***
El rostro de Santiago no mostró emoción alguna, pero Margo sabía que la había escuchado. Su padre nunca fue hombre de desperdiciar palabras, pero su silencio siempre decía más que los discursos altisonantes de otros. Finalmente, asintió lentamente, como reconociendo que su argumento no podía desecharse con facilidad. Por eso, cuando habló, su voz sonó más suave, aunque en esa suavidad se escondía un filo de acero. — Siempre he confiado en tu juicio, Margo. Y espero que, cuando llegue el momento, tu elección sea digna de nuestro nombre. "Nuestro". Margo captó el matiz al instante. Su padre no estaba dispuesto a soltarla del legado familiar. Esta conversación no era un punto final, sino solo un silencio elocuente. — No haré nada que pueda manchar el honor de los Esposito — respondió con calma, como le habían enseñado desde pequeña, aunque por un instante su propia voz le pareció extraña. Hizo una pausa, recordando las palabras de mamá: el honor no es solo un nombre, sino lo que defendemos con nuestras acciones. Él la miró durante unos segundos más, luego asintió. — Entonces, confiemos en que tus decisiones honren la fuerza de tu voluntad. Margo entendió que la conversación había concluido. No habían llegado a un acuerdo, pero tampoco se habían convertido en adversarios. Eso no la sorprendió. No esperaba un acuerdo inmediato. Este había sido su primer diálogo verdadero, no como padre e hija, sino como dos personas cuyas visiones del futuro podían no coincidir. Margo se puso en pie, dejando que su vestido rozara suavemente el suelo, su rostro iluminado por la tenue luz de las velas. — Buenas noches, padre — dijo, sin apartar la mirada. Santiago la observó un momento antes de responder con la misma calma: — Buenas noches, Margarita. Cuando salió del despacho, un extraño sentimiento se instaló en su pecho. Había dicho lo que quería, pero el futuro no se había vuelto más claro por ello. Esa noche había sido su primer paso, un eco de la voluntad que la guiaría. Pero, en la penumbra de un destino incierto, aún quedaban muchos pasos por dar.Capítulo 3: El Primer Paso al Encuentro
17 de mayo de 2025, 15:47
Pensamientos del Santiago Esposito — después del recuerdo…
La noche, cuando nació su hija, Santiago se hizo una promesa.
Protegerla. Enseñarle a ser fuerte. Hacer cuanto estuviera en sus manos para que el futuro de su heredera fuera digno de su nombre… y de su linaje.
Y ahora, años después, miraba a Margo — su hija, su reflejo, su continuación. Ella lo observaba con confianza, pero sin desafío.
En sus ojos brillaba algo que él ya había visto antes, mucho tiempo atrás. La misma firmeza que tuvo Mariana aquella noche, cuando se conocieron. La misma claridad ante una elección que lo cambiaba todo.
Pero, a diferencia de ellos, Margo no temía desafiar las tradiciones centenarias.
Y Santiago no sabía si sentirse orgulloso o temeroso. Porque en ese instante, su corazón se debatía entre el respeto más profundo… y una inquietud que no podía ignorar.