I
13 de octubre de 2025, 19:01
CAPÍTULO 1: EN CAÍDA LIBRE
«Nunca me sentí perdido, hasta que te perdí».
Los días transcurrían como un torbellino borroso frente a mis ojos. Luego de perder esa pelea de manera tan injusta, todo lo que me importaba comenzó a carecer de sentido. Al fin y al cabo, me había dedicado al boxeo por tantos años, llevando mi cuerpo casi al borde del colapso, que resultaba indignante saber que mi carrera se encontraba en tela de juicio por culpa de un maldito cobarde. De hecho, lo que más odiaba de todo este asunto era escuchar a los medios deportivos hablar sobre la posibilidad de mi retiro. Eso me hacía sentir como si todo mi esfuerzo y sacrificio hubieran sido en vano.
Seguir adelante estaba siendo complicado. Entre la lesión y la suspensión, no había muchas cosas que pudiera hacer en realidad. Por lo tanto, todos los días me parecían iguales. Entrenaba, nadaba, bebía hasta quedarme dormido. Y en algún momento al azar, pensaba en Kim Dan, el fisioterapeuta que se convirtió en una constante en mi vida sin siquiera saberlo. Siendo sincero, nunca me he considerado una persona a la que le gustara tener compañía; sin embargo, me acostumbré a la presencia de Kim Dan más rápido de lo que cualquiera creería.
Por lo mismo, su ausencia era algo que podía notar desde que me despertaba hasta que me dormía: al comer, al entrenar, al descansar, al... Él ya no estaba, y de alguna manera, eso me molestaba. Golpeé el saco con frustración. Ya habían pasado dos meses desde que ese idiota se fue de la casa después de renunciar. Ni siquiera tuvo la decencia de decirme las cosas a la cara. Solo me dejó una carta con la promesa de seguir pagando la deuda y se marchó. Recordé la última vez que lo vi; sus ojos al borde de las lágrimas eran una imagen que solía atormentarme en mis pesadillas.
Me reí de mi propia estupidez. Lo había acusado de ser un espía para el gimnasio de mi contrincante, como si Dan pudiera ser capaz de hacer algo con tal de lastimarme. Incluso cuando era cruel y violento con él, el fisioterapeuta seguía siendo absurdamente amable. Deberías buscarlo. Era esa voz de nuevo... la culpa. He logrado silenciarla en varias ocasiones, pero a veces presionaba lo suficiente como para que intentara dar con su paradero. Y cuando eso sucedía, debía autoconvencerme de que lo haría solo por mi beneficio personal.
Después de todo, Kim Dan era el único que podía satisfacerme por completo, ya fuera en la cama, como fisioterapeuta o en lo que sea. Yo ordenaba y él cumplía, y eso era lo que más me gustaba... Intenté hacer los ejercicios de estiramiento que me recomendó. Sentí en mi hombro una punzada de dolor que atravesaba casi todo mi cuerpo. Deberías buscarlo...Sí, necesitaba encontrar a ese roedor escurridizo. No podía permitir que mi lesión siguiera avanzando hasta el punto de ser irreparable.
No entiendo cómo el entrenador Namwook se las ha arreglado para traer al gimnasio a fisioterapeutas tan incompetentes. Cada vez que pasaba para tener una sesión, terminaba queriendo reventarlos a golpes por ser tan malos en su trabajo. Según el entrenador, yo estaba siendo quisquilloso al respecto, ya que los demás no se quejaban, pero era la verdad. Me costaría admitirlo en voz alta, pero bastaba un solo masaje de Kim Dan para que mis dolores se calmaran, y sus estiramientos siempre me ayudaban a mejorar mi movilidad. Sí, nuestro contrato se basaba en tener sexo; sin embargo, eso no quitaba el hecho de que era un excelente profesional.
