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Capítulo 5: Guadaña La tarde se matizaba en colores rojizos debido al crepúsculo. El joven exterminador observaba el descenso del sol a lomos de Kirara. Después de partir de la aldea hace tres días, ambos habían alcanzado por fin el territorio de Sesshomaru. Tendrían que acampar con un ojo abierto, ya que nunca habían pisado esas tierras y desconocían que tan peligrosas podían ser las criaturas nativas. —Ese lugar se ve bien, bajemos Kirara— pidió el muchacho, señalando una cueva. La felina comenzó a bajar, al tiempo que agudizaba sus sentidos. De inmediato se dio cuenta de que existía una gran cantidad de fauna sobrenatural, pero de bajo nivel, lo cual no representaba peligro por el momento. Se acercaron a la caverna, la revisaron y para su fortuna, era pequeña y estaba vacía. Ese lugar les serviría de guarida temporal. Kohaku empezó a instalar trampas alrededor, logrando un perímetro de protección, basándose en sus conocimientos de cacería y defensa. Después juntó algo de leña y encendió una fogata para preparar la cena. La noche llegó y el muchacho dormía tranquilamente, aunque su sueño era ligero. Kirara permanecía junto a él y a pesar de dormitar, sus orejas estaban alertas todo el tiempo. En los alrededores, algunas criaturas se arrastraban, husmeando en busca de comida, olisqueaban la barrera, gruñían irritadas y se alejaban. El exterminador también había tomado la precaución de colocar una defensa a base de venenos y otras sustancias, para desalentar el olfato de los posibles depredadores. … Amaneció en las tierras del Oeste, el día estuvo relajado hasta el momento en que un rugido asustó a las aves del bosque. Un imponente youkai de más de tres metros de altura y con apariencia vagamente reptiliana, le plantaba cara a la gata de fuego. Kirara enseñaba los colmillos, gruñendo y erizándose. En ese instante comenzó el ataque, la bestia corrió hacia la felina e intentó atraparla sin éxito, ya que ésta se elevó rápidamente. De pronto, se escuchó como el aire fue cortado de tajo, a la vez que el monstruo rugía con rabia. Kohaku estaba detrás, a una prudente distancia, con guadaña en mano. Había logrado herir el lomo de la criatura, lo cual provocó que se arrojase contra él. Se quedó quieto, esperando el instante correcto y cuando la bestia estuvo a punto de alcanzarlo, volvió a lanzar su arma. La hoz se extendió de nuevo en su forma de afiladas puntas, clavándose en el costado y cuello de su oponente. La incisión tuvo efecto inmediato, el youkai comenzó a atragantarse con su propia sangre. Caminó unos pasos y después cayó a escasos centímetros del exterminador. —Fue demasiado profundo el corte— dijo, al ver como se desgarraba la garganta del animal cuando retiró su arma y ésta regresaba a su forma, generando un macabro sonido de músculos y huesos destrozados. —Tengo que controlar su crecimiento, no tenía intención de matar a esta criatura— observó el filo manchado de rojo. . . Cuatro días después. Ambos sobrevolaban una amplia extensión del bosque. Habían tenido encuentros con criaturas menores, las cuales no eran problema. Sin embargo, al avanzar más adentro del territorio, las presas comenzaron a tornarse peligrosas. Se enfrentaron a demonios de gran tamaño, unos eran rápidos y otros poseían ataques venenosos. Algunas bestias formaban pequeñas manadas, lo que resultaba problemático y, por último, también lidiaron con youkais que podían volar y cuyas habilidades resultaban peligrosas en el aire. Todos habían tenido un diferente nivel de dificultad que el exterminador y la felina pudieron superar con algo de riesgo y unas cuantas nuevas cicatrices. No obstante, el desafío subió de nivel cuando observaron a la distancia a un grupo de ogros. Eran tres y parecían estarse alimentando de otro monstruo. —Bajemos con cuidado, Kirara— indicó