Capítulo 10
11 de junio de 2025, 18:40
Mientras atravesaba la puerta automática para entrar al hospital, Butters no tenía idea de qué hacer con sus extremidades; se sentía como si hubiera olvidado por completo cómo caminar. No sabía cómo debía mover las piernas y los brazos y se preguntaba cuál era el ritmo que su respiración debía tener para no verse extraño.
La puerta se cerró con un golpe amortiguado y, tras unos treinta pasos incómodos, él y Bradley llegaron a la sala de espera, lugar donde se encontraba el resto de los que estaban en el hotel tras el accidente y nadie más. Se notaba que al tratarse de un hospital privado en un pueblo relativamente pequeño no solían tener mucho tráfico en el área de emergencias.
Red y Wendy estaban sentadas en un sillón de dos plazas pegado a la pared; frente a ellas, una mesilla, y sobre esta, dos tazas de papel con líquido tan caliente que humeaba. Al verlos llegar, ambas detuvieron su conversación.
Stan y Kyle estaban parados a unos pies de ellas. Antes de que Stan también notara su presencia, él había estado hablando rápidamente a un Kyle que simplemente lo miraba con expresión neutral. Ellos también cargaban vasos de papel en las manos.
De Eric no había rastro.
Las chicas pretendieron saludar tanto a Butters como a Bradley, pero en realidad solo miraban a Butters. Stan y Kyle, por su parte, ni siquiera fingieron que registraban la presencia de Bradley.
Bajo la mirada de todos sus ex-amigos, Butters se sintió otra vez indefenso. No era necesario que lo acusaran a viva voz; se les notaba en los ojos que todos creían que él había lastimado a Kenny a propósito.
Estar frente a ellos se sentía como años atrás, con él jurando que no tenía la culpa de nada, pero sabiendo que nadie le creía.
Entonces sintió cómo Bradley, con un movimiento al inicio dudoso pero luego firme, lo tomó de la mano y lo hizo salir de lo que pronto se convertiría en una espiral de pánico.
El calor de la piel de Bradley le recordaba que no estaba indefenso y solo como antes; ahora sí tenía un amigo a su lado que lo escuchó y creía en su inocencia.
—¿Cómo está Kenny? —Butters se atrevió a preguntar en voz alta.
—No lo sabemos, aún no han venido a decirnos nada. El paramédico dijo que, aunque parecía no ser grave, eran necesarios algunos estudios para descartar lesiones internas —Wendy fue la única que se animó a responder.
—Oh, entiendo. Entonces, debemos esperar —Butters sintió una imperiosa necesidad de juguetear con sus manos, golpear sus nudillos o tronar sus dedos para liberar un poco de estrés. Pero no lo hizo porque Bradley aún tenía sus dedos entrelazados con los suyos.
Por la cabeza de todos los presentes pasó la idea de tener una conversación trivial mientras esperaban noticias de Kenny, pero lo más probable era que todo terminara en reproches y palabras crudas. Butters aún les guardaba rencor, y el resto quería cuestionarle y, muy seguramente, reprocharle por los hechos recientes.
Butters y Bradley terminaron sentándose en el sillón más alejado del resto en la sala de espera. La tela azul marino que tapizaba el sillón era tan áspera que, cuando Butters puso las palmas sobre su superficie, por fin encontró dónde liberar el estrés, acariciando y rasguñando levemente la tela.
A pesar de verlo nervioso, Bradley no lo instó a desahogarse por miedo a que los oídos curiosos del resto los escucharan. En cambio, prefirió hablar de un tema seguro, como los pendientes de la oficina, los cuales iban de poco a nada, pues Butters se había encargado de adelantar todas las actividades en fila, mientras que Bradley avisó a los clientes que tomarían un periodo vacacional, previniendo que el trabajo pudiera acumularse.
—¿Quieres un café? Puedo traerte también un sándwich —dijo Bradley al ver a Butters llevarse la mano a la frente en un claro signo de cansancio, mareado, pues no había tenido la oportunidad de desayunar.
—Sí, vamos —Butters intentó levantarse, pero Bradley lo detuvo.
—No, yo me encargo. No me tardo —y, tras decir eso, se levantó como un resorte y caminó lo más rápido que pudo por el pasillo, en dirección a la zona de comida.
