ID de la obra: 1267

Contacto Humano

Het
NC-17
En progreso
1
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planificada Maxi, escritos 132 páginas, 53.848 palabras, 10 capítulos
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3. La Explicación

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Buenas noches: Éste mes de mayo sí que me la pasé actualizando todo lo que escribo, y éste fanfic no iba a ser la excepción. Les dejo el tercer capítulo, ojalá sea de su agrado y me dejen un comentario. Sé que a veces puede dar un poco de flojera logearse y escribir, pero en verdad, su opinión ayuda mucho a los escritores. Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.

***

Capítulo 3: La Explicación Santuario, edificio del Patriarca. Shion caminaba por un pasillo después de desviarse de la sala del trono para llegar a sus aposentos. Llevaba una bandeja con una tetera y un par de tazas. Ya era bastante noche y las doncellas no estaban disponibles, así que él mismo se encargó de ir a la cocina por un poco de té. Su invitado lo necesitaba con urgencia, ya que no dejaba de temblar nervioso. Apenas unos minutos atrás, un extraño cosmos lo despertó de forma abrupta. La extraña energía provenía del templo de Piscis, así que se dirigió de inmediato hacia allá empleando su teletransportación. Cuando llegó, no se imaginó lo que encontraría, a pesar de haber sido informado previamente.

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La diosa Deméter había traído de nuevo a la vida al Santo dorado de Piscis, el cual permanecía arrodillado en el suelo, temblando con notoriedad. Shion observó la escena, escondido detrás de una columna, completamente estupefacto. Permaneció en silencio observando y escuchando todo. Se supone que Athena ya lo había preparado para esta situación, pero ciertamente era difícil de asimilar. Ver de nuevo a su compañero de armas le provocó una sensación de alegría. Pero estar ante la figura de otra diosa, en todo su omnipotente esplendor, lo impactaba demasiado. Nunca había presenciado a Deméter, no obstante, conocía su imagen por estatuas, y sabía que ella era la encargada de cumplir la petición de Athena respecto a Albafica y sus rosas demoníacas. Se quedó atónito ante las palabras finales que la deidad le dijo al doceavo Santo. Su compañero no pudo pronunciar palabra alguna y claramente notó el desconcierto reflejándose en su rostro. Entonces, Deméter volteó a mirarlo, sabiendo exactamente dónde se ocultaba. —Tú debes ser el caballero de Aries— dijo la mujer de ojos dorados. —O, mejor dicho, el nuevo Patriarca. — Shion respingó en su lugar, asombrado por haber sido atrapado infraganti. De inmediato salió de su escondite y se aproximó a ellos. Se postró respetuoso a un par de metros, ofreciendo disculpas. —Sí, diosa Deméter, mi nombre es Shion y ahora soy el Patriarca, por favor, perdone mi imprudencia, no sabía que era usted. — Albafica apenas le dirigió una mirada de soslayo, pues todavía estaba ensimismado, intentando comprender la petición de la diosa. —Bien, pequeño Shion— dijo la madre de las cosechas, alzando levemente una ceja. —Mi sobrina Athena ya te informó de esto hace tiempo, así que serás el encargado de apoyar a tu compañero. Explícale lo que ha pasado en el mundo, sigue las instrucciones que te dieron, y dale de beber algo caliente, no quiero que se enferme— sonrió con un dejo de diversión. El guardián de Aries confirmó con un movimiento de cabeza, apenas sobreponiéndose. —Estaré ocupada por unos días, pero vendré a verlos pronto— volteó hacia Albafica. —Mi querido floricultor, en verdad necesito que entiendas esto y que lo asimiles pronto— él la miró con gesto perdido. —No te preocupes, nada será como antes— le guiñó un ojo. El caballero de Piscis sólo asintió, las palabras simplemente no salían de su boca. Y, de todas maneras, no debía decir nada al respecto, estaba en deuda con la diosa y no podía negarse a cumplir semejante solicitud. Por muy contradictoria que resultase para él. La deidad de las cosechas se despidió con un gesto de mano, les dio la espalda y empezó a caminar. Un par de metros más adelante, se desmaterializó en una sinuosa estela de brillos verdes para luego perderse en la oscuridad. Albafica se dejó caer al suelo. Comenzó a tiritar de frío y de nervios, su gesto de cansancio era innegable, quizás debido a la resurrección y a todo lo que estaba bombardeando sus emociones. Shion se acercó rápidamente, quitándose la parte superior de su túnica. —¡Albafica, ¿Estás bien?! — preguntó inquieto al mismo tiempo que lo cubría. —No… no me toques… — susurró con tembloroso tono. El nuevo Patriarca rodó los ojos, evidentemente no tenía caso discutir por la misma situación del pasado. —Por el amor de Athena, ya olvida ese argumento, yo nunca le tuve miedo a tu sangre envenenada y ahora no será diferente— terminó de envolverlo con la prenda y lo levantó en brazos sin problema alguno. —Así que deja de quejarte, necesitas tomar algo para entrar en calor. — Eso fue lo último que dijo antes de teletransportarlos a ambos al edificio Patriarcal.

