helado en la cama de tu esposa cuando si estás con ella. – -Cállate, maldito. – -Es helada a menos que el vecino le visite. – -Son unos bastardos. – gruñe ofendido por las risas de sus compañeros. En el interior las correas se aprietan cuando una ola eléctrica hace nuevamente latir el corazón del gigante rosa, arrancando un brusco alarido de dolor de la criatura. Por el pasillo externo más cercano a esta sala se ve el paso de un grupo de operaciones con una camilla cubierta de aparatos. Sobre esta hay una niña con la mirada perdida, aspirando por una mascarilla que no puede ocultarle la falta de piel sobre su cuerpo. Sollozando sin poder hacer más que dejarse llevar por la oscuridad. Todo es observado por un hombre, sobre su asiento de cuero y la presencia de una visita fuera de su oficina. Debe cerrar las cámaras y acomodarse la corbata antes de tocar el comunicador para dar pase su secretaria a la pareja. -¡Señores! ¡¿A que se debe su visita?!- saluda a los dos con una gran sonrisa. -Antes de que siga, señor Elliot, debemos hacerle un par de preguntas sobre este lugar. Esperamos que pueda cooperar con nosotros.- dan un vistazo al pasillo que parece haber al otro lado de la oficina, uno oscuro que los llevaría a algún lugar diferente en el mismo piso. Ludwick mueve, con un sonido chirriante, la flor de aspecto caricaturesco de un lado a otro del escritorio para liberar el espacio frente a sí, sonriendo a los oficiales con seguridad que de ser distinto su aspecto mayor podría ser el acto coqueto de un joven estudiante. . que no toma enserió al mundo. Una ominosa sensación de peligro los sacude con ver esta actitud más allá de los comerciales de juguetes, era perturbador presenciar esta persona, igual a una serpiente a la que aún no le encuentran la cola ni cabeza. Esta víbora continúa con su actuación, mostrando un gesto amable al levantar las manos en respuesta a la entrada de su secretaria con una bandeja de aperitivos. -No estamos aquí para socializar, señor Ludwick. – -Si ya lo sabré, ¿No es claro que apenas es mi primera comida?- le parece jugar una broma al ponerse la servilleta en el cuello del traje. Ambos oficiales comparten una misma mirada desagradable al ser burlado tan pronto. -No interrumpiremos por más tiempo, solamente se espera que usted nos proporcione las respuestas qué se necesitan en nuestra investigación, ¿Lo entiende, señor?- Es lenta su respuesta por lo que parece la complicada tarea de cortar un pedazo del filete en la mesa. -Por supuesto, ¿pueden decirme que quieren, señores oficiales? – término llevándose la carne a la boca. Del saco de uno de los dos es sacado una carpeta amarilla, nueva y limpia con registros que son mercados por tinta y el sello de la compañía brilla en el encabezado. -Hemos notado un cambio extremo en su movimiento mercantil, señor. – Asiente llevándose un vaso de jugo amarillo a los labios. -Nuestros empleados formularon estas bebidas, se las recomiendo, son muy sanas y buenas con brandy, pero no se lo cuenten a mi mujer, la enloquecerían si supiera que aún bebo en el trabajo.– revuelve algunos pedazos de zanahoria en su plato. – Detesto hacerla enojar pero el alcohol está en mi sangre… a veces creo que divorciarnos la haría libre… pero la quiero, ¿Entienden de lo que hablo? El amor es raro, extraño ser un niño que ama sin pensar en tantos contra tiempos. – -Veo que esta en una buena relación. – murmura frustrado. Era bien sabido que este hombre estaba divorciado hace tiempo, siendo escucharlo delirar una gran molestia. -Es porque cuando veo a los niños amar mi corazón se vuelve de peluche, estoy seguro de que los niños serán el futuro y será bueno, solo hay que darles la forma que necesitan para defenderse de nosotros, los viejos.- -Puede que tenga razón. – la cara de este oficial se relaja sumergida en la calma del hombre, era arrogante pero no parecía ser algún delincuente. -Estoy criando a dos niñas con mi esposa, ella hace todo pero las niñas aun me ven como parte de su vida… creo que será doloroso cuando se den cuenta de cuanto les hemos llegado a fallar al crecer. – Su compañero no estaba de acuerdo con que se dejara manipular ni abrir la boca sobre asuntos personales. Volviendo al tema principal los interrumpe. -Primero que nada, ¿Puede usted decirnos que clase de animales alimenta?