Un susto de muerte
16 de octubre de 2025, 20:06
۞ CAPÍTULO 1: Un susto de muerte ۞
Ese día no tenían tiempo para estupideces. Pero las hicieron. Luego lo lamentaron ampliamente, y entonces ya no había nada que hacer.
En la sala común de Gryffindor, los alumnos de casi todos los grados tomaban un respiro antes de ir a dormir. Excepto los de segundo, que trabajaban bajo la luz de las lámparas en la sala común. Gilderoy les había encargado un ensayo de "Vacaciones con las brujas", consultando por lo menos tres segundas fuentes (todos libros de él, claro) de un día para otro, porque supuestamente se habían atrasado con los temas por su lento aprendizaje y esa era la mejor manera de enseñarles hábitos de estudio. Para colmo, fijó la fecha del examen en esa misma semana. Cuando se quejaron con McGonagall, ella prometió ir a hablar con él pero no aseguraba nada, y les aconsejó hacer el trabajo.
-Solo habla y habla en clases –dijo Ron, torciendo los ojos-. Por lo menos no ha encargado tarea.
-Bueno, Ron, el profesor nos cuenta de su amplia experiencia porque no necesita libros -respondió Hermione, corrigiendo un borrón casi invisible-. Deberíamos tener más clases con él.
-Como seguramente leyeron en mi autobiografía El Encantador, la mejor arma es la experiencia y los buenos reflejos -dijo una voz al fondo de la sala común
El trío de oro volteó a toda velocidad, para descubrir a George haciendo una imitación de Gilderoy, incluyendo los gestos de las manos.
-Aunque ustedes, principiantes tardarán años en llegar a mi nivel de estupidez -continuó George, mientras se señalaba la cabeza-. Hace falta comer muchas heces de troll y darse suficientes golpes en la cabeza.
Los otros de segundo que estaban haciendo tarea estallaron en carcajadas. George hizo una reverencia al estilo de Gilderoy, con una cara de seriedad total, y comenzó a besarle las manos a las chicas, haciendo ruidos de flatos cada vez que se inclinaba. Una que otra admiradora presente se pudo dar por ofendida, pero nadie salió en defensa del profesor. Hasta las admiradoras estaban molestas con Gilderoy en ese momento.
George repitió su actuación en varios grupitos de alumnos, que lo celebraron ampliamente. Poco a poco, la sala se fue vaciando de alumnos. Hasta Ginny enrolló su revista y se marchó alrededor de la medianoche. Los de segundo seguían escribiendo a gran velocidad, deteniéndose para masajearse las manos y recargar tinta. Hermione, la más adelantada en el trabajo, levantó de repente la cabeza y se quedó muy pensativa por un rato. Dean llegó luego al mismo punto y se rascó la cabeza.
-Hermione, ¿qué hiciste con el capítulo 7? -preguntó Dean, revisando una hoja y luego otra.
-Todavía no sé qué hacer -suspiró Hermione-. No entiendo como incluir lo de los Cárpatos en el cuadro sinóptico que pide para el segundo ejercicio, y eso que ya leí el capítulo 8.
-No pongan nada y ya – dijo Ron, preguntándose de que cuadro sinóptico hablaban.
-¡Pero podría molestarse! ¡O bajar puntos en el examen! -chilló Neville-. ¿Y si alguien va a preguntarle?
Todas las miradas cayeron en Hermione.
Minutos después, el trío de oro iba por el pasillo, pensando que decirle a Lockhart. Ron, Harry y Hermione se deslizaron a la zona de profesores. El castillo estaba especialmente oscuro esa noche. Curiosamente, al llegar al despacho, la puerta estaba entreabierta pero no había nadie dentro. Casi ni lo pensaron para abrir la puerta.
El despacho estaba ampliamente adornado con fotografías de sí mismo, afiches autografiados y espejos.
-Que sitio tan parecido a él –murmuró Harry.
Mientras Hermione y Harry contemplaban el lugar desde el umbral, Ron se dirigió directamente a una gigantesca caja llena de cartas de las admiradoras.
-¡Vean esto! –dijo Ron, en un tono demasiado alto-. ¡Creo que uno de los sobres trae un sostén!
-Deja eso, Ron, él podría saber que estuviste aquí -dijo Hermione, haciéndole señas para que bajara la voz.
-Por favor, difícilmente sabe encontrar el gran comedor en el castillo –respondió Ron, subiendo incluso más la voz.
-¿Qué no leíste como rastreó al niño perdido en Recreo con la Banshee?
Hermione comenzaba a verse acalorada. Con mucho cuidado hizo espacio para pasar entre un montón de libros que decían “para autografiar”, y bajó a Ron del montón de sobres
-¿De verdad crees que ese tipo haya visto una banshee de cerca en su vida?
