Capítulo 1: Una Conversación Difícil
4 de mayo de 2025, 17:17
Cuando Margo volvió a la mansión, el silencio ya la envolvía por completo. Los sirvientes, ocupados tras el baile, se deslizaban como sombras; apenas se oían, a lo lejos, sus pasos suaves y murmullos. El ambiente había cambiado: si hacía apenas media hora la casa vibraba con la alegría de la celebración, ahora las paredes parecían recuperar su antigua solemnidad, como si fueran una fortaleza levantada para proteger el descanso de la familia.
Sebastián, el mayordomo, como siempre, estaba en su sitio. La esperaba frente a la puerta del despacho del señor Esposito, sin pronunciar palabra — solo hizo un leve gesto con la cabeza, señalando la entrada. Eso bastaba: su padre ya la aguardaba.
Margo respiró hondo antes de llamar y entrar.
Santiago Esposito estaba sentado en un sillón de respaldo alto, junto a la ventana. Frente a él, una pequeña mesa donde reposaba una taza de té negro a medio beber. A pesar de la hora tardía, no parecía cansado. Su semblante era sereno, atento, con esa expresión que reservaba para las conversaciones que verdaderamente importaban.
— Margarita — dijo, usando su nombre completo, como solía hacerlo solo en contadas ocasiones. — Sabía que vendrías.
Margo no respondió. Ambos sabían que este diálogo era inevitable.
— Espero que la velada haya sido como imaginabas — continuó Santiago, invitándola a sentarse con un movimiento de la mano.
Ella ocupó el sillón frente a él.
— Fue una noche hermosa, padre — respondió con una leve sonrisa.
— Este baile marca tu primer paso oficial como heredera. No podía ser de otra forma. —Santiago se recostó con suavidad, observándola con detenimiento. — Estuviste a la altura.
Margo sintió que aquellas palabras no eran mera cortesía. En la mirada de su padre se adivinaba algo cercano a la aprobación, aunque contenida.
— Pero imagino que no viniste solo para hablar del baile — añadió él.
La joven heredera asintió con lentitud.
— Siempre dijiste que el legado de la familia es aquello que dejamos detrás. Si eso es cierto, entonces las decisiones que tomamos... deberían ser nuestras, ¿no?
Santiago alzó ligeramente una ceja.
— ¿Estás diciendo que el camino que te hemos trazado no es suficiente?
— Quiero decir que debería tener el derecho de elegir por mí misma — respondió con voz serena, aunque en ella vibraba una nota apenas perceptible de desafío.
Por un instante, el silencio volvió a instalarse entre ellos. Santiago tomó la taza con calma, la dejó de nuevo sobre el platillo, y miró a su hija con más intensidad.
Margo sostuvo su mirada sin pestañear. Era una mirada densa, sólida, como si se enfrentara a una montaña que el tiempo no había logrado erosionar. Santiago siempre había sido así: firme, inalterable, ajeno a los vientos del cambio. Pero Margo lo sabía: el agua horada incluso las rocas más duras, gota a gota abriéndose paso. Esa noche, ella no pretendía arrasar todo como un torrente — no, su fuerza era otra. Era paciencia. Era constancia.
— Has crecido, Margo — dijo por fin Santiago, ladeando ligeramente la cabeza. — Sabía que esta conversación llegaría algún día. Pero dime, ¿qué es exactamente lo que deseas elegir?
— Mi futuro.
— Tu futuro está entrelazado con el linaje Esposito — replicó con calma. — No es solo tu destino, es tu responsabilidad.
— No reniego de esa responsabilidad — dijo Margo, firme pero con suavidad. — Respeto a nuestra familia, nuestras tradiciones. Pero quiero tener la libertad de decidir cómo contribuir a nuestra historia... y quién estará a mi lado al hacerlo.
Santiago guardó silencio unos instantes, como si evaluara cuidadosamente el peso exacto de cada palabra, antes de hablar.
— Sabes muy bien que quienes desafían las reglas establecidas enfrentan obstáculos... y consecuencias inevitables.
— Lo sé. — respondió ella sin apartar la mirada.
— Entonces dime, ¿has pensado cómo debería ser esa unión, si no sigue las reglas de la familia?
— Una en la que ambas partes se elijan libremente, — dijo Margo sin vacilar. Sabía que esa respuesta no lo satisfaría, pero también sabía que era lo más sincero que podía decir.
Sin embargo, esta vez no se detuvo.
— No quiero destruir lo que ha sido construido antes de mí, padre — su voz se volvió más cálida, pero en ella latía una determinación firme. — Solo quiero que quien esté a mi lado sea alguien a quien yo elija. No porque sea beneficioso para la familia, sino porque de verdad merece ser mi compañero en la vida.
Margo ladeó un poco la cabeza, buscando en el rostro de su padre alguna señal.
— ¿No fuiste tú quien siempre dijo que una verdadera unión se basa en la confianza? ¿No lo ves tú mismo en mamá? Ella está contigo porque lo desea. Porque juntos son fuerza. ¿Desearías algo menor para mí?
Santiago no respondió de inmediato.