ID de la obra: 1133

18 sitios para esconder un cadáver

Gen
PG-13
Finalizada
1
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8 páginas, 2.905 palabras, 9 capítulos
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18 epílogos para finalizar una historia

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El último día de clases antes de las vacaciones de Navidad, los Gryffindor se cansaron de fingir nerviosismo por las calificaciones del examen final de DCAO.   A nadie sorprendió el anuncio de Neville, que entró corriendo a la sala común con las listas de calificación en la mano: -¡Todos sacamos 10! –gritó, agitando la lista. Hubo grititos de felicidad y manos entrechocándose.  En medio del festejo, Ron tomó la lista y revisó, casi sin poder creer que tenía un 10.  Le pasó la lista a Harry, que se puso a revisar persona por persona.  - Por lo menos, todos los que copiamos –murmuró Harry. Hermione Granger sacó 9.7 en el último examen de DCAO del profesor Lockhart. Se enojó muchísimo.   -Mamá... ¡por favor!  -suplicó Ron-  ¡No me lo volveré a poner!  ¡Por favor no lo tires! La señora Weasley arrugó la nariz, mirando en su mano el pin de la caricaturilla de un Lockhart bailando en llamas.  -Ron, ¡un pobre hombre murió y a ti parece darte risa!  -dijo Molly, consternada-.  Sería de pésimo gusto aún y si no fuera tu profesor  La señora Weasley tocó el pin ofensor con su varita, haciéndolo estallar en cenizas. -Mamá, no era un "pobre hombre", era Lockhart... y... hay algo que te tengo que decir de su muerte... –dijo Ron, tragando saliva- pero promete no enojarte. Ron Weasley está bajo tratamiento por las multiples contusiones que recibió en una disputa doméstica. Su madre se niega a hacer declaraciones.   -¡Mi pobre bebé! –aulló Petunia-   ¡Llevaba días actuando tan raro! Los policías en la sala de la casa Dursley tenían tantas horas escuchando llorar a Petunia, que solo el jefe  fue capaz de entender el estertor de la deprimida madre. -Señora, por favor, si tiene más datos respecto a porque su hijo decidió lanzarse al vacío, no dude en telefonear. ¿Puede pedirle a su sirviente que traiga más café para los muchachos?» -Ese es Harry, sobrino de ella. Mío no  -dijo Vernon-.  Le ordenaré a ese haragán más café para sus hombres, que llevan toda la noche despiertos.    Tío Vernon podría estar bajo los efectos de un tranquilizante, pero seguía siendo despreciable con Harry. -Claro, aún falta por resolver la alta cantidad de formol impregnando a su hijo, pero creemos que fue un error de análisis –dijo el  jefe-.  Nadie puede estar vivo y correr como lo hizo su hijo con semejante cantidad de formol en las venas... ¿Ese es su sobrino Harry? ¿No estuvo con Dudley en el accidente de coches de la semana pasada? » -Ehhh... si, señor  -respondió Harry, acarreando una bandeja con tazas calientes-.  Yo iba en el asiento del copiloto cuando fuimos a la tienda.  -Esa fué una volcadura muy pesada.  No se habló de otra cosa en la estación esa noche  -dijo el jefe de policía, asintiendo con la cabeza-.  ¿Es cierto que tu primo parecía muerto cuando lo sacaste del auto?» -Dudley estaba...  bueno… aprendí cierto tipo de  primeros auxilios por algo que pasó en la escuela   –dijo Harry, midiendo sus palabras-.   Yo hice lo mío y Dudley revivió como por arte de magia. “Tal vez debí hacerle caso a los gemelos y quemar la casa” pensó Harry, preguntándose si el ministerio también rastrearía a las personas que parecían involucradas con demasiada frecuencia en accidentes fatales que involucran cadáveres con formol.  Harry Potter y su familia adoptiva sobrellevan el luto tras el repentino suicidio de su primo Dudley, en circunstancias aún no aclaradas. Nuestras más sinceras condolencias.   Hagrid terminó de alimentar el criadero de gelagusanos.  