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13 de octubre de 2025, 23:02
Arin dejaba que el viento alborotara su cabello azul. Le gustaba esa calma que podía respirarse en el ambiente a las afueras de la ciudad.
Toda la calma que puede otorgar la violencia.
Sí, tal vez era raro sentirse en paz en un lugar de aspecto abandonado. Pero para Arin eso era perfecto. Era sublime la sensación de adrenalina. Era demasiado para poder explicar, no existían palabras para explicar lo que sentía cuando estaba allí: en medio de la nada observando a esos dos hombres que lo enloquecen.
Podía encontrar similitudes entre él y el paisaje caótico después de una pelea. Le gustaba observar a sus superiores tensos en una batalla. Porque Takiishi parecía una llamarada incontrolable y Endo era la intensidad personificada.
Mierda, es que eran tan atractivos. Su espectáculo favorito.
Porque para Arin no había nada mejor que ver a Endo Yamato y Chika Takiishi en acción.
Si Takiishi era un fuego descontrolado, Endo era el aura asesina que lo invitaba a pecar. Y no se atrevía a apartar los ojos de ellos. No podía.
Todo lo que pensaba lo guardaba en secreto. Arin jamás hablaría con ellos de sus más oscuros deseos. Tal vez era un cobarde o quizá solo le quedaba un poco de sentido común aún.
La mirada oscura, casi opaca por la emoción, que podía brindar Arin estaba fija en los dos hombres. No podía sentirse más extasiado que en ese momento.
En las afueras de la ciudad habita el caos, y para Arin no existe nada más relajante.
…
La rutina era simple: Arin se dedicaba a curar las heridas de sus superiores en absoluto silencio.
Takiishi y Endo se mostraban impasibles, soportando el dolor sin quejarse, como siempre. Porque al final, no dolía si el causante era Arin tratando de ayudarlos.
Pero claro… ellos jamás admitirían que aman la presencia del peliazul.
— Esto ya está. — anuncia Arin terminando de poner vendas en Takiishi.
Arin se dedica a guardar el botiquín de primeros auxilios bajo la atenta mirada de sus superiores. Hay demasiadas cosas no dichas en el ambiente, se siente como si algo estuviera a punto de explotar.
Entre los tres existe un secreto a voces, una sentencia de pasión y amor que puede resultar cruel.
Porque ninguno de ellos está dispuesto a admitir nada.
Desde que Arin tenía 16 años y conoció a los dos hombres en el antiguo Furin, supo que seguirlos sería su motivo para vivir.
Porque Takiishi le arrebató el corazón sin siquiera darse cuenta. Y Endo le manipuló el alma, casi como un daño colateral.
Y aún así, sabiendo que lo que siente no puede materializarse, Arin sabe que no puede escapar. Ya no.
Tampoco es que quisiera escapar.
Se sentía a gusto en el caos. Y nada más importaba: solo esos dos hombres a los que daría todo si se lo pidieran.
— Arin, ven aquí. — Habló Endo, su tono autoritario, pero juguetón como siempre.
Arin se sentó al lado de Endo en el sofá. Takiishi no tardó en sentarse a su lado también.
Una mano de Takiishi se posó en su muslo, una especie de tentativa. Una manera de probar qué haría Arin.
Cómo siempre Arin respiró hondo, sintiendo que el mundo se ralentiza. El corazón latiendo desbocado en su pecho. Pero aún así manteniendo la compostura.
La risa casi maliciosa de Endo llegaba a sus oídos.
Era demasiado.
Pero no cambiaría esta vida tortuosa por nada. Mordiendo su lengua para no expresar lo que siente.
Aunque no hacía falta: Takiishi y Endo lo sabían.
Y Arin, muy en el fondo, era consciente de que estaba jodido. Atrapado en un sentimiento que va más allá de lo carnal, un sentimiento que le quema como el fuego y amenaza con consumirlo.
Pero por ahora guardaría su secreto “no tan secreto”.
Incluso si se preguntaba a sí mismo cuánto estaba dispuesto a sacrificar por un poco de amor de ambos. Incluso si se preguntaba cuánto podría aguantar antes de que el tiempo llegara a su límite y explotara.
Y si eso pasaba… ¿Quedaría algo que salvar?
El corazón late y los minutos se pierden. Es un juego cruel, despiadado. Y Arin está completamente inmerso en ese juego, ahogándose lentamente entre emociones silenciadas.
Y aun así… No cambiaría nada.