ID de la obra: 1277

Guadaña

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
40 páginas, 15.569 palabras, 5 capítulos
Descripción:
Notas:
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4. Adiestramiento

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Buenas tardes a todos: Les traigo el 4to capítulo, recién terminado. Gracias por su tiempo. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia porque me encanta éste anime.

***

Capítulo 4: Adiestramiento El día despuntó y los rayos del sol ya iluminaban la colina cercana a la aldea. El verano había llegado y el ambiente se volvía sofocante. Llovió la noche anterior y la evaporación de la humedad incrementaba la temperatura general. Sin embargo, esto no le importaba a Kohaku, quien se estaba preparando para iniciar su entrenamiento. Iba vestido con su traje de exterminador, caminando con paso firme rumbo a un paraje despejado. Kirara marchaba su lado, observando como el joven tragaba saliva nerviosamente, el arma que portaba en su mano derecha, era la causa. Totosai le había entregado la primera versión de su sobrenatural arma. Conservaba la forma original, sin embargo, era un poco más oscura y emanaba un extraño halo de energía. —Escucha con atención muchacho, esta guadaña ha sido reforjada con tu sangre y con los restos de otras criaturas sobrenaturales, como el boomerang de tu hermana. Sin embargo, las almas de éstas, no se someterán tan fácilmente a un humano. Tienes que imponer tu voluntad sobre el arma, conseguir que te obedezca y hacer que pelee a tu lado— había dicho el herrero. La filosa arma brillaba por sí misma, parecía tener una tremenda energía y cuando Kohaku la tomó entre sus manos, percibió como palpitaba a su tacto. Una sensación de calidez lo invadió, como si el objeto estuviera reconociéndolo, examinando a su portador. Esto sucedió cuando Totosai se la entregó, pero ahora que comenzaba su entrenamiento, percibía cierta resistencia por parte de la hoz. No sabía cómo explicarlo, pero haría lo que fuera necesario para lograr dominarla. Primero comenzó con los habituales ejercicios de dominio y control con su mano. La giraba de un lado a otro, tratando de adaptarse a su nuevo peso, fuerza y filo. La cadena también era diferente, los eslabones eran oscuros y al final ya no existía una esfera, sino una pequeña maza con los bordes afilados. Por instantes el arma parecía resistirse, como si algo en el aire desviara la dirección de su giro. En más de una ocasión el exterminador tuvo que detenerla estrellándola contra el suelo, ya que amenazaba con incrustarse en su brazo. La guadaña continuaba emitiendo esa extraña energía, provocando el gruñido de Kirara y el nerviosismo de Kohaku, quien volvía a tomarla segundos después, para volver a intentar controlarla. —No me vencerás— dijo el joven, sujetando el mango nuevamente. —Tendrás que cooperar conmigo, ahora eres mi arma— le habló a la hoja afilada. Un brillo cruzó fugazmente la superficie y el muchacho comenzó a girarla con gran destreza, acto seguido, la arrojó contra un árbol, donde se clavó limpiamente. —Me tomará un poco más de tiempo adaptarme a su peso, el equilibrio que tiene es muy diferente a mi anterior hoz— murmuró, al tiempo que jalaba la cadena para retraer el arma. El filo centelló en el aire y, por una fracción de segundo, Kohaku se dio cuenta como se desviaba de su ruta. Trató de atraparla por la parte central del mango, pero el grado de inclinación fue suficiente para que la hoja cortara su piel. —¡Maldición! — gritó, al tiempo que soltaba la guadaña y su sangre comenzaba a manchar la tierra. Kirara se acercó, gruñéndole al instrumento que yacía pulsante, emitiendo su extraño fulgor, casi burlándose. Era el primer día y su propia arma lo había lastimado, Kohaku tenía mucho trabajo por delante. . . Han pasado cuatro semanas, durante las cuales el exterminador ha practicado exhaustivamente, logrando controlar el movimiento de la hoz. Tiene algunas vendas en las manos y en los brazos. Su cara también cuenta con un par de cicatrices, ligeras, pero dolorosas. La sobrenatural arma seguía resistiéndose al mando de su dueño, así que era tiempo de intentar