el joven. Escondidos detrás de una espesa floresta, observaron a las criaturas cebarse con la carne. Poco después, dos de ellos se quedaron durmiendo y el otro se alejó hacia un riachuelo. Esta era una buena oportunidad para practicar con youkais de otra categoría, así que comenzaron a seguirlo. El ogro bebía agua sin inmutarse, pero, de pronto, comenzó a olfatear el aire y gruñó al percibir el olor del muchacho. No hablaba, pero su expresión indicó gula cuando reveló sus colmillos y lengua, le apetecía probar sangre humana. —Vamos, acércate— habló Kohaku, haciendo un ademán con la mano a modo de provocación. El joven mantuvo una posición de alerta, esperando la reacción del monstruo. Esta especie era más alta que un caballo y algo corpulenta, por lo tanto, no sería muy veloz, pero su fuerza bruta si representaba un peligro mayor. Kirara permanecía cerca, vigilando por si los otros se acercaban. La bestia empezó a correr hacia el exterminador, blandiendo un primitivo garrote como arma. Algunos golpes cortaron el aire y el muchacho brincó hacia atrás, esquivándolos. En un instante saltó a la rama de un árbol cercano y lanzó la cadena de su guadaña. La maza al final de ésta se estrelló contra el rostro del youkai, haciéndolo trastabillar por unos instantes. El ogro rugió al mismo tiempo que escupía un poco de sangre. Entonces, en un rápido movimiento, lanzó su arma contra el joven. El mazo rompió gran parte del follaje y se perdió entre las ramas más alejadas. Kohaku apenas logró evadirlo cayendo a tierra, haciendo algunas maromas para no lastimarse. Sólo tuvo un par de segundos para recuperar la postura e iniciar su defensa, ya que la bestia corría hacia él con la intención de asesinarlo. Fue casi instintivo, la hoz empuñada por su diestra comenzó a mutar nuevamente, cual uña retráctil que se despliega para lacerar. El joven no tuvo tiempo de reaccionar, su mente dictó la orden y el arma la ejecutó antes de que su cuerpo se moviera. El filo cortó limpiamente la carne de la criatura y un brazo se desprendió, haciéndolo rugir de dolor mientras caía arrodillado. En ese momento la hoz volvió a su forma, Kohaku la retrajo y se dirigió al ogro con paso rápido. No pudo evitar que llamase a sus compañeros con el rugido, sin embargo, no se permitiría quedar en desventaja. Así que, con un rápido corte en la yugular, lo silenció. La felina se tensó, las otros youkais estaban acercándose. —¡Kirara, prepárate! — gritó el muchacho, montando sobre su lomo. Ambos se elevaron en el instante en que los ogros aparecieron entre los árboles. Se aproximaron al cadáver de su compañero, los voltearon a ver y comenzaron a rugir, indicando que la pelea continuaría. … Desde lo lejos, sobre una saliente rocosa, dos pares de ojos observaban la lucha. El señor del Oeste y Jaken habían estado vigilando al exterminador y a la felina desde que llegaron a esas tierras. Realmente a Sesshomaru no le preocupaba la seguridad del joven, simplemente, encontraba entretenida esta actividad desde que comenzó con ella hace un par de meses: Ver hasta dónde era capaz de llegar la cría humana. —Mi señor, ¿No cree usted que el muchacho ha mejorado bastante? — cuestionó el sirviente. —No… todavía sigue siendo un mocoso débil e inútil, solamente ha eliminado alimañas menores— respondió el Lord. —Pero amo, esos ogros son peligrosos y más cuando andan en grupo. Vea usted, ya logró decapitar a dos de ellos— señaló Jaken, mirando el desenlace de la contienda. Efectivamente, Kohaku ya había logrado matar al segundo youkai y ahora sólo faltaba uno. —No es suficiente— volvió a decir Sesshomaru con frialdad. —Busca al gigante oscuro— ordenó de repente. —¿Al gigante oscuro?, pero mi señor, eso es demasiado para el mocoso— objetó el pequeño demonio sin pensar. Sesshomaru lo volteó a ver con gesto sombrío, lo que fue suficiente para que