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La puerta se abrió y el lemuriano entró con bandeja en mano. Albafica permanecía recostado en la cama, cubierto por las sábanas, pero temblando ligeramente. No por el clima, pues la habitación era cálida, sino por todo lo que estaba sucediendo. Tratar de entender su resurrección no era algo sencillo. Aunque, si realmente lo pensaba con detenimiento, aquella transición había sido casi imperceptible para él. Su última sensación física fue el adormecimiento de todo su cuerpo al sacrificar su sangre en la técnica espinas carmesí contra el Espectro Minos. Pero ahora, todos sus sentidos estaban recibiendo los estímulos ambientales, como si hubiese despertado de un largo sueño, llegando a ser demasiado abrumadores. Shion sirvió té caliente en una taza y se la ofreció. —Toma, bébelo todo. — El Santo de Piscis se incorporó un poco, acomodando los almohadones para apoyarse. Recibió la taza y empezó a beber despacio. No le fue difícil hacerlo, su cuerpo se estaba adaptando con rapidez. El dulce sabor del líquido deleitó sus papilas gustativas y por un instante cerró los ojos, disfrutándolo plenamente. Aries se sirvió su propia taza y luego dejó la charola sobre el buró cercano. Tomó asiento en un taburete y comenzó a beber también. No sabía por dónde empezar. Ver de nuevo a su compañero vivo era extraordinario. Quizás esta situación no debía alterarlo, pues él sabía que los muertos podían volver si se usaban los métodos adecuados, o si los dioses intervenían. Pero, tener enfrente una vez más al guerrero, que él mismo trasladó inerte hasta su último lugar de reposo, no era cosa de todos los días. Sería complicado explicarle a Albafica lo sucedido en la guerra santa. Pero era necesario hacerlo, el tiempo apremiaba y el Santo de Piscis tenía una misión importante, aunada al hecho de que, lo que estaba viviendo, era su nueva oportunidad para ser feliz. Existen muchas variantes de la felicidad. Pero el guerrero de Piscis sólo pudo tener acceso a un tipo. Una cosa era haber tenido un padre adoptivo que lo criara y un lugar donde vivir, crecer, aprender y entrenar. Y otra muy distinta era la felicidad que otorgaba el vivir en una sociedad. El convivir con otros semejantes, el contacto y el calor humano. El guardián de la última casa zodiacal prácticamente pasó toda su vida sin esto último. Ninguno de los demás Santos dorados tuvo que sufrir algo así. Jamás comprenderían el desconsuelo de Albafica. Así que, si las diosas de la guerra y la agricultura habían decidido darle una recompensa por tan difícil vida y años de soledad, a Shion no le quedaba más que aceptarlo y apoyarlo. Y claro, también estaba el tema de las valiosas rosas demoníacas para el linaje de Piscis. —Shion, explícamelo todo— pidió Albafica de pronto, sacando al Patriarca de sus cavilaciones. El aludido parpadeó un poco, terminó de beber y exhaló lentamente para comenzar. —No te diré todos los detalles, es doloroso para mí el recordar— suspiró, desviando un momento la mirada. —Simplemente debes saber que Athena venció en esta guerra, hubo muchos sacrificios y los principales involucrados murieron, dejándonos un mundo de paz. — El Santo de Piscis asintió. Realmente no quería conocer los pormenores, le bastaba con ver el dolor en los ojos de Shion para comprender que la guerra santa había sido sangrienta. —De nuestro rango, solamente Dohko y yo sobrevivimos— continuó el lemuriano. —Un par de Santos, de plata y bronce, el aprendiz de Jamir, los soldados rasos, algunos aprendices y la gente de Rodorio— liberó otro suspiro melancólico. —Athena me nombró Patriarca antes de dejar éste mundo. Al Santo de Libra le asignó vigilar el sitio donde fueron sellados los Espectros. Han pasado seis años, y mi única tarea por ahora, ha sido reconstruir el Santuario y atender las misiones que se presenten por fuera— hizo una leve sonrisa. —Son tiempos de paz, poco a poco nos hemos ido levantando, continuando con nuestras vidas, así que, se bienvenido. — Albafica permaneció en silencio, desviando la mirada. —Lamento no haber podido continuar en la batalla— dijo