ID de la obra: 1133

18 sitios para esconder un cadáver

Gen
PG-13
Finalizada
1
Tamaño:
8 páginas, 2.905 palabras, 9 capítulos
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La ruta del cadáver

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۞ CAPÍTULO 2: La ruta del cadáver I ۞ Hagrid se sentía feliz de haber terminado tan pronto las compras en Londres. Los pies y la espalda le rogaban ser recostados en su cama. Mientras bajaba la colina a su cabaña, le pareció que Fang andaba cerca. - ¿Quién anda ahí? -gritó Hagrid. Uno de los thestrals se acercó al camino. El semigigante le ofreció algunas de las galletas que le quedaron del viaje a Londres, acariciándole el flanco. Contento de volver a su cabaña, no vio las tres sombras que corrían desde el huerto. Las galletas le recordaron que tenía hambre, pero ya no quedaba ni una. Se tomó un momento para deliberar si era muy tarde para la cena o muy temprano para el desayuno. Mientras tanto podía encender un fuego en la chimenea para calentar un té de limón, pero solo tenía troncos grandes y no le apetecía esperar a que se encendieran, de modo que salió a partir uno en astillas. Deseó hacerlo muy rápido, solo deseaba entibiar la cabaña, llenarse un poco el estómago y dormir. Vio su hacha, con la agarradera vieja y rota, y arrugó la nariz. Los malditos pixies del cobertizo habían hecho de las suyas toda la semana con sus herramientas. Ya casi estaba suelta, y de hecho compró mangos de madera en el mismo sitio donde compró las trampas, pero solo deseaba terminar pronto. Su objetivo era llenarse un poco el estómago para ir a dormir, la agarradera nueva podía esperar. Decidió que usaría el hacha rota, con algunas precauciones. Las cuales olvidó al segundo hachazo contra el tronco. La cabeza del hacha salió volando, y aterrizó con un ruido seco detrás del huerto. Con la agarradera en mano, Hagrid caminó al bosque. Fang ladraba enloquecidamente a unos metros de donde se suponía estaba el resto del hacha. - ¡Fang! ¡Es solo una…! –Hagrid se interrumpió de golpe-. Oh, Merlín. Lo siento, profesor Lockhart. El profesor Gilderoy estaba tendido a un metro del hacha. Quizá salió a conseguir especímenes para la clase, con la mala suerte de que el hacha lo golpeó. Hagrid se agachó a disculparse, pero el hombre no reaccionaba. No podía oirlo. No tenía pulso. El semigigante entró en pánico. Mató un profesor. Lo regresarían a Azkabán. O peor, lo sentenciarían a muerte. Es lo que generalmente se hace con los gigantes y los semigigantes que matan a alguien. Puso a Gilderoy bajo su brazo, y con las zancadas que solo un semigigante en apuros podía dar, alcanzó la cancha de Quiditch en unos minutos. Escondió el cadáver en un saco de las escobas, en la parte de atrás de las gradas estaría bien. Aprovecharía la oscuridad para cavar una tumba lo bastante profunda en el terreno detrás del invernadero y lo enterraría durante el desayuno, cuando todos estuvieran en el Gran Comedor para evitar que lo vieran por las ventanas. Lo último que quería era a Colin tomando fotografías en el peor momento Iba a comenzar a cavar cuando recordó que sus herramientas estaban rotas. Tomó mucho aire y se limpió las lágrimas. Tenía que ponerle el nuevo mango a la pala. -Hagrid, bien te dijo tu padre que los flojos trabajan doble –se dijo en voz baja-. Debiste cambiar el mango de esa hacha. Por supuesto el mango no era a la medida y perdió mucho tiempo tratando de hacerlo embonar, todo para no tener que lijarlo, y por supuesto con la prisa se astilló, de modo que tuvo que usar el que reservaba para el zapapico. Cuando por fin comenzó a palear, descubrió que también necesitaba el zapapico. El