ID de la obra: 110

Crímenes de Caramelo

Slash
NC-17
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3
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autor
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Maxi, escritos 99 páginas, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo 1

Ajustes de texto
Butters tenía dos cuentas de correo electrónico, una para el trabajo y otra personal. Su dirección laboral era bastante predecible, consistía en su nombre completo seguido del dominio del bufete de abogados donde trabajaba. Su cuenta personal, en cambio, era más imaginativa; o eso le gustaba pensar. Era un juego de palabras que hacía tiempo había dejado de parecerle gracioso y ahora solo le traía malos recuerdos. Para ser honesto, escribir su usuario y contraseña lo deprimía, pero como la nostalgia le impedía cambiar la dirección, había optado por revisar su correo personal solo cuando sabía que recibiría algo importante. Nunca había tenido problemas con esta decisión, ya que su bandeja de entrada solía estar llena de boletines a los que lo habían suscrito en contra de su voluntad, ofertas de supermercados y algún que otro intento de estafa; así que se sintió genuinamente perturbado cuando su amigo Eric le envió un SMS preguntándole ¿por qué aún no había confirmado su asistencia a su fiesta?                               [ Cuál fiesta? ]>       <[ Revisa tu correo y llámame ] Butters se acercó a la silla giratoria frente al escritorio de su oficina y recostó su espalda contra el cuero sintético antes de abrir su portátil para buscar la susodicha invitación. Imaginó que sería una invitación a uno de los tantos eventos que Eric organizaba en honor a sí mismo y a su firma. Uno de esos actos de puro egocentrismo que Butters le perdonaba porque creía que Eric merecía celebrarse. Después de todo, su amigo había tenido muchos problemas para graduarse y entrar al mercado laboral; así que era digno de celebración que, en cuestión de unos pocos años, su firma pasara de ser una pequeña oficina donde solo cabían él y su gato, a una de las firmas de derecho penal más grandes e importantes del país. La firma tenía tan buena reputación que más de una vez, Butters se sintió tentado a aceptar la invitación de Eric para trabajar con él, pero nunca cedió. Su especialidad era el derecho fiscal, y no tenía interés en cambiar de área en esta etapa de su carrera. Movió el cursor por la pantalla de la computadora y alzó las cejas tanto como pudo al leer el asunto del último correo que Eric le había enviado. [ ¡¡¡Estás invitado a mi fiesta de compromiso!!! 🍾🥂] Tardó menos de un segundo en hacer clic en el asunto. Tenía mucha curiosidad porque, hasta donde sabía, Eric no tenía una pareja estable. De hecho, sus millones le habían permitido tener un desfile interminable de personas colgadas de su brazo; pero ninguna lo suficientemente interesante como para durar más de un par de meses. Su sorpresa fue reemplazada de inmediato por un ceño fruncido cuando el correo cargó, y la pantalla le mostró una foto de Eric y su prometido. Ambos sonreían a la cámara, pero era Eric quien mostraba a la cámara su mano adornada con un anillo de compromiso de platino con un diamante cortado en forma de esmeralda. El diamante era uno de los más grandes que Butters había visto, lo cual ciertamente satisfacía los gustos de Eric, pero no tan llamativo como para ser de mal gusto, lo que claramente satisfacía los gustos del prometido de Eric. Butters lo sabía porque, a pesar de no haberlo visto en años, podía decir que conocía perfectamente al prometido de su amigo. Kyle Broflovski. El exnovio de Eric, aquel que le había roto el corazón y arruinado su reputación tras terminar con él. Kyle, que estaba en el top 10 de personas que Butters más odiaba porque también había arruinado su vida. La mente de Butters lo transportó doce años atrás, a cuando caminaba por los pasillos de la universidad y notaba como todos se apartaban al verlo pasar. Podía escucharlos susurrar mientras le lanzaban miradas de asco. Butters fingía que no pasaba nada, que los rumores eran solo rumores y que las mentiras no podían hacerle perder nada más de lo que ya había perdido. Su “novio,” o amigo con derechos, o lo que fuera que había sido; ya lo había abandonado. Sus “amigos” ya le habían dado la espalda. Sus profesores ya lo ignoraban. Estaba seguro de que la chica de la cafetería escupió en su café y sabía que las cosas no podían empeorar. Pero lo hicieron. El jefe de departamento apareció frente a él y le pidió que lo acompañara. Las mentiras, de hecho, aún podían hacerle daño porque habían llegado a oídos de los miembros de la junta directiva de la universidad, y estaban reconsiderando la viabilidad de tener a alguien como Butters como candidato para el programa especial. De hecho, estaban cuestionando la viabilidad de tenerlo como estudiante en la institución. Kyle fue uno de los responsables de que las cosas salieran tan mal. Trató injustamente tanto a Butters como a Eric. Por eso Butters no entendía “¿Cómo podía Eric estar ahora a su lado? ¿Cuándo se habían reencontrado? ¿Por qué lo había perdonado Eric? ¿Por qué se habían comprometido?” Todas esas preguntas sin respuesta fueron interrumpidas por la llegada de un nuevo mensaje a su celular.             <[ Entonces? ] Butters miró la pantalla sin saber qué contestar. Sentía que estaba exagerando, pero que Eric decidiera volver con Kyle y, peor aún, comprometerse con él, le parecía una traición a su amistad y una bofetada en la cara. La pantalla volvió a iluminarse, ahora acompañada por un tono de llamada, y Butters contestó de inmediato. —¿¡Te comprometiste con Kyle!? —Fue mitad pregunta mitad acusación—. ¿En qué estabas pensando? —Asumo que no estás feliz por mí entonces —La voz de Eric era calmada, casi carente de emoción en comparación con la de Butters. —¿¡Feliz!? ¿Por qué estaría feliz? —Porque es mi compromiso. —¿¡Esto es una broma!? —No es una broma. —¿No es una broma? —Por Dios, no. No es una puta broma. —Pero—¡Kyle! ¿Es en serio? De todas las personas del mundo. ¿Por qué te comprometiste con él? —¿Por qué mierda me comprometería con alguien si no es porque lo amo? Maldita sea, Butters —Eric hizo una pausa breve—. Sabes, fue un error llamarte ahora. Es mejor que hablemos después. Cuando te hayas calmado. Butters respiró hondo, recordándose que ya no era un adolescente sumergido en dramas sobre lealtades y traiciones. —No, no, lo siento. Solo estaba sorprendido. Fe-Felicidades, supongo. —Le costó mucho decir esas palabras. Un silencio incómodo inundó la línea. —¿Vas a venir a la fiesta de compromiso? —preguntó Eric. Sonaba serio y molesto, lo cual era justificado porque Butters, su mejor amigo, había reaccionado de forma negativa y visceral ante el anuncio de su compromiso. Pero Butters no podía evitarlo, tenía motivos muy razonables para su reacción. Butters volvió a mirar la pantalla. La fecha de la fiesta de compromiso era dentro de dos semanas, en un pueblo a tres horas de su ubicación, así que tenía tiempo suficiente para organizar sus asuntos y tomarse un descanso para ir a la fiesta de compromiso de Eric. Incluso quedarse con él unos días más. Sus ojos regresaron a la foto de Eric y Kyle, se veían tan felices. Butters realmente quería compartir ese momento de alegría con Eric, pero no podía soportar ver a Kyle ni siquiera en una foto. Era evidente que Eric ya lo había perdonado, pero Butters no podía imaginarse a sí mismo compartiendo la misma habitación con Kyle sin lanzarsele encima. Eric no lo sabía, pero la última vez que Kyle y Butters se habían visto cara a cara, Butters había dejado toda su dignidad de lado y se arrodilló ante él para suplicarle que los ayudara tanto a él como a Eric, y Kyle, con una mirada helada, respondió que era su problema, que ellos se lo habían buscado y merecían lo que les pasara. Nunca los ayudaría. Recordarse a sí mismo, de rodillas y con las palmas en el suelo, llorando, le daban ganas de matar a alguien. —No, lo siento. Estoy ocupado. —Mentiroso —Eric bufó—. Butters, es mi compromiso. —Lo sé, pero no puedo asistir. —¿Y supongo que tampoco vas a poder venir a mi boda? El silencio llenó de nuevo la línea. —Necesito que estés conmigo, es un día importante y quiero que estés ahí —Eric exhaló lentamente—. Mira, pensaba pedírtelo durante la fiesta, pero quiero que seas mi padrino. La saliva de Butters se volvió repentinamente muy espesa y difícil de tragar. —Yo no… —No me des una excusa estúpida —lo interrumpió Eric. —¿Qué quieres que diga? —Butters se rascó la cabeza con tanta fuerza que se lastimó el cuero cabelludo. —Que vas a venir a la estúpida fiesta y serás mi padrino porque eres mi mejor amigo y sabes que tienes que estar. —Pero te vas a casar con Kyle y si él va a estar, también estarán… —El imbécil de Stan y el idiota de Kenny, y muchos más de los otros imbéciles de la universidad. Lo sé, pero todos ellos me importan una mierda. Además, ya saben la verdad. —¿Lo saben? ¿Cómo saben la verdad? —Por fin logré engañar a Heidi para que lo contara todo. Te dije que lo haría. Me tomó años, pero esa perra no iba a ganarme. —Oh. —Butters no sabía cómo reaccionar. Su vida habría sido muy distinta si Heidi hubiera dicho la verdad hace años—cuando Butters sentía que su vida se caía a pedazos y nunca volvería a estar completa—pero ahora esa verdad se sentía tan insignificante. —¿No quieres que te vean ahora? ¿Que vean lo jodidamente bien que te va? Que se traguen sus palabras y, si tienen agallas, te pidan perdón. Kyle también planea disculparse contigo. —Ya no me importa eso. —Eso era una mentira. Le importaba tanto que sonrió levemente con la idea de que Kyle, Stan y especialmente Kenny le pidieran perdón. Pero, después de eso, ¿qué pasaría? Si no los perdonaba, volvería a su vida sabiendo que ahora él era quien