Jaken se asustara y saliera corriendo a cumplir de inmediato la orden de su amo. En cuanto a la pelea, ya estaba a punto de terminar y el Lord pudo apreciar como las habilidades del joven humano y su guadaña habían mejorado. No obstante, tenía en mente ponerle una prueba con otro tipo de bestia. . . Ha pasado un día desde la confrontación con el grupo de ogros. Kohaku y Kirara se encontraban en la cueva, terminando de desayunar. Aunque se había complicado un poco, consiguieron salir victoriosos al vencer a las tres bestias y sólo quedar con heridas menores. Fue un gran avance, la hoz se perfeccionaba y el exterminador ya podía controlar mucho mejor su transformación. Rato después, el muchacho limpiaba el filo del arma cuando, de pronto, una vibración en la tierra lo hizo sobresaltarse. Kirara se erizó y transmutó a su gran forma, comenzando a gruñir hacia cierta parte del bosque. Kohaku afianzó la hoz en sus manos, al tiempo que agudizaba sus sentidos para tratar de percibir aquello que se acercaba. Era algo enorme, lento y probablemente muy peligroso. De la parte más espesa del monte, se alejaron aves por el cielo y otros animales por tierra. La caída de los árboles era sólo el comienzo del caos que dejaba a su paso la gran bestia oscura que se aproximaba a ellos. La vieron asomarse por encima de la floresta y rugir con gran fuerza. Los estaba observando. —¡¿Qué rayos es eso?, no pensé que hubiera monstruos de ese tamaño aquí! — dijo Kohaku, al tiempo que corría hacia Kirara. —¡Vamos al claro que está al norte, rápido! — indicó. La gata de fuego comenzó a volar, alejándose del gigantesco ser, que lanzó un manotazo al aire tratando de atraparlos sin conseguirlo. No obstante, la ráfaga de viento que provocó, desestabilizó el vuelo de la felina, haciéndola perder el control por un momento. —¡Resiste Kirara! — gritó el muchacho, sujetándose de su pelaje. Ambos pudieron alejarse, pero el monstruo ya los seguía a paso lento, dejando gran destrucción. Llegaron a la parte abierta del monte, donde también existían formaciones rocosas que les servirían de protección. Descendieron detrás de un enorme peñasco y guardaron silencio. Los pasos del gigante delataban su cercanía y podían escucharlo olfatear, tratando de encontrarlos. —Kirara, ve primero y distráelo— pidió el adolescente. La felina hizo un gesto afirmativo y se alejó volando por el extremo opuesto de la pared rocosa. Kohaku alistó su guadaña, esperando la señal. El monstruo rugió, intentando alcanzar a Kirara en el aire, sin embargo, ella era mucho más rápida, así que lo evadió, mientras lo arañaba y mordía. En ese momento, el exterminador salió a espaldas de la gran bestia, la cual comenzó a girar lentamente al percibir su olor. Kohaku pudo observarlo con más detalle, pertenecía a otra especie de ogro, de grandes dimensiones e imponente presencia. Medía varios metros de altura, poseía cuernos largos, piel oscura y garras afiladas. Los colmillos sobresalían de sus fauces, sus ojos eran brillantes y amenazadores. El muchacho preparó unas cuchillas para atacarlo cuando la bestia empezó a caminar hacia él. Los filos salieron disparados con fuerza, clavándose directamente en su cara, pero el daño fue muy poco y sólo provocó su irritación. Lanzó un zarpazo contra el humano y éste apenas logró evadirlo, al tiempo que arrojaba su guadaña. El arma giró velozmente y se impactó contra el hombro derecho del youkai. De inmediato comenzó a jalar la cadena, tratando de herirlo, pero la gruesa piel era difícil de cortar. La hoz se retrajo hacia la mano de Kohaku, mientras corría a un lado para evitar ser alcanzado. La felina continuaba atacándolo por el aire y en un movimiento inesperado, el dorso de la garra alcanzó a golpear su costado, lanzándola contra unos matorrales. Rápidamente se sacudió las ramas y se incorporó para correr de nuevo hacia