otro avance en el entrenamiento. —¿Estás seguro, Kohaku? — preguntó InuYasha. Ese día, el medio demonio aceptó acompañar al joven para practicar su técnica. Esta vez Kirara no estaba presente, pues se quedó ayudando a Sango en otras actividades. —Sí, estoy listo— contestó el chico. InuYasha desenfundó a colmillo de acero, el cual se transformó inmediatamente para comenzar el ataque. Ambos corrieron y el choque de armas se escuchó en las cercanías del bosque. El golpe se percibió metalizado y el aire se rasgó en cada repetición de éste. Una, dos, tres veces las armas colisionaron en diferente posición. Los combatientes cambiaban de ubicación y brincaban de un lado a otro, tratando de darse alcance. —Por favor, señor InuYasha, no se contenga en sus ataques— pidió Kohaku. —Es necesario que yo perciba la fuerza de su golpe, de lo contrario, no podré mejorar. — —No puedo hacer eso, aún no estás listo para soportar mis ataques— contestó el medio demonio. —Señor InuYasha, no me tenga tanta consideración, no soy tan débil como usted cree— dijo el joven, al tiempo que lanzaba su guadaña directo a la cara de su contrincante. —Dudo que puedas tocarme— InuYasha soltó una risita burlona, al tiempo que su espada detenía el embate. De pronto, un golpe seco se estrelló contra sus costillas. —¡Qué diablos! — se quejó, llevándose la mano al costado, logrando ver una cadena oscura retrayéndose con la maza que lo había golpeado. —Vaya, eso me tomó por sorpresa— se quejó levemente por el dolor. Kohaku sonrío, al tiempo que tomaba posición para un nuevo asalto. El mestizo dejó de sobarse y, devolviéndole el mismo gesto, también se preparó. —Continuemos, esto será divertido. — … Sesshomaru había accedido a ayudar al joven humano, sin saber bien el porqué. Pero debía reconocer que le daba curiosidad saber hasta dónde era capaz de llegar el exterminador. Meditó un poco sobre su propia forma de actuar y aunque quisiera entenderlo, no se explicaba por qué mantenía una relación tan cercana con dos crías de esa molesta especie, primero la pequeña Rin y después el adolescente. Esta extraña situación sólo sería un pretexto para entretenerse, ya que visitaba a Rin una vez al mes para que se fuera acostumbrando a quedarse en la aldea. Después de todo, no tenía nada mejor que hacer, ahora era el demonio más poderoso que existía en ese lugar y probablemente de esa época. Descendió lentamente en la entrada del poblado, junto con Jaken, quien siempre iba colgado de su blanca estola. Caminó con calma en busca de la choza de la sacerdotisa. En ese momento, volteó hacia la colina, donde pudo percibir a su medio hermano y al joven exterminador. Al parecer, estaban practicando, porque alcanzó a escuchar el choque de armas. No le dio más importancia y siguió su marcha. … Mientras tanto en el bosque cercano. —Él está aquí— dijo InuYasha, al tiempo que detenía su ataque. —¿En serio, señor InuYasha?, ¿El señor Sesshomaru ha llegado? — preguntó emocionado el joven. —¡Bah!, no sé por qué te pones así Kohaku, yo no confiaría en ese idiota de Sesshomaru, no entiendo por qué tenías que pedirle ayuda a él— se quejó el medio demonio. —Lo lamento, señor InuYasha, pero ya había hablado con él antes de que usted se recuperara de su tristeza. No puedo echarme para atrás ahora, además, ya he mejorado mucho gracias a usted— contestó el chico animado. —Sí, sí, de nada, sólo ten cuidado, estaré cerca por si necesitas mi ayuda— indicó InuYasha, mientras guardaba su espada. —No confío en que Sesshomaru tenga buenas intenciones de ayudarte. — —No se preocupe y muchas gracias por la ayuda. — El mestizo se alejó brincando entre el follaje y Kohaku empezó con otros ejercicios de dominio. Finalmente había conseguido que la hoz no lo dañara, sin embargo, aún no lograba explotar todo su potencial. … Rato después, Sesshomaru apareció de entre los arbustos. Había concluido su visita a Rin y ahora se encontraba frente a Kohaku, listo para ver de qué estaba hecho el joven humano y, de paso, desaburrirse de su monótono ir y venir. —Señor Sesshomaru, gracias por esta oportunidad— habló el exterminador, saludando con una reverencia. —Niño tonto, espero que no le hagas