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Capítulo 10: La Inquietud Puerto de Rodorio, lunes por la noche. Pefko desembarcó y recorrió el muelle hasta llegar a una zona libre para poder colocarse la enorme mochila en la espalda, en la cual traía varias cosas para su visita al Santuario. Posteriormente, revisó por enésima vez la caja de madera en sus manos. No la había perdido de vista para nada y todo el tiempo la llevó sujetada a su cintura con una gruesa correa. Lo que llevaba ahí, cambiaría para siempre la vida de una persona, y el destino de todo un linaje. Caminó un par de calles buscando alguna carreta para transportarse, pero como la noche ya había caído, eran pocas las opciones. No le quedó más remedio que rentar un viejo caballo en un establo público. Afortunadamente, el animal era muy tranquilo y manso, facilitándole a Pefko el poder dirigirlo, pues tenía muy poca práctica. … Límites del Santuario. Rato después, el joven curandero llegó a su destino. Los soldados vigías lo miraron con algo de sorpresa, no era común ver a un muchachito llegar a ese sitio, y menos cargando un gran morral y empleando un caballo. A menos que fuera un mercader y trajera algún pedido para el Santuario. —Buenas noches— saludó, desmontando del animal. —Hola muchacho— contestó el hombre más robusto. —¿A qué se debe tu visita?, es un poco tarde para venir a un lugar como éste. — —Soy un sanador de la isla de los curanderos— explicó Pefko. —Por lo regular siempre vengo al Santuario cada cuatro meses, de día por supuesto, para dejar hierbas medicinales en la enfermería. El Patriarca Shion me conoce y traigo un pedido urgente para él. — El hombre lo miró de arriba hacia abajo, haciéndosele extraño escuchar que un chico tan joven ya fuera un sanador. Además de que él no lo había visto con anterioridad, probablemente porque sus turnos de vigilancia siempre han sido de noche. —Muchacho, éstas no son horas para venir a dejar tus plantas medicinales— le hizo un gesto a su compañero de guardia. —No creo que el Patriarca quiera recibirte, pero mandaré un mensaje para avisar a las doncellas encargadas del dispensario que estás aquí. — El jovencito asintió, viendo al otro soldado subir rápido las escaleras rumbo a las casas zodiacales para dejar el recado. Ya sabía que la seguridad del Santuario tenía ciertos protocolos a seguir, así que se armó de paciencia. No importaba si sólo le avisaban a una doncella, ella seguramente pasaría el mensaje a Shion. —Gracias señor, yo espero— se acercó de nuevo al caballo y empezó a descargar su equipaje. … Edificio Patriarcal. Shion terminó de firmar unos documentos. Permanecía en la biblioteca, y a unos cuantos metros de él, Albafica lo ayudaba a organizar un gran baúl con muchos pergaminos viejos. Después de comer, se habían pasado el resto de la tarde avanzando con esas labores administrativas para tener libre el día de mañana. Tenían que visitar Rodorio, ya que Shion debía hablar con el alcalde Aristo antes de la inauguración de la fiesta. Era necesario revisar unos temas de abastecimiento de productos para el Santuario, y también para ponerlo al tanto del avance de la reconstrucción. Aunado a esto, el Santo de Piscis lo acompañaría para intentar el primer acercamiento con Agasha después de la resurrección. Se escuchó el sonido del baúl siendo cerrado. —Bien, ese fue el último— suspiró Albafica, sentándose en un banquillo. —¿En verdad necesitas conservar todos estos registros? — preguntó. El lemuriano dejó su pluma en el tintero y comenzó a ordenar los papeles firmados. —Así es, son importantes, ya que forman parte de la historia del Santuario y uno nunca sabe cuándo serán necesarios— sonrió un poco. —¿Te aburriste demasiado? — Albafica negó con la cabeza. Realmente no fue complicado, simplemente no estaba acostumbrado a realizar una tarea tan calmada y repetitiva. —No hay problema, te ayudaré en todo lo que necesites— giró un poco el cuello hasta que se oyó un crujido relajante, estar agachado lo había fatigado un poco. —Pero que te parece si vamos a cenar, tengo hambre. — —De acuerdo— confirmó el Patriarca, cerrando el cajón de los documentos. Ambos se encaminaron al