ID de la obra: 1074

Sabe A Hogar

Gen
G
En progreso
1
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planificada Mini, escritos 6 páginas, 2.854 palabras, 2 capítulos
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En Sintonia

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- Buenos días, ciudad. Hoy amanecemos con sabor, emoción y un toque de fuego en pantalla. Así abría la emisión especial de Buenos Días al Amanecer, dedicada al gran estreno de MasterChef Celebridades: Edición Especial, el programa que anoche conquistó a la audiencia con su primera gala. El set brillaba como nunca: acero, luz y colores perfectamente medidos para recibir a nueve personalidades dispuestas a cocinar no solo con técnica, sino con historia. La anfitriona, Karen Page, dio la bienvenida a los concursantes junto al jurado fijo, Rhodey y MJ Watson, acompañados por el invitado de la jornada, Foggy Nelson.Desde el primer minuto, el público quedó fascinado con la elegancia sobria de T’Challa Udaku, el carisma natural de Sam Wilson y el silencio meticuloso de James “Bucky” Barnes, tres figuras que, sin decir una palabra, parecían entenderse entre sí. - El reto inicial —recrear un plato de la infancia— marcó el tono del episodio. T’Challa preparó un arroz de coco con pescado especiado, evocando sabores del continente africano. Sam apostó por waffles de camote con pollo mielado, mientras Bucky cocinó un estofado de carne con verduras, clásico y reconfortante. El resto de las estaciones no se quedó atrás: Yelena Belova sorprendió con vareniki dorados al eneldo, Johnny Storm jugó con contrastes tropicales y América Chávez combinó el fuego de la parrilla con el sabor callejero de los elotes picantes.“Hoy no hay eliminación, solo evolución”, recordó Karen durante la transmisión, dejando en claro que esta temporada premiará la constancia más que la competencia. El episodio cerró sin ganadores, pero con una promesa: algo especial estaba ocurriendo entre los tres cocineros que más silencios compartieron en pantalla. El público lo notó. Las redes lo confirmaron. “Tres historias, tres cocinas, un solo fuego.”

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La segunda semana de competencia comenzaba con un aire distinto. Menos tensión. Más movimiento. Las estaciones ya no eran territorios desconocidos; los aromas empezaban a formar parte del ambiente. El set de MasterChef Celebridades se sentía como una gran cocina compartida… al menos en apariencia. Karen apareció frente a las cámaras con su usual elegancia informal. Vestía de blanco y azul, como si presintiera que el día se llenaría de contrastes. —Hoy toca cocinar en parejas —anunció, mientras el gong resonaba suave, más como un aviso que como una alarma—. No elegimos los equipos al azar… elegimos por intuición. Las cámaras giraron mientras los concursantes contenían la respiración. —Johnny y América. —Yelena y MJ. —Sam y Bucky. —T’Challa… con el comodín de hoy: cocina solo. Las reacciones no se hicieron esperar. Johnny soltó un “yes” exagerado. Yelena rodó los ojos. Sam miró a Bucky con una sonrisa que se quedó a medio camino. Bucky asintió sin palabras. T’Challa solo se acomodó el delantal sin emitir juicio. Pero hubo un segundo —una fracción de segundo— en que sus ojos buscaron los de Sam, y después los de Bucky. Nada más. Nada menos. Karen continuó: —El reto de hoy es preparar una entrada y un postre que combinen sabores contrastantes. Dulce y ácido. Calor y frescura. Textura suave y crujiente. Pero lo más importante… cohesión. La cocina es suya El gong volvió a sonar. Se abrió el mercado de ingredientes. Los concursantes corrieron. O caminaron con decisión, según el estilo. Sam y Bucky se movieron sin necesidad de palabras. Uno elegía frutas, el otro especias. Se cruzaban sin chocarse, se alcanzaban recipientes sin pedírselo. MJ, al lado de América, los miraba con media sonrisa. —¿Y esos dos? —murmuró America. —¿Qué? ¿Los músculos sincronizados? —respondió Johnny—. ¿Serán colegas? —¿O algo más? —sugirió ella, sin mirar directamente. En otra esquina, Yelena pelaba limones como si estuviera interrogándolos. —¿Y el embajador solitario? —preguntó MJ, en voz baja cuando llego a su lado. —El que cocina como si recitara poesía —replicó Yelena—. Ese hombre no necesita a nadie. Le basta su cuchillo. T’Challa, en efecto, trabajaba con elegancia silenciosa. Estaba preparando un tartar tibio de mango y atún, con toques de ají amarillo y ralladura de lima. Su estación era un reflejo de su estilo: preciso, medido, sofisticado. Mientras tanto, Sam y Bucky decidieron dividir tareas: Sam se concentraba en una entrada de rollitos de pato con miel de especias y reducción cítrica. Bucky preparaba un bizcocho húmedo de almendra con mousse de limón y jengibre. En medio de la tarea, un cuchillo cayó. No fue un gran estruendo. Pero lo suficiente para que Bucky girara y, sin decir nada, le pasara otro a Sam. —Gracias —murmuró Sam. —Te estabas distrayendo —respondió Bucky, sin tono de reproche. —Tú también —añadió Sam, suave con algo parecido a una sonrisa. En la estación de T’Challa, algo en su salsa parecía no estar funcionando. Alzó ligeramente el ceño. Nada dramático. Pero bastó para que Bucky alzara la vista. Sam lo notó. No dijeron nada. Pero Sam desvió un segundo el cuerpo, lo suficiente para que T’Challa notara que estaba siendo observado. Fue solo un instante. El tiempo avanzó entre aromas intensos, fuego, mezclas, risas breves y algunas tensiones. Johnny quemó su caramelo. Yelena corrigió el aliño de Mj sin que esta lo notara. Sam apagó el horno de Bucky justo a tiempo. Nadie hablaba de alianzas, pero las dinámicas se hacían evidentes. A la hora de presentar, Karen los invitó a compartir qué buscaban transmitir. Johnny y America hablaron de viajes y amistades. Yelena y MJ de contraposiciones. T’Challa habló de equilibrio: “No entre dos personas, sino entre elementos que a veces existen en uno solo.” Sam y Bucky hablaron poco. Pero Sam dijo: —No todo necesita explicación. A veces, uno cocina en el ritmo de otro. Y Bucky añadió: —O encuentra el suyo cuando otro está cerca y miro de reojo a T’Challa. Matt Murdock que esa semana se sumó al jurado sin previo aviso, tomó nota sin levantar la vista. Probó el postre de Bucky y murmuró: —Esto sabe a alguien que te conoce desde antes - dijo sonriedo - que sabe quien eres. Nadie ganó el reto oficialmente. Pero el público que veía desde casa votaría por redes. Al terminar, cuando los focos ya no estaban sobre ellos, T’Challa se acercó a los dos con un vaso de agua en cada mano. No dijo nada. Les pasó los vasos. Bucky alzó las cejas. Sam sonrió sin dientes. —¿Ya te cansaste de cocinar solo? —preguntó en voz baja. —Parecía más fácil al principio —respondió T’Challa, sin ironía. Los tres se quedaron unos segundos parados, como si no supieran a dónde moverse todavía. La cámara no los enfocaba ya. Pero una de las luces del fondo seguía encendida. En sintonía. Sin decirlo.
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