perder el tiempo a mi amo bonito— intervino de la nada Jaken, quien siempre se mantenía a cierta distancia, como fiel espectador. —Señor Jaken, prometo que no los decepcionaré. — El señor del Oeste miró impasible al joven y después bajó la vista a la guadaña. Él podía ver claramente el halo que emitía, percibiendo que el arma era completamente sobrenatural y que en ella se combinaban las energías de criaturas fuertes y la esencia de la sangre humana. —¿Qué se puede esperar de ti, si tu propia herramienta ya te ha herido? — cuestionó Sesshomaru. —Estas heridas no importan, ha sido error mío por confiarme al principio. No volverá a suceder— respondió Kohaku, al tiempo que tomaba una posición de ataque. El demonio hizo un leve gesto de burla y con calma se dirigió hacia unos arbustos, para luego tomar asiento en un viejo pedazo de tronco caído. —Intenta atacarme— dijo indiferente. Kohaku hizo un gesto de sorpresa, evidentemente, Sesshomaru no lo tomaría en serio al inicio y sus relajadas acciones lo demostraban. No le preocupaba el intento de ataque de un simple niño humano. —Está bien… — contestó el muchacho. Entonces hizo que la cadena de su arma comenzara a girar rápidamente. Un instante después, salió disparada con una gran fuerza rumbo al rostro del Lord. Éste alzó su mano derecha y, de un sólo movimiento, desvió completamente el ataque. La maza al final de la cadena, chocó contra los arbustos cercanos. El exterminador se sorprendió e inmediatamente corrió hacia el demonio con la afilada hoja en posición. Llegó frente a él e intentó golpearlo directamente, sin embargo, cada acometida era detenida o desviada únicamente con sus garras. Sin inmutarse en lo más minino, sin dejar de observar sus movimientos, el señor del Oeste se mantenía quieto, evitando cada golpe de la hoz. —¡Niño, eres un idiota, si crees que en algún momento podrás tocar a Lord Sesshomaru! — se oyó la burla Jaken. Kohaku lo ignoró y siguió intentando dar un golpe certero. Pero esto resultaba como querer cortar un gran roble con un cuchillo. De pronto, sintió que una onda de energía lo abofeteaba y la fuerza de la misma, lo arrojó un par de metros antes de tocar el suelo. —Es inútil tu técnica, no puedes ejecutar un ataque directo contra un enemigo que es más fuerte que tú— habló Sesshomaru. —¿Tu clan no te enseñó a observar y buscar puntos débiles? — reprochó con seriedad. —Tiene razón, señor Sesshomaru, debo poner más atención a mi enemigo— respondió el joven, levantándose de nuevo. Entonces comenzó a aproximarse cautelosamente, observando con detenimiento al demonio. Se detuvo y en un parpadeo, lanzó con fuerza la guadaña. Sesshomaru se movió unos centímetros y el filo pasó al lado de su rostro, dejando una ligera brisa. En un instante, tomó la cadena y tiró de ella con fuerza. El humano cayó al suelo de bruces sin soltar el enlace, siendo arrastrado con increíble facilidad. La hoja del arma quedó clavada en un tronco y el muchacho no podía evitar que el demonio lo siguiese remolcando hacia él. Con un poco de trabajo y tratando de ser lo más rápido que podía, se liberó del agarre, se incorporó y tomó las cuchillas que traía preparadas en el cinto de su traje. Las arrojó con precisión y éstas atravesaron el aire y el vacío que dejó Sesshomaru al desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Kohaku trató de ubicarlo, girando sobre sí mismo y tomando su katana para evitar un golpe sorpresa. Sin embargo, no lo podía ver, no sabía dónde estaba. Comenzó a tensarse, sus oídos se agudizaron y un ligero sudor perló su frente, el tiempo parecía ir más lento. De repente, un agudo grito se escuchó en el claro del bosque. La tela se desgarró y la sangre salpicó las hierbas cercanas. El joven cayó de rodillas, sus brazos lo sostuvieron un momento y después se precipitó al suelo. Detrás de él, Sesshomaru lo miraba con frialdad, mientras sus garras escurrían con hilos rojizos. —Eres un estúpido, jamás debes de confiarte si tu rival es más rápido que tú— regañó una vez más. Kohaku tenía los ojos cerrados y apretaba con fuerza la mandíbula. El zarpazo fue certero y empezaba a doler en demasía. Su espalda fue lacerada sólo en