el gigante. El exterminador volvió a lanzar otras cuchillas, esta vez eran las que había fabricado con las zarpas del lupino que mató tiempo atrás. Resultaron más efectivas contra la oscura piel del ogro, una de ellas cortó de tajo una parte de la oreja izquierda, provocando que su rugido de ira se escuchase a varios kilómetros. … En una parte alejada del claro, entre la espesa vegetación, Sesshomaru y Jaken observaban el conflicto. —Amo bonito, el gigante se los va a comer— dijo el sirviente. —Silencio Jaken— ordenó el Lord, quien observaba atentamente el desempeño de Kohaku. Sabía que los exterminadores eran humanos con habilidades y resistencia superiores a otros de su misma especie. Por algo se dedicaban a cazar criaturas sobrenaturales desde hace varias generaciones. Para demonios de alto rango como él, no significaban nada, pero, para otros monstruos de baja categoría, podían ser un problema. En éste caso, el gigante oscuro era un reto aparte. Se trataba de una especie voraz y peligrosa que se dejaba guiar por su constante apetito, eso lo hacía ser violento y persistente hasta conseguir su objetivo. Un exterminador con experiencia, mantendría su distancia y solamente lo atacarían en grupo, pero Kohaku y Kirara estaban solos. Además, la criatura había sido enviada por el Lord para que los atrapara desprevenidos, quería ver cómo reaccionaba el muchacho ante tal situación. De pronto, se escuchó un grito y el joven sintió por un instante que su cráneo se partiría en dos. La oscura bestia había conseguido alcanzarlo y de un manotazo lo estrelló contra un gran árbol, para después caer al suelo. El monstruo empezó a caminar hacia él. —¡Maldición, creo que me fracturó algo! — pensó, al tratar de levantarse y sentir una punzada en sus costillas. La tierra tembló ante las pisadas y de repente, algo lo tomó por su traje para elevarlo con rapidez. Se trataba de la felina, quien lo alejó lo suficiente para ponerlo a salvo. —¡Gracias Kirara! — Nuevamente se puso de pie y empuñó su guadaña, ignorando el dolor corporal. La bestia se aproximó e intentó atraparlo, pero sus garras se estrellaron contra la extensión de la afilada hoja, la cual se había transformado a una orden del muchacho. Rápidamente otra púa creció por el lateral y se incrustó en los dedos del ogro, para luego retraerse mecánicamente, haciéndolo sangrar. El gigante rugió furioso, alejando su extremidad. Entonces comenzó a golpear la tierra con sus patas, fracturándola en un intento de hacerle perder el equilibrio al humano. Kirara corrió al lado del joven, quien montó en ella, para después elevarse a prudente distancia. —Acércate por la derecha, Kirara— ordenó Kohaku, al mismo tiempo que hacía girar su arma. La gata de fuego obedeció y en ese instante lanzó el filo con la intensión de enganchar uno de los cuernos del gran ogro. La hoz alcanzó su objetivo, se enroscó en una de las astas y la felina comenzó a volar alrededor, al mismo tiempo que el joven trataba de ahorcarlo con la cadena. Por sus características sobrenaturales, el enlace podía extenderse lo suficiente como para enredar el cuello de la bestia, sin embargo, no sería tan fácil. El monstruo trató de resistirse y empezó a caminar, arrastrándolos con él. —¡Crece y corta! — gritó el exterminador. El filo atorado en el cuerno empezó a mutar y una de sus púas alcanzó a cortar la frente de la criatura, la cual se sacudió con fuerza. El tirón fue inesperado, haciendo caer a Kohaku del lomo de su compañera. No llegó al suelo, pues la cadena lo mantuvo en el aire. El ogro dejó de agitarse, encontrándose con el pequeño humano frente a su rostro. El exterminador se sujetaba con su mano izquierda para no caer y con la otra, tomó su katana para después arrojarla hacia la cara del gigante. Ésta se incrustó en las fauces sin provocar daño alguno, pues la mandíbula se cerró, partiendo