en voz baja. Shion negó rápidamente. —No Albafica, no tienes nada de que disculparte— tomó la tetera y le ofreció más té. —Tal vez no te enteraste, pero debes saber que tú derrotaste a uno de los tres jueces del infierno, es decir, a uno de los Espectros más poderosos de Hades— le sonrió amistoso. —Ese mérito no lo tiene cualquiera. — Piscis esbozó un leve gesto de sorpresa, le había agradado escuchar eso, así que una sutil sonrisa delineó sus labios. Aceptó la bebida y se mantuvo en silencio por un momento más. —Ahora dime— le dirigió una mirada directa a Shion. —¿Qué sabes tú de mi pacto con Deméter? — El lemuriano pasó saliva despacio. Lo que él sabía realmente era poco. En menos de un segundo, su mente regresó cinco años atrás, cuando Athena se manifestó en sus sueños para darle un importante mensaje.

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Hoy se cumplía un año desde que la guerra contra Hades fue ganada por Athena y sus Santos. El nuevo Patriarca suspiró con desgano al mirar por el balcón. Un aniversario triste si se pensaba detenidamente. Sus ojos viajaron por los restos del Santuario. Su reconstrucción tomaría años, pero bueno, ahora él tenía todo el tiempo del mundo. Un bostezo escapó de su boca. Ya había anochecido y era momento de retirarse a dormir. Despachó a las doncellas y se dirigió a sus aposentos. Rato después, dormía relajado, y en medio de su ensoñación, comenzó a escuchar un suave murmullo. —Shion… Shion… — El susurro lo sumergió en un sopor onírico mucho más profundo, para después transportarlo a una extensa pradera, llena de flores multicolor e iluminada por un radiante sol. —¿Quién es? — miró en todas direcciones. —Aquí, Shion. — Él se giró de nuevo y sus ojos se abrieron en grande al contemplar a la diosa de la guerra y la sabiduría, aparecida de la nada, mirándolo tranquilamente, sonriendo afable. —¡Mi señora! — se arrodilló ante ella. —¡Ha pasado tanto tiempo! — —Lo sé, mi querido Shion— contestó la divinidad con voz suave. —Levántate, debo pedirte un favor muy importante. — Aries obedeció. —¿Sucede algo, mi señora? — preguntó con inquietud. —No Shion, todo está bien— de nuevo otra sonrisa. —No pude informarte de esto antes de partir, pero necesito tu ayuda. Se trata de tu compañero, Albafica de Piscis. — El lemuriano hizo un gesto de tristeza y desvió la mirada. —Albafica… él está… — —Él no permanecerá así— interrumpió ella con amabilidad. —Yo… no entiendo… — —Sabes perfectamente que, con su muerte, el secreto de sus técnicas con las rosas demoníacas se perdió, ¿No es así? — el Patriarca asintió despacio. —Bien, yo no puedo permitir eso, así que le pedí ayuda a la diosa Deméter. Ella aceptó y se encargó de resguardar el alma de Albafica, para que cuando llegue el momento adecuado, sea revivido y pueda tener la oportunidad de pasar ese conocimiento al siguiente guardián de Piscis. — Shion hizo un gesto de asombro. Él sabía que, de todos los caballeros dorados, el doceavo era el único que usaba técnicas con rosas. Sus métodos empleaban el cosmos de diferente manera a los demás, dotando de características únicas a esas bellas y mortales flores. Pero también había algo muy importante respecto a ellas, dichas plantas, estaban enlazadas vitalmente al Santo de Piscis, si él moría, ellas también. Por lo anterior, era bastante complicado buscar aprendices adecuados para la armadura del pez dorado. Convertirse en heredero de la casa de Piscis involucraba el vincularse con esas flores demoníacas. Eso significaba tratar con su mortal veneno, y la única manera de hacerlo, era a través de la obligada y terrible inmunización que implicaba el ritual del vínculo escarlata. Lo que traía como consecuencia final, la soledad permanente. Entonces, ¿Cómo solucionarían esto las diosas? —Entiendo mi señora, Albafica volverá a la vida para buscar al heredero de su armadura y pasar el conocimiento de las rosas demoníacas— Shion sacó conclusiones precipitadamente. Athena negó con lentitud. —Esto no se trata sólo de salvaguardar la técnica de las rosas. Es importante, sí, pero no prioritario— explicó ella. —Mi principal