Harry caminó al lado del escritorio y encontró una amplia colección de cepillos y accesorios para el cabello que pondrían rabiosa de envidia a la Tía Petunia
-Apuesto que si lo sorprendiéramos entrando al despacho, gritaría -dijo Harry, con un tono medio burlón.
-¡Apuesto a que sí! -dijo Ron, soltándose de Hermione.
Ambos muchachos se sonrieron y corrieron a esconderse tras el escritorio. En el corredor, ya se podían oír pasos de alguien acercándose.
- No vamos ni siquiera a intentarlo y creo que ustedes deberían... –Hermione se irrumpió abruptamente cuando Ron y Harry la jalaron detrás del escritorio.
Los pasos, especialmente pesados, llegaron frente al despacho y abrieron la puerta. Bajo el escritorio solo alcanzaban a ver parte del hombro de Gilderoy entrando al despacho.
Harry y Ron saltaron del escritorio, gritando. Pero Gilderoy no gritó. Cayó como un costal, sin meter las manos. Hermione salió a trompicones a revisarlo. Su piel helada tenía el color y las vetas del mármol.
-¡Esta muerto! –chilló Hermione.
Hermione tomó su varita y lanzó desesperadamente todos los hechizos de reanimación que sabía. Ron no reaccionaba del todo, seguía más o menos en la misma posición que adoptó al saltar, parpadeando al aire con la boca abierta. Harry se asomó al pasillo, y distinguió a lo lejos la silueta de un gato corriendo.
-¡Creo que la Señora Norris nos vio! -dijo Harry-. Hay que huir.
-¡NO! ¡TENEMOS QUE EXPLICARLO! -exclamó Hermione.
-¿Cómo vas a explicar ESTO? -respondió Ron, casi jalándose el cabello.
-Hermione, te aseguro que no le darán puntos a Gryffindor por matar a un profesor -dijo Harry, mirando a todas partes-. Aunque haya sido una broma, habrá una investigación y por lo menos meteremos en un problema a Dumbledore.
-De acuerdo, hay que esconderlo -Hermione dejó ir un largo suspiro-. ¿Pero dónde?
-¿Qué tal en uno de los pasillos secretos? -dijo Ron.
-No tienen nada de secretos -dijo Harry, mirando sobre su hombro a la puerta-. El otro día Neville estaba jugando a las cartas en el de Astrología.
No tenían idea por dónde diablos empezar. Jamás habían necesitado sitios para esconder un cadáver.
-En el bosque prohibido -Hermione soltó otro suspiro-. Nadie lo verá en semanas.
-¡Hermione! -dijo Ron, con un auténtico rostro de asombro-. ¡Sabía que algún día tu cerebro iba a sacarnos de algo así!
-Cállate, no lo hago solo por ti -murmuró Hermione, poniéndose un dedo sobre los labios-. Ustedes dos estarán en un gran problema si alguien se entera.
-¿Nosotros dos? ¡Tú estabas aquí, como yo y Harry!
Harto de escucharlos discutir, Harry ya intentaba levantar el cadáver.
-Tenemos que sacarlo de aquí, por si no lo recuerdan la Sra Norris nos vio –dijo, revisando el piso alrededor del profesor.
Un wingardum leviosa de los tres fue suficiente para levantar al profesor. Pero llevárselo al bosque era un asunto todavía más complicado.
Los pasillos les parecieron más largos que nunca. La mayoría de los cuadros estaban dormidos. Ron tenía la idea de que sus pasos resonaban tan fuerte que de un momento a otro Snape o cualquiera de los profesores se despertarían a ver que ocurría. Fueron especialmente cuidadosos al pasar cerca de las entradas de las casas, y gracias al cielo Peevees no se apareció.
Hermione se devanaba los sesos pensando en una coartada, algo así como “¡Buscamos la enfermería!” o quizá incluso “¡Yo quería avisar!” si la primera fallaba. Decidió comenzar a tallarse los ojos de una buena vez, para enrojecerlos como si hubiera llorado.
En una de las esquinas creyeron ver al Barón Sanguinario, pero era solo un reflejo de la luna sobre un vitral. Ya antes habían paseado por la escuela en la noche, con la capa de invisibilidad que desgraciadamente se quedó en el dormitorio. Las escaleras de caracol fueron el mayor problema, porque el Profesor era demasiado largo y los escalones demasiado angulosos. En el vestíbulo ya casi se sentían libres, lo pasaron de puntillas para evitar el eco.
Afuera, la luna menguante daba la claridad de una cerilla, pero tuvieron miedo de hacer un lumos para no exponerse a cualquier mirón en el castillo. Harry maldecía no recordar ningún hechizo de desilusionamiento, pero Hermione ni siquiera los sugirió, de modo que no debían haberlos visto todavía en clases.
