ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

Slash
PG-13
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planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
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II

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CAPÍTULO 2: EN LAS PROFUNDIDADES DE LA CONCIENCIA «Si de alguna manera se pudiera, dejaría que el mar se llevase toda mi tristeza». La respiración de Kim Dan, la forma en que su pecho subía y bajaba con delicadeza... Ya no sabía en qué más podía concentrarme para poder soportar la larga espera. Llevaba horas observando cómo su cabello cubría gran parte de su frente, cómo sus pestañas eran más claras de lo que recordaba, cómo sus labios se veían pálidos y agrietados... También había intentado tomar su mano en vano... ¡Maldición! Mi mente era un completo caos. Mientras más miraba a Kim Dan, más miedo me daba que, al despertar, no quisiera verme allí. La última vez que nos vimos, había sido muy injusto y cruel con él... Pero eso no sería suficiente para que se descuidara de ese modo, ¿o sí? No, no es posible que yo sea el causante de su lamentable condición. Debía existir otra cosa que le estuviese complicando la vida. Si no fuese porque mi investigador también me había enviado información sobre su abuela, habría supuesto que toda esa actitud autodestructiva se debía a su pérdida. Sin embargo, ella parecía estar respondiendo bien a los cuidados paliativos... Una cruel ilusión, ¿verdad? ¿Por eso estás así, Dan? Sin duda alguna, debe ser muy doloroso para él ver que se encuentra mejor, cuando en realidad es imposible que logre curarse de su enfermedad. Ella ya era demasiado mayor como para poder sobreponerse al cáncer. Había tenido un tratamiento médico muy tardío, sin contar que factores como su alimentación y las condiciones de vida disminuían de manera considerable las posibilidades de que sucediera algún milagro. Aun así, eso no es suficiente para que mandaras todo al carajo, Dan. Ella debería ver a su nieto bien hasta el final. Las horas siguieron pasando sin ninguna reacción de su parte. Su rostro, su respiración, todo seguía siendo igual que antes, y eso comenzó a preocuparme. Así que, frustrado por la espera, me puse en contacto con mi médico personal. De acuerdo con lo que conversamos, yo no estaba tan equivocado en mi idea de trasladarlo a una clínica en Seúl. Sin embargo, era preferible que se quedara en urgencias hasta que recuperara la conciencia. Al fin y al cabo, trasladarlo podría llegar a ser muy arriesgado, considerando que el pueblo donde nos encontrábamos estaba muy lejos de la capital. Eran al menos tres horas en las que cualquier cosa podría salir mal. Observé su semblante una vez más. Se veía tan frágil, tan ligero, tan distante... Si lo llevo en mi auto podríamos llegar más rápido. Esa parecía ser una buena idea. Sin embargo, seguía siendo algo riesgoso, además de problemático. Siempre cabía la posibilidad de que la prensa diera con mi ubicación e hiciera un escándalo al verme trasladando a alguien en ese estado. Desde mi suspensión, los paparazis habían estado sobre mí como abejas sobre la miel, esperando a que cometiera un error para exponerme frente a todos... Si llegase a filtrarse una foto mía con Dan, harían un gran escándalo diciendo que lo agredí sin algún motivo, y entonces, mi suspensión sería permanente. Por lo mismo, solo podía confiar en la discreción del doctor Lee, quien ya lo había atendido previamente. Lee no haría preguntas ni suposiciones, ya que él sabía más o menos el tipo de relación que teníamos. Sin contar que él quería mantener en secreto su homosexualidad, por lo que haría lo que fuera necesario para mantener mi boca cerrada. ¡Maldición! No entendía por qué me estaba tomando tantas molestias por alguien que me abandonó sin pensarlo. En cuanto volvamos a Seúl, tendremos una buena conversación. Debía darme muchas explicaciones: por qué se fue y de dónde estaba sacando el dinero que a veces me enviaba. Estaba por dormirme en el sillón cuando un quejido proveniente de la camilla me hizo recobrar mis sentidos. Por la posición