- le cuestiona directamente. El gran hombre de los millones inclina el rostro con una gran sorpresa en su rostro. -¿Animales? No, señor, aquí solo hay juguetes, niños y mis agradables empleados.- dicta contrariada, moviendo con ello el tenedor que estaba utilizando. – No estamos listos para albergar animales, al menos no en los próximos tres años. – El oficial no se quedó con esa respuesta, continuando sin importarle cuanto paree un desvaríos sus preguntas para el hombre. -Hemos registrado una gran cantidad de alimentos traídos a este lugar, en total unas par de docenas de toneladas parece que son demasiados para los niños y adultos que hay contados en su fabricación.-le apunta picando con los dedos esas páginas en la mesa. El hombre sonríe aplaudiendo ansioso por la fricción obvia que este policía estaba fabricando en un segundo. -¡Muchos de mis empleados permanecerán en labores durante las fiestas y hay muchos productos en creación! Es solo que si les dijera mas podría perder mi trabajo por confiar secretos de la empresa a exteriores, ¿Puede comprenderlo, oficial?- parece sinceramente preocupado. -Solo queremos saber algo, solo una cosa y que nos diga la naturaleza de las acciones de Play time co. Eso es todo.- Es la sonrisa del hombre mucho más grande al responderles con una inclinación de hombros. -Son solo experimentos que consumen bastantes alimentos crudos, nada que se salga de nuestras actividades comunes.- -También sabemos de la contratación de personas no muy bien vistas por el estado, ¿Puede decirnos como contacto con tantos inmigrantes?- -Más la contratación de tantas minorías es preocupante cuando sabemos que sus raíces son preocupantes para la nación y los buenos ciudadanos. - -Eso incluye a su secretaria, ¿Sabe cuántas vidas nuestras fuerzas perdidas?- -Mi asistente es de Cuba, ¿Cuántas leyes quebranto con ello? Ninguna. Igual que con todos mis empleados de raíces fuera del país, ¿Qué tiene de malo que les de medios para colaborar con el país?- -También a trajo una ola de injurias a dios, homosexuales y mujeres sin registro laboral fuera de esta compañía. – -Es un poco absurdo el rumbo de su interrogatorio, señores.- deja de lado su comida. -No parece convincente una fábrica de juguetes para ocultar una refinería de drogas, ¿No le parece?- Dejo el filete en paz. -Es por eso que ninguno de mis empleados ni nadie dentro de nuestras filas se atrevería a tal cosa. Entonces le recomiendo que no vuelvan a menos que traigan una orden de la figura de autoridad que tenga el tiempo para escuchar tantas estupideces. – -Esta ofendiendo a un oficial.- -Y ahora también les pediré que se retire, ahora mismo. – Al parecer la secretaria ya esperaba este resultado, abriendo la puerta para dejar entrar al menos a cuatro guardias de seguridad con trajes de color gris. Observando a los policías con molestia. -Bien, pero más vale que haga algo respecto a la calidad de su compañía. – -La calidad de mi compañía será superior cuando un par de supremacistas se retire. - -Usted está cruzando la línea y el estado no lo tolerara. – -Yo soy el único que sigue tolerando a los idiotas qué oscurecen el camino de los niños que estoy formando para un gran futuro. – los apunta. – Largo de mi compañía, ¡Ahora!- Los oficiales salieron de su oficina, cerrando la puerta su asistente para quedarse en silencio. Ludwig vuelve a su silla, cubriendo el rostro con una mano a la vez que mueve la otra con prisa. -Llévate esto, lo arruinaron.