el metal como si de un mondadientes se tratase. —¡Esto no es posible! — pensó nervioso. —¡Kirara! — Tras llamarla, se soltó de la cadena para caer sobre la felina, quien inmediatamente se alejó. De pronto, un golpe seco los alcanzó, el gigante oscuro había lanzado un tronco viejo contra ellos. El impacto hizo que cayeran de forma estrepitosa. La gata logró amortiguar la caída, protegiendo a Kohaku, pero perdió su fuerza, volviendo a su forma pequeña. —¡¿Estás bien, Kirara?, no te preocupes yo lo distraeré! — dijo el joven con evidente preocupación. Tomó a la felina y se dirigió a unas rocas, la dejó a cubierto y empezó a correr hacia la bestia, que lentamente los seguía. Empuñando las últimas cuchillas que tenía, trató de llamar su atención. Las arrojó de nuevo hacia los ojos del enorme ogro. Una de ellas logró cegarlo en uno de ellos, provocando otro potente rugido y un manotazo al aire. Kohaku se arrojó al suelo para esquivarlo y posteriormente se arrastró entre sus piernas, mientras el youkai se sujetaba el área lastimada. La cadena pendía de un lado a otro y en un rápido movimiento, el exterminador la tomó, dio un tirón y la guadaña se liberó para volver a su mano. Entonces corrió lo más rápido que pudo, mientras la tierra se estremecía con las pisadas del monstruo. Estaba rabioso y no permitiría que el humano escapase. El adolescente brincó por encima de unas rocas hacia una saliente, después hizo girar de nuevo su arma para arrojarla una vez más. El filo creció e impactó contra la zarpa del ogro, pero, esta vez, la extremidad se cerró y tiró con fuerza. Kohaku fue remolcado en el aire y en un segundo, quedó aprisionado por la otra garra. —¡No puede ser! — Un sonoro grito escapó de su boca al sentir como la presión empezaba a lastimar todo su cuerpo. Entonces, el rugido de Kirara se dejó escuchar. Transformada nuevamente, se aproximó corriendo por detrás para luego saltar y alcanzar la nuca del gran ogro. La mordida fue tremenda, la piel se desgarró y la sangre brotó de nueva cuenta. El oscuro youkai se quejó con rabia, soltando a Kohaku y liberando la hoz. Aun así, el daño no fue suficiente y la enorme zarpa golpeó a la felina, lanzándola contra las rocas. Ésta gimió de dolor y unos segundos después, perdió la conciencia. El exterminador cayó al suelo y como pudo, tomó su arma, al mismo tiempo que se arrastraba para alejarse. No obstante, el ogro lo alcanzó, presionando su garra sobre él para aplastarlo contra el suelo. Un instante después, lo sujetó para elevarlo a la altura de su rostro. Kohaku respiraba agitadamente, la sangre recorría sus sienes y manchaba su traje, las heridas de su cuerpo punzaban a más no poder. Sintió otra vez el calambre en su costado, probablemente ya tenía otra fractura, pero la adrenalina le aliviaba parte del dolor. A pesar de todo, el joven humano no mostraba miedo y aunque sabía que llevaba las de perder, decidió jugar su última carta. Su mano derecha permanecía libre, así como la hoz, por lo tanto, cuando vio que el gigante lo acercaba a sus fauces para devorarlo, colocó el arma en posición. Sería su movimiento final. El enorme hocico se abrió, dejando escapar un aliento fétido que provocó las náuseas del muchacho. Éste trató de no perder la conciencia, lanzando la guadaña hacia el interior con una orden ya dada. El instrumento comenzó a transmutar desmesuradamente, incrustándose en la lengua, el paladar, las encías y extendiéndose hacia la garganta del monstruo. La bestia se quejó, alterándose cada vez más. Soltó al muchacho y se llevó las garras al hocico, intentando detener el afilado ataque. En ese momento, Kohaku cayó al suelo y quedó semiinconsciente. Sabía que en cualquier momento llegaría la muerte después de escuchar algo quebrándose. Con la vista borrosa, alcanzó a ver como el gran youkai escupía su arma en dos pedazos. El gigante