en la que Dan estaba acostado, pude suponer que se clavó la aguja de la intravenosa al intentar doblar el brazo. Como eso dolía un montón, pensé que reaccionaría y se despertaría de inmediato, pero él siguió sumergido en un sueño profundo. Con cuidado de no molestarlo, estiré su brazo para que el suero siguiera circulando; quería evitar que le quedara un moretón o que se lastimara por mover la intravenosa... Su respiración siguió siendo lenta y armoniosa, como si al fin pudiera descansar después de semanas sin dormir. Casi lo envidiaba. En fin, intuyendo que tendría que esperar más tiempo, opté por salir de la habitación e ir en busca de un café para despabilarme. Mientras bebía esa cosa horrible que me sirvieron, me detuve a pensar por un momento en lo ocurrido horas atrás. Si hubiese tardado un poco más, si Yoongu no hubiera cometido el error de enviar esa fotografía, Kim Dan... Por más que lo intentara, no hallaba razones para que una persona como Dan, quien tenía miedo a ahogarse incluso en una piscina que no supera el metro y medio, estuviera en medio del mar a medianoche. Aplasté el vaso de café con rabia. El fisioterapeuta siempre era tan dedicado y atento con los demás, ¿por qué no podía ser así consigo mismo? El dolor en mi hombro me recordó que yo tampoco estaba siendo muy amable conmigo. Frustrado, volví a la habitación. Las horas siguieron transcurriendo sin novedad. Ya estaba por amanecer, cuando el frágil cuerpo de Dan comenzó a moverse. Observé en silencio cómo sus ojos intentaban acostumbrarse a la luz, mientras mostraba claros signos de desorientación y confusión. Con cuidado de no asustarlo, me acerqué a la camilla. Al verlo, su expresión cambió por completo. Dan me observaba con cierto miedo y rencor. —¿Qué hace aquí? —Vaya, ¿desde cuándo me hablas así? —¿Importa? —reparó en la bolsa de suero—. ¿Por qué estoy en un hospital? —¿No lo recuerdas? —No —pensó un momento—. ¿Acaso se excedió conmigo otra vez? ¿Cómo que me excedí? Cierto, varias veces quedó inconsciente después de nuestras sesiones de sexo. Él pensaba que... —¡Espera! Yo no te he tocado. —Ah, es bueno saberlo. —¿Por qué pensarías que...? —¡Disculpen! —nos interrumpió una enfermera—. ¿Puedo pasar? Notando la tensión en la habitación, la enfermera se dedicó a constatar sus signos vitales en absoluto silencio. Al comprobar que todo estaba bien, se apresuró a llamar al médico. Iba a continuar con la conversación, cuando el doctor llegó para hacerle otra revisión. —Bien, jovencito, me alegra verlo despierto. —No es tan joven —murmuré por lo bajo. Dan me ignoró. —Se lo agradezco, doctor. —Ahora, ¿podría decirme qué recuerda...? —La verdad es que no —soltó de golpe—. Solo recuerdo haber terminado mi turno e irme a casa. —De acuerdo. ¿Recuerda haber comido o ingerido algo? —Nada. No tenía hambre, así que me acosté temprano. Estaba mintiendo, tanto el doctor como yo sabíamos que había estado bebiendo. —¿Comió algo durante el día? —negó con la cabeza—. ¿Bebió o ingirió algo? —¿Por qué lo pregunta? ¿Cree que me intoxiqué o algo así? —La verdad es que no. Cuando llegó a urgencias, le hicimos varios exámenes para descartar cualquier situación. —Entonces... —Solo pudimos detectar un alto porcentaje de alcohol en su sangre, además de la presencia de varios analgésicos. —Comprendo. Yo... he tenido problemas de insomnio —me miró nervioso—. Y algunos problemas personales. —¿Lo hace muy seguido? —¡Por supuesto que no! —¿Recuerda lo que consumió? —No, estaba muy cansado anoche. Tomé lo primero que encontré. —¿Seguro? —asintió—. ¿Es consciente de lo peligroso que es hacer ese tipo de combinaciones? —Sí, no se preocupe. Soy fisioterapeuta, así que entiendo el daño que puede provocarle al organismo. —Me alegra saber que comprende los riesgos de una práctica como esa. Si es así, usted también estará de acuerdo con que lo ideal es seguir con el protocolo de... Kim Dan intentó incorporarse de la camilla al escucharlo. —¿Protocolo? —quise saber. —Usted no intervenga. —Señor Kim, además del alcohol y los analgésicos, usted también tiene una deficiencia considerable de vitaminas. En especial, la