una parte, pero lo suficiente como para dejarlo imposibilitado para atacar o defenderse. Levantó la cara, tolerando la punzante dolencia y con dificultad, volteó hacia Sesshomaru. —Esto… aún no… termina… — masculló entre quejidos. —Apenas estamos comenzando, mocoso. Mañana, aquí mismo y sin quejas— gruñó el Lord, dándole la espalda para luego alejarse rumbo al bosque. Jaken pasó al lado del joven, mirándolo con algo de preocupación, por un momento pensó que su amo lo mataría. —Oye niño, deberías reconsiderar tu decisión, mi amo bonito podría asesinarte con un mal golpe. — —No… no hay marcha atrás… no me rendiré… — respondió Kohaku, haciendo un esfuerzo por incorporarse. Despacio se levantó, apoyándose en su katana, dando un último vistazo hacia donde se alejaban el pequeño sirviente y su señor. … El contacto del ungüento sanador con la piel dañada provocó dolorosos lamentos. La vieja sacerdotisa estaba terminando de curar al exterminador, momentos después, unos vendajes cubrieron la zona afectada. —Muchacho, te estás arriesgando demasiado, ese demonio podría matarte, mira cómo te dejó con un sólo rasguño— dijo Kaede, quien en ese momento estaba sola, ya que Rin había ido a visitar a Sango. —No se preocupe, señora Kaede, le agradezco su ayuda— habló el muchacho. —Y, por favor, no le diga a nadie de esto, yo solo asumiré los riesgos de la decisión que he tomado— finalizó, antes de dirigirse a la salida. La sacerdotisa lo miró preocupada, pera sabía que no tenía caso intentar disuadirlo. Tampoco quería que su hermana y los demás se inquietaran, así que decidió confiar en el exterminador. . . Una semana después. El "preentrenamiento" había sido muy duro y Kohaku no había conseguido aguantar un minuto los golpes de Sesshomaru y mucho menos atacarlo de cerca o de lejos. Ya tenía varias cicatrices que ocultaba bajo su traje, las más serias, todavía sangraban de vez en cuando. No obstante, el Lord del Oeste se percató, con algo de asombro, de la gran fuerza de voluntad que demostraba el humano día tras día. Una peculiar característica a la que nunca le había prestado atención y que ahora resaltaba en ese niño que, a pesar de sus dolencias, siempre estaba en el mismo claro del bosque, temprano y listo para intentarlo una vez más. Kohaku inició un nuevo ataque y la hoz giró velozmente hacia Sesshomaru, quien volvió a evitarla con un sólo movimiento. De pronto, se escuchó un sonido provocado por la misma hoja que, antes de alejarse más de su objetivo, sufrió un cambio para intentar alcanzarlo. Inmediatamente su instinto lo alertó y para evitar el daño, levantó el brazo, logrando que sus garras desviaran el filo que había estado a punto de tocarlo. La guadaña impactó contra el suelo. El adolescente notó con sorpresa el extraño cambio en su arma y de inmediato se acercó al lugar donde quedó semienterrada. Sesshomaru observaba a distancia, con cierta curiosidad también. Ambos pudieron apreciar una modificación en la estructura del instrumento. Había "crecido" una púa en la parte opuesta al filo principal, un poco más reducida en tamaño, pero igual de aguda. Cuando el joven exterminador recogió el arma, ésta pulsó en su mano y acto seguido, volvió a mutar, reduciendo el pico hasta quedar de nuevo en su forma original. —¿Qué significa esto? — murmuró por lo bajo. Sesshomaru alzó el brazo y los dedos de su mano desplegaron el látigo verde. —¡No te distraigas! — dijo con dureza, al tiempo que lanzaba el golpe. El joven saltó muy tarde y la punta lo alcanzó de nuevo, atrapando su tobillo. El impulso lo arrojó contra unos arbustos tupidos, que amortiguaron la caída, pero lastimaron nuevamente su costado. Se incorporó tan rápido como la adrenalina se lo permitió y, blandiendo la guadaña, intentó atacar al demonio. Acercándose con cautela, arrojó el arma en una extraña dirección que provocó una semi curva. El Lord notó dicha inclinación y en vez de moverse a un lado, se agachó. La hoz siguió girando hasta que la fuerza de la cadena tiró de ella, haciendo que regresara y modificara su camino, tratando de herir al oponente. Volvió a crecer la segunda punta en una fracción de segundo y parecía que tocaría al Lord. Sin