- se queja desparramándose en la silla, la vejes vuelve a él como una máscara qué se cae. – Estoy cansado de esta gente, de su estupidez repetitiva y esas maneras neandertales de juzgar al mundo. – No hay respuesta, su secretaria y su asistente compartían ese silencio pactado en su contra. Demasiado serias para bromear y demasiado frías para seguir cualquiera de sus intentos de conversación. Ahora su asistente retira los platos con esa expresión helada pero cargada de reproches. Un segundo después entró su asistente, cruzando miradas con la secretaria. Ludwig comprobó la presencia de su asistente antes de recomponerse en su asiento. -Tienen razón, hay demasiados camiones diariamente. – -Solo el experimento 1170 consume setenta libras de hueso y carne diariamente. – le recuerda Revisando los registros en su tableta, anotando con un lapicero las últimas declaraciones de los oficiales. -Puede ser que su consumo solo sea mayor conforme pase el tiempo. – -El gigante nunca engorda, ¿A dónde va toda esa comida?- -Su metabolismo, señor… debería leer el informe de nuestra psiquiatra en jefe. – -Soy un sociopata y narcisista , sufro de megalomanía qué no es apto para el contacto con otros seres humanos. Ya lo leí, nada nuevo. – -Yo hablo de la encargada de los experimentos, no de su psicóloga charlatana. – -¿Señorita aterradora?- -Claudia Montero.- -Sí, aterradora. – -Su estudio sobre los efectos de las hormonas en los experimentos y su consumo de alimentos ligado a ello. – Su jefe parece pensarlo por más tiempo de lo esperado, decidiendo sacar del montón de papel dirigido a la trituradora para leerlo seriamente. O lo haría. -Señor, la guardería a perdido la energía. – es su secretaria agitada quien entra con el teléfono en la mano y lo amplía a su dirección. – No saben que ocurrió, señor, debemos encontrar como hacer algo pronto o las jaulas de contención quedarán abiertas.- Su jefe tardo unos segundos en reaccionar, sonriendo y después carcajeándose. -Envíen al equipo ingeniero a ello, no podemos dejar a los niños en la oscuridad, que los suban a jugar hasta que las luces se recuperen. – ordena desde su lugar. – Ese chico, Henry deberá esperar más por esa cita con sus fisicoculturistas. – -¡Porque hace tanto calor!- La cabeza del joven se inclina observando a sus compañeros retorcer sus trajes de protección. Por su parte, está colgado de un arnés desde muy alto sobre la guardería y su sistema eléctrico, lo que lo hace sudar mientras comprueba el gran corte en los cables. Gran forma de despertar tras la visita del monstruo y su mascota fue ser amarrado a un cable y subido a más de cincuenta metros para arreglar el cableado.  Si él no fuera una persona sería e incrédula, podría jurar que los cables habían sido destruidos por las gigantescas garras de un oso.  Su piel se eriza con un escalofrío, avanzando por la gran barra de metal en busca del fin de este corte vertical. -…¡ya vamos a jugar, Dog!- No debería poder escuchar a los niños que han sido subidos por Mommy, pero lo hace por el eco de la cueva. -Solo quiero esperarlo. – les parece recordar un niño a la orilla de la seguridad del teleférico . -Igual y ya esta con los demás. – -Nosotros subimos primero. – les recuerda.-Pueden irse, yo lo espero. – El girarse es un error. Pudo ver y reconocer a ese niño de inmediato. Ese parche era la muestra fresca de lo que tuvo que soportar en esa sala. Las náuseas que el malestar a culpa lo hacen sentir vuelven a su avance nulo, observando a los niños que acompañan a este con celos bien marcados en más de uno. El teleférico vuelve a subir por la fuerza de Mommy, la que tiraba de la cadena con sus brazos retorcidos. Nadie parece demasiado impresionado por su fuerza, solo concentrados en sus propios trabajos, ni siquiera el potencial de su poder. Solo puede quedarse quieto mientras ve a ese niño correr a las puertas para atrapar en sus brazos a la mascota del monstruo , girando con gran ahínco al levantarlo y reír como si fuera la primera vez en siglos que vuelven a encontrarse.  Aquella presencia que hace tan feliz al niño experimental es quién colaboraba con el demonio que lo trajo a este resultado. -Esto no saldrá bien. – murmura volviendo a su trabajo con el eco de las risas de los niños. Descinectandose al concentrarse en el gigante azul que lo observa desde el suelo de la guardería. Una sonrisa que no puede corresponder.
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