terreno era muy duro. Apenas había avanzado medio metro de profundidad, cuando se encontró de narices con los alumnos de quinto, que venían al invernadero por savia de mandrágora. Tuvo que inventar alguna estupidez de poner un criadero de gurgulobrices. Ahora que los de quinto lo habían visto, necesitaba otro lugar. Y aparecerse en el desayuno para evitar que lo echaran de menos, justo el día que se desaparece otro profesor. Se lavó la tierra y se presentó a desayunar. Lo peor, los Gryffindor se terminaron el café de todo el comedor, de modo que pasó el resto del desayuno cabeceando, apenas despierto. Dio clases a los de primer año temprano y el resto de la mañana se la pasó buscando lugares más aptos, donde no necesitara un pico. Para la hora de la comida seguía sin la menor idea, pero los elfos de la cocina le facilitaron un mango de madera, larguísimo y grueso, con el que tal vez podría reemplazar temporalmente el mango del zapapico. De regreso se topó a Filch, que tenía que arreglar la cerradura del armario de Quidditch antes de que Hooch enloqueciera. Hagrid estuvo tentado a pedirle que le ayudara a abrir un pequeño compartimiento en el suelo de la cabaña. Desafortunadamente para Hagrid, para cuando terminó el compartimiento en su cabaña, Gilderoy ya no estaba bajo las gradas. Los alumnos de Gryffindor ensayaban en la cancha, pero según Wood, no había pasado nada raro, excepto que Harry salió temprano. Se preguntó si las celdas de Azkaban eran tan pequeñas como las recordaba. ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::. Filch rezongaba por lo bajo, sin atreverse a alzar la voz. Sinceramente, ¿no pudo Hooch hacer un alohomora y abrir el maldito armario? No, tenía que llamar al prefecto, que si una bruja no podía con una puerta cerrada, un squib quizá se encargaría. Los Gryffindor ensayaban en sus escobas alrededor de la cancha, y ni siquiera notaron cuando Filch se puso a trabajar en la cerradura del armario. Al menos la mujer había tenido la decencia de darle uno de esos carritos con magia autopropulsora para mover las cosas pesadas Le costó un poco de trabajo forzar la cerradura. Filch sonrió ante un trabajo bien hecho. Se dio una vuelta por el campo, para ver si podía reportar a alguno de los Gryffindors rezagados, pero solo encontró un costal de escobas bajo las gradas. Lástima. Con ayuda del carrito, aventó el costal al armario sin poner mucha atención. Sabía que era pesado pero gracias al carrito no tenía la menor idea de cuantas libras pesaría. Después salió a buscar a la profesora para avisarle que su cerradura estaba destrabada. ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::. Hooch volvió al campo un rato después de que los Gryffindors terminaron la práctica. En la mañana le pidió a Filch que destrabara la llave del armario, pero no lo encontraba por ninguna parte. En el castillo le dijeron que salió a buscarla al campo, pero tampoco estaba ahí. No del todo resignada, Hooch intentó por última vez con las llaves. Para su sorpresa, la puerta se abrió. ¿Quién hubiera pensado que la puerta iba a arreglarse sola, como si el prefecto la hubiera arreglado? Tal vez tuviera algún peso mal apoyado y por eso no abría. Quizá ese saco de escobas desacomodado. Oh, claro, también había un cadáver ahí. Hooch contempló el cuerpo sin vida de Gilderoy Lockhart, tratando de organizar la información. ¿Qué pudo matarlo? El armario era muy pequeño, lo suficiente para asfixiarse en unas horas. ¿Cuánto tenía cerrado el armario? Desde la noche anterior. ¿Quién lo cerró? Ella misma. ¿Qué hacía el profesor ahí? No tenía la menor idea. ¿Avisar? No. Calificaba como homicidio imprudencial. ¿Esconderlo? En