Oscuridad
Perona estaba acostumbrada a vivir rodeada de oscuridad. Había vivido así desde que Gecko Moria la acogiera y la llevase con él a Thriller Bark. Así que estar inmersa en una noche casi perpetua y con la lluvia golpeando los cristales no afectaba de manera negativa su ánimo. Lo que la tenía tan molesta y decaída tenía nombre de hombre: Dracule Mihawk. El maldito espadachín legendario, antiguo shichibukai, de mirada carmesí penetrante y aspecto letal, la traía de cabeza. Perona nunca había sentido tal nivel de atracción física por nadie en su vida y eso la frustraba. Mihawk era todo un hombre y ella apenas una mujer entrando en la adultez. Tenía poco que ofrecerle, realmente dudaba que, semejante dios de la espada y la muerte, pudiera poner su interés en una veinteañera de aspecto estrafalario como ella. Aún y así, Perona albergaba la vana esperanza de que la mirase con aquellos ojos rojos, se relamiese los labios y le arrancase la ropa con los dientes para devorarla sobre la mesa, el suelo, la encimera de la cocina, el huerto o dónde demonios se le antojase. No pasaría, ya lo sabía. Al amparo de la oscuridad, desde un rincón de la sala, le observó bebiendo vino tinto de la copa de fino cristal mientras leía el periódico. Se preguntó cuál sería su reacción si se plantase totalmente desnuda frente a él; tal vez lograría que la mirase un instante, la ceja enarcada, antes de volver a sumergirse en su lectura; o quizás le aconsejaría vestirse para no coger frío. Mihawk había demostrado guardarle afecto suficiente como para cuidarla, aunque no tanto como para cruzar más de quince palabras seguidas con ella. A veces quería golpearle. Pero siempre quería que la tocase, sudar y gemir con él hasta que la oscuridad de Kuraigana se aclarase —algo que no pasaba casi nunca—, quería ser suya, ni siquiera necesitaba que la quisiera, sólo que la poseyera y calmase el cosquilleo en el centro de su cuerpo. Le odiaba. Le deseaba. Quería que la poseyera. Por todos los muertos vivientes, la estaba volviendo loca. —Si tienes algo que decir, dímelo ya. Perona se sobresaltó. Había sido inocente al creer que no había notado su presencia, no había manera de ocultarse de él, de sus ojos rojos, de su haki de observación, tal vez, incluso, de su olfato. A Dracule Mihawk nada se le pasaba por alto, salvo el amasijo de excitación sexual constante en el que la había convertido. —No tengo nada que decirte. —En ese caso deja de mirarme tan fijamente. —¿No te aburres nunca? Siempre solo y aquí encerrado como un ermitaño, bebiendo vino y leyendo. La mirada roja de Mihawk se clavó en ella que se estremeció, alarmada y excitada a partes iguales. Cómo deseaba que se la tirase. —¿Cómo el estar contigo puede ser estar solo? Se removió inquieta, buen punto. Ella estaba allí, pero se refería a otro tipo de "solo". —Tampoco interactúas conmigo. Una sonrisa divertida afloró a sus labios, la oscuridad rota por la tenue luz de las velas le otorgó un aspecto excitante y peligroso. Perona sintió como su pulso se disparaba, juntó las piernas para aliviar el latido caliente en su centro. —Pareces un monje célibe. —¿Quién dice que lo sea? —No te he visto mostrar interés en nadie, ¿tienes a una novia oculta en el armario? —preguntó con humor. Esa conversación era una pésima idea, nada bueno podía salir ahí—. ¿O buscas a prostitutas en tus salidas? La mirada roja de Mihawk regresó al periódico, pero su sonrisa no se desvaneció. Ella soñaba despierta con él, con sentirle dentro, con pasar el día y la noche retorciéndose bajo su cuerpo, con devorarle y ser devoraba. Por las noches imaginaba que sus manos la exploraban mientras hundía los dedos en su propio cuerpo y jadeaba su nombre buscando un alivio que nunca era suficiente. Le necesitaba a él, dentro, muy adentro, siendo rudo, llenándola por completo, matándola de placer. —No sabía que tuvieras tanto interés en mi vida sexual. —No me interesa, sólo lo señalaba. —¿O es que buscas mi interés? Se ruborizó de los pies a la cabeza. Agradeció la perpetua oscuridad del lugar por cubrir su vergüenza. Maldito fuera aquel adonis de lo tenebroso y maldita fuera su habilidad para encenderla. —La distancia no siempre significa indiferencia. —¿Qué se supone que significa eso? —preguntó molesta, avergonzada y esperanzada. Mihawk no contestó, bebió vino y continuó leyendo, ignorando deliberadamente el amasijo excitado en el rincón. Perona le odiaba. Perona le deseaba. Perona deseaba que la empotrase y la hiciera gemir su nombre durante horas hasta quedarse sin voz. Perona quería que la oscuridad se convirtiera en testigo de hasta qué punto la excitaba. Perona anhelaba sentirle dentro suyo, caliente y palpitante, duro y brusco. —Te odio —le lanzó. Se puso en pie, las piernas le temblaban por culpa de la excitación, del deseo de que la poseyera. Aquel maldito imbécil la ponía tan absurdamente cachonda sin hacer nada especial. La desquiciaba. Pensaba irse con toda la dignidad que pudiera, no permitir que notase cómo le afectaba. —Perona, me gusta ese vestido nuevo, te queda muy bien. Maldito hombre excitante. —Gracias, aunque no hay nadie aquí que pueda apreciarlo. Sin embargo, él lo había hecho. Era lo que Perona había buscado al ponérselo. Pero nada más. No se lanzó sobre ella, caliente y necesitado, no la poseyó. La empujó a otra noche solitaria, a recurrir a sus propias manos buscando un alivio que, de nuevo, sería insuficiente. Porque le deseaba, porque lo necesitaba. Maldito Mihawk.Fin
Notas de la autora: ¡Hola! Estrenando ship para el fictober del grupo de Facebook “Templo de los Fickers”. Van a ser todo oneshots y drabbles, se pueden leer de manera independiente, aunque estén ambientados siguiendo el mismo hilo, no siguen ningún orden concreto. Serán de corte sexual, aunque no todos serán explícitos, así que advertidos quedáis. Empiezo a publicarlo ya porque con mi lista habitual no me dará tiempo. Espero que os guste.