Miró a un lado y a otro del bosque antes de recoger el hatillo de leña que lo esperaba en la hierba. Rubeus Hagrid permanece en su puesto de cuidador del bosque de Hogwarts. Ya no corta madera.   Sybill Trelawney , quién no se vió directamente involucrada en los hechos que se narran, fundó un club Flu de admiradoras póstumas de Lockhart, que ahora se da a la labor de reconstruir en base a apuntes su la novela de su año en Hogwarts: “Las clases finales”   -Percy, mi amor –murmuró Penélope con voz seductora-.  Sal del baño.  Quiero verte. -No.  Olvídalo –gruñó Percibal desde detrás de la puerta-.  Es demasiado raro y ridículo. -¡Pero dijiste que lo harías!  -dijo Penélope-.  ¡Vamos! Silencio.  Penélope abombó los almohadones de la cama, y alisó las sábanas negras compradas para la ocasión.  - ¿No quieres venir a la cama conmigo?  -dijo ella, con voz aterciopelada-.  Me puse los tacones negros que te gustan.  El prefecto de Gryffindor se miró de nuevo al espejo del baño.   Nunca se quejaba de las ideas de Penélope en la cama, siempre y cuando fueran cosas inofensivas como jugar con chocolate, o encender velas aromáticas por todo el cuarto.  Pero, ¿maquillarse como si estuviera muerto?  ¿Con hechizos para estar helado?  ¡Y encima  de eso, le pidió que usara una horrible túnica violeta! Al final, en nombre del amor y del deseo carnal, Percibal salió del baño.  De acuerdo con su papel, se dejó caer pesadamente sobre la cama. Y sí, Penélope cumplió su promesa de hacer prácticamente todo el trabajo ella. Percy Weasley y Penélope Cleanwater pasaron las vacaciones de invierno en la casa de los Cleanwater.  Los padres de Penélope no lo supieron hasta primavera.    El estudio de grabación completo lo miraba. Cambiando la hoja del libreto con una mano, George se enfocó al micrófono. -¡No, profesor Albus, debemos ir todos juntos por ese troll en las mazmorras! Sí, sí, detestaba el guión, pero ¿a cuantas personas se les pagaba por arremedar a uno de sus profesores? George Weasley audicionó y ganó el papel de voz de Gilderoy Lockhart para la radionovela biográfica "El mago más bello"   La fila no parecía acabar nunca. Magos elegantes de muchas partes de Inglaterra acudían a su local temporal. Había reservaciones para los siguientes dos meses. Quién diría que el local era solo un largo pasillo con armarios. Fred Weasley fundó Fred´s, un club con novedosos shows para adultos en armarios   Por más que la pelirroja buscó el diario, no alcanzaba a recordar donde lo vio por última vez. Y de verdad NECESITABA escribir en su diario. Luego, recordó haberlo dejado dentro de una de las cajas del cuarto de los gemelos, y subió las escaleras corriendo. Enloquecería si algo le pasaba al diario. Al abrir la puerta de la recámara, la recibió un fuerte, fuertísimo, olor a formol. - ¡AHHHHHHHHHH!  -El grigo de Ginny resonó por toda la madriguera Una de las botellas sobrantes del formol de Lockhart estaba caída sobre su diario.  Por más que lo intentó, la tinta de la pluma no lograba entrar en las hojas.  Tampoco se podían leer las nuevas palabras, con las que el diario intentaba comunicarle a Ginny su repulsión por el formol.    Ginny Weasley sufrió una leve depresión durante las vacaciones de navidad, pero se recuperó rápidamente, y terminó el año escolar sin incidentes de ningún tipo, o noticias sobre Lord Voldemort.   La edición por fin estaba lista. Rita inspeccionó con desagrado las últimas páginas. -Mmmh... no sé como estos reporteruchos se atreven a publicar material tan trillado. Rita Skelter le pasó el periódico a su joven fotógrafo, Colin.  El chico estaba ahí como un trabajo temporal de vacaciones, pero la reportera había encontrado su ayuda de mucha utilidad.  -Y estas fotografías son irrelevante –dijo Colin, copiando los manerismos de Rita- Pero nuestro reportaje quedó estupendo. -Cierto, Colin. De hecho, el editor me felicitó –dijo Rita-.  