una escuela con tantas personas, alguien se iba a dar cuenta, lo pusiera donde lo pusiera. Necesitaba a alguien con más contactos, alguien con la paciencia para entender la clase de problema al que se enfrentaba. Iría a buscar a Poppy a la enfermería. La enfermera sabía guardar secretos, cuanto más un muerto. Además, se habían hecho muy amigas desde que Sprout cortó con Poppy. La entrenadora tenía mejor condición física que los alumnos de la mitad de su edad. Cargó al profesor en hombros sin problema. Creía haber visto a Potter, Granger y Weasley agazapados en alguna parte, pero no identificaba donde, así que tuvo que dar un enorme rodeo antes de llegar al castillo. Con los alumnos cenando, nadie se interpuso entre ella, Gilderoy y la enfermería. Puso al profesor sobre una de las camas. Esperaría a Poppy sentada ahí mismo, si es que tardaba. La puerta se abrió, pero no era Poppy sino el joven Longbottom, que de alguna manera se las arregló para trampar su puño en un estrecho vaso para jugo. ¿Por qué nadie le hacía el favor de matarlo de una vez? Porque nunca se había quedado el suficiente tiempo en un armario. Hooch se rio entre dientes de la idea. Cerró las cortinas de la cama de Gilderoy, lo suficiente para que el alumno no distinguiera quién estaba acostado. -Ah... ¿la señorita Pomfrey? -preguntó Neville, con los hombros bajos. -Vendrá en un momento –dijo Hooch, tratando de verse natural. -¿Usted también se accidentó? -preguntó Neville. -¿Sabes algo? Creo que iré a buscarla. La entrenadora corrió a buscarla. Las preguntas de Longbottom iban a hacerla estallar, especialmente porque había una pregunta de ella misma que no acababa de cuadrar. ¿Qué estaba haciendo Gilderoy en el armario? ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::. Tras todo el día de ausencia, Poppy Pomfrey llegó a la enfermería. La enfermera Pomfrey siempre se había preciado de su empeño en atender bien a los pacientes, pero ese día debía admitir que descuidó la enfermería. Tal vez había platicado demasiado con la bibliotecaria y luego pasó por la cocina. O fue la cocina lo que la atrasó, con tantos elfos tratando de alimentarla con golosinas antes de la cena. De cualquier modo, la enfermería estuvo vacía casi cinco horas. -Oh, Neville –dijo Poppy, pegando un saltito al encontrar a Neville sentado en el escritorio-. ¿Tienes mucho esperando aquí? -Un poquito –Neville bajó la mirada, mostrándole su mano atrapada en un vaso. La señorita Pomfrey examinó la mano de su alumno preferido (gracias a él, Dumbledore por fin iba a traerle una ayudante). Conjuró un hechizo de fragmentación muy suavecito y la mano de Neville quedó libre en un parpadeo. -Listo –dijo Pomfrey, examinando la mano-. Por cierto, ya aparté el casillero para tus cosas para cuando estas hospitalizado. Procura que no sea pronto, ¿de acuerdo? Neville asintió con la cabeza y se perdió en los pasillos, con la esperanza de alcanzar algo de cena. Poppy fue a poner un poco de orden. Respingó por lo bajo al ver a alguien acostado en la cama del fondo. -Chicos, les he dicho mil veces que si no los he revisado se acerquen a las camas del frente. Pero no era un alumno, sino el profesor Gilderoy Lockhart. Apenas levantar su mano supo que estaba muerto. Muy, muy muerto. Con las piernas temblorosas, Poppy se dejó caer en una silla. ¡Santo Merlín! ¡Perdió un paciente solo por no verificar! ¡Eso simplemente no era tolerable! Ahora tendría que dar muchas explicaciones. ¡Las fanáticas de Gilderoy iban a lincharla! ¡Ella quisiera lincharse, en ese momento! Y además iba a necesitar un abogado. ¿Cómo lo llamaban los muggles, cuando extorsionan a un médico por haber matado a