deseo es que Albafica tenga una segunda oportunidad para ser feliz, recompensarlo por los años de soledad que sufrió. — La comprensión brilló en los ojos del lemuriano. Ahora entendía perfectamente de qué hablaba la deidad. El recompensar a Albafica, traería como resultado la recuperación de las rosas demoníacas reales. —¿Y cuál es mi misión en todo esto, mi señora Athena? — La joven de cabello lila sonrió de nuevo. —Shion, tú te encargarás de recibir a Deméter y a Albafica cuando vuelvan al Santuario, y harás lo siguiente… — La diosa de la guerra y la sabiduría le dio las instrucciones que le facilitarían el apoyar a su compañero de Piscis. Y también le aclaró que no sería de inmediato su retorno, ya que necesitaban esperar la llegada de una fecha especial para Deméter, la cual no se cumpliría hasta dentro de cinco años.

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Y esa fecha por fin había llegado. Shion regresó de su remembranza, exhaló despacio y dejó su taza en la bandeja. —Acerca de eso… la diosa Athena se presentó en mis sueños un año después de la guerra santa. Me explicó que tú volverías a la vida cuando llegase el momento adecuado y… — El Patriarca hizo una pausa lenta, no sabía cómo decirle esto al Santo de Piscis. —No te guardes nada Shion, tú fuiste testigo de las palabras de la diosa Deméter— refunfuñó Albafica. —Si sabes algo más, debes decírmelo. — —Bien, lo único que te puedo decir, es que Athena quiso darte una nueva oportunidad para ser feliz, aunado al hecho de que también desea recuperar tus rosas demoníacas para los próximos guardianes de Piscis. La diosa Deméter piensa lo mismo y es quién supervisará esta misión. — El guerrero de cabello azul estrechó la mirada acusatoriamente hacia el lemuriano. —¡Me estas ocultando algo! — reclamó inquieto. —¡¿Cómo rayos voy a saldar mi deuda con Deméter si yo no puedo… ?! — bufó molesto, desviando la mirada. Shion alzó la vista hacia el techo, no sabiendo qué responderle a su amigo. Él no tenía todos los detalles de esto, pero al parecer, debía poner en marcha las instrucciones de Athena. —Escucha Albafica, estoy tan sorprendido como tú— regresó a mirarlo. —No sé qué se traigan entre manos las diosas, pero créeme, Athena no me informó nada más. Mi misión es ésta: Acompañarte a la isla de los curanderos, llevarte con Pefko, regresar de nuevo y después ir a Rodorio para visitar a… Agasha. — El Santo de Piscis estaba tomando en ese instante un trago de té, cuando escuchó la mención de la joven florista. La impresión fue tal, que terminó escupiendo el líquido al aire, al mismo tiempo que la taza caía de sus manos. A su mente le tomó menos de un segundo comprender hacia dónde se encaminaba la petición de Deméter. Por un breve instante se quedó petrificado, sin querer aceptar aquella desquiciada idea. Quizás estaba en un error y su cerebro le jugó una mala broma. Porque todo esto sonaba como una estupidez, algo prácticamente imposible. ¿O no lo era?, ¿Qué posibilidades había de que Agasha estuviera involucrada en los planes de la diosa? Entonces comenzó a temblar de nuevo. Miró sus manos y las cerró en puños, tratando de calmarse. Pero su nerviosismo no disminuía. —Tranquilízate Albafica— pidió Shion, retirando la taza y acercándole un pañuelo. Piscis aceptó la pequeña tela y se limpió los restos del té, mientras enredaba la sábana que había quedado humedecida. —¡No me pidas que me calme! — gruñó. Shion caminó al otro lado de la habitación, y de un baúl extrajo una nueva frazada, regresó y se la entregó para que se cubriera. —Comprendo que esto es bastante inesperado, pero presiento que las diosas saben lo que hacen— arrojó la otra cubierta a una canasta cerca de la puerta de entrada y luego se sentó de nuevo en el taburete. —Además, la diosa Athena fue muy clara, ella deseaba que tuvieras una oportunidad de ser feliz— sirvió más té, ofreciéndoselo. —Y aunque no estoy seguro cuál es el plan de Deméter, sé que es para tu bien. — Albafica reacomodó las almohadas detrás de su espalda para quedar sentado más cómodo. Entonces, cruzó los brazos, dirigiéndole un gesto de irritación al lemuriano. —¡Esto más bien parece una maldita broma! — contestó, negándose a tomar la taza. —¡Demonios Shion, tú la escuchaste!