Capítulo 11
24 de septiembre de 2025, 23:09
Kyle vio a Eric tomar a Butters del brazo y quiso ir tras ellos. Su conversación con Butters estaba lejos de terminar; sin embargo, se detuvo en seco cuando se le pasó por la cabeza que, más que continuar la conversación, casi una discusión, con Butters, lo que en realidad quería era evitar que Butters y Eric estuvieran solos juntos.
Sacudió la cabeza y se obligó a sacar de su mente las palabras de Stotch, repitiéndose que tenía que confiar en que Eric no dejaría que nada se interpusiera entre ellos. Pero cuando los volvió a mirar, caminando por el pasillo, luego por la puerta, hasta que finalmente desaparecieron por una esquina, de inmediato se sintió transportado a sus días en la universidad.
Pero no a la primera vez que había sentido celos de la relación entre Eric y Butters. Ni a aquella ocasión cuando, acostado junto a Kenny, con los dos mirando el techo de su habitación después de que la confesión de amor de Kenny saliera terriblemente mal, le había asegurado que, aunque Butters pareciera estar enamorado de Eric, esa relación nunca iba a suceder.
No. El recuerdo que le vino a la mente fue la primera vez que alguien, Heidi, le hizo considerar la idea de que Butters y Eric podrían tener algo.
Recordaba ese día con claridad. Aunque las clases ya habían terminado, Kyle caminaba rápido por la acera, con la mochila colgada de un hombro, balanceándose de lado a lado con cada paso. Tenía prisa porque quería llegar pronto a su dormitorio para trabajar en la tarea que el profesor de Procedimientos Civiles les había dejado. Aún faltaban dos semanas para la fecha de entrega, pero sabía que tenía que empezar ya si quería entregarla a tiempo.
Antes de que empezara el semestre, le había parecido una gran idea llenar su horario con una clase tras otra. Ahora se daba cuenta de que apenas tenía suficientes horas al día para dedicar la atención que cada una requería. Sentía que siempre estaba corriendo pero nunca llegaba a su destino.
Kyle suspiró. Desde el principio sabía que sobrecargar su horario le iba a traer problemas, pero lo hizo de todas maneras porque, si tenía un solo momento libre, su mente se llenaba de pensamientos que no quería tener. Exactamente como los que estaba a punto de tener ahora. Así que sacudió la cabeza y aceleró el paso.
Se detuvo cuando el olor a café recién hecho llenó sus sentidos. Entonces pensó que quizá podría pasar por la cafetería de la esquina y darse un respiro, al menos lo suficiente para beber un sorbo de cafeína.
Apenas entró, se le hizo agua la boca al pensar en acompañar su café con una galleta de chispas de chocolate. Sin embargo, no llegó al mostrador para hacer su pedido porque, al girar la cabeza hacia el área de mesas, vio a Heidi.
La chica estaba sola, sentada a una mesa con los codos apoyados en la superficie de madera y la mirada fija en una taza vacía, como si esperara que se llenara sola en cualquier momento. Llevaba un vestido amarillo claro que la hacía parecer una muñeca recién salida de un catálogo de moda, impecable, y, como siempre, su cabello estaba adornado con una flor hecha a mano que combinaba con su atuendo.
A Heidi siempre le había gustado llevar una flor en el cabello desde pequeña. Todos le decían que le quedaba bien; él también se lo había dicho incontables veces. Pero ahora, mirándola, algo dentro de Kyle se oscureció, y pensó que Heidi necesitaba madurar. La flor la hacía parecer tonta, infantil, incluso molesta.
Kyle se pasó una mano por el cabello y lo tiró con frustración, sintiéndose avergonzado de sí mismo. Heidi no era ninguna de esas cosas. Lo sabía bien porque, aunque no tenían nada en común, habían sido amigos desde la infancia.
Sus padres habían sido amigos en la universidad, y durante años los habían hecho pasar largas tardes juntos, donde ella jugaba a ser la princesa y él terminaba siendo su caballero. Heidi idolatraba a Kyle, mientras él fingía que ella no era más que una muñeca viviendo en un mundo de hadas y finales felices.