comedor. … Las doncellas ya estaban sirviendo las viandas cuando ellos llegaron. Así que tan pronto se sentaron, la cena dio inicio tranquilamente. —Mañana que bajemos a Rodorio, podrías ir a recorrer la plaza del pueblo— mencionó Shion. —Es ahí donde se hace la inauguración y donde se colocan las mesas principales, así como las carretas de los artistas extranjeros, quizás eso te distraiga un poco, en lo que visito al alcalde. — Piscis comía un pedazo de pan untado con algún tipo de aderezo. —No hay problema, siempre y cuando vaya cubierto. No tengo ganas de que se me queden viendo por el momento— alzó una ceja levemente, sin dejar de comer. —Sí, como digas, pero por favor, haz un intento de buscar a Agasha. Es probable que ande por ahí, dado que ella y su padre son los que adornan el lugar. — El doceavo Santo desvió la mirada, no estaba seguro de poder enfrentar aquella situación tan tensa. A pesar de que su seguridad había aumentado tras la conversación con el lemuriano, su incertidumbre lo mantenía en un límite que no estaba seguro de poder franquear. —Shion, es demasiado pronto— dijo con vacilación. El Patriarca bebió un poco de agua y luego lo miró con seriedad. —Albafica— llamó su atención para que lo mirase a la cara. —No es momento para hablar de esto, pero debo ser sincero contigo, la fecha que menciona la diosa Deméter para su ritual… — En ese instante, se escucharon los pasos rápidos de alguien que llegaba apresuradamente, interrumpiendo el diálogo del Patriarca. Ambos Santos voltearon, era una mujer de mediana edad que se acercó e hizo una reverencia hacia Shion. Vestía con una toga especial y aditamentos de protección, lo que significaba que trabajaba en la enfermería. —Su excelencia— saludó y alzó el rostro. —Le traigo un mensaje de la administradora del dispensario— el Patriarca asintió, indicándole con eso que podía proceder. —Uno de los vigías de la entrada del Santuario fue a reportar que había un niño buscándolo. Dice ser un sanador de la isla de los curanderos y que trae un encargo urgente para usted. — Shion y Albafica se miraron con un gesto de extrañeza. —Está bien, yo me encargo, puedes retirarte— confirmó el lemuriano. Tan pronto la mujer se fue, se levantó de su silla. —Espera aquí, voy a investigar de qué se trata— le dijo a Piscis. Acto seguido, empleó su teletransportación y desapareció del comedor. … Límites del Santuario. Pefko revisaba su mochila, buscando algo para comer. Dado que salió casi corriendo de su casa después de la visita de la diosa, no se acordó de ingerir algo, y menos de llevar una merienda para el camino. Su estómago se quejó ruidosamente. —Oye muchacho— llamó de pronto el soldado. —Creo que deberías buscar posada en el pueblo, dudo mucho que alguien baje para atenderte— señaló con un movimiento de cabeza hacia las escaleras, su compañero ya regresaba. —El mensaje fue entregado, así que, si regresas mañana temprano, quizás te reciban. — El chiquillo exhaló despacio, en verdad no podía creer que no lo fueran a recibir. Estaba a punto de insistir otra vez, cuando de repente, una voz le habló. —Hola Pefko, bienvenido al Santuario. — Los vigías brincaron del susto al ver a Shion a unos metros detrás de ellos. Eso los había tomado por sorpresa, ya que no era común verlo a esas horas por ahí. De inmediato hicieron una reverencia respetuosa. El muchacho sonrió, se colocó su mochila en la espalda y se acercó a él. —Buenas noches gran Patriarca— saludó, inclinando la frente. —Le traigo un mensaje urgente de la madre de las flores, y esto para el señor Albafica— se quitó la correa de la cintura y ofreció la caja de madera. El lemuriano hizo un gesto desconcertado, pero de inmediato tomó el cofre, presintiendo de qué se trataba. —¿Esto es…? — el joven curandero asintió, mientras su semblante se tornaba serio, comprendiendo que debía llevarlo de inmediato con Albafica. —Soldados, manden a alguien para que se encargue del corcel, que lo lleven a la caballeriza y le den de comer. El joven es mi invitado, y la próxima vez que venga, no lo hagan esperar. — —¡Entendido, su excelencia! — los vigías se inclinaron una vez más. Aries colocó una mano sobre el hombro