vitamina D. —No me he podido alimentar bien. —No es solo eso. Usted lo sabe bien. La vitamina D también está asociada a un factor psicológico. Y, considerando lo que pasó... Mi mente me llevó de nuevo a la playa. Un cierto sentimiento de culpa me invadió. Era desagradable. —Cierto, ¿qué pasó? —Tú, como un idiota, estabas en el mar de noche, sin saber nadar y borracho. —Yo no recuerdo haber salido de la casa... Revisó sus bolsillos: no tenía su celular, tampoco su billetera o las llaves. —Oh, entonces tengo más razones para suponer que es una emergencia psicológica. —¿A qué se refiere con eso? —Doctor, no diga nada más por ahora —le pidió—. Prefiero saber más sobre mi situación cuando él no se encuentre presente. —¿Me estás echando? ¡Si no fuera por mí te habrías ahogado! —Señor, no es momento para... —No me interrumpa cuando estoy hablando. —No sea grosero con el doctor. —¡Escúchame, Kim Dan...! El doctor alcanzó mi mano antes de que pudiera tocarlo. Le di un manotazo para que me soltara. —Señor, agradezco que lo trajera a urgencias, pero su estado es delicado y no debe alterarse. —No se ve tan grave —señalé irritado—. Solo está exagerando. —Míreme, no tengo ni la menor idea de qué tipo de relación mantiene con él, pero el paciente se encuentra en una situación de riesgo. Tengo que derivarlo a un centro... para tenerlo en observación por las próximas tres semanas. —¿Y para qué? Ya pudo constatar que no tiene lesiones ni heridas —dije, molesto—. ¿O es que acaso me quieren sacar más dinero? —Doctor, creo entender la situación, no es necesario que se desgaste con él. Luego, cuando se vaya, me podrá decir todo con más detalles. —Espero, por su bien, que logre hacer que se marche. Debe descansar, y dudo que él se lo permita. —¿Con quién crees que estás hablando? —me dejó hablando solo—. ¡Grosero! La mirada de Kim Dan se mantuvo enfocada en la puerta, después de que la cerrara para que pudiéramos hablar sin ser interrumpidos otra vez. No sé si estaba esperando a que el doctor volviera o si pensaba en alguna manera de escapar para evitar nuestra conversación. Ambas opciones me parecían factibles. Debido a su condición, opté por esperar a que él decidiera hablar conmigo; Dan todavía parecía algo confundido con todo lo sucedido. Mientras tanto, nos sumergimos en un silencio incómodo, interrumpido solo por sus quejidos mientras se tocaba el cuerpo, como si esperara encontrar signos de algo en concreto... Sí, no había sido muy cuidadoso al trasladarlo; debía de tener algunos moretones repartidos. Al ver que evitaba establecer contacto visual, comprendí que aún pensaba que le había hecho algo mientras dormía. Por eso no me sorprendió cuando, en un impulso, corrió a encerrarse en el baño. Supongo que quería comprobar que seguía intacto... De verdad tenía un concepto muy bajo de mí¿Siempre fue así? Una sonrisa irónica cruzó mi rostro: Tú provocaste que desconfiara de ti. Resignado, me senté en el sillón a esperarlo. Su figura al salir del baño era lamentable. Además de verse visiblemente avergonzado, su cuerpo parecía incluso más delgado que cuando nos conocimos en el gimnasio. ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo? ¿Por qué estás así? Eran algunas de las preguntas que quería hacerle, pero sabía que se quedarían estancadas en mi garganta por la contradicción que me provocaban. Por una parte, quería hacerle saber que me importaba lo que le pasaba; por otra, no terminaba de entender por qué alguien como él me preocupaba cuando yo ya tenía suficientes problemas como para sumarle uno más. Un moretón en su cuello despertó mi alarma. ¿Habrá recurrido a los prestamistas otra vez? ¿O quizá...? Un escalofrío me recorrió la espalda al imaginar que se vendió a otras personas para conseguir algo de dinero... No, eso era imposible. Él es mío. Solo mío. —Se lo voy a pedir educadamente: váyase. —Bien, me iré, pero te llevo conmigo —le tomé de la muñeca—. No voy a dejar que te quedes aquí si no tienes nada. Con decisión quitó mi mano, alejándose de mí de manera instintiva. —¿De verdad piensa que estoy bien? —Te veo bien. Algo descuidado, pero estás