A pesar de todo eso, Kyle no odiaba a Heidi por lo que siempre había sido ni por lo que era ahora. Kyle estaba celoso porque ahora ella estaba saliendo con Eric.
Cuando Heidi anunció su relación, Kyle fingió que su expresión sorprendida y completamente desaprobadora era porque ella merecía algo mejor que alguien como Cartman. Pero la verdad era que, tan absurdo y estúpido como sonara incluso en su propia cabeza, él estaba enamorado de Eric.
Kyle lo sabía. Eric era un imbécil; siempre lo había sido, y por eso había elegido a Heidi en lugar de a él. Porque una relación con ella era más fácil. Ella no iba a cuestionarlo ni a confrontarlo con esas verdades que Eric odiaba escuchar. Con ella, todo era fácil, y para Eric, lo fácil siempre había sido mejor.
Y quizá, pensó Kyle con amargura, era mejor para todos. Para Eric, porque le permitía seguir en negación. Para Heidi, porque obtenía la relación falsa que buscaba. Para él mismo, porque de esta manera no tenía que lidiar con la inmadurez emocional de Cartman.
Con esa conclusión, Kyle decidió fingir que no había visto a Heidi. Pero antes de girarse por completo, notó que ella no solo miraba su taza vacía, sus hombros estaban encorvados y su labio inferior temblaba, como si tratara de contener las lágrimas.
Kyle frunció el ceño y recordó aquellas tardes de la infancia cuando ella hacía pucheros antes de llorar por cosas insignificantes y él, a regañadientes, terminaba consolándola. Por más que quisiera engañarse, en el fondo sí le importaba. Heidi era parte de su historia, alguien que siempre había estado ahí.
Con un suspiro resignado, caminó hacia su mesa, todavía sin saber qué iba a decir, solo seguro de que no podía dejarla llorando sola. Cuando se detuvo frente a ella, Heidi levantó la vista, sorprendida, y él notó la rapidez con que se secó las lágrimas con la mano.
—¿Qué pasa? —preguntó, bajando un poco la voz para no avergonzarla mientras se sentaba en la silla a su lado.
—Nada —respondió Heidi casi de inmediato, intentando sonreír, pero el temblor en su voz la delató.
Kyle no la acusó de mentir; simplemente la miró hasta que ella admitió en voz baja:
—Es solo que… no tengo dinero para pagar la cuenta.
Se mordió el labio, avergonzada, como si hubiera confesado algo terrible. Kyle parpadeó, sorprendido de lo simple que era su problema. O simple para gente como ellos: Kyle sabía que no todo el mundo tenía la suerte de nacer en un hogar donde el dinero nunca fuera un problema.
—No te preocupes —dijo suavemente—. Yo pagaré.
Dejó las palabras en el aire unos segundos y luego la miró de nuevo, frunciendo el ceño.
—Pero… ese no es tu único problema, ¿verdad? ¿Por qué no pagaste con tu teléfono o me llamaste antes para venir a ayudarte?
Heidi vaciló, apretando las manos contra la taza vacía e intentando contenerse, pero las lágrimas finalmente comenzaron a caerle por las mejillas. Soltó un pequeño sollozo ahogado y sacudió la cabeza.
—Me peleé con Eric —su voz se quebró, y un nudo de vergüenza se notaba en su garganta—. Estábamos aquí… y se enojó tanto que se fue con mi bolso.
Las lágrimas seguían cayendo, y ella ocultó parcialmente el rostro tras su cabello, como si quisiera esconder lo ridículo y humillante de la situación.
Kyle la miraba en silencio, sintiendo algo apretarse en su pecho. Ira hacia Eric, compasión por Heidi y un cansancio profundo por haberse involucrado en algo en lo que nunca quiso estar.
—Ese idiota —las palabras le salieron más altas de lo que pretendía. Varios clientes voltearon a mirar—. ¿De verdad te dejó así? No importa de qué pelearon, ¿qué derecho tenía de llevarse tus cosas?