de Pefko y ambos desaparecieron. … Edificio Patriarcal. Albafica iba de un lado a otro. No había podido seguir comiendo después de escuchar el mensaje, pues sus nervios comenzaron a inquietarse. Entonces sintió el cosmos de Shion regresando. Apareció a un par de metros, y junto a él, estaba el pequeño Pefko con un enorme morral en su espalda. —¡Señor Albafica! — gritó emocionado, corriendo hacia él. El Santo de Piscis sonrió, ver al muchachito tan pronto en verdad le provocó gran alegría. Y como sabía que no se iba a detener en su acercamiento, solamente abrió los brazos para recibirlo. Hacer eso se sintió muy bien para él, ya que no debía tener miedo a que lo tocasen. Pefko lo abrazó con efusividad, pues lo apreciaba bastante. —¡Me alegra mucho verlo! — sonrió encantado. —¡Le traigo grandes noticias! — El Santo asintió y le alborotó el cabello con suavidad. —Bienvenido Pefko, dime de qué se trata— pidió, luego de soltarlo. —He conseguido perfeccionar el antídoto— exhaló despacio, tratando de controlar su emoción. —La diosa Deméter vino a verme hoy en la tarde. Le mostré mis avances con la calavera verde y los resultados con su sangre— se giró hacia Shion, señalando la caja de madera. —Aquí está, la cura para el veneno de las rosas demoníacas. — El lemuriano se acercó a la mesa y depositó el cofre, abriéndolo con cuidado. Las tres botellas de vidrio quedaron expuestas, todas emitían un curioso y sutil resplandor dorado. Albafica palideció. Por fin el destino estaba cambiando ante sus propios ojos. Por un momento, sintió que se quedaría sin aire y tuvo que sentarse en su silla. Estaba sin palabras y no podía dejar de observar las redomas oscuras. —¿Te encuentras bien? — preguntó el Patriarca. —Toma un poco de agua y tranquilízate. — —Señor Albafica, la madre de las flores me dijo que usted… — quiso explicar el joven curandero, pero el súbito ruido de su estómago se escuchó demasiado, provocando un notorio sonrojo en sus mejillas. —Perdón… es que yo… — El Patriarca movió su silla y la acercó. —Siéntate Pefko, primero come, y después nos platicas lo que te dijo la diosa Deméter— le sonrió, haciéndole una invitación con la mano para que tomara lo que gustase. El chiquillo asintió y de inmediato se sentó a la mesa. Shion pidió otra silla, y junto con Piscis, retomaron la cena, acompañados por el sanador. Sin lugar a dudas, la noticia era emocionante, ya que no se esperaban ver a Pefko hasta dentro de unos días. Así que probablemente, la deidad de la agricultura estaba interviniendo para acelerar esto. Albafica dejó pasar unos minutos para que el jovencito saciara su hambre, y para que él mismo, se procurara un respiro después de escuchar semejante noticia. Pero era innegable que deseaba saber qué ocurría. —¿Podrías platicarnos de la visita de Deméter? — preguntó. El adolescente soltó una exhalación después de beber un poco de agua y sonrió. —Claro que sí— miró a ambos Santos mientras hablaba. —La madre de las flores me visitó en la tarde. Yo me encontraba en la biblioteca, comparando los resultados de las últimas infusiones que extraje de la calavera verde— cortó un pedazo de carne y se lo llevó a la boca. —Los resultados finales son sorprendentes. — Aries y Piscis también comían, pero estaban muy atentos a sus palabras. —Las tres redomas— señaló la caja de madera. —Contienen las variantes más cercanas a la cura para su sangre. Sin embargo, no pude hacer más pruebas, la diosa me explicó que ya no había tiempo— miró a Albafica. —Ella dijo que era prioritario que usted comenzase a tomar el antídoto. — El doceavo caballero tragó saliva con nervios. De pronto la ansiedad lo invadió, debido a lo sorpresivo de todo el asunto. —¿Te dijo por qué era prioritario? — interrogó Shion. —Es decir, si todavía faltan más pruebas… — —La madre de las cosechas indicó que ya no era necesario, ella misma revisó los tres brebajes y luego los bendijo con sus poderes, por eso tienen el brillo dorado. — Ambos hombres dirigieron su mirada de nuevo a los contenedores. En verdad se veían muy llamativos, casi como si fueran objetos mágicos. Pero sólo se trataba de química, respaldada por el beneplácito de las diosas. —Y