… ella quiere que… “inicie un linaje que herede mi resistencia natural al veneno de las rosas”— El guerrero del primer signo zodiacal no pudo evitar sonreír y agachar el rostro por un instante. Su reacción fue de cierta picardía al no poder evitar relacionar esas palabras con el acto que implicaban. No levantó la cara de inmediato porque sabía que la sonrisa aún permanecía en su boca, pero tuvo que hacerlo cuando el Santo de Piscis gruñó amenazante. —¡Te voy a romper la cara si osas burlarte, Shion! — siseó Albafica al mismo tiempo que cerraba un puño en dirección del Patriarca. — ¡Sabes perfectamente que yo no puedo acercarme a nadie en ningún sentido! — El lemuriano aguantó la respiración por un momento, haciendo un gran esfuerzo por concentrarse, luego lo liberó despacio. Lo que menos quería era burlarse, pero la situación de su amigo era por demás especial. —Está bien, está bien, no me malinterpretes, no es esa mi intención— se disculpó y de nuevo le ofreció la taza de té. —Pero deberías prestar más atención a lo que dije, yo debo ayudarte en esto, y si Athena dijo que fuéramos a la isla de los sanadores con Pefko, es por algo. — Pefko, el “hijo” del sanador Luco. El niño que conoció cuando fue a la isla en misión para eliminar a quien estaba convirtiendo a los habitantes enfermos en Espectros de Hades. Lamentablemente, el culpable había sido el padre adoptivo del chiquillo, el hermano menor de su maestro Lugonis. Albafica tragó saliva con dificultad, ¿Por qué las diosas querrían que fuese allá y se encontrase con él? —No termino de entender esto— aceptó finalmente la taza y bebió un poco. —Pefko era sólo un niño cuando lo conocí, era el aprendiz de Luco. — —Exacto— confirmó Shion. —Por eso debemos ir a visitarlo, él se convirtió en un sanador también, y es uno de los mejores de la isla, a pesar de que tan sólo tiene catorce años. — El Santo de Piscis lo miró de reojo sin responder. Bebió más té y su mente de nuevo le jugó otra broma. Visitar a Pefko podría significar muchas cosas, y si las diosas habían intervenido en todo esto, quizás eso significaba algún tipo de esperanza. Brevemente recordó el juramento del chiquillo: Él había prometido a su padre adoptivo Luco que se volvería el mejor sanador, que ayudaría a todos con sus conocimientos de hierbas medicinales, y que… encontraría la cura para su sangre venenosa. Pero de nuevo, todo esto parecía una maldita estupidez. No podía permitir que sus emociones recién despertadas y alteradas por las palabras de la diosa lo sumergieran en una falsa ilusión, que después sería destrozada por la cruda realidad. Él sabía que no existía una cura para su mal, así que ya se había resignado desde hace mucho a su solitario destino. —No sé qué pensar Shion— renegó de nuevo. —Todo esto sigue siendo demasiado complicado de digerir. — El Patriarca terminó de beber, y dejando la taza sobre la charola, se puso de pie. —No tiene caso que te preocupes en este momento, tenemos algunos días antes de que regrese Deméter— tomó algo del buró. —Así que te recomiendo descansar por ahora, mañana continuaremos con esto, y si me aceptas un consejo— le sonrió afable, ofreciéndole el objeto color verde y rojo. —No rechaces esta nueva oportunidad, te la ganaste a pulso. — El guerrero de Piscis clavó la mirada en la flor inmadura que le dio la deidad de las cosechas. La había olvidado por completo, pero Shion no. Con mano temblorosa la sujetó por el tallo, el cual tenía unas cuantas pequeñas espinas. La miró con atención y de inmediato confirmó que se trataba de un ejemplar de sus rosas demoníacas. El representante de Aries se despidió con un gesto de mano y se retiró a otra habitación. Albafica observó fijamente la flor y con lentitud pasó una de sus manos por encima, permitiendo que su cosmoenergía fluyera. La hermosa rosa comenzó a crecer, para luego abrirse lentamente. Sus brillantes pétalos liberaron una deliciosa fragancia, al mismo tiempo que sus hojas y espinas se extendían un