embargo, el demonio atrapó el instrumento por el mango, frenándolo de golpe y quedando el pincho frente a su rostro, a varios centímetros. De pronto, el arma "trató" de alcanzarlo extendiendo un poco más su estructura filosa. Pero hasta ahí quedó, sin lograr tocar a Sesshomaru. Él alzó un poco su ceja, evidentemente, no esperaba esa reacción de un arma tan simple. Recuperó su postura habitual, sin dejar de observar la sobrenatural hoz, la cual regresó a su forma original. —Señor Sesshomaru… — habló Kohaku, acercándose con cautela. —Sigue entrenando, el arma ha comenzado a evolucionar, así que debes perfeccionarla— dijo el señor del Oeste, al tiempo que se la arrojaba. El chico la atrapó sin problema y miró al Lord alejarse, sin decir nada más. Por lo regular siempre se marchaba después de regañarlo por su debilidad o por los errores que cometía. Pero, esta vez, se fue dándole una recomendación. Parece que al fin logró un avance, pequeño, pero un avance a final de cuentas. . . Pasaron dos semanas y Sesshomaru todavía no aparecía, así que Kohaku siguió practicando solo. InuYasha y Kirara no estaban para ayudarlo, ya que habían salido junto con Miroku a resolver unos conflictos con algunas criaturas menores que gustaban de molestar al pueblo vecino. Así que, el día de hoy, entrenaría con su hermana Sango. —¿Estás listo, Kohaku? — preguntó la muchacha. —Sí, atácame con todas tus fuerzas. — Ambos corrieron y sus armas chocaron una contra la otra. Golpe tras golpe, parecían equilibradas las fuerzas. El boomerang de Sango vibraba ante cada ataque de la guadaña. Ella sabía que las almas de las criaturas en su interior, estaban reconociendo la energía de la renovada hoz. Ya no era la misma herramienta de antes, había cambiado y ahora se estaba perfeccionando. —Esa guadaña es muy diferente a la que te dio nuestro padre— dijo Sango. —Así es, el herrero Totosai la reforjó— reveló Kohaku, mientras retrocedía. —Pero, aún no logro explotar todo su potencial— se quejó molesto. —¿Qué has conseguido hasta ahora?, sólo veo que llegas lastimado después de que Sesshomaru casi te mata— le reprochó su hermana. —Esta hoz tiene la habilidad de extenderse, además, es mucho más fuerte y filosa que la anterior. Sin embargo, continúa oponiéndose a mí, todavía no logro su total cooperación. — —Tendrás que demostrarle que tú eres su compañero y que necesitas de su ayuda. Algo parecido a lo que nos une a Hiraikotsu y a mi— comentó Sango. —Lo sé, hermana, por eso mismo te pido que luches con toda tu fuerza. Debo mejorar mi técnica, de lo contrario, jamás dominaré esta arma. — La joven lo contempló un par de segundos y después sonrío, sabía que su hermano jamás se rendiría y ella se sentía orgullosa de eso. Se colocó en posición de ataque, lista para seguir ayudándolo. . . Un par de días más tarde, Sesshomaru volvió, así que era hora de continuar. —Vamos niño, me estoy aburriendo de tus patéticos intentos, es muy poco lo que has progresado— dijo el Lord, arrojando el látigo contra el humano. Kohaku estaba exhausto. Después de un rato, la práctica se había vuelto más difícil. Sesshomaru había dejado de esquivar y ahora comenzaba a atacarlo con algo más de fuerza. El joven apenas podía librarse, recibiendo alguna consecuencia en el intento. Hasta ese momento, el flagelo no había conseguido lastimarlo de gravedad, la guadaña había resultado un buen escudo. Sin embargo, aún era incapaz de alcanzar a su oponente y en un descuido, éste permitió que se acercara, burló el movimiento de la hoz haciéndose a un lado y, al mismo tiempo, le dio un rodillazo en el estómago. El exterminador sintió un fuerte calambre debido al golpe. Pero no tuvo tiempo de pensar en ello cuando notó la garra de Sesshomaru atrapándolo por el cuello, levantándolo en el aire y cortándole la respiración. —¡¿Es todo lo que tienes?, ¿Te vas a rendir, mocoso?! — le gritó al rostro. El adolescente sabía que, si tuviera la intensión, en menos de un segundo el demonio podría romperle el cuello. El tiempo volvió a ralentizarse, mientras una gota de sangre mezclada con sudor escurría por su sien. La mandíbula se le tensó un poco más y con el último golpe de adrenalina, hizo