De hecho, me es difícil decidir si lo prefiero como fisioterapeuta o como compañero sexual, ya que, en ambos casos, me encuentro satisfecho con su desempeño... ¿Cuándo vas a volver, maldita sea? Ya le he dado el espacio y el tiempo suficiente para que despeje su mente. No sé por qué quiere hacerse tanto el ofendido, si no es la primera vez que lo trato de esa manera. Además, le he hecho cosas mucho más terribles que gritarle como en esa ocasión. Supongo que está esperando que le ofrezca algún tipo de indemnización. Sí, debería buscar a Kim Dan y proponerle un aumento de sueldo para que no se vaya de nuevo.
Después de todo, ¿qué más iba a querer si no es dinero? Eso era lo único que necesitaba, también lo único que le podía ofrecer. Era un trato justo para los dos. Mi hombro me molestó una vez más, así que me dirigí a la piscina. Luego de nadar un rato, me dispuse a ir al gimnasio. El entrenador Namwook no estaba contento con mi desempeño después de la pelea, por lo que me obligaba a ir dos horas al día para vigilar que estuviera haciendo mis entrenamientos de la manera correcta. También quería asegurarse de que me viera un fisioterapeuta, pero cada vez que accedía a darle una oportunidad al que estaba de turno, terminaba despidiéndolo por no saber hacer las cosas tan bien como Kim Dan.
A pesar de que Namwook me regañaba por seguir rechazando a todos los fisioterapeutas que traía, recordándome que era mi culpa que Dan se fuera, él también pensaba que las cosas estarían mejor si él siguiera aquí. Al fin y al cabo, con cada día que pasaba, era más evidente que no contaba con las condiciones físicas para volver pronto a competir. Y si las cosas seguían así, se me haría cada vez más difícil subirme de nuevo a un ring. Además de eso, el hecho de que me presentara a algunos entrenamientos con resaca no ayudaba en nada a que mi relación con los entrenadores fuera tan pacífica como antes.
Yosep era quien se encargaba de regañarme en cuanto ponía un pie en el gimnasio, sin importarle que los demás nos estuvieran escuchando. De todos modos, no quedaban muchos miembros en nuestro equipo como para tener cuidado: solo estaban los entrenadores, Yoongu, Daehyun y un par de extras. Ignorando sus comentarios, me dispuse a entrenar sin descanso. No había nada que me calmara más que golpear el saco de boxeo hasta destrozarlo. Era como si todos mis problemas desaparecieran en un instante en cuanto acertaba golpes, imaginando a los culpables de mi injusta situación siendo desfigurados como aquel saco.
Un crujido advirtió que el saco ya estaba por romperse. Namwook me advirtió que no siguiera destrozando el mobiliario, que me pondría una sanción si lo hacía de nuevo. Seguí golpeando con todas mis fuerzas. Total, podía comprar otro saco todos los días si así lo quería. El dinero nunca había sido un problema para mí. Mi hombro comenzó a doler cuando estaba por terminar la sesión. Si Kim Dan estuviese aquí, me habría insistido un montón para que me fuera a casa y descansara el resto del día.
Yo fingiría estar de acuerdo, para luego llevarlo a la cama hasta que él cayera inconsciente de tanto hacerlo. La imagen mental fue más que tentadora para mí; tuve que calmarme para no tener una erección mientras seguía entrenando. Desde que Dan se fue, mi libido ha ido en aumento y está fuera de control... Supongo que la abstinencia ya me estaba afectando. Sin embargo, no puedo pagarle a nadie para tener sexo, ya no es lo mismo. Golpeé el saco con frustración. Ahora solo funcionaba cuando es él, solo con él.
Luego del entrenamiento matutino, regresé al pent-house para almorzar. No quería compartir con nadie del gimnasio. Tampoco es como si los demás quisieran contar con mi compañía. Incluso Yoongu ha estado algo distante últimamente, ofreciéndose a hacer sparring con cualquiera, excepto conmigo. Siempre ponía excusas para deshacerse de mí. O no se sentía preparado para volver a enfrentarme, o tenía miedo de no ser cuidadoso con mi lesión y llegar a lastimarme.