El artículo de la fiesta de las Brujas de McBeth fue un éxito.  -Ah, de eso quería hablar con usted. ¿Ha leído las encuestas? -Eh, sí  -dijo Rita revisando el periódico sin ponerle atención a Colin-  ¿Qué con ellas? -Dicen que sus artículos tienen 80 más popularidad cuando van acompañados de las fotografías de un servidor -¿Y qué con eso? –gruñó Rita. -Quiero el 50 de la paga de los artículos. Rita dejó ir una risa atronadora. -Mocoso  iluso. Entonces tendrás que trabajar solo –dijo, lanzándole una mirada lateral de desprecio-.  Yo te hice ¿sabes? A nadie le importarán tus fotografías si te separas. -Es gracioso que lo diga. En prevención a esto, alisté algunos trabajos inéditos en mi portafolio. Tal vez quiera darle un vistazo. Colin le extendió un montoncito de fotografías a la reportera. -¿Y crees que voy a...?  La reportera se interrumpió abruptamente. Eran fotografías de ella. Muy comprometedoras. Algunas acompañada, otras en estado inconveniente -Te daré el 30. -50, y mi nombre junto al de usted. -40, con cobertura amplia de fotografías. -Mmmh, hecho. Fue un gusto hacer tratos con usted. Colin Creevey se hizo ayudante gráfico de Rita Skeetler, y está en proceso de conseguir una sección propia en El Profeta   No era una hora del té tradicional, pero Neville se sentía feliz. Tenía una hornilla funcionando con fuego impropagable (un hechizo simple que Hermione le enseñó), una tetera grande y las adecuadas tazas, cucharillas, platitos y galletas. Las orillas del bosque prohibido lo ponían muy nervioso, pero bien valía la pena por tomar el té con Luna Lovegood, aunque ella hubiera pasado buena parte de la cita hablando de las cosas que veía en los árboles. -Mira, es una mariposa del fuego atenuada. Ah, y aquella es una serpiente voladora... alguien le arranco las alas. Que crueldad. Pero sigue siendo una serpiente voladora muy bonita. De hecho, creo que podría tenerla de mascota en casa.  La niña Lovegood se subió al árbol donde reptaba la serpiente alada sin alas -¡Luna!  ¡Baja de ahí! –Suplicó Neville, al pie del árbol-.  ¡Podrías caerte! -Nah, no pasa nada, debiste verme en Napoles cuando bajé a las fosas de la peste bubónica. Luna subía más y más. Neville hacía nudos con sus dedos. Si Luna se caía, adiós a su primer intento de cita. Oh, por Merlín, se iba a lastimar si no la bajaba de inmediato del árbol. -Luna, baja, baja ya, hay... ¡hay algo muy peligroso en ese árbol, sí! -¿De qué hablas?  -dijo Luna, mirando abajo. -Ah... mi abuela me contó de... ¡unas criaturas muy peligrosas y muy raras! Más por interés que por miedo, Luna saltó del árbol. Criaturas peligrosas y raras significaban información valiosa. -¿Que creaturas, Neville? Neville concentró todo su poder inventivo en un segundo. No había pensado que le respondería a Luna cuando la bajara del árbol. -Era una... ¡era un basilisco del hielo! -¿Un basilisco del hielo? -Los ojos de Luna resplandecieron de felicidad y curiosidad-.  Nunca lo había oído -Sí, es que es... ah... como explicarlo... es... un anfibio... no, no ¡más bien un reptil!... parecidos a los basiliscos, pero más pequeños, y... La imaginación de Neville intentaba forjar una idea lo bastante temible para que Luna no intentara buscar al "basilisco del hielo"  -Y cuando te miran, se forman agujas de hielo en tu sangre, y mueres desangrado por dentro, pero primero convulsionas por horas y horas porque congelan el cerebro también, y pueden poner huevecillos en tus ojos cuando estés muerto, para que se alimenten cuando nazcan en invierno. Un poco más temible de lo que hubiera querido, y nada creíble. Luna abrió la boca para decir algo.  Neville se preparó para ser violentamente desmentido. -Oh.  Oh por Merlín, eso es horrible –dijo Luna, mirando preocupada el árbol-.  Deberíamos avisarle al guardabosque.  -No, deben saber que hay algunos en el bosque  -dijo Neville rapidamente-  ¿qué te parece si mejor vamos junto al lago? De seguro no se acercaría ahí, tu sabes, no les gusta el agua. Haciendo notas mentales respecto a los basiliscos del hielo, Luna ayudó a levantar el pequeño campamento.  -¿Seguro que no se acercará aquí?  -Luna abrazo a Neville muy despacio, como solía hacerlo con todos sus mejores amigos hombres... es decir, solo con Neville -Totalmente seguro –puntualizó Neville-.  Pero más vale alejarse.   No era una hora del té normal, pero Luna tampoco era una compañía normal. Y para él, eso era suficiente Neville Longbottom y Luna Lovegood se siguieron citando para tomar el té durante las vacaciones de invierno.   Acostada en la arena tibia, frente a un mar tan azul que lastimaba la vista. Así debía ser la vida siempre. Solo esperaba no incomodar a sus dos amigas con la sombrilla que instaló, pero tenían casi dos horas sin hablar nada y supuso que estaban dormidas -Muchachas ¿qué les parece si volvemos al hotel? Sin embargo, cuando la entrenadora miró hacia atrás, comprobó que por enésima segunda vez en el día, sus dos amigas se habían desaparecido. Juntas. La enfermera Pomfrey, la entrenadora Hooch y la maestra Sprout solidificaron su amistad, tomando unas vacaciones en el Mediterráneo   Finch le dio un vistazo al horrible criadero de gelagusanos de detrás de pociones.  La Señora Norris sobre sus hombros siseó de gusto cuando Finch le dio una de las asquerosas creaturas para comerla.  El conserje Finch continúa laborando en la escuela, junto con la Sra. Norris   Tenía la catedra, su pasado parecía olvidado y los alumnos comenzaban a respetarlo por admiración, no por miedo o aversión. ¿Como podía la vida ser más perfecta? Severus iba por el pasillo, sonriendo al saludar. ¡Sonriendo! No la mueca habitual que mostraba sus dientes cuando pretendía ser amable. ¿La maldición de DCAO? Él sabía muy bien el origen de la maldición, y mientras Voldemort siguiera muerto, confiaba en correr con suerte. Cada día era como beberse una enorme botella de Felix. Y los demás lo notaban. Su cabello crecía más rápidamente ahora que se sentía animado a lavarlo todos los días. Le encantaba su cabello. Tal vez era lo mejor de él. Estaba pensando en un peinado más corto, pero igual le gustaba así. Pasaba tal vez demasiado tiempo examinándolo en el espejo. De tal modo que cuando encontró un gran trozo semideshabitado en su coronilla no le hizo ni tantita gracia. Oh, estupendo. Había personas con problemas de caída de cabello por exceso de tensión. A él se le caía el cabello por exceso de felicidad. Severus Snape conservó la catedra como profesor de DCAO, hasta ser relevado por el actual profesor, Remus Lupin.   Su propia cava. Sus propias botellas. El mayor de los Malfoy retrocedió dos pasos, para felicitarse, como cada día, por su obra perfecta. Algunos de los amigos de su juventud lo esperaban arriba. -750 años de historia, narradas a través de botellas. Lucius subió al vestíbulo, justo a tiempo para ver como Crabbe y Goyle Senior caían por sus propias las escaleras justo como sus hijos lo hicieron en Hogwarts. Su propia cava. Sus propias botellas. Su propio derrumbe. Lucius Malfoy recuperó todos sus vinos. Pero no los disfrutó mucho tiempo.   -¿Ya está listo el vino? -No -¿Ya está listo el vino? -No -¿Ya está listo el vino? -No -¿Ya está listo el vino? -¡Zabini, cállate, maldita sea! –Estalló Draco-   ¡Cuando haces vino casero, debes esperar dos meses a que fermente! Draco Malfoy se quedó sin surtido para su cava. Pero con ayuda del resto de la casa Slytherin, en dos meses el asunto estaba resuelto.   Las alarmas sonaron por el castillo desierto.  El anciano despertó sobresaltado, para encontrar de donde se había originado la alharaca: Su fénix había despedido un poco de humo al perder algunas de las plumas de su cola.  Albus Dumbledore instaló un sistema anti-incendios en todo Hogwarts.  