un movimiento vertiginoso contra el Lord. La guadaña hizo un crujido, extendiéndose nuevamente para alcanzar algo en el aire. Sesshomaru la vio venir, pero no pensó que lograría aproximarse, así que fue tomado por sorpresa cuando el arma volvió a mutar. Un segundo después, ambos pares de ojos vieron la fina hebra plateada flotar ante ellos. La herramienta había conseguido tocar al poderoso señor del Oeste, aunque fuera en uno solo de sus cabellos. El demonio observó fijamente la caída del cabello, después sonrió de manera extraña, liberando al joven humano. Éste trastabilló un poco, pero inmediatamente volvió a su pose defensiva, incluso antes de recuperar el aliento. Por esos breves instantes, olvidó el dolor de los golpes y la falta de aire, su mente ahora estaba concentrada en decirle a la hoz qué hacer. El instrumento respondió a la voluntad del muchacho, convirtiéndose en una bizarra forma de agudos picos. Su longitud aumentó como si de una garra retráctil se tratase y el halo de energía que desplegó, parecía unirse a la propia energía del muchacho. Sesshomaru observaba fijamente, el arma parecía dispuesta a atacarlo sin siquiera esperar una orden, sin embargo, el firme agarre de su dueño, demostraba que estaban trabajando juntos. El Lord soltó un ligero e imperceptible suspiro al mismo tiempo que relajaba su postura. —Es suficiente por hoy— indicó, alejándose tranquilamente. Kohaku permaneció estático hasta verlo desaparecer, luego se dejó caer de rodillas al suelo. Sus brazos lo sostuvieron un poco, mientras el sudor con sangre entintó la tierra. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro, mientras contemplaba la guadaña con gran emoción. Ésta regresó a su forma normal, pero él ya no pudo aguantar más, el cansancio lo venció y todo se nubló a su alrededor. … Más tarde. —Kohaku, despierta— se escuchó una voz. —¿Quién?… ¿Dónde estoy? — balbuceó el joven. —Que bien, ya recuperaste el conocimiento— dijo la niña a su lado. —Hola Rin… estoy bien, gracias por preocuparte— declaró, recuperando el estado de vigilia. Trató de incorporarse, pero su cuerpo seguía muy cansado y adolorido. Ya había sido curado, pues tenía nuevos vendajes por todos lados. —Ni lo intentes Kohaku, si te mueves, tendré que amarrarte— habló de repente Sango, quien iba entrando a la choza. —¡Hermana, no lo vas a creer!, ¡Lo he logrado, por fin he conseguido hacer que la hoz evolucione! — se expresó emocionado. —Si, te creo, pero fue muy arriesgado— reprochó la joven con dureza. —Te esforzaste demasiado y perdiste el conocimiento, si Kirara no te hubiera ido a buscar, habrías muerto desangrado. — —Lo siento… en verdad lamento que te hayas preocupado— se disculpó. —Agradezco la ayuda de todos— hizo una leve sonrisa. —Kohaku, el señor Sesshomaru me pidió darte un mensaje— habló Rin. El exterminador volteó a mirarla con sorpresa. —“Ve a los límites de mi territorio y comienza a cazar demonios. Demuéstrame lo que has aprendido” — la niña simuló una voz grave y después sonrió. —¡Sí, claro que lo haré, estoy listo! — alzó la voz Kohaku, sumamente emocionado. —Gracias Rin. — Sango cruzó los brazos y el enojo se percibió en su voz. —¡¿Qué significa eso?!, ¡¿Crees que puedes irte así nada más, arriesgando tu vida?! — Entonces el adolescente tomó una postura completamente seria. —Hermana, tú sabías que tarde o temprano iniciaría mi propio camino, has visto mi progreso y sabes que no me voy a detener ahora. Por favor, no hagas esto. — Sango lo miraba con preocupación, no quería que algo malo le sucediera, pero le quedaba muy en claro que su hermano ya había madurado bastante. Y ella debía apoyarlo en su decisión final, así que relajó su gesto y, soltando un suspiro de resignación, aceptó sus palabras. —No te voy a detener, tienes mi confianza y la de todos los demás, sólo te pido que primero te recuperes, esas heridas aún están sensibles— dijo con amabilidad y sonriendo al mismo tiempo. Kohaku correspondió al gesto, ella tenía razón. Primero se restablecería por completo y después comenzaría su nuevo viaje. Por el momento, se merecía un descanso.

***

Continuará…
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