Heidi lo miró asustada, con los ojos muy abiertos y húmedos, sacudiendo la cabeza desesperadamente.
—¡No lo hizo a propósito! —dijo rápido, como si lo defendiera—. Le pedí que cargara mis cosas. Cuando se fue, seguramente se le olvidó. La pelea también fue culpa mía… yo la empecé.
Kyle la miró sin dar crédito, con el corazón acelerado, sin poder decidir si quería gritarle, abrazarla o ir a buscar a Cartman para golpearlo.
—Fuera cual fuera el problema, no tenía derecho a dejarte aquí…
—Lo acusé de engañarme con Butters —lo interrumpió, tragando saliva—. Fui a su habitación y ellos estaban… no sé, muy juntos. Se sintió raro, y me puse celosa. Lo confronté, le dije que no creía que su amistad fuera normal.
Kyle hizo una mueca, entendiendo por fin por qué Cartman había tenido una reacción tan exagerada. Estaba seguro de que no era la acusación de engaño, ni la duda sobre su amistad con Butters; lo que había molestado a Eric era que Heidi insinuara que podía estar enamorado de un hombre.
—Eric me gritó, diciendo cómo podía acusarlo de ser gay, que él no era así para nada… —Heidi se encogió sobre sí misma, secándose las lágrimas con el dorso de la mano—. Dijo que yo estaba loca, inventando cosas solo para hacerlo quedar mal.
Respiraba con dificultad, como si cada palabra le costara.
—No sé… quizá me equivoqué en decir algo. Tal vez me confundí y ellos solo son amigos, nada más. —Alzó el rostro, mirando a Kyle con ojos rojos y brillantes—. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que los veo juntos, tan cercanos, me arde por dentro.
Kyle respiró hondo, mirándola con una mezcla de compasión y cansancio.
—No creo que Cartman y Butters tengan nada —dijo por fin—. Butters es… bueno, Butters, y Cartman nunca… no, no los veo de esa manera. Mira, no creo que Eric te esté engañando con Butters. Pero si de verdad te hace sentir tan mal… quizá deberías dejarlo.
Heidi sacudió la cabeza de inmediato, como si sus palabras fueran inaceptables.
—No. No. Yo lo amo.
Y ahí, ante esa declaración, Kyle sintió un nudo extraño en el estómago y la dejó continuar con esa relación. No tenía la fuerza de voluntad para intervenir; lo que le pasara a Heidi sería algo que ella misma se buscó.
Su indiferencia duró más de lo que su conciencia pudo permitir. Para cuando decidió que de verdad debía hacer algo por Heidi, genuinamente por su bien, ya era demasiado tarde.
Ahora Heidi ni siquiera estaba ahí, pero podía escucharla casi susurrandole al oido. Otra vez, diciéndole que era obvio que Eric no lo había perdonado, que él y Butters estaban confabulados y que todo lo que estaba ocurriendo, la fiesta, el accidente, la próxima boda, era solo un plan para vengarse de lo que todos, incluido Kyle, les habían hecho.
Podía verla como hacía doce años, sentada junto a su cama del hospital, fingiendo que se disculpaba por no advertirle que Cartman lo iba a drogar para hacer quién sabe qué. Llorando porque Kyle la había ayudado; y a cambio, ella no le adviritió nada, solo porque estaba enojada. Diciendo que, al final, debió haberse esforzado más en cuidarlo porque, a pesar de todo, eran amigos de la infancia.
Kyle intentó controlar su respiración, y entonces la voz de Stan interrumpió sus pensamientos.
—¿Qué pasa? —preguntó Stan, frunciendo el ceño.
—Nada —respondió Kyle demasiado rápido.
Stan lo miró un segundo más, como si no terminara de creerle, pero no insistió. Simplemente asintió, y juntos caminaron de regreso a la habitación donde estaba Kenny.
Cuando Kyle y Stan entraron en la habitación, Karen seguía sentada junto a la cama de Kenny, con las manos entrelazadas en el regazo, mirando a su hermano con los ojos muy abiertos y preocupados.