alguien accidentalmente? -Demanda por negligencia -se dijo en voz baja-. Tendré una demanda por negligencia. No merecía un problema así. ¿Quién merecía, en verdad, un desastre de esos? ¿Había un alma tan podrida en Hogwarts? Una luz se hizo en la oscuridad. Había alguien que le tenía usos de sobra a un cadáver, y que no querría involucrar al Ministerio de ninguna manera. Cierta profesora de Herbología con esqueletos en el armario. Y bajo la cama. Y cráneos dentro del escritorio, huesos de toda especie en sus montones de composta y quién sabe cuántos restos humanos más, regados por todas partes. Poppy negó para si misma que el asunto tuviera algo que ver con el hecho de que la profesora la dejó cierta mañana esposada a su cama. No era una venganza. No. En absoluto. -Bueno, Pomona, de cualquier modo te debía un regalo de cumpleaños -dijo Poppy mientras movía el cadáver a una ventana- ¡Inverso Accio! El profesor voló como una escoba, totalmente rígido. Afuera del invernadero, la profesora Pomona Sprout gesticulaba amenazante hacia la ventana de la enfermería. Poppy, satisfecha con su trabajo, cerró las cortinas y bajó al comedor por dulces para rellenar el refractario de la entrada. ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::. El gran bulto aterrizó delicadamente por una ventana abierta en el invernadero. Si algo había que reconocer de Poppy es que era tiernísima hasta para las venganzas. Sprout agitó la cabeza. Poppy nunca le iba a perdonar la broma de dejarla esposada a la cama. Pensando en un costal lleno de bludgers o alguna joyita por el estilo, la profesora Sprout preparó un hechizo de escudo antes de acercarse. Su regalo era un Gilderoy Lockhart en estado cadáver. Se dio algunos minutos para sopesar si era un regalo de verdad o una especie de venganza. El resto de la gente no lo entendía, pero los muertos son amigos de las plantas, y cualquier amigo de las plantas era amigo de Sprout. Cierto, podía avisar al Ministerio. La sola idea de tener un montón de aurores hurgando en sus plantas le revolvía el estómago. No podían ser más peligrosos que, digamos Crabbe caminando por el invernadero, pero seguramente se tomarían a mal el hecho de encontrar más de un cadáver, y serían un montón de explicaciones. Tampoco tenía donde guardarlo: no era época de preparar abono al aire libre, y sus bodegas de composta estaban llenas. Pensó por un momento en usar el agujero que Hagrid acababa de abrir tras el invernadero. Había sido casi providencial que el semigigante empezara un proyecto de gurgulombrices justo el mismo día que ella necesitaba un agujero. Como le mencionaron los de quinto, el semigigante parecía empeñado en cavar el agujero pronto. Incluso pensó en convencer a Hagrid de usar el cadáver para cebar unos cuantos gelagusanos. De inmediato desechó la idea. El santurrón de Hagrid le llamaría al Ministerio así hubiera matado a alguien en su propio huerto. Llegaba a su mente un solo lugar perfecto para ocultar un cadáver esa época del año. Bajo la sala común de Slytherin había una cava en desuso, que nadie tocaba desde las épocas de la guerra. Solía ser la reserva de licor de las serpientes, pero gracias a una remodelación involuntaria (una explosión o algo así) quedó incomunicada con la casa. Recordaba lejanamente que el profesor Snape le comentó que había una trampilla para entrar desde las cocina pero los elfos no solían entrar. Podía cargar a Gilderoy en el carrito donde regularmente les llevaba raíces a los elfos. Dicho y hecho. Todavía había algunos alumnos caminaban por el pasillo, pero no dieron problema. Los elfos preguntaron que llevaba, a lo que solo respondió “patatas”, y les pidió que