decía “no”. ¿Eso lo haría sentir bien? Probablemente. Pero, ¿ellos merecían una oportunidad para disculparse? Por otro lado, si los perdonaba, ¿a dónde los llevaría eso? Habían pasado doce largos años y todos eran muy diferentes ahora, tenían vidas, nuevas relaciones, probablemente familias. Butters no encajaría. Entonces, esa pequeña satisfacción de sentirse reivindicado venía acompañada de una posibilidad que no quería enfrentar. Estaba solo y seguiría estando solo. Si nada iba a cambiar, ¿cuál era el punto de obligarse a tragar esa píldora amarga? —Si ya no te importa, entonces ¿cuál es el problema? Solo ven —dijo Eric. —No me importa lo que piensen de mí ahora ni si se sienten culpables. No me interesa saber nada de ellos, mucho menos verlos. —No se trata de ellos, se trata de mí. ¿Somos mejores amigos o no? ¿Vas a dejar que ellos también te quiten este momento, después de tantos años? Butters soltó una risita sarcástica. —Hablas como si no fueras tú quien decidió comprometerse con Kyle. Pensé que tenías algo de amor propio. —Vete al diablo, Butters. La diferencia entre tú y yo es que yo sí tengo agallas. Yo consigo lo que quiero, no me importa lo que piensen los demás. No me niego cosas por miedo. ¡Te estoy diciendo que todos saben la verdad! ¡Toda la verdad! Van a tener que mirarte a la cara sabiendo todo lo que hicieron mal, y tú les tienes miedo. Si no quieres perdonarlos, está bien, no te estoy pidiendo que seas su mejor amigo, sino el mío. Butters se mordió el labio inferior. —Eric, me alegro por ti, de verdad, podemos celebrar todo lo que quieras después, pero no voy a someterme a ninguna situación que no… —Esta bien, me da lo mismo —Eric lo interrumpió. Después Butes solo escuchó el tono intermitente de la llamada finalizada. La acción hizo que Butters se quedara escuchando el tono, inmóvil, más tiempo del necesario, antes de que arrojara el teléfono sobre el escritorio, como si el aparato tuviera la culpa de que ahora él supiera poner límites y de que Eric lo odiara por eso. Enterró ambas manos en su cabeza y se repitió a sí mismo que no ir a la estúpida fiesta de compromiso ni a la futura boda de Eric era una buena decisión. No tenía miedo. Simplemente no quería revivir eventos traumáticos y eso estaba bien. Eric podía estar tan enojado si quería, Butters no tenía que ceder. Ya no era ese chico ingenuo que había sido en la universidad. Ese que aceptaba todo porque creía que la felicidad de los demás era más importante que la suya. En ese entonces, cuando era un idiota y hacía cosas que lo lastimaban solo para ver felices a las personas que amaba. Cosas como meterse a la cama con Kenny, aun sabiendo que su amigo no sentía nada por él, todo porque lo amaba. En esa época era tan tonto y débil que incluso se degradó y lastimó en una relación no correspondida una y otra vez porque, cuando le dijo a Kenny que ya no quería acostarse con él, la sonrisa de su amigo desapareció y sus ojos se apagaron. Butters no quería ver a Kenny triste, así que siguió entregándole su cuerpo y su autoestima, a pesar de saber que todo lo que estaba haciendo era ahorrarle a Kenny el esfuerzo de buscar a alguien cada vez que quería tener sexo. Todo para que, al final, Kenny, como todos los demás, le diera la espalda cuando las cosas se complicaron. —Maldita sea —Butters se frotó los ojos con fuerza al sentir que las lágrimas comenzaban a formarse. Hacía años que no lloraba por el pasado, era tan patético hacerlo ahora, en medio de su oficina. Se levantó y pateó la silla, haciendo que ésta cayera sobre una pequeña mesa a su derecha y tirara la estatuilla metálica que la adornaba. La decoración se estrelló contra el suelo haciendo un estruendo que se escuchó fuera de su oficina. Tan fuerte que su secretario, Bradley, abrió la puerta de inmediato sin tocar. —¿Estás bien? ¿Qué fue ese ruido? —Los ojos de Bradley vagaron por encima de la estatuilla en el suelo, a la silla, y luego a Butters. —Me tropecé —explicó Butters y cerró inmediatamente su computadora portátil al notar que los ojos de su secretario finalmente se posaron sobre la pantalla, distinguiendo claramente la foto de Eric y Kyle. —¿Estás bien? —preguntó de nuevo Bradley, esta vez con menos urgencia y una ceja arqueada. Además de ser su secretario, Bradley era un buen amigo y muy perceptivo, así que le resultaba fácil notar que Butters mentía. Dada la situación, era tentador desahogarse, pero Butters no podía hablar de ese problema. De hecho, nunca le había contado a Bradley, ni siquiera por error, nada sobre Kyle, Stan o Kenny. Honestamente, nunca tenía ganas de hablar sobre la universidad. —Sí, estoy bien. Me voy a casa, nos vemos mañana —Butters agarró su abrigo, su teléfono y su maletín, y casi salió corriendo del lugar. —Nos vemos mañana —Bradley lo vio salir antes de empezar a acomodar él mismo el desorden en la oficina.
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