también me informó que usted va a “casarse”, señor Albafica— soltó de pronto. El representante del pez dorado se atragantó súbitamente al escucharlo. Comenzó a golpearse el pecho con el puño cerrado para hacer que el bocado pasara, luego tomó varios tragos de agua y por fin pudo respirar. Shion sonrió por lo bajo y Pefko lo observó con sorpresa. —¡Te dijo, ¿Qué?! — El adolescente parpadeó sus ojos avellana. Debido a su personalidad inocente, no alcanzaba a comprender todo lo que implicaba semejante declaración para el Santo dorado. Su sonrisa se amplió, él estaba feliz de darle tan maravillosa noticia. —Sí, señor Albafica, la diosa de las plantas mencionó que era prioritario comenzar a tomar la cura, porque usted debe encontrarse con su futura esposa y “unirse” a ella antes de la próxima luna. También mencionó algo sobre un ritual de “fertilidad”. — Piscis dejó caer el vaso, ya vacío, mientras abría los ojos en grande y su mandíbula casi se desencajaba por las palabras del curandero. Escuchar eso le provocó demasiadas emociones encontradas, incluso en mayor grado que lo del antídoto finalizado. Sus manos temblaron y de pronto el corazón empezó a latirle dolorosamente. Unirse antes de la próxima luna. Eso podía significar demasiadas cosas. Demasiadas. Sus ojos azules buscaron la mirada de Shion. El borrego sonreía abiertamente, él entendía muy bien lo que estaba diciendo Pefko. —Hoy es lunes 8, la próxima luna es el sábado 13— dijo el Patriarca. —Esa fecha es de suma importancia para la diosa Deméter, ya que se trata de su propia celebración, la cual proviene desde la época del mito. — El hombre de cabello azul ya no pudo pronunciar sonido alguno. Su rostro de pronto adquirió un inesperado matiz rojizo. Se levantó de la mesa y se alejó con premura del comedor, en busca de aire. El joven sanador ladeó el rostro, extrañado por el comportamiento del Santo dorado. —¿Qué sucedió?, ¿Dije algo malo? — —Claro que no Pefko, únicamente le has recordado a Albafica el pacto que hizo con Deméter— sonrió el lemuriano, palmeando el hombro del chico. —Sigue comiendo, puedo asegurarte que esta noticia ha entusiasmado a Piscis más de lo que te imaginas— se puso de pie. —Voy a ordenar que preparen una habitación para ti, enseguida vuelvo. — —Sí, señor Shion— confirmó, tomando una pieza de pan y cenando tranquilamente. … Albafica permanecía en una de las terrazas, recibiendo el viento fresco de la noche. Aún sentía que algo se retorcía en su pecho, y es que no podía creer lo que había escuchado. Su retorno a la vida ocurrió apenas el viernes pasado, y de pronto, ya debía casarse. Esa idea no tenía nada de incómodo para él, sino todo lo contrario. Muchos años atrás, cuando se acercaba el final de su adolescencia, escuchar los conceptos “casarse”, “matrimonio” y “nupcias”, era algo que le provocaba cierto dolor. El malestar se generaba desde el fondo de su corazón, ya que comprendía el significado de aquellas palabras, y entendía perfectamente que él jamás podría tener una esposa. Los Santos de Piscis no tenían permitido casarse con una mujer, no podían engendrar hijos, no tenían el derecho de formar una familia. Su única consorte debía ser la soledad. Pero ahora, eso podría cambiar por completo. Si bien, Pefko mencionó que iba a casarse con su futura esposa, que obviamente se trataba de Agasha, dicha noticia no era la que más aturdía al doceavo caballero. Lo que en verdad lo hizo alejarse rápidamente del comedor, debido a la incomodidad que sintió, fue escucharlo decir que debía unirse a ella antes de la próxima luna. El niño era muy joven para entender la connotación de dicha palabra en semejante contexto. Pero Albafica ya no era un adolescente, y tampoco tenía la mente tan inocente como para no comprender lo que la diosa le dijo al sanador. Entonces recordó sus palabras, cuando reveló el pago que solicitaba por haberlo revivido: “Deberás iniciar un linaje de descendientes que hereden tu inmunidad natural al veneno de las rosas”. Levantó la vista hacia el cielo, la luna se distinguía claramente, estaba llena a más de la mitad de su coloración plateada. Piscis tragó saliva con dificultad. Dicho tema era difícil de