Los árboles, en irregular y apretada fila, como una pared salvaje, los recibieron al bosque prohibido. Los tres vivos se detuvieron en seco, con el muerto flotando frente a ellos.
-No podemos entrar aquí al bosque, es demasiado denso -dijo Harry-. Debemos regresar rápido o los otros sospecharán.
Caminaron por el borde hasta la cabaña de Hagrid. Detrás del huerto los árboles estaban más que separados y había convenientes montones de hojas y tierra. El terreno era tan irregular que un montículo más apenas se notaría.
-Si lo dejamos aquí, y alguien lo encuentra, culparan a Hagrid -murmuró Hermione, observando las ventanas oscuras de la cabaña-. O podría despertar si hacemos ruido
-Solo pasaremos por el huerto para cortar camino al lago –respondió Harry-. Además Hagrid anda en Londres comprando trampas de pixie.
-Hagrid no está en Londres -murmuró Ron, señalando la colina.
Los tres casi saltaron al ver a Hagrid acercarse.
-¿Quién anda ahí? -gritó Hagrid desde la colina.
Quizá Hagrid era su amigo pero un cadáver es un cadáver. El primer impulso de los tres fue dejar a Lockhart sobre un montón de hojas y correr.
De regreso al castillo, subieron a toda velocidad a la sala comunal. Hermione hizo que se detuvieran antes de entrar para enfriarse y dejar de jadear. Los otros escribiendo bajo las lámparas y sus interminables rollos de apuntes les parecieron cosa de otro mundo, como si hubiera pasado muchos días antes.
-¿Qué dijo Gilderoy? -Dean escondió rápidamente una revista bajo la mesa, como si no quisiera que Hermione la viera.
-No estaba en su cuarto -dijo Hermione- Lo esperamos en el despacho pero no llegó.
Harry se preguntó si había planeado la respuesta todo el camino o apenas la inventó en la puerta.
-Que hacemos entonces con el capítulo? -dijo Neville, sin dejar de escribir.
-Da igual. No creo que los lea –respondió Ron, antes de que Hermione lo fulminara con la mirada.
Para no levantar sospechas, Hermione y Harry obligaron a Ron a quedarse en la sala trabajando (o por lo actuando como si trabajara) en los resúmenes, con la esperanza de ir a revisar qué pasó con Gilderoy cuando todos fueran a acostarse. Mordiéndose las uñas y evitando mirarse demasiado, el trío de oro se sentó con los otros Gryffindor de segundo año, a la espera de que se marcharan.
A las cuatro de la mañana nadie estaba cerca de terminar. Hermione fingió que se daba por vencida y animó a los otros a irse a dormir antes de las cinco, pero casi inmediatamente la sala se llenó de los de quinto, que se levantaron temprano a recoger savia de mandrágora para la clase de pociones.
A las cinco y media Luna Lovegood llegó para pedirle a Ginny un poco de su shampoo de rosas. Tuvieron que fingir que les importaba si se lo prestaba o no.
A las seis el sol ya había salido, y para colmo Harry no logró despertar a Ron de una butaca. Hermione iba a bañarse pero prefirió dormir media hora, con la ropa ya puesta.
Sobra decir que llegaron tarde al Gran Comedor. Los otros Gryffindor llegaron detrás de ellos buscando café y tallándose las ojeras. Aparentemente dormir una hora es peor que no dormir.
Las clases trascurrieron con normalidad, hasta que fue hora de Defensa contra las Artes Oscuras. El grupo cabeceó sobre las bancas durante una hora, esperando a Gilderoy, y luego se cansaron de inventar insultos por encargar una tarea espantosa solo para dejarlos plantados.
-Tendremos que esperar a la salida para ver lo de Hagrid –le murmuró Harry a los otros dos, en medio del bullicio.
-No creo que lo haya encontrado –dijo Ron, casi acostado en la banca-. McGonagall ya hubiera venido a devolvernos al dormitorio.
-Yo iré al entrenamiento de Quidditch –señaló Harry-. Así nadie nos ve salir juntos.
-Ron y yo nos quedaremos en el pasillo de la biblioteca donde todos nos vean. Revisamos en el huerto y luego hacemos como que fuimos a verte al entrenamiento.
Ese día soleado parecía funesto para los negocios ilegales, pero perfecto para el quiditch. La señora Hooch no encontraba por ningún lado las llaves del armario de materiales, pero Oliver se sentía especialmente creativo para la práctica, y les presentó toda una compilación de estrategias profesionales que quería que practicaran. Dividiéndose en dos mini equipos, los jugadores de Gryffindor se turnaban la defensiva y la ofensiva. Por su parte, Harry debía cazar cuatro snitches antes de que el entrenamiento terminara.
