Prólogo
13 de octubre de 2025, 23:10
Una discusión más o una menos ya no importaba. A veces solo gritamos porque no sabemos verbalizar el dolor de otra forma.
Solo eran dos adolescentes que no lograban comprenderse el uno al otro. Y para Biel era un tormento. Aunque si le preguntaran: Biel no quería rendirse, quería seguir luchando entre desgaste emocional y autodesprecio que lo consumía, pero aún así no quería soltar.
Biel amaba a Sako Kota con todo su corazón. Lo amaba tanto que dolía… ¿Y el amor debe doler? No. Pero Biel estaba aferrado a un amor que no parecía querer funcionar entre desconfianza y miedos profundos en cada uno.
Biel tenía miedo al abandono. Sako tenía miedo a no ser suficiente. Y ambos se consumían el uno al otro.
El mundo se quebró el día en que Kota dijo “se acabó”.
Para Biel significó dejar de respirar, metafóricamente, pero de alguna manera tan real. El corazón no fue lo único que se rompió ese día. También la esperanza y el concepto de amor se hicieron cenizas.
¿Era amor o solo dependencia?
Biel ya no lo sabía. ¿Acaso importaba? No demasiado. El resultado sería el mismo.
Y entonces, en la oscuridad de su habitación, Biel comenzó a escribir. Comenzó a vomitar en versos todo lo que sentía, lo que lo atormentaba, lo que le hacía gritar. Y comenzó a buscar su voz, esa que daba por perdida.