poco más. ¿Quién había sido capaz de lograr esto, de mantener vivas sus rosas sin sufrir las consecuencias? A su mente vino la imagen de la única persona a la cual le obsequió una flor. —Agasha… — se llevó una mano al rostro en gesto de consternación. —¿Ella logró mantener vivo mi obsequio?, ¿Qué consecuencias tuvo eso?, ¿Podría estar enferma? — se cuestionó, sumamente preocupado. Entonces, aproximó la rosa abierta a su nariz y la olfateó profundamente, cerrando los ojos y concentrándose específicamente en localizar algo. Nada. O casi nada. La rosa no era del todo peligrosa, su suave aroma dejaba en claro que se trataba de una de sus flores. Específicamente, una descendiente de la que le regaló a Agasha. En el pasado, cuando sembró y cuidó dicho ejemplar de forma diferente a los demás, nunca se imaginó que sobreviviría tanto tiempo. Su única intención fue darle un presente a la joven que no resultara riesgoso para su salud. Por eso mismo se esmeró en hacer que la planta original no tuviera rastros de veneno. Incluso la cultivó en un lugar apartado de su jardín y de las cercanías del Santuario, teniendo cuidado de que su sangre no tuviera contacto con ella, asegurándose de que los esquejes de cría fueran lo más inofensivos posible. Albafica pensó que había logrado producir una rosa normal. Y no estaba del todo equivocado, aquella flor que sostenía entre sus manos casi lo era. Pero su naturaleza primigenia continuaba siendo la de una rosa demoníaca real. Por lo tanto, si Agasha logró prolongar su corta existencia, entonces no se podía imaginar qué clase de forma vegetal es la que evolucionó en estos últimos seis años. Liberó un largo y cansado suspiro. Colocó la flor sobre el buró y se recostó de nuevo. Lo mejor era tratar de dormir un poco. Su mente estaba agotada y tenía el presentimiento de que aún le esperaban más sorpresas respecto a su increíble resurrección.

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Rodorio. Al día siguiente. Agasha despertó con lentitud. Ya era un nuevo día y el sol se colaba por los espacios de las cortinas entrecerradas. Se sentó en la cama y se desperezó con un largo bostezo. —Qué extraño sueño— se dijo a sí misma. —Me pareció imaginar que de nuevo la diosa Deméter me visitaba y pedía ver la rosa, y luego… — de repente, tomó completa conciencia de lo que decía. Entonces quitó las sábanas que la cubrían y con asombro descubrió que sus pies y rodillas seguían cubiertos de tierra, ahora reseca. Asimismo, algunos pétalos rojos estaban pegados a su bata de dormir. Todo esto le confirmó que había estado en el jardín. Nada fue un sueño, la manifestación de la deidad fue real. —¡No puede ser! — se quedó sin aliento y la incertidumbre se reflejó en su rostro. —¡En verdad la madre de las cosechas vino a verme!, ¡Eso quiere decir que…! — Se llevó las manos a la cabeza, intentando asimilar la tremenda noticia. El Santo de Piscis, Albafica, volvería a la vida, y ella se encontraría nuevamente con él. —Diosa Deméter, ¡¿Es en serio lo que me dijiste?! — Sus emociones se agitaron confusas. No sabía si debía estar asustada porque alguien a quién ella vio morir, volvería a la vida. Y no entendía exactamente a qué se refería la deidad con eso de, “encargarse del linaje de Piscis” y de sus rosas. Se levantó rápido de la cama y corrió hacia el patio. Llegó al pozo que tenían cerca de la huerta, arrodillándose junto al balde, el cual tenía un poco de agua. Arrojó el frío líquido a su cara con ambas manos, intentando despejarse, para razonar con más calma lo sucedido. Permaneció un par de minutos rememorando todo lo dicho por la deidad, hasta que llegó a una increíble conclusión. —Albafica será revivido, ya que tiene una deuda pendiente con Deméter. Yo he cumplido con el cuidado y protección de la rosa roja que me regaló. La diosa me preguntó si ya había sido madre porque… — tragó saliva con dificultad al hilar la idea final. —Tiene planeado unirme con el Santo dorado para… encargarnos del linaje de Piscis… ¡Debo tener hijos con Albafica! — Sintió que el aire le faltaba de nuevo. Eso era a grandes rasgos la intención