no las tocaran. La trampilla apenas estaba oxidada. El aire era seco y frío allá abajo. En un sitio tan oscuro que igual hubiera dado tener los ojos cerrados o abiertos, dejó el cadáver a tientas en un sitio despejado del suelo y cerró la trampilla con un hechizo de sellado. Hizo nota mental de comprar algunos tubérculos carnívoros ese invierno. Tendría un buen cadáver seco en unos meses, y si lo evisceraba con cuidado, podría usar su interior para almacenar bulbos por muchos años. Definitivamente, hablaría con Poppy para agradecerle el regalo. ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::. Ya había un boquete en esa parte de las escaleras, pero cuando Crabbe y Goyle cayeron juntos, abrieron la ruta al paraíso. Los vinos más nuevos llevaban veinte años de reposado. Y claro, un Malfoy tenía que administrarlo. Esa noche, la cava estaba apartada para las chicas de segundo y sexto. Una pijamada o algo así, el caso es que la cava no podía quedarse sin vigilancia y el pobrecillo Draco se sacrificaría a cuidar a las chicas de las botellas y a las botellas de las chicas. Blaise se ofreció a cuidar a Draco de las chicas y las botellas (o para cuidar a las chicas y las botellas de Draco) pero el rubio valientemente declinó la ayuda. -Si crees que vas a ponerlas ebrias sin mí, te equivocas -murmuró Blaise-. Estaré en esa pijamada quieras o no. Draco bajó las escaleras minutos antes que las damas para asegurarse de que todo estuviera en su lugar. Vasos engañosamente profundos, hielo con su propia proporción de alcohol, agitadores mágicos que también enfriaban las bebidas. Pancy se fue a arreglar bolsas de dormir y almohadones al otro lado de la cava. Mientras Malfoy buscaba un hechizo para aumentar la capacidad de la hielera, Pancy dio un grito especialmente agudo. -¡Draco! –gritó Pancy, desde la oscuridad- ¡Hay alguien dormido aquí! Draco sacó la varita a toda velocidad y se acercó, esperando encontrar a Crabbe o a Goyle. Lo único que encontró fue al idiota profesor nuevo de Defensa. Draco lo tocó en el hombro y trató de despertarlo, pero en cuanto le tocó el rostro supo que estaba muerto. Nadie vivo tenía esa temperatura. Un cadáver sería razón suficiente para cancelar cualquier actividad, pero una pijamada en una cava abandonada no era cualquier actividad. Draco lo puso bajo una de las mesas que las de segundo insistieron en llevar para poner comida. -Tú, no digas nada. Lo sacaré de aquí cuando todos se hayan ido. Pancy asintió con la cabeza. Desgraciadamente una de las de segundo vomitó temprano, y al levantar la vista del suelo encontró al profesor. Si Gilderoy se hubiera limitado a servir de decoración, no habría problema, pero de repente a todas las chicas les afloró la necrofilia, y en minutos las tenía tratando de sentar al profesor entre los sacos de dormir y peleando por quién se lo quedaría. -Vaya idea tuviste –murmuró Blaise-. Sé que todas son fanáticas rabiosas de Gilderoy, pero ¿matarlo sólo para verlas pelear por él? -No tenemos ni idea de cómo llegó aquí -dijo Draco-. Supongo que se las arregló para llegar por uno de los pasadizos derruidos y se embriagó demasiado. Blaise se sentó junto a Draco en el suelo, mirando la pelea por el cadáver. Y sí, era divertido ver a las niñas más educadas y nobles peleando como vulgares gatas de arrabal, pero luego de un rato estaban aturdidos por los gritos y cansados de oirlas discutir. -Esta frío y asqueroso –murmuró Draco- ¿Qué gracia puede tener? -¿Recuerdas el escándalo que hicieron las fans por el rizo de cabello que Gilderoy subastó hace dos años? -explicó Zabini- Ahora imagina que en lugar de un rizo tienes un Gilderoy completo. Draco torció los