ID de la obra: 1076

Inkwell Wonderland

Gen
G
En progreso
2
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planificada Midi, escritos 14 páginas, 5.749 palabras, 4 capítulos
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Capítulo 4: El salón de las mil puertas

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Chalice corría a toda velocidad para alcanzar al King Dice, mientras subían y bajaban las miles de escaleras del lugar. No fue hasta que, de repente, el sujeto desapareció. Obviamente, la pequeña se frustró pero su enojo se transformó en asombro al ver cómo sus pies la hicieron llegar a un lugar totalmente diferente.       — Que lugar tan raro, todo es tan… curiosesco, curiosesco — susurró mientras veía el lugar. Se encontraba en un pasillo que parecía infinito y en las paredes yacían puertas de todas formas habidas y por haber. Entre tantas puertas, había una puerta ovalada, otra con forma de zig-zag, hasta una que parecía un garabato; una estaba hecha de cristal, otra de metal oxidado, una que daba la impresión de ser de galleta glaseada, y una hecha de oro puro y pedrería. Chalice se acercó a la primera puerta, que estaba hecha de roble rosado. Tomó el pomo y trató de darle la vuelta pero el portón no respondía. Sin perder el tiempo, se acercó a otra que parecía ser hecha de lava, para obtener el mismo resultado. Ella no se rendía y siguió probando las puertas. Se asomó a una con forma de trébol, pero apenas sus dedos tocaron la perilla, esta desapareció ante sus ojos.       — ¡OYE, ESO NO ES JUSTO! — Gritó muy enojada para ir a la puerta hecha de galleta, tristemente para obtener la misma respuesta. Y así continuó por un largo tiempo. Las puertas parecían estar jugando una broma porque había una puerta hecha de hojas, que al verla desapareció y reapareció en otra parte del pasillo. Chalice, muy enojada, pateó el piso y apoyó su espalda en la pared para luego cruzar sus brazos e inflar sus mejillas       — ¡¿Cómo se supone que salga de aquí si estas ridículas puertas no cooperan?! De pronto, escuchó un pequeño tintineo que la sacó de su enojo.       — ¿Qué fue eso? — Volteó su mirada al pasillo y en el centro había una delicada mesita hecha de cristal, con hojas secas a su alrededor. — Eso no estaba antes. Se acercó a la mesa, muy sorprendida, e inmediatamente notó algo brillante en el centro del mueble. Era una llave dorada que era casi del tamaño de la palma de su mano, el ojo de la llave tenía una forma de corazón y en el centro resguardaba un pequeño rubí ovalado, y los dientes de la llave parecían formar un trébol. La pequeña se quedó fascinada, nunca había visto una llave así, por lo que la tomó con delicadeza.       — Es una llave muy bonita, estoy segura que abrirá alguna de estas puertas — Dijo con una linda sonrisa en su rostro, mientras se dirigió a la puerta más cercana. Al llegar a la primera puerta, que era alta y rectangular, insertó la llave esperanzada, pero el orificio era demasiado grande para la llavecita. La pequeña solo pudo suspirar y se dirigió a otra puerta, para decepcionarse de obtener el mismo resultado. Al llegar a otro portón, su rostro pasó a uno sorprendido al ver la cerradura.       — ¡¿Una cerradura triangular?! — Soltó para mirar la llave y dirigirse a otra puerta. Lamentablemente, la siguiente cerradura tenía una forma garabateada. — ¡ESTO ES EL COLMO! ¡ESTA COSA TIENE QUE ABRIR ALGO! — Exclamó el pequeño cáliz con mucha ira mientras seguía probando la llave. Pasaron varios minutos, la pequeña Chalice se encontraba sentada en el medio del pasillo mirando la llave con una expresión enojada en su cara.       — Tonta llave, tontas puertas, ¿Ahora cómo seguiré a King Dice? De repente, sintió un cosquilleo que la hizo temblar. Inmediatamente, se puso de pie y al voltear notó que entre dos puertas había una puerta diminuta, como si fuera para ratones.       — ¿Y tú de donde saliste? — preguntó la pequeña mientras se acercaba a la puerta. Se puso de rodillas y probó la llave, grande fue su alegría al escuchar como el seguro se soltaba. — ¡SI, LO CONSEGUÍ! — Exclamó llena de alegría. Se recostó en el piso para abrir la puerta, y al hacerlo sus ojos fueron deleitados. Al otro lado había un jardín lleno de arbustos de formas divertidas, rosas rojas y miles de senderos que llevaban a un palacio brillante que parecía ser hecho de plata y oro y con unas banderas en los techos como si fueran hecho de rubí.       — ¡Dios mío, es el jardín más bello que he visto! — Expresó llena de alegría, sin embargo no duró mucho. — Ojalá pudiera entrar, pero soy demasiado grande… — Dijo con un triste puchero Frente a sus ojos, la puerta se cerró de golpe, golpeando su nariz. Chalice, rápidamente, se sentó en el piso y empezó a sobar su nariz lastimada, enojada y con una pregunta en su mente: ¿Cómo iba a entrar a ese bello jardín si es muy alta? Su silencio no duró mucho porque un destello llamó su atención. Al voltear, vio que había algo en la mesita de cristal.       — Eso no estaba allí antes — Dijo, dejando de sobar su nariz y ponerse de pie hacia la mesa. En ella, yacía un pequeño frasco de cristal celeste con flores talladas, encima tenía un pequeño corcho, pero apenas podía ver el interior del contenido. Chalice dejó la llave en la mesa y tomó el pequeño frasco para examinarlo mejor. En el corcho notó que había algo escrito: “Bébeme”       — ¡JA!, ya he visto esto antes. Estoy segura que es una broma — Dijo muy desconfiada, por lo que empezó a buscar si la botella tenía instrucciones o alguna advertencia, para al final no tener respuestas.       — No dice si es jugo o jarabe…¡¿Y SI ES VENENO?! — Gritó lo último muy asustada, pero su vista se dirigió a la puerta pequeñita. — ¿Y si esto me hace pequeña? ¡Qué más da! — Soltó muy decidida pero a la vez asustada, para de una vez quitar el corcho del frasco. Nuestra protagonista olió el contenido y se sorprendió al saber que tenía un aroma muy dulce, por lo que tomó un pequeño sorbo y su rostro se iluminó de sorpresa y dulzura.       — ¡Es delicioso! ¡Sabe como a mermelada de frambuesa, galletas de chocolate y pastel de limón, todo al mismo tiempo! — Exclamó maravillada y siguió tomando su contenido. Chalice tomaba y tomaba con mucha alegría, hasta que se dio cuenta que estaba a punto de terminarse el frasco de un solo trago, por lo que lo dejó en la mesita rápidamente con una risa.       — Me pregunto quién habrá sido el genio que creó eso… Pero no tuvo mucho tiempo para seguir sorprendida, puesto que sintió un cosquilleo en sus pies y notó que todo se hacía más grande. Chalice se asustó pero no tardó en darse cuenta que ella se volvía más y más pequeña. El impacto fue tan grande que retrocedió asustada para terminar tropezando con sus propios pies y caer sentada al suelo. Chalice, se incorporó con torpeza, maravillada y asustada al mismo tiempo.       — ¡Con que así es como ven los insectos el mundo! — Exclamó riendo y dando vueltas llena de risas — Espera…si ahora soy pequeña… ¡Quiero decir que ya puedo entrar por la puerta hacia ese bello jardín! No tardó mucho en dirigirse a la puerta, llena de felicidad, y rápidamente tomó la perilla. Sin embargo, la puerta no cedió confundiendo a la pequeña.       — ¡¿Qué?! ¡Pero ya soy del tamaño perfecto! — Renegó Chalice, mientras trataba de abrir la puerta al punto de patearla, lamentablemente sin obtener respuesta — ¡¡ÁBRETE YA!! En eso, recordó la llave. Buscó en el bolsillo de su delantal, pero rápidamente alzó su mirada a la mesita con sus ojos abiertos de par en par. La llave se encontraba allí arriba.       — Oh no, ¿ahora cómo llegaré allá arriba? — Exclamó preocupada. Corrió hacia la mesita de cristal, que desde su altura parecía un rascacielos, con la llave en el centro como si se burlara de ella. Chalice trató de escalar una de las patas de la mesa de cristal, como si fuera un koala, pero apenas pudo escalar un poco porque resbaló y cayó de espaldas al suelo. No obstante, ella se incorporó rápidamente y volvió a intentarlo. Esta vez, adquirió una hoja seca que había cerca y la usó como cuerda y trató de subir. Por desgracia, la hojita se partió en dos en el tercer tirón, provocando que la joven cayera nuevamente al piso.       — ¡AHHH SOY UNA TONTA! — Gritó muy desesperada mientras se golpeaba la cabeza — ¡¿POR QUÉ DEJÉ LA LLAVE EN LA MESA?! — La pequeña cerró sus ojos para evitar soltar una lágrima llena de frustración. En eso, apareció una pequeña brisa que agitó levemente su listón y falda que la hizo abrir los ojos, y frente a ella apareció un objeto singular. Se trataba de una pequeña pero delicada cajita de cristal con un listón rojo en la tapa. Chalice se acercó confundida a la cajita, que le llegaba a las rodillas, y al abrirla se encontraba postrado un bizcocho esponjoso con glaseado y tenía chispas de chocolate que formaban la palabra “Cómeme”.       — Mmmm ... si ese jugo me hizo pequeña, entonces este pastel puede que me haga grande… — Murmuró pensativa — Y si me hago grande, podré tomar la llave. ¡Y al fin podré entrar por la puerta! La pequeña, al haber conectado todo en su cabecita, tomó el primer bocado del bizcocho.       —¡¡Mmm!! ¡Es como comer una nube! — Dijo feliz, pero aún no cambiaba de tamaño. — ¡AY, POR FAVOR! ¡NO TENGO TODO EL DÍA! — Gritó impaciente para así comer de un solo bocado la mitad del bizcocho y devolverlo en la cajita — ¡Más te vale funcionar tonto pastel! Y como si la magia la hubiera escuchado, empezó a sentir un cosquilleo en todo su cuerpo y todo a su alrededor empezaba a hacerse pequeño cada segundo.       — ¡Funciona! — Exclamó muy feliz, pero su alegría se volvió pánico al notar que seguía creciendo — ¡FUNCIONA MUY BIEN! !¡FUNCIONA DEMASIADO BIEN! ¡YA NO QUIERO SEGUIR CRECIENDO! ¡¿CUÁNDO PARARÁ ESTO?! La magia no tardó en detenerse pero Chalice era tan grande que quedó atorada en el pasillo; su espalda se clavaba contra una de las paredes mientras sus piernas, torcidas hacia arriba, presionaban el techo con una fuerza que le impedía siquiera estirarlas. Sus brazos se encontraban tras su espalda y empujaban inútilmente los muros que parecían cerrarse sobre ella. Apenas podía mover el cuello para mirar alrededor, y un escalofrío de impotencia le recorrió el cuerpo al comprender que había quedado atrapada como si el pasillo entero quisiera aplastarla. A lo lejos se empezaron a escuchar unos pasos apresurados.       — ¡La duquesa! ¡La duquesa! ¡Se enojará si llego tarde! Esa voz le era familiar, se trataba de King Dice. Apareció corriendo por el pasillo hasta que frenó y sus ojos se abrieron como platos al ver a Chalice con su nuevo tamaño.       — ¡UN MONSTRUO! ¡UN GIGANTE! — Gritó el mayor lleno de terror El mayor no se dio cuenta que dichas palabras rompieron el corazón de Chalice, provocando que su miedo de transforme en tristeza       — ¿M-Monstruo? — Repitió dolida mientras sus ojos se llenaban de lágrimas— ¿E-Eso es lo que soy ahora?       — N-No…no quise decirlo — Tartamudeó el mayor al ver lo que provocó       — Lo sé… — ella respondió — ¡PERO NO PUEDO EVITARLO! Con esas últimas palabras empezó a llorar. Sus lágrimas caían al suelo, formando un océano en el pasillo arrasando todo a su paso. El rey dado trataba desesperadamente de calmarla. Pero al no tener respuesta, se dio media vuelta y huyó del lugar muy asustado, dejando atrás, sin darse cuenta, un par de guantes blancos. Los minutos pasaron para que el llanto de Chalice se transforme en pequeños sollozos. Ya más calmada, logró quitar uno de sus brazos detrás de su espalda y secó sus ojos con su mano libre mientras veía el desastre que causó. En eso, vió como los guantes que Dice olvidó flotaban en el agua cerca de ella. Chalice estiró su mano hasta llegar a los guantes. Al tenerlos en su posesión, su cuerpo empezó a temblar y sintió que sus pies ya no tocaban el techo.       —¡¿Q-QUÉ ESTÁ PASANDO?! — preguntó llena de miedo. La joven empezó a encogerse en el aire, por lo que soltó los guantes rápidamente, pero no hubo nada que pudiera detener lo que seguía. La pequeña empezó a caer de espaldas, aterrizando dentro del frasco del jugo que flotaba en el agua.       — Ay Dios… — Susurró horrorizada al ver claramente como sus lágrimas inundaron todo el lugar. — No debí haber llorado tanto… — Suspiro mientras ponía sus manos contra el cristal, llena de culpa. El agua se movía de un lado a otro tranquilamente hasta que la puertecita, por la presión del agua, se abrió de golpe, creando una fuerte corriente que arrastraba todo a su paso. Eso incluía a la botella con Chalice adentro, quien rodó dentro de la botella.       — ¡¿A dónde me llevará esto?! El pasillo quedó atrás y, sin poder hacer nada más que aferrarse a la esperanza, Chalice se dejó llevar, sin saber a dónde la conduciría ahora el río formado por sus propias lágrimas.
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