¡Un montón de basura! Él nunca sería capaz de hacerme daño, y lesionado me era imposible lidiar con su velocidad para esquivar, por lo que la posibilidad de noquearlo quedaba descartada de inmediato. De todos modos, no es como si quisiera entrenar con alguien como él, todavía le faltaba mucho para llegar a mi nivel. Simplemente, era uno de los pocos en los que podía confiar ahora, además de que veía en él cierto potencial en él. Sin embargo, era evidente que su actitud hacia mí cambió en cuanto se enteró de la renuncia de Kim Dan; varios lo hicieron. Hasta el imbécil de Heeseung, que viene cada cierto tiempo a entrenar con Yoongu, se atrevía a mirarme con decepción cuando alguien mencionaba al fisioterapeuta en una conversación. Al menos, pude descansar de ese par por una semana.
Heeseung se había llevado a Yoongu a una de sus tantas grabaciones. Según el actor, existía una vacante como doble de acción y Papita cumplía con el perfil que buscaban. Por lo mismo, decidió hablar con los entrenadores para que estos le dieran permiso para acompañarlo, alegando que sería una buena oportunidad para Yoongu, ya que podría captar la atención de algunos patrocinadores estando en ese lugar... Sí, cómo no, como si pudiera creerle que lo hacía por su bien. Era evidente que se lo estaba ligando. Ojalá Papita no sea tan ingenuo como para caer en las redes de un jugador como Heeseung.
Miré un rato mi celular para pasar el tiempo; todavía me quedaba media hora para volver a entrenar. De un momento a otro, el grupo del gimnasio estalló en notificaciones. No les presté mucha atención, era Yoongu hablando sobre su viaje y los chicos pidiéndole que compartiera con ellos algunas fotografías. Nada relevante. Sin embargo, al observar una de las fotos, di con el rostro que llevaba tiempo buscando: ¡Kim Dan! Salí corriendo sin saber la razón, solo era consciente de que debía llegar al gimnasio cuanto antes. Me subí al auto y aceleré al máximo. Tendría que pagar un par de multas más tarde. Al ingresar al gimnasio, me dirigí a Yoongu de inmediato.
—¿Qué significa esto? —le mostré la foto.
—¡Ay, no!
—¿Dónde está Kim Dan?
—No lo sé, lo siento.
—¡No mientas!
—Señor Jaekyung, esa información es un secreto.
Apreté los puños ante la frustración.
—¡Dímelo! Ya me diste material suficiente para poder buscarlo por mi cuenta.
—Por favor, señor, no lo haga.
—¿Y por qué no lo haría?
—Porque él ya rehízo su vida —señaló angustiado—. Tiene trabajo y su abuela está mejorando...
—¿Y a mí qué? Él me debe una explicación.
—Renunció porque usted le pidió que se fuera. Esa es toda la explicación que necesita.
Al ver la expresión de Yoongu, me di cuenta de que ya no era su ídolo. Me observaba con miedo, pero ya no quedaba ni rastro de respeto en sus ojos.
—Espera, ¿cuánto sabes?
—¿Sobre qué?
—Kim Dan y yo...
Si ese estúpido fisioterapeuta se atrevió a contarle sobre nuestro trato, podía considerarse un hombre muerto.
—Bueno, todos sabíamos cómo era su relación en realidad.
—¿De qué mierdas hablas?
—Usted siempre lo menospreció y lo trató mal. Él siempre estaba lastimado o cansado... Es obvio que usted lo maltrataba.
—No lo hacía... —me defendí en vano—. Tampoco estaba obligado a cuidarlo.
—Él hizo tantas cosas por usted, señor, siempre fue dedicado y devoto con su trabajo. Y usted simplemente ignoró todo y...
—Escúchame, niño, estás cruzando la línea. Ya he tolerado bastante insolencia de tu parte.
—¿Y qué con eso? —preguntó, poniendo su puño sobre mi pecho—. ¿Acaso va a golpearme? ¡Hágalo, me lo merezco!
—No me provoques.
—Ya es la segunda vez que cometo un error ante usted... ¡Soy un idiota!
—Lo dices por Dan, ¿verdad?
Asintió.
—Si hubiese hablado antes con usted, no se habrían peleado de ese modo, y él seguiría aquí, y no estaría así...
¿Así cómo? Quise preguntarle, pero el hecho de que Yoongu lo defendiera me molestaba aún más que mi curiosidad.