Butters miró a su alrededor y notó que Wendy y Red ya no estaban en la sala, mientras que Kyle y Stan parecían dirigirse a la recepción o a la salida.
Entonces, sabiéndose solo, cerró los ojos, recargó la frente sobre su mano derecha y enredó sus cabellos entre los dedos. Tironeó de ellos un poco y, aunque no quería, terminó recordando la expresión de Kenny mientras caía por las escaleras. Había sorpresa y susto en su rostro por la sensación de caer hacia el vacío; sin embargo, también había una pizca de algo que parecía desilusión.
Butters tenía dificultades para entender qué había pasado entre ellos, más allá de lo que literalmente ocurrió y se dijeron.
Kenny se disculpó, y la disculpa no fue suficiente para Butters. Las cosas debieron terminar ahí, pero, por algún motivo, Kenny creía que aún había asuntos que tratar entre ellos. Como si pudiera decir algo que hiciera que Butters cambiara de opinión y lo perdonara.
Entre las miles de cosas que Kenny podría haber dicho, eligió decirle que nunca dejó de amarlo, y Butters no podía entender en qué momento Kenny empezó a amarlo. Cuando estaban en la universidad, ninguna de sus acciones indicó que hubiera tenido sentimientos románticos por él.
Creyó que Kenny mentía, y era tremendamente ofensivo que lo hiciera. Lo suficiente para darle un empujón para que lo soltara.
Pero ahora que estaba en esa sala de espera y todas sus emociones habían vuelto a una semi-normalidad, intentaba ver más allá de la literalidad en las palabras de Kenny. Porque no podían significar lo que eran. Butters no tenía tan buena suerte.
El Kenny que Butters recordaba era sensible, empático y compasivo con todos. Salvo cuando quería sexo casual, aunque incluso en esas circunstancias Kenny siempre fue claro con lo que quería recibir y lo que daría a cambio.
Ahora Butters imaginaba que Kenny decidió decirle que lo amaba como una especie de expiación. Recordando lo mucho que Butters lo había querido y suponiendo que, si ahora le daba lo que tanto quiso en los años de universidad, eso lo haría sentir mejor.
Entonces Butters podría rechazarlo, y por fin estarían a mano. De alguna manera, Butters recuperaría mágicamente esa dignidad que perdió doce años atrás. Era muy rebuscado, pero era lo único que para él tenía sentido. Porque en su afán por hacer las cosas bien, Kenny a veces era bastante imbécil.
Sí, eso tenía sentido. Kenny pensaba que le estaba haciendo un favor y no se esperaba que Butters aún estuviera enamorado de él. Que el dolor que sentía en el pecho y subía hasta su garganta le fuera tan familiar que no recordara sentirse de otra manera nunca en su vida.
Se preguntó qué cara pondría Kenny si, en lugar de rechazarlo, le decía que qué bueno que jamás dejó de amarlo, porque él se sentía igual. Nunca dejó de amarlo.
Podría abrazar a Kenny y, en silencio, rogar que la culpa hiciera que él no pudiera retractarse de sus palabras. Entonces Butters podría ser tan feliz como su yo de veinte años siempre anheló.
Sonrió amargamente y se llevó la otra mano a la cabeza. Ahora ambas palmas estaban sobre su frente y ojos, y sus dedos enterrados en el cuero cabelludo.
Qué ridículo era.
No importaba cuánto quisiera perdonar a Kenny. La realidad era que, incluso si Kenny hablaba en serio, Butters no podía perdonarlo.
Había una barrera invisible en su cerebro que se encargaba de gritarle mil y un improperios cada vez que contemplaba la idea de perdonar.
Esa barrera le decía que si Kenny en verdad lo amaba —o lo había amado en aquel tiempo—, entonces todo era infinitamente peor. Eso significaba que a pesar de amarlo lo dejó a su suerte, solo. Vio cómo todos lo trataban como basura y no dijo nada. Porque era más fácil mirar a otro lado.
¿Cuántas veces Butters tenía que arrojar a Kenny escaleras abajo para perdonarlo? Porque ya lo había hecho una vez, y aún no podía perdonarlo.
Mentira.
Ya lo había perdonado. Lo perdonó cuando lo volvió a ver en la entrada del hotel.