—¿Estás seguro de que sigues sintiéndote bien? —preguntó otra vez.
Kenny, recostado en las almohadas blancas, la miró. Su piel estaba pálida y sus ojos ligeramente rojos. La expresión en su rostro era distante, como si no estuviera del todo presente, pero aún así esbozó una pequeña sonrisa cansada.
—Sí… estoy bien —murmuró, aunque la forma en que sus ojos vagaban por la habitación lo contradecía por completo.
Kyle apretó los labios antes de decir. —Karen… ¿podrías dejarnos un momento a solas? Necesitamos hablar con Kenny sobre… lo que pasó, en términos legales.
Ella los miró a todos por un momento, como evaluando si era buena idea.
—Está bien —dijo al fin, levantándose—, pero asegúrense de que el hotel pague por tener unas escaleras tan peligrosas. Esto no puede quedar impune.
Y con una última mirada preocupada a Kenny, salió de la habitación.
Kyle esperó un par de segundos para asegurarse de que Karen se había ido de verdad antes de empezar a hablar, pero por eso mismo Stan habló primero.
—¿Qué pasó? ¿Fue realmente un accidente, o Butters te empujó por las escaleras a propósito?
Kenny alzó la vista y lo miró con una expresión curiosa, una mezcla de sorpresa, confusión y, finalmente, resignación. Luego miró a Kyle, como esperando que él se encargara de todo porque no tenía ganas de hablar.
Kyle abrió la boca pero no supo qué decir.
—¿Qué? —preguntó Stan, dándose cuenta de inmediato de que estaba pasando algo que él no sabía.
—Entonces… —dijo Kyle casi en un susurro a Kenny—, ¿escuchaste todo?
—No sé, supongo… ¿o había algo peor antes de que tú y Butters pelearan por quién sería el mejor esposo para Cartman? —preguntó Kenny, con una voz que intentaba sonar enojada, pero le salió plana, reflejando lo vacío que se sentía.
Kyle se sonrojó ante su respuesta y evitó mirar a Stan, que pasó de la confusión a la indignación.
—¿Pueden explicarme qué pasó? —preguntó otra vez.
Eric tomó a Butters del brazo y lo obligó a caminar detrás de él, atravesando la sala de espera, la recepción y finalmente la entrada principal hasta llegar a un pequeño jardín en el lado derecho del hospital. No había nada ahí más que pasto, un árbol enano y un camino de concreto ocupado solo por ellos dos.
—¿Qué carajos estabas pensando? —dijo Eric, rompiendo la calma del espacio verde y alzando la voz, sin importarle si alguien escuchaba—. Acabo de venir del hotel. Además de Red, un conserje te vio empujar a Kenny. ¡Es mi fiesta de compromiso! ¡Karen casi se entera de lo que pasó! Y si se lo dice a mis futuros suegros… ¿quieres arruinar mi boda? ¡Si querías matar a cualquiera de ellos, al menos podrías haberlo hecho después de la fiesta! ¿Crees que quiero un funeral arruinándolo todo?
Butters no respondió; en cambio, fijó la vista en el concreto bajo sus zapatos.
—¡Butters! ¡Di algo!
Butters se encogió y se abrazó a sí mismo mientras sacudía la cabeza, en un gesto de ansiedad y sumisión que le recordó a Eric mucho a cuando tenían veintitantos.
Con los años, Butters había cambiado. Podías decir que maduró, sí, como era de esperarse, pero había algo más. Eric notó que su amigo ahora miraba a todos con ojos vacíos y nunca bajaba la guardia.
La única persona a la que no miraba con escepticismo era a Eric; en su presencia, Butters llevaba una máscara que decía que todo estaba bien, que ningún problema era demasiado grande o difícil de superar, siempre sonriendo falsamente.
La primera vez que Eric notó que Butters fingía tener todo bajo control fue cuando Eric empezó a considerar dejar su carrera. En ese entonces, Eric por fin había vuelto a la universidad y, aunque las clases eran más fáciles de lo que estaba acostumbrado, no podía con ellas, no podía concentrarse ni entregar los trabajos que los profesores pedían.