abordar para él. No porque no supiera nada al respecto, sino porque su experiencia era completamente nula. Siendo un Santo dorado desde joven, su maestro Lugonis le dio una buena educación y no sólo entrenamiento como guerrero. Tenía libros de todo tipo y sus conocimientos generales le fueron transmitidos, incluyendo el tema de la biología humana. Después, cuando migró al Santuario, la biblioteca del Patriarca fue de gran ayuda. Su conocimiento aumentó, pero sólo en teoría, y no en práctica. La maldición de su sangre venenosa le impedía ir más allá, dejándolo únicamente con el saber personal e íntimo que puede aprender un hombre a solas y por instinto. Escuchó pasos detrás de él. Ya sabía que Shion no tardaría en aparecer. Pero juraba por Athena que, si osaba burlarse de lo sucedido en el comedor, le rompería la cara de un sólo puñetazo. El Patriarca se acercó a su lado y también se apoyó en la baranda de piedra, tal y como lo hacía él. —Albafica, es necesario platicar del tema. — Piscis volteó a mirarlo, desconcertado por el tono que se percibía en su voz. Su amigo lo observaba con bastante seriedad, sin rastro alguno de burla. —Escúchame antes de que reclames cualquier cosa— pidió Shion. —No es necesario hablar ahora si no lo deseas, pero que te quede claro, cuentas conmigo, soy tu amigo y estoy aquí para ayudarte— hizo una pausa y exhaló. —Soy consciente de lo que implicaba tu estilo de vida cuando eras el Santo dorado de Piscis. Entiendo tu renuencia al contacto con los demás por tu sangre envenenada, y conozco perfectamente todo el sacrificio que tú y el linaje de tu casa zodiacal, han tenido que hacer. — Se giró por completo hacia Albafica. Éste hizo lo mismo, manteniendo completo silencio y una evidente inquietud en sus ojos azules. —Pero ahora, las cosas son muy diferentes. Deméter te ha pedido algo a lo que no puedes negarte, porque hiciste un pacto con ella y porque también se trata de una petición de Athena. A final de cuentas, es para tu propia felicidad. — —Ve al grano Shion— rumió Albafica. El Patriarca exhaló de nuevo, debía expresarse con calma y prudencia. —Sé que nunca has conocido la cercanía de una mujer— entornó los ojos. —No tienes experiencia alguna en los menesteres íntimos, así que debemos resolverlo antes de que tú y Agasha se vuelvan a encontrar. — Albafica se congeló en su sitio. Ya presentía hacia donde se encaminaba la intención de Aries. Pero decírselo de esa manera, era algo que le sorprendió y al mismo tiempo lo incomodó. No era fácil hablar de esto, aun entre hombres. Y él casi podía adivinar lo que le diría el Patriarca, que no por ser el líder del Santuario, dejaba de ser hombre, ni de tener necesidades como cualquier otro. ¿Y de qué manera se satisfacían esas demandas naturales? Simple: Había doncellas especiales al servicio del Santuario, que tenían como única misión, atender las necesidades del sumo pontífice. Y también las de los Santos dorados. Nada de que sorprenderse, era algo demasiado común y normal, aquí y al otro lado del mundo. Sólo que, se mantenía en un estatus de bajo perfil, por obvias razones de las buenas costumbres. El guardián de Piscis lo sabía desde hace mucho tiempo, pero aquella opción nunca estuvo disponible para él. Hasta ahora. Por lo tanto. —Si lo deseas, Albafica, puedo ordenar que una doncella te acompañe esta noche— finalizó Shion, sin dejar su tono grave ni la imperturbabilidad en sus ojos. El doceavo caballero de nuevo tragó saliva despacio. Aries siempre fue muy directo, y en esta situación, sus sinceras palabras sólo tenían como objetivo ayudar a su amigo. No había nada de que extrañarse, ni tampoco una razón para ofenderse. Piscis lo entendía bien, y más teniendo en cuenta el mensaje de la deidad transmitido por Pefko: Él y Agasha, debían unirse en matrimonio, y sexualmente, en menos de una semana. Otra vez sintió que los nervios le comprimían el estómago. La propuesta no era mala, sin embargo, era una situación que no sabría manejar por mucho que quisiera intentarlo. Se podía decir que todo lo que estaba aconteciendo en éste momento, era mucho más difícil de soportar que el peor enfrentamiento que alguna vez libró como