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QUE PASO DESPUES DE LOS ÁNGELES
Capítulo 1: Demonio abogado Kucabara sentía como el rayo de luz lo envolvía, al mismo tiempo que dos ángeles lo escoltaban. Lo último que escuchó de Idamaría fue que ésta lo odiaba, sin embargo, su mirada reflejaba todo lo contrario, estaba sufriendo por la despedida. Él sabía que la monja correspondía a sus sentimientos, pero era muy orgullosa para aceptar que se había enamorado de un demonio o, mejor dicho, mitad demonio y mitad ángel. Desde pequeño supo que era diferente por su carácter noble, pero jamás se imaginó que su madre, Kelia, era un ángel caído. Sus pensamientos se cortaron de golpe, habían llegado al paraíso. El ángel Sermión le hizo un ademán para que lo siguiera, mientras los demás seres alados se dispersaban. —El paraíso es un lugar hermoso y brillante— pensaba, a la vez que era guiado al interior de un enorme edificio parecido a un obelisco. El pasillo que recorrieron estaba iluminado por hermosos ventanales y la decoración eran símbolos y letras que no entendía. Sermión, con gesto malhumorado, le señaló una puerta enorme. —Entra y sé juzgado. — Sin decir más, se retiró por otro pasillo. Kucabara empujó la puerta y saludó al entrar en el recinto, el cual estaba iluminado por los rayos del sol. En medio había un trono y alguien sentado en él. Era un anciano con pelo largo y cano, su barba y cejas eran abundantes, vestía una túnica blanca que llegaba al suelo, sus ojos eran de un color indeterminado y su mirada reflejaba paz y tranquilidad. Esa era la forma con la cual, Dios, se presentaba ante Kucabara. Dios extendió la mano y le hizo un gesto para que se acercara. El joven caminó hasta quedar a escasos metros del trono e hizo una reverencia. —Es un honor estar ante usted, pero, antes que nada, quiero pedirle un favor— mantuvo un gesto sumiso. —Le ruego, salve a mis seres queridos y a los habitantes del Mundo de los Demonios— pidió Kucabara, sin un sólo atisbo de insolencia. Las palabras salieron de lo más profundo de su corazón y sus ojos reflejaron la mayor súplica que alguien puede expresar por algo que ama. —No te preocupes Kucabara, tu mundo está a salvo y a los que amas, volverás a verlos— Dios respondió con la mayor serenidad y calma que jamás escuchó antes el joven demonio. El anciano volteó a la izquierda y asintió con la cabeza hacia un querubín que observaba en silencio, sentado en el borde de un ventanal. El pequeño alado confirmó también y salió volando rápidamente. Kucabara comenzó a llorar, dando las gracias una y otra vez, mientras le sonreía a Dios. —Sé que los ángeles son prepotentes y arbitrarios con ustedes, los demonios, también sé lo que hizo Elimona y la decisión que tomó tu hermano Legato. Kucabara, no siempre puedo intervenir en estas situaciones, porque hay leyes y pactos escritos desde el comienzo de todo. Por eso mismo, es necesario que tú tomes las decisiones correctas para cambiar las cosas— dijo Dios. El joven demonio enjugó sus lágrimas y respondió. —Ahora lo entiendo, sé qué es lo que tengo que hacer y jamás voy a permitir que mis seres queridos vuelvan a sufrir otra vez. — Dios sonrió. —Bien dicho muchacho, pero antes de volver, deseo que pases unas pruebas, ya que quiero ver de que está hecho el príncipe del Mundo de los Demonios, quiero ver la pureza de tu corazón y que me demuestres que puedes cambiar tu mundo. — Dicho esto, se levantó y caminó hacia la salida del enorme salón, mientras Kucabara lo seguía con una fuerte emoción en el pecho. —Señor, ¿Puedo saber qué hacía ese querubín en la ventana? — preguntó con respeto. —Es mi mensajero y su misión es avisar al cuarto de máquinas del Paraíso que depuren la concentración de Materia Oscura disipada en el Mundo de los Demonios. En otras palabras, tu hogar ya no corre peligro, Kucabara— explicó Dios. El muchacho no pudo disimular su amplia sonrisa y gritó emocionado. —¡Muchas, muchas, gracias! — saltó de alegría. —Chicos, pronto los veré de nuevo— pensó, siguiendo a Dios.***
Continuará… Gracias por leer.