Siempre estaba cansado por trabajar turnos agotadores hasta altas horas de la noche; siempre con hambre porque su salario se iba en pagar su pequeño apartamento y los servicios; siempre pensando que todo el esfuerzo que hacía no tenía propósito y era inútil.
Recordaba que Butters tampoco estaba viviendo su mejor momento. Tuvo que volver a vivir con sus padres, quienes no dejaban de repetirle lo decepcionados que estaban de él, que era un fracaso y una vergüenza; lo decían tanto que, para alguien con la personalidad de Butters, fácilmente podía considerarse tortura psicológica.
Pero en lugar de estar de acuerdo, Butters empezó a fingir que el esfuerzo y el sufrimiento los llevarían a algún lado, y Eric se aprovechó de eso. Podía llorar, gritar, patear y maldecir a todos mientras Butters se lo tragaba todo y fingía ver una luz al final del túnel que en realidad no veía. Eric sabía que Butters mentía, pero no sería la primera ni la última mentira que él creería para sentirse mejor consigo mismo.
Esa actuación había consumido a Butters hasta el punto de que, ahora en sus treintas, a veces tenía episodios de dependencia y le enviaba mensajes a Eric pidiéndole pasar tiempo juntos haciendo cualquier cosa, incluso cuando sus agendas estaban llenas.
Los textos siempre tenían un tono casual, pero Eric sabía que eran gritos desesperados pidiéndole, por favor, que no lo abandonara. Eric le permitía comportarse así porque, le gustara o no, él también a veces necesitaba sentir que no sería abandonado.
Pero incluso en esos momentos de dependencia, Butters nunca dejaba caer la máscara. Por eso era tan impactante verlo ahora. Retorciéndose los dedos, mirando al suelo, claramente al borde de las lágrimas. Era obvio que enfrentarse al pasado lo había dejado en un estado mental deplorable, al punto de que ya no podía mantener sus mecanismos de defensa.
Eric quería creer que ahora era una buena persona que solo hacía cosas malas para proteger a sus clientes, y que, por lo tanto, esas cosas malas no eran realmente malas porque tenían un propósito justificable.
Pero la verdad era que fingía estar más enojado de lo que realmente estaba cuando Butters se negó a ir a la fiesta de compromiso porque sabía que Butters no podría manejarlo y se obligaría a hacer lo que Eric quería.
Se convenció de que lo hacía por el bien de Butters porque le daría la oportunidad de desahogarse y restregarles a todos sus errores en la cara. Además, era una tontería que Butters se negara a asistir a su fiesta de compromiso cuando Eric era su mejor amigo, solo porque no quería ver a personas que habían arruinado sus vidas hacía doce años.
Lo que les pasó fue una mierda, pero era mucho peor permitir que gente tan insignificante siguiera controlando sus vidas, pensamientos y sentimientos. Eric solo imaginaba que Butters gritaría, insultaría a unas cuantas personas y finalmente encontraría paz. Nunca imaginó que intentaría matar a alguien. ¿Qué es la vida sin ese tipo de sorpresa? Sin duda sería aburrida.
Eric respiró hondo, tratando de controlarse, ya que en el estado en el que estaba Butters, era obvio que no iba a obtener una respuesta sobre qué demonios estaba pasando.
—Está bien, lo siento. No debería haber gritado. Butters, solo quiero saber qué pasó. En el hotel dijiste que no era tu culpa, así que fue un accidente que se ve muy mal. Podemos trabajar con eso. Supongo que Kenny te estaba molestando… ¿qué pasó? —Eric estiró las manos a cada lado de la cabeza de Butters para obligarlo a mirarlo—. Para ayudarte, necesito que me digas qué pasó.
—No— ya no importa lo que pasó —dijo Butters, levantando el rostro pero manteniendo la mirada fija en el suelo—. Le dije a Kyle que empujé a Kenny a propósito, y Kenny me escuchó.