guerrero. —Yo… no… — exhaló despacio, desviando la mirada hacia otro lado. —No puedo… estar cerca de alguien… todavía no… — Shion suspiró cansadamente. No debía presionarlo, aunque fuera parte de su misión. Hizo una pequeña sonrisa y colocó su mano sobre el hombro de Albafica. —Bien, como tú lo desees— dio un ligero apretón, indicando su apoyo total. —No pienses en eso ahora, descansa, y cuando estés listo para continuar con esta conversación, búscame— se apartó y empezó a caminar de regreso al comedor, pero antes, hizo una pausa y lo miró de reojo. —Otra cosa más, te recomiendo que no bebas el antídoto hoy, podría perjudicarte, debido al nivel de estrés que tienes en éste momento. — El representante del pez dorado lo miró perderse entre las columnas. Resopló con fastidio, sintiéndose resentido consigo mismo por no saber cómo manejarse ante dicha situación. De nuevo se reclinó en la baranda, mirando el cielo nocturno, preguntándose cómo le estaría yendo a Agasha con sus propias dudas y temores. … El lemuriano regresó al comedor, donde Pefko se entretenía admirando una conserva de colores servida en una copa de cristal. —Puedes tomarla si lo deseas, es muy dulce— dijo Shion. El chiquillo volteó a mirarlo con la emoción en los ojos. Aquel tipo de jaleas casi no llegaban a la isla, por lo que encontrar una, era un verdadero deleite. —¿En serio, señor Shion? — el hombre le hizo un gesto de confirmación. —¡Muchas gracias! — tomó una cuchara y empezó a comer el postre, haciendo una gran sonrisa. —¿Y el señor Albafica ya no va a cenar? — Aries se sentó para continuar cenando también. —Vendrá en un rato más, las noticias que le diste, lo han dejado un poco… emocionado. Así que será mejor darle tiempo para que se tranquilice. — El joven curandero asintió y continuó devorando el postre. —Dime una cosa Pefko— solicitó el Patriarca. —El antídoto, ¿Es de efecto rápido? — Con un gesto de negación respondió el chico, antes de poder pasar el bocado y hablar. —Realmente no sé qué tan rápido sea, no tuve tiempo para hacer las pruebas suficientes— reveló preocupado. —La madre de las flores dijo que no debía temer, ya que el contraveneno le ayudará, pero también le provocará varias molestias cuando lo use. — Se levantó de la silla para acercarse a su mochila. Comenzó a sacar varios frascos de vidrio, en los cuales tenía diferentes tipos de plantas medicinales. Algunas eran ramas y hojas secas, otras permanecían en infusiones líquidas y algunas más, en finos polvos. —Por eso he venido preparado con todo esto— miró a Shion de nuevo. —Gran Patriarca, debo solicitar su permiso para quedarme por algunos días con el señor Albafica. Es necesario vigilar su reacción una vez que empiece a beber el antídoto. — El lemuriano asintió. No podía negar que le preocupaba la salud de su amigo, pero obviamente, algún riesgo debía correr para lograr curar su sangre envenenada. —No te preocupes, tú siempre serás bienvenido, quédate el tiempo que sea necesario— le sonrió afable. —Yo te aseguro que tu nombre pasará a los anales de la historia del Santuario, como el sanador que curó la maldición del linaje de Piscis. — El adolescente sonrió y sus mejillas se colorearon. Por un momento recordó a su padre adoptivo Luco, seguramente él estaría muy orgulloso. Ambos continuaron cenando.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Rodorio, a la misma hora. Agasha y su padre por fin habían terminado las cadenas de girasoles. Hacer éste tipo de adornos implicaba mucho tiempo y paciencia, lo mismo que las coronas de flores. Pero era necesario dejarlas listas para mañana, ya que comenzarían con la decoración de la plaza desde temprano. La fiesta anual del pueblo empezaba el martes 9 por la tarde, momento en el cual el alcalde Aristo daba su discurso de inauguración y bienvenida a los visitantes. Hacer eso, conseguía que los turistas dejaran sus monedas para el beneficio de la economía local. El hombre tenía labia para presentar una simple celebración pueblerina como si fuese todo un evento parecido al carnaval de Venecia, pero sin las máscaras. Y parte de ese atractivo radicaba en las mismas costumbres del pueblo de Rodorio: Su comida, sus