oscuro volteó a mirarlo, agachándose sobre él, sus ensangrentadas fauces se abrieron una vez más. —Lo siento hermana… — fue su último pensamiento. Todo se volvió oscuridad a su alrededor. … —Despierta, niño tonto— se escuchó una voz fría. —¿Qué… qué pasó… dónde…? — trató de decir Kohaku, pero el dolor general le impedía hablar con claridad. Finalmente pudo abrir los ojos, dándose cuenta que estaba recargado en un árbol y que Jaken permanecía a su lado. Sostenía un recipiente elaborado con hojas entrelazadas, en su interior había agua, con la cual el pequeño demonio limpiaba la sangre de su rostro. Kirara también estaba cerca, reclinada sobre su pierna y lamiendo su mano. Frente a él, se encontraba el señor del Oeste, mirándolo con seriedad. Una extraña e inesperada escena. —Es increíble, lograste soportar una pelea contra el gigante oscuro— dijo Jaken con algo de sorpresa. —Dónde… porque… señor Sesshomaru… ¿Qué sucedió? — quiso saber el joven. —No se te ocurra morir mocoso, no tengo intenciones de visitar a mi madre por el momento— habló Sesshomaru con tono indiferente. —Entiendo señor… muchas gracias— respondió el exterminador, mientras sonreía para sí mismo. El demonio le dio la espalda y comenzó a caminar. —Aún te falta más entrenamiento, así que más vale que te recuperes pronto— finalizó, alejándose entre los árboles. Jaken le entregó el recipiente y antes de seguir a su amo, le explicó lo sucedido. —Esa bestia enorme sólo fue una prueba, no la hubieras podido vencer, así que mi señor intervino. Pero te puedo decir que has dejado satisfecho a Lord Sesshomaru con tu demostración de habilidad y fortaleza. — El exterminador y la felina los miraron perderse en el bosque. Dieron un vistazo alrededor, no había rastro del gigantesco ogro, sólo árboles rotos. Kohaku suspiró y volvió a sonreír, se había ganado el respeto del poderoso demonio, pero aún tenía mucho camino por delante. —Me alegra que estés a salvo Kirara, gracias por salvarme una y otra vez, no sé qué haría sin ti— dijo con sincera gratitud. —¿Sabes dónde quedó mi guadaña? — La felina asintió, caminó unos cuantos pasos hacia unos arbustos y con el hocico arrastró los fragmentos del arma. La hoja estaba partida por la mitad y la cadena fracturada. —Me ayudaste bastante, te llevaré con el señor Totosai para que te repare— le habló al arma. . . Una semana más tarde. Kohaku seguía convaleciente, las fracturas no eran serias, pero las heridas en su piel y los golpes por todos lados, le estaban pasando una dolorosa factura. Kaede ya lo había curado, pero la recuperación era muy lenta. Sango casi se infartó cuando lo vio regresar, pero estaba contenta de verlo tan feliz. Su hermano sobrevivió y había logrado uno de sus objetivos: Dominar la sobrenatural guadaña. Días después Totosai visitó la aldea, trayendo su nueva hoz. Ahora el arma era más voluminosa, se notaba que su poder había aumentado y el lazo que mantenía con Kohaku se reforzó. Su nueva forma parecía ser más tosca y pesada, pero para el exterminador era ligera. Aunado a esto, el herrero también reparó su katana y le obsequió un par de nuevas cuchillas. Sólo quedaba esperar a que su cuerpo sanara para continuar entrenando. . . Ha pasado un año. Sesshomaru sigue visitando mensualmente la aldea para que Rin termine de acostumbrarse a vivir ahí y, de paso, sigue supervisando al muchacho. Kohaku ha madurado bastante y ahora está por comenzar un nuevo viaje con Kirara, para convertirse en el mejor exterminador de monstruos.=FIN=
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Por fin lo terminé, me tardé mucho, pero estoy muy contenta. Sé que tal vez no resultó muy llamativo un fanfic de Kohaku y Kirara, pero para mí ha sido de gran ayuda en mi redacción (discúlpenme si es que se me ha escapado alguna falta ortográfica). Muchas Gracias por leer y por sus comentarios.