—¿Y quién eres tú para preocuparte por un tipo como él? —sus mejillas se sonrojaron—. ¿Acaso...?
Sujeté su cuello antes de que pudiera darme cuenta. Yoongu estaba forcejeando para que mi mano cediera. Mientras luchaba por seguir respirando, sus ojos no dejaban de recriminarme. Y no precisamente por el hecho de que lo estuviese estrangulando.
—¡Por eso se fue! —declaró con gran esfuerzo—. ¡Usted no sabe controlarse!
—¡Cállate!
—¡Jaekyung! ¡Suéltalo ahora!
Namwook había llegado junto a Yosep para detener la pelea.
—Estás en plena suspensión —me recordó el entrenador—. Esto podría significar el fin de tu carrera.
Lo solté, dejándolo caer al piso sin ningún tipo de consideración.
—Yoongu, ¿estás bien?
—Sí, entrenador. Lamento mucho mi comportamiento.
—Quien debería disculparse es otro —señaló Yosep—. ¡Daehyun! Ven acá y lleva a Papita a la enfermería.
—¡Qué exagerado!
Con cuidado, Daehyun lo ayudó a levantarse, aprovechando la oportunidad para observarme con un gesto de reproche. Otro más.
—Tiene tu mano marcada en la garganta. ¿Qué vas a hacer si te demanda?
—Pagarle una indemnización para que no lo haga. Cierto, encárgate de eso.
—¡Maldito niño malcriado!
—Namwook, cálmate —le pidió Yosep—. Ya lo conoces.
—¿Se cansaron ya de criticarme? ¿Sí? ¡Me voy!
En cuanto me subí a mi auto, le envié la fotografía en cuestión a mi investigador privado. Él solo me mandó la dirección del hospital como respuesta. Me sorprendió la rapidez con la que lo hizo. Si bien era uno de los mejores en su campo, no esperaba que tardara un minuto y medio en hacerlo. Quizás ya había estado investigando previamente por su cuenta. Después de todo, no era la primera vez que le pedía que investigara algo relacionado con Kim Dan. Por lo mismo, no me sorprendió que siguiera enviando toda la información necesaria para que pudiera reencontrarme con el fisioterapeuta.
Luego de una hora conduciendo, la carretera comenzó a verse desolada. No podía creer que estuviese conduciendo hasta el fin del mundo para encontrar a ese tipo escurridizo. Maldita sea, tendré que hacerle pagar por su maldita obstinación. Incluso los chicos del gimnasio se pusieron en mi contra por su culpa... ¿Por qué tenía que ser tan sensible al respecto? Por supuesto que no iba a querer verlo ese día: había perdido un partido por primera vez en mi vida y sentía muchísimo dolor. Pero no, el señorito, en vez de ponerse en mi lugar, tenía que ofenderse y hacer un escándalo por pedirle que se fuera.
Ya había anochecido y yo seguía sin llegar a mi destino. Para la próxima, deberías salir del país, ¿no crees? Al menos el sonido de las olas cercanas me calmaba. Quizás, después de encontrar a Kim Dan, debería aprovechar la oportunidad para nadar en el mar. Nadar era mi segundo deporte favorito, por lo que no estaría de más darme un tiempo para relajarme. Observaba el mar de manera distraída de vez en cuando, cuando pude divisar una silueta familiar. ¿Cómo puede parecerse tanto a Kim Dan? Incluso antes de pensar en una respuesta, mi cuerpo actuó de manera automática. Estacioné el auto sin cuidado a la orilla de la calle y salí corriendo al ver que la persona se hundía en el agua.
Al levantarlo, pude comprobar que se trataba del fisioterapeuta, quien se encontraba inconsciente. ¿En qué mierda estabas pensando? Me encargué de brindarle los primeros auxilios de inmediato. Besarlo en esas circunstancias no se sentía bien. No es como si nunca lo hubiera besado estando inconsciente; de hecho, había pasado más veces de las que me gustaría admitir. La gran diferencia es que, en esas ocasiones, sabía que Dan podía despertar en cualquier momento, y ahora... En cuanto escupió el agua que retenía en sus pulmones, lo llevé a mi auto para poder trasladarlo a algún servicio de urgencia.