Pero, lógicamente, no lo perdonaba.
Le empezaba a doler la cabeza.
Butters era un perfecto cuadro de ansiedad y tristeza. Cuando Kyle, también aprovechando que estaban solos, decidió que ese era el mejor momento para acercarse a él.
—¿Podemos hablar? —dijo Kyle con la voz más calmada que Butters le hubiera escuchado.
—No.
—Sabes que necesitamos hacerlo.
—¿Dónde está Eric? —preguntó Butters mientras se ponía de pie. Se sentía primitivamente incómodo por estar sentado mientras Kyle estaba parado frente a él.
Kyle dio un corto paso hacia atrás para darle el espacio que parecía necesitar.
—Tuvo que volver al hotel. Un miembro del staff también los vio discutir, a ti y a Kenny, y lo reportó. Yo no me preocuparía —continuó diciendo para no alarmarlo—. El hotel está tratando de evitar una demanda por negligencia. Kenny es el único que podría presentar cargos contra ti, y no creo que él —cortó sus palabras intencionalmente, luego continuó—. Eric se está encargando de todo. No tienes de qué preocuparte. Él es muy bueno en lo que hace.
Había una nota de orgullo en la voz de Kyle que hizo que, súbitamente, a Butters se le llenara la boca de bilis. Kyle no merecía sentirse orgulloso de lo exitoso que era su prometido. No cuando no había contribuido a su éxito, sino todo lo contrario.
Kyle no estuvo ahí para apoyarlo a llegar hasta donde estaba; fue Butters quien siempre estuvo, física y emocionalmente. Kyle no tenía derecho a presentarse ahora y cosechar aquello por lo que no trabajó.
—Yo sé que Eric es bueno. He estado con él todos estos años. No hay nada que puedas decir sobre él que yo no sepa ya.
Al principio Kyle lo miró sorprendido, luego un brillo de dolor apareció en sus ojos e instintivamente desvió la mirada. Pasó un momento en silencio. Hasta que se escucharon pasos por el pasillo y finalmente apareció el doctor asignado a Kenny.
—¿Familiares de Kenneth McCormick? —preguntó, mirándolos.
—Sí —contestó Kyle de inmediato—. ¿Cómo está?
—Bien —anunció el médico con una sonrisa tranquilizadora, diciéndoles que su rostro de cansancio se debía a la falta de personal y nada relacionado con la salud de Kenny—. Ahora está trasladándose a su habitación y puede recibir visitas. Vamos a mantenerlo en observación el resto del día, y si todo sigue bien mañana podría darse de alta.
Un suspiro escapó de los labios de Butters; tenía un peso menos sobre sus hombros.
—¿Quieren pasar a verlo? —preguntó el doctor—. Es mejor que converse con gente que lo conoce; así será más sencillo detectar si algo anda mal.
—Sí —contestó Butters de inmediato, sin pensarlo, porque sus ganas de cerciorarse de que Kenny estaba bien hacían que olvidara que debía estar dudose de verlo.
El doctor llamó a una enfermera para que les indicara el camino y ambos la siguieron hasta que llegaron a la habitación. Fue cuando la enfermera empezó a abrir la puerta que Butters por fin recordó que, hubiera sido intencional o no, Kenny estaba en esa habitación por su culpa.
Estaban en un hospital privado, probablemente pagado por Kyle, así que la habitación asignada a Kenny era lo suficientemente amplia como para contener, además de la cama y una cómoda, una televisión, un sillón reclinable y un sofá cama individual, todo perfectamente iluminado gracias a una amplia ventana al fondo de la habitación.
—Cualquier cosa que necesiten, pueden presionar el botón de... oh —la mujer formó un cómico círculo con los labios, confundida al ver que la cama donde se suponía debía estar Kenny se encontraba vacía. Luego revisó la pequeña tableta que cargaba en su mano derecha mientras primero decía en un murmullo y luego con voz normal —Estamos en la habitación correcta, la 8. El paciente aún debe estar en camino, pero pueden esperarlo aquí. —Al terminar de hablar, señaló el sillón y se retiró.
—Butters...—Estando solos Kyle intentó retomar su conversación.