Aunque Harry dudaba poder concentrarse en bolitas doradas si tenía que preocuparse por una muerte, Gilderoy se evaporó de su mente en cuanto la escoba despegó. Cuando perseguía la última snitch, comenzó a preguntarse si no hubiera sido mejor intentar explicarlo. Si el Ministerio dudaba de su inocencia, siempre quedaba el recurso del veritaserum. ¿Qué tan malo podía ser? ¿Tan malo como para que el problema los persiguiera para siempre? ¿Peor que lo de la Cámara de los Secretos?
Entonces, justo entonces, Harry alcanzó a ver un bulto irregular detrás de las gradas de Hufflepuff. Un cadáver. Bajó en picada y comprobó que era Gilderoy envuelto junto con algunas escobas.
Con la Saeta a toda su velocidad, fue por Hermione y Ron. Los encontró subiendo la colina, bastante pálidos a pesar del esfuerzo
-¡Harry! ¡Lockhart no está! -jadeó Hermione.
Ron no habló. Parecía desconectado y le faltaba el aire.
-Acabo de verlo bajo las gradas.
Ron y Hermione medio suspiraron de alivio. Los tres esperaron un buen rato tras la colina antes de ir a buscarlo. Hagrid pasó a unos metros de ellos pero iba tan distraído que ni siquiera los miró.
Al llegar tras las gradas, Hermione y Ron tuvieron que devolver el suspiro de alivio: Gilderoy ya no estaba. Harry tuvo que reprimirse de empezar a gritarle al hueco bajo las gradas. Perdieron la cena buscándolo.
Esa noche, en la sala común de Gryffindor, mientras los otros platicaban de los exámenes o del último accidente de Neville, el trío rogaba un milagro. Harry, desparramado en uno de los sillones, miraba fijamente al techo. Hermione intentaba adelantar un capítulo para historia de la magia, pero apenas leía un renglón cuando tenía que iniciarlo de nuevo. Ron no paraba de caminar alrededor de ambos.
- Pero ¿de verdad era él? -dijo Hermione-. ¿No habrás visto… otro cadáver?
-Era Gilderoy, estoy seguro -dijo Harry-. Además, ¿Cuánta gente muerta crees que puede haber en una escuela?
-Alguien sabe -dijo Ron, retorciéndose las manos-. Alguien lo encontró y luego se lo llevó.
-No pudieron haberlo encontrado -respondió Hermione-. ¿Dónde están los aurores? ¿Por qué nadie está investigando? ¿Qué hacía debajo de las gradas?
-Entonces quién lo encontró no avisó al Ministerio -concluyó Harry-. O lo llevaron a la enfermería.
El trío intentó dar una vuelta a la enfermería por la noche pero les pareció que alguien rondaba por los pasillos. Tampoco encontraron un buen pretexto para ir a ver a la enfermera. Afuera estaba demasiado oscuro. Decidieron regresar al dormitorio y terminar la tarea como buenos Gryffindor.
A la mañana siguiente, antes de bajar al desayuno, la profesora Mc Gonagall entró a la sala, algo agitada.
-Muchachos, su profesor Gilderoy Lockhart está desaparecido -McGonagall miró al suelo y suspiró- Esperamos que solo haya tenido un percance menor. De todas maneras, si saben algo, no hablen con nadie que no sea yo.
-Pero yo lo vi anoche en la enfermería, cuando esperaba a la Señorita Pomfrey –dijo Neville.
-¿Y le preguntaste de la tarea? -interrumpió Dean.
-Pensé que sería maleducado preguntarle en la enfermería.
-Investigaré de eso –respondió McGonagall muy rápidamente-. Por ahora lo cubrirá el profesor Snape.
McGonagall salió casi corriendo de la sala común.
-Ni siquiera sabía que McGonagall fuera capaz de correr -le dijo Ron a Harry al oído.
Los dos reprimieron una risa.
-Ya deben saber algo –murmuró Hermione-. No creo que haya hechizo para encontrar gente muerta, pero voy a revisar en la biblioteca.
A la hora de Defensa, Snape se veía feliz. Enfermamente feliz, con una sonrisa que dejaba ver sus horrendos dientes.
-Los de Slytherin me dijeron que tenían tarea -dijo Snape al final de la clase-. Dejen los resumenes en el escritorio. Tal vez hasta los califique con eso.
-La felicidad le fundió el cerebro –murmuró Harry a Ron, pero el pelirrojo estaba ocupado revolviendo sus libros.
-Profesor, ¿puedo ir por mi resumen al dormitorio?
Ron se preparó para el regaño pero se quedó con la boca abierta cuando Snape asintió y luego señaló la puerta con la cabeza.
-Eso da miedo –dijo Neville en voz baja. El resto de la clase asintió con la cabeza.
Los pasillos estaban más solos que en la noche. Ron entró corriendo a la sala, y le sorprendió que hubiera alguien a esa hora. Más le soprendió al descubrir que era Gilderoy Lockhart.