Ante la indignación de la Sociedad de Edificios Históricos, se instalaron sensores y aspersores de agua en la cantera del edificio, de más de 600 años de antigüedad.    Como traídos por el aire frío que soplaba sin piedad, la multitud hacía olas alrededor del cementerio. Prensa, fanáticas, exalumnos, otros escritores. Se intentó hacer una ceremonia solemne, sin muchos resultados. Mujeres con pancartas, gente en escobas, parecía que lo más ruidoso del mundo mágico se había reunido para el sepelio de Gilderoy Lockart. Sus cenizas serían colocadas con las de sus ancestros en el mausoleo familiar. Y, naturalmente, se esperaba una entrada espectacular para quién en vida fué el escritor de aventuras favorito del mundo mágico. Por aquí y allá se vendían copias de sus libros, desde versiones rústicas de bolsillo a las empastadas en cuero y oro. Alguien señaló hacia arriba. En un hipogrifo blanco, la presidenta de su club de fans bajaba de las nubes. Gladys, su eterna admiradora, llevaba las cenizas de Lockhart en un hermoso jarrón de plata maciza, coronado de hojas de olivo en oro. Sus gruesos lentes no le impedían hacer las más atrevidas maniobras de fantasía sobre el hipogrifo con solo una mano, y sostenar con la otra el jarrón. Se preciaba de haber aprendido a montar en los libros de Lockhart. Alegaba que leer sus experiencias era tan similar a la realidad, que no necesitaba nada más. De hecho, ahora que tenía la atención de todos, quizá podría intentar algo especialmente loco y fuera de los previsto, así que se agarró con fuerza de la montura, clavó las espuelas en el hipogrifo y describió una espiral que hubiera sido el evento más importante del sepelio... de no ser por el jarrón que salió volando -¡Santo Merlín! –gritó alguien en el la multitud-  ¿Donde cayó?» La búsqueda de los restos de Gilderoy Lockhart continúa hasta la fecha, sin resultados.   POSDATA -Papá ¿puedo tomar algunos tulipanes de tu invernadero? –preguntó Luna- Quisiera adornar la mesa para la cena» -Mi niña, sabes que puedes tomar los que quieras de mi criadero. Ah, de paso busca un florero. Luna se asomó al jardín con precaución. Hacía un viento ligero y frío, pero la visión era excelente. No deseaba encontrarse con un licántropo inverso esa tarde. Era increíble, pero algunos licántropos sufrían de transformación los días de luna nueva. Una vez que el terreno estuvo inspeccionado contra licántropos inversos, colacuernos ingleses miniatura, basiliscos del hielo (les tenía terror desde que se enteró de su existencia) y serpientes comepelos, decidió que estaba en buen terreno. Todavía temía el ataque de vampiros solares, pero confiaba en que los amuletos que llevaba en el pecho la protegerían. Por si las dudas, cruzó primero el huerto de ajos. Se deslizó por el invernadero, silenciosa. El único ruido que hizo fué al disculparse con los tulipanes por cortarlos. Su padre decía que ir en silencio era la mejor habilidad defensiva contra todo tipo de criaturas, y que necesitaba practicarla cuando tuviera oportunidad. Supuestamente también practicaba la observación constante, y por eso se sintió asustada de encontrar un agujero en el techo que no estaba en la mañana. -¡Un meteorito! –Dijo la niña, aplaudiendo- ¡Me haré un amuleto con él!  Para fiasco de Luna, no era un meteorito, sino un jarrón. No sabía mucho de metales, y creyó adivinar que era latón, porque era plateado. La boca del jarro se adornaba con unas hojitas alargadas doradas, a lo mejor era auténtico chapado porque se veía bastante sólido. Muy adecuado para su ramo de tulipanes. Parecía lleno de abono negro seco o algo así. Recordando cuanto contrariaba a su padre el desorden en el invernadero, volvió al jardín, puso el polvo negro en sus manos, y dejó que el viento se lo llevara hasta perderse de vista.   41
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