completo. —Ya sabía yo que usted no tenía corazón... ¿pero tampoco tiene cerebro? —Te estás pasando, Kim Dan. —¿Y qué? Usted piensa que estoy bien. Eso es más ofensivo. ¿Acaso es incapaz de comprender lo que es una emergencia psicológica? —¿Te has vuelto loco? —me burlé. —Usted me vuelve loco... Y no de la manera que quisiera creer. —Yo... —Solo piense un momento: pérdida de memoria, un lugar peligroso, alcohol y analgésicos. ¿Qué cree que hice, según el doctor? Casi pude escuchar a mi cabeza haciendo clic cuando logré conectar los puntos. —Es imposible. Tú no lo harías. —¿Cómo puede estar tan seguro? Sus ojos me observaron expectantes, esperando una respuesta que nunca llegó. Estaba seguro de que Dan no sería capaz de hacer una estupidez como esa. Él ha tenido una vida dura, lo admito. Se ha enfrentado a muchas cosas, y sin embargo, siempre ha intentado seguir adelante. Incluso cuando se encontró con un imbécil como yo, quiso dar lo mejor de sí y cumplir con todas mis expectativas. Y lo había logrado con creces. Pero cuando empezó a actuar extraño... El recuerdo de las últimas veces me sobrecogió. No, las cosas no podían haber terminado de esa manera. Él no podía querer morir... al menos no por mí. Intenté buscar su mirada, pero las luces eran demasiado brillantes, y el silencio entre los dos, ensordecedor. Me sentía algo mareado, confundido, con el corazón acelerado. Era imposible. Debía existir otra explicación. Quizá todo se debía a sus problemas de insomnio. Él mismo lo dijo. En ese caso, también podría estar atravesando una fase de sonambulismo sin darse cuenta. Eso explicaría por qué no recordaba nada de lo sucedido, por qué no tenía sus cosas en los bolsillos cuando lo encontré en la playa. De ser así, todo se resolvería encerrándolo en su habitación cuando durmiera... Sí, solo debía mantenerlo vigilado y asegurarme de que comiera bien hasta verlo totalmente recuperado. Una vez que le dieran el alta médica, me lo llevaría a Seúl como estaba planificado. En mi casa sería más fácil brindarle todos los cuidados, y estaría en un mejor entorno. Tenía dinero de sobra para pagarle la atención médica que requiriera, también para trasladar a su abuela a una clínica especializada en el tratamiento del cáncer. Le devolvería su trabajo como mi fisioterapeuta personal, lo dejaría compartir con los muchachos del gimnasio... incluso lo llevaría conmigo a todas partes si era necesario. Kim Dan es demasiado inteligente como para querer suicidarse. Deseaba con todas mis fuerzas aferrarme a ese pensamiento. Pero, entre más analizaba todo lo ocurrido, esa idea, por más absurda que me pareciera, cobraba cada vez más sentido. Me atreví a mirarlo de nuevo. Esta vez, pude reparar en su rostro, a pesar de que las luces seguían nublando mi vista. Su expresión era indescifrable, como si no supiera qué sentimiento debía manifestar ante mi comportamiento. Sus ojos me observaron con una intensidad que me hizo recordar cuando estaba frente a un oponente en el ring. Me sentía como si él intentara predecir mi próximo movimiento. Un paso en falso, y estaría acabado. De repente, una chispa de reconocimiento brilló en sus ojos. Había descubierto la brecha en mi defensa. Había leído el curso de mis pensamientos, al ver mi rostro teñido de una sincera preocupación al comprender la complejidad de lo sucedido. Y solo pudo reírse. Su risa era nerviosa, incluso irónica. Pero pronto, ese sonido se convirtió en sollozos reprimidos, que dieron paso a un llanto desgarrador. Kim Dan casi se ahogaba en su propio dolor. Todo sucedió muy rápido, como si hubiese estado conteniendo sus emociones toda su vida. No supe qué hacer ni qué decir. No había manera de consolar a alguien que seguía hundiéndose, que continuaba siendo arrastrado por las olas del mar a pesar de haberlo salvado. Quise extenderle una mano, pero solo pude contemplarlo en silencio, mientras mis propias decisiones lo empujaban más y más hacia las profundidades, amenazándolo con nunca más salir de allí. Kim Dan estaba roto. Y yo lo había presionado hasta el punto de quebrarse.
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