ojos. Si había alguna esperanza de enredarse con alguna de ellas, era urgente botarlo a un sitio seguro donde no se atreverían a buscarlo, ¿pero donde? Sin más remedio, Draco fue a preguntarle al gran experto en desaparición de cadáveres: Su padre. La red de polvos flu estaba bastante despejada esa noche, y la recepción era clara como si no hablara de larga distancia. Lo encontró trabajando en el escritorio de la biblioteca -Hijo, ¿que hemos dicho del flu después de las doce? -dijo Lucious, acercándose a la chimenea. -El profesor Lockhart esta muerto en la cava. -Draco, sé que tienes fiesta hoy y te felicito por la idea -Lucius torció los ojos, y por un momento Draco se preguntó si de verdad eran tan parecidos-. Pero si mataste a alguien, tienes edad de deshacerte de tus propios cadáveres. -Papá, las de sexto están tratando de revivirlo con unos “ cosecha 1410” que tienen tu nombre. -¿Intentas presionarme, jovencito? -dijo Lucius, con un respingo-. Tengo cosas mejores que ir a recuperar alcohol de una cava vieja. - De verdad tienen tu nombre -El rubio aprovechó para mostrarle a su padre las palabras “Propiedad exclusiva de Lucius M” con impecable caligrafía en el vidrio de una botella-. Creo que son del casillero de madera del fondo. Su padre miró la botella como a un antiguo anuario rescatado de un incendio. Se quitó los lentes y se recogió el cabello. No era solo alcohol, eran los recuerdos. -Primero, ve a quitarles las botellas -dijo Lucius-. Luego, saca la Mano de la Gloria del baúl, despierta a Gregory y cruza los dedos para que sea tan bueno adivinando contraseñas como su padre. Desafortunadamente para Draco, Gregory Goyle no iba a despertar tan fácilmente. De hecho, hubiera sido más sencillo despertar a Lockhart -Goyle no despierta -dijo Draco, meneando la cabeza-. Creo que es el medicamento que toma en la noche. -Entonces escoge a las dos más gordas que ya estén ebrias, a las que puedan arrastrar algo de peso, porque vas a tener que moverlo a lo muggle. Minutos después, Draco, Pancy y otra chica de segundo cargaban a Lockhart por el pasillo. El plan de su padre era tratar de colarse a la sala común de los Gryffindors sin usar magia, para no ser detectado. El problema es que ya todos estaban adentro, cómodamente dormidos, así que tendrían que esperar un prefecto. Milagrosamente, la puerta se abrió. Draco se las arregló para movilizar a su escolta tras una cortina. Harry, Hermione y Ron salieron, aparentemente a la enfermería. Mientras discutían quién sabe qué ñoñería, Draco se las arregló para escabullirse con todo y el cadáver que arrastraba, dejando a las dos nenas afuera. Escondió el cadáver atrás de un sillón, pero no pudo salir porque no sabía abrir la puerta desde dentro. Se instaló detrás del sillón a esperar. Potter y compañía regresaron en un corto rato, se despidieron sosamente y subieron a sus dormitorios a hacer tarea. Nadie más volvió a entrar o salir. Llegó la mañana. Con un maldita sea, ese tipo de cosas solo le ocurrían a él. La primera en abrir fue McGonagall y les dijo algo a los leones pero Draco apenas pudo escuchar, primeramente porque estaba lejos y en segundo porque la resaca lo había alcanzado. En cuanto todos los Gryffindors se largaron a almorzar, Draco sentó a Gilderoy en el sillón. Pancy, ya sobria, se las arregló para abrir la puerta. En la sala de Slytherin ya no había nadie, pero la cava parecía haber sufrido otro derrumbe Draco escondió el rostro entre las manos. Debió dejar que se repartieran el cadáver. Por lo menos hubiera dormido junto a ellas. ..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::..::.
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