—¿Qué? ¿Por qué? —apenas logró preguntar Eric.
—No lo sé, no lo sé— es solo que Kyle no se callaba. Seguía con su estupidez de que deberíamos olvidarlo todo y perdonarlo, y que yo había sido malo con todos— como si ellos no hubieran hecho nada malo, como si yo no tuviera razones, y le dije que tenía razones, que empujé a Kenny porque se lo merecía, y— lo odio, Eric, los odio a todos, no los soporto, no quiero estar aquí, no quiero que te cases con Kyle, quiero no volver a verlos nunca más. No quiero sentir nada nunca más. No quiero estar aquí nunca más.
Dijo todo eso tan rápido, en un tono desesperado. Se sentía como un niño pequeño obligado a hacer algo que no quería hacer y no tenía la voluntad para oponerse. Estaba aterrado, y sus ojos se llenaron de lágrimas que luchaban por salir.
—No...mierda—dijo Eric, en algún punto entre irritado y resignado. Soltó a Butters y dio un paso atrás, dándose espacio para procesarlo todo. Pensó que Butters podría enfrentarlo como el adulto que era, pero, Dios, era tan patético. Y claro, le dolía a Eric ver a su amigo así, pero por más que lo intentaba, no podía entenderlo.
Este no era el momento de llorar; era el momento de hacer que todos se sintieran como basura por la forma en que los habían tratado. Suspiró. No le quedaba otra opción que alejar a Butters de todos, y estaba pensando cómo manejar la situación cuando lo escuchó seguir hablando.
—Solo se están burlando de mí. Kenny dijo que nunca dejó de amarme, cuando antes nunca me dijo que me amaba. Probablemente lo acordaron porque piensan que soy estúpido y que voy a perdonarlos si él solo viene y me dice eso.
Eric frunció el ceño. Cuando Kyle, con voz llena de dolor, le preguntó a Eric si creía que Butters alguna vez perdonaría a Kenny—porque Kenny claramente anhelaba su perdón—no supo qué responder.
Por un lado, Butters todavía amaba a Kenny; eso era evidente cada vez que se emborrachaba y terminaba llorando en secreto mientras miraba todas las fotos que había guardado de él y Kenny. Por otro lado, Butters había quedado severamente dañado después de todo lo que pasó.
Eric había jurado que no permitiría que Kenny y Butters volvieran a estar juntos; pero cumplir esa amenaza mientras planeaba casarse con Kyle parecía contraproducente.
No iba a oponerse a la relación y no quería ponérselo fácil a Kenny, pero dada la situación, tenía que ser un poco flexible.
—Sé que lo que pasó fue una mierda, pero ¿realmente es tan difícil creer que tu ex nunca dejó de amarte?
Butters resopló sin muchas ganas. —No es mi ex, nunca fuimos nada.
Eric parpadeó tres veces seguidas y luego hizo una mueca. —Llámalo como quieras. Si no le pidió permiso a tus papás para salir contigo o lo que sea, de cualquier manera estaban saliendo.
—¡No! No entiendes —dijo Butters—. Él solo se acostó conmigo porque yo era el único idiota que lo dejaba hacerlo sin pedir nada a cambio. Éramos amigos con derechos, solo que ni siquiera éramos amigos… yo no era nada para él.
—¿Kenny?… estoy bastante seguro de que siempre dije que él era tu novio y tú nunca me dijiste que no lo era.
—Tú me dijiste que no saliera con él. Que era un tonto por estar enamorado de él. ¿Qué iba a decir? ¿Que tenías razón? ¿Para que te burlaras de mí?
Eric podría haber argumentado que no, que no se burlaría de él, pero por supuesto que lo haría. Aunque el problema que ahora lo abrumaba ni siquiera era ese. Estaba seguro de que Kenny estaba enamorado de Butters.
Eric había visto el estúpido video que Kenny le envió a Butters diciéndole que lo amaba...
Un video que él mismo borró del teléfono de Butters.
Y después de eso, por un tiempo, temió que Butters descubriera la verdad y se enojara, pero cuando Butters no dijo nada...
