ID de la obra: 107

Entre el Honor y la Voluntad

Het
G
Finalizada
2
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7 páginas, 3 capítulos
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Capítulo 2: El Eco del Pasado

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Santiago y Mariana Esposito — años atrás… La noche se había vuelto inusualmente fresca. Ocurría de vez en cuando: el calor seco cedía ante vientos que llegaban desde los páramos, recordando que incluso en este lugar, la naturaleza sabía cambiar de humor. Santiago estaba junto a la ventana, con una copa de vino oscuro. En el reflejo del vidrio la veía a ella: una joven de vestido oscuro, con una postura erguida y una expresión impecable. Mariana. Su futura esposa. No estaba nerviosa, o al menos no lo demostraba. Lo miraba con serenidad, sin expectativas ni temor. No con sumisión, pero tampoco con desafío. Solo con calma. — Creo que es la primera vez que estamos a solas — observó ella, ladeando ligeramente la cabeza. — Así es, — Santiago dio un sorbo al vino, sin apartar la mirada de ella. — ¿Qué piensas? — ¿De nuestro compromiso? — preguntó Mariana, permitiéndose una sonrisa sutil, casi imperceptible. — De la familia, — corrigió él. Ella sostuvo su mirada por un momento. — La familia es un deber. Santiago alzó una ceja. — ¿Solo un deber? — Ante todo, — respondió ella con calma. — Ambos lo sabemos. No mentía. Ambos habían sido criados con la idea de que la familia no era una elección personal, sino una obligación. La grandeza de su linaje no se sostenía en el amor, sino en alianzas forjadas por lealtad y responsabilidad. Santiago la observó en silencio. Mariana no era de las que deslumbran a primera vista. Su belleza era aristocrática, fría, pero en esa frialdad se escondía una fuerza inmensa. No era dócil, pero tampoco arrogante. Más bien… inquebrantable. Él sabía que ella no se había opuesto al matrimonio, pero tampoco lo había buscado con entusiasmo. Ambos entendían las reglas del juego. — ¿No te inquieta unir tu vida a alguien que apenas conoces? — preguntó él. Ella se encogió ligeramente de hombros. — Conocerse es un proceso. Si actuamos con sensatez, tendremos tiempo de sobra para descubrirnos. Su voz era firme, sin rastro de duda. Santiago esbozó una leve sonrisa. — Hablas como si esto fuera una transacción comercial. — ¿Y no lo es? — replicó ella, mirándolo directamente. Y en ese momento, él pensó que tal vez eso era precisamente lo que le gustaba de ella. Su tranquila aceptación de la realidad. Su comprensión de que ninguno de los dos tenía opción, pero sí la oportunidad de construir algo auténtico, no por sentimientos, sino por un propósito compartido. Y supo, en ese instante, que si ambos se esforzaban, su unión sería sólida. No buscaban amor, pero encontraron confianza. No anhelaban pasión, pero forjaron una alianza. Y cuando, años después, nació su hija, algo cambió. Mariana, siempre reservada, se transformó. Miraba a la pequeña criatura en la cuna como si, de pronto, su vida hubiera encontrado un propósito que antes no tenía. Y Santiago lo sentía también. Ya no eran solo aliados. Se habían convertido en una familia.
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