principal de las diosas. De nuevo se echó más agua en el rostro. Ahora no sabía si debía estar feliz o asustada. Pero… ¿Por qué estaría feliz por una situación así? Si lo pensaba detenidamente, no tenía porqué espantarse con la idea de que el guardián de Piscis volviese a la vida. Desde tiempos antiguos se contaban leyendas y folclores que hablaban de la resurrección de algunas personas, bendecidas por los dioses. Así que eso podía ser comprendido y aceptado. Por lo tanto, debería tomarse como un motivo para estar feliz. Pero el otro tema… realmente era complicado de entender. Agasha recordaba muy bien lo que su padre le contó acerca del entrenamiento del guardián zodiacal de Piscis y el peligro de su sangre, confirmado un par de veces por el propio Albafica, cuando le decía que mantuviera su distancia. Entonces una situación de éste tipo, simplemente no se podría llevar a cabo. Independientemente de todas las implicaciones emocionales y la compatibilidad de caracteres que se da en una pareja, estaba el hecho de que el guerrero dorado había permanecido demasiado tiempo en soledad por el problema de su sangre venenosa. Lo que se traducía como un sujeto que no tenía conocimiento sobre las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres. O quizás sí conocía lo referente a ello, pero probablemente se trataba de conceptos muy básicos. Agasha no quería ni siquiera imaginar cómo estaría en lo referente a temas íntimos y de índole sexual. La joven florista suspiró de nuevo, no podía quedarse con esta sensación en el pecho, tenía que hablarlo con alguien para tratar de asimilarlo y tener otra opinión. Así que entró en la casa, en busca de su padre. … Rato después. El señor Estelios miraba confundido a su hija mientras ésta terminaba de platicarle su extraña anécdota, que más bien parecía un sueño alocado. Ambos estaban desayunando en la cocina, preparándose antes de llevar el pedido de tulipanes amarillos al cliente. —Y después de que colocó su mano sobre mi cabeza, no supe nada más de mí— concluyó Agasha. —Es más, todavía hay tierra a los pies de mi cama y pétalos en mi cabello— se quitó un par. Su padre parpadeó un poco y luego sonrió. —Hija, creo que ese fue un sueño muy extraño, es probable que te levantaras en la noche sin darte cuenta y anduvieses caminando en el jardín— dio un trago a su taza de café. —No papá, yo sé lo que vi, la diosa Deméter apareció en mi habitación— insistió la joven. —Es verdad lo que te digo y debes creerme, lo mismo sucedió hace seis años, cuando me visitó para encomendarme la rosa del señor Albafica. — Estelios se rascó la cabeza, dudando en creerle. En el pasado, él mismo se sorprendió de que la rosa regalada por el caballero de Piscis, sobreviviera y creciera de manera prodigiosa. Pero ahora, le resultaba difícil aceptar que la mismísima madre de las cosechas se hubiera manifestado ante su hija. Él era devoto de Athena y otras deidades como Deméter, pero hasta donde sabía, esta diosa casi no se manifestaba, y solamente le rendían culto por medio de plegarias y tributos a sus representaciones en estatuas de piedra. —Pero hija, lo que dices es insólito, tú misma viste morir al guerrero Albafica— dijo el hombre. —En serio no puedes creer que la diosa Deméter lo resucitará de la muerte, y mucho menos que… esté planeando unirte con él. — Agasha rodó los ojos y suspiró, su padre no le creería por el momento. Pero cuando Deméter volviera, la situación podría cambiar totalmente. —Está bien papá, no me creas, pero tengo un extraño presentimiento de que algo sucederá muy pronto— terminó de comer y empezó a levantar los platos. El señor Estelios se puso de pie y se encaminó a la salida. —Como digas Agasha, pero por ahora, debemos llevar el pedido de tulipanes, así que voy a subir las canastas a la carreta. — La joven florista asintió mientras limpiaba la mesa. Sería mejor concentrarse en el trabajo y no preocuparse de momento por la extraña visita de la deidad.

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Continuará… Gracias por leer y anímense a comentar.
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