Eric asumió que él y Kenny simplemente pensaron que Butters nunca recibió el video.
Eric se salvó de las consecuencias...
Luego, con Eric distraído saliendo con Kyle y Butters empezando a salir con Kenny, todo fue olvidado. Eric creyó que el asunto estaba resuelto y que no habría consecuencias para él.
Pero, ¿era posible que— Kenny y Butters nunca hablaran de eso?
Oh, mierda.
—Espera, espera. ¿De verdad nunca te dijo que te amaba?
—¡Nunca! Y sí, lo sé, fui un idiota… —Butters se frotó los ojos con fuerza, recuperando su furia contenida.
—¿Pero, o sea, nunca? ¿Ni en un video o una tarjeta o algo? ¿O siquiera cuando estaban teniendo sexo? Es que tuvieron muchas citas.
—Qué… no. —Butters lo miró con una expresión herida, como si no entendiera por qué Eric quería hacerlo recordar ese horrible episodio de su vida—. Nunca lo hizo. Simplemente nunca hablaba de sentimientos, y yo tampoco lo haría, porque ya era bastante patético sin decirle cuánto lo amaba.
—Ajá, claro —murmuró Eric con rabia, pero luego sintió que las puntas de sus dedos se enfriaban y probablemente empezó a temblar—. ¡Oh! ¡Qué idiota! Entiendo… sí, entiendo perfectamente por qué lo empujaste por las escaleras, obviamente se lo merecía. Después de todo este tiempo, decirte algo así. Pero… pero, ¿cómo… cómo se atrevió? —dijo Eric temiendo que su voz o expresión lo delataran.
Hubo silencio entre ellos, durante el cual Eric pasó del pánico interno a calmarse y poner su cerebro a trabajar a toda velocidad.
—Bueno, primero lo primero —dijo en voz alta sin querer—. Eh, yo me encargaré de asegurarme de que Kyle no diga nada, y sobre Kenny, también me haré cargo. Todo estará bien.
Butters lo miró directamente a los ojos. —¿De verdad lo crees?
Eric sintió un nudo en la garganta, y ahora fue su turno de apartar la mirada. —Sí. No te preocupes. Es mi turno de protegerte, ¿de acuerdo?
Caminaron juntos hacia la puerta del hospital, y justo después de cruzarla, Butters extendió la mano hacia Eric. Sus dedos temblorosos se aferraron suavemente a la manga de la chaqueta de Eric.
—Eric… —su voz era baja, casi un susurro—. Gracias.
Antes de que Eric pudiera reaccionar, Butters lo abrazó, y él, más culpable que sorprendido, devolvió el gesto. Puso un brazo sobre los hombros de Butters y el otro debajo de su brazo, dándole unas palmaditas ligeras en la espalda, sintiendo la textura ligeramente áspera de la camisa de Butters.
Eric tenía días en los que se sentía la peor persona del mundo, pero luego miraba atrás y realmente creía que era un mejor ser humano. Había dejado atrás muchos de sus peores rasgos y era un hombre nuevo…
Un hombre nuevo que definitivamente debería confesarle a Butters lo que hizo con el video…
Que lo del video no era lo único que había hecho.
En lugar de hablar, decidió abrazar a Butters con fuerza. Antes, nunca lo confesó porque Butters era la única persona que le quedaba, y nunca diría nada que pudiera alejarlo. Ahora, sabía que debería hablar pero…
Parecía que seguía siendo la misma persona horrible que siempre había sido. Porque no quería decir la verdad. No quería perder a Butters.
Así que no había nada nuevo bajo el sol.
Después de escuchar el relato de los hechos de parte de Kyle, Stan permaneció en silencio, brazos cruzados, mirada fija en el suelo, como si todavía intentara procesar la avalancha de información que acababan de soltarle.
Entonces Stan abrió la boca para preguntarle a Kenny qué iba a hacer—obviamente demandar a Butters—pero se detuvo porque, en ese momento, la puerta chirrió al abrirse y Cartman entró.