artistas locales, la venta de productos como flores, artesanías, herrería, y básicamente todo el ambiente fiestero que se creaba durante esos cinco días. Por lo tanto, Agasha y su padre, tenían asegurada una buena entrada de dinero con dicha celebración. Soltó un suspiro y terminó de guardar la corona final en la canasta. Salió al patio con ella y se encaminó al carromato, donde la depositó junto con las demás. —Eso es lo último papá, ya puedes colocar la manta para tapar todo— dijo ella. Estelios se asomó del otro lado de la carreta. Había estado revisando las ruedas de madera para asegurarse que estaban bien alineadas y que soportarían el peso de las flores y todo lo demás que llevarían. —Bien, entonces ya estamos listos para mañana— tomó una cuerda y la arrojó por encima de todo. —Atrápala. — Ella lo hizo y comenzó a jalar despacio la cubierta, mientras su padre levantaba el borde por el otro lado. Entre ambos la acomodaron sobre la estructura del carromato para dejar todo protegido de la intemperie. —Es hora de cenar papá, vamos a tomar un poco de café, ya empezó a sentirse el frío— comentó Agasha. Se encaminaron al interior de la casa. … Rato después. En su habitación, la florista cepillaba su cabello mientras miraba por la ventana. La luna plateada se podía distinguir, brillante y hermosa. Desvió la mirada hacia el horizonte lejano, desde ahí podía ver los territorios del Santuario y las estructuras de las casas zodiacales. Sonrió un poco sin saber el porqué. —Tengo el presentimiento de que algo importante sucederá mañana— murmuró. Cerró las contraventanas de madera y se dirigió a su cama, se sentó en la orilla y prosiguió con el acicalamiento de su pelo. Ya lo tenía a media espalda y en ocasiones se le dificultaba desenredar las puntas. Quizás debería ir con la señora Calíope para que le hiciera un corte. De repente, sintió un sobresalto. —¿Por qué tengo esta sensación? — se llevó una mano al pecho, sobre su corazón. —Me siento preocupada, pero no son mis emociones propias. — Agasha había notado eso desde el día domingo, cuando sintió aquella mirada sobre ella en el mercado. No supo quién la observaba, pero a partir de ese momento, fue como si se hubiese establecido una conexión con la persona. No física, porque no la había visto, sino más bien, un vínculo emocional. No era algo que pudiera explicar. A lo mejor sonaba tonto, pero teniendo en cuenta que la diosa de la agricultura se manifestó ante ella, y le dijo que el doceavo Santo fue revivido, existía la posibilidad de que fuera él quien le provocaba esto. Liberó un largo suspiro, dejando el cepillo en el buró adyacente a su cama. —Tal vez sólo se trata de mi imaginación, quizás lo que dijo la diosa Deméter me ha sugestionado demasiado— analizó la situación. —Aunque, esto no es una mentira, no tendría caso que una divinidad hiciera algo así. Además, el rosal se encuentra en su punto más álgido de frondosidad, lo cual no había sucedido antes. — Era cierto. Hace poco, después de cenar, Agasha salió al jardín para darle un vistazo a las rosas. La enorme masa de flores desprendía un brillante color escarlata y un olor cada vez más dulce e intenso. Era como si la visita de la deidad le hubiera provocado un gran cambio en su salud natural. Casi podría asegurar que el rosal… estaba feliz. Eso no tendría nada de raro, las especies vegetales son seres vivos que también sienten y se expresan de diferentes formas. La estampa elegante de una flor, es muestra de lo sana y fuerte que es una planta. Sin embargo, el regalo del Santo dorado parecía rebasar todo lo que ella conocía acerca del cuidado de flores. Su cerebro formuló de repente una teoría: Si Albafica había vuelto de la muerte, sus rosas demoníacas también lo harían. Eso tenía lógica, aunque la planta sembrada en el patio trasero no era del mismo tipo. De cualquier manera, ver ese comportamiento en las rosas, aunado al sentimiento que la invadía recientemente, sólo hacía que Agasha tuviera la seguridad de que muy pronto se reencontraría de nuevo con Albafica. Bostezó y se recostó en su cama. Era hora de dormir, ya que mañana sería un día bastante agitado.***
Continuará… Gracias por leer.