—Te dije que no quiero hablar. —Butters lo interrumpió. El aire en la habitación se volvió súbitamente denso, e incluso pareció que la iluminación se atenuó a causa de una nube negra que surcaba el cielo sobre ellos.
Pero Kyle lo ignoró. —Quiero disculparme por lo que pasó en la universidad —dijo—. Tenías razón. Debí haber escuchado lo que decías. No te entendí y, por culpa de eso, eché a perder mi relación con Eric y te hice pasar un muy mal rato. Nunca fue mi intención que pasara todo lo que pasó. Solo estaba confundido y muy equivocado. Lo siento. Si pudiera hacer algo para arreglar el pasado, lo haría.
Butters escuchó a Kyle sin interrumpir, pero frunciendo el ceño con cada palabra.
—¿Hacerme pasar un mal rato? —bufó—. Qué manera tan casual de decir que casi me arruinaste la vida. Hiciste que todos mis amigos dejaran de hablarme, hiciste que me expulsaran y arruinaste mis oportunidades de conseguir un buen trabajo por años... —Butters continuó gritando—. Siempre me pareciste tonto, pero esto te supera —su voz era una mezcla de indignación y burla, todo glaseado con veneno puro.
Kyle cerró los ojos brevemente. Pero antes de hacerlo, en ellos se podía ver que, desde un principio, sabía perfectamente que Butters no lo iba a perdonar. Y que antes de empezar la conversación se había prometido que dejaría que Butters se desahogara.
—No tienes idea de lo mucho que nos costó recuperarnos —siguió Butters—. Pero, ¿cómo vas a tenerla? Para ti solo era una escuela. Si te hubiera pasado lo mismo, si te hubieran expulsado, tu papi solo hubiera pagado una nueva escuela, tal vez en otro país. ¡Yo me maté estudiando para conseguir esa plaza! ¿Dime? ¿Tu papá también usó sus palancas para conseguirte ese puesto en la firma donde trabajas ahora? ¿Sabes lo que es trabajar por lo que tienes?
Kyle siguió sin hablar, y su silencio, por algún motivo, hizo que Butters se enfadara más.
—No. No lo sabes. Por eso no puedes realmente sentirlo, porque no puedes dimensionar cuán arrepentido por lo que hiciste deberías estar. No te atrevas a disculparte. A ti, menos que a nadie, jamás te voy a perdonar —Butters terminó de hablar con un volumen mucho más alto del que había usado al comenzar.
Sus palabras se escucharon con tal fuerza que una enfermera que pasaba por fuera de la habitación dio un suave golpe a la puerta y la abrió muy ligeramente para que pudieran escucharla reprenderlos. —Por favor, bajen la voz. El resto de los pacientes y sus familiares necesitan silencio.
—Lo sentimos. Claro, bajaremos la voz —dijo Kyle, tan preocupado por todo menos por los reproches de Butters, que al rubio le dieron ganas de seguir gritando.
—Butters. Lo siento —Kyle intentó apaciguarlo al ver que seguía enfadado—. De verdad lo siento. Y sé que no me vas a creer, que no me vas a perdonar, y yo voy a vivir con ese error para siempre. No voy a pretender que lo que pueda sentir al respecto se compare ni un poco con lo que sientes tú. Porque sé que no es así.
Kyle se veía sincero. Decía las palabras correctas, tan malditamente perfecto, que Butters inmediatamente rodó los ojos.
—Imbécil.
—Sé que es mucho pedir —Kyle omitió el insulto—. Aunque no puedas perdonarme, quisiera que, por el bien de Eric, puedas tolerar mi presencia.
Butters hizo una mueca y cruzó los brazos, claramente indignado ante la petición.
—Sé que eres una persona muy importante para Eric —continuó Kyle—, y ahora que él y yo vamos a casarnos, tú y yo seguramente tendremos que vernos más seguido, y no quiero que Eric se sienta incómodo.
—Ustedes no se van a casar —sentenció Butters de inmediato.
—¿Perdona? —Kyle respondió con una mezcla de incredulidad real y ofensa.
—Que ustedes no se van a casar —repitió Butters, esta vez más lento, insultando la inteligencia de Kyle—. Yo no voy a permitir que Eric cometa un error como ese.
Kyle parpadeó. —Tú no puedes permitir o no nada.