Eric se detuvo un segundo en el umbral, notando de inmediato que Stan y Kyle lo miraban. No eran miradas hostiles, pero había algo cargado en el ambiente que lo hizo fruncir el ceño.
—¿Qué? —preguntó, con esa mezcla de burla y desapego que solo él podía transmitir en ese momento.
Cuando nadie respondió, cruzó la habitación hasta el pie de la cama y, con un tono que intentaba sonar casual, dijo —entonces, ¿cómo está nuestro hombre del momento? ¿Vas a sobrevivir a esto o vas a arruinar mi boda con tu funeral?
—Vivo, y no planeo morir pronto, no te preocupes. No me atrevería a arruinar tu boda —respondió Kenny con apatía, sin siquiera mirarlo.
Cartman observó a Kenny durante un par de segundos, analizando su reacción, luego miró a Kyle y a Stan. Hacía mucho tiempo que los cuatro no compartían el mismo espacio, pero sentía que todavía podía leerlos.
—Eso es genial —dijo con cuidado—, porque, ya sabes, otra cosa que podría arruinar mi boda, y también la de Kyle, tu amigo de toda la vida, sería si, no sé, mandaras a mi padrino a la cárcel. Eso definitivamente lo arruinaría todo. ¿No crees? Y, por supuesto, no vas a hacer eso.
—Eric —lo reprendió Kyle en un susurro.
—¿Qué? Además, es obvio que todo fue un accidente.
—No según lo que confesó Butters —intervino Stan, defendiendo a Kenny porque sabía que no tenía fuerzas para pelear con Cartman y que Kyle estaba comprometido.
—Butters no tiene idea de lo que está diciendo —desestimó Eric, cruzándose de brazos—. Y tú, Stan, harías bien en callarte, porque ahora Kenny y yo estamos hablando.
Stan frunció el ceño. —Butters empujó a Kenny por las escaleras, algo de lo que hay testigos. No puedes venir aquí a intentar persuadir a Kenny, que está en cama, para que no demande a Butters y esperar que yo me quede callado. Y sin ofender, Kyle, pero no me importa si es tu boda o no.
Eric sostuvo la mirada de Stan y finalmente puso los ojos en blanco. —Está bien, no hablaré de ninguna demanda, pero Butters está… un poco inestable emocionalmente, y no podemos culparlo por eso. Te advertí que no te acercaras a él.
Kenny levantó la mirada pero no dijo nada. Sabía que Eric, por una vez, no estaba del todo equivocado. Kenny fue quien persiguió a Butters cuando él le había dicho, muy claramente, que no lo siguiera. Y él… no escuchó. Porque Kenny nunca sabía cuándo dejar de insistir.
Algo en su expresión le dijo a todos que se sentía aún más miserable que segundos antes, porque Kyle finalmente decidió hablar. —Eric…
—Solo digo, Kyle, que tú y yo también tenemos la culpa. Ambos lo presionamos para que viniera cuando no estaba listo. Y si eso no es suficiente… —Cartman miró a Kenny otra vez—. ¿No crees que se lo debes? Después de todo lo que pasó.
Eric quería gritarle a Kenny y sacudirlo. Si años atrás Kenny hubiera intentado confesarle a Butters otra vez, probablemente estarían en la misma situación, pero al menos Eric no tendría ninguna culpa, o al menos, menos culpa. ¿Por qué Kenny no le dijo a Butters que estaba enamorado de él antes? Y, más importante, ¿por qué mierda se lo dijo ahora? ¿Era estúpido?
—No, ya basta —Stan, sintiéndose como años atrás, siendo el único que podía reaccionar y proteger a sus amigos, hizo un gesto para empujar a Cartman fuera de la habitación y estaba a punto de hacerlo cuando alguien golpeó la puerta y, sin esperar respuesta, la abrió.
Era Butters.
—¿Puedo pasar? —preguntó, aunque ya tenía un pie dentro de la habitación.
Parecía que nadie iba a responder hasta que se escuchó la voz muy suave de Kenny. —Sí, pasa.