Mientras lo atendían, tuve que llenar un formulario con los datos del paciente. Menos mal que mi informante me había dado incluso los números de su seguro social. Al llegar a la parte de familiares o tutores, recordé que Dan no tenía a nadie que se hiciera cargo de él. Por supuesto, estaba su abuela, pero ella no estaba en condiciones de cuidar a nadie. Por lo mismo, puse mi información personal sin pensarlo; alguien debía poder aprobar cualquier tipo de intervención en caso de ser necesario. Su abuela me perdonaría por tomarme tantas atribuciones.
Las horas pasaron sin ninguna novedad sobre su estado. De hecho, estaba a punto de llamar a una ambulancia para llevarlo a una clínica de verdad, cuando el doctor salió de su habitación para informarme sobre su condición.
—Kim Dan... ¿Cómo está?
—El paciente se encuentra estable —respondió pensativo—. No tragó demasiada agua, por fortuna.
—¿Puedo pasar a verlo?
Negó con la cabeza. —Sigue inconsciente.
—Pero dijo que ya estaba bien.
—Dije que se encuentra estable, no que estuviera bien.
—Será mejor que se explique.
—Le hemos hecho algunos exámenes y su condición no es muy buena.
—Si es por su desnutrición, su alimentación ha mejorado...
—¿De verdad? —lucía sorprendido—. Su peso está muy por debajo del promedio. También tiene baja la mayoría de las vitaminas.
—¡Maldición! ¿Cómo pudo empeorar tanto en dos meses?
Por supuesto, no había forma en que el doctor supiera que no he tenido ningún tipo de contacto con Dan durante ese tiempo.
—Por los resultados, hemos podido concluir que su alimentación es casi nula. También que ha estado bebiendo de manera sistemática.
—¿Dan? —pregunté extrañado—. No, eso es imposible.
—Puede comprobarlo usted mismo. Como su tutor legal, le hemos enviado los resultados de sus exámenes.
—Pero, doctor, desde que lo conozco, solo lo he visto beber un par de veces. Es difícil imaginar que él...
—Comprendo. Aun así, su índice de alcoholemia estaba casi al máximo. Un poco más y habría caído en un coma etílico.
—¿Es por eso que sigue inconsciente? —asintió—. ¿Cuándo despertará?
—No lo sabemos. Sin embargo, si no despierta para mañana, tendremos que trasladarlo a un hospital. Nosotros solo atendemos urgencias menores.
—Entiendo.
—Si así lo prefiere, puede quedarse a esperar con el paciente... Aunque creo que sería mejor que se fuera a casa y se cambiara de ropa.
—No es necesario —me secaría mientras esperaba—. Indíqueme su habitación.
Nunca me han gustado los hospitales. Por ese motivo, desde que el dinero dejó de ser un problema para mí, siempre me he atendido en los mejores establecimientos de salud. Y, en comparación, este lugar parecía tener instalaciones precarias. Incluso si Kim Dan se despertaba, sería recomendable que lo llevase a una clínica privada para una segunda evaluación. Lo observé por un instante. Su piel estaba tan pálida que parecía un cadáver, una visión nada agradable, considerando que sus mejillas regordetas estaban hundidas, completando la imagen.
Me senté en el sillón junto a la camilla para acompañarlo. La ropa mojada sobre mi piel se sentía algo incómoda, pero no tenía frío porque en mi interior algo estaba ardiendo, aunque no entendía bien qué era ni por qué lo sentía. ¡Maldita sea! Kim Dan se veía tan frágil en esa camilla, que no entendía por qué solo tenía una intravenosa conectada a una simple bolsa de suero. Si yo fuese uno de los médicos, ya le habría puesto todos los aparatos necesarios para devolverle su verdadero atractivo... En realidad, su belleza no se había desvanecido, pero se veía lamentable. Entonces, una voz similar a la de Yoongu resonó en mi cabeza, echándome la culpa: ¡Su orgullo lo marchitó! Y, por un momento, pensé que quizás tenía razón.