—¿Crees que no puedo? ¿Quién de los dos conoce mejor a Eric? ¿Tú o yo? ¿A quién crees que él aprecia más? ¿A la persona que quiso arruinar su vida? ¿O a mí? ¿Yo, que he estado a su lado todos estos años, que nunca lo abandoné, que siempre lo he apoyado? Yo, que sí lo quiero de verdad.
—No te entrometas —dijo Kyle, enojado, pero aún controlándose.
Butters, por primera vez en todo ese tiempo rodeado de personas que lo hacían sentir que no valía nada, se sintió en control de la situación.
—Si yo no te puedo perdonar, ¿de verdad crees que Eric lo hará? ¿Que él, de entre todas las personas, realmente te ha perdonado? Dime, ¿te ha contado por todo lo que pasó para llegar hasta donde está? ¿Has tenido el valor de preguntarle?
Kyle ahora tenía el ceño fruncido y toda la espalda recta, rígida como tabla, dispuesto a pelear con algo más que palabras si Butters daba el primer paso. Butters, por su parte, aunque tampoco estaba relajado, se sentía más grande porque cargaba muchos ases bajo la manga.
—Eso es entre él y yo —Kyle usó una voz más grave de lo normal para contestar—. Sé que estás enojado, y sí, probablemente tú y Eric hayan pasado muchas cosas juntos, pero él y yo también hemos vivido muchas cosas juntos, y no creo que a él le guste saber lo que estás diciendo ahora. Quiero que llevemos las cosas en paz, porque no es justo que quieras poner a Eric en esta posición de tener que elegir.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que me elija a mí? Él sabe que yo no tengo que casarme con él para estar a su lado en las buenas y en las malas.
Kyle se tomó un momento. Su silencio era más pesado que cualquier grito, antes de responder con una voz baja, casi compasiva, pero con un filo acerado. —Butters, sé que Eric y tú han pasado mucho, pero no te va a elegir.
Butters se burló con un bufido, pero, muy en el fondo se asustó. Él y Eric lo habían vivido casi todo juntos, pero, al mismo tiempo, Butters sabía cuánto Eric había amado a Kyle. Y estaba seguro de que aún lo amaba. Tanto como Butters amaba a Kenny.
De verdad creía que podía hacer a Eric recordar lo mucho que habían sufrido por culpa de Kyle y hacerlo entrar en razón. Pero ¿y si no lo lograba? ¿Si Eric, a pesar de todo, lo abandonaba y elegía a Kyle? Como todos sus ex amigos lo hicieron antes. Como Kenny lo hizo. Todos siempre preferían a Kyle, y él de verdad odiaba a Kyle.
—Hace años yo tenía la razón. ¿Por qué crees que no la tengo ahora? Te lo estoy diciendo. De hecho, deberías considerar que te estoy haciendo un favor. Tan pronto Eric deje de estar cegado por esta fantasía, va a recordar quién eres realmente. Deja de perder el tiempo y no lo molestes más. No sabes lo mucho que me costó hacer que se recuperara de todo el daño que le hiciste. ¿Por qué quieres volver a lastimarlo? ¿Por qué eres tan egoísta?
—¡Ya basta! —Kyle ya se había cansado de escuchar, porque se sentía en deuda con Butters—. No quiero pelear contigo. Dejaré pasar lo que estás diciendo solo porque sé que estás enojado.
—Oh, gracias. Kyle, siempre tan bueno —Butters se burló de nuevo—. Tú no tienes vergüenza, nunca la has tenido. Por eso te metiste con Eric, aun sabiendo que era el novio de tu supuesta mejor amiga.
—Yo empecé a salir con Eric meses después de que él terminara con Heidi —alegó Kyle, como si estuviera cansado de pelear contra ese argumento. Después respiró más fuerte de lo normal, haciendo notar lo muy irritado que se sentía. —¿Qué quieres que haga? No voy a dejar a Eric. Nunca voy a renunciar a él.
—Ya veremos.
—Butters, tú no eres así.
—Tú no sabes ni una mierda de cómo soy ahora —Butters, por su parte, estaba lejos de tranquilizarse.
—Todo este odio no es bueno. No actúes como si de verdad hubieras tenido la intención de empujar a Kenny por las escaleras.
Kyle lo dijo con sencillez, como si fuera algo inocente, pero era obvio que, muy en el fondo, quiso lastimarlo, devolverle un poco del ataque por las amenazas que le profirió al decir que lo separaría de Eric.
—¡Y tú no actúes como si Kenny no se lo hubiera merecido!
Kyle, por fin, se quedó sin palabras y Butters se sorprendió de sí mismo. No había tenido la intención de decir semejante cosa. Fue el calor del momento.
Entonces, de pronto, se escuchó una voz al otro lado de la puerta de la habitación, que aún estaba semi abierta, y ambos desviaron la mirada hacia esa dirección.
—¡Kenny! —Esa era la voz de Karen. Clara, reconocible, y cargada de urgencia.
Kyle reaccionó casi al instante, volviéndose hacia la puerta para abrirla. Y al hacerlo, se encontró con que Kenny estaba ahí, justo afuera, sentado en una silla de ruedas.
Karen, quien parecía recién llegada, lo sostenía de las manos y hablaba rápidamente, diciendo lo muy preocupada que había estado al enterarse de su accidente.
Kenny tenía la piel pálida, los labios apretados, y los ojos fijos en el suelo. Evitaba mirar hacia dentro de la habitación, a Kyle, y especialmente a Butters.
Kyle tragó saliva e hizo la temida pregunta. —¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Kenny no respondió. Solo negó con la cabeza, una sacudida breve. Pero ese gesto fue suficiente para que tanto Kyle como Butters supieran que Kenny escuchó al menos las últimas palabras de Butters.
Karen se enderezó, limpiándose el rostro con la manga, en algún momento, por el alivio de ver a su hermano a salvo, comenzó a llorar de alegría.
—Vamos, idiota —le dijo a su hermano, con afecto feroz—. ¿Esta es tu habitación? Vamos a la cama. Hubiera llegado antes, pero nadie me avisó de nada, y estoy furiosa con todos.
—Sí, esta es la que dijo la enfermera, —contestó Kenny aún ocultando la mirada.
Entonces Karen lo guío hasta su cama, ignorando a todos y siguiendo diciendo lo muy preocupada que estaba por él.
Tan pronto como Karen empezó a ayudar a Kenny a subir a la cama, Butters salió de la habitación con pasos apresurados. Casi empujó a Kyle para que se quitará del camino. Pero justo al salir, se detuvo en seco.
Delante de él estaban Eric, Bradley, Stan, Wendy y Red. Todos parecían haber llegado con Karen. Ninguno lo miraba con reproche, lo que significaba que no habían escuchado nada de lo que él y Kyle hablaban.
El único que obviamente los escuchó fue Kenny.
Bradley fue el primero en moverse. Tenía un sándwich sellado dentro de un empaque plástico en la mano.
—Toma —le ofreció con suavidad.
Butters negó con la cabeza.—No tengo hambre.
—Pero…
—Necesito aire.— No era necesario que le dijera a Bradley que no lo siguiera, él lo entendió perfectamente.
Empezó a caminar, sin dirección, con pasos erráticos. El pecho le dolía. Sabía bien lo que había hecho mal, pero además tenía la certeza de que había arruinado algo más.
Entonces, una mano lo sujetó del brazo.
Se volvió, esperando ver a Bradley, pero en su lugar se encontró con Eric, quien lo miraba como si pudiera leer —e incluso comprender— cosas que ni él mismo entendía.
—Tienes que venir conmigo —dijo, serio—. Tenemos que hablar.
Butters lo miró a los ojos. Eran como un mar oscuro, sin orilla a la vista.
Giró el rostro un poco y vio a Kyle, que recién salió de la habitación y ahora estaba con los otros, algunos pasos atrás, viéndolo.
Kyle estaba molesto. Claramente. No quería que Eric se fuera con él. Y Butters, dos minutos atrás, habría usado eso. Habría jugado con esos celos como lo había estado haciendo hacía nada.
Pero ahora no quería ganar.
Se sentía enfermo. Como si todo el veneno que había esparcido se le hubiera devuelto y ahora corriera por su propia sangre.
Y solo quería vomitarlo.
—Quiero estar solo…
—Qué lástima por